Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 11

Capítulo 5: ¡Ultra Alma!

Parte 7

 

 

El primer choque de cuchillas arrojó una lluvia de innumerables chispas.

Aizu era, por supuesto, abrumadoramente más fuerte que Bell. Pero lo sabía desde el principio y lo compensó convirtiendo el peso de su golpe en fuerza centrífuga, lo que lo hizo girar.

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–¡¡Wiene, corre!!

Gritó mientras oscilaba la <Daga Hestia> en un agarre inverso en su mano derecha hacia Aizu una vez más.

La chica dragón abrazó el velo contra su pecho y se balanceó ante la expresión y la voz espantosas de Bell. Entonces, todavía al borde de las lágrimas, obedeció su orden.

Bell no tuvo tiempo de mirar hacia atrás mientras Wiene corría por el camino por el que habían venido. Ya que Aizu había bloqueado la <Daga Hestia>, él empujó la Daga carmesí en su mano izquierda hacia ella.

Pero la espadachín de ojos y cabello dorados la sacudió sin miramientos con un solo golpe de su espada.


–¡¡Agh!!

Bell apretó los dientes cuando Aizu fácilmente detuvo su golpe. De alguna manera, tenía que mantenerla inmovilizada aquí. Levantó ambas Dagas en preparación para un ataque doble, pero—

— ——

En el instante en que sintió algo desviar su Daga negra, una cortina dorada descendió frente a sus ojos.

Su mente se quedó en blanco. Solo un momento después comprendió lo que había sucedido.

Después de su movimiento defensivo, Aizu había saltado en el aire y había volado como una mariposa sobre su cabeza. La Daga roja de Bell solo encontró el aire mientras ella aterrizaba detrás de su espalda, con sus posiciones invertidas.

–¿¡Huh!?

Con cada uno de sus nervios tensándose, Bell se dio la vuelta. Aizu ya estaba corriendo detrás de Wiene. Siguió la dirección de su mirada.

¡Ella no me está mirando!

El dolor que había llenado su pecho se transformó en otra cosa—algo que encendió la boca de su estómago.

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¿Era ira? No, eso no. Era frustración porque la Aventurera a la que tanto admiraba ni siquiera se dignaba a luchar contra él.

Con todo su cuerpo irradiando calor, Bell corrió detrás de Wiene y Aizu.

《¿B-Bell-kun?》

El sollozo de Hestia crujió a través del <Occulus>. Debió haber descubierto lo que sucedió al observar sus movimientos en el Mapa Mágico. Como temía, Bell no se estaba acercando a Aizu. Parecía que la espada de Aizu llegaría a la espalda de Wiene antes de que las alcanzara.

¡Es inútil! Nunca llegare a tiempo. ¡Wiene será—!

Mientras la mirada de Aizu atravesaba la espalda de la chica dragón, Bell apretó sus manos en apretados puños, como si estuviera retorciendo su angustia.

Wiene miró hacia atrás mientras Aizu se acercaba a ella. Pero en el instante antes de que la <Princesa de la Espada> entrara en contacto con su presa, Bell dejó escapar un rugido desgarrador.

–¡¡Firebolt!!

Un rayo de fuego escarlata se precipitó a través del aire.

La Magia de Lanzamiento Rápido se precipito como un relámpago hacia Aizu, cruzando la distancia sin esperanza entre ella y Bell en un instante y bloqueando su progreso. Cuando chocó contra una pared y envió fragmentos de piedra en todas direcciones, la sorprendida Wiene desapareció detrás de una nube de polvo.

Él había disparado. Una vez más, había ido y había disparado.

La última vez fue en un Aventurero.

Esta vez fue en la persona que admiraba.

¿Qué estaba haciendo? No tenía idea, y esa confusión prácticamente lo llevó al borde de las lágrimas. Todo lo que sabía era que ya no podía dar marcha atrás.

Bell siguió corriendo, con el ceño fruncido. Cuando Aizu, aturdida, saltó hacia atrás para evitar el impacto, él voló hacia ella con su Daga levantada.

–¡Aizu-san, por favor escúcheme!

Gritó a través de su Daga, que ella había bloqueado con su espada.

Un absurdo vacío lo llenó cuando reconoció el contraste entre sus palabras y la urgente necesidad de oscilar su Daga hacia ella. Sus cuchillas resonaron juntas mientras detenían los golpes del otro.

–… No tengo nada de qué hablar contigo.

Dijo Aizu, negándose a mirarlo a los ojos. Con sus mejillas poniéndose rojas.

–¡¡Bueno, pues yo sí!!

