Dungeon Defense (NL)

Volumen 4

Capítulo 1: La Temporada que no es Mía

Parte 1

 

 

El Rey de los Campesinos, Dantalian. Rango 71º.

Calendario Imperial: Año 1506, Mes 4, Día 3.


Llanuras de Bruno, Ejercito de la Alianza Creciente.

 

El par de perros que vi ayer, hoy también estaban apareándose.

En el medio de las llanuras. Mientras convertía forzadamente a esos humanos de allá y los demonios de aquí en su audiencia, estaban reproduciéndose en frente de un ejército enorme que no era menor a doscientos mil. Los soldados les lanzaban piedras y reían. Aunque humanos y demonios estaban riéndose, ambos estaban demasiado lejos como para poder ser capaces de golpear a los canes, por eso, dentro del campo que no podía ser tocado, ese par de animales estaban emparejándose libremente.

– ¡No lancen piedras!

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– ¡Compórtense, canallas! Los Dioses los están observando.

Los oficiales no encargados golpeaban los culos de los soldados. Les estaban advirtiendo que no molestaran a los perros. Decían que era algo imprudente. Para mí, era vago si los soldados, quienes lanzaban piedras a los canes cuando la guerra estaba por comenzar, eran los imprudentes; o los oficiales, quienes se salían de curso para reprender a los soldados, eran los verdaderos imprudentes. No lancen piedras… dejen de lanzarlas… los sonidos de las rocas siendo tiradas y de los regaños resonaban todo el camino hasta los campos distantes, y se esparcían más allá, extendiendo lentamente el tiempo del campo.

Farnesio murmuró sinceramente:

— Se retrasan. ¿Dijo que era la Princesa Imperial Elizabeth?

— Así es. Aunque esperé que viniese ella directamente.

Nosotros dos, maestro y sirvienta, estábamos uno al lado del otro, mirando el campamento del ejército humano al otro lado del llano.

El área de negociación donde la Princesa Imperial y yo jugamos GO esta mañana había sido quemada completamente. La tienda quedó convertida en escombros y estaba tendida en el centro del campo. El Príncipe de la Corona del Imperio y los descendientes del Margrave probablemente estaban muertos bajo esos restos. Aunque éramos incapaces de ver los cadáveres desde aquí, los cuervos ocasionalmente descendían y desaparecían entre las ruinas. Dibujé en mi mente la imagen de los cuerpos rasgando y comiéndose el área facial desnuda del Príncipe de la Corona, cuyo rostro había sido desollado. La carne que fue seriamente cortada y cocida hasta achicharrarse probablemente encajaba con el gusto de los cuervos.

Nuestro discurso había terminado. Ahora era el turno de la Princesa Elizabeth para dar el de ella. Debido al hecho de que aún no se había mostrado, los soldados pasaban su tiempo molestando a los perros apareados.

De momentos, los soldados del ejército demoníaco abucheaban el retraso de la representante del ejercito humano gritando “buu… sal de una vez, ¿qué estás haciendo? ¿A caso ha huido porque tiene miedo…?”. A pesar de eso, la Princesa Imperial seguía sin revelarse. Lado a lado, los canes apareándose, los cuervos comiendo cadáveres, y los soldados que estaban aquí por motivos de guerra parecían estar relajados.

— Farnesio, ¿crees en Dios?

— Los Dioses no ayudaron a esta damisela ni siquiera cuando su vida fue una pena. Sea Dios o el Diablo, si no prestan ayuda a esta damisela, entonces, ¿por qué habría de preocuparse? Esta damisela no tensa sus nervios por cosas innecesarias.

Farnesio parecía ser así.

— ¿Qué hay de usted, Milord? ¿Cree en Dios?

— Por su puesto. Es difícil encontrar alguien que sea tan devoto como yo.

— Veo que su ridiculez hoy es amarga, Milord.

— Te veré luego que el discurso termine.

