Dungeon Defense (NL)

Volumen 5

Capítulo 3: Infierno

Parte 3

 

 

El Rey de los Campesinos, Dantalian. Rango 71.

Calendario Imperial: Año 1506, Mes 4, Día 12.

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Polles, Ejército de la Alianza Creciente.

 

Una batalla de velocidad. Desde ahora, todo se reducía a eso.

Desde nuestra perspectiva, los Lores Demonio que vivían una vida ociosa al norte de las Montañas Negras eran traidores, y desde sus puntos de vista, nosotros éramos un ejército rebelde. Determinar a los traidores y a los rebeldes sería, probablemente, determinado por los que saliesen victoriosos en la guerra. Era obvio. Con el fin de ganar, teníamos que cruzar las Montañas Negras y regresar a casa cuanto antes.

— No se preocupen por si es de día o de noche y sigan marchando. Los ejércitos de las Facciones Montañosas y de las Llanuras retirándose, en sí, es lo que importa. No permitan que el grupo de traidores convenzan a sus soldados. Debería estar bien descansar un poco una vez que hayan llegado a la Fortaleza Negra.


Fue exactamente por situaciones así que capturé las Fortalezas Blanca y Negra.

La cabeza de puente que era el camino más rápido para avanzar hacia el continente, también era la vía rápida para volver a la tierra de uno. No capturé este punto estratégico solo con el fin de atacar al enemigo. Fue con el objetivo de recibir fácilmente los suministros, y ser capaz de contratacar calmadamente si la situación en el continente se tornaba problemática. Pasar por todo ese arduo esfuerzo con el fin de tomar la cabeza del Margrave de Rosenberg valió la pena.

Barbatos habló.

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— Concuerdo contigo en que debamos retirarnos de inmediato, pero ¿qué haremos con nuestra retaguardia? Dantalian, tal y como dijiste, ¿acaso los Cruzados no tienen una princesa imperial que nació por las relaciones incestuosas y cruce entre un monstruo y una bestia?

— Está bien. Haré lo que pueda para bloquear a los perseguidores.

— ¿Oh? ¿Crees que puedes encargarte de los perseguidores tú solito?

— Si tengo que ser preciso… Estoy apenadísimo, pero entre la gente aquí presente, el único miembro del servicio militar que es capaz de tratar con la Princesa Imperial Elizabeth von Habsburgo es mi general interina. Su Excelencia Barbatos. Alteza Paimon. Pedirles que hagan esto sería demasiado.

—……

Aún si me miras con tal insatisfacción, no puede evitarse. Antes de que fuese un asunto de habilidad, ya era un asunto de talento. La chica, Farnesio, tiene un don que fue capaz de comprender las batallas como si fuesen melodías. De la misma forma como hay gente que es lunática desde su nacimiento, existen los que nacen poseyendo talentos como este.

— Hay otra razón por la que debo ser yo el que se encargue de la retaguardia. En primer lugar, ¿por qué motivo usted, Excelencia Barbatos, me mantiene con vida? ¿No es porque sintió fuertemente de su anterior derrota el hecho de que le sería difícil manejar a la Princesa Imperial usted sola? Ya que me ha salvado la vida, yo debo ser digno de ello.

— ¡Qué descarado eres! ¡¿Por qué estás diciendo eso?! –Barbatos resopló–. Está bien, Dantalian. No tengo razones para detenerte si te presentas voluntario para eso. Adelante, trata de obstruir la persecución de los Cruzados con las siete mil tropas que trajiste.

—……

Paimon estaba mirándonos con preocupación. En sus ojos se veía como si preguntase ‘¿todo estará bien?’; era como si le preocupase mi seguridad. Sonreí ligeramente.

— Esto es por el bien del continente demoníaco. Tranquila, Alteza.

— Dantalian…

Una expresión algo conmovida apareció en el rostro de Paimon.

