Goblin Slayer

Volumen 7

Capítulo 3: El Bosque del Rey de los Elfos

Parte 3

 

 

Atravesaron un pasillo tejido de ramas y encontraron que su habitación era un agujero en un gran árbol de zelkova. Una cortina de enredaderas colgaba sobre la entrada de la gran cámara.

Una alfombra de musgos largos se extendía sobre el suelo, y había un escritorio y sillas que parecían ser nudos extendidos del propio árbol. Hojas casi translúcidas se agrupaban frente a la ventana, admitiendo la luz de la tarde con su suave calor. Las cortinas de enredaderas aquí y allá deben ser las entradas a los dormitorios.

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La única cosa en la habitación que sugería el trabajo de otra cosa que no fuera la naturaleza era un tapiz elfico que parecía estar tejido de filamentos de rocío matutino. Las delicadas y fluidas ilustraciones representan una serie de historias que se remontan a la Edad de los Dioses. A diferencia de los mitos y leyendas que los humanos contaban, lo más probable era que los elfos hubieran observado esta historia con sus propios ojos.

No había chimenea, por razones obvias, pero el calor del árbol mismo, temperado por la brisa, era perfectamente confortable.

Mejor aún, toda la habitación estaba impregnada con el aroma de la madera.

La Vaquera respiró hondo, saboreando el olor, y luego lo dejó salir lentamente.

“¡Esto es increíble! Sólo he oído hablar de algo así en las historias”.





Ella se sintió mal, de alguna manera, entrando en la habitación con sus sucias botas de cuero. Se metió tan silenciosamente como pudo, un paso, luego dos.

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Al acercarse a una de las sillas, descubrió que en ella crecían hongos como un cojín.

Ella sonrió: realmente era como en un viejo cuento de hadas. Intentó sentarse suavemente. El cojín se sentía suave e esponjoso debajo de su trasero mientras se hundía en él. Se encontró exhalando de admiración.

“Vaya…. Esto es genial.”

“Um, bien…. ¡Déjame intentarlo…!”

Agarrando nerviosamente a su baston, la Sacerdotisa cayó en una de las sillas. Los hongos soportaron su ligero cuerpo de forma muy capaz.

“¡Eek! ¡Ack! exclamó, como una niña pequeña, haciendo reír a Chica del Gremio.

Esta clériga era como una niña tratando de actuar como un adulto. Ella siempre aprovechaba la oportunidad para divertirse cuando se presentaba.

“He conocido a algunos aventureros elfos, pero nunca he sido invitada a su hogar”, dijo, estudiando atentamente la habitación. Pasó su mano por el tapiz de la pared. Mostraba a un héroe mitad-elfo y a sus compañeros luchando por la Lanza del Dragón. Debe haber sido una escena de alguna epopeya militar.

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“¿Cómo se hizo esto?” preguntó la Chica del Gremio. “¿Es esto otra cosa que hicieron las hadas?”

“No fue hecho, pero tu conjetura no está del todo equivocada”, contestó el elfo con el brillante casco, con un toque de cortesía hacia esta sabia mujer humana. “El bosque nos brinda su afecto y crea la forma de estas cosas, una expresión de su poder.”

“Dicen que uno va a los enanos por viviendas robustas, a los rheas por comodidad, y a los hombres lagarto por fortalezas,” dijo la Sacerdote Lagarto, barriendo su cola con gran interés a lo largo de la alfombra de musgo. Dejó escapar un suspiro, aparentemente aliviado al ver que incluso su largo y pesado apéndice no dejaba marcas en el revestimiento del suelo. “Pero vaya, las casas de los elfos son intrigantes por derecho propio.”

“Escuchar eso de un hijo de los nagas es un cumplido ciertamente”, dijo el elfo con un gesto elegante. Una muestra de respeto, uno podía suponer, por los valientes y antiguos hombres lagarto que conocían tanto del círculo de la vida. Él añadió con desdén: “Me temo que, ocupado como estoy con los preparativos de esta alegre ocasión, me ha faltado tiempo para hacer de vuestras viviendas una muestra adecuada de cortesía…”.

La Alta Elfa Arquera, sin embargo, le dio un golpe sin piedad con el codo y le dijo con los ojos parpadeantes:

“Hermano, no busques cumplidos”.

“Erk…”


“No me importa lo ocupado que estuvieras, apuesto a que esto llevó meses.”

Ella olfateó y luego saltó sobre el musgo y se sentó en una de las sillas.

“¡Me quedo con esta!”, exclamo ella, aterrizando en el cojín de hongos del asiento con la mejor vista de la ventana.