— ¿Por qué razón tiene que ver a esta damisela luego, Milord? Esta damisela se encuentra ante sus ojos en este mismo instante. Observe la belleza de esta damisela tanto como desee y hasta que se canse de hacerlo. Oh, ahora que esta damisela lo piensa, ¿acaso usted no era un eunuco que era incapaz de “despertar” cuando miraba a otra mujer además de Lady Lapis? Lord, esta damisela se disculpa. Ella no ha considerado su impotencia. Debido a la ignorancia sobre la situación de su mitad inferior, ella no puede ser tratada como su verdadero sujeto leal.

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— Esta mocosa…

Ella está bastante alegre porque terminó de dar su discurso.

Claro, en la posición de Farnesio, ella debería estar llena de júbilo. Incluso si actuó luego de haberse convertido en mi marioneta, finalmente fue capaz de soltar su nombre en el mundo. Probablemente ella quede registrada en la historia como la revolucionaria del siglo. A diferencia de mí y de Lapis, quienes perseguimos la autoridad absoluta, Farnesio busca la reputación, y este día era su espléndido aniversario.

Parecida a una chica que está contenta por haber recibido un obsequio.

Esta chica conocida como Laura De Farnesio estaba sintiéndose completamente complacida.

A pesar del hecho de que condujo a la humanidad a una masacre sin fin.

— El discurso de esta damisela fue perfecto –dijo Farnesio–. Para ser exactos, sería correcto decir que fue una presentación lograda a través de la cooperación entre usted y esta damisela, Milord. A partir de ahora, el continente será dividido en dos rangos y el campo será cubierto con cadáveres y teñido de sangre. A pesar de eso, ¿sigue preocupado por la mujer conocida como Elizabeth, Milord? Honestamente hablando, esta damisela no tiene miedo.

—………

Miré el llano esparcido ante nosotros. No había necesidad de dar alguna respuesta. Incluso si ella no estaba consciente ahora, muy pronto será capaz de verlo por su cuenta, y lo comprenderá una vez que lo haya presenciado. Aunque había a muchas personas en este mundo que eran incapaces de comprender algo a pesar del haberlo visto con sus propios ojos, Farnesio era mi mayor estudiante. Ella será capaz de comprenderlo muy bien, y sin ayuda de nadie.

El viento sopló por el campo. Woosh… Debido a la lluvia repentina que cayó esta mañana, nuestra visión no llegaba muy lejos y éramos forzados a parpadear en un área cercana. Todo estaba cerca. Las ásperas palmas de los oficiales no encargados que golpeaban a los soldados estaban cercas; los jadeos de los perros que estaban apareándose estaban cerca; y la banderas enemigas batiéndose violentamente al otro lado del campo estaban cerca. Wooosh… El viento sopló por un momento, y el campo que quedó en silencio luego de esas tonterías fue barrido. Pude notar que algo se estaba acercando.

— Aquí está.

— ¿A quién se refiere, Milord?


— Mira bien. Esa es tu peor enemiga.

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Farnesio inclinó su cabeza y se volvió hacia el lugar donde yo estaba mirando. Fue en el instante en el volvió su mirada completamente. El discurso de Elizabeth comenzó como si fuese una ráfaga de viento que soplaba desde el otro lado del campo hasta llegar aquí.

– Soldados de diversas naciones, no se dejen engañar por los dulces susurros del diablo.

Como si cientos de miles de soldados estuviesen siendo guiados por el viento, su mirada fue hacia la chica. Éramos incapaces de ver a la Princesa Imperial, pues se encontraba muy lejos, sin embargo, solo su voz se sentía infinitamente cerca.

– Ellos son monstruos y demonios. ¿Acaso ustedes no han perdido a sus padres, amigos y camaradas ante los viles colmillos de esos monstruos? Observen. Para alguien que usa la piel de los humanos, esa chica se encuentra entre esos monstruos. Me refiero a aquella que vive junto a los demonios como si fuese parte de ellos. Ciertamente, ella es una más de ellos.

Saqué un telescopio portátil de mi abrigo y observé en la distancia. Mi visión se movió entre los estandartes y las banderas. Como si aún fuese incapaz de ver donde se encontraba la Princesa Imperial Elizabeth, estimé cuidadosamente su ubicación guiándome por el sonido de su voz, la cual se sentía como si estuviese siendo susurrada directamente en mi oído.

