Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 9

Capítulo 2: Vida Diaria con una Chica Vouivre

Parte 8

 

 

Una oscuridad azulada cubría el cielo.

Innumerables estrellas brillantes llenaban la noche. Las nubes de color ceniza ocultaban parcialmente la luna mientras los cielos arrojaban luz y sombra sobre Orario.

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El negocio estaba en auge en los bares a lo largo de las principales avenidas y esquinas. Un pequeño grupo de figuras humanoides se distanció de la zona más animada y ruidosa, el Distrito Comercial y el Distrito del Placer, para reunirse en un callejón cercano a la Puerta Este de la muralla de la ciudad en la sección Oriental de Orario.

Con la imponente sombra de la muralla sobre ellos, se encontraron donde el callejón atravesaba un callejón sin salida.

Varios Aventureros estaban sentados sobre una pila de cajas de madera y barriles que habían quedado afuera. Un Dios estaba entre ellos, aunque este Dios en particular estaba mayormente preocupado por ajustar la pluma en su sombrero.

–Hermes-sama, Laurier y los demás han regresado.

Las nubes por encima se alejaron de la luna cuando apareció en el callejón una bella mujer con un cabello azul turquesa.

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La capa blanca sobre sus hombros parecía atravesar la oscuridad. Tan pronto como las palabras salieron de su boca, tres demi-humanos con túnicas de viajero aparecieron detrás de ella.

Escuchando el informe de su dependiente, Asfi Al Andrómeda, Hermes mostró una fina sonrisa mientras miraba hacia sus gafas de plata y se levantaba de su barril.

–¡Buen trabajo en su largo viaje, Laurier y compañía! He estado esperando.

Hermes agradeció a los tres por su arduo trabajo mientras una joven mujer Elfa y dos Beastman, un hombre y una mujer, bajaban sus capuchas.

–Entonces, ¿Cómo les fue?

–Señor… Realizamos un seguimiento de las ventas ilícitas que ocurren alrededor de la ciudad e identificamos a la organización comercial que mueve los hilos.

–¿Lo hicieron? Bien hecho.

Hermes asintió, aparentemente satisfecho con las noticias de la Elfa Laurier.

Orario, que poseía el único Calabozo del mundo—la única fuente de Piedras Mágicas—tenía que mantener un control constante en el mercado negro. El Gremio controlaba todos los derechos legales sobre las Piedras Mágicas y sus productos relacionados, pero eso no impedía que las personas los traficaran a través de los puestos de control y hacia otros países, donde serían vendidos al mejor postor. Aunque el Gremio y las <Familias> que colaboraban con ellos hacían todo lo posible para eliminar estos crímenes, la verdad era que Orario había crecido demasiado para evitar que sucedieran.

Por lo tanto, le correspondía a la <Familia Hermes> investigar las diversas operaciones del mercado negro y eliminar a las organizaciones detrás de ellas. Viajaban fuera de la ciudad a instancias del Gremio para investigar a dónde se estaban contrabandeando los productos. Esta era una de las razones por las que la <Familia Hermes>, que nominalmente trabajaba como un servicio de entrega, podía pasar a través de varios puestos de control a voluntad. Con los Ítems Mágicos de <Perseo> a su disposición, el Gremio tenía una gran confianza en la <Familia> de rango medio, incluso si no fueran completamente honestos sobre los niveles de sus miembros.

Había llegado una carta informando a Hermes que uno de sus equipos de investigación regresaría de su misión esta noche, y fue a su encuentro en persona.

–Cada detalle se ha registrado aquí… Además, hay una cosa más para informar.

Laurier le entregó a su Dios un trozo de papel enrollado, y mientras continuaba, su piel blanca pura adquirió una palidez ominosa.

–Tal como mencionaste antes de nuestra partida… La venta de monstruos ha sido confirmada.

–… ¿Y el comprador?

–Nuestra investigación nos llevó a infiltrarnos en una propiedad perteneciente a la realeza de Elurian… Una investigación más profunda reveló la posibilidad de que la nobleza que reside en otros países también pueda estar involucrada.