La Alta Elfa Arquera parecía que iba a reclinarse y a extender sus piernas apoyándolas en la ventana en ese momento. “Que grosera”, su primo frunció el ceño. “Si ella viera esto, creo que le llevarías una buena regañada”.

“¿Escucharon eso? ¡Ni siquiera se ha casado todavía, y ya está diciendo “ella esto” y “ella aquello” como si fuera su esposa!”. Ella replico con una voz que sonaba como una campana tintineando, ignorando completamente la reprimenda de su primo. “Entonces. ¿Qué sigue?”

“Hrm. Sin duda están cansados por su largo viaje, así que les hemos preparado un baño y una comida de mediodía”.

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El elfo con el casco brillante frotó su entrecejo como si luchara contra un dolor de cabeza, pero mantuvo la dignidad natural de su gente. Tal vez estaba acostumbrado a que su futura cuñada lo regañara así. Después de todo, habían pasado dos mil años juntos antes de que ella se fuera.

“¿Qué te gustaría hacer?”, preguntó él.

“Voy a descargar el equipaje”, contestó inmediatamente Goblin Slayer. “Los goblins aún podrían venir.”

A estas alturas, ya no es necesario describir las reacciones de sus compañeros ante esta afirmación.

El elfo con el brillante casco se encontró mirándolo asombrado. Alta Elfa Arquera apoyo una mano contra su mejilla y movió la otra como despidiéndolos.

“Yo también me quedaré aquí, entonces. Nunca se sabe cuándo podría venir mi hermana mayor”. Hizo una risa resignada, a la cual los demás estaban acostumbrados. Por lo que, todos asintieron a la vez.

“Creo que me conseguiré algo de comida mientras las damas realizan su baño.”

“Creo que estoy de acuerdo con ese plan.”

“¿Es-Están seguros?” preguntó la Chica del Gremio, parpadeando. Ya que, a pesar de lo común que era que ella cuidara de los aventureros, eran pocas las oportunidades en las que los aventureros cuidaban de ella. Una expresión ambigua apareció en su cara ante esta situación poco habitual, y ella asintió con dudas. “Si están seguros de que está bien que nosotras vayamos primero…”

“Nosotros iremos primero a nuestra manera. ¿No se debe dar prioridad a las mujeres en la atención de su apariencia?”

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“Bueno, entonces, muchas gracias. Estaré encantada de ir a lavarme el polvo y el sudor.” La Chica del Gremio asintió una vez más, esta vez disculpándose, pero no tenía ninguna objeción.

La Sacerdotisa se había bajado de su silla de hongos y ahora le daba una palmadita a Goblin Slayer.

“¿Qué pasa?” preguntó el casco, volviéndose hacia ella. Ella lo detuvo con su pálido dedo.

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“Goblin Slayer, señor, tiene que asegurarse de comer y bañarse, ¿de acuerdo?”

“Sí.”

Él no sonaba muy contento al respecto, pero la Sacerdotisa estaba satisfecha. Hinchó su pequeño pecho triunfalmente.

Vaquera sonrió impotente.

“Oye, no vayas a agarrar las cosas de las chicas, especialmente las mudas de ropa.” Ella concienzudamente remarco su punto. Siempre y cuando le advirtiera, ella sabía que él tendría cuidado, pero si ella no decía nada, bueno, él era capaz de ser totalmente despistado.


“…¿Cuáles son esas?” Él sonaba un poco preocupado ahora.

Vaquera asintió.

“Cogeremos algo de ropa para después del baño, así que intenta recordar de qué bolsas las sacamos.”

“De acuerdo”.

“¡Pero no mires dentro de ellas!”

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“…Quizás alguien aparte de mi debería encargarse de esas bolsas.”

“¿Qué?”, dijo la voz de Alta Elfa Arquera, sus oídos se agitaban y tenía una sonrisa cruzando su cara. Estaba completamente segura de que dejar que Orcbolg se encargara de todo el equipaje sería mucho más entretenido que dejar que alguien más lo hiciera.

“Supongo que, si dos mil años no te cambiaron, unos cuantos más no lo harían”, dijo el elfo suspirando. Sintió que alguien le daba una palmada en la espalda, aunque era extrañamente en la parte baja.

Se giró para ver la cara barbuda del Chamán Enano, con una mirada muy sabia.

“Bueno, guía el camino, Señor Novio”, dijo el enano. “Estoy seguro de que las damas están ansiosas por su baño.” Le dio al elfo otra palmada alentadora y se rió a carcajadas. “A diferencia de los elfos, nosotros, los mortales, no podemos detenernos debido a cada pequeña cosa que se nos presente.”

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