Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 8

Capítulo 3: Canción de Amor para una Diosa de la Herrería

Parte 4

 

 

La luz de los cristales de arriba desapareció mientras la “noche” descendía en el 18º Piso.

El equipo conjunto había decidido pasar la noche en Rivira.


Sus armas estaban en mal estado y habían usado una gran cantidad de sus Ítems durante la batalla contra el Goliat—en realidad, casi se les habían agotado—así que en lugar de acampar en el bosque donde la amenaza de monstruos al azar era real, optaron por la seguridad de la ciudad. Decidiendo tener su mini-expedición en otra ocasión, el grupo buscó un lugar para dormir.

Aunque se quejaron de que todos sus preparativos se habían ido a la basura, el grupo se estableció en una posada que fue construida en una cueva natural.

Todo en la ciudad de Rivira era caro porque los propietarios de negocios sabían exactamente lo que los Aventureros necesitarían y que estarían dispuestos a pagar más para conseguirlo. A pesar de todo eso, esta posada era notablemente razonable. No había problemas obvios en el interior; todo lo contrario. Con alfombras de pieles de Liger Fang en el piso, candelabros de Piedra Mágica, y habitaciones con camas, todo parecía estar en buena forma. Teniendo en cuenta las otras opciones, este lugar sin duda era una de las posadas de mejor calidad en Rivira.

Y, sin embargo, el precio era mucho menor…

–… Se dice que esta es la misma posada donde se descubrió el cadáver sin cabeza de un Aventurero…

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–¿¡E-Estamos absolutamente seguras de que alojarse aquí es la mejor idea!?

–L-Lili-dono, ¿Por qué no miramos en un lugar diferente…?

–No, no es posible. Todos los otros lugares son demasiado caros. A Lili no le importa lo que ocurrió o no ocurrió aquí, el precio supera todo. ¡No es como si el Aventurero asesinado persiguiera estos pasillos…!

—Ese horrible incidente era la razón por la que no llegaban clientes a esta posada.

Haruhime, Mikoto y Chigusa estaban visiblemente temblorosas mientras planteaban sus objeciones, pero no lograron convencer a la frugal Hobbit de reconsiderar. Lili puso una cara valiente y fue a registrarse en la recepción. El recepcionista Beastman casi lloró de alegría al ver a sus primeros clientes en mucho tiempo.

Tan feliz, de hecho, que les otorgo aperitivos ligeros y vino de forma gratuita. Una vez que terminaron, todos tomaron caminos separados para ir a la cama. Habían reservado dos habitaciones, una para los hombres y otra para las mujeres. Las chicas se amontonaron en su habitación, haciendo todo lo posible para superar el miedo de lo que no se podía ver acostado de lado a lado en el suelo y tratando de dormir un poco.

Las luces se desvanecieron en las carpas y tiendas alrededor de la ciudad.

Solamente los bares permanecían iluminados. Voces borrachas y jubilosas llenaron Rivira mientras la noche descendía.

–…

Welf dejó la posada por sí mismo y regresó al mismo punto de vista donde todo había sucedido esa “tarde”.

Podía ver los muchos cristales brillantes que salpicaban el paisaje urbano al otro lado de la barandilla, así como el paisaje en su estado original del 18º Piso incluso más allá. El tenue resplandor de los cristales, muy por encima, se reflejaba en la superficie del lago debajo de él como estrellas.

No había vuelto exactamente aquí para admitir la vista, que era como ninguna otra cosa en la superficie, pero lo admiró durante unos momentos hasta que se dio cuenta de que tenía compañía y se dio la vuelta lentamente.

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Bell había salido de la posada después de darse cuenta de que el joven había desaparecido. Permaneciendo fuera de la vista, lo había seguido hasta el punto de observación.

–¿Qué pasa, Bell?

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Welf hizo todo lo posible para sonar amigable.

–Welf… yo, um…

–…

–Yo… Desde entonces… Incluso ahora, prefiero tu…

El chico tenía dificultad para hablar, su boca se abría y se cerraba torpemente mientras desesperadamente intentaba transmitir lo que sentía.

Pero no pudo, después de ver la mirada en los ojos de Welf. Sus propios ojos rojo rubí desviaron la vista y se quedó en silencio.