Pude oír el sonido de los puntos de afecto subiendo en tiempo real. A estas alturas, mi imagen probablemente ha sido ensalzada en la cabeza de Paimon con un conspirador que usa cualquier medio necesario por el bien de la paz del continente demoníaco. Lo cómico era que ella no estaba excesivamente lejos de esa idea.

— ¡Ah…!

Mientras Paimon y yo estábamos imaginando metas distintas, una voz lánguida vino desde un lado. Al volver nuestras cabezas, estaba Lady Demonio Sitri de pie y con su mano izquierda levantada.

— Herma. Sobre eso, ¿también puedo ir a la retaguardia y bloquear a los perseguidores? El trabajo más difícil en esta batalla de retirada es obstruir a esas porquerías que nos siguen, por eso siento que sería una pena dejar todo en manos de nuestro pequeño protegido.

“Y ella sigue…”.

Paimon parpadeó.

— Oh, cielos. Si dices que estás dispuesta a hacerlo, Sitri, naturalmente me sentiría calmada, pero… ¿Está bien eso? Sitri, deberías ser consciente de que ya te enfrentaste a la Princesa Imperial. Esta no será una tarea fácil.

— Jejeje. Bueno, no es que vaya a detenerla yo personalmente. Estaré planificándolo con nuestro protegido aquí presente y la mocosa humana. Está bien, ¿flacuchento?

Sitri me miró y sonrió amablemente. Su sonrisa era tan natural como la fragancia de la mugre que emite una mujer del campo.

— A pesar de mi aspecto, tengo plena confianza en mis habilidades de lucha más que todo. Si luchamos juntos, entonces seré de ayuda. Ah, ¿acaso sería un problema para ti si estoy presente?

— No es eso –bajé mi cabeza–. Si usted le provee a éste su ayuda, entonces sería como recibir mil tropas y caballos. He de recibirla con los brazos abiertos.

Ya que la Facción Montañosa había enviado a una Lady Demonio, la Facción de las Llanuras no podía quedarse atrás. Entre sus subordinados, Barbatos envió al Lord Demonio de rango 16, Zepar. Y así, la reunión fue aplazada.

***

 

 

Al salir, luego de terminada la reunión.

Como habíamos marchado durante todo un día, ya estaba oscuro. Tras descansar momentáneamente en este lugar, Barbatos y Paimon reanudaron su retirada. Miré al otro lado del cielo e imaginé los cascos de los enemigos que se acercaban.

¿Acaso la Princesa Imperial Elizabeth estaba persiguiéndonos sin descansar? ¿Cuántas tropas traían con ella? Habíamos dejado prisioneros a propósito. ¿Cuán bien funcionó mi disolución táctica? Tenía curiosidad…

Las fuerzas perseguidoras probablemente tenían menos de cincuenta mil miembros, pero sí más de veinte mil. El ejército imperial de Habsburgo obviamente formará parte de ellas. Las demás naciones que se sentirían ansiosas por ello probablemente sean la Mancomunidad de las Dos Naciones y la de Teutón. Después de todo, esas dos comparten sus fronteras con el continente demoníaco. Sin importar las circunstancias, esas dos no tienen más opción que ser hostiles con nosotros…

Si esas tres naciones participaban en la persecución, su fuerza militar alcanzaría un asombroso número de treinta mil. No será nada fácil. No había razón para que barriéramos a los perseguidores. Aguantar hasta que Barbatos y Paimon cruzaran a salvo las Montañas Negras. Una táctica de retraso. Eso bastaba…

— Parece que tienes un río de pensamientos corriendo por tu cabeza en varias formas, flacuchento. ¿Por qué es que piensas tanto cada vez que te veo?

En cierto punto, mientras me dirigía hacia mi sede, sumido en pensamientos; Sitri estaba a mi lado. Dejé de pensar e hice la respectiva reverencia.

