Great Demon King

Libro 3: La Orden del Manto Oscuro

Capítulo 102: Saqueando el Tributo del Demonio

 

 

“Muy bien. Parece que tengo que asumir que realmente hay alguna extraña clase de poder desconocido en este Ojo del Demonio. Un poder que bien podría provenir de la deidad diabólica conocida como Datara y que casi nos destruye por completo. Un poder que jamás he visto o sentido en ninguna de mis dos vidas. Un poder terrorífico e imbatible que actualmente está siendo contenido por… un pedazo de tela misterioso. Ja, supongo estará hecha con alguna lana divina o cuero de vacas sagradas.” Han Shuo meditaba en todo lo que acababa de ocurrirles mientras observaba el enorme parche que cubría casi la mitad del rostro del Pequeño Esqueleto e intentaba discernir su naturaleza. Sin embargo, entendió rápidamente que no tenía sentido seguir examinándolo. “Ese parche se ve ridículo y la verdad es que todo esto no deja de sonar estúpido en mi mente sin importar cuanto lo piense. Me reiría con ganas si no hubiera estado a punto de perder mi alma por culpa de esa extraña gema. Pero es un hecho que la tela funciona, porque ya no puedo detectar ninguna anomalía a mi alrededor.”

Y era verdad, ya no había rastro alguno de aquella misteriosa energía que parecía sobrepasar incluso al poder de la magia. Tampoco percibía nada notable o misterioso a su alrededor, a parte de los tesoros, pero el trauma sufrido había sido tan intenso que Han Shuo volvió a revisar el templo unas tres veces para tranquilizarse. Solo después salió y llamó con viva voz al viejo Chamán.





Cuando el anciano entró, su aguda mirada se fijó de inmediato en la estatua del dios Datara, que actualmente ya no albergaba el Ojo del Demonio. El asombro lo embargó y preguntó:

– ¡¿Qué?!… ¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Por qué Ojo del Demonio ya no está?!-

Han Shuo se las arregló para sonreír de algún modo y explicó mientras señalaba al Pequeño Esqueleto:

-El divino Datara ha reclamado su Ojo. ¿Acaso no ves el parche que lo cubre? –

El viejo Chamán reaccionó con asombro y miró al Pequeño Esqueleto con reverencia a la vez que caía de rodillas. Entonces gritó:

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– ¡Oh, Gran Datara! ¡Terrible Gran Datara! ¡Invencible Gran Datara! Tribu siempre ha protegido Ojo de Demonio, tal y como ordenaste a ancestros. Ahora finalmente haz venido a tomar de vuelta. ¡Mi tribu ha cumplido con misión divina! –

Han Shuo tuvo una idea y miró fijamente al anciano trol mientras preguntaba:

-Dime, viejo Chamán. A parte del Ojo del Demonio ¿hay alguna otra reliquia divina dejada por el Gran Datara en este templo o su tierra sagrada? –

La pregunta sobresaltó al viejo Chamán, pero luego se puso a reflexionar con la frente fruncida por la concentración, hasta que finalmente negó con la cabeza:

-Sólo Ojo del Demonio. Tribu vigila Ojo del Demonio como ordenó Gran Datara a ancestros. Aparte de eso… todos estos tesoros son ofrendas para Gran Datara, su parte de botín por cuidarnos cuando buscamos presas. –

– ¡Excelente! – Dijo Han Shuo mientras asentía y una sonrisa benevolente adornó su rostro: – El Gran Datara está complacido con los tuyos. Ahora debes dejarnos para que pueda escuchar las instrucciones del divino. Después te diré lo que debes hacer. –

El viejo Chamán se arrodilló unos instantes y luego fue retrocediendo ceremoniosamente, sin atreverse a darles la espalda, mientras salía del templo. La sonrisa de Han Shuo se trasformó en una maquiavélica mueca de euforia en cuanto estuvo solo y de inmediato comenzó saquear a placer todos los tesoros del templo. El oro, las joyas, las piedras preciosas; todos fueron desapareciendo de uno a uno dentro del Anillo Espacial. Un rápido sondeo mágico le permitió calcular el contenido de forma aproximada y estimó que tendría como mínimo el equivalente al botín de guerra obtenido tras la conquista de una ciudad. Seguramente los Trol del Bosque llevaban ofreciendo estos tributos durante generaciones tras cada incursión criminal exitosa.