La Elfa luchó contra una oleada de náuseas mientras los recuerdos de lo que había visto inundaban su mente. Presionó una mano en su garganta para mantener la compostura y evitar vomitar.

–Los monstruos estaban encadenados entre sí en celdas subterráneas. No pudimos determinar si habían sido domados o no. Sin embargo, fueron violados… N-No, fue peor que eso. Fue un tratamiento que no creía que las personas fueran capaces de infligir.

Mientras Laurier ajustaba su elección de palabras, el cabello dorado de la Elfa se balanceaba y sus orejas puntiagudas se retorcían ansiosamente.

–Estaban en la puerta de la muerte para cuando llegamos… Uno nos pidió con su último aliento—“dale esto a mis camaradas”…

Uno de los Beastman detrás de la Elfa dio un paso adelante y le tendió un objeto envuelto en tela.

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Hermes retiró la cubierta para revelar un cuerno de monstruo marcado con muchas cicatrices—un Botín.

El Dios estrechó sus ojos color naranja.

El mensaje y la horrible condición del cuerno dejaron a los miembros circundantes de la <Familia Hermes>, incluyendo a Asfi, sin palabras.

Los dos Beastman con túnicas de viajero permanecieron en silencio, con los labios fruncidos en líneas delgadas. La Elfa, por otro lado, ya no podía mantener a raya sus hirvientes emociones.

— —¡Me habló y me pidió ayuda! ¡¡Un monstruo!! ¡Usó palabras no diferentes a las nuestras, con lágrimas rodando por sus mejillas!

Su respiración se volvió irregular.

Su ojo derecho se abrió de par en par antes de que lo cubriera con su mano. Estaba al borde de un colapso.

Un estremecimiento recorrió a la joven Elfa, quien siempre se esforzaba por defender ideales puros. No era una exageración decir que estaba experimentando una crisis. Sus bellos ojos se volvieron borrosos detrás de las lágrimas mientras dejaba al descubierto las emociones contenidas dentro de ella para que su Dios y todos las vieran.

–¿¡Qué fue eso!? ¿¡Por qué me miró así…!? ¿¡¡Qué debería yo—yo…!!?

Laurier estaba angustiada.

Sin decir una palabra, Hermes se acercó a ella y tomó la mano de la Elfa.

–Todo lo que viste, todo lo que presenciaste ahora es mi carga que debo soportar. Ya no dejes que te moleste. Déjamelo a mí.

Hermes presionó la mano de la Elfa contra su pecho para que pudiera sentir el latido de su corazón.

El calmante ritmo recorrió la palma de la Elfa; su respiración volvió a la normalidad.

La temblorosa Elfa miró a su Dios y vio su habitual sonrisa alegre.

Luego se quitó el sombrero de plumas antes de colocarlo sobre su cabeza.

–Eso también va para ustedes dos.

Dijo con una sonrisa y le dio unas palmaditas a los Beastman en sus hombros. Luego dejó al agobiado trío en las capaces manos de sus otros dependientes.

Confiando en que ellos se ocuparían de las cosas, los envió a todos a casa.

–… Entonces, ¿Qué quieres que hagamos, Hermes-sama?

Una vez que sus aliados habían desaparecido en la noche, Asfi habló con su Dios con una agitación ligeramente disimulada por su comportamiento condescendiente.

Sintiendo su mirada entrecerrada, el Dios miró al cielo en silencio antes de girarse hacia otra de sus dependientes que todavía estaba en el callejón.

–Lulune, ¿Dijiste que encontraste a un niño sospechoso?

–Sí, lo hice, Hermes-sama. Una mocosa Elfa que nunca había visto antes estaba preguntando sobre “monstruos parlantes”. Traté de seguirla, pero… prácticamente me rompió la nariz con una bomba de hedor y se escapó.

La Beastman de piel color trigo se masajeaba la nariz como si todavía sintiera los efectos.

–Lo siento.

Se disculpó juntando sus manos.

