Dungeon Defense (NL)

Volumen 2

Capítulo 3: Himno Inhumano

Parte 9

 

 

El Guardián del Norte.

Margrave de Rosenberg, Georg von Rosenberg.


Calendario Imperial: Año 1505, Mes 9, Día 17.

Cercanías del Castillo del Lord Demonio Dantalian.

 

La situación no era buena. Nuestras fuerzas lentamente estaban siendo forzadas a retroceder.

Aunque deseaba hacer lo posible con el fin de darle la vuelta a esta batalla, carecíamos de la habilidad para hacerlo. El enemigo, tercamente, venía hacia nosotros mientras apuntaba nuestra recompensa. Nuestras tropas se vieron atadas de pies y manos por eso.

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— Es como si nuestras posiciones hubiesen cambiado…

— Si. Es como si ellos fuesen los atacantes y nosotros los defensores ahora. A este paso, no podremos hacer ningún movimiento.

Mi asistente apretó sus labios. Su expresión era lamentable. Nuestras fuerzas eran incapaces de hacer algo, y a cambio de ello, estábamos siendo arrastrados por el enemigo.

Sin embargo, esa no era la parte más desastrosa. En realidad, nuestros soldados fueron puestos en una batalla bastante decente. Ese era el caso si al menos lo juzgabas objetivamente. Inhabilitaron esa diferencia de doble fuerza militar y estaban luchando en términos iguales con las tropas enemigas. Esto era, probablemente, el acto más impresionante.

Pero ligeramente. Muy ligeramente, la vista de nosotros siendo superados me cazaba.

Esa era la sensación que estaba sometiéndonos en una cama de espinas.

El lamento fluyó por mis labios.

—…si nuestras fuerzas estuviesen a la ofensiva, entonces muchas opciones estarían disponibles para nosotros. Al final, si nuestras tropas estuviesen en una clara desventaja entonces podríamos ordenar una retirada.

— Pero es difícil decidir algo en esta situación, general.

— Por eso lo digo. Esto es problemático.

Ya fuese victoria o derrota, un tipo de resultado tenía que aparecer claramente para que nosotros respondiésemos apropiadamente. Y sin embargo, ¿qué pasaba con esta situación actual? No era ni de una forma ni de otra. Solo el flujo de nuestra fuerza militar siendo roída era lo que avanzaba lentamente…

Probablemente yo no debería ordenar una retirada ante las circunstancias en las que nos encontrábamos. Nuestros hombres se enfrentaban desesperadamente al enemigo. La única cosa que daba ese ‘empujoncito’ a nuestros soldados era su esperanza. Un poco más. Si se esforzaran un poco más, entonces podrían ser capaces de ganar. Esa era la esperanza que los apoyaba.

Sin embargo, en realidad, esa ‘pequeña cantidad’ nunca disminuía. Las fuerzas enemigas mantenían tenazmente la mano en alto, y nosotros simplemente estábamos siendo tirados por ellos. El aguante de nuestras fuerzas lentamente estaba alcanzando su límite…

Si me tocase ordenar una retirada, entonces, en ese momento caería realmente la desesperación en nuestros soldados. Su espíritu de lucha se desvanecería al instante. Ese sería el final. Sin ser capaces de retirarnos apropiadamente, sin ser capaces de obtener la victoria, nuestras fuerzas colapsarían desgraciadamente.

Atrapados.

Se sentía como si estuviésemos en un paciente rocío del sol. Una desagradable sensación pegajosa recorrió mi espalda. Mi boca se secó. La sensación de no ser ni una cosa ni la otra, mientras también éramos arrastrados, paso a paso, hacia nuestra muerte escrita… era vastamente agonizante.

¿Acaso el enemigo era ciertamente un novato? ¿Es que, quizá, caímos en una trampa? Era un pensamiento estúpido, pero fui incapaz de deshacerme de las dudas.

En primer lugar, este tipo de batallas estaba en contra de mis gustos. Causar estragos como una tormenta y acabarlos a todos. Ese era el tipo de batalla ideal que yo anhelaba.

¿Cómo pudo terminar así…?

— General. ¿No será que esto es una estratagema del enemigo?

— ¿Una estratagema?

Mi asistente me miró con un rostro preocupado.

