Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 11

Capítulo 6: El Engaño del Dios

Parte 3

 

 

–¡Por favor, no vayan hacia la Calle Principal! ¡Por favor, sigan las órdenes de la <Familia Ganesha>!

Gritó Eina. Intentaba desesperadamente contener a los ciudadanos fuera de control, aunque sus pies pisoteando y voces gritando crearon un rugido como una cascada que ahogó su voz.

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Aunque se había dirigido a la Calle Dedalo en gran parte por razones personales, ahora estaba haciendo todo lo posible para garantizar la seguridad de los ciudadanos aquí en las afueras del área noroeste. Al menos, había estado haciéndolo hasta un momento antes.

Ahora intentaba guiar a las personas a través de la caótica plaza, pero no estaba segura de que estuviera haciendo algún bien.

¿Los monstruos terminaron aquí porque estaban siendo perseguidos? Pero, ¿Por qué venir al sitio de evacuación de todos los lugares, dado el tamaño de Calle Dédalo…?

Vio como los monstruos se enfrentaban a los Aventureros en el centro de la plaza.

A pesar de todos sus conocimientos, el papel normal de Eina se limitaba a esperar en la Sede del Gremio a que los Aventureros regresaran. Estaba llena de tanto miedo como el resto del personal del Gremio y los ciudadanos. Intencionalmente intentó estabilizar sus manos y pies temblorosos mientras evaluaba el estado de la batalla.

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¡Esa Gárgola es extraordinariamente fuerte!

Uno tras otro, no solo los Aventureros de Clase Baja, sino incluso los que habían alcanzado la Tercera Clase, y el puñado de Aventureros de Segunda Clase presentes en la plaza, fueron arrojados hacia atrás con tanta fuerza que no pudieron volver a levantarse. El cuerpo de piedra de la Gárgola tambien era casi impenetrable para las armas de largo alcance. Era tan fuerte que sospechaba que no podrían acabar con el sin Magia. (NT: Por si lo olvidaron, los aventureros de Clase Baja son los de Lv. 1, los de Tercera Clase son los de Lv. 2 y los de Segunda Clase son los de Lv. 3 y 4.)

Era difícil de creer, pero con la <Familia Ganesha> concentrándose en mantener a los ciudadanos a salvo, este pequeño grupo de monstruos tenía la sartén por el mango.

¡Si solo <Familia Loki> apareciera…!

Eina observó por el rabillo de su ojo cómo un Aventurero se derrumbaba vomitando sangre y un compañero lo apartaba, y rezo para que alguien los rescatara. En ese momento, sus ojos se encontraron con los de la brutal Gárgola.

— —¿Huh?

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Estaba segura de que la estaba mirando. Sintió que el tiempo se había detenido. Mientras miraba sin aliento los ojos de piedra sin vida, sintió como si algo hubiera alcanzado su pecho y estuviera agarrando su corazón.

No se dio cuenta de que las gemas de color púrpura en el brazalete envuelto alrededor de su muñeca estaban brillando. Tampoco notó que la Gárgola estaba ocultando el mismo tipo de piedra en su mano.

Permaneció clavada en su lugar mientras la forma de piedra gris volaba hacia ella con un rugido.

–¡OHOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Los Aventureros levantaron la vista en estado de shock ante el repentino movimiento de la Gárgola, mientras los ciudadanos lanzaban gritos que rasgaron a través del aire como seda desgarrada.

Las tropas de retaguardia protegían a otras personas y no podrían llegar a tiempo con sus escudos. Ouka, encerrado en una feroz batalla, quedó mudo. Mientras las personas corrían de un lado a otro, desapareciendo detrás de la Gárgola, los ojos verdes de Eina se fijaron en las garras de piedra que estaban a punto de atravesarla.

— —¡¡Haah!!

Pero alguien bloqueó esas garras.

–¿¡…!?

¡…!

Justo cuando Eina sintió que la muerte se acercaba, un destello de metal purpura lo interceptó.

El chico de cabello blanco había saltado delante de la Gárgola, con la <Daga Hestia> desenvainada.

–B-Bell-kun…

–¡¡Eina-san, por favor retrocede!!

Dijo Bell en voz alta y ansiosa.

La aturdida Eina, los ciudadanos y los Aventureros lo miraban fijamente, pero él no tenía ni una pisca de atención de sobra para ellos. Todo su cuerpo estaba palpitando con una sola pregunta: ¿Por qué?

Cuando Bell le preguntó silenciosamente al monstruo que tenía ante él esa pregunta, la espantosa Gárgola pareció estrechar sus ojos antes de volar hacia Eina una vez más.

–¡Gaaahh!

–¿¡Qué—!?

Bell interceptó su estocada. La mano que sostenía su Daga tembló por la fuerza del ataque, y un fragmento de piedra voló desde la garra de la Gárgola.

El monstruo extendió sus alas y una vez más apuntó hacia Eina.

¿¡Gros-san!?

Mientras Eina permanecía clavada en su lugar, las garras se encontraron con la Daga una y otra vez.

Tal vez porque el potencial de la Gárgola era más alto, el <Pequeño Novato> se vio obligado a una posición inferior. Dejando de lado sus rencores por el momento, otros Aventureros intentaron apoyarlo, pero los otros monstruos alados no les permitieron acercarse.

Bell no tuvo más remedio que luchar contra los feroces ataques de la Gárgola. Los gruñidos amenazantes lo asombraron.

¿¡Ha perdido completamente la razón!?

Recordó el incidente en el 18 Piso. En este momento, la Gárgola se parecía mucho a como era cuando sus hermanos fueron asesinados y secuestrados. ¿Ahora tambien les había pasado algo?

–¿Por qué…? ¿¡Qué pasó!?

