Goblin Slayer

Volumen 7

Capítulo 4: La Batalla con la Bestia

Parte 2

 

 

Los árboles caían. Aullidos sonaban.

La bestia apareció, con sus colmillos yendo a todas partes, tratando de matar todo lo que veía; no prestó atención alguna a los goblins que tenía a sus espaldas.

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Si el objetivo de los pequeños demonios era ponerle las espuelas a este monstruo y volverlo loco, habían cumplido su misión.

Pero como si todavía pensaran en el monstruo como su montura, continuaron sosteniendo las riendas y escupiendo abusos hacia él. No es que el parloteo de algunos goblins cambiara nada.

Mokele Mubenbe no era esa clase de criatura.

“¡GOO! GRRB!!!”

“¡¡MBEEEEMMMBE!!”

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Sin embargo, seguía siendo una criatura que amenazaba el hogar de los elfos.

El gigante llegó atronando a través del bosque, cada vez más cerca de la aldea.

¡Si cabalgan en esa cosa hasta el centro de la aldea…!

Pero los elfos que corrían entre los árboles, tratando de vigilar la situación, no podían hacer nada al respecto. Llamaron a los espíritus de la tierra y los árboles para que los ayudaran, levantando barreras en su camino. Mokele Mubenbe las atravesó fácilmente, pero era mucho mejor que no hacer nada.

Casi ninguno de los elfos soltó una flecha contra el dios-bestia.

O, se suponía que no debían…

“¡Hnn… yah…!”

La Alta Elfa Arquera, moviéndose como una ráfaga de viento, era una de las pocas excepciones.

Ella corrió a lo largo de una rama, se balanceó sobre una vid, se lanzó por el espacio, y luego, con un elegante movimiento, lanzó volando un proyectil con punta en forma de capullo.

Cortó el aire, pero luego rebotó en una de las aletas traseras de Mokele Mubenbe con un golpe sordo.

“…Grr.”

Su enemigo se movió más rápido de lo que ella esperaba.

Esos elfos que eran sus mayores levantaron un coro de indignación hacia su impetuosa hermana menor, pero la Alta Elfa Arquera no se distrajo con sus errores. Ella lamio sus labios brevemente y luego salto del suelo, luego a la corteza de un árbol, y en un parpadeo, estaba acelerando de nuevo.

Ella alcanzó al monstruo gris sin ningún esfuerzo, y luego saltó hacia las ramas, agarrándose al musgo de la corteza.

“Sé que no es muy educado, pero… ¡Yah!”

Usando una mano y un pie, saltó hacia adelante, manteniendo su equilibrio, mientras que con la otra mano agarró su arco y puso una flecha en su boca. Tiró de la cuerda con los dientes y la soltó.

“¡¿GOORB?!”

Hubo un grito.

La flecha con punta de capullo había pasado limpiamente las placas de la espalda de Mokele Mubenbe y atravesado el ojo de uno de los jinetes duendes. La criatura, con el proyectil alojado en su ojo derecho, se retorció y gritó hasta que se cayó de la espalda del monstruo y fue aplastado. Todo lo que se podía ver debajo del pie de Mokele Mubenbe eran cuatro extremidades.

“¡Se fue por ahí!”

“¡Hmm!”

Fue el Sacerdote Lagarto quien respondió al grito de pánico de la Alta Elfa Arquera. Él plantó ambos pies en la tierra, extendió sus brazos y bloqueó el camino de Mokele Mubenbe.

Una bestia desbocada se dirigía directamente hacia él a través del bosque, pero ni una sola de sus escamas temblaba; ni un solo músculo de su cola temblaba.

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“Este es un oponente digno y glorioso. ¿Tendremos un combate aquí y ahora?”

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Las grandes mandíbulas del hombre lagarto se abrieron con una sonrisa y se le escapó una risa salvaje.

