Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 10

Capítulo 7: El Rey de la Atrocidad

Parte 6

 

 

–….

La chica de cabello y ojos dorados y el chico de cabello blanco intercambiaron unas pocas palabras antes de regresar a la superficie juntos.


Un Mago con túnica negra observaba en silencio cómo se desarrollaba la escena a través de un cristal azul
colocado encima de un pedestal.

–¿Ha pasado algo, Fels?

–… No.

Fels respondió bruscamente a la pregunta de la profunda voz desde debajo de la capucha negra de su túnica.

Esta era la <Cámara de las Oraciones> debajo de la Sede del Gremio.

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Las cuatro antorchas encendidas en medio de la habitación eran todo lo que mantenía a raya la oscuridad en el espacio de piedra. Directamente en el centro de este aparentemente antiguo templo había un imponente y majestuoso altar con un Dios igualmente majestuoso sentado sobre él como si fuera un trono—Urano.

–Entonces, no ha habido movimiento debajo de Babel.

–Lamentablemente no. Estos cazadores… No ha habido ni una sola señal de que la <Familia Ikelos> haya pasado por la torre.

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Fels asintió, confirmando los pensamientos de Urano.

Fels tenía un “ojo” colocado sobre el foso que conducía al Calabozo debajo de Babel en forma de un cristal azul esférico escondido en la obra de arte que adornaba el techo del sótano de la torre.

Era un <Occulus>, uno de un conjunto de cristales gemelos creados por <Fels el Tonto>, una vez conocido como el Sabio.

Cada cristal podría mostrar lo que su gemelo estaba viendo y escuchando. Era el único Item Mágico en existencia capaz de comunicación a larga distancia. Fueron extremadamente difíciles de hacer; Fels había tenido problemas debido a carecer de los materiales correctos a la mano, y la tarea había requerido un nivel de dominio que incluso <Perseo> aún no había logrado. El Mago también le había proporcionado uno de estos Ítems Mágicos a su Búho Familiar que había sido rescatado de la muerte para reemplazar su ojo perdido.

Fels usaba el poder de este <Occulus> móvil para literalmente mantener un ojo sobre los proscritos y los Aventureros en la lista negra—similar a cómo había vigilado a Wiene mientras estaba en la superficie.

Estas actividades eran un secreto tan bien guardado que los subordinados de Urano—en otras palabras, los propios empleados del Gremio—ni siquiera sabían que Fels existía. Ignorando transgresiones menores o incidentes aislados, el Mago vestido de negro había estado vigilando la Ciudad Laberinto durante muchos años para asegurarse de que Orario y el Calabozo no empeoraran.

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–No ha habido nuevos desarrollos, Urano. A pesar de conocer la verdadera identidad de nuestros enemigos, rastrearlos ha resultado imposible.

Gracias a los esfuerzos de la <Familia Hermes>, estaban casi seguros de que los cazadores responsables de vender monstruos en el mercado negro pertenecían a la <Familia Ikelos>.

Fels había utilizado un <Occulus> para observar la entrada del Calabozo durante el reciente viaje a la Aldea Oculta de los Xenos hace dos días. A pesar de la vigilancia constante desde entonces, no se vieron avistamientos de Aventureros de la <Familia Ikelos> pasar por allí.

Los movimientos de los cazadores permanecieron en la oscuridad, como si se estuvieran riendo de los esfuerzos de Fels.

–Puesto que no han regresado a Babel, todavía están en las profundidades del Calabozo o escondidos en Rivira… Pero, de nuevo, eso parece poco probable.

El corazón del problema era cómo pudieron evitar los ojos de Fels mientras sacaban a los Xenos capturados a la superficie y los sacaban de contrabando fuera de las paredes de Orario.

Solo una posibilidad le venía a la mente.

El Mago con túnica negra se apartó del cristal azul en el pedestal y miró hacia arriba para hacer contacto visual con el Dios en su asiento en el altar.

Haciendo el mejor intento de hablar con voz tranquila y concisa, Fels lo planteó claramente.

–Debe ser lo que sospechábamos desde hace un tiempo… Hay otra entrada del Calabozo, separada de Babel.