Hermes la miró mientras hablaba, pero rápidamente volvió su mirada al cielo nocturno—o al menos al fragmento visible directamente encima del callejón.

–La solicitud del cliente es absoluta. Todo lo que podemos hacer es seguir recopilando información…

Las palabras de Hermes flotaron en el aire.

–Haaah, Geez.

Susurró en voz baja.

–Bueno, Urano, ciertamente nos diste un trabajo infernal…

Los afilados ojos del Dios contemplaron la luz de la luna. Pasó un largo momento antes de que desenrollara el pergamino en sus manos y le diera un rápido vistazo.

Era una lista de todas las organizaciones mercantiles conectadas con este grupo de contrabando, así como quién había comprado y vendido monstruos.

Recorriendo la ruta todo el camino de regreso a Orario, notó el nombre de una <Familia> específica: la <Familia Ikelos>.

***

 

 

Cadenas tintineaban desde lo profundo de la oscuridad.

Rugidos llenos de rabia—y a veces doloridos y tristes gemidos—acompañaban los estruendos metálicos.

Espeluznantes aullidos de agonía resonaban en el oscuro abismo.

–¿Dejaste que la carga <Vouivre> escapara?

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Como si su propietario estuviera completamente impasible por el ruido, una voz irritada cortó el aire.

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Pertenecía a un hombre con cabello negro.

Llevaba gafas de protección de cuarzo ahumado, aunque las lentes teñidas no pudieron enmascarar completamente el resplandor de los ojos rojos detrás de ellos. Era bastante alto, y su ropa de batalla sucia estaba abierto en la parte superior, revelando los músculos del cuello y sus hombros bien tonificados. Un gran cuchillo de combate lo suficientemente largo como para rivalizar con la mayoría de las Espadas Cortas colgaba de su cintura.

Se había situado sobre las barras negras de una jaula vacía, con las piernas cruzadas descuidadamente, y el tono y la calidad de su voz sugerían que era propenso a la violencia.

–La teníamos acorralada en el 19º Piso, pero perdimos su rastro… l-lo siento, Dix.

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–¿Te das cuenta de lo que podríamos haber obtenido? Esos fenómenos a cargo de Elurian habrían pagado una fortuna para poner sus inmundas manos en una viva.

El hombre con gafas de protección, Dix, ni siquiera se molestó en mirar a los cuatro Aventureros debajo de él mientras hablaba. Los hombres y mujeres se encorvaron decepcionados mientras el levantaba la cabeza hacia el techo.

El dosel de piedra estaba envuelto en la oscuridad, dando a la habitación una atmósfera opresiva. Unas pocas Lámparas de Piedra Mágica iluminaban una gran cantidad de jaulas negras, así como los rostros de los numerosos demi-humanos caminando entre ellos. Los incesantes aullidos y el tintineo de las cadenas provenían de dentro de esas jaulas.

El hombre con gafas de protección escupió a los pies de los Aventureros antes de pararse.

–Si solo pudiéramos encontrar su nido… Está en algún lugar en el <Laberinto de Arboles Colosales> con seguridad, así que no podemos estar lejos.

Agarrando una Lanza roja apoyada contra la pared, el hombre se acercó a una de las jaulas en el conjunto densamente poblado.

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La punta de la Lanza tenía una forma extraña, curvada e increíblemente aguda. En lugar de la eficacia letal, esta arma había sido diseñada pensando en provocarles dolor a sus víctimas.

–Y ninguno de estos bastardos dice ninguna maldita cosa… ¡Maldita sea!

La cuchilla roja brilló entre las barras de la jaula. Una sombra oscura se sacudió en el interior, aullando cuando la lanza se clavó en su carne.

Los débiles y casi suplicantes gemidos, se convirtieron en agudos y ensordecedores gritos. Las cadenas tintinearon mientras un fluido carmesí salpicaba por el suelo.

El rostro del hombre estaba desprovisto de emoción mientras observaba cómo la sombra oscura se retorcía de dolor antes de retirar la Lanza.

