Goblin Slayer

Volumen 7

Capítulo 6: Corazón de la Oscuridad

Parte 2

 

 

“Vaya, ciertamente huele a nido de goblins.”

El grupo decidió abrirse camino hacia abajo usando la escalera, guiados por los sentidos de la Alta Elfa Arquera.

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La escalinata se abrazaba a la pared de piedra, bajando hacia las profundidades. Los escalones eran angostos y no había baranda para sostenerse. Cada uno de ellos colocó una mano en la pared y avanzaron lentamente, muy lentamente.

“Parece un hormiguero, ¿no creen?” dijo el Sacerdote Lagarto observando que muchos de los túneles llevaban a otras zonas más profundas dentro de la fortaleza.

“Mmm, parece que hacen muy buenas torres ¿no creen?” respondió el Chamán Enano.

Los diques y las fortificaciones en la orilla del río habían soportado batallas por al menos un eón. Pronto solo cinco aventureros intentarían derribarlas. Nadie podría culparlos por sentirse un poco tensos.

“¡Eep!” la Sacerdotisa cerró los ojos y se inclinó contra la pared mientras una ventisca atravesó el atrio. La fuerza del viento ya era bastante mala, pero también trajo consigo una peste que indicaba que había cosas malas adelante.


“Q-Quizá debemos atarnos a una línea de seguridad para que—”

“No” dijo Goblin Slayer, rechazando de forma brusca la propuesta de la Sacerdotisa. “Iremos en una sola fila. No sabemos si los goblins podrían llegar por enfrente o la retaguardia.”

“Sí, podría ser peligroso restringir aún más nuestros movimientos” el Sacerdote Lagarto, desde la retaguardia de la formación, giro sus ojos y golpeó el suelo con su cola. “Pero no temas, si fueras a caerte solo agárrate de mí cola y continúa.”

“Preferiría no caerme, pero… muy bien, hare lo mejor que pueda” asintió la Sacerdotisa, asegurándose de que sostenía su bastón y la antorcha con fuerza para que no se cayeran.

En ese momento, las orejas de la Alta Elfa Arquera se sacudieron.

“¿Goblins?”

“¿Qué más podría ser?” El grupo entero se detuvo en el acto detrás de ella y prepararon sus armas. “Tenemos una luz. Nos notaran cuando nos acerquemos.”

“No podemos dejar que escapen con vida.”

“Goblin Slayer, señor, ¿qué debemos hacer?”

“Ya sea que haya un cautivo o no, debemos llegar al final de las escaleras” dijo Goblin Slayer sombríamente. “Y luego, debemos regresar a la parte de arriba.”

“Ya sabes lo que dicen de los laberintos” comentó el Chamán Enano, adoptando un tono para cantar. “Entrar fácil es, pero salir divertido no es.”

“Mmm” el Sacerdote Lagarto gruñó, asintiendo.

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“Puede que no sea posible que evitemos el combate” dijo la Sacerdotisa. “Y si somos descubiertos—”

—¿Qué pasará entonces?

La sangre desapareció de sus mejillas y de pronto sintió que su equilibrio le fallaba.

Ropas rasgadas. El grito de un Guerrero. Voces angustiosas. La horrible visión del elfo capturado. Las mujeres en pinchos.

Todas estas memorias pasaron por su mente, haciendo que su respiración aumentara. Sintió sus dientes castañear.

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Ella luchó por mantenerlos quietos y estabilizar su respiración. Forzó sus piernas, que amenazaban con fallarle, a mantenerse rectas.

“…Tratare de lanzar Silencio de nuevo.”

Ella usaría otro de sus preciosos Milagros. Goblin Slayer hizo unos cuantos cálculos mentales.

“Si todo sale bien, quizá podamos descansar cuando lleguemos al fondo” dijo el Chamán Enano mientras metía la mano en su bolsa de catalizadores, mirando atentamente abajo a lo que parecían ser escaleras interminables. “Este lugar tiene que ser demasiado grande como para patrullarlo por completo de una sola pasada, incluso para los goblins”

“¿Basándonos en lo que robaron, mi señor Goblin Slayer, a cuántos diría usted que nos enfrentaremos?”