En un principio decidió ignorar los tesoros más pesados y tampoco trató de llevarse las gemas incrustadas en las paredes de madera. El motivo era simple: su Anillo Espacial tenía un límite de capacidad, así que no podía llevarse todo de una sola vez. Como no era seguro que los objetos más grandes fuesen necesariamente los más valiosos le pareció prudente asegurar primero las joyas, solo entonces comenzó a revisar el resto.

Muchas de estas cosas no solamente eran lujosas por los materiales que las componían, sino por la maestría de los artesanos que las fabricaron. Incluso parecían haber algunas antigüedades entre ellas, cuyo valor exacto era bastante difícil de estimar. Las joyas incrustadas en las paredes estaban entre las más grandes, pero habían sido colocadas ahí teniendo en cuenta su brillo más que su pureza y por eso era difícil distinguir las preciosas de las MUY preciosas. Han Shuo se tomó su tiempo seleccionando, pero cuando finalmente agotó la capacidad de su Anillo descubrió con asombro que ni siquiera había tomado un tercio del total de artículos en el interior del templo. Y sin embargo esa cantidad ya superaba los ingresos anuales de una pequeña provincia imperial.

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Han Shuo respiró profundo y decidió que era mejor detenerse por el momento. Entonces se sentó sobre una silla lujosa para poder pensar en sus próximos movimientos. Ahora que había convencido a los Trol de que el Pequeño Esqueleto era realmente su deidad maligna, podía aprovecharse de esto para manipularlos y hacer que hiciesen algunas cosas por él. Tampoco estaba preocupado por los tesoros en el templo, pues estaban en un lugar muy seguro donde podía volver para llevárselos en otra ocasión, cuando consiguiera un Anillo Espacial con mayor capacidad. También tendría que regresar varias veces para refinar al Zombi Élite de Madera.

“El problema radica en que los Trol del Bosque con una raza universalmente detestada por cualquiera que… los conozca. Nadie debe asociarme nunca con ellos, o perderé cualquier reputación favorable que pueda conseguir en el futuro y eso limita el radio de lo que puedo pedirles que hagan, incluso si estas órdenes vienen de su deidad. Entonces, ¿cómo voy a utilizarlos?”

El problema al que se enfrentaba hacía que le doliera la cabeza. El principal obstáculo era la completa falta de sutileza de la raza trol. Se trataba de una especie codiciosa, violenta, vil, que amaba robar a todos los que pudieran y que seguramente dejarían un rastro de devastación a donde fuera que los llevase. Esa era su naturaleza, Han Shuo sabía que no podía hacer nada para cambiar eso. De hecho, si no hubiesen confundido a su esqueleto con un dios, él ya estaría buscando un modo de matarlos a todos para quedarse con los tesoros y asegurar el Emplazamiento Extremo de Madera. Lo haría con una actitud indiferente, como quien mata a un perro rabioso sabiendo que está haciéndole un favor al mundo.

Pero ahora mismo podía hacer uso de ellos. Y si bien eran bastante desagradables, no parecía apropiado desatar una masacre sobre una multitud tan deseosa de servirle. Por eso siguió cavilando a pesar de su jaqueca, para encontrar un modo de hacerlos útiles a sus designios.

“Ya que no puedo modificar a estos escorpiones…” Se dijo Han Shuo. “Quizá pueda cambiar el objetivo de sus incursiones. Hacer que maten únicamente a mis enemigos es esperar demasiado de ellos; pero tal vez pueda conseguir que ataquen a los Tragos, los Monstruos Devora-Hombres o incluso a los Orcos. ¿Y si consigo que debiliten a los enemigos del Imperio? ¿No estaría usando positivamente esa brutalidad si logro que se abalancen sobre las tropas de nuestros rivales?” (Acabcor: Es una referencia a la fábula de “La Rana y el Escorpión”.)