De alguna manera, comprendió cómo se estaba sintiendo el herrero, como si hubiera pasado por algo parecido antes. También sabía que, en ese estado, ninguna palabra lo confortaría.

Después de mirar a la izquierda y a la derecha por unos momentos, se acercó a Welf.

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Ambos permanecieron parados en silencio, escuchando las pesadas voces que salían de los bares y mirando por encima de la ciudad de Rivira.

Estaban en el mismo lugar donde la espada que Welf había forjado se había roto con tanta facilidad.

–… Hey, Bell. ¿Puedo echarle un vistazo a la Daga de Hestia-sama por un momento?

–¿Huh?

–Por favor.

Welf habló después de unos minutos, haciendo una petición.

El chico se quedó allí un momento antes de asentir y sacar la Daga negra de la vaina en su cintura.

Welf tomó la <Daga de Hestia> de su mano extendida.

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–Ahhh, maldición… Realmente es una cosa de belleza…

Sus ojos siguieron el Texto Sagrado tallado en la superficie de la cuchilla mientras una mezcla de admiración y dolor se arremolinaba dentro de él. Una triste expresión se apoderó de su rostro.

La cuchilla divina casi le había quitado el aliento la primera vez que la vio.

El arma en sí misma pareció oscurecerse en el momento en que dejó la mano de Bell. Welf nunca había sido capaz de averiguar por qué hasta que se enteró de que fue Hefesto misma quien forjó la Daga.

Ese era su verdadero valor. La habilidad de un Dios había entrado en su creación. Una habilidad que estaba en un propio reino.

Una nueva oleada de admiración por la Diosa de la Herrería se elevó dentro de él mientras sostenía el arma en su mano.

–… Todos los herreros pasan por un rito de iniciación antes de unirse a la <Familia Hefesto>.

–… ¿Como una ceremonia?

–Sí. Cada uno de nosotros, sin excepciones.

Devolviendo la Daga a su dueño, Welf reflexionó sobre sus propios comienzos y explicó cómo había conocido por primera vez a Hefesto. Había huido de su lugar de nacimiento, el Reino de Rakia, y estaba buscando un nuevo país al cual llamar hogar. Había tropezado con un pequeño pueblo que se especializaba en metalistería y consiguió ser contratado como aprendiz, fue entonces cuando quien entro en su tienda fue Hefesto misma. No sólo eso, sino que él llamó su atención. Después de aceptar su invitación, lo llevó a una habitación en la sede de su <Familia> y comenzó su rito de iniciación.

–A todos se nos muestra una espada. Entonces decidimos si nos unimos o no.

Sólo ambos, solos en la habitación. Hefesto le había dicho: “Si no lo sientes, ve a otro lugar.”

Luego abrió la puerta de una habitación trasera. Eso estaba allí. Una sola espada estaba sobre un pedestal. Ver esa arma había enviado escalofríos por la espalda de Welf.

— —Yo estaba temblando. Difícilmente podía creer que algún herrero humano pudiera hacer un arma así.

Recordar la visión de la espada forjada por las manos de Hefesto todavía le daba la piel de gallina. Con el poder del <Arcanum> sellado y sin otras habilidades especiales de las que hablar, la Diosa había utilizado técnicas puras y refinadas para forjar esa espada. Era la espada contra la que se juzgaba a todas las espadas, la original, forjada por el equivalente de las manos humanas. El ápice absoluto de lo que las personas del Mundo Inferior podrían lograr. Era un trabajo divino, una pieza que realmente pertenecía al reino de los Dioses.

–Es lo absoluto. Lo mejor que un humano sin ninguna habilidad especial podría esperar lograr.

Welf no miraba a Bell. En su lugar, su mirada fue lanzada sobre la ciudad mientras sus palabras reflejaban la pasión que todavía ardía dentro de su corazón.

No pudo evitar sonreír mientras los recuerdos de lo que vio ese día brillaban en su mente.

–Quiero hacer un arma que la supere.

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Welf apretó su puño derecho justo delante de su pecho.

Cualquier persona que vio esa hoja al instante sintió una conexión con Hefesto, una especie de amor por ella para hacer que quieran aprender de ella y, finalmente, superarla. Despertando en ellos el deseo de llegar a la imponente Diosa. Los hacia querer verse a sí mismos llegando a su reino y descubrir lo que estaba más allá.

