Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 7

Capítulo 6: Anhelo de un Héroe

Parte 8

 

 

El techo del Zigurat—el Jardín Flotante.

Varias torres se extendían más allá de su altura de cuarenta pisos para protegerlo. El palacio llegaba más lejos en el cielo justo al lado de él.

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Cada bloque de piedra que componía el suelo del amplio edificio había sido meticulosamente colocado para estar exactamente nivelado y no tener absolutamente ninguna grieta entre cada losa.

Las losas de piedra que componían el Jardín Flotante eran un híbrido sintetizado de un mineral negro llamado <Darubu> mezclado con una gran cantidad de piedras de <Luz Lunática>. Cada una de ellas reacciono ante la luz de la luna que brillaba desde arriba liberando un flujo constante de suave luz azul pálida que se extendía por la superficie como una alfombra flotante.

–¿Samira, todo esta listoooo?

–Sí, ¿No puedes usar tus ojos? Todo lo que queda es esperar a que la luna se ponga en posición.

La mitad de las <Berbera> de la <Familia Ishtar>, incluyendo a casi todos los miembros de Lv. 3 y superior, se habían reunido en el Jardín Flotante.

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Más de cien Amazonas caminaban descalzas por la pizarra blanca pálida y azulada, congregándose en el centro. Friné se acercó a la encargada de supervisar los preparativos para el ritual, Samira. La Amazona de cabello gris sacudió la barbilla hacia el centro.


Allí, en medio del solemne y de ensueño Jardín Flotante, se erguían tres pilares de piedra altos y delgados, dispuestos en forma triangular alrededor de un altar.

El altar de piedra brillaba aún más brillante que las losas de piedra del techo. Su luz reaccionaba con los pilares, separándose en centelleantes corrientes mientras se mezclaba con la luz de la luna.

El jardín y el altar fueron diseñados para servir a un propósito: aumentar el poder de la <Piedra Asesina>. Existía el riesgo de dividir el alma si la piedra fuera usada por sí misma. Con tanta energía para extraer, la <Piedra Asesina> sería capaz de sellar el alma en su totalidad.

Friné entrecerró los ojos mientras sonreía. Samira estaba junto a ella, observando el cielo.

Muchas de las nubes habían desaparecido. Un cielo nocturno sin obstáculos lleno de estrellas y una impresionante luna llena extendida sobre el jardín flotante.

Todas las Amazonas esperaban una cosa—que la luz que emanaba del altar pasara de azul claro a rojo oscuro. Entonces el ritual podría comenzar.

–¡Haruhimeee! ¡Deja de holgazanear y ven al altaaaar!

Friné se apartó del altar mientras su voz resonaba en el aire.

La masa de Amazonas se apartó para dejar paso. Una chica Renart vestida con un magnífico kimono rojo colocaba tranquilamente un pie delante del otro mientras caminaba silenciosamente hacia el frente.

Con la excepción de que lo blanco de sus ojos verdes era rojo, su rostro era inexpresivo. Mantenía la mirada fija en la luz azul que se alzaba de la piedra bajo sus pies. No había personalidad ni emoción en su comportamiento; Era como una muñeca caminando sobre una nube.

–…

Las Amazonas le hicieron muchas caras mientras pasaba. Aisha observaba el acercamiento de Haruhime y abrió su boca justo antes de que la Renart caminara delante de ella. Sin embargo, no salió ningún sonido.

Haruhime miró brevemente en su dirección, con una débil sonrisa en sus ojos como si estuviera tratando de transmitirle algo a Aisha. Pero la Amazona cerró la boca, sus manos temblaban mientras la joven pasaba de largo.

Haruhime llegó al altar y subió a la cima.

–Arrodíllate aquí.

–Sí…

Colocó las rodillas en la parte superior del centro de la piedra que brillaba según lo ordenado.

Varias cadenas equipadas con grilletes colgaban de los altos pilares que rodeaban el altar. En el momento siguiente, estaban atadas a sus muñecas, tobillos, cintura y cuello.

Se decía que el Renart experimentaba un dolor extremo cuando su alma era trasladada de su cuerpo a la <Piedra Asesina> durante el ritual. Estas cadenas eran para evitar que Haruhime se sacudiera salvajemente cuando llegara el momento.

–…

De rodillas y encadenada, Haruhime realmente parecía una doncella a punto de ser sacrificada a un Dios, o por lo menos la pieza central de alguna ceremonia antigua. Incluso las Amazonas que rodeaban el altar se perdieron en la conmovedora belleza de la escena.

–Con esto, finalmente podremos luchar contra la <Familia Freya>.

Del lado opuesto del Jardín Flotante apareció un espectáculo que trajo sonrisas de anticipación a sus labios: la <Piedra Asesina> había llegado.

El cristal color rojo sangre del tamaño de un puño, había sido atado al final de la empuñadura de una Espada Larga ceremonial.

Su cuchilla perforaría el cuerpo de Haruhime y le daría a la piedra acceso directo a su Poder Mágico. Se convertiría en el puente por el que su alma viajaría mientras era sellada dentro de la <Piedra Asesina>.

La propia espada brillaba bajo la luz de la luna mientras la piedra en su empuñadura liberaba un ominoso resplandor rojo.

Haruhime sintió una punzada de miedo en el momento en que el arma apareció a la vista. Rápidamente cerró los ojos, sacudió la cabeza y miró las estrellas.

Sus ojos fueron recibidos por innumerables destellos de luz detrás de una luna dorada.

La luz que la mataría.

Por otra parte, sería la luz que la salvaría del dolor y del sufrimiento en este mundo.