Apenas llegó a este punto, se levantó de un salto y salió del templo acompañado del Pequeño Esqueleto. Ya tenía una buena idea de la situación de los Trol junto con sus ubicaciones, porque sus Demonios Originales estaban vigilando el exterior. De inmediato llegó frente a la multitud y comenzó a vociferar instrucciones con el porte de un gran señor:

– ¡Escuchad las palabras del divino Datara! ¡Que todo Trol sepa cuál es la voluntad del dios muerto! Datara el grande, dios de la violencia, el saqueo y la muerte ha venido para traer gloria a quienes le sirven. Pero miles de años no son ni un instante para los divinos. El mundo ha cambiado mucho desde su última venida. Por eso el gran Datara recorrerá los bosques, observará los ríos y pisará la tierra, hasta que sepa quién es quién. Mientras tanto los que son fieles esperarán sus órdenes. Tampoco volverán a atacar a los enanos, pues el gran Datara los quiere vivos y a salvo por motivos que van más allá de nuestra imaginación mortal. ¡Incurrirán en su ira si les causan el menor daño! –

Al oír estas palabras el viejo Chamán se sintió muy intrigado, pero no atrevió a cuestionar a Han Shuo. Sólo se arrodilló y pregunto con mucho respeto:

– Adalid, ¿Gran Datara quiere que enviemos guerreros para escoltarlo mientras conoce alrededores? –

-No hay necesidad. El Gran Datara y yo permaneceremos dentro de tu tribu durante los próximos dos días, después partiremos. Hasta que regresemos deben quedarse aquí y no intentar ninguna incursión. – Han Shuo continuó dándoles otras órdenes durante un rato. Luego se retiró sin esperar respuesta o pedirles que le preparasen una balsa de madera.

***

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Durante los siguientes días Han Shuo se dedicó a explorar minuciosamente el valle de los Trol, sobre todo el Emplazamiento Extremo de Madera. Sin embargo, no encontró nada que fuese más notable que el templo o el propio árbol gigante, de modo que al amanecer del tercer día abandonó el lugar junto con el Pequeño Esqueleto.

Sin embargo, no regresó de inmediato al Cementerio de la Muerte. El territorio intermedio del Bosque Oscuro le era completamente desconocido, pero ahora tendría que recorrerlo varias veces, porque refinar su Zombi iba a tomarle tiempo y también necesitaba que mantener contacto con los Trol. Así que mandó a sus Demonios Originales a diestra y siniestra hasta tener una buena comprensión de toda la geografía alrededor del valle.

Cuando estuvo satisfecho comenzó a alejarse. Ya tenía una buena noción del camino de regreso gracias a las precauciones que tomó durante su viaje para memorizar las referencias en el camino. Sabía también que si seguía el curso natural del río, acabaría por salir del bosque y finalmente encontraría algún asentamiento habitado. El problema estaba en el riesgo de toparse con alguna bestia mágica peligrosa que se acercase a beber agua.

Han Shuo comenzó a caminar despacio y sin prisa, moviéndose con mucho cuidado para no llamar la atención. En todo momento mantenía la orilla del río a la vista, pero siempre a una distancia prudencial por si necesitaba escapar a toda prisa.

Con el tiempo el cauce del río se incrementó y sus aguas desembocaron en otros cauces más limpios. Aun así, no era seguro que bebiera directamente sin tomar precauciones. Por suerte había traído consigo un odre lleno de vinagre con el que podía desinfectar el agua hasta cierto punto, eso lo salvaría de la sed. Con el hambre era más fácil, pues tenía algunas provisiones y además el fuego limpiaría cualquier impureza de la carne que consiguiese cazar, si esta no estaba podrida.

Y en realidad todo ocurrió más o menos como Han Shuo pensaba. Eventualmente sitió ganas de comer, pero no quiso gastar sus raciones inmediatamente, así que comenzó a explorar el entorno hasta que notó un extraño pez que nadaba alegremente contra la corriente. Entonces invocó a su Filo Asesino de Demonios, que salió disparado a través del aire con un solo pensamiento suyo y atravesó a su desafortunada presa de una sola vez, para inmediatamente regresar a su mano. Mientras se alegraba por su éxito, Han Shuo notó a un segundo pescado y repitió el ataque de forma certera.

El Pequeño Esqueleto corrió hacia el río, y en poco tiempo regresó sujetando los dos grandes pescados. Luego se marchó a buscar algo de madera seca junto con algunas piedras, mientras que Han Shuo comenzaba con el tedioso proceso de quitarles las escamas y filetearlos para separar la carne de las espinas.

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El Pequeño Esqueleto regresó con la madera poco después. Para entonces Han Shuo ya había aderezado los pescados con algunas especias que siempre llevaba consigo y también les agregó un poco de sal. Está era bastante cara y él prefería no usarla a menos que fuese indispensable, pero como acaba de obtener un gran botín, pensó que podía permitirse este pequeño lujo.

