Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 8

Capítulo 3: Canción de Amor para una Diosa de la Herrería

Parte 7

 

 

La luz de las Lámparas de Piedra Mágica comenzó a desvanecerse de las calles de Orario a medida que la noche llegaba a su fin. La luna se desvaneció mientras el cielo del este se tornaba más claro.

Welf estaba sentado con las piernas cruzadas bajo lo último del cielo nocturno mientras se volvía cada vez más brillante a su alrededor. Estaba en el techo del almacén. En lo alto de la tierra y haciendo su mejor impresión de una estatua de piedra, se quedó sin decir una palabra.


–…

Bell estaba un poco detrás de él, sin saber qué hacer.

Con el enfrentamiento con la familia Crosso detrás de él, Welf quería estar solo. Así que había subido al tejado, tomo asiento cerca del borde, y no se había movido desde entonces. Bell comprendió que el joven quería un poco de espacio y mantuvo su distancia.

Había estado afuera en el aire frío de la noche durante varias horas y estaba muy frío. Sin embargo, el chico de cabello blanco no podía abandonar al joven.

Incapaz de encontrar las palabras correctas, se conformó con mirar fijamente la espalda del hombre todo el tiempo.

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–Entonces, ambos estaban aquí arriba.

–Hefesto-sama…

El ruido de las botas de la Diosa contra el techo de acero anunció la llegada de Hefesto.

Bell se dio la vuelta para mirarla mientras caminaba detrás de él.

Se detuvo hombro con hombro con el chico, entrecerrando su ojo izquierdo mientras observaba al joven bajo el cielo que se hacía más brillante a cada momento.

–Bell Cranel. ¿Puedes dejarme esto a mí?

La Diosa le preguntó si podía estar a solas con el herrero.

Bell abrió mucho los ojos por un momento, pero respondió con un breve asentimiento. Hizo una rápida reverencia y le dejó la situación a la Diosa antes de descender del techo.

Hefesto se acercó al joven mientras los pasos del chico se hacían más débiles a lo lejos.

–Los soldados Rakianos ahora están bajo la custodia del Gremio.

–…

–Su camino de entrada también ha sido revelado. Un informante los dejó entrar con la promesa de que comenzarían una guerra. Su principal objetivo era adquirirte, aunque aún queda por ver si hay otros…

Welf permaneció sentado con las piernas cruzadas incluso mientras Hefesto le daba una breve actualización sobre la situación actual.

Sin embargo, ella no lo estaba mirando. En su lugar, su mirada se centró en el horizonte abierto mientras continuaba su informe.

–El Gremio negociará con Rakia para pagar por su liberación. Incluso si las conversaciones fracasan, serán liberados fuera de la ciudad una vez que las cosas se calmen.

–… Ya veo.

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Welf susurro después de escuchar el destino de su padre y su abuelo.

Había llegado la aurora. Ambos estaban al lado del otro, viendo el amanecer.

–… ¿Estoy fuera de quicio?

Welf finalmente dijo algo mientras los rayos de sol llegaban desde el cielo oriental.

Su decisión de dejar la sangre en sus venas en el pasado y encontrar una ruta diferente a un reino más alto ocupaba sus pensamientos.

La mirada del joven no salió de su regazo mientras hablaba con la Diosa.

–Tal vez. ¿Quién sabe?

–….

–Tsubaki no está equivocada. A los niños como tú solo se les asigna un breve espacio de tiempo. Para llegar a donde estamos los Dioses, debes comprometer todo lo que eres para lograr ese objetivo.

Hefesto expuso todo claramente.

–Pero…

Continuó la Diosa cuando Welf apretó sus labios.

–Has hecho un compromiso, ¿No es así, Welf?

–… Si.

–Entonces, nunca dudes de ti mismo. No hay nada más frágil que el acero hueco.

Entonces la Diosa de la Herrería se giró hacia Welf y sonrió.

–Si hay algo que buscamos en los niños, es una voluntad lo suficientemente poderosa para hacer posible lo imposible. Queremos ser testigos de ese momento en que los niños llamados Héroes superan todos los pronósticos y luchan cuando se pierde toda esperanza.