–Por otra parte, un <Vouivre> femenino, ¿Huh…? Ahora ese es un tesoro al que me gustaría ponerle mis manos.

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Golpeando el eje del arma contra su hombro, el hombre entornó los ojos detrás de las gafas de protección.

–El 19º Piso, ¿Dices? Cuéntame los detalles.

–Ah, sí, s-seguro… los Aventureros de Rivira estaban en una misión para cazar algunas Aves de Fuego cuando la encontramos. El lugar estaba repleto de ellos.

Un Aventurero perturbado le respondió al hombre que jugaba con la lanza cubierta de sangre.

–Hubo una Elfa divagando sobre un monstruo que habló con ella, pero nada más. Nadie la tomó en serio. Apuesto a que la <Vouivre> todavía está en el Calabozo… si los otros monstruos aún no han acabado con ella.

El hombre con gafas de protección escuchó a su subordinado entregar las difíciles noticias.

Consideró el asunto por un momento y luego abrió la boca.

–Entonces, un grupo de personas levantó un alboroto, pero nadie reclamó la muerte… Podría ser que algún idiota está tratando de esconder al monstruo.

Los labios del hombre se curvaron en una sonrisa ante los aturdidos Aventureros, pero inmediatamente después, se echó a reír.

–Por lo que escuche, la <Vouivre> tiene un bello rostro, ¿Verdad? No me sorprendería si algún Aventurero se dejó llevar e hizo algo loco.

Con una sonrisa, agregó, “Los fetiches de monstruos sí que son algo, después de todo”.

Sabiendo cómo pensaban los Aventureros, nadie dejaría pasar la oportunidad de alardear de matar a una <Vouivre> parlante. Las historias sobre el extraño monstruo deberían estar extendiéndose a través de Orario como un reguero de pólvora. El hombre explicó su teoría.

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–Por supuesto, otros monstruos podrían haber acabado con ella, como dijiste. Y todavía hay una posibilidad de que esté deambulando por allí. Echare un vistazo yo mismo… Además, averigüen quiénes participaron en la misión de Rivira—todos ellos.

Con sus órdenes recibidas, los Aventureros le dieron un breve asentimiento antes de irse tan rápido como pudieron.

Después de verlos irse por el rabillo de su ojo, el hombre con gafas de protección se giró en sentido contrario.

–Y ahí lo tienes… Ikelos-sama, ¿Puedo contar con tu cooperación una vez más?

— —Hehe, ¿Así es como le pides un favor a tu Dios, pedazo de mierda arrogante?

Danmachi Volumen 9 Capítulo 2 Parte 8 Novela Ligera

 

Ante el hombre con gafas de protección había un Dios solitario.

Con ojos y cabello del mismo tono azul claro, el Dios vestía principalmente ropa negra sobre su piel marrón oscuro. Una sonrisa falsa estaba grabada en sus elegantes rasgos, que servían como prueba de su divinidad.

El Dios, que se parecía a un joven, no había dicho nada durante el intercambio anterior para poder disfrutar mejor del espectáculo. Estaba sentado sobre un pedestal de piedra con las piernas cruzadas.

–Los Dioses pueden ver a través de nuestras mentiras. Me gustaría que les dieras un vistazo a las personas sospechosas que encuentre.

–Eso suena absolutamente aburrido… Soy un Dios, ¿Y me estás mandando a un recado?

El Dios—Ikelos—se burló, provocando que Dix soltara una risita.

–Creo que encontrarás la manera de no aburrirte, ¿No?

–… Supongo que no tengo otra opción, entonces.


Luego de hablar con su dependiente, Ikelos mostró una sonrisa característica de los Dioses hambrientos por “entretenimiento”.

–Sera mejor que también me hagas reír esta vez, Dix.

–Por tu voluntad, Mi Señor.

Dos sombras se extendieron en la oscuridad bajo la luz de la Lámpara de Piedra Mágica.

Entre el olor a piedra y los constantes rugidos bestiales resonando en sus oídos, Dios y hombre compartían la misma sonrisa delgada, como si fueran el reflejo del otro.

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