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– El diablo habló. Ellos clamaron que hemos matado a nuestra propia gente. ¿Dónde pueden encontrar una mentira tan grande como esa? El diablo declaró que ustedes están de su lado, y que ellos son sus aliados. ¿Dónde serían capaces ustedes de encontrar una mentira tan colosal como esa?

– Esto es algo que todos deberían preguntarse. Hace 400 años, ¿quiénes fueron los que arriesgaron sus vidas con el fin de proteger el continente? Hace 300 años, ¿quiénes fueron los que abandonaron sus vidas para proteger la humanidad?

– Hace 250 años, ¿quiénes fueron los que oscilaron sus espadas debajo de los muros blancos hasta que el último hombre quedara de pie? Hace 200 años, ¿quiénes fueron los que cargaron hacia los monstruos en las Llanuras de Ulm?


– Y en este día, con el fin de luchar contra cientos de miles de monstruos una vez más, hay personas que ha dejado todo a un lado por su familia, por sus hijos e hijas, y por los Dioses. ¡Esto es algo que deberían preguntarse! ¡¿Quiénes son esas personas?

– Así es. Esas personas son ustedes.

– Hace 400, 300, 200 años atrás, incluso ahora mismo, los que entregan sus vidas con el fin de proteger el continente son ustedes, ¡solamente ustedes!

Eso fue lo que declaró Elizabeth. Ella no desperdició ningún aliento. Pues no hubo ruido innecesario, se sentía como si su voz fuese una melodía que se estuviese intensificando lentamente. Los soldados humanos fueron absorbidos por el tono y se encontraban mirando al frente, en un único punto. Con mi telescopio, seguí sus miradas. Ella me estaba llamando.

– Oh, orgullosos oficiales y hombres de muchas naciones; los que siempre fueron masacrados por esos monstruos fueron ustedes, las personas. Los lugares donde esos monstruos siempre saqueaban eran los campos cultivados por ustedes, las personas. Como a aquellos que esos monstruos siempre pisotearon fueron nuestros padres y madres, cada vez que intentamos vivir pacíficamente, esos monstruos destrozan cruelmente nuestras vidas.

– Ahora el diablo les habla a ustedes. Declaran que ellos nunca han amenazado a las personas. Yo les pregunto, ¿eso es cierto?

Los alrededores quedaron en silencio.

La atmósfera que fue calentada por el dialogo dado por Farnesio ya se había calmado. Las fuerzas enemigas que Farnesio había separado entre campesinos y nobles una vez más fueron unificadas por Elizabeth, y la Princesa Imperial comenzó a llamar a cada ejército que estaba reunido allí.

– Beocios. Recuerdo que hace 400 años, en las Llanuras Rocosas de Áulide, ustedes protegieron desesperadamente una de las líneas defensivas de la humanidad a costa de sus propias vidas, combatiendo contra treinta mil monstruos durante más de tres días. El gran príncipe que los lideró, Peneleo, descansa debajo de la colina junto a sus camaradas.

– Tribu de Minias. Recuerdo que hace 300 años, en la región de doves, Tisbe, aunque un monstruo del inframundo estaba acercándose, ustedes fueron capaces de proteger su ciudad con simplemente 400 hombres. Independientemente de la autoridad de la ciudad, los aristócratas, ciudadanos y esclavos se unieron y lucharon juntos. La humanidad nunca olvidará su lucha.

– ¡Gente de Aspledón, ¿quién podrá olvidar la batalla legendaria en la que todos participaron hace 150 años?!

Al decir esa línea, un pequeño grupo celebró. La tribu conocida Aspledón había dado su ferviente respuesta.

– ¡Hurra por Aspledón! ¡Hurra por Aspledón!

Fue a partir de ese momento. El nombramiento de Elizabeth ya no era una simple llamada de participación, sino que era un eco masivo que sacudía a todo el ejército humano. Cada vez que la Princesa Imperial llamaba a una tribu o ciudad, los soldados que fueron desplegados de esos lugares sacudían sus banderas con fiereza y celebraban.