— La Princesa Imperial de Habsburgo es una humana terrorífica. Los perseguidores serán impulsivos y tenaces. Es necesario que estemos totalmente preparados para contraatacar.

— Hmm. Así que has declarado obstinadamente que la Princesa Imperial es una humana aterradora. Si no lo hacías, nadie perdonaría a alguien como una humana por andar actuando como una general. ¿Cierto? Las razones por las que deberías tener una cabeza pegada a tu cuello también disminuirían.

—……

— Realmente eres trabajador, flacuchento. No me aburro sin importar cuánto te observe. Sip. ¿Cómo debería decirlo? ¿No tienes ese tipo de experiencia? Esas veces en las que miras ausentemente a una hormiga moviéndose alrededor del terreno sin razón alguna. Ese tipo de sensación——

Jejeje –Sitri rió.

— Lo siento. Querías monopolizar los logros al bloquear tú solo la persecución, ¿no? Al hacerlo, habrías sido capaz de aumentar muchísimo la reputación de la mocosa humana que trajiste contigo. Pero eso está muy mal, ¿eh? No puedo sentarme de brazos cruzados y dejarte monopolizar todo, flacuchento.

— Alteza, no negaré que tenía esas intenciones en mente, pero…

— Sip. No es que no lo hayas intentado, sino que esa era la única intención que poseías.

—……

— Los insectos son interesantes. El solo hecho de verlos es asombroso. ¿Por qué las hormigas se mueven así sin descansar? ¿Cómo es que las abejas son capaces de maniobrar fácilmente cuando son golpeadas por la lluvia aun cuando tienen pelo? ¿Por qué las luciérnagas viven mientras iluminan sus cuerpos y atraen a los humanos al hacerlo? Aunque hay veces en las que quedo fascinada al mirar esos insectos que inconscientemente termino haciéndome la idea de que lo hacen con el fin de embellecer el mundo…

Cada vez que los soldados pasaban cerca de nosotros con antorchas en sus manos, nos saludaban. No recibimos sus saludos. Sitri estaba sonriendo con sus ojos y me miraba.

— Oye. Eso es un malentendido. Solo lo están haciendo porque quieren vivir. ¿O me equivoco? Con el fin de seguir con vida, o se vuelven hermosos por casualidad, o terminan siendo poco atractivos. Lo mismo va contigo, flacuchento. Eres, al mismo grado, como un insecto.

—……

— ¿Por la paz del continente demoníaco? ¿Por la gloria de la Alianza Creciente? ¡Jajaja! Puede que seas capaz de engañar a mi herma con esas palabritas ya que ella es alguien que cree sinceramente en esas cosas, pero flacuchento, estoy cien por ciento segura de que no eres ese tipo de persona. Apestas. El olor de un insecto que ha rodado en la mierda por toda su vida brota de la gente como tú a un grado intolerable…

Sí.

Ese era un hecho que ni yo podía negar.

Pues un hedor que no puede obstruirse ni siquiera con esa sonrisita inocente que tiene también estaba siendo expulsado de la sonriente mujer ante mí.

La gente era capaz de reconocer a sus iguales. En ese sentido, Sitri y yo éramos, indudablemente, personas de igual tipo.

Era algo normal que la gente fuese capaz de reconocer a otros que han vivido sus vidas de forma igual a la suya, pero hay veces en las que esas relaciones funcionan bien y avanzan al punto de ser primeros amores, y hay otras en las que dos personas terminan siendo enemigos mortales. El estándar por lo que esas acciones eran divididas, era excesivamente simple.

— Su Excelencia.





— ¿Hm?

— ¿Acaso tiene miedo de estar al lado de Su Alteza Paimon y atenderla?

Sitri inclinó su cabeza.

— ¿Y eso, más o menos, qué significa?

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— ¿Acaso usted no se está refiriendo a sí misma como un insecto, también?

