Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 10

Capítulo 9: El Sueño del Monstruo

Parte 14

 

 

En otro lugar en ese momento—

Un hombre había logrado desaparecer durante la masacre de la <Familia Ikelos>.

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Después de deslizarse por el suelo de piedra para evitar la atención de los Xenos, había caído por los escalones de piedra.

–Diiiix… ¿Adónde fuiste? Salvameee… Malditos sean esos monstruos… Lo pagarán…

Se aferraba a un orbe fabricado en su mano derecha y una punta de Lanza carmesí cortada en su izquierda.

El humano grande había perdido la mitad izquierda de su rostro, incluido su ojo. Murmurando delirantemente para sí mismo, el hombre se adentró en el laberinto.

***

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Gotas rojas golpeaban el suelo, resonando a través del aire.

Un hombre avanzaba a través de los oscuros pasillos de <Knossos>, con su camino marcado por manchas de sangre.

–¡Agh, ardan en el infierno, ow…!

Con el rostro retorcido en una monstruosa expresión, Dix apoyó su cuerpo sangrante y descargó su ira y frustración pateando una estatua minuciosamente tallada que estaba al final del pasillo.

Dix, capaz de viajar a cualquier lugar en <Knossos> a voluntad gracias a su <Ojo Dedalo>, había estado moviéndose desde que escapó de la cámara principal. Después de haber sido forzado a leer los planos dibujados en el Diario de Dédalo hasta que lo enfermó, conocía estos complejos pasillos como la palma de su mano.

Ahora se dirigía hacia la sede de su <Familia>, la base subterránea donde todo tipo de Ítems de Curación lo estaban esperando y donde podría descansar.

–¡Todos esos monstruos y ese estúpido chico…! ¡Los mataré incluso si es lo último que hago…!

Aparte de él, la <Familia Ikelos> había sido aniquilada. Cada Xenos que capturaron les había sido arrebatado.

Jurando en furiosos susurros que les devolvería diez veces lo que habían hecho después de encontrar una manera de salir de este lío, Dix fulmino a la oscuridad con ojos inyectados en sangre.

–… ¿…?

Dix se detuvo de repente.

Algo parecía diferente sobre el laberinto que siempre había llamado hogar.

Era como si el aire estuviera vibrando, como si la silenciosa tranquilidad tratara de advertirle, como si hubiera entrado en el verdadero Calabozo. Las Lámparas de Piedra Mágica eran pocas y distantes, parpadeando como velas.

Habiendo pasado por varias puertas de Oricalco, Dix se había sentido seguro sabiendo que nunca podría ser encontrado. Pero ahora, mientras continuaba su escape, un escalofrío le recorrió la espalda.

Imposible, no puede ser, las puertas están cerradas, no hay manera—

Una mirada penetrante le perforaba la espalda. Mientras su ansioso latido del corazón se intensificaba, Dix estaba corriendo antes de darse cuenta.

El punzante dolor atravesando sus extremidades no importaba. Jadeando, trató de escapar del escalofrío que amenazaba con envolverlo. Sin embargo, no podía ganar terreno. Fue entonces cuando notó el rastro de sangre detrás de él, pero esconderlo no haría ninguna diferencia. Lo que fuera que enviaba el escalofrío a través del laberinto permanecía cerca como si estuviera siguiendo su olor.

Tan pronto como Dix cerró la puerta siguiente detrás de él, escuchó una puerta diferente abriéndose en algún lugar a lo lejos. La sombra invisible de su perseguidor se acercaba cada vez más, acorralándolo.

–… ¿¡…!?

A pesar de que estaba siguiendo la ruta grabada en su memoria, cada esquina y cada pared comenzaron a verse igual. Miedo y pánico lo invadieron mientras la realidad y la ilusión se mezclaban, distorsionando sus sentidos.

La obsesión de Dédalo, este mundo caótico de un arquitecto aclamado, mostró su verdadero rostro. Este laberinto hecho por el hombre, capaz de desorientar absolutamente a cualquiera, arrastró al hombre a una pesadilla interminable. ¿El perseguidor venía desde atrás o se acercaba desde el frente? Dix ya no podía decirlo.

Su confianza se había ido.

La comodidad de saber que, sin importar lo que se interpusiera en su camino, su Maldición le permitiría escapar había sido destrozada. Eso era lo mucho que su situación—este algo siempre acercándose—lo había sacudido. Ruidosas campanas de advertencia teñían sus pensamientos de rojo.

Dix arrojó orgullo y dignidad a la basura y se echó a correr.

Entonces—

— ——

Dix se detuvo de repente.

