Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 11

Capítulo 6: El Engaño del Dios

Parte 4

 

 

Así que así es como lo pagaré.

Gros se rió para sí mismo mientras volaba hacia Bell y Eina.

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A pesar de la hostilidad anterior de Gros, Bell había rescatado a sus hermanos, y ahora Gros estaba pagando con su vida por lo que Bell había hecho. Era terriblemente irónico. Pero tal vez era apropiado que alguien que había detestado a la humanidad como la más vil de las criaturas pagara de esta manera.

Especialmente si encontraba su final a manos de un humano al que había llegado a apreciar.

No dudes de ti mismo, chico.

Le había dicho a Lyd y a los demás que no deberían odiar al chico por esto.

Gros agitó monstruosamente sus alas hacia Bell, quien hacía muecas como un niño tratando de tolerar el dolor.

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Fingiendo estar furioso, interpretando el papel de un monstruo violento, la Gárgola bramo hacia el chico para que hundiera su Daga en la Piedra Mágica de su pecho.

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¡¡Si no lo haces, mataré a la chica—!!

Rugiendo espantosamente para empujar a Bell a una batalla más feroz, Gros oscilo sus garras.

***

 

 

–¡Bell-kun…!

Hestia y los demás habían llegado a la plaza convertida en campo de batalla.

Menos Aventureros estaban luchando duro ahora, pero la plaza aún estaba llena de personas atrapadas. Y allí estaba Bell, en una esquina, encerrado en batalla con Gros mientras protegía a Eina detrás de él.

Eina parecía al borde de las lágrimas mientras veía a Bell sufrir un golpe tras otro. Estaba tratando desesperadamente de escapar para liberarlo de la carga de protegerla, pero las alas de piedra no la dejaban pasar. Los ataques de la Gárgola desde el aire hacían que la batalla fuera completamente impredecible.

–¡Bell…!

–¡Bell-sama!

Welf, Lili, Mikoto y Haruhime no sabían qué hacer. ¿Estaba bien ayudar a Bell? ¿Estaba bien atacar a los Xenos? No tenían idea.

Hestia, quien estaba parada junto a sus desconcertados niños, era igualmente incapaz de tomar una decisión.

¿Debería decirle a Bell-kun sobre el plan de Hermes? ¡Pero si hago eso…!

Hermes había forzado a los Xenos a hacer algo. Pero, ¿Cuál sería el resultado si se lo dijera a Bell?

Parecía probable que si las cosas continuaban como estaban, Gros realmente mataría a Eina. Hestia no sabía los términos del acuerdo que los Xenos habían hecho con Hermes. Si las vidas de sus hermanos habían sido tomadas como peones, entonces sus palabras solo hundirían el corazón de Bell en el caos.

–¡Las tropas de apoyo están en camino! ¡Sigue aguantando!

Las palabras del Aventurero solo estimularon la agitación de Bell.

Hestia agarró el <Occulus> que había sacado de su bolso.

Casi en el mismo momento en que Hestia y su <Familia> llegaron a la plaza, una unidad de la <Familia Loki> liderada por Finn salió a una terraza con vista a la zona.

–¿Qué está pasando?

–¡La evacuación de los ciudadanos todavía no está completa! Los Aventureros de otras <Familias> luchan contra los monstruos, al igual que el <Pequeño Novato>…

Cuando uno de los miembros de su <Familia> informó sobre la situación, Finn entrecerró los ojos y los fijó en el chico y la Gárgola.

–… Tomen sus posiciones. Tropas de tierra, manténganlos bajo control. Nos quedaremos aquí y evitaremos que salgan volando.

–“ “ “ “¡Sí señor!” ” ” ”

Los arcos se prepararon en respuesta al comando del Capitán de la <Familia Loki>.

En ese momento, un murmullo comenzaba a agitarse a través de las multitudes atrapadas en el borde de la plaza.

–El <Pequeño Novato>…

–… ¿El <Pequeño Novato>? ¿Te refieres a Bell Cranel?

El Aventurero al que señalaban estaba arriesgando su vida para salvar a la semielfo. El valiente chico había caminado galantemente hacia la situación más difícil. Con su propio bienestar en riesgo, las personas abandonaron su malicia y desilusión y en su lugar observaron la escena que se desarrollaba ante ellos con buenos ojos.