Iluminada por un deslumbrante rayo de luna, Haruhime dejó caer la cabeza.

No había lágrimas. Era su corazón el que lloraba. Pero ella no lo dejó ver.

Su pequeño cuerpo sostenía toda la tristeza, dolor, felicidad y arrepentimiento.

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Todos los recuerdos que había hecho en los últimos días, conociendo a ese chico y reencontrándose con esa chica, todo estaba bien apretado y escondido.

Con la mente en blanco, Haruhime cerró los ojos lentamente.

— —¡El enemigo está atacando!

Una voz estridente llegó a sus oídos un momento después.

Los ojos de Haruhime se abrieron de golpe cuando su cabeza se levantó de un salto. Los intensos sonidos de las armas que chocaban unas contra otras resonaban desde el puente de entrada que conectaba con el Jardín Flotante.

Quien apareció fue una chica con largo cabello negro atado en una cola de caballo, cargando en las filas de Amazonas.

–¡Haruhime-sama—!

Mikoto saltó sobre los guardias en la puerta que conducía a los Jardines Flotantes y corrió hacia el altar.

Los guardias ya estaban alertadas de su presencia; tratar de ocultarse no tenía sentido en este momento. Ella respiró profundamente y gritó lo suficientemente alto para que la chica encadenada a la brillante piedra se diera cuenta de que estaba allí.

–¿¡De nuevo!?

Las Amazonas alrededor del altar tomaron sus armas y cargaron hacia Mikoto quien se aproximaba.

Sin embargo, se detuvieron a unos treinta metros delante del altar. Mikoto, ya gravemente herida, se detuvo frente a la pared de músculo y acero de Amazonas. Todos los guardias a los que había logrado pasar se le acercaron por detrás y se dispersaron. Mikoto ahora estaba completamente rodeada.


–En serio, ¿¡Viniste aquí sola!?

Samira sonrió como si le hubiera gustado la valiente y temeraria humana.

El resto de las <Berbera> pronto mostraron la misma sonrisa, ansiosas por ver lo que estaba a punto de desarrollarse.

–¡Hey Haruhime, tu Héroe está aquí!

Samira miró por encima de su hombro a la chica encadenada. El color que quedaba en el rostro de Haruhime se dreno en un abrir y cerrar de ojos.

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Su cuerpo trató de entrar en acción, pero fue rápidamente retenido por las cadenas.

–¿Por qué…? ¿¡PORQUE!? ¡Vete ahora, Mikoto-sama!

Las resonantes cadenas acentuaron los gritos de Haruhime mientras luchaba contra ellas.

A pesar de ser rechazada antes, Mikoto apareció ante ella una vez más. La chica humana la miró con una mirada imponente.

–Eso es imposible, Haruhime-sama. Sin importar cuántas veces me rechaces, haré lo que siempre he hecho desde nuestra infancia. Te llevaré afuera.

Recuerdos de días pasados en su tierra natal en el Lejano Oriente.

Ella les había dicho que todos se enojarían, que deberían dejarla, tantas veces. Pero ignoraron sus súplicas, no se preocuparon en lo más mínimo por ser etiquetados de delincuentes, y aun así llegaron a sacarla de la mansión de su familia.

Nada había cambiado. Mikoto era la misma de siempre y Haruhime conocía esa mirada en sus ojos. Las emociones que habían quedado tan estrechamente encerradas dentro de la Renart se liberaron una vez más mientras sus ojos brillaban con lágrimas.

–Te ves realmente genial ahora.

La Amazona de cabello gris, Samira, observaba la entrada dramática de Mikoto y su reencuentro de larga distancia con Haruhime con deleite.

–Hey, Friné, Aisha. ¡Déjenme tenerla!

Se giró hacia la capitana Friné y el corazón y el alma de las <Berbera>, prácticamente la verdadera capitana de su <Familia>, Aisha.

–¡Ustedes dos ya tuvieron tiempo para jugar! ¡Déjenme tener mi turno!

–… Gegegegegeh, diviértete un rato. De todos modos, tenemos tiempo.

Friné le echó un vistazo a la luna antes de que una risa vulgar saliera de sus labios.

Samira había sido la encargada de supervisar los preparativos para el ritual y no había sido parte de la caza del conejo. Friné no veía ningún problema en dejar que ella se saliera con la suya.

–¡Si!

Samira juntos sus manos con entusiasmo.

Aisha no intentó detenerla y la observaba en silencio.

–¡Por favor! ¡Por favor, detengan esto! ¡Friné-sama, Aisha-sama!

Sin prestarle atención a los gritos de Haruhime a lo lejos, Samira salió del anillo de Amazonas que rodeaba a Mikoto.

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–Así es como es, así que entretenme. Te diré qué, si me vences… podría escuchar lo que tienes que decir.

–…

Ya sintiendo los ojos de todas las <Berbera> directamente sobre ella, Mikoto se giró para enfrentarse a su oponente.

Una sonrisa tenaz creció en el rostro de Samira. Mikoto sabía que no tenía otra opción que jugar.

Esta situación incluso podría funcionar a su favor. Al menos, le permitiría ganar tiempo para que Bell llegara, o incluso abrirle un camino hacia el altar. Mikoto se determinó.

La humana permaneció en silencio mientras desenvainaba a <Ushiwakamaru>, la Daga que él le había prestado. Ella tendió el arma frente a ella, sosteniéndolo en un agarre inverso en una postura defensiva.

Las esquinas de los labios de Samira se curvaron hacia arriba, encantada de que su desafío había sido aceptado. Prefirió no usar ninguna arma y miró a Mikoto mientras estiraba sus brazos y piernas.

No