Dungeon Defense (NL)

Volumen 5

Capítulo 1: Oscuridad

Parte 3

 

 

— Debemos agruparnos con más firmeza que antes. Hasta que hayamos torturado a los cerdos que viven vagamente en la línea trasera, las llanuras y bordes montañosos son un solo mundo. Debemos apresurarnos y retirar las partes internas de las montañas, pero no hay operación más difícil que retirarse cuando ya están siendo hecho jirones. Incluso si las dos partes se maltrataron mutuamente, deben perdonarse. Solo así, la confianza finalmente puede establecerse.

— ¿Y? ¿Qué estás tratando de decirme?

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— Simple, Alteza –hablé–. Si usted, por capricho, hubo hecho un atentado a la vida de un aliado al envenenarlo, entonces, lo que trato de decir es que debe comenzar por bajar su cabeza y disculparse. ¿Cómo podría estar discutiendo los pecados de este con un enorme descaro plasmado en su rostro real?

Sitri cerró su boca.

Un largo periodo de tiempo pasó antes de que abriese sus finos labios.

— ¿Yo?

— Sí.


— ¿A ti, flacuchento?

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— Sí.

— Soy la Lady Demonio de rango 12, y la segunda al mando de la Facción Montañosa. Tengo posesión exclusiva del afecto de herma Paimon.

— Lo sé.

Sé que eres una fanática de Paimon.

— No eres más que un simple rango 71, y no solo tienes a una mestiza como prometida, también hiciste de una humana tu general interina. Si fuese a castigarte de la forma normal, entonces habrías muerto más de dos veces. Aun así, ¿quieres que te pida una disculpa?

— Sí, discúlpate a pesar de eso –hablé.

— Al igual que aquel tiempo en el que Su Alteza Paimon lloró mientras se disculpó en la cámara de consejo de Niflheim a pesar de ser la cabeza de la facción más grande en el continente demoníaco.

—……

— ¿O es que su cabeza es más pesada que la de Su Alteza Paimon, Excelencia?

El silencio continuó.

La sangre fluía en el suelo donde caía la iluminación de las antorchas. El cuello del cadáver decapitado se había ido completamente como si simplemente hubiese sido borrado, haciéndolo parecer como si, para empezar, nunca hubiese estado allí. Mientras la sangre fluía y sumergía los pies de Sitri, esta se abrió paso por sus pies y fluyó entre las barras antes de avanzar hasta el lugar donde yo estaba sentado y acumularse debajo de mí. Yo estaba preguntándole si ella estaba preparada para pararse en la misma piscina de sangre que yo.

— Flacuchento.

— ¿Sí?

— Pareces bastante listo por lo que ya deberías saberlo. Particularmente, no creo que lo que hiciste estuviese mal. Tampoco siento pena.

— Eso lo sé.

— La Facción Montañosa y la Facción de las Llanuras probablemente han comenzado a cooperar a partir de ahora. En ese momento, tú serás alguien importante. Después de todo, eres el juguete sexual de Barbatos y alguien que Herma Paimon respeta. Sin embargo, mis instintos me dicen algo. Flacuchento, tú, sin importar dónde o cómo te mire, no eres más que un asesino que simplemente está loco por la autoridad. Es tanto así, que ni siquiera me apetece saber por qué Herma Paimon te estima demasiado.

Mi palabra. ¿Un asesino?

Reí. Lo hice más fuerte que antes. No fui solo yo. Incluso las brujas a mí alrededor habían comenzado a reírse también. Aunque teníamos gargantas diferentes, la risa que salió de ellas se mezcló fácilmente. Cuando eso pasó, las sombras iluminadas por las antorchas también bailaron promiscuamente. Sitri estaba observando inexpresivamente esa escena de nosotros teniendo una comunicación con nuestras voces y las sombras.

—……

— Esto es, bueno. Ejem. Esto es bastante. Cariño. Es bastante difícil asegurarte que no soy ese tipo de persona. Oh, Respetable Señoría. He oído por ahí que usted es una individua que no se interesa en otra cosa que en las artes marciales, pero parece que tiene una asombrosa habilidad de observación.