–…

–Como pensamos, nuestros enemigos que secuestran monstruos no están operando desde una base ubicada en la superficie—

*Creak*

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Chispas se dispersaron de las antorchas.

Los puntos de luz cayeron al suelo de piedra mientras el silencio descendía sobre la <Cámara de las Oraciones>. En la penumbra, Fels y Urano intercambiaron miradas pero no palabras.

–¿Cuál es la situación de los Xenos?

Finalmente, Urano habló de nuevo.

El guante negro cubierto de intrincados diseños de Fels desapareció entre los pliegues de tela oscura.

–Creo que están en camino a una Aldea Oculta separada como estaba planeado… Sin embargo, aún no he recibido noticias de Lyd confirmando su llegada.

Otro cristal de la misma forma que el del pedestal apareció de las túnicas de Fels.

Estar en la superficie no evitaba que el Mago mantuviera contacto regular con los Xenos, gracias a otro conjunto de <Occulus>. El Item Mágico servía como un importante enlace que le permitía a Fels mantener las comunicaciones donde quiera que estuvieran en el Calabozo, así como también crear rápidamente misiones para investigar y/o eliminar <Irregulares>.

Sin embargo, el <Occulus> tenía un inconveniente, el cual era que solo podía interactuar con su gemelo emparejado. En otras palabras, Fels necesitaba un par de cristales por separado para cada ubicación que requería vigilancia y para cada persona que requería una línea de comunicación. Era engorroso en el mejor de los casos. De hecho, la túnica de cuerpo entero de Fels estaba llena de cristales.

A los Xenos se les habían dado varios conjuntos de <Occulus> para usar, pero su líder, Lyd, portaba el único que estaba conectado a la superficie.

Fels agarró un cristal amarillo e intentó mirar dentro—y se congeló abruptamente.

–¿Cuál es el problema?

Urano preguntó, sintiendo que algo andaba mal.

Después de una larga pausa, el Mago con túnica negra finalmente habló con voz temblorosa.

–El cristal de Lyd se ha oscurecido…

***

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Un violento sonido cortó a través del aire.

El cristal amarillo se estrelló contra el suelo y se hizo añicos.

— —¿¡Qué estás haciendo, Gros!?

La voz sorprendida y enojada de un Hombre Lagarto resonó en el <Laberinto de Arboles Colosales>.

Sucedió dentro de una habitación en lo más profundo del 24º Piso del Calabozo. Varias especies de monstruos se habían reunido en una habitación oscura sin <Musgo Lámpara>. Estaban equipados con armadura y armas: Xenos.

El Hombre Lagarto Lyd y la Gárgola Gros estaban en el medio del grupo, mirándose el uno al otro.

–¿¡Por qué rompiste el cristal!? ¡Ahora no tenemos forma de contactar a Fels y…!

–¡¡No tenemos ninguna razón para escuchar las palabras de Fels!! ¡¡No hay razón para seguir sus órdenes!! ¡¡Ya sabemos lo que se debe hacer!!

Ahora que el único <Occulus> capaz de comunicarse con la superficie estaba roto, Lyd exigió una explicación de Gros.

Comenzó con un mensaje del grupo de Gros.

—El grupo de Ranye ha sido asesinado; Wiene y Fia, capturadas.

Al escuchar las noticias, Lyd usó todos los <Occulus> que tenía en su poder para convocar a cada grupo de los Xenos. La Siren Rei y otros líderes llevaron inmediatamente a sus grupos a la habitación actual para recibir detalles y compartir información. Entonces, justo cuando Lyd estaba por informarle a Fels—la garra de piedra de Gros arrancó el cristal de su mano y lo destruyó.

–¡Fels dirá lo mismo que siempre hace! “Resistan. Manténganse ahí por ahora.” ¡¡Ya es suficiente!! ¡Hemos tolerado mucho más de lo que podemos soportar!

La Gárgola color ceniza gritó en respuesta, dominando la voz de Lyd.

Fels y aquellos del lado del Mago solo estaban preocupados por mantener a los Xenos en secreto.