Mientras dejaba marinando su carne dentro de un pocillo de madera, Han Shuo comenzó a preparar su fuego. Normalmente eso sería todo un reto, pero por suerte la magia estaba a su alcance y no tenía que ser un archimago de fuego para encender una pequeña hoguera. Cuando todo estuvo listo, Han Shuo incrustó hábilmente los filetes de pescado en unas ramas para hacer brochetas. En muy poco tiempo un aroma delicioso comenzó a extenderse a su alrededor.

En ese momento una sombra negra se precipitó hacia él desde los cielos. Una ráfaga de viento sacudió a Han Shuo, tomándolo por sorpresa, mientras que un intenso y repugnante hedor lo envolvía. Como todos sus sentidos eran muy agudos, el asco lo embargó con una intensidad mucho mayor, causando que se distrajera. Para cuando reaccionó y alzó la mirada enojado, la sombra negra ya había vuelto a ascender muy alto en el cielo, hasta volverse un pequeño punto negro que era muy difícil de distinguir.

– ¡Maldito pajarraco repugnante! ¡De todos los momentos en que podías molestarme ¿tenías que hacerlo cuando estaba por comer?! – Maldijo Han Shuo mientras les echaba una ojeada a sus brochetas de pescado.

La sombra negra volvió a precipitarse desde los cielos a gran velocidad. Han Shuo pudo distinguir el destello de unas patas armadas con garras muy afiladas dirigiéndose hacia su cabeza, y se hizo a un lado a tiempo para salvarse de un corte bastante serio en la cabeza. La criatura volvió a elevarse en un instante, pero esta vez Han Shuo estaba prevenido y logró sobreponerse al hedor para darle un buen vistazo a la criatura.

Tenía unas alas enormes y garras como las de un águila, pero el torso y la cabeza de una mujer desnuda, con los pechos expuestos. Los ojos sin embargo eran de color rojo, llevaba colmillos afilados en lugar de dientes y el escaso cabello que nacía de su cabeza se entremezclaba con algunas plumas. Era un rostro endemoniado que parecía provenir de una pesadilla.

“Mierda, es una Arpía.”

Al igual que la Pitón Venenosa de Aguas Profundas, las Arpías eran criaturas mágicas de nivel 3 que, aunque poseían rasgos humanos, eran incapaces de razonar o comunicarse con palabras. Eran bastante famosas por su agresividad y ensañamiento cruel para con sus víctimas.

Otro aspecto que las caracterizaba era el asqueroso hedor que siempre emanaba de sus cuerpos. Sin embargo, este no era natural, sino que provenía de los restos de sus víctimas. Las Arpías eran criaturas que estaban constantemente al acecho y muy raras veces descansaban. Tenían una preferencia por cazar a los seres humanos y lo hacían con un ansia que parecía rayar en la obsesión. Cuando las arpías se fijaban en una presa, podían seguirla durante semanas he incluso meses, sin mostrar signos de cansancio o aburrimiento. Ni la oscuridad de la noche, el frío del invierno o la lluvia parecían desanimarlas. Se mantenían acosando a su víctima con ataques rápidos y constantes, a la espera de una oportunidad, hasta que finalmente conseguían desgarrar a sus presas lo suficiente para que se debilitaran por la pérdida de sangre. Pero muy rara vez la mataban de inmediato.

Por alguna razón desconocida, las arpías preferían comerse a las personas cuando aún estaban vivas. Primero las inmovilizaban con sus patas y luego comenzaban a comerlos empezando por el estómago, sin importarles los gritos de agonía o la lucha desperrada, que únicamente servían para excitarlas. Durante todo el proceso, hacían pausas en las que se embarraban con la sangre y otros fluidos de sus víctimas de forma instintiva. Estos fluidos se introducían en sus plumas y era lo que le daba su olor a putrefacción tan característico.

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Solo después de que su desdichada victima expiraba o se volvía incapaz de gritar, era que la Arpía usaba las poderosas patas para arrancarle la cabeza de cuajo y disfrutar con el cerebro, los ojos, las mejillas y la lengua. Después arrojaban el cráneo a un lado, que normalmente era los únicos restos reconocibles que quedaban atrás, porque sus colmillos eran lo bastante fuertes como para moler los huesos y sus ácidos gástricos podían digerir un casco de acero.