El monstruo no le respondió a Bell. Solo sus garras y colmillos respondieron.

Mientras escuchaba la voz desconcertada de Bell, la Gárgola—Gros—oculto sus emociones y deslizó sus garras por el aire.

Él era tan racional como siempre.

Su forma externa como monstruo escondía el compromiso de un acuerdo.

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Dentro de su mano de piedra, sujetaba una brillante joya que resonaba con el brazalete de Eina.

***

 


 

–Mueran por mí, monstruos inconformistas.

Eso fue lo que el siniestro Dios le dijo a Gros y a los otros Xenos.

–¿¡Qué!?

Respondió Lyd, sin comprender.

–Dios Hermes, ¿¡Qué estás pidiendo!?

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Agregó Fels después de recuperar la capacidad de hablar.

Hermes respondió como si fuera la cosa más insignificante del mundo.

–Oh, no todos deben morir. Diría que tres o cuatro de ustedes deberían hacerlo.

Su inquebrantable sonrisa aterrorizó los corazones de los Xenos. Los Dioses eran diferentes de los humanos y los monstruos, y los Xenos los encontraron horribles sin excepción.

–Soy Hermes. Mantendré mi parte del acuerdo que hice con Urano—la mitad, al menos.

Él estrechó sus largos y afilados ojos amarillos y curvó sus labios.

–En cuanto a la otra mitad, la consideraré como una recuperación de la inversión.

Miró a los Xenos.

–Para salvarlos a ustedes, un chico se ha visto en una situación difícil. Simplemente no puedo resignarme a tolerar eso.

–… ¡…!

–¿Planeaban irse a casa de esa forma después de todo lo que ha hecho por ustedes? “Lo lamentamos, gracias, realmente nos salvaste.” ¿Iban a escabullirte de nuevo bajo tierra con unas pocas palabras superficiales de agradecimiento? Vamos, vamos, ni siquiera los caprichosos Dioses actuarían de manera tan poco sincera.

Sus palabras eran un medio de negociación, y también se asemejaban a las hábiles líneas de un hombre engañando suavemente a su amante. Pero más que nada, eran un veneno que ensanchaba las heridas de los Xenos hasta que se pudrieran con pus.

Efectivamente, los Xenos palidecieron y gimieron de culpa.

–¡¡Dios Hermes!!

Fels apretó los puños con furia.

El Mago no estaba enojado por la traición de Hermes, sino que estaba indignado porque la voluntad divina del Dios estaba pisoteando los corazones de los Xenos y la decisión que Bell había tomado por su propia voluntad. Pero a Hermes no le interesaban esas opiniones.

–Déjame adivinar, Fels—¿Quieres decirme que Bell tomó la decisión él mismo? Te equivocas. Lo has enredado en tu propia situación y en la voluntad divina de Urano. Bell no tuvo otra opción.

Apartó las palabras de Fels antes de que siquiera fueran pronunciadas. Para él, eran una tontería de un simple niño de ochocientos años. Él, por otro lado, podía ver la diferencia entre la verdad subjetiva de Bell y la naturaleza real de la situación.

–El mundo necesita Héroes, y apuesto todo a esa brillante luz blanca. No se le puede permitir tener tratos con monstruos… Oh no, eso nunca serviría.

Fels se quedó paralizado por el asombro ante la voluntad divina del Dios.

–Yo, Hermes, les pido esto, monstruos inconformistas. Salven al chico.

Sus palabras susurradas eran mitad súplica, mitad decepción.

–… ¿Nos estás pidiendo que lo ataquemos?

Dijo Gros, ante los jadeos de los otros Xenos.


–Realmente captas rápido.

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–Yo iré.

–¿Gros?

–No creo que el chico pelee contra ustedes, Lyd y Rei, o contra los demás. Como solía aborrecer a los humanos, soy el mejor para este papel.

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–Pero, Gros, eso significa que tú—

–De cualquier forma que lo mires, no tenemos otra opción.

Lyd y Rei rodearon a Gros, quien había sido su compañero desde que los Xenos se unieron por primera vez, pero él negó con la cabeza. Hermes les lanzó una mirada de reojo, afirmando silenciosamente las palabras de la Gárgola con su sonrisa.

Los otros Xenos apretaron sus colmillos y bajaron la cabeza.

–Valiente Gárgola, dime tu nombre.

–… Gros.

–Gracias, Gros. Aunque eres un monstruo, te llamaré por tu nombre.

Se quitó el sombrero respetuosamente. Luego le entregó a Gros una joya púrpura.

–¿Qué es esto…?

–Un seguro. Es bastante probable que Bell, ese buen chico, no levante su Daga contra ti, incluso si lo atacas. Una persona por quien se preocupa profundamente activará este Item. Por favor atácala a ella primero.

La creadora de Ítems detrás de su Dios Principal se quedó sin aliento como si lo detestara.

Gros miró la joya.

–Entiendo…

Dijo, apretándola en la piel de piedra de su mano.

–La chica de la que estoy hablando probablemente está en la sección noroeste del Distrito Laberinto. Quiero que provoques el caos allí primero. Habrá muchos de esos humanos que tanto odias… pero te agradecería que no mataras a ninguno de ellos.

–Pides mucho…

Escupió Gros. Luego miró a Lyd y a los demás.

–Es una promesa. Salva a mis hermanos.


Le dijo a Hermes.

–Vamos, vamos, soy Hermes después de todo. Mantengo mi parte de cualquier negociación.

–No quiero escucharlo.

Dijo Gros, dándole la espalda al Dios y extendiendo sus alas.

Acompañado por otros tres monstruos alados que ofrecieron sus vidas junto a él, Gros volvió sobre sus pasos a través del pasaje subterráneo y despegó hacia el cielo del Distrito Laberinto.

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