A Gros ya no le importaban las preocupaciones de los que estaban en la superficie.

Había reprimido su ira cada vez que otro de sus camaradas era secuestrado, pero ahora rugía furiosamente.

Varios pedazos de armaduras rotas y armas yacían a los pies de la asamblea de los Xenos.

Gros había recuperado lo que quedaba de sus aliados muertos y los había llevado allí.

–¡Vi todo; escuché todo! ¡¡Vi lo que hicieron las personas; vi la muerte de Ranye!!

–… ¡…!

Él había compartido un conjunto de cristales gemelos con Ranye.

En un giro irónico, fue el <Occulus> que Fels le había dado lo que empujó a Gros al borde, encendiendo las llamas negras en su corazón. Después de presenciar de primera mano a los cazadores masacrar a sus amigos, nada podía calmar su furioso odio.

Gros no estaba solo.

Ambas facciones de Xenos, las de Lyd y Gros, se levantaron en armas.

Al principio, solo la facción de Gros veía a las personas con una luz negativa—pero ahora tambien los Xenos que se aliaron con Lyd estaban hirviendo.

Los ojos de un Grifo ardían de ira porque el Hipogrifo había sido asesinado.

Una Lamia azotaba su cabello mientras gemía, jurando venganza.

Un Troll golpeaba el suelo, con los puños apretados con tanta fuerza que la sangre goteaba de entre sus dedos mientras los escombros llenaban el aire.

Un Unicornio, un Silverback, un Águila Carmesí, un Ciervo Espada… La mayoría de los Xenos cedió ante la furia que corría atraves de ellos.

Aparte de Lyd, los únicos Xenos capaces de pensamiento racional eran el deprimido y oprimido Goblin de gorro rojo, la Siren Rei con los labios apretados, y un Al-Miraj con sus patas delanteras firmemente apretadas sobre sus ojos, luchando por contener las lágrimas.

–¡No necesitamos la ayuda de Fels! ¡¡Tampoco permitiremos que nadie nos detenga!! ¡¡Este es nuestro problema y lo solucionaremos!!

Temblando de rabia, Gros ensanchó sus ojos de piedra roja, incapaz de llorar, mientras rugía una declaración verdaderamente monstruosa:

–¡¡Venganza!! ¡¡Venganza por Ranye, Orde, Cliff y Foh!! ¡¡Rescataremos a nuestros hermanos!! ¡¡Los habitantes de la superficie lamentarán este día!!

La gárgola rugió.

Los Xenos de los alrededores se unieron, rugiendo de acuerdo.

—¡¡Venganza!! ¡¡Venganza!! ¡¡Venganza!!

La habitación temblaba a medida que se unían más voces, llenas de intensidad.

En medio de sus camaradas rugiendo sin tener en cuenta a los Aventureros o monstruos cercanos, Lyd hizo una mueca.

Sus manos escamosas y rojas se apretaron en puños temblorosos.

–¡¡Mátenlos a todos!! ¡¡Asesinen a todo y a cualquiera que se interponga en nuestro camino!! ¡¡Elimínenlos!!

–¡Si hacemos—si hacemos eso… no seremos mejores que los que secuestraron a Wiene y Fia…!

Lyd bramó a través de sus apretados colmillos. Al borde de las lágrimas, el Hombre Lagarto forzó a salir las palabras de su garganta.

Las llamas en su corazón ardían con tanta fuerza como la facción de Gros. Solo había una cosa que le permitía mantener la calma lo suficiente como para ver la razón—su anhelo.

–Después de todo lo que hemos hecho, todo lo que hemos pasado—¿¡Vas a tirarlo todo por la borda!? ¿¡Vas a abandonar los sueños de nuestros camaradas caídos, de ver algún día la luz en la superficie…!?

Era su deseo más querido caminar sobre la superficie, para convivir pacíficamente con la humanidad.

Lyd no podía dejar ir ese poderoso deseo en su corazón. Ese ideal le daba un sentido de propósito y una razón para vivir. Instó a los otros Xenos a ver cómo estaban a punto de cruzar una línea que no debería ser cruzada.