Bell replico, como un pequeño niño petulante despreciado por su compañero de juegos.

Dio un paso hacia ella y ataco con la punta de su Daga, pero Aizu, frunciendo el ceño, repelió su golpe. Después de que fácilmente envió a Bell hacia atrás tambaleándose, una vez más fue tras Wiene.

–… ¡Kami-sama!

《¡Sí!》

El <Occulus> en su guantelete centelleó mientras Hestia lo guiaba por las calles.

Él nunca sería capaz de alcanzarla simplemente siguiendo a Aizu, así que buscó un atajo para llegar a la ubicación de Wiene en el Mapa Mágico.

La <Vouivre> había dado vuelta en una calle secundaria hacia una red de callejones tan enredados como una telaraña. Bell trepó por encima de la nube de polvo del <Firebolt> y aceleró a través de los techos, con la esperanza de llegar a la chica dragón—y a Aizu—por la ruta más corta posible. Desde lo alto, los edificios de la Calle Dedalo parecían balsas flotando en un océano en calma. Avanzando firmemente en medio de las olas de este océano imaginario, Bell aceleró a través de los alrededores. Después de unos momentos, vio el largo cabello dorado de Aizu volando por una calle estrecha.

Saltando hacia abajo desde los techos, aterrizó directamente frente a ella.

–¡…!

–¡Aizu-san!

Aizu se quedó congelada, mirándolo con asombro.

Estaban en un callejón estrecho sin calles laterales cercanas. Sus ojos dorados escanearon rápidamente su entorno. Cuando ella inclinó su esbelto cuello hacia atrás para mirar hacia arriba, Bell cerro la distancia.

¡Oh, no, no lo harás!

Estaba un paso por delante de Aizu, quien buscaba una ruta de escape por los techos. Él se lanzó hacia ella.

–… ¡…!

Sin otra opción, ella devolvió su ataque.

Por segunda vez, sus Dagas chocaron contra su espada.

–No quiero pelear contigo…

Aizu susurró, como si estuviera luchando por pronunciar las palabras.

–¡Tampoco yo!

Gritó Bell.

Solo unos meses antes, habían entrenado juntos en las murallas de la ciudad hasta que salió el sol, pero esta batalla se parecía muy poco a eso. Esto no era una batalla de practica

Empujando hacia abajo el dolor y ardiendo con angustia por su horrible situación, Bell le suplicó a Aizu por tercera vez.

–¡Aizu-san, te lo ruego, por favor escúchame! ¡Esa chica y los otros Xenos son—!

–Mi respuesta… es la misma.

–¡Ergh!

¿¡Por qué!?


Bell fulmino a Aizu, gritando en silencio por su negativa a siquiera escuchar.

Apretó sus Dagas.

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Canalizando todos los pensamientos y sentimientos que no podía comunicar a través de palabras en sus Dagas, la atacó con todas sus fuerzas.

–¡Hah!

–¿¡…!?

Las Dagas negra y carmesí brillaron frente a sus ojos.

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Era la <Furia del Conejo>, una serie de ataques extremadamente rápidos. La batalla estaba en marcha otra vez.

Las Dagas negra y carmesí trazaron destellos de luz a través del aire, y la espada de Aizu brilló en todas direcciones para defenderse. Como para reflejar su asombro, una extraordinaria fuente de chispas bailaba con la melodía del metal chocando. Los instintos físicos de Bell se aceleraron, dejando atrás el pensamiento consciente.

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Se estaba moviendo más rápido que nunca antes.

Bell lanzó todo lo que tenía a la persona que admiraba, moviéndose incluso más rápido que en sus últimas batallas contra Aventureros de Primera Clase como Friné y Dix.

–… ¡…!

La forma del callejón ponía a la espada plateada en una desventaja adicional. Era difícil mover la larga espada en la estrecha calle, y Aizu no podía aprovechar todo su alcance. La Daga de Bell, por otro lado, era especialmente efectiva.

Presionada fuertemente de principio a fin, Aizu tragó saliva y miró a Bell al rostro. Ella bloqueó su golpe final y saltó hacia atrás.

–¡*Huff, Huff*…!


El sonido del aliento de Bell resonó a través del callejón oscuro.

–…

Aizu bajó la mirada hacia su hormigueante mano.

–… Has mejorado, ya veo.

Dijo.

–¡…!

Bell la miró, sorprendido de que hubiera reconocido su habilidad. Pero los elogios tenían un inconveniente.

–Ya no puedo hacer concesiones por ti.

Le estaba dando a conocer el feroz ataque que estaba por comenzar.