¡Qué honor obtendría si se llevara la victoria! Y si muriera aquí en batalla, al menos ganaría tiempo para sus amigos. No le importaba mucho en qué dirección caían los dados. Había reafirmado su determinación y ahora seguiría adelante.

Pocos hombres lagarto fueron bendecidos con la oportunidad de enfrentarse a un antepasado de los grandes nagas en nombre de sus amigos.

¡Maravilloso!

El Sacerdote Lagarto respiró hondo, llenando sus pulmones con el aire húmedo del bosque, y pensó claramente en la muerte. Como todo hombre lagarto, consideraba que la muerte en batalla era el más alto honor, pues como todos ellos, esperaba llegar a ser un alma que pudiera proceder audazmente a la tierra de los naga en el centro de la siempre cambiante rueda de la vida.

“¡¡¡Iiiiiiiiiiiiiiiiiyyyahhhhhhhhhhhhhhh!!!”

Tomando prestada la fuerza de sus antepasados, el Rugido del Dragón del propio Sacerdote Lagarto salió de su boca como un aliento de fuego. El aire caliente que expulsó de sus pulmones hizo que todo el lugar se sacudiera y temblara mientras volaba hacia el mundo.

“¡¡MOOOOOOOBMMBE!!” Mokele Mubenbe gritó a su vez. Pisó el suelo con sus patas traseras como si desafiara al hombre lagarto que estaba ante él, sosteniendo sus patas delanteras en alto.

Era imposible decir si una criatura tan vasta y grande estaba realmente intimidada por el Sacerdote Lagarto. Pero en cualquier caso, el aventurero había logrado despertar la ira del monstruo ante un desafío impertinente.

Las patas delanteras levantadas cayeron sobre el Sacerdote Lagarto como martillos gemelos….

“Beban profundo, canten fuerte, ¡dejen que los espíritus los guíen! Canten fuerte, den un paso rápido, y cuando se vayan a dormir los verán, ¡que en sus sueños haya una jarra de vino de fuego para saludarlos!”

El monstruo se tambaleó y tropezó. Sus pies se estrellaron contra la tierra, arrojando barro, muy lejos del Sacerdote Lagarto.

“¡Hmm! Bueno. Santo cielo.”

“¡Llámalo un empate y sigamos adelante, Escamoso!”

Era el hechizo Estupor. El Chamán Enano, que había aparecido al lado del Sacerdote Lagarto sin que él se diera cuenta, tenía en una mano la jarra de vino que le permitía usar esa magia.

Ellos podrían estar en una aldea de los elfos, en medio del bosque de los elfos, pero los espíritus todavía tenían una profunda afinidad por los enanos. Y por los dioses.

“MOKEEEEEKEKELE…”

Mokele Mubenbe, que había absorbido no poca cantidad del hechizo, agitó la cabeza con incertidumbre.

“¡Bien, todo listo, Corta-barbas!”

“Bien”.

Ahora Goblin Slayer, que había estado esperando junto a la raíz del árbol gigante detrás de ellos, se puso en acción. Rápidamente sacó un objeto parecido a un huevo de su bolsa, lanzándolo con un simple y suave movimiento.

“¡¿¡¿¡¿MOLLLLKEEEEEEL?!?!??!”

El objeto golpeó al monstruo en la cara, despertándolo, pero también provocando que gritara y estrellara de dolor.

El huevo estaba lleno de un polvo cegador compuesto de pimientos e insectos triturados. No era ni remotamente agradable ser golpeado con el.

Ahora incapaz de ver, y sin poder pensar con claridad, Mokele Mubenbe comenzó a agitarse alocadamente. Su cuello, sus cuernos, su cola, las placas en su espalda, estaban en todas partes a la vez, como un tifón localizado. Si uno se acercara descuidadamente, pronto se vería obligado a retroceder.

“Entonces, ¿qué hacemos?” La Sacerdotisa preguntó desde su lado, su expresión era tensa. Debía estar nerviosa. Goblin Slayer, sin embargo, no parecía preocupado por su mirada implorante.