— Me refiero a las dos unidades que nuestras tropas suprimieron ayer. Ellos pudieron haber dejado esas unidades a propósito, como señuelo, con el fin de llevarnos a ser descuidados.

— No. Eso es imposible –obstinadamente sacudí mi cabeza–. Si juntas esas unidades y las añades, entonces serian 300 soldados. Si los combinas con las tropas enemigas que enfrentamos ahora, entonces podrían habernos acabado con facilidad. ¿Por qué desecharían su oportunidad de obtener una victoria tan sencilla?

— Eso es cierto, ¿eh…?

— Además de eso, atacamos el Castillo del Lord Demonio. Quizá, si nuestra situación actual fuese una verdadera trampa, entonces eso significaba que nos habían permitido destruir libremente su fortaleza. El enemigo no obtendría ningún beneficio si eso fuese cierto.

No había error. Ellos solo experimentarían pérdidas.

Sus hierbas negras fueron robadas y su Castillo de Lord Demonio fue destruido. A un nivel estratégico, las fuerzas enemigas habrían perdido. Incluso si nos diezmaran aquí, las tropas enemigas serían incapaces de celebrar su victoria. Habrían ganado la batalla, pero habrían sido derrotados completamente a nivel estratégico. Esa sería la conclusión de esta guerra.

—…supongo que no hay otra opción. Utilicemos a los magos.

— Si. Yo también pensaba que ya no quedaban otros métodos. Si la Fuerza Mágica Aérea bombardease con pólvora al enemigo desde el cielo, entonces nuestra situación podría mejorar, incluso si es algo mínimo.

El número de magos que poseían nuestras fuerzas actuales era de 4. Era un número excesivamente pequeño, pero lo suficiente para provocar un impacto en las tropas enemigas. Coloquemos nuestra fe en esa última carta.

— General. La Fuerza Mágica Aérea ha preparado su formación.





Reportó mi asistente. Una vez que miré hacia arriba, un grupo de magos volaban por el cielo mientras mantenían una altura de 150 metros. El sudor se formó en mis palmas… Apenas 4 magos. Sin embargo, las vidas de 1,500 soldados descansaban sobre sus hombros. No, si considerabas las hierbas cargadas en los vagones, entonces se trataba de la vida de 7,000 personas de nuestra tierra siendo soportadas sobre sus hombros.

Se los ruego. ¡Lleven el caos a las fuerzas opuestas!

No tienen que matar a muchos de ellos. Sería suficiente plantar el miedo de ‘la pólvora y las llamas que caen de cielo’ en sus corazones. Un desorden muy ligero. Solo eso sería suficiente para crear una base con el fin de invertir las posiciones de esta batalla. Los magos rápidamente avanzaron hacia las líneas delanteras. ¡Un poco más… solo un poco más…!

— ¡G-General! ¡Mire allá! –en ese momento, mi asistente se dirigió a mí. Era una voz teñida con desesperación–. Es una Fuerza Mágica Aérea. Las tropas enemigas también han movilizado sus Fuerzas Mágicas Aéreas.

— ¿Qué? ¡Eso no es…!

Posible. Antes de poder terminar mi frase, algo llegó a mi visión. Al otro lado, un grupo de magos hostiles montando escobas se acercaban desde el cielo. Eran magos con grandes sombreros cónicos sobre sus cabezas.

— No me digas… ¿brujas?

Todo mi cuerpo entró en shock.

Las brujas, quienes recibieron juventud eterna por entregar sus almas a los Lores Demonio presumían el mayor nivel de habilidad. Más que eso, había muchas de ellas. Comparados con nuestros magos, ellas nos superaban.

— Diez, no, hay once. ¡General! ¡El lado opuesto tiene una asombrosa cantidad de personal mágico!

— Eso no es posible. ¡¿Por qué las brujas están allá?!

En el centro del cielo, nuestros magos chocaron con los suyos. En un abrir y cerrar de ojos, nuestros magos fueron cazados. Como si jugaran con juguetes, las brujas asesinaros a nuestros magos, uno por uno. No era una batalla. Esto era simplemente una masacre…

Nuestro último mago corrió frenéticamente antes de finalmente ser derribado. Mientras sus extremidades eran cortadas, dejó escapar un grito. Los trozos de carne, los cuales fueron cortados en trozos más pequeños, caían desde el cielo.