Todas los Dioses querían mirar a los “niños” que desafiaban la lógica y la razón. La Diosa dijo con una voz suave y gentil que sabía del potencial que poseían aquellos como Welf.

–… Te alcanzaré—a mi manera.

Levantándose, Welf le reafirmó sus ambiciones a la Diosa.

No quedaba ninguna incertidumbre en su voz. Él la enfrento y miró directamente al ojo de Hefesto.

–¿Sólo alcanzarme es suficiente?

–… Te superaré.

El ojo al lado del vendaje negro se entrecerró, como si la Diosa estuviera disfrutando el momento. Welf también mostró una sonrisa.

La expresión de Hefesto era algo similar a una madre que se enorgullecía del crecimiento de su hijo.

Luego extendió su mano derecha.

Ella comenzó a correr sus dedos por su cabello, acariciándolo suavemente en la cabeza.

— —¿¡Q-Qué crees que estás haciendo!?

Welf se tensó, sonrojándose mientras golpeaba con fuerza la mano de la Diosa.

–Oh, ¿No te gusta esto?

–¡Y-Ya no soy un niño! ¡Hazle eso a alguien de la edad de Bell!

–Hehe. Es muy lindo cómo intentas actuar como un hermano mayor. Me gusta eso de ti, en realidad.

–¡¡¡¡¡¡¡¡…!!!!!!!!

Hefesto disfrutó de una alegre risita mientras las orejas de Welf ardían de rojo brillante.

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De hecho, se ponía el aire del hermano mayor en torno a su nueva <Familia>, pero no podía mantenerlo delante de esta Diosa.

–Maldita sea.

Maldijo en voz baja y ocultó parte de su rostro ruborizado con su antebrazo. Por un momento, al ver que la sonrisa de la Diosa de color fuego casi le hizo enamorarse de ella. Se reprendió a si mismo por ello.

Pero más que eso, el hecho de que no podía decir nada en respuesta reafirmó los sentimientos que tenía por ella. Era lo que Tsubaki había dicho: admiraba a Hefesto como Diosa, como herrero—y como mujer.

Había comenzado como una ambición de hacer algo igual o mayor que la Diosa de la Herrera.

Su objetivo era mostrarle que podía crear algo en su liga o incluso algo más allá.

Pero esa ambición cambiaba poco a poco cada vez que se ponía en su presencia.

Era igual que Bell, simple y llanamente. Un inmenso respeto y admiración se había convertido rápidamente en un anhelo por la persona que admiraba. Las armas que ella creó fueron lo que le llamó la atención, pero pronto se enamoró de la Diosa que las forjó.

No era lo suficientemente ingenuo como para llamarlo obsesión, ni era suficientemente formal para llamarlo amor.

Prefiero llamarlo… un riesgo ocupacional.

Continuó mirando el perfil del rostro de la Diosa, con su sonrisa y su mejilla ruborizada oculta por la palma de su mano.

–… O eso dices. ¿Pero es cierto?

–¿…?

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El sol había salido casi por completo en el horizonte oriental. Welf, que había sido objeto de burlas todo este tiempo, cruzó los brazos sobre su pecho y dijo que algo no cuadraba.

–Escuche de esa mujer… de Tsubaki que has estado sola desde que me fui.

Una mirada en blanco se apodero del rostro de Hefesto.

–Haaa…

Un largo suspiro lo siguió poco después.

–… Por dios, esa chica no puede guardar una cosa para sí misma.

No estaba nerviosa ni enojada. Sólo se quejaba de este desliz por parte de uno de los miembros más conocidos de su <Familia>.

Con Hefesto admitiendo la verdad de inmediato, Welf había perdido su única manera de tomar represalias. Pero al mismo tiempo también estaba un poco triste… Descubrir que ella no lo veía de esa manera envió una punzada de dolor a través de su corazón.

Es más, darse cuenta de que la elección de palabras de Tsubaki le había dado esperanzas en primer lugar ahora le hacía querer acurrucarse en un pequeño agujero y morir.

–Bueno, sí, ha sido demasiado tranquilo sin ti alrededor. “Haaa, otro de mis niños ha dejado el nido.” Ese tipo de sensación de vacío.