“Incluso tienen lobos” respondió Goblin Slayer. “No hay duda que están operando a una escala masiva.”

“Aun así, seguramente no son los suficientes como para mantener esta fortificación por completo”

“Seguramente.”

“Bueno eso lo resuelve” la Alta Elfa Arquera sonrió ampliamente, dándole una palmadita en el hombro a la Sacerdotisa. “¡Te toca!”

“¡Bien!” La Sacerdotisa asintió y se mordió el labio. Sabía qué pasaría si no hacían esto. Dio a su cabeza una fuerte sacudida, haciendo volar los recuerdos como el cabello en su cabeza. Entonces tomó un fuerte respiro.

Ella colocó ambas manos en su bastón, conectando su alma a la Madre Tierra que habitaba en lo alto.

“¿Qué hay del cuerpo?” indagó el Sacerdote Lagarto.

“Déjalo caer.” respondió Goblin Slayer de inmediato, despiadadamente. “No será inusual que un goblin caiga por estas escaleras.”

“¡Aquí voy!” la Sacerdotisa sostuvo su bastón, relajándose en la calidez de la antorcha mientras ofrecía las palabras de su rezo. “Oh Madre Tierra, abundante en misericordia, cédenos paz para aceptar todas las cosas.”

Entonces todos los sonidos cesaron.

El goblin que emergía del corredor abrió los ojos en sorpresa ante el grupo de aventureros que se acercaban con nada más que la luz de una antorcha.

La flecha de la Alta Elfa Arquera perforó su garganta antes de que pudiera avisar a alguno de sus compañeros. Él agitó sus brazos como un molino en el aire mientras se tambaleaba hacia el frente; Goblin Slayer le dio una fuerte patada.

El goblin cayó, desapareciendo en la infinita y profunda oscuridad.

Mientras continuaban bajando las escaleras, las orejas de la Alta Elfa Arquera continuaban girando. Era difícil estar seguro de qué era lo que escuchaba. Mantenía los ojos atentos en caso de que algún goblin se les acercara.

Ahí.

Ella levantó rápidamente tres dedos de una mano antes de sacar una flecha de su carcaj, preparar su arco y luego disparar.

La saeta voló de forma silenciosa, encajándose en el ojo del centinela que portaba una lanza, atravesando su casco también. Giró y se desplomó por la escalera.

Su compañero guardia le apuntó y se rio, luego inclinó la cabeza al notar con sorpresa que su voz no hacia sonido alguno. La Alta Elfa Arquera pasó a su lado, mientras que detrás de ella, Goblin Slayer rompía el cráneo del goblin como si fuera un trozo de madera.

La cabeza se abrió y los sesos se derramaron. Goblin Slayer lanzó al segundo goblin al abismo y luego continuó su camino.

El tercer goblin, aunque atónito ante lo que pasaba, estabilizó la lanza en su mano.

Estaba cara a cara con un enano y una chica humana. Sólo le tomó un instante el enfocarse en la chica, pero encontró su camino bloqueado por la palma del enano. Antes de que supiera qué estaba pasando, había un puñado de polvo en sus ojos, y un instante después, la cola del Sacerdote Lagarto había barrido sus pies desde abajo.

Todo lo que le quedaba era la caída.

El túnel en forma de sacacorchos continuaba sin parar. Uno podía sentirse mareado al contemplar su escala.





Todo sonido se había desvanecido y la única cosa que podían ver era la luz que llevaban. Sólo olían agua burbujeante y su propio sudor.

La Sacerdotisa se tambaleó, atacada por un repentino mareo. Incluso mientras entendía lo que sucedía, su cuerpo inestable se encontró envuelto por la cola del Sacerdote Lagarto.