La noche…

Como los soldados se distanciaron mucho más, las líneas de antorchas los seguían. De la misma forma cómo existía una vibración silenciosa restante al final de una canción, aun cuando la luz se hacía distante, podía iluminar la oscuridad del camino antes de desvanecerse. Sitri quedó cubierta en oscuridad y me miró con ojos turbios.

— Usted disfruta reprochándome, pero éste le pide disculpas. Al final, las palabras que usted dijo se las he de regresar de la misma manera.

— Que extraño –Sitri inclinó más su cabeza y quedó más cubierta por la noche. Su rostro era inexpresivo–. Esto es extrañísimo. ¿Fue ayer o anteayer? ¿Acaso no definimos claramente nuestras posiciones? ¿Acaso es que mi memoria me está fallando? ¿O es que tengo un problema cerebral…? Porque, por lo que puedo ver, estás haciéndome enojar, flacuchento.

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— Puede que usted sea incapaz de sentir interés hacia las palabras ‘paz’ y ‘gloria’ por el resto de su vida. Eso lo entiendo. Lo que me intriga es el hecho de que usted sienta como si su personalidad, de principio a fin, fuese errónea.

— Flacuchento.

— ¿Acaso Su Alteza Paimon le parece tan cegadora?

— Dantalian.

— Solo es correcto que todas las personas sean iguales. Si no hay naciones así, entonces solo tiene que hacer una a partir de ahora. Con esa simple razón, Su Alteza Paimon erigió una república. Hay gente en el mundo que vive simplemente por esa razón. Había… ¿Acaso su Alteza Paimon… o bueno, su forma en sí, parecía hermosa hasta tal extremo?

— En serio, te lo advertí.

— Comparado a ella, ¿cómo es su propio yo? ¿Acaso usted no es un pedazo de basura que no siente inspiración por nada…? Lo siento, Lady Sitri. Ya lo ha admitido. Ha reconocido que mientras se vive, uno se vuelve hermoso por casualidad, y de la misma forma termina siendo poco atractivo. Si seguimos su teoría de mascotas, Su Excelencia, aún si Su Alteza Paimon parece hermosa, es solo por simple casualidad, e incluso si usted es tan desagradable como un insecto, también es por casualidad. Al final, todo es lo mismo. Es el mismo estándar. No hay necesidad de negarlo. No hay diferencia especial entre usted y Su Alteza Paimon——

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Una electricidad estática blanca parpadeó ante mis ojos.

Una vez que recuperé mis sentidos, me descubrí en el suelo, y respirando pesadamente.

Una sensación pegajosa. La sensación de algo roto.

Me agarré el hombro derecho por instinto. Un dolor ardiente estaba extendiéndose. En mi cráneo sentía un hormigueo. Sitri había agarrado y roto mi hombro en un instante.

—…uh… ahh…

— Ah…


El tono de su voz sonaba como una persona que hubiese hecho algo por accidente. Un tono con un peso que se sentía tan ligero que fluía sobre mi cabeza.

— Lo siento. A veces, en serio, a veces, hago cosas así. Pierdo la razón. Pero no me culpes mucho. Normalmente, hago dos advertencias antes de reaccionar así, pero tú las ignoraste, ¿cierto? ¿Te duele?

Sitri bajó su espalda. A penas fui capaz de reunir la fuerza suficiente para levantar la mirada, pero al hacerlo, vi que ella tenía una mirada sinceramente preocupada en su rostro.

Sus ojos parecían tan frágiles que si hubiese olvidado mi propio árbol genealógico, habría confundido a esta mujer como mi biológica hermana mayor. ¿No es una fortuna que la que posiblemente hubiese podido ser mi biológica hermana mayor naciese muerta?

Sitri murmuró para sí “¿Qué harás, qué harás?” mientras me acariciaba el hombro herido.

— ¿Por qué actuaste así? –luego clavó su dedo en mi herida.

— ¡…!

Un dolor intenso.

