Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 10

Capítulo 9: El Sueño del Monstruo

Parte 3

 

 

–Recién llegados… ¡Han venido más habitantes de la superficie!

Casi al mismo tiempo, a una gran distancia de la batalla de Lyd y Bell—

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La Gárgola Gros estudiaba el flujo de la batalla desde detrás de la línea de los Xenos.

Sus ojos se estrecharon hacia Ryuu y Aisha, fulminándolas con odio mientras sus camaradas caían en desorden.

— —Gros!

–¿¡Fels!?

Gros se giró hacia un lado al escuchar su nombre.

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Fuera de la vista de los Aventureros, el Mago con túnica negra apareció en la sombra de un pilar de cristal.

Apartando el velo para desactivar la invisibilidad, Fels llamó a la Gárgola volando en el aire.

–¡¡Pon fin a esta batalla de una vez!! ¡Nuestro conflicto no tiene sentido!


–¡¡No!! ¡Si nos retiramos ahora, esos Aventureros nos matarán!

–¡Te lo prometo, no permitiré que eso suceda! ¡Por favor escucha—!

El choque de metal y los rugidos de la batalla ahogaban la conversación.

Fels le suplicó al líder de Xenos, desesperado por convencerlo de ver la razón dentro del caos, pero…

–¡¡Entonces haz que los Aventureros se retiren!! ¡Rescataremos a nuestros camaradas!

–¿¡…!?

–¡Prometes con palabras, muéstrame acciones!

Fels no tenia una respuesta inmediata a la demanda de Gros desde arriba.

La Gárgola miró al Mago, luego rugió con una explosión de ira como si ya supiera la respuesta.

–Eso es imposible, ¿¡Verdad, Fels!? ¡¡Porque en el fondo, estás de su lado!!

–… ¡…!

–¡Debes poner a los humanos primero, no a nosotros! ¡¡Nunca podrías entender nuestra rabia!!

Habían pasado casi quince años desde que Fels había tenido el primer contacto con los Xenos.

Había tomado muchas conversaciones en esos largos años para establecer la confianza.

Sin embargo, la Gárgola estaba tan consumida por la ira que había olvidado el vínculo que compartían.

–¡No me dejare influenciar por tus dulces palabras!

–¡Gros, yo…!

–¡¡Ya es demasiado tarde!!

Gros le dio la espalda a Fels como para indicar el final de la conversación y ahuyentar lo último de sus dudas.

Se adentró más en el bosque, con su garganta color gris ceniza abierta y palpitante.

— ——————¡¡OOo!!

Era un rugido dirigido a sus compañeros Xenos.

Llamó a sus compañeros que luchaban en el bosque con un sonido que los oídos humanos no podían distinguir.

Era una orden para buscar a sus camaradas y seguirlo.

—¡Rei, mantén a los humanos distraídos!

—Entendido.

La Gárgola hizo contacto visual con otra Xenos volando en el aire, la Siren con plumas doradas, justo antes de abandonar el campo de batalla.

Rei, cuyo rostro estaba tan cubierto de sangre y lleno de ira como el de los otros Xenos, condujo a un grupo de sus camaradas a la refriega por el rabillo de su ojo, y Gros volvió su atención hacia el extremo este del bosque, su destino.

***


 

 

–¡Lyd…!

En un pequeño claro a una gran distancia del campo de batalla bordeado de árboles—

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Bell y Lyd estaban cara a cara en un claro rodeado de troncos de árboles gruesos y altos cristales azules y blancos.

–¿Por qué…? ¿¡Por qué viniste aquí, Bellchi…!?

Los rugidos de la batalla se escuchaban en la distancia.

Nada se interponía entre ellos en este lugar que Lyd había elegido para su discusión.

En cualquier caso, él no quería que su reunión fuera así.

Sosteniendo una Cimitarra y una Espada Larga, el Hombre Lagarto estrechó sus reptilianos ojos amarillos como si tratara de soportar un gran dolor.

–Escuché… ¡Escuché que Rivira, la ciudad de los Aventureros, había sido destruida por monstruos con armas…! ¿Realmente… fueron los Xenos? ¿Ustedes lo hicieron?

–… Sí. La atacamos.

Ante esas palabras, Bell recordó el rostro de una chica con el corazón roto.

–¿¡Pero por qué!?

–Mis camaradas fueron asesinados… por Aventureros en esa ciudad. No, por los cazadores.

Sus ojos rojo rubí se abrieron de par en par.

Lyd continuó, fortaleciendo el asalto verbal hacia el inmóvil chico.

–¡Esos humanos también se llevaron a Wiene y Fia…!

La sangre de Bell se convirtió en hielo.

¿Los cazadores—la <Familia Ikelos>—habían capturado a Wiene?