–Okay entonces…

Welf estaba demasiado avergonzado para mirarla a los ojos a pesar de su suave tono. En lugar de eso, estiro su hombro y apretó los músculos con la otra mano.

–Nunca le diría esto a alguno de mis dependientes… pero ya no estás en mi <Familia>, así que sí, lo diré. Tenía mis ojos en ti y no podía esperar a ver en qué te convertirías.

Escuchar los verdaderos pensamientos de su Diosa volvió a arrojar los sentimientos de Welf al caos.

Probablemente era el más alto elogio que podía darle como la Diosa de la Herrería. Como herrero, no había mayor honor. Hizo que su cuerpo temblara.

Ya sea si Hefesto sabía lo que estaba pasando por la mente de Welf o no, se giró hacia él con un brillo en su ojo y una malvada sonrisa en sus labios.

–E iba a recompensarte si alguna vez forjabas algo que me satisficiera… que mal.

Ella lo miró por el rabillo de su ojo izquierdo, obviamente burlándose. Al mismo tiempo, un interruptor se encendió dentro de la cabeza de Welf mientras miraba a la Diosa de cabello y ojos carmesí.

–¿Eso todavía sigue en pie?

–¿Qué es lo que sigue en pie?

–Si forjo un arma que haga caer tu mandíbula, ¿Me recompensaras?

Hefesto, tomada por sorpresa por una vez, tartamudeó, “S-Sí. Si, si puedes.” al joven cuyas mejillas ahora estaban tan rojas como su cabello.

Con su temerario intento de conseguir una promesa de la Diosa de otra <Familia> siendo un éxito, Welf dio un paso más allá, aprovechando la pasión que una vez más ardía dentro de él.

–Si lo hago… ¡Si hago un arma que te satisfaga, entonces quiero que seas mía!

Él lo dijo.

Welf superó sus reservas, así como el rugido de su corazón golpeando en sus oídos, y observo a Hefesto cuidadosamente.

Después de escuchar su confesión de una vez en la vida, la aturdida Diosa… trató de esconder una risita detrás de las yemas de sus dedos.

–¡E-Estoy arriesgando mi cuello y tú…!

–¡Hehehehehee…! ¡L-Lo siento, pero yo… no puedo evitarlo…!

Con su mano libre sobre su estómago, el cuerpo de la Diosa se balanceaba mientras reía. De hecho, sus pulmones le dolían porque no podía respirar.

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Finalmente calmándose lo suficiente para borrar las lágrimas que salían de su ojo izquierdo, Hefesto le sonrió.

–Ha pasado mucho tiempo desde que me dijeron esas palabras.

–¿Huh?

Welf se congeló en el acto. Hefesto continuó.

–Varios de mis dependientes hace mucho tiempo… herreros confesaron su amor por mí, igual que tú.

Welf se había convertido en nada más que una estatua que respiraba. La Diosa de la Herrería le sonrió con su ojo izquierdo.

–Estás siendo superado por tus predecesores.

Ahora realmente quería morir.

Esta vez, la muerte sonaba muy, muy bien.

Un impulso de saltar del techo se disparó a través de su cuerpo.

¿¡Por qué todos somos así…!?

Excesivamente obstinados, parecía que los herreros solo podían confesarle sus sentimientos a alguien muy superior.

Welf agarró su cabeza roja remolacha y maldijo a cada herrero que había vivido, incluido él mismo.

Hefesto continuó riéndose para sí misma mientras el mortal experimentaba aún más agonía. Sin embargo, su expresión rápidamente se calmó.

–Sin embargo, ninguno de ellos tuvo éxito.

Las orejas de Welf reaccionaron. Levantó la cabeza de sus manos.

Había una sonrisa en los labios de la Diosa, la sonrisa de alguien que lanzaba un reto.

–¿Serás el primero?

Welf se olvidó de respirar. Ni siquiera podía parpadear mientras la Diosa carmesí lo miraba directamente.

Una sonrisa de confianza apareció en su rostro unos instantes después. La miró a los ojos.

–Por supuesto que lo seré.

Haría un arma que sobrepasara a las Espadas Mágicas, que perteneciera al reino superior y superara las expectativas de esta Diosa.