Traté de gritar, pero fue imposible. Sitri me había bloqueado la boca con su otra mano. Presión. Presioooón. Lentamente, mientras me abría la herida, cada vez que su dedo daba vueltas dentro de mi carne, una corriente eléctrica pasaba por mi columna. Todos los nervios de mi cuerpo se sentían como si hubiesen sido desgarrados.

Perdí la fuerza en mis extremidades y caí hacia adelante. Sitri recibió mi cuerpo en su regazo como si fuese algún tipo de sacerdotisa benevolente. Luego me susurró al oído.

— Sí, buen chico. Buen chico.

— ¡…! ¡Ugh…!

— Serás más bueno a partir de ahora, ¿cierto? No actúes tan arrogante. No finjas ser un sabelotodo. No seas tan avaro solo por llegar muy alto, y no seas irrazonablemente celoso solo porque quieres saber mucho… ¿Está bien?

Maldita psicópata.

— Lo sé, te conozco mejor que nadie. Mi herma Paimon no te conoce y, es probable, que Barbatos ni siquiera lo haya intentado. Flacuchento, los niños como tú son el tipo de persona a las que entiendo mejor. Es duro, ¿cierto? Es difícil soportar al mundo ya que naciste siendo más listo que los demás, ¿cierto…?

—……

— Quieres vivir mientras menosprecias a los demás. Quieres seguir vivo mientras aplastas a todos debajo de ti. Me parece bien. La gente, incluso los Lores Demonio, puede ser modesta con los demás. ¿No es un alivio el hecho de que un insecto como tú pueda ser decente? Flacuchento, ¿cuántas personas has matado hasta ahora? Comenzaste algo como una guerra… Ahh. Todo es culpa tuya, ¿no? En primer lugar, eres el que nació por error. Un mocoso que debería y no debería haber sido rico no nació. Por eso… desde ahora, vivamos mientras expiamos tus pecados, ¿bien?

Sitri removió su dedo de mi herida. Solté un gemido. Luego ella me agarró el rostro y lo sujetó en el acto para que yo la estuviese viendo.

Me tocó los rabillos de los ojos. Estaban húmedos.

— Tranquilo. Puede que seas una bestia asquerosa, pero mi herma Paimon no lo es. Flacuchento, deberías entregarte en cuerpo y alma a sus ideales. Si lo haces, creo que tu cuerpo, al menos, podría ser de ligera utilidad. ¿De acuerdo? No te portes mal. Incluyo también a esa súcubo con ojos arrogantes que ha olvidado su lugar.

Lapis Lazuli también.

— También esa humana que debió haberse suicidado obedientemente mientras vivía en un prostíbulo luego de haber sido vendida como una esclava, pero tú le diste cobijo y ahora masacra a los de su propia raza.

También a Laura De Farnesio.

— Ah, y también tus guardias reales que sobrevivieron hasta ahora dándoles el culo a todo tipo de Lores Demonio.

Humbaba y las demás brujas también.

— Aunque todos son unos perros sarnosos. A pesar que solo son basura cualquiera que, de no haber nacido, el mundo habría sido un lugar mejor; está bien. Todo está bien, siempre y cuando sigan a herma Paimon. Pueden respirar. Comprender su inmoralidad por sí mismos y ser modestos. ¿Bien?

No respondí.

Simplemente miré a Sitri con ojos llenos de dolor.

Sitri sonrió como si sintiese pena por un chiquillo problemático.

— ¡Qué desgracia!