–N-Nii-chan…

Incluso el niño que lo había maldecido como un traidor ahora susurró su nombre con asombro.

Un cambio comenzó a extenderse sobre la multitud, que hasta entonces había sido consumida por puro pánico.

***

 

 

–Buen momento, Bell. Ah, esto es muy afortunado.

En una torre cerca de la plaza donde los vientos de la noche aullaban, Hermes contemplaba con satisfacción la batalla entre la Gárgola y el chico de cabello blanco.

Asfi estaba detrás de él. Escondiendo sus ojos cansados detrás de sus gafas plateadas, suspiró por enésima vez.

–Puedes ser mi Dios Principal, pero me das náuseas…

–Hahaha. Eso es bastante duro, Asfi.


Hermes se rió sin girar la cabeza. Ella lo miró fijamente.

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–Estás usando a los Xenos por el bien de Bell Cranel… Te concedo eso. ¿Pero qué tienes que decir sobre arrastrar a los ciudadanos comunes en eso?

–En cierto sentido, esos ciudadanos comunes son la causa principal de la situación en la que se encuentra actualmente. Después de todo, es necesaria una pequeña escenificación, ¿No te parece?

Estaba el teatro y la audiencia, el Héroe y los actores secundarios encargados de sacar su mejor actuación. Como sospechaba Hestia, Hermes había creado un escenario a gran escala. Se encogió de hombros y miró por encima de su hombro.

–De todos modos, estás de acuerdo con mi decisión de abandonar a los Xenos, ¿No?

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Después de todo, solo causarían daño tanto al chico como a la ciudad de Orario.

Asfi permaneció en silencio mientras su Dios Principal buscaba su afirmación con sus ojos.

–… Tomaré mi posición ahora.

Dijo finalmente.

–Bien. Retaguardia, por si acaso.

Hermes saludó a Asfi, quien ahora era invisible después de ponerse la <Cabeza de Hades>.

Después de que dejó silenciosamente el techo de la torre, Hermes sonrió ante la escena de abajo.

–Bueno… mis disculpas, Urano. Lamento que resultara así.

Vio como el chico y la Gárgola se atacaban el uno al otro.

–¿Coexistir con monstruos, dices? Un absoluto disparate. La amistad con ellos no es más que un sueño imposible.


Dijo, continuando su conversación imaginaria con el Dios anciano.

Hermes siempre había llevado a cabo las órdenes de sus clientes con calma y obediencia, pero aquí, en lo alto de la torre, dejó al descubierto sus verdaderos sentimientos.

–¿Qué pasará si volcamos miles de años de odio y destino? Incluso Zeus probablemente diría que es absurdo.

Miró a Bell y bajó la voz.

–Un Héroe Hereje. ¡Nadie quiere eso!

Hermes extendió sus brazos y sonrió ante el escenario donde humanos y monstruos estaban tocando su ópera.

–Es hora de volver a lo básico del heroísmo, Bell.

El Dios continuó hablando.

–Mata a los monstruos. Mátalos y salva a las personas. Haz tu regreso como un Héroe.

Como si estuviera ofreciendo un rayo de luz del cielo o señalando el camino hacia la salvación, presionó su atroz voluntad divina sobre el chico.

–Olvídate de los Xenos.

Urano le había encomendado a Hermes que suprimiera la perturbación. Iba a ser el emisario que calmaría el caos en la ciudad y llevaría a los Xenos al Calabozo.

Pero a Hermes no le interesaba eso.

Debido a que estaba en posición de utilizar el caos, lo había manipulado hábilmente. Eso era todo.

–Si matas solo a uno de ellos, verás la razón. Podrás sufrir, pero un día tendrás que volver a ponerte de pie. Freya-sama y yo no dejaremos que te aburras.

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La voluntad divina de Hermes era que Bell cortara sus lazos con los Xenos, que lo conducirían directamente a la ruina. Tenía la confianza para llevar a su Héroe a la batalla—el egoísmo inquebrantable para llevarlo al final que los Dioses anhelaban.

Controlar el destino humano era el juego favorito de los Dioses.

Haría que Bell rompiera su conexión con los monstruos y avanzara como el Héroe de las personas y el favorito de los Dioses.