— Sip. Sé un montón de cosas que tú no –habló Sitri–. Aún si me disculpo contigo, no podría hacerlo con sinceridad. No, no quiero hacerlo. Nunca. A pesar de eso, ¿quieres recibir mi disculpa?

— ¿Perdón? Disculpe, pero no tengo interés absoluto en su sinceridad, Excelencia. ¿Acaso cree usted que si se disculpa sinceramente yo la perdonaré de la misma forma? ¡Oh, cielos!

Las brujas rieron.

— Su Excelencia. Por favor, piense cordialmente en ello. Si usted se disculpa sinceramente con este, entonces ¿no tendría él que perdonarla con la misma sinceridad? ¿Cuán problemático es eso? Ya estoy sufriendo demasiado por las amenazas en mi vida, pero ¿incluso ahora tengo que fingir ser sincero? Si nos disculpamos y perdonamos afectivamente el uno al otro, ¿acaso el mundo sería más bonito? Ese hermoso mundo sería para usted, Alteza, pero ¿lo sería para mí?

—……

— Ese no es el tipo de disculpa que estoy requiriendo. Me apena tener que decir esto pero, no tengo la más mínima intención de disculparme sinceramente, Alteza. Sea que haya o no sinceridad en la disculpa, eso no cambia el hecho de que usted haya atentado contra mi vida.

— ¿Entonces?

— Arrodíllese. Arrodillarse.

— Baje su cabeza. Agacharse.

— Exclame una disculpa. Soporte el ridículo y cargue con la indignidad. Acepte la derrota como tal. Prométame que usted, Alteza, no me volverá a atacar por razones estúpidas, nunca más.

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Disculparse. Soportar. Cargar. Aceptar. Prometer.

— Y a cambio. A cambio——

— A pesar de ser consciente del hecho de que no está siendo sincera, la perdonaré, Alteza.

—……

Te perdonaré.

A ti… quien casualmente trató de matarme.

— Creeré en su promesa, Alteza. Claro, la desconfianza no desaparecerá, pero ¿por qué debería importar eso? Las promesas están atadas a perdurar si se unen al sonido de sospecha en lugar de la confianza sin bases.

Tradicionalmente, todo esto debería hacerse con el fin de decir ‘Ah, hice bien ganando’, y disfrutar hermosamente la victoria.

Que humillante es cuando tienes que disculparte sin importar qué, aunque no lo quisieses.

Más que eso, qué placentero es observar la humillación de un fracaso.

Como eso es lo que, esencialmente, es disculparse, tiene que ser así. Solo era apropiado que alguien que está siendo perdonado sea avergonzado, y el que esté perdonando sea jovial.

Independientemente de si ellas sabían eso o no, las brujas se la pasaron riendo a carcajadas tras escuchar mis palabras.

— Sipi, el Maestro es… el Maestro ciertamente es… sipi…

— Loco.

— Demente.

— Mental.

— En general, es nuestro maestro.

— Es loco, muy loco; es el loco de tres generaciones y treinta y tres generaciones.

— Qué lindura. Una hermosura. Adorable. ¿Con qué confianza es, Su Gran Señor, un bombón? Se siente como si aunque él lama, codicie, penetre o viole, será declarado inocente si va a un juicio. Sipi. Acabo de ser perfectamente lógica, ¡me amo!

— Tú solo eres una puta depravada que es lógica.

— Reconozco ese veredicto.

— Pero es inevitable, ya que él es un eunuco.

— Si, ya que es un eunuco una devoción centrada a su asistente, Lady Lazuli.

— ¡Por fin, termineeeeé!

— ¿Qué el culo te ven?

— ¿La puta de quién?

— ¡Carajo!, no puedo ganar con este juego de rimas. Al fin y al cabo, solo son unas putas dementes. (NT: Originalmente los tres diálogos anteriores no son así –bueno, sí lo son, en parte–, solo que lo modifiqué para que sonara como un juego de rimas. Lo original en coreano es el shiritori 완서어어어엉->엉덩이->이년이, en inglés, el gringo no le dio un sentido similar, pero yo busqué la forma de aproximarme. Espero comprendan. Los diálogos eran: – ¡Finalmente terminadoooo! – ¿Culo? – ¿Puta?)