“Le hemos robado su capacidad de pensar”, contestó con calma. “Ahora, lo terminamos.”

Levantó una mano sobre su cabeza.

“Suéltenlo”.

“Um, ¿estás seguro? ¿Está bien?”

Sobre ellos, la Vaquera miraba por encima del borde del balcón que sobresalía del gran árbol, claramente indecisa.

“No me importa.”

Bien. Ella asintió, sin parecer totalmente convencida, y luego agarró la cosa que estaba en el suelo.

Era bastante voluminosa y pesada; incluso con los músculos que había desarrollado trabajando en la granja, le costó algo de esfuerzo.

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Ella miró a la Chica del Gremio frente a ella, agradecida de que fueran dos haciendo esto.

“De acuerdo, tomaré este lado…”

“Muy bien, yo me encargo de este. Sólo da la orden y lo levantaremos”.

“Mm. Bien…. ¡¡Ahora!!”

Las dos chicas levantaron la cosa del suelo y luego la arrojaron: casi podría haber sido descrita como un manojo de cuerdas.

Específicamente, era el manojo de correas de cuero en las que Goblin Slayer había estado trabajando hasta hace unos pocos momentos antes.

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Golpeó el suelo con un gran impacto, retorciéndose como un ser vivo.

“¡Eek!” La Sacerdotisa no pudo evitar saltar hacia atrás, pero Goblin Slayer simplemente agarró el extremo de una de las correas.

“Ustedes dos, quédense ahí arriba.”

Una voz le contesto desde arriba: “¿Estás bien?” Pero él agitó la mano como si les dijera que se quedaran atrás y luego se puso la red en la espalda. El Sacerdote Lagarto tomó uno de los extremos colgantes con considerable interés.

“¿Y qué haremos con esto?”

“Lo lanzaremos”, dijo Goblin Slayer. “Y las enredaremos en las piernas de la criatura.”

“¿Enredar? ¿Crees que eso será suficiente?”

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“Si no lo es, pensaré en otra cosa.”

“Eres muy lógico”.

Los dos guerreros corrieron ágilmente, manteniendo la distancia perfectamente.

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“Oh-jo”, dijo el Chamán Enano, saltando hacia atrás; desde su posición elevada, la Alta Elfa Arquera dejó salir un impresionado “¡Huh!”

Un paso, dos, tres.

Mientras terminaban de acercarse, Goblin Slayer tiró la red despreocupadamente.

Por supuesto, Mokele Mubenbe no se dejó engañar tan fácilmente. La bestia casi divina pisó la red con su pie gigante. La onda de choque hizo que las correas vacilaran.

La rebotante red atrapó el pie del monstruo. Los extremos y bordes se engancharon en los árboles y se enredaron aún más.

“¡Jo!” Observando la situación, el Sacerdote Lagarto se acarició la mandíbula apreciativamente. “Un buen plan ciertamente.”

“Todavía no lo sabemos.”

“Pero incluso si no hacemos nada más, la red debería seguir atrapándolo.”

Con su visión limitada, el monstruo luchó con fuerza, aullando y sacudiendo el suelo. Pero cada vez que lo hacía, la red quedaba cada vez más atrapada en ramas y arbustos.

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Cuanto más intentaba escapar, más las pesadas piedras atadas a la red ralentizaban sus movimientos….

“¡¿¡¿MBEMBEMBEMBEMBE?!?!”

Finalmente, la criatura alcanzó su punto de quiebre.

El enorme cuerpo de Mokele Mubenbe, con las cuatro extremidades ahora sujetas, comenzó a inclinarse.

Y una vez que el movimiento comenzó, no había forma de detenerlo.

El monstruo no pudo hacer otra cosa que más que caer.

Mokele Mubenbe se derrumbó sobre el suelo con un estremecedor golpe.

“… ¿T-Tú lo derribaste…?” preguntó la Sacerdotisa, aturdida.