— ——

La figura de Aizu se volvió borrosa. Lo único que Bell pudo distinguir fue el rastro de su largo cabello dorado.

Fue capaz de responder a su ataque solo a través de pura intuición e instinto; durante el entrenamiento, todo su cuerpo había aprendido el camino de su espada a través del aire mejor de lo que le hubiera gustado.

En el instante en que la Daga Hestia> hizo contacto con su espada, un impacto absurdamente poderoso lo abrumo.

–¿¡…!?

Su brazo derecho fue lanzado hacia arriba con la fuerza suficiente para arrancarlo, o eso sintió. Fue un milagro que no perdiera su agarre sobre su Daga.

El contorno borroso dorado y plateado no disminuyó. Aizu giró como un torbellino, con su espada resplandeciendo como si estuviera poseída por una fuerza sobrenatural mientras cortaba las paredes de la estrecha calle como mantequilla.

Su siguiente golpe de giro inhumanamente rápido no le dejó tiempo a Bell para responder ni para defenderse.

Se acabó. Dos golpes. Eso es todo lo que necesitó.

El instinto de Bell como Aventurero le dijo que la muerte estaba cerca.

–…

Su cuerpo no se partió en dos.

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Un instante antes de que su espada hiciera contacto, Aizu frunció el ceño y movió su muñeca hacia un lado.

–¡¡Gah!!

El lado sin filo de la espada de Aizu golpeó las costillas de Bell y lo arrojó contra la pared directamente a su lado. Cuando su hombro se estrelló contra la piedra, el mundo nadó ante sus ojos. Se sintió mareado y con náuseas.

Se dejó caer de rodillas sin poder hacer nada, viendo cómo las botas de Aizu pasaban calmadamente frente a él.

–¡No…!

Decidido a detenerla, les ordenó a sus temblorosas rodillas que se levantaran.

Convocó cada pisca de energía de su cuerpo y se levantó.

Aizu se detuvo y se giró para mirarlo. Ocultando su emoción al ver la invicta voluntad de luchar en los ojos rojos del chico, blandió su espada con una expresión fría.

–Aquí voy.

Dijo.

En el siguiente instante, un torbellino de ataques de espada se materializó ante los ojos de Bell.

— —¿¡Huh!?

La <Princesa de la Espada> había desatado un verdadero ataque de cuchilladas continuo.

Como para devolverle algo similar al ataque de Bell unos momentos antes, Aizu comenzó a realizar su danza de espada. Levantó reflexivamente su Daga, pero no tuvo tiempo de interceptar su espada. Si lograba bloquear un golpe, cinco más llovían sobre él. La armadura de doble Adamantita que Welf había forjado para él resonaba una y otra vez con ensordecedores ruidos metálicos. Si hubiera estado golpeándolo con el filo de su espada en lugar del borde romo, hubiera muerto desde hacía mucho por el ataque abrumador. Su campo de visión estaba completamente lleno con la inclinación plateada de su espada. Mientras Bell se tambaleaba en el borde de la conciencia por el dolor y la fuerza de sus golpes, se dio cuenta de algo.

Aizu era más fuerte que Friné y más rápida que Dix. Ella estaba más allá de la comparación. Esos Aventureros de Primera Clase que le habían causado tanto sufrimiento palidecieron en su memoria.

Lo sabía.

Lo sabía, pero—

¡Esta chica es más fuerte que nadie!

La brillante espada corto bajo su peto con un silbido del viento, levantando a Bell en el aire.

Un momento después se estrelló contra los adoquines y quedó boca arriba.

–Ah… oh…

Mientras el mundo se oscurecía a su alrededor, Bell vio que Aizu bajaba los ojos y le daba la espalda. El dolor ardiente que se apoderó de su cuerpo entero le impidió extender su mano, mientras parecía alejarse de él. Una y otra vez intentó levantarse, pero su cuerpo solo temblaba.

En su mirada borrosa, el cielo nocturno se veía muy, muy lejos.

… Siento que he visto antes este lugar…

A medida que su cuerpo se hundía en la tierra después del bautismo de la persona que admiraba, su conciencia vacía recordó una escena irrelevante.

La duda comenzó a asomarse en su mente sobre el callejón, que desde el principio parecía familiar.

¿Cuándo fue? ¿Dónde estaba?

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Él no podía pensar con claridad.

《¿¡Bell-kun, Bell-kun!?》

La voz de Hestia reverberó en su conciencia justo cuando estaba a punto de hundirse en la oscuridad.

Pensó en la expresión triste de Aizu y las lágrimas de Wiene.

Cerró los ojos una vez, luego arqueo sus cejas y rascó los adoquines con los dedos.

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