— En todo caso, eso fue una sorpresa.

— ¿Qué has estado garabateando en ese pergamino desde hace rato? ¿Se te olvida cuán importante es la conversación que tenemos en este preciso instante?

No puedo creer que estés haciendo otra cosa cuando estamos discutiendo de algo tan importante.

— Estaba componiendo una cancioncita, ¿bien? Acabo de terminar la obra maestra del siglo, ¿ok? También terminé mis preparativos para hacer que todos se orinen encimaaaaa. ¿Tienes algún problema con eso? Si es así, ¿qué tan importante era ese chismorreo como para que estés así?

— Ni puta idea. ¿De qué era lo que estábamos hablando?

— Hablábamos de lo demente que es nuestro maestro.

— No, hablábamos de que es un eunuco.

— ¿Ah? ¿Qué novedad hay en el hecho de que nuestro maestro sea demente y, para colmo, eunuco, como para que ustedes no solo estén balbuceando como si fuese importante, sino que también lo tratan como si fuese algo que pudiese corregirse o cambiarse? Es más, miren, acabo de terminar mi obra maestra, esa que probará mi conocimiento artístico. ¡Jajajaja! Si escuchan esto y no se conmueven, entonces no solo significará que carecen de cultura, sino que también probará que les falta cerebro. Ya que, hasta el sol de hoy, nadie ha demostrado que en ustedes existe un cerebro, hoy—— en este día, probaré que, ciertamente, el cerebro no existe en sus cabezas—

— No.

Una vez que se dijo eso, las brujas se quedaron tranquilas.

La que dijo “no” no fue una bruja. Fue Sitri.

Esta me miró fijamente y volvió a decirlo:

— No.

—……

— Como pensé, no puedo disculparme contigo. No, no puedo. Antes de discutir sobre si puedo o no, sip, no me da la gana. No me apetece disculparme, y mucho menos, quiero expresar mi remordimiento. ¿Por qué lo haría?

Sitri inclinó ligeramente su cabeza y sonrió. Su rostro sonriente parecía tan puro que se sentía como si fuese inocente desde su nacimiento.

— En serio, ¿por qué debería? ¿Aceptar la derrota como tal? ¡Ja! Flacuchento, solo estuviste encerrado por una semana, pero ¿ya te volviste loco? Nunca he perdido ante ti, Flacuchento.

—……

— Sí. Intenté asesinarte. Por alguna razón, Herma Paimon tiene un interés inusual en ti. Es por esa sencilla razón que traté de matarte. Yo, la aliada más cercana a herma. En cualquier caso, incluso si tiene algún interés en ti——

Sitri inclinó su cabeza un poco más.

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— Al final, la que es más preciada para herma no eres tú, sino yo. Si el momento en el que a ella le toque escoger entre tu o yo llega, de seguro me elegirá a mí, no a ti.

En efecto.

Ella no era una desgraciada ni mucho menos una puta que vivía sin pensar.

— Ah, tú, el de allí.

— ¿Eh?

Antes que el corto intercambio pudiese suceder por completo, Sitri osciló sus espada y cortó los hombros de una de las brujas. La sangre –junto con un grito–, brotó.

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Srrrrrck.

La sección filosa del arma de Sitri se clavó por completo. Era una hoja que podía contraerse y extenderse a libertad. En mi vida anterior –antes de ser traído a este mundo–, vi esa espada a través del monitor de mi computador.

La Connecting Blade. La espada favorita de la 12ª Lady Demonio, Sitri.

Sitri se rió ante la bruja.

— ¡JAJA! No debiste hacer eso. No debiste registrar eso. ¿Qué? Planeabas grabar todo y entregarlo a Herma Paimon, ¿lo hiciste antes?

Thud.

Sitri se acercó a la bruja caída. Esta estaba rodando en el suelo y gritaba continuamente debido al dolor. Sitri colocó su mano dentro de la ropa de la bruja y, poco después, sacó un artefacto muy parecido a un reloj de bolsillo.

— ¡Uh, ugh…! ¡Guh, eh…! ¡Uuuu, uhhh!