—……

— Una cosa lamentable que nació extraviada, y ni salvación tiene. Una cosa que nació mal. Que luego de nacer, empeoró. ¿Por qué es que serpientes venenosas como esas siguen apareciendo en el mundo? Si van a nacer mal, es mejor que se mueran a los segundos de haber nacido. Es difícil. Muy complicado de entender. Simpatizaré con todos. Los guiaré. Puede que les sea dificultoso desechar su avaricia, pero me esforzaré para que lo hagan. Es un camino fuerte. Lo comprendo. Después de todo, ya lo he transitado. Incluso los pequeños granos de polvo esparcidos en el trayecto les harán daño si lo pisan estando descalzos. Ustedes desconocen el dolor porque han estado pisoteando la suciedad con la suela de sus zapatos. Su avaricia es su cuero. Quítensela. Deséchenla. Reconozcan el hecho de que son unos inútiles e innecesarios trozos de basura. Sí. Es un arduo camino. Es algo difícil de hacer.

Sin embargo, Sitri habló y me acarició la mejilla.

— Arrepiéntete de la mejor forma posible.

—……

— Repeleré a los que nos persiguen. Si hago que mis soldados se pongan a esperar cerca del camino estrecho y embosquen al enemigo en lo que pasen, ni siquiera la Princesa Imperial sería capaz de hacer mucho. Después de todo, es probable que hayan estado marchando día y noche, sin parar. Flacuchento, ve allá atrás y espera tranquilo. La tarea más difícil para la gente como tú es sentarse a esperar sin poder hacer nada, ¿cierto?

Aunque me estaba retorciendo de dolor, me las arreglé para levantar las comisuras de mi boca. Esta Lady Demonio me señaló y dijo que yo era una porquería. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que recibí simpatía de alguien, así que no estaba mal. El problema era el hecho que, como esperaba, yo también comenzaba a sentir simpatía por esta mujer.

— Con las cosas así… no estoy seguro de cuál es el lado que ahora trata de monopolizar y triunfar. ¿Acaso le teme que la general interina de éste… se pare firme como la líder del campo de batalla?

— Sip. Sería problemático si sigues tocando libremente la situación política más de lo que has hecho.

Entonces ¿es por eso que dices que serás tú quien le obstruya el paso a Elizabeth Atanaxia Evatriae von Habsburgo?

Esa chica. Esa que nació como la hija del emperador y ha desollado a su hermano y hermanas con sus propias manos. Esa que, en la historia original, logró exterminar a todos los Lores Demonio y estableció un imperio. ¡Ese monstruo!

Está bien. Por un lado estaba una mujer que se había desechado así misma, y por el otro, una que había echado a un lado al mundo. Observar a esas dos oponerse entre sí, y ver quien ganaba no me parecía mala idea. Sin embargo, predeciré una sola cosa.

Te derrotarán.

Desgraciadamente. Sin ser capaz de contratacar. Eres competente, pero ya que tu enemiga es una persona más competente que tú, enfrentarás una derrota increíble.

¿Qué tipo de expresión pondrás? ¿Te molestarás con el mundo? ¿Te maldecirás a ti misma? ¿Abandonarás por siempre al mundo como algo al que odiar y te quedarás eternamente como alguien al que maldecir…?

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De la misma forma que sientes simpatía por mí, yo me simpatizaré por ti. Oh, Lady Demonio cuyo color de cabello es el mismo al del agua y fuego. Si no es el infierno, ¿qué más podría ser el mundo para ti?

Fue en eso en el que ambos estábamos empujándonos las espaldas con nuestros alientos.

— ¿Sitri? ¿Estás ahí?

La voz de Paimon pudo escucharse desde la distancia.

Tic.

El cuerpo de Sitri se movió. Yo fruncí el ceño. Una vez que miré sobre su hombro, pude ver a Paimon inclinar su cabeza hacia nosotros desde una distancia de veinte pasos.

Era de noche.

Una tensión peculiar se ató por si sola a nuestro alrededor. En su posición, lo más afortunado era que me estuviese sujetando. Mi cuerpo estaba exquisitamente oculto, por lo que Paimon no podía verme desde donde estaba parada. Sitri me miró a los ojos por un momento antes de hablar con un tono no muy diferente al de siempre.

—…sí, herma. Aquí estoy. ¿Qué pasó?