Ahora tenía más objetivos que lograr.

Con el sol de la mañana calentando el perfil de su rostro, intercambió miradas con la Diosa.

–Sin embargo… dejando de lado todo esto de yo siendo tuya, ya es hora de que encuentres una compañera propia.

Ella debió estar satisfecha con la recuperación mental de Welf porque cambió el tema mientras estiraba sus brazos bajo la luz de la madrugada.

Al mismo tiempo…

–¿Huh?

Welf se tensó de nuevo, aturdido por sus palabras.

–Eres muy terco, pero estoy segura de que podrás encontrar a una gran chica.

–¡E-Espera un segundo! ¡No estoy bromeando aquí…!

–Welf, no hay nada que ganar persiguiendo a una inmortal como yo. Nunca se creara una familia.

Hefesto forzó una sonrisa para tratar de evitar el último avance de Welf.

–Por no mencionar que no cumplo los estándares de una verdadera mujer.

No había ninguna sensación de menosprecio o auto-desprecio en su voz. Las palabras salieron naturalmente de su boca mientras extendía su mano hacia su ojo derecho—y pasaba sus dedos por el vendaje negro.

–Hay un rostro debajo de esto que es tan horrible que te hará temblar.

–… ¡…!

–Es extraño, ¿No es así? Una Diosa como yo. Nunca he sido capaz de entenderlo, sin importar cuánto pensé en ello. Fui ridiculizada por los otros Dioses del Cielo, burlándose de mí constantemente.

Sus dedos bajaron suavemente el vendaje mientras hacía todo lo posible para sonreír.

La Diosa de la Herrería, Hefesto.

Quien tenía poder sobre el fuego y la metalurgia poseía un rostro “horrible”, impropio de una Diosa.

Se suponía que los Dioses y Diosas eran la encarnación viviente de la perfección. Y sin embargo, incluso con sus poderes divinos de <Arcanum>, Hefesto había sido incapaz de hacer nada sobre el verdadero rostro que la convirtió en la Diosa de la Herrería.

Había evitado interactuar con su propia especie, había sido llamada “grotesca”, y había sido objeto de burla durante toda su existencia.

–Hasta el día de hoy, sólo ha habido una Diosa que no se rió ni se burló de mí después de ver mi verdadero rostro—Hestia.

Las mejillas de Hefesto se relajaron mientras explicaba por qué había una fuerte conexión entre ella y la joven Diosa. Por qué Hestia era su única amiga.

–Incluso los que me buscaron en el Mundo Inferior se asustaron. Así que por favor, no persigas esto más lejos.





Mostró una sonrisa mansa antes de apartarse de Welf.

El joven la observó dar unos pasos, con su espalda volviéndose cada vez más pequeña.

Welf permaneció clavado en el lugar por un momento antes de que sus ojos se abrieran como platos y la alcanzara dando unos pocos pasos largos.

Aunque sabía que estaba al borde de la blasfemia para lo que iba a hacer, Welf extendió su mano y sujeto el hombro de Hefesto. Entonces tiro de ella hacia él una vez más.

Frente a frente con la conmocionada Diosa, extendió su mano izquierda hacia el vendaje negro.

–¿¡Q-Qué estás haciendo!?

Ignorando su voz sobresaltada, Welf retiro el vendaje de su rostro, con sus dedos deslizándose contra la franja del cabello carmesí de la Diosa.

Hefesto no se movió. Era la primera vez que el joven veía sus dos ojos.

El verdadero rostro de la Diosa de la Herrería fue revelado.

Siendo ligeramente más baja que él, Hefesto sólo lo miró hacia arriba, son sus pupilas carmesí temblando. En cuanto a Welf—su expresión no cambió en lo más mínimo. “Meh”, dijo con un encogimiento de hombros.

Las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa.

–Vamos, Hefesto-sama, eso no es nada. ¿Pensaste que me rendiría contigo por algo así?

Puso suavemente el vendaje en las manos de la Diosa y le dirigió una sonrisa resuelta.

–Esto no es lo suficientemente cerca como para calmar las llamas que avivas en mi corazón.