La inquietante sonrisa del Dios Ikelos apareció en la mente de Bell.

La posibilidad lo había estado devorando desde el principio, y ahora sabía que era verdad.

Torrentes de sudor frío salieron de su piel.

–Lo siento, Bellchi… al final resulto que somos como dicen las razas de la superficie: monstruos.

–¿Huh…?

–Traté de detenerlos, a todos. ¡Pero no sirvió de nada!

No pudo evitar que Wiene fuera secuestrada y no pudo detener a sus camaradas.

Lyd ofreció una disculpa, ahogándose en su propia inutilidad. Sin embargo, una poderosa resolución pronto tomó su lugar.

–Pero no solo son ellos. ¡¡Estoy tan furioso!! ¡No puedo controlar… la ira…!

Bell se quedó sin aliento cuando vio los iris del Hombre Lagarto dividirse en dos, lo blanco de sus ojos se inyectaron en sangre y volvieron a su forma natural.

–¡¡Tengo sed de venganza, de matar a los que mataron a mis camaradas…!!

Bell podía ver cómo cada músculo del cuerpo del monstruo se contraía, como si se estuviera preparándose para atacar y vengarse ahora mismo.

Los ojos de Lyd palpitaron, y Bell se dio cuenta de que sus instintos de monstruo se estaban apoderando de él.

Se perdió a si mismo por un momento y retrocedió involuntariamente. Bell intentó desesperadamente forzar a sus músculos a mantenerse en su lugar.

—Pero eso es…

Lo mismo que los humanos

Los humanos también ardían con indignación si algo les sucedía a sus amigos y aliados.

Todas las emociones que corrían a través de Lyd y los otros Xenos en este momento no eran de monstruos.

Bell abrió la boca para expresar sus pensamientos con palabras, pero no salió nada. Esos pensamientos permanecieron en silencio, enterrados en su corazón.

–Nuestros camaradas están aquí, en el bosque del este.

–… ¡…! ¿Como lo—?

–Forzamos a hablar a un cazador en la ciudad; dijo que hay una puerta por aquí. Vamos a rescatar a Wiene y a Fia.

Bell estaba aturdido, pero tenía sentido. Todas las acciones aparentemente extrañas de los Xenos ahora tenían sentido.

Había tanto en lo que tenía que pensar.

Sin embargo, en este momento, la capturada Wiene era lo primero.

— —Lyd, yo también voy.

Justo cuando las palabras salieron de su boca—

–¡¡Quédate atrás!!

Lyd oscilo la Espada Larga, cortando el suelo a sus pies.

Bell inmediatamente protegió su rostro con sus brazos de la inminente ola de rocas y polvo.

–… ¡…!

Bell tuvo que tragarse su sorpresa tan pronto como su visión se recuperó.

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Una grieta larga y profunda había aparecido en el suelo entre él y Lyd, separándolos a ambos.

Una barrera visual que mantenía separados sus mundos.

–Bellchi, no cruces. Regresa.

–¿Lyd…?

–Estamos acabados. No hay recuperación de lo hecho. Nuestros sueños nunca se harán realidad.

El Hombre Lagarto dijo, apretando su agarre en ambas espadas. Toda esperanza estaba perdida.

–¡Pero, aun así, no nos detendremos ante nada para liberar a nuestros camaradas…!

Sin embargo, el espíritu de lucha en sus ojos aún brillaba.

–Recuperaremos a Wiene y a Fia… Así que, Bellchi, aléjate de esto.

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–… ¡…!

–Si te ven con nosotros, también estarás acabado. Todo esto es culpa nuestra. No quiero involucrarte.

Por favor, no cruces esa línea.

Lyd lo estaba alejando.

Estaba tratando de mantenerlo alejado del camino hacia la ruina.

Estaba tratando de mantener a raya su ardiente odio por las personas de la superficie.

Tenía miedo de ser traicionado.

Bell no podía moverse bajo la mirada de esos reptilianos ojos amarillos, contorsionados por el dolor.

No, él no se movió.

No podía estar de acuerdo con lo que decía el “monstruo”.

–… ¿Qué estás esperando, Bellchi? ¿¡Qué tal si te ven!? ¡¡Vuelve a la superficie, vuelve a Lilichi y al resto!!

Bell se mordió el labio, intentando controlar su tembloroso cuerpo con la furiosa voz de Lyd en sus oídos.

Le temblaban las rodillas, su mirada estaba fija en la de Lyd, y no iba a apartar los ojos de él.

La luz del cristal brillo en las Espadas del Hombre Lagarto, quemando sus ojos.

Cuando los lejanos ecos los alcanzaron—la Gárgola había abandonado la batalla.

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–¡Eres humano, Bellchi! ¡¡No pierdas el tiempo preocupándote por los monstruos!!