— Me cansé de esperar y no volviste al cuartel. Dime, ¿sucedió algo, Sitri? ¿Por qué estás agachada de esa forma?

— Ah, es solo que encontré el cadáver de un perro callejero.

Sitri habló con un tono de voz que sonaba jubiloso. Solo con su mirada, me habló con la frialdad de sus ojos.

¡Quietecito! ¡Cierra la boca!

— ¿Un perro callejero? Cielos, Sitri. Aunque masacras humanos con facilidad estando en el campo de batalla, eres amable con los gatos y otras criaturas de ese tipo. ¿Ya se murió? Tratas de enterrarlo, ¿cierto? Déjame ayudarte.

¡Jejejeje! –la boca de Sitri rió.

— No, está bien, herma. El pobrecito derramó mucha sangre al morir. no tengo idea de cómo sobrevivió con tanta sangre en su cuerpo… Estoy algo empapada. No quiero mostrarte mi apariencia llena de suciedad, herma. Puedes regresar al cuartel.

¡Si te da por mover la boca aunque sea un poco…! –los ojos de Sitri hablaron.

— Cielos, esta niña sí que es cariñosa… Está bien, esta dama lo entiende. Pero no te tardes. He de partir pronto con Barbatos. Sitri, seré incapaz de verte por un tiempo, por eso quiero que disfrutemos de unas copas.

¡Herma! –la boca de Sitri estaba llena de placer.

— Claro. Si no te veo partir, ¿quién lo hará? Iré en lo que entierre a este perro y me lave, así que espérame. En realidad tengo una botella de alcohol que he estado guardándome desde hace mucho, así que puedo beberla contigo, herma.

¡Te mataré! –los ojos de Sitri me amenazaron.

—……

Para ella, el mundo era solo un enemigo, un peligro, y un muro. Yo llamaba a las vidas cuyos mundos eran enemigos, peligros, y muros, como bestias. ¿Ella es una bestia? ¿Era una bestia?

— Cielos, esta dama lo ansía mucho. Tu gusto para el alcohol es sorprendentemente lujoso, después de todo. Ella se asegurará de beberlo todo.

— Oye, beberlo todo sería cruel. Herma, también eres una bebedora sorprendentemente buena. Haz que el encargado del día prepare algunos bocadillos. No tardaré en ir.

Simplemente observé de cerca el juego unilateral que esta mujer estaba realizando.

Al observarla, recordé los ruidos que había dejado atrás en mi vida anterior. El estudio. El gran grito que fluía desde el otro lado de la puerta. La mujer que había entrado corriendo hacia mí, y se disculpaba. El sonido de la música…

— Sí. Era la música. Era una melodía. ¿Qué tipo de brecha debían cruzar con el fin de convertirse en una melodía?

Para algunos, la vida no era más que un par de ruidos. Una, dos, tres veces, y si tenías suerte, destellaba cuatro veces. Algo que forcejea poco pero termina como una corta vibración antes de llegar a un final.

Algo que posiblemente pudo haber estado conectado pero, al final, no pudo por haber sido olvidado.

Algo que nunca será capaz de extenderse ni siquiera una vez en su vida. Por eso, algo que solo puede verse en el suelo durante toda su vida, y que termina conociendo su final mientras sigue las huellas dejadas por los demás. Algo que realmente llega a un final. Cielos. ¿Acaso el problema no era única y exclusivamente eso?

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¿Quién salvaría una vida así?

……

Paimon se fue. Una vez que solo quedó una mujer, el área quedó silenciosa como si nadie hubiese venido aquí.

Justo después que Paimon se fuera, Sitri me miró por un largo rato. Tras mirarme, eventualmente se fue. Aunque la única mujer que quedaba se había ido, esta área quedó oscura y silenciosa, como si nadie se hubiese ido de aquí.

Todo eso pasó tarde en la noche.

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