Era un camino mucho más difícil de lo que cualquiera podría imaginar.

En comparación, su viaje era mucho más extenuante y desafiante que el deseo de Bell de alcanzar a Aizu Wallenstein.

El objetivo del chico era la <Princesa de la Espada>—también conocida como <Valkyria>—una mortal que estaba en el lugar donde todos los Aventureros querían estar, entre los mejores de los mejores. El lugar donde Welf quería estar estaba entre el reino de los Dioses.

Era una altura que requería mucho más esfuerzo y devoción para llegar.

Sorpresa comenzó a aparecer en el rostro de Bell cuando comenzó a comprender la profundidad de la ambición de Welf.

La mirada del herrero pelirrojo estaba clavada en su puño cerrado.

–… Quiero hacerlo… o al menos quería.

Una sombra cubrió su rostro mientras su cabeza se inclinaba.

— “Nosotros como mortales no podemos acercarnos a forjar un arma suprema sin verter todo lo que tenemos en nuestro oficio.”

—“La tonta a quien tienes en el corazón está en otro nivel. Ni siquiera en tus sueños llegaras a ella de esa manera.”

La Herrera de Clase Alta conocía los límites de su habilidad.

Ella, quien estaba en la cima del mundo herrero, era un monstruo en su propio derecho reconocido como el líder por Hefesto.

Ella, quien sabía que su meta estaba aún más allá, entendía.

Pero hoy, ella había demostrado ese punto a un grado doloroso, así como dejaba en claro lo mucho que no era necesario.

Después de todo, él no era más que un herrero tratando de desafiar a un Dios, soñando un sueño legendario. ¿Era absurdo?

¿Era como dijo Tsubaki, y nunca alcanzaría su meta sin sacar provecho de la detestable sangre en sus venas?

Sin ser un herrero de Espadas Mágicas, ¿Alguna vez estaría en el mismo reino que Hefesto?

–Yo…

Bell miró a Welf mirar hacia el cielo azul oscuro del Calabozo.

***

 

 

El día siguiente.

La <Familia Hestia> y la <Familia Takemikazuchi> abandonaron el 18º Piso.

Después de pasar un poco de tiempo en los Pisos Intermedios recuperando sus pérdidas financieras de la lucha contra el Jefe de Piso y por pasar la noche en Rivira, el equipo de batalla conjunto regreso a la superficie justo antes del anochecer.

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Algunos de ellos fueron al Intercambio; otros regresaron directamente con sus Dioses para informarles de lo que había sucedido en el Calabozo. Todos tomaron caminos separados en el Parque Central. Welf se fue por su cuenta, caminando por las calles de la ciudad bajo el cielo rojo oscuro.

Los edificios a ambos lados de la calle estaban llenos de voces bulliciosas y bien iluminados por Lámparas de Piedra Mágica. Los Aventureros, recién regresando del Calabozo, compartieron sus historias de valentía con otros clientes, meseros, o cualquier persona que quisiera escuchar. Los bardos utilizaban una serie de instrumentos para llenar los bares con melodías optimistas mientras los oyentes cantaban con tarros de cerveza en sus manos. Incluso las mujeres más bellas que trabajaban en los bares entraron en el acto bailando junto con la música. Todos estaban sonriendo, riendo, y pasando un buen rato.

Welf pasó por la animada multitud sin decir una palabra. Nadie le saludó mientras pasaba por el borde de la calle. Era como si nadie se diera cuenta de que estaba allí.

No había visto a Tsubaki desde su acalorada conversación.

Sus palabras, sin embargo, nunca se habían ido. Todavía persistían en sus oídos, arrastrándolo a un torbellino de angustia cada vez que bajaba la guardia.

–Maldita sea.

Gruñó y sacudió la cabeza. Había estado haciéndose las mismas preguntas una y otra vez desde la noche anterior, pero aún no había llegado a ninguna conclusión.

A pesar de que, al final, sólo había una respuesta.

Con su frustración aumentando a medida que su espíritu se hundía, Welf miraba sus pies mientras caminaba. Sus ojos no hacían más que trazar el patrón de piedra del pavimento mientras pasaba por debajo de él.

Se alejó hacia el oeste, con los últimos rayos de sol iluminando su chaqueta, cuando de repente—

— —Welf.