– Locrianos. ¡La gente que vivió mientras cultivaba el agua del honorable Río Cefiso! Recuerdo que hace 200 años, ustedes decapitaron a no menos de 2 dragones en Eubea. ¡Incluso las Diosas de los Cielos debieron haber quedado conmovidas por su logro!

– ¡Lócrida! ¡Lócrida! ¡Lócrida!

Thud… Thud…

Los soldados de un único ejército comenzaron a golpear las bases de sus lanzas contra el suelo. Todos gritaban mientras mantenían orgullo hacia su tierra. Probablemente eso no les había sido ordenado, pero los tamborileros levantaron sus baquetas y comenzaron a tocar fuertemente sus tambores, los cuales estaban hechos de cuero. Bang… Bang… Mientras la tierra temblaba gracias a los rugidos, el aire se sacudía con los tambores. Entre las sacudidas y los temblores, la voz de Elizabeth fue liberada.

– ¡Gente de Abante! ¡Gente de Alfeo! Su gloriosa batalla aún está grabada en cada muro de piedra de su fortaleza. Cuando yo tenía seis años de edad, mientras acariciaba mi mano infinitamente joven sobre los nombres tallados en esos muros, tomé una decisión: juré que recordaría los nombres de los hombres valientes que estaban escritos en esos muros, lo haría por siempre. Por eso, nombraré a sus ancestros: Adrasto, Menesteo, Elefénor, Estira, Opus, Escarfia, Augías, Tarfe…

Ella realmente había memorizado todos los nombres y los fue pronunciando uno a uno. Su voz lentamente se hacía cada vez más fuerte. El temblor y la sacudida de los soldados seguían a la voz y se elevaban abruptamente.

Una vez que el número de nombres que dijo alcanzó los 20, los soldados celebraron. Una vez el número ascendió a 30, los soldados lanzaron sus sombreros. Y una vez que el número de nombres que pronunciaba finalmente superó los 50, todo el ejército humano se volvió uno y gritó fuertemente.

Ahh.

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– ¡Oh, humanidad!


Oh, hermosa Elizabeth.

Una pieza a la vez, unificaste a la humanidad que yo había hecho pedacitos. Si mi discurso fue afilado y pudo cortarlos, entonces tú aplicaste pegamento a cada lado roto y gentilmente los fuiste uniendo. Aunque he incitado su ira y odio, Elizabeth los lideraba usando el orgullo de sus tierras y con la ilusión de que la humanidad era una.

Nadie quería llamarse a sí mismos campesinos. Sin importar quien fuese, la gente quería creer que solo eran humanos. Antes de ser tratados como campesinos, ellos querían que los tratasen como humanos. Antes de discutir la jerarquía, ellos preferían sus hogares, y antes de saltar a la división, ellos amaban la armonía.

Elizabeth sabía eso.

Ella conocía el hecho de que el amor podía ser instigado tan fácilmente como el odio.

– Todos ustedes, quienes fueron llamados por miles de nombres en el ayer, están aquí hoy como Habsburgo, Francia, Bretaña, Batavia, Teutón, Castilla, Cerdeña, Anatolia, Moscú, Kalmar, y Bernicia. Sin embargo, sabemos algo. Sabemos que originalmente éramos uno.

– A veces, la humanidad se desunía. A veces, la humanidad se despreciaba. Sin embargo, independientemente de todo eso, éramos uno. Cada vez que esos monstruos asaltaban nuestras amadas tierras y masacraban a nuestras familias y camaradas, siempre nos uníamos y luchábamos juntos.

– El odio y el desprecio no eran capaces de detenernos. Incluso los fuertes incisivos de los monstruos eran incapaces de separarnos. Así era, y simplemente porque éramos humanos. Es porque nacimos como humanos, y hasta nuestros últimos días, estaremos más que agradecidos de desear morir como humanos.

– Ya que nuestra lucha no era hacia la humanidad.

– Nuestra lucha era simplemente por el bien de la humanidad.