–¡Hay personas como Bellchi! ¿¡Ya lo has olvidado!?

Lyd gritó el nombre del chico que le había estrechado la mano.

–¡No todos los Aventureros, no todas las personas son malas!

Lyd vertió su corazón y su alma en cada palabra, pero no sirvió de nada.

Sus camaradas estaban demasiado lejos.

Sin vacilar, Gros respondió de inmediato.

–¿¡Cuántas veces necesitas ser traicionado para entender!?

–¡¡…!!

–¿¡Dónde están todas las personas que nos mostraron bondad ahora!?

Muchos Xenos tuvieron la suerte de encontrarse con misericordiosos Aventureros antes de conocer a Bell.

Lyd y su grupo sentían esperanza por el futuro cada vez que eso ocurría.

Sin embargo, cuando llegó el momento decisivo, todos se pusieron del lado de las razas de la superficie.

Abandonaron a los Xenos a su destino.

–¡¡La verdad es que ese chico nos dará la espalda!! ¡Nos abandonará algún día! ¡¡Las personas y los monstruos no pueden vivir juntos en paz!!

–… ¡…!

–¡Abre los ojos, Lyd!

La Gárgola declaro sin tapujos mientras instaba al Hombre Lagarto a renunciar a su absurdo sueño.

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Lyd no tenía respuesta, ofreciendo poca resistencia cuando Gros lo empujó a un lado y llamó a los Xenos a la acción.

–¡¡Retomaremos a nuestros camaradas, sin importar el costo!! ¡El último deseo de Ranye no será en vano!

Gros extendió sus alas color ceniza y salió volando de la habitación.

Respondiendo al estruendoso rugido de la Gárgola, otros Xenos lo siguieron.

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Treinta y tantos monstruos se habían unido para lograr un objetivo singular como uno solo.

–No sirve de nada, Lyd… Nada puede detenerlos ahora.

Mientras Lyd se desplomaba, atormentada por no poder detener a sus aliados a tiempo, Rei se acercó y le habló. Había ocultado sus brazos alados contra su pecho como si se abrazara, y era todo lo que podía hacer para evitar que sus hombros temblaran.

–Maldita sea todo…

Le echó un vistazo a la Siren resistiendo su ira mientras su rostro se contorsionaba.

Luego miró hacia arriba, mirando hacia el paisaje de la superficie que nunca había visto.

–Lo siento, Fels… Bellchi.

Su débil disculpa se desvaneció en la oscuridad.

La suerte había sido echada. La única opción que quedaba era seguir adelante.

Incluso si las cosas nunca volvieran a ser como antes—por lo menos sus camaradas podrían ser liberados.

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La mente de Lyd estaba lista. Al mismo tiempo, liberó su presa de ira y rabia y las dejó apoderarse de su corazón. La salvaje emoción que mantuvo sellada lo consumió al instante.

El Hombre Lagarto adquirió un aura feroz mientras sacaba la Espada Larga vertical y la Cimitarra que tenía a sus pies fuera del suelo.

–Rei, Lett. Vengan conmigo. Seguiremos a Gros.

–… Sí.

–Entendido…

–Aruru, ve a buscar a esa persona.

El Al-Miraj levantó la vista hacia el rostro impasible de Lyd con sus redondos ojos rojos junto a la Siren y el Goblin de gorra roja.

–Ya debió haber llegado a la Aldea Oculta por ahora. Explícale la situación y traelo.

El monstruo conejo se mantuvo en silencio, pero asintió, sus largas orejas se movieron hacia adelante.

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Con un corto y agudo chillido, el Al-Miraj saltó sobre el Hellhound que esperaba a su lado. Se sentó a horcajadas sobre su espalda como si fuera un caballo, y el Hellhound se alejó. La chaqueta de batalla azul del conejo revoloteó en el viento detrás de él.

–Vamos.

Lyd y sus aliados corrieron para alcanzar a Gros.

La cola gruesa y en forma de serpiente del Hombre Lagarto se movía de un lado a otro mientras ganaba velocidad.

Los ojos inyectados en sangre en su perfil—ya eran los de un monstruo.

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