Escucho una voz que no podía creer.

— ——

Welf se congeló en el acto. Con sus ojos ensanchándose, rápidamente giro su cabeza hacia la voz.

Por un breve instante, estaba seguro de que algo estaba mal en su cabeza, que estaba alucinando y que sólo era un producto de su imaginación. Pero efectivamente, podía ver un contorno débil en las sombras de un callejón a su lado.

Las sombras se arremolinaron como si estuvieran sacudiendo una capa delante del inmóvil Welf y se movieran más lejos en el callejón. Una invitación, sin duda.

Welf la siguió sin vacilar.

Oi, no puede ser, ¿Por qué—?

Se abrió camino a través del estrecho callejón.

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Más y más nuevas preguntas llenaban su mente a cada momento, enviando sus pensamientos al caos.

¿Por qué estaría el aquí?

Su pulso se aceleró. El golpeteo de su corazón contra sus costillas era demasiado fuerte para ignorarlo. La ansiedad amenazaba con abrumarlo mientras seguía a la figura envuelta aún más profundo en los sinuosos callejones de la ciudad—hasta que, finalmente, la sombra se detuvo.

Estaban en algún lugar en los callejones. La basura estaba esparcida por el camino; animadas voces flotaban desde los bares en la distancia.

La figura encubierta se giró hacia Welf mientras permanecía parado en un camino completamente desierto y estrecho. Luego se quitó la capucha.

–Ha pasado mucho tiempo, Welf.

El rostro de un hombre de mediana edad que parecía mucho más viejo salió de la capucha. El número inusualmente grande de arrugas que cubrían su rostro hacia que su edad fuera difícil de determinar. Su cabello castaño, largo para un hombre, estaba atado detrás de su cabeza. Sus ojos hablaban de años de dificultades, pruebas y tribulaciones. No había brillo, ni fuerza en su mirada.

Welf no podía creer lo que estaba viendo mientras miraba al anciano humano que era un espejo de sí mismo, mostrando cómo sería en unas pocas décadas. Entonces le habló.

–¿Viejo…?

La persona delante de él no era otro que su verdadero padre. Tenían la misma sangre corriendo por sus venas.

Wil Crosso.

Welf había cortado todos los lazos con él hace siete años. Este hombre no debería ser más que una parte de su pasado.

Un ciudadano de Rakia, él era el jefe actual de la caída familia noble de herreros, los Crosso.

–¿Por qué estás aquí…? ¿¡Por qué tú estarías aquí!?

–¿Necesitas una respuesta, chico tonto?

Welf luchaba por controlar su temblorosa voz. Wil le lanzó su mirada cansada al joven.

El apretó su mandíbula.

Justo como el hombre había dicho, la respuesta obvia estaba justo afuera de la muralla de la ciudad. Pensar no era necesario.

Todos sabían de los 30.000 soldados que actualmente luchaban contra la Alianza de Orario.

El hombre frente a él pertenecía al ejército del rey divino que vino de Occidente.

La sangre de Welf hervía mientras reconstruía todo. Este hombre se había escabullido en la Ciudad Laberinto como parte de la invasión Rakiana.

¿¡No me digas…!?

La razón por la que Wil llegó a la ciudad, la razón por la que lo había buscado, la razón por la que Rakia quería atacar en primer lugar—

El padre del joven observo las expresiones pasando sobre el rostro de su hijo y declaro su propósito.

–Welf. Forja Espadas Mágicas para nosotros.

–… ¡¡…!!

–El Reino de Rakia, el propio Ares-sama, ha reconocido el poder de tus Espadas Mágicas. Las que forjaste para esa batalla sin sentido entre Dioses usando el regalo de nuestra familia.

La batalla entre Dioses—el <Juego de Guerra>.

Así como su habilidad había atraído la atención de los Aventureros dentro de Orario, la palabra de la increíble fuerza de las Espadas Mágicas de Welf se había extendido al Reino de Rakia. Y ahora Ares había lanzado un ataque en un esfuerzo por asegurar las poderosas <Espadas Mágicas Crosso> de Welf para él mismo.

–La única razón por la que esta guerra se prolonga es gracias a ti.

Esa dura verdad golpeó a Welf como un puñetazo en el estómago, el shock recorrió todo su cuerpo y lo dejo sin palabras.