Luego, las brujas celebraron su masacre dando vueltas en el aire. Mi asistente y yo quedamos atónitos ante la horrenda escena que acabábamos de presenciar.

Las brujas regresaron al campamento enemigo como si las preocupaciones del mundo no les afectaran. Casi se sentía como si hubiesen salido a dar un paseo y ahora regresasen a su hogar.

Mi asistente me miró con un rostro tan pálido cuán cadáver.

— G-General…

—……

Piensa. ¡No entres en pánico y concéntrate, Georg!

¿Por qué enviaron a sus brujas ahora? Si las tenían desde un principio, entonces nos habrían acabado con toda la facilidad del mundo. ¿Por qué dejaron su carta del triunfo para esta situación? ¿Acaso su meta no es erradicarnos? ¿Qué significado posible puede haber…? Espera, ¿qué pasa si no había significado alguno? ¿Qué pasa si el no tener significado era lo que representaba sus intenciones…?

Abrí lentamente mi boca.

—…levanten la bandera blanca. Nos rendimos.

— ¿Perdón?

— Las fuerzas enemigas no tratan de enfrentarnos en serio. Solo están jugando lentamente con nuestras tropas, esperando que nos debilitemos. Nos tratan como juguetes –mi mandíbula temblaba debido a esta lamentable emoción–. Ellos pueden demolernos si quieren, pero no lo han hecho. Es porque, desde un principio, han planeado ridiculizarnos.

— Imposible…

Mi asistente comenzó a angustiarse. Yo no poseía la energía para reprocharle esa expresión. El sentido de derrota me apuñalaba las vísceras.

— Si seguíamos luchando así, lo único que nos quedaría sería la erradicación. La única diferencia es si deseamos ser acabados antes, o después. Levante la bandera blanca, asistente… Solo podemos esperar que ellos nos muestren un toque de generosidad…

Enviamos un mensajero al campamento enemigo para informarles que nos rendíamos.

No había terminado con esto. Existía la posibilidad de que el enemigo no nos permitiera rendirnos. Solo seguirían observándonos morir mientras temblábamos de agonía.

Así, tanto la retirada como la rendición serían imposibles. En ese punto, todo lo que nuestros soldados podrían hacer era determinarse a morir como perros y luchar hasta el final. Y, como el comandante enemigo había esperado, gritaríamos de dolor mientras caíamos en un infierno viviente, hasta finalmente morir en batalla. Una sensación de impotencia completamente indescriptible cayó pesadamente sobre mis hombros… Poco después, nuestro mensajero volvió.

Afortunadamente, parecía que las fuerzas enemigas habían aceptado que nos rindiéramos. Excepto, por ciertas condiciones.

Dejar las hierbas negras robadas del Castillo del Lord Demonio, soltar las armas, y dejar los estandartes de nuestro escuadrón militar.

— ¿Están diciendo que renunciemos a nuestras recompensas, armas y honor?

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Esos no eran términos que pudiesen aceptarse fácilmente. En todo caso, este era uno de los tipos de rendición más humillantes.

La voz de mi asistente tembló.

— General. Esas condiciones son demasiado severas. En lugar de eso, solo deberíamos luchar hasta el final.

— ¿Y qué quedaría? Todos moriríamos, y la gente de Rosenberg seria engullida por el caos. Solo podemos soportar nuestra humillación aquí.

— Pero.

— No hay pero que valga.

Los comandantes a cargo dejaron caer sus cabezas. El ambiente era pesado. Era ese tipo de atmósfera de haber perdido injustificablemente. Era inimaginable que llegáramos a este tipo de situación. Para ellos, y para mi…

— Notifícales que aceptaremos sus condiciones.

—…si.

— Levanten sus cabezas. Todos han hecho bien en seguirme fielmente. Yo solo soy el culpable de esta derrota. Ustedes no hicieron nada malo.

Palmeé el hombro de mi asistente. Lo había dicho con una voz suave, esa voz que fluyó de mis labios me sorprendió.

— General.

— No olviden la humillación de hoy. Más que eso, hoy no será el peor día de sus vidas. Serán capaces de ir a casa luego de habérselas arreglado para sobrevivir y seguir en una pieza. No hay nada más importante para un soldado que esto.

Los comandantes a cargo asintieron con dificultad.

Esos hombres habían mostrado una lealtad más que suficiente a su señor. Era difícil encontrar soldados tan auténticos como ellos en el imperio. El solo hecho de ser capaces de enviar a esos solados de regreso a casa, sanos y salvos, era suficiente para no enojarme.

— Ahora bien, vamos. Éste anciano tomará el liderazgo.

— Si, general.

La batalla había terminado. Nuestras tropas avanzaban mientras formaban una columna. Todos habíamos dejado nuestras armas.

La mayoría de nuestros soldados se rehusaron a soltar sus armamentos triviales, dagas y cuchillos, pero no había nadie que replicara por ello. Habíamos dejado hasta nuestras ballestas y lanzas.

Nuestros pasos se habían hecho tan ligeros debido a la cantidad de equipos pesados que habíamos perdido, pero la atmosfera alrededor de las tropas era tan pesada que no tenía límites. Todos estaban en silencio.

Las tropas enemigas estaban esparcidas por ambos lados de la colina. Se sentía como si el mar se hubiese dividido a la mitad. Ellos probablemente no estaban diciendo que fuéramos obedientemente. Rencorosamente apreté mis dientes ante esta senda guiada que se sentía como si se burlase de nosotros.

‘Algún día me vengaré’.

Por eso renunciaré a la idea de morir sumisamente en mi cama.

Lord Demonio Dantalian. Juro por mi nombre, Georg von Rosenberg, que en lo que me queda de vida, me vengaré completamente por la derrota de hoy. ¡Diez veces, no, te haré pagar 20 veces la cantidad, y te veré mientras pides perdón de rodillas!

Si estoy determinado, entonces podría reunir diez mil soldados. No era imposible solicitar ayuda de los demás margraves cercanos, e incrementar las tropas a veinte mil. Erradicar algo como el Lord Demonio de rango 71 sería una tarea sin esfuerzos.

Algún día. Una vez que la Muerte Negra se haya apaciguado, y mi tierra haya obtenido un punto de estabilidad, volveré.

En ese momento, mientras estaba marchando hacia adelante con las tropas restantes.

— ¿…?

Algo llegó a mi línea de visión. En la cima de la colina. Pensando que había visto mal, fruncí el ceño y quedé atónito.

Un ángel estaba de pie allí en la cima de la colina.

Una chica indescriptiblemente hermosa estaba allí. Era tan encantadora que hacía que yo, quien estaba en la edad de estarme preparando para la muerte, pensara eso también. La miré inexpresivamente antes de sacudir rápidamente mi cabeza como si estuviese encogiéndome de hombros.

‘Cálmate. No hay razón para que un ángel se refleje en mis ojos, ¿no?’

Yo estaba demasiado teñido en la realidad como para creer que un ángel pudiese haber descendido de repente a la tierra. Pensemos en ello como que he visto a una chica increíblemente elegante.

—……

En ese momento, la chica envió un saludo modesto hacia mi dirección. Ligeramente levantó el borde de su abrigo e inclinó su cintura. Era el estilo de saludo que era perfectamente correcto en asuntos de nobleza.


Dungeon Defense Volumen 2 Capítulo 3 Parte 9 Novela Ligera

 

‘¿No será que me está saludando?’

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Con el fin de examinar de cerca a la chica, parpadeé varias veces.

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Y en el momento en el que volví a mirar la colina distante, lo vi.

—……


Un demonio estaba sonriendo detrás de la chica.

Dungeon Defense Volumen 2 Capítulo 3 Parte 9 Novela Ligera

 

Aunque, en toda mi vida, nunca había visto la existencia conocida como demonio, ‘a lo que’ la gente se refería exactamente cuándo llamaban a algo el diablo, ahora lo comprendía.

— Todo…

Cada nervio de mi cuerpo estaba enviándole señales de advertencia a mi cerebro.

Eso no estaba permitido. Eso era algo que no estaba permitido que existiese sobre la tierra.

Claro, era una alucinación. Una vez que volví a parpadear y miré la colina otra vez, la chica-ángel había regresado.

— Todas las fuerzas…

Sin embargo, mis instintos estaban gritando. La intuición que había pulido durante 50 años gritaba con todas sus fuerzas. Eso era peligroso, quedarse aquí un segundo más era altamente peligroso. El haber seguido mi intuición me había salvado la vida muchas veces… En eso abrí mi boca.

— ¡Todas las fuerzas… retírense! ¡Esto es una trampa!

Y al mismo tiempo. Miles de flechas llovieron desde la colina.

Los gritos resonaron desde todos lados. La sangre se esparció. Lo que una vez fue una marcha silenciosa de partida, instantáneamente se había convertido en el mismísimo infierno. En ambos lados, las tropas enemigas que estaban divididas a la mitad, estaban disparando sus ballestas sin parar. Nuestras tropas, quienes habían dejado sus armas, no podían considerar la opción de resistirse y eran masacrados como ganado.

— ¡Escapen! ¡Todas las fuerzas, que no les fallen las rodillas! ¡Hagan lo posible para escapar!

A pesar de haber gritado como si estuviese vomitando sangre, mis soldados no respondieron. Ellos simplemente estaban ahogados por el pánico, y corrían por todos lados, confundidos. Incluso había soldados que bajaron sus cabezas al suelo y comenzaron a temblar.

— ¡Majestad, usted tiene que escapar! –gritó mi asistente–. ¡Este lugar es peligroso! ¡Por favor, considere el futuro!

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— Pero los soldados…

— No consideramos hombres que son incapaces de preocuparse de sus propias vidas como parte de la compañía libre. ¡Oigan! ¡Tomen al margrave y retírense de inmediato! ¡Si nuestro señor llega a tener un solo arañazo, entonces personalmente les clavaré una aguja en el culo!

La caballería llegó a mi lado, pero yo no me moví. Yo era el comandante. No podía escapar mientras abandonaba a mis soldados. Incluso si ellos no eran la milicia de la ciudad sino soldados contratados, eso seguía siendo lo mismo.

— Perdone mi rudeza.

Mi asistente extendió sus piernas. Luego clavó el tacón de su zapato en el muslo de mi caballo de guerra. El animal, siendo apuñalado por un tacón afilado, dejó escapar un gemido y comenzó a correr a toda velocidad.

— ¡Asistente…!

— ¡Las Diosas protegerán a Rosenberg!

En pocos instantes, ya había cruzado toda la colina y escapado del campo de batalla. Me volví por última vez y vi a mi asistente hacer todo lo que podía para ordenar a los soldados.

Una flecha llegó volando de algún lugar y atravesó la cabeza de mi asistente. Cayó de su caballo. Su expresión facial, y la imagen de él cayendo al suelo, fue algo que no fui capaz de ver. La infantería cubrió completamente mi alrededor. El cadáver de mi asistente cayó en el centro de las tropas restantes… como si hubiese sido tragado por el océano.

— ¡Ughhh…!

El sabor a sangre recorrió mi boca. Sin darme cuenta, me mordí la lengua. La ira cruzó mis venas y la rabia apareció. El interior de mi cabeza estaba tan caliente que mi cráneo se sentía desorientado. Miré la colina.

— ¡Te mataré…!

Dungeon Defense Volumen 2 Capítulo 3 Parte 9 Novela Ligera

 

Era seguro que esa chica era la comandante de las fuerzas enemigas. Ese saludo, el saludo que parecía tan modesto, no era más que una señal para comenzar a disparar. Esa chica era el peón del Lord Demonio Dantalian. El verdadero culpable de concederme la desgracia. ¡Y mi… no, el enemigo de Rosenberg!


— ¡No te perdonaré! ¡Lo juro por el Río Estigia, no te perdonaré hasta el día en que mueras! ¡Arriesgando el nombre y el honor de Rosenberg, arriesgando mi sangre y mis huesos, definitivamente te mataré!

Fingir eso mientras gritaba como un bastardo derrotado. Eso estaba bien.

Como un juramento, dije el lema transmitido en mi familia por generaciones.

— ¡El Norte no enviará esta venganza al olvido!

Entregaré lo poco que me resta de vida para vengarme de esa chica. Lord Demonio Dantalian. Esto va contigo también. Te decapitaré y llevaré tu cabeza ante el altar de las Diosas. Y allí, una vez que haya cumplido con mi venganza, entonces, allí será cuando cierre mis ojos.

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