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Ella miró apresuradamente hacia atrás. El hombre lagarto giro sus ojos y se tocó la nariz con la lengua. Parecía que le decía, No te preocupes.

La Sacerdotisa agito su cabeza, luego miró al frente de nuevo con la antorcha y su bastón bien agarrados y comenzó a seguir la espalda frente a ella. El Chamán Enano tuvo la amabilidad de disminuir su velocidad para ella. Goblin Slayer y la Alta Elfa Arquera se mantenían vigilantes como siempre.

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¡Tengo que seguir rezando…!

Ella hizo un par de exhalaciones agudas y forzó todo pensamiento irrelevante fuera de su mente para continuar ofreciendo su suplica a la Madre Tierra.

Ella estaba de pie detrás de sus compañeros, rezando. Empezó a dudar si era realmente útil.

Pero la duda llevaba a la muerte en momentos como este. Y ella no dejaría que eso superara su oración a los dioses.

Todos están aquí, y yo estoy con ellos. Me protegen, y yo los protejo.

Ella respiró profundamente otra vez.

Incluso en esas oscuras profundidades, ella tenía amigos a su lado, y su alma estaba en contacto con la Madre Tierra que moraba en el cielo.

Seguramente no había nada que temer.

***

 

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Bob, bob. Cinco o seis cadáveres de goblins flotaban por la superficie del agua.

En el fondo del vasto tramo había un canal de agua. ¿Había sido el milagro Silencio, o simplemente la distancia, lo que había impedido a los aventureros escuchar cualquier sonido cuando los goblins golpearon la superficie?

Guardada en una presa, lo que quedaba del agua del río continuaba su curso corriente abajo.

“Quizá los pequeños diablillos piensan envenenar el agua” susurró el Sacerdote Lagarto cuando el sonido regresó al mundo. Considerando que represaron al río, ese sería el siguiente paso lógico. Corriente abajo no sólo se encontraba la villa élfica, sino también la ciudad del agua.

“Los goblins siendo goblins, su líder seguramente estará planeando algo” el Chamán Enano estuvo de acuerdo con su compañero.

“¿Cuál es el caso, de pensar como lo hacen los goblins todo el tiempo?” dijo la Alta Elfa Arquera frunciendo el ceño. Le dio al casco de Goblin Slayer un par de buenos golpes. “Terminarás como él.”

“Tenía la extraña suposición que te lo tomarías un poco más en serio” exclamó el Chamán Enano. “Siendo esto sobre tu hogar, después de todo” añadió entre dientes, provocando un “¡¿Quieres repetirlo?!” de la elfa. Lograron mantener sus voces lo suficiente bajas para que el Sacerdote Lagarto no tuviera que intervenir.

Goblin Slayer, completamente inmóvil, sacó un odre de su bolsa de objetos y lo destapó. Tomó varios tragos a través de su visor y luego se lo ofreció a la Sacerdotisa que estaba arrodillada cerca de él. Ella la tomó con expresión vacía, su pálido rostro mostraba que intentaba recuperarse.

“Bebe”

“Uh, c-claro, gracias…”

“No” respondió Goblin Slayer negando con la cabeza “Nos ayudaste”.

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La Sacerdotisa sostuvo el odre con ambas manos, llevándosela a los labios con un poco de vergüenza. Tenía la más pequeña y penosa sonrisa en su rostro. Ya no estaba tan tensa, y eso no era algo malo.

Habían pasado un obstáculo.  Una cosa a la vez.

Ella bebió de forma ruidosa, dos tragos, luego tres. Luego dejo salir un suspiro de satisfacción y volvió a colocar el corcho en el odre.

“Muchas gracias” dijo ella, regresándole el odre; él lo tomó en silencio y lo regresó a su bolsa.

Goblin Slayer utilizó su hacha para acercar uno de los cuerpos que flotaban, tomando la espada de su cinturón. Puso la hoja en su propia vaina y el hacha en el cinturón del goblin para después patearlo para alejarlo.

“La voz se ha detenido” murmuró él.