Esas Espadas Mágicas habían elevado al ejército de Rakia a la invencibilidad, permitiéndoles obtener inimaginables niveles de gloria en los días de antaño. Ahora querían recuperar ese estatus legendario invadiendo a Orario para reclamarlo.

Welf se quedó sin habla por el nivel de obsesión de Rakia con las <Espadas Mágicas Crosso>.

–Por supuesto, nos habíamos estado preparando para atacar a Orario desde hace algún tiempo. Sin embargo, una vez que llegaron las noticias del <Juego de Guerra>, Ares-sama y nuestro rey decidieron cambiar nuestros planes.

–… ¡…!

–Entonces se volvió mi papel recuperarte… Ven conmigo, Welf. Contigo y las <Espadas Mágicas Crosso> a nuestro lado una vez más, Rakia recuperará su antigua gloria.

Su Dios tenía sed de batalla. Welf pensó que probablemente no era el único objetivo de Rakia.

Sin embargo, el hecho de que el Reino de Rakia había levantado un ejército de 30.000 hombres e iniciado una guerra total sólo por <Espadas Mágicas>, y luego envió a este hombre a recogerlo, sólo añadió combustible al fuego ardiendo en su corazón.

–¿¡Eres estúpido!?

Welf prácticamente escupió las palabras de su boca.

El Gremio era muy estricto cuando se trataba de vigilar el flujo de guerreros capaces, de modo que atraer a un Aventurero de Clase Alta fuera de la ciudad era casi imposible—y escalar la gran muralla de la ciudad no era tarea fácil. Incluso si Wil logró ponerse en contacto con Welf, la fuerza total e indignante de los Aventureros de Orario estaría allí para impedir su retirada.

La solución era traer a los 30.000 soldados y sacar a tantos Aventureros como fuera posible.

Lo más probable es que la razón por la que todavía luchaban ahora era para comprar suficiente tiempo para sacar a Welf de Orario.

El Reino de Rakia estaba dispuesto a ir a tan lejos para recuperar el poder perdido de las <Espadas Mágicas Crosso>.

–¡Vete al infierno! ¿¡Yo, unirse a ti!? ¡Sigue soñando! ¡Le dije adiós a la familia y a Rakia hace mucho tiempo! ¡No hay razón para que vaya junto con tu jodidamente loco plan!

–Chico tonto, te estaba dando la oportunidad de venir pacíficamente por piedad paterna…

Padre e hijo, estaban encerrados en una intensa mirada desafiante.

La atmósfera era tensa, pero Welf no se dejó intimidar por las amenazadoras palabras de Wil. Alcanzando las espadas atadas a su espalda, curvó sus labios en una sonrisa.

–¿Entonces me vas a secuestrar? ¿Arrastrarme por la fuerza?

Welf ahora era consciente de las otras figuras que intentaban ocultarse en la oscuridad.

Miró hacia los callejones, sonriendo como si quisiera luchar.

–Podríamos estar fuera del camino aquí, pero no lo suficientemente lejos para que las personas no escuchen una batalla. Éste es Orario—no habrá escape una vez que sepan que estás aquí.

Welf era Lv. 2. Era más fuerte que la mayoría de las personas que vivían fuera de la ciudad, incluyendo a los miembros promedio del ejército de Rakia. Sus oponentes tendrían que emplear otras estrategias. Aunque el joven se sorprendió genuinamente de que llegaran tan lejos sin ser descubiertos por el Gremio, eso también significaba que no podía haber muchos de ellos. Se necesitarían más que unos cuantos soldados para dominarlo.

Welf tenía la ventaja, así como la empuñadura de su Gran Espada. Sin embargo, la expresión de Wil se mantuvo sin cambios mientras le decía a su hijo:

–Si te niegas a venir en silencio, mis camaradas dentro de la ciudad la harán arder en llamas con Espadas Mágicas. Auténticas Crosso, además.

— ——

El resplandor de la espada estaba unos pocos centímetros fuera de su vaina cuando la mano de Welf se detuvo bruscamente.

Sus ojos temblaban en estado de shock mientras gritaba.

–¡No me vengas con esa mierda! ¡No puede haber más <Espadas Mágicas Crosso> en Rakia!