— En serioooo, que tú uses algo como un Memory Play sin permiso. No puedes hacerlo. Dantalian, tus brujas tienen malas mañas. ¿Acaso es porque no las educaron apropiadamente cuando eran jóvenes?

Una llama azul ardió. Brotó de dentro de la palma de Sitri. Una vez que el reloj de bolsillo fue tragado por esta, ardió con facilidad. Sin siquiera dejar una mancha metálica, el artefacto se convirtió en minúsculas partículas de cenizas que se fueron flotando por el cielo nocturno.

— No la mataré. Parece que mis subordinados fueron rudos en la ocasión anterior. Bien. Podemos llamarlo un empate, por decirlo así, por no haber matado a esta bruja en este momento, ¿he de disculparme por lo que hube hecho anteriormente?

—……

— ¿Flacuchento?

Esta mujer… me está declarando la guerra.

— ¿Estás realmente apenado?

Las antorchas brillaron y revelaron medio cuerpo de Sitri. Una vez que estas se atenuaron, esa mitad corporal fue enterrada en la oscuridad. No estoy seguro de si ella era así desde su nacimiento o no, pero parecía que la mitad del color de su cabello era igual al fuego y la otra mitad similar al agua. Sus ojos también fueron atrapados mitad en luz y mitad en oscuridad. Mi apariencia actual probablemente estaba reflejándose así para ella. Solo era una suposición mía.

Mientras asumía…

“No será algo fácil”.

Volví a la conversación que una vez había tenido con Lapis. Fue en el momento en el que creí que, de ser necesario, tendría que asesinar a Paimon. En esa noche, donde habíamos llevado a cabo una consulta por votación en la expedición de la Alianza Creciente y guiada por su aprobación, Lapis llamó a Paimon “esa persona” y me advirtió:

“Sitri siempre está de parte de esa persona”.

“¿Sitri?”

“La Lady Demonio de rango 12. Si uno fuese a posicionarlos por fuerza personal, entonces, el más poderoso seria Agares, seguido estaría la de rango 8, Barbatos, y en tercer lugar estaría Sitri. Ya que ella siempre sigue a esa persona como si fuese una hermana mayor y no la deja sola ni un momento, sería difícil lograr el asesinato”.

Ah, ¿sí?

¿Es que ella es un perro rabioso que siempre está ladrando como imbécil pero muestra sus dientes solo por Paimon?

Mis instintos estaban encendiendo ruidosamente una alarma en mi cabeza. Pensé mientras alejaba esa alarma:

“…como cabeza de la Facción Montañosa, Paimon lideró a grupo más grande en el continente demoníaco por no menos de 400 años. Levantó al continente demoníaco en el exterior, mientras que, en el trasfondo, estableció secretamente la República de Batavia en alguna costa remota en el continente dirigido por los humanos. La gente tuvo que usar su propio cerebro una cantidad justa incluso cuando trataban de mantener dos ‘casas’, pero ¿cuán extremadamente difícil debía ser para un monarca dirigir dos naciones?”, hablo con el corazón, pero mientras la popularidad de Lady Demonio Paimon fuese virtuosa, posea algunos recursos insuficientes.

“…una persona diferente llenó esa falta de recursos y la ayudó. Paimon no me informó que tenía algún otro canciller así. El hecho de que ella no me lo dijo a pesar de ser algo que no necesitaba ser ocultado, significaba que hasta ella desconocía que tenía ese tipo de canciller”.

Cuidadosamente examiné a la mujer ante mí.

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Era esta desgraciada.

Era esta persona, esa que yo no sabía si llamar maldita o puta, la que asistía a Paimon en secreto.

De la misma forma como me satisfice disfrazándome como un corrupto al hacer de Lapis mi amada y fingí ser el estúpido más grande del mundo al convertir a Farnesio como mi general interina.

Esta maldita, Lady Demonio Sitri, voluntariamente se volvió hermafrodita y habitualmente cometía todo tipo de excentricidades pervertidas.

— ¿Hmmm?