Las orejas de la Alta Elfa Arquera se movieron. “Sí.” Asintió. “No estaba segura por completo mientras bajábamos, pero ahora no creo escucharla.”

“Llegamos muy tarde.”

La Alta Elfa Arquera, entendiendo sus palabras, frunció el ceño. Rápidamente revisó el estado de la cuerda de su arco, la volvió a anudar, luego se aseguró que tuviera flechas mientras se ponía de pie. “…Esa no es excusa para retroceder ¿o sí?”

“Ciertamente, aun así.” El Sacerdote Lagarto estuvo de acuerdo, giró su Garra Espada en su mano. “Venimos aquí por una batalla, y nuestros enemigos se encuentran frente a nosotros. No tenemos razones para perder nuestra ventaja.”

Le ofreció su escamosa y abultada mano a la Sacerdotisa.

“Estoy bien” dijo ella con una pequeña sonrisa y luego se incorporó utilizando su bastón como apoyo. “Oh, la antorcha…”

“Mmm” dijo finalmente Goblin Slayer, girando la cabeza de lado a lado. “Dejare que te encargues de ella.”

La Sacerdotisa dejó salir un suspiro cuando lo vio dirigirse audazmente al frente de la línea. Pero poco después, dándose cuenta que la había dejado a cargo de la luz, asintió con seguridad.

“Sostén esto un momento por favor” dijo pasando la antorcha al Chamán Enano. Luego sacó una linterna de su equipaje y transfirió una flama allí.

“Bueno, ¡sí que estas preparada!”

“Una linterna es indispensable en una Aventura” respondió ella sacando el pecho llena de orgullo.

El juego de herramientas de los aventureros era un paquete que no siempre era útil, pero en esta ocasión estaba demostrando su valía. Cerró el obturador para evitar que saliera más luz de la necesaria y luego lanzó la antorcha en el río con un pequeño “¡Yah!” Hubo un siseo y un poco de humo blanco y la antorcha ya no estaba.

“…Ok, sigamos.”

El resto del grupo asintió y todos siguieron a Goblin Slayer intentando hacer el menor ruido posible.

Afortunadamente, el río los ayudaba a cubrirlo.

Goblin Slayer le habló con cautela a la Alta Elfa Arquera. “¿Cómo está al frente?”

“Están ahí.” Ella posiciono sus piernas como una liebre que estuviera a punto de correr, pero continuó caminando. “Parece haber una especie de… ¿piedra o mortero? Junto con cinco…quizá seis de ellos, divirtiéndose.”

“Sin hechizos” dijo Goblin Slayer cambiando el agarre de su espada en su mano derecha. “Nos encargaremos de ellos.”

“Pero…” el Sacerdote Lagarto se lamió la nariz con su  lengua. “¿Cómo piensas atacar?”

“¿Silencio de nuevo?” sugirió la Alta Elfa Arquera, luego agregó para sí misma Yo estaría de acuerdo mientras sacaba una flecha.

Goblin Slayer miró a la Sacerdotisa, cuyo rostro estaba pálido, y negó con la cabeza. “Intentaremos otra cosa.”

“¡Estoy b-bien…!”

“No quiero usar la misma táctica dos veces seguidas.” dijo él mientras metía la mano en su bolsa. “¿Tenemos algo de pegamento?”

“Justo aquí. Un montón. Dame un segundo” dijo el Chamán Enano escarbando en su bolsa de catalizadores. Después de un rato, asintió y sacó varias botellas pequeñas selladas.


“Bien,” dijo Goblin Slayer inmediatamente. “Todos, denme sus calcetines.”

La Sacerdotisa puso una mano en su cadera, de pronto sentía el rostro sonrojarse; la Alta Elfa Arquera solo puso una mirada confusa. “¿Para qué quieres eso?” preguntó ella.

“Voy a usarlos.”

El Sacerdote Lagarto asintió sombríamente. “¿Quieres los míos también?”

“Si es que tienes alguno.”

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