–En realidad, sí, hay. Cincuenta de ellas se salvaron en el momento de la maldición de los Espíritus.

Continuó agregando que Welf no había sido lo bastante mayor para aprender ese secreto familiar antes de que se fuera.

Una sonrisa apareció en el rostro de Wil por primera vez.

En los días de antaño, cuando las <Espadas Mágicas Crosso> pavimentaron el avance del Reino de Rakia con una destrucción total, cualquier cosa cercana al campo de batalla—ya sea lagos, montañas o bosques Elficos— se convirtieron en nada más que montones de ceniza carbonizada. Eso atrajo la ira de los Elfos y otros Espíritus, que rompieron todas las Espadas Mágicas en fragmentos inútiles. Su último acto fue poner una maldición sobre la familia de herreros que las crearon. Ahora, Welf era el único miembro de la familia capaz de forjar Espadas Mágicas.

Sin embargo, no había incertidumbre en la voz de Wil cuando afirmó que varias de las Espadas Mágicas habían sobrevivido a la purga de los Espíritus y la maldición.

–Los comandantes tenían miedo de perderlas, así que estuvieron acumulando polvo durante todos estos años…

Con su sonrisa todavía pegada a su rostro arrugado, Wil extendió su dentro de su capa y retiró una espada.

–Esto debería ser prueba suficiente.

— ——¡…!

El arma firmemente en manos de su padre era, sin duda, una Espada Mágica.

Welf supo en un instante lo que significaba la energía roja arremolinada en el interior de su hoja, y se quedó sin habla. La sangre Crosso en sus venas sabía reconocer a una de las suyas. Eso no era un engaño.

–Mis compatriotas también tienen una. Si doy la señal o no vuelvo a su debido tiempo, desatarán el fuego del infierno en Orario.

Si las <Espadas Mágicas Crosso> fueran usadas dentro de las paredes de Orario, los resultados serían catastróficos.

Justo como el bosque Elfico y los hogares de los Espíritus, está tranquila ciudad se convertiría en un mar de llamas, sus edificios serian reducidos a escombros. Incontables vidas civiles se perderían si eso llegara a suceder.

Wil pudo ver que su hijo entendía la situación y entrecerró los ojos.

–Vienes con nosotros y nada de eso sucede. Nada en absoluto.

El anciano Crosso observó el fuego desaparecer del rostro de su hijo, y su sonrisa se convirtió en una sonrisa siniestra.

Entonces comenzó a hablar con una alegría desenfrenada, liberándose gradualmente de años de supresión con cada palabra.

–¡Welf, el Reino de Rakia se levantará una vez más a tu regreso! ¡Y nosotros, la familia Crosso, podremos disfrutar de nuevo de la gloria de los viejos tiempos! ¡Dinero, estatus, fama—todo nuestro!

–… ¡…!

–¡Ares-sama dio su palabra de que restaurará a nuestra familia al lugar que le corresponde si accedes a forjar Espadas Mágicas una vez más! ¡Nuestro nombre de familia será anunciado como lo fue una vez! ¡Los máximos deseos de la familia Crosso se convertirán en realidad, y yo lo llevare a cabo!

Wil dejó que sus emociones se apoderaran de él, una nueva luz que brillaba en sus ojos muertos mientras su largo cabello se agitaba debajo de la atadura detrás de su cabeza.

El vigor en sus ojos estaba muy cerca del borde de la locura. Parpadeaban con un brillo anormal en la penumbra.

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Welf se sintió abrumado por la devoción de un hombre atrapado por la obsesión de su familia. Las muchas arrugas en el rostro de Wil se torcieron y curvaron mientras sonreía en la dirección de su hijo.

–Haz tus preparativos para salir de Orario esta noche. Trae todas las Espadas Mágicas que tengas en tu posesión a las instalaciones de almacenamiento ubicadas en el borde suroeste de la ciudad a medianoche… No debo recordarte lo que pasará si le cuentas a alguien, ¿Verdad?

Wil terminó de darle órdenes a su hijo antes de regresar a las sombras.

Las otras figuras en los callejones también se retiraron, pero algunos se mantuvieron lo suficientemente cerca como para que Welf pudiera sentir su presencia. Estaba siendo observado.

Welf se quedó allí, mirando a su padre hasta que desapareció. Sus manos se apretaron en puños temblorosos.

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