Con el fin de plantar un prejuicio contra ella misma en la gente que conoce y hacer que la odien…

— Jejeje. No me mires mucho así, Flacuchento. Dije que lo lamentaba, ¿bien? Me disculpé diciendo que lo sentía. Honestamente, conspiraste junto a Barbatos y comenzaste esta guerra, ¿no? ¡Hiciste un sinfín de cosas horrendas!

¡Muchísimas!


La sombra de la Facción Montañosa.

Si Paimon simplemente fuese una mujer que tratase de extender la luz del sol, entonces esta perra rabiosa frente a mí era una chica que actuaba solamente en esa sombra.

— Como mínimo, el número de soldados que hubieron muerto por tu culpa se ubican en los miles ¡Asombroso!, el simple hecho de decir ‘miles’ es realmente—— Por otro lado, simplemente traté de envenenarte sola. Aun así, me estoy disculpando en este momento. Me siento realmente concienzuda. Me perdonarás, ¿cierto?

—…por supuesto, te perdonaré –respondí.

— Sip, bueno. Ahora nos hemos reconciliado, ¿bien?

— Sí.

Tonterías.

— Bien. Perdonaste y fui perdonada. Una persona fue herida y otra asesinada. Aunque se siente algo ligeramente desfavorable para mí, bueno, ya que eres el protegido más inexperto, no tengo más opción que observarlo como tu superior. Jejeje. Entonces, prosigamos con el juicio.

Sitri sacó el trozo de pergamino que tenía mi sentencia escrita en él. Mientras ella aclaraba su garganta y se preparaba para leer, las brujas estaban atendiendo a su camarada herida. En eso, Sitri comenzó a hablar.

Pecador Dantalian, escucha.

—……

Hace un par de días, disfrutaste el ser elegido como el representante para dar el discurso de la Alianza Creciente y anunciar el inicio de la guerra… Ah, lo voy a leer desde el principio, ¿bien? ¿Qué se supone que haga cuando olvidé donde quedé debido a que algunas putas alborotadas me interrumpieron? ¿Está bien, ah, Flacuchento al que las putas alborotadas llaman maestro?

— Por supuesto.

Lo juro. Haré que te arrodilles ante mí.

— Bien… Sin embargo, te atreviste a designar a una humana sangre sucia y, como resultado, desgraciaste a tus aliados de sangre. Aunque eres el representante de toda la raza demoníaca, ya que hubiste elegido a una humana para que actuara en tu lugar, al final, te deshiciste de tus obligaciones, y como resultado, manchaste las costumbres de la raza demoníaca. Tu pecado es tremendo.

Te haré hacer reverencias.

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Pecador Dantalian, escucha mis palabras una vez más. La corte ha inspeccionado tu pasado de cerca, por tal razón, se ha hecho claro que solo hubiste cometido tu crimen debido a tu propia imbecilidad y no porque hubieses tenido algún rencor hacia la Alianza Creciente. Aunque puede que hayas convertido en tu general interino a un asqueroso miembro de la humanidad, la persona en cuestión ha masacrado a un incontable número de los suyos.

Haré que te disculpes.

La forma del mundo te pregunta de quién es la sangre que te ha sido transmitida. Sin embargo, las costumbres en el campo de batalla te preguntan por quién has derramado tu sangre. Por eso, incluso si la sangre con la que uno nació es distinta en la Alianza Creciente, todos somos aliados de sangre porque esa sangre fluye hacia el mismo lugar. Como tu subordinada de sangre humilde, tras haber heredado la sangre de esa raza inferior, nos ha servido por añadir otra vena a nuestros aliados de sangre, ¿no es algo digno de alabar?

Tendrás que soportar la indignidad.

La gente del pasado dijo una vez que, proveer justicia y lograr victoria no pueden ser uno ni lo mismo. Sin embargo, el consejo ha juzgado que este es un campo de batalla. ¿Cómo sería posible diferenciar la justicia y la victoria como entidades separadas en un sitio así? Lograr la victoria en una guerra siempre es tan valioso como la justicia. Esa es la costumbre de un campo de batalla. Solo sería apropiado si la extensión de la naturaleza de tu crimen es contrarrestada por lo exorbitante de tu meritorio servicio en la guerra. Esa también es la ley del campo de batalla.

También tendrás que cargar con la humillación.