Finalmente, mi telescopio descubrió a Elizabeth. Era como si la Princesa Imperial de cabello plateado estuviese mirando en esta dirección desde el principio, ya que se sentía que nuestros ojos se encontraban a través de esta vasta distancia.

Elizabeth desenvainó su espada y la levantó. Era una espada plateada. Un único rayo de luz hizo su camino a través de la brecha entre las oscuras nubes e hizo que el arma de la Princesa Imperial emitiera un brillo plateado. Cada vez que Elizabeth gritaba, los soldados respondían con un: “Es cierto”.

– Hoy, en este día, la humanidad nuevamente ha alcanzado un momento donde todos se han convertido en un único grupo. Más que antes, esos monstruos son más fuertes y más malicioso. Ellos saben que solo pueden ganar si estamos divididos. Todos debieron haber escuchado sus falsos susurros. Pero ¿cómo se puede olvidar el hecho de que la humanidad siempre ha sido una?

– ¡Es cierto! ¡Es cierto!

– Por cientos de años, esos monstruos colocaron considerables esfuerzos para separarnos. ¡Pero recordamos el hecho de que la humanidad siempre ha sido una!

– ¡Es cierto! ¡Es cierto!

– Hoy, ellos nuevamente están tratando de separarnos. ¡Sin embargo, sabemos que, en este día, la humanidad es una sola! ¡Como nuestros ancestros lo hicieron antes, como nosotros lo estamos haciendo hoy, y como nuestros descendientes lo harán el día de mañana, los humanos seguirán existiendo como una única humanidad!

– ¡Es cierto! ¡Es cierto!

Elizabeth colocó su espada contra su mano y se cortó la palma. Los vendajes se rompieron y sangre color carmesí comenzó a fluir. Ella apretó el puño y gritó:

– Yo, Elizabeth von Habsburgo, por la presente declaro: que siempre me mantendré en las líneas delanteras a través de la guerra defensiva, la cual se desarrollará a partir de hoy. Cada vez que deseen arrodillarse ante la crueldad de esos monstruos, yo estaré justo detrás de ustedes apoyando sus espaldas. Cada vez que estén mirando al frente en desesperación, debido a la crueldad de los monstruos esos, yo estaré de pie allí.

Elizabeth abrió su puño. La sangre que estaba reunida en su palma se esparció al instante y voló por el aire. Como si trataran de reponer cada gota de sangre caída, los soldados gritaron. Finalmente, ignorando sus hogares, sus rugidos se mezclaron caóticamente y no pudieron entenderse más.

Dungeon Defense Volumen 4 Capítulo 1 Parte 1 Novela Ligera

 

– Hoy, algunos morirán y otros sobrevivirán. Aquí, en este lugar, la sangre de la humanidad será ingerida avaramente por las Llanuras de Bruno. ¡Que así sea. Dejen que este lugar tome tanta sangre como desee! ¡Si nuestra sed es saciada al hacer eso, entonces que así sea. Ya que hoy será el cruel carnaval de la humanidad.

– ¡Hombres y oficiales de varias naciones! ¡Personas, descendientes de sus orgullosos ancestros! ¡A mi lado, ustedes les probarán a esos viles monstruos una vez más que seguimos siendo humanos, ¿ah?!

– ¡Si!

– ¡¿Han terminado de fortalecer su determinación de permanecer en la historia de la sangre una vez más?!


– ¡Sí!

El horizonte fue sacudido por los rugidos. Las banderas eran ondeadas. Los tamborileros continuaban golpeando el cuero enérgicamente. Como un trueno que no tiene ritmo ni tiempo, el ruedo hecho por ejército humano de cientos de miles de soldados sacudió la tierra y también el cielo.

– ¡Por la guerra!

– ¡Por la guerra!

Poco después, los soldados cantaron “por la guerra” tres o cuatro veces más. Elizabeth fue capaz de lavar el veneno conocido como lucha de clases, el cual propagué a través de su ejército. Al final, parecía que algo como el derrumbamiento de su espíritu de batalla hoy no sucedería. Esplendido. Ciertamente, eso era digno de la chica a la que yo había reconocido como la formidable enemiga de toda mi vida.

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