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Lo que vio directamente frente a él, en medio de un pasillo aparentemente normal, no lo dejó continuar.

Era un pasaje de piedra fría, tan envuelto en la oscuridad que era imposible ver el otro lado.

Esa oscuridad se onduló.

Lo que emergió hizo que los ojos rojos de Dix se pusieran vidriosos.

Era como un Jefe de Piso del Calabozo que había estado residiendo en los pasillos más profundos del laberinto, esperando un sacrificio.

Un monstruo negro—un toro negro—separó la oscuridad y apareció ante los ojos de Dix.

–… Vamos… Debes estar jodiendome.

Dix había cometido el error de verse tan atrapado en pensamientos de odio y venganza que había perdido la capacidad de tomar decisiones tranquilas y racionales.

Como olvidar que el enemigo tenía su propia llave.

Pero aún más que eso, su error de cálculo más grave fue no saber de la existencia de esta cosa.

*Huff, huff*

Bruscas respiraciones chocaron contra los tímpanos de Dix.

Un paso, luego otro. La piedra se agrietaba bajo sus pies mientras el monstruo se acercaba, pero los pies de Dix no se movían.

Una luz premonitoria se reflejaba en la Labrys salpicada de sangre, sujetada en la mano izquierda de roca de la bestia.

–¿¡De dónde demonios vienes, MONSTRUOOOOO—!?

Una sombra oscura cayó sobre Dix mientras el hombre agitaba sus brazos y gritaba de terror.

Un instante después—*¡¡Thud!!*

Ese fue el final.

Incapaz de activar su Maldición, la guillotina aproximándose reclamó su vida al instante.

La muerte del hombre miserable y violento no pudo llegar lo suficientemente pronto.

El monstruo pasó junto a la sangre salpicada y los trozos de carne aplastada, continuando su camino.


Se apresuraba a unirse a sus camaradas.

Como si estuviera muriendo de hambre por una buena batalla.

***

 

 

–¡Bell Cranel!

Una larga y larga escalera se extendía hacia arriba hasta donde alcanzaba la vista. Solo escalones de piedra subiendo y subiendo, aparentemente hacia el infinito. Fels había alcanzado a Bell, con su túnica negra fluyendo, mientras el chico subía corriendo el equivalente a diecisiete Pisos de escaleras del Calabozo.

–Tu cuerpo no está en condiciones para esto. Estás más allá de agotado.


–F-Fels-san…

Fels le advirtió a Bell, recordándole el considerable daño que había sufrido durante la batalla en la gran cámara de abajo.

Eso era cierto. Ya que Bell no podía moverse como él quería, Fels había logrado igualarlo a pesar de su ventaja inicial.

–Puedes seguir corriendo, pero espera un minuto.

Fels puso una mano enguantada sobre Bell mientras el chico respiraba con dificultad.

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–<Báculo de Pius, luz de Pione. Intersecta con la autoridad de sanar y cura todo>.

Los patrones intrincados del guante brillaban como el báculo de un Mago mientras aparecía un círculo mágico blanca a sus pies. Era un <Canto Concurrente> perfectamente ejecutado.

Bell observó sorprendido mientras Fels entonaba el hechizo.

–<Dia Panacea>.

Esferas de diferentes colores de luz brillante envolvieron a Bell. Se maravilló cuando las heridas que cubrían su cuerpo desaparecieron, su puño roto se curó, e incluso su fatiga desapareció en el aire.

–¿Qué es esto…?

–Magia Curativa que alivia todo tipo de heridas y dolencias, similar a un Elixir.

La Magia de alto nivel había restaurado por completo el cuerpo de Bell.

–¡Muchas gracias, Fels-san!

Bell, lleno de vitalidad una vez más, le dirigió algunas palabras de gratitud a Fels y aceleró.

Fels repentinamente fue dejado atrás mientras el chico subía la escalera ocho pasos a la vez como un conejo.

–¿¡En serio…!?

Ante la notable agilidad del chico, las palabras de los Dioses y Diosas escaparon de Fels.

–¡No puedo seguir el ritmo…!

El Mago gimió mientras Bell movía sus brazos con imprudente abandono.

–¡Wiene…!

El crujido de rocas rompiéndose se escuchó en la distancia.

La luz brillaba desde muy arriba, indicando que el monstruo había alcanzado la superficie.

***

 

 

El sol poniente se acercaba a la muralla de la ciudad en el oeste, diciéndoles a los ciudadanos de Orario que la noche estaría encima de ellos en unas pocas horas.