–Lyd…

–¡Vete!

–¡Lyd…!

–¡¡Sal de aquí!!

–¡Aun así, yo—!

Bell dio un paso más cerca, sobre la grieta en el suelo. Lyd no lo dejó terminar.

–¡¡OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!

Un escalofrío de miedo viajó por su espalda ante el monstruoso rugido.

El rostro del chico se contorsionó, su espíritu se rompió cuando el Hombre Lagarto rugió su rotunda negativa.

— —¡Cranel-san!

–¡…!

–¡…!

Una voz aguda se escuchó; una delgada Espada de Madera brilló entre ambos inmediatamente después.

Lyd esquivó hábilmente el ataque apuntando en su dirección, saltando hacia atrás mientras una Aventurera encapuchada que llevaba una capa rota aterrizaba frente a Bell.

El Hombre Lagarto le echó un vistazo a la Elfa que protegía al chico antes de darse la vuelta y salir corriendo en la otra dirección.

Bell se quedó atrás, viendo cómo esa gruesa cola desaparecía entre los árboles.

–¿Está herido, Cranel-san?

–… ¿Ryuu… -san? ¿Por qué…?

–Proporcionaré detalles en un momento posterior. Por ahora, es peligroso proceder por tu cuenta. Reagrupémonos con la <Familia Ganesha> por el momento.

Ryuu, quien había seguido el rugido de Hombre Lagarto hasta el claro, se dio vuelta para irse.

Aunque Bell vio que su capa fluía de su espalda, se mantuvo firme, como si sus pies estuvieran clavados en el lugar… y miró hacia abajo.

–¿Cranel-san?

Al darse cuenta de que el chico no la seguía, la Elfa se giró hacia él.

–Lo siento, Ryuu-san…

Entonces Bell levantó la mirada para encontrarse con la suya.

–Ese monstruo… iré tras ese Hombre Lagarto.

–¡…!

Ryuu retrocedió sorprendida bajo su capucha mientras él gritaba lo que había en su corazón.

–¡Yo… tengo que seguir a ese Hombre Lagarto…!

El chico podría haber estado al borde de las lágrimas, pero no había vacilación en los ojos de Bell.

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Ryuu se quedó en silencio ante él.

–¿Puedo saber tu razonamiento?

–….

Bell respondió con silencio cuando ella finalmente habló. Ryuu lo estudió, sin pestañear.

Sus ojos azul cielo sondearon sus ojos rojo rubí.

–¿No has sido arrastrado al sucio complot de <Evilus>… de la <Familia Ikelos>? Eso es lo que escuche.

–¡…!

–No has sido tú mismo últimamente. Seal está preocupada… al igual que yo.

–….

–Tu razonamiento para perseguir a ese monstruo es un misterio para mí. Sin embargo, yo… no quiero que te involucres con esa <Familia>.

Con los ojos llenos de desenfrenada emoción, Ryuu extendió su mano derecha hacia el chico como si sintiera peligro, como si temiera lo que estaba por venir.

Justo como en ese día cuando se dieron la mano en este mismo Piso.

–¿No vas a volver a la superficie?

Bell no apartó la vista.

Se apartó de la mano tratando de detenerlo.

Ese paso lo llevó a través de la grieta en el piso, trayendo recuerdos dolorosos de cómo llegó allí—y así Bell se retiró de Ryuu, justo como Lyd había hecho con él hace unos momentos.

–Ya veo…

Un segundo silencio cayó. Ryuu apartó la mirada del chico ferozmente determinado.

A Bell le dolía rechazar a alguien tan amable, pero sabía que tenía que soportarlo. Repentinamente, un ruido increíblemente poderoso desde el campo de batalla sopló a través de los árboles.

La canción de destrucción de una Siren estaba protegiendo el flanco trasero de los Xenos.

Ryuu entrecerró los ojos ante la ráfaga de sonido que era mucho más poderosa y dañina que todas las anteriores que habían recibido.

Luego hizo contacto visual con Bell una vez más.

–Te has convertido en un verdadero Aventurero.

–Ryuu-san…

–Cualquier intento de detenerte sería inútil. Síguelo.

Ryuu sacó una pequeña bolsa de su cintura mientras hablaba.

Luego procedió a sacar una gran variedad de pociones superiores y otros Ítems de curación.

–Sin embargo, iré justo detrás de ti… una vez que el equipo de subyugación esté fuera de peligro.

Ella añadió.


Bell no podía rechazarla.

No tenía más remedio que aceptar.

–Muchas gracias… y lo siento.

Bell despegó en una carrera.

Sintió que Ryuu corría en la dirección opuesta detrás de él mientras apretaba el cordón de la bolsa y corría hacia adelante.

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