“En el sentido más literal, sí.”

Una nube de polvo llenó el aire, y el lamentable llanto del monstruo pudo ser escuchado.

Goblin Slayer agitó la cabeza hacia la joven clériga, y ella asintió con un pequeño movimiento de cabeza. Entonces ella agarró su sonoro bastón, cerró los ojos, susurró rápidamente el nombre de la Madre Tierra, y comenzó a orar… por todos los goblins muertos.

“…¿Estás satisfecha?”

“Sí.” Ella asintió. “¡Yo me encargaré de los primeros auxilios!”

“Está bien.”

“Creo que podría ir contigo”, dijo el Chamán Enano, golpeando su barriga y causando una ondulación en los espíritus de su jarra. “Si esa cosa parece que va a causar algún problema, puedo volver a lanzarle Estupor.”

“Siento molestarte, pero te lo agradecería”.

La Sacerdotisa se fue dando pequeños pasos, seguida de los pasos claramente más pesados del Chamán Enano.

Mokele Mubenbe gimió penosamente, proyectando un aire de ansiedad, pero luego llego el conjuro sanador de la Sacerdotisa: “Oh, Madre Tierra, llena de misericordia, pon tu venerada mano sobre las heridas de este niño”, y las heridas de la criatura fueron sanadas.

La voluntad divina estaba presente. Esta criatura, más dios que bestia, debería entender eso. Así, Mokele Mubenbe se quedó cada vez más quito. Goblin Slayer por lo tanto lo ignoró y se movió bruscamente a su siguiente destino.

Eran los cadáveres de los goblins que habían sido aplastados bajo el monstruo, no es que nadie sintiera pena por ellos.

“…Hmm.”

Los cuerpos se habían convertido en charcos de sangre, tripas y huesos, con trozos de armaduras de cuero mezclados. Aunque sus antiguas armas estaban ahora demasiado rotas para que él estuviera seguro, parecía que habían estado llevando dagas. Como mínimo, los armamentos no eran de piedra. Eran de metal…. cuchillas de acero. Estaba seguro de que alguien debía estar produciéndolas.

“…¿Dónde aprendiste a tender una trampa como esa?”

La voz le llegó de repente.

“Es un método antiguo para atrapar presas grandes”, contestó Goblin Slayer.

El elfo con el casco brillante estaba allí, habiendo llegado tan repentina y silenciosamente como el viento. Tenía uno de los enormes arcos de los elfos colgado de su espalda, y a la cadera un manojo de cuerdas que parecían estar hechas de enredaderas.

“Enredas sus pies y dejas que la presa haga el resto. Y pensar que tenías una cosa así preparada de antemano”.

“Ya había oído hablar de este ‘elefante’ de antemano, después de todo.”

“…¿Disculpa?”

El elfo se inclinó junto al Goblin Slayer, pero el Goblin Slayer apenas lo miró. “¿Hay otras aldeas más adentro? ¿Incluyendo cualquier otra que no sea de los elfos?”

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“No, no hay otras aldeas. Incluso los curanderos que vienen de la ciudad se detienen en los límites del bosque. No es que haya habido muchos de ellos recientemente…” El elfo puso una mano pensativa en su barbilla. “De vez en cuando, los aventureros viajan aquí buscando hierbas especiales o la piel de algún monstruo para fabricar algo, pero…. Bueno, no vuelven a salir.”

“Ya veo”, dijo Goblin Slayer asintiendo con la cabeza; tomó el cuchillo en su mano y lo puso en su cinturón a la altura de su cadera. “…ya veo.”

“Creo que nunca recibí una respuesta adecuada.”

“Mi padre era el cazador en jefe de mi aldea”, dijo Goblin Slayer agitando la cabeza, sin siquiera mirar al elfo. “Eso es todo.”

Poco después, los últimos rayos del sol poniente desaparecieron bajo el horizonte. En su lugar, las lunas gemelas centelleaban levemente sobre el bosque.

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