Ya se ha dicho que las arpías eran obsesivas y esto también se aplicaba al consumo de sus presas. Podían quedarse devorando el mismo cadáver durante mucho tiempo, mientras se restregaban con la sangre. Era un espectáculo muy desagradable. Al final casi no quedaba mucho de su presa que pudiera identificarse como “humano”. Era por este motivo que muchos de los dioses encargados de torturar a los criminales en el inframundo o de vengarse de los criminales fuesen representados como arpías.

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Matar a una arpía era el único modo seguro de librarse de ellas, si uno no tenía los medios para trasladarse mágicamente. Pero eso era más fácil decirlo que hacerlo. Las arpías superaban en velocidad a la mayoría de los monstruos voladores y eran aún más aterradoras en cuanto maniobrabilidad. También eran tremendamente inteligentes, así que aprovechaban muy bien sus ventajas naturales y resultaba difícil hacer que cayeran en una trampa. Para colmo de males, el terrible hedor de su cuerpo era lo bastante fuerte como para desorientar a sus presas y ellas lo sabían bien.

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Han Shuo miró tranquilamente a la Arpía mientras analizaba la situación. Normalmente ellas cazaban en grupos de cinco o tres, pero por suerte en esta ocasión se había topado con una solitaria. Sin embargo, a juzgar por la avidez en su diabólica mirada, esta Arpía ya lo había fijado como su presa y estaba dispuesta a acecharlo hasta el final.

Cuando entendió esto, la mirada de Han Shuo se fue tornando más y más fría. Entonces soltó un rápido bufido mientras susurraba: -Si tanto quieres morir…-

Como sabía que el vuelo de la Arpía podía engañar a sus ojos, Han Shuo comenzó a concentrarse en sus otros sentidos para compensarlo. Se mantuvo firme y en su posición, ignorando por completo todas las fintas que la Arpía realizaba en su intento por desestabilizarlo. El Pequeño Esqueleto estaba parado muy cerca de él, con su daga de hueso firmemente apretada en su mano y mostrando signos de inquietud. Aparentemente la Arpía lo estaba molestando demasiado y quería derribarla cuanto antes, pero Han Shuo le había ordenado que esperase.

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En ese momento un grupo de personas emergió lentamente de la espesura del bosque. Eran seis en total y parecían ser un grupo de jóvenes aventureros, pues su indumentaria correspondía con la de los magos, arqueros y guerreros. Todos ellos mostraban expresiones irritadas mientras exploraban los cielos, hasta que uno de ellos reconoció a la Arpía y la señaló. El resto respondió con improperios y maldiciones dirigidas a la criatura.

Han Shuo había estado completamente atento a la Arpía, esperando el momento para matarla. Por eso la llegada repentina de este grupo lo tomó algo desprevenido. Pero rápidamente dedujo que estos aventureros estaban a la caza de bestias mágicas y se tranquilizó.

En efecto, estos jóvenes aventureros habían tenido la suerte de descubrir a una Arpía solitaria, algo que no ocurría muy a menudo. Llenos de entusiasmo se prepararon para cazarla y habían estado a punto de caer sobre ella; cuando la criatura detectó a Han Shuo y decidió comérselo. Esto causó que cambiase de rumbo repentinamente, lo que arruinó por completo la cuidadosa trampa que el grupo estuvo preparando durante horas. De ahí que tuviesen expresiones exasperadas.

Pero uno de los espadachines, que tenía muy buenas habilidades de detección, alcanzó a percibir el aroma del pescado asado y en poco tiempo reconoció el humo de la fogata a la distancia. Así fue como sus caminos terminaron encontrándose.

 

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Hola a todos, soy Acabcor de Perú. Donde tuvo origen la procesión cristiana más grande de todo el mundo.

Bueno en este capítulo me explayé con la descripción de la Arpía porque es un ser que conozco de mis estudios en mitología griega y además porque después se la volverá a mencionar, así que conviene darle un contexto más espectacular que el original. Los discursos de Han Shuo con los troles están obviamente modificados para que suenen mejor en la lengua castellana y también el nombre de algunos tesoros que simplemente parecen fuera de contexto. ¿Quién ha visto jade en la edad media? Ellos usaban esmeraldas, que son mucho más hermosas.

En fin, espero que les haya gustado.

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