La <Familia Hestia> había llegado al bloque sureste de la ciudad bajo el cielo azul y entró en la calle Dédalo.

–No sirve de nada. No hay pistas en ninguna parte…

–Puede estar sobre la superficie, pero este lugar es más parecido a un Calabozo que el real.

–W-Welf-sama, no tengo la menor idea de lo que estás diciendo…

Mientras el grupo avanzaba a través de las ennegrecidas calles de ladrillo, Mikoto escaneaba sus alrededores, Welf se rascaba la cabeza, y Haruhime comenzó a sudar bajo su kimono mientras cada uno hablaba alternadamente.

–Ayudante-kun, parece que preguntar por todos lados es una causa perdida. Incluso los rumores que suenan prometedores terminan contradiciéndose unos a otros.

–Lili nunca pensó que esto iría sin problemas, pero…

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Hestia y Lili, quienes habían hecho todo lo posible para recopilar información de los lugareños, intercambiaron miradas.

Después de separarse de la <Familia Soma>, habían llegado a la Calle Dedalo como Zanis había sugerido. El grupo había hecho todo lo posible para seguir incluso las más débiles sombras de monstruos, pero en su lugar se perdieron en el complicado y entrelazado diseño de los barrios marginales.

Las escaleras subían y bajaban, conectando con un revoltijo de casas y pequeños edificios. Construido principalmente con ladrillos, no había orden ni concierto con el tamaño o la altura de cualquiera de las estructuras agrupadas. Era como si la <Familia> estuviera atrapada en una ilusión óptica, un laberinto infinito de caminos y escaleras dentro de una ciudad encerrada.

–Estoy segura de que Bell-kun siente lo mismo… pero no tengo muchos buenos recuerdos de la Calle Dédalo.

Mirando los ladrillos mientras los recuerdos regresaban, Hestia entrecerró sus ojos azules.

Al doblar la esquina en una calle diferente, el grupo reviso un letrero Ariadne en una pared de ladrillo rojo para verificar su ubicación antes de continuar.

— —¡…!

–Hey… ¿Qué fue eso?

Mikoto y Welf fueron los primeros en notar algo extraño.

Se giraron tan bruscamente que asustaron a Hestia, y las orejas de Renart de Haruhime se pusieron de punta un momento después. Lili se quedó sin aliento un segundo después de eso.

La mente de la Diosa corrió, tratando de descubrir por qué sus dependientes se habían puesto tan nerviosos repentinamente—cuando un coro de gritos volvió a sonar en la distancia.

–¡¡…!!

–¡Vamos a movernos!

–¡Sí!

Justo cuando Hestia descubrió lo que estaba pasando, Welf y Mikoto lideraron al resto de la <Familia Hestia> mientras corrían a toda velocidad. El grupo luchó contra el flujo para llegar al origen, chocando con los residentes en pánico y gritando mientras pasaban.

Entonces, una vez que dieron vuelta en otra esquina—

–¡Whoa…!

–¿¡Un monstruo!?

Una criatura que se asemejaba a una Lamia estaba fuera de control.

Incluso en la Ciudad Laberinto, esto era inaudito. A uno de los edificios adyacentes a la calle ancha le faltaba una esquina, y los escombros estaban esparcidos por el suelo. La escamosa piel color blanco azulado del monstruo estaba llena de fragmentos de piedra, prueba de que ya había destruido varias paredes.

Muchos ciudadanos aún tenían que escapar de la espesa nube que cubría la zona.

Por supuesto, la única <Familia> o Aventureros en la escena era la <Familia Hestia>.

–¿Así que un monstruo escapó de la base enemiga…? Eso tendría sentido, ¿No?

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–… E-Espera, por favor espera. Eso es…

El monstruo en el suelo estaba temblando cuando Welf desenvaino su Gran Espada, mientras que Mikoto levantaba su larga Katana, <Kotetsu>, y hablaba con voz temblorosa.

Ella activó su habilidad, <Yatanokurogarasu>, en el instante en que escuchó el alboroto. Entonces, a pesar de que no podía verlo bien, le dijo al grupo que habían encontrado al monstruo antes.

Lili se congeló una vez que el rostro del monstruo finalmente apareció desde lo más profundo de la nube de polvo, susurrando su nombre con los ojos pegados en su cuerpo.

–… Una <Vouivre>.


— —“ “ “ “¿¡…!?” ” ” ”

Welf, Mikoto, Haruhime y Hestia jadearon al unísono.

Entonces lo vieron.

Un agujero antinatural—donde debería estar la joya granate—en la frente.

–¡No puede ser…!

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