Cuando uno debe considerar primero la urgencia del campo de batalla por encima del camino del mundo, nace lo que uno conoce como “compasión”. Si uno debe confiar en eso mientras concede amnistía a un pecador, eso se hace solamente esperando que el criminal posea lealtad. Incluso si tus pecados son perdonados, desde ahora en adelante, debes tener cuidado de no desgraciar esta piedad ni traicionar nuestra fe.

Serás incapaz de soportar antes y serás incapaz de hacerlo al final; y tendrás que tratar con algo que no puede ser tratado.

Debes seguir logrando la victoria y ser el único que demuestre justicia. Debes tener en mente la razón de por qué estamos siendo compasivos contigo y por qué tenemos una infinita fe en ti.

Pues fallarás irreparablemente.

Como el acusado ha cometido su crimen en el campo de batalla, este merece ser juzgado de acuerdo a las costumbres del mismo. Dantalian, como las comandantes que dirigen la Alianza Creciente, nosotras, Barbatos de la Inmortalidad y Paimon de la Benevolencia, por la presente, hemos hecho su veredicto y te será transmitido mediante Sitri de la Devoción.

Espéralo, Sitri. Te lo prometo.

Se te declara: Inocente.

Te enseñaré lo que es una disculpa.

Creak.

Sitri abrió la puerta de hierro de la prisión con una llave. Las brujas se acercaron y secaron mi cuerpo con toallas que habían preparado de antemano. Cada rincón y espacio. Como las chicas me vistieron con mi atuendo, me quedé en silencio mientras me limpiaban y vestían. Una vez que estaba completamente vestido, puse el fardo de heno con el que había vivido toda esa semana detrás de mí y di un paso al frente.

Era de noche.

Como la lluvia de primavera se había ido tras expulsar un montón de agua, el mundo estaba irradiado con la humedad durante la noche. Como lo que conectaba un lado con el otro era, primero la oscuridad y luego la humedad, las antorchas temblando debido a la humedad quedaban en tercer lugar. Las vidas que respiraban y las vidas muertas estaban emitiendo vapor en el área más allá de esas luces parpadeantes, y Farnesio estaba tocando encima de todo como si estuviese danzando. En esta noche, donde la temporada solo esparcía un asqueroso hedor, fui dejado en libertad.

Sitri rió.

— Felicidades por ser puesto en libertad. Hice una reverencia.

— Su gracia es inmensurable.

— Sip. Es algo que ya deberías saber. Te entusiasmas porque no conoces tu limite, por lo que si quieres suprimir eso, tendrás que ser consciente del hecho de que hay una red infinita esparcida sobre tu cabeza. No trates de romperla. Pues no se rasgará. Es una red que ha sido invocada en la historia de la Alianza Creciente por 500 años. No levantes mucho la cabeza, quedarás atrapado si lo haces.

—……

Sitri estaba hablando complacidamente y con un todo lleno de afecto. Estaba sonriendo de una forma que no era ni excesiva ni desprovista. De la misma forma como un granjero no tiene necesidad de forzar su arado exageradamente mientras cultiva, o como un pescador no necesita usar poca fuerza mientras pesca, Sitri no era ni excesiva o carente mientras presionaba su pie en la cosa que estaba tratando de oponérsele. Se sentía como si para ella, esto era tan natural como lo es la agricultura para un granjero.

— Sí, Excelencia. Lo tendré en mente.

— Jejeje.

Fue en ese momento.

Sitri extendió su mano y me agarró por mi corbata. Mientras levantaba mi cabeza a la fuerza, la cual humildemente yo había bajado, ella acercó su rostro al mío. Justo en frente de mi nariz. Era una distancia friable donde yo podía sentir el aliento de la otra parte cerca del borde de mis ojos.





Dungeon Defense Volumen 5 Capítulo 1 Parte 3 Novela Ligera

 

Sitri tranquilamente susurró en el área general de mis ojos.

—…si vuelves a hacer de las tuyas, entonces te haré tragar polvo sin dejar rastro alguno, ¿entendido, Flacuchento?

Y yo creí que podía ver vívidamente las mitades de llamas ardientes de sus pupilas.

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