La Diosa lo miró unos instantes antes de volver a colocar lentamente el vendaje negro que servía de parche en su ojo.

Con casi la mitad de su rostro ahora cubierto, sacudió ligeramente la cabeza, su cabello carmesí se balanceo bajo la luz de la mañana mientras miraba a su antiguo dependiente.

–Ciertamente sabes hablar.

–Ahora estamos a mano.

–¡Haaah! Herreros. Cada uno de ellos obstinado y odiando perder.

Hefesto le devolvió la sonrisa y añadió su propio golpe verbal.

Welf sabía que finalmente había recuperado un punto de la Diosa. Una mirada a su expresión clara trajo una sombra de orgullo a su rostro.


Ambos estaban de parados bajo el amanecer. Rodeados por el aire fresco de la mañana, el joven y la Diosa intercambiaron sonrisas.

***

 

 

Más tarde ese día.

Sólo aquellos directamente involucrados con la pequeña invasión Rakiana sabían lo que había ocurrido. Incluso la mayoría de los empleados del Gremio fueron mantenidos en la oscuridad.

Los altos mandos del Gremio creían que informar al público haría más daño que bien, así que se ocuparon de todo ellos mismos. Los soldados enemigos capturados fueron mantenidos en cámaras profundas en el Panteón, lejos de la vista.

La vida en Orario continuó como de costumbre, con los ciudadanos inconscientes de lo que pudo haber ocurrido si los acontecimientos hubieran sido diferentes.

En medio de todo eso…

–Y entonces Welf… ¿Sabes lo que hizo Welf?

En una oficina del taller, la voz de una Diosa excepcionalmente alegre resonó en las paredes.

–Me lo has dicho siete veces, Mi Señora…

Hefesto estaba sentada en una silla, con las mejillas en sus manos y los codos sobre el escritorio. Tsubaki sostenía una gran pila de papeles en sus brazos mientras le lanzaba a su Diosa una mirada molesta.

Desde su conversación, Hefesto había estado hablando sin parar sobre el momento en que Welf capturó su corazón. Simple y llanamente, sonaba como una adolescente enamorada. Por supuesto, cuando estaba delante de él, y delante de sus dependientes, mantenía el aire digno de una Diosa.

Sin embargo, ese no era el caso en sus habitaciones privadas.

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Suavemente sonrojada, Hefesto comenzó a contar su historia con una sonrisa vertiginosa en su rostro. Tsubaki dejó escapar un largo suspiro y se preparó para la octava vez.

Danmachi Volumen 8 Capítulo 3 Parte 7 Novela Ligera

 

–Seguro te tomaste el tiempo suficiente para encontrar tu lado femenino…

Murmuró Tsubaki con los dientes apretados.

Estaba claramente frustrada de que su alegre Diosa no había hecho ningún trabajo todo el día.

–Ahora lo has hecho…

Susurró por la ventanilla hacia el herrero que finalmente había encontrado la manera de volver a ella.

***

 

 

Aún más tarde ese día.

Al igual que con Tsubaki, Hefesto fue incapaz de mantener su historia en secreto y difundió las noticias aún más.

Los otros Dioses y Diosas se enteraron de todos los detalles sobre su interacción con el hombre antes del anochecer. La línea que había robado su corazón se convirtió en un chiste.

–“ “ “ “ “ “¡Que malo—!” ” ” ” ” ” ” (NT: Quieren decir que el chiste es malo.)


Todos tuvieron la misma reacción, y los Dioses hambrientos de entretenimiento tuvieron algo que les proporcionó risas durante mucho tiempo.

La Ceremonia de Nombramiento de la <Reunión de Dios> fue programada para el día siguiente. Con esa historia fresca en sus mentes, decidieron el título del joven de forma rápida y decisiva.

A partir de entonces, Welf Crosso llevaría el título de… <Ignis, el Siempre Ardiente>.

Y así fue que el joven se vio obligado a soportar a unas risueñas Lili y Hestia, unas conmovidas e inspiradas Mikoto y Haruhime, y la sonrisa forzada de Bell siempre que se mencionaba el origen de su título.

Tenía que ocultar sus mejillas ruborizadas cada vez.

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