La voluntad divina de Hermes se centraba en ese único objetivo.

–Si no lo haces, entonces tu querida Eina morirá.

Hermes se rió, entrecerrando sus ojos anaranjados.

La batalla cada vez más intensa empujaba al chico hacia una elección. La única opción posible, la que el Dios había preparado para él.

Ante los ojos del Dios, el acto final se desarrollaba en ese grandioso y ridículo escenario.

***

 

 

¿¡Por qué, por qué, por qué!?

Los colmillos que amenazaban a Bell y las garras que perseguían a Eina una vez más lo hirieron.

Desvió el siguiente golpe y lo paró con su Daga, hiriendo a Gros. No había forma de que pudiera contenerse cuando la Gárgola intentaba matarlos a Eina y a él.

Una y otra vez, otros Aventureros intentaron apoyar a Bell, pero fueron mandados a volar. Las alas de piedra de Gros desviaron las flechas y arrojaron a cualquiera que se hubiese descuidado para acercarse a ellas. Funcionaban como dos brazos extra, armas contundentes y escudos en uno.

–¡Bell-kun…!

Al escuchar la voz ronca y dolorida de Eina, el rostro de Bell se torció en señal de angustia. Los Aventureros, el personal del Gremio y los ciudadanos observaban todos sus movimientos y rezaban para que uno de sus golpes acabara con la amenaza.

Gros-san.

Mientras repelía las garras con su Daga, la mirada de Bell se encontró con los inescrutables ojos de piedra de la Gárgola. Estaba tan confundido y triste que quería gritar. Pero su voz no podía penetrar esos oídos. Su mente corría en vano. La <Daga Hestia> temblaba.

Tenía que tomar una decisión. La decisión era como una maldición, porque si no la tomaba, perdería a una persona a la que apreciaba profundamente. Ni siquiera era una elección.

Trató de pensar cuidadosamente sobre la situación, pero ante el feroz ataque de Gros, sus pensamientos rápidamente llegaron a un callejón sin salida.

Mientras murmuraba “¿Por qué?” una y otra vez, recordó las palabras de Wiene.

“¿Sabes lo que Lyd me dijo? ¡Puede que no sea posible en este momento… pero dijo que si existen personas como tú, nuestro sueño se haría realidad algún día!”

Nuestro sueño.

El sueño de los Xenos—de Gros.


“…Gracias. Tienes… mi gratitud”.

Gros le había dicho eso a él.

Tal vez solo era la imaginación de Bell, pero podía ver al Gros de ese momento anterior sobre el monstruo que ahora lo enfrentaba con tanta sed de sangre genuina en sus ojos. Debía estar equivocado al ver voluntad detrás de las garras y los colmillos que se le acercaban.

Era como si supiera que Bell no quería luchar contra él y le decía que no dudara—

–¡¡La <Familia Loki> ha llegado!!

Gritó un Aventurero.

Los Aventureros de Clase Alta con el emblema del “Tramposo” grabado en sus armaduras corrieron a la plaza y volaron hacia los monstruos alados.

–¡¡…!!

La Gárgola comenzó a sentirse ansiosa.

Bell Cranel debía ser quien derrotara a los monstruos que atacaban a las personas. Así era como iban a borrar su deuda con el chico. No sería bueno para Gros pronunciar sus últimas palabras sobre un montón de cenizas, sin cumplir su contrato con el Dios.

Al darse cuenta de que ya no podía demorar más, Gros extendió sus alas y las agito. Volando paralelo al suelo, lanzó su ataque especial. Asombrados, Eina y Bell no pudieron ni escapar ni defenderse—estaba forzando al chico a responder y a tirar su propia vida en el proceso.

–¿¡Bel-kun!?

–¡Tulle!

Hestia y el personal del Gremio gritaron al unísono.

–¡Asuman sus posiciones!

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Gritó Finn. Mientras otros miembros de su tropa se preparaban para disparar sus flechas contra los monstruos alados, él preparó su lanza para atravesar a la Gárgola.

–¡Ahora, Bell!

Parado sobre la multitud de personas conteniendo la respiración, Hermes tiró de la cuerda de la marioneta—su voluntad divina.

Fue en el instante antes de que el golpe mortal de Gros aterrizara.

Bell bajó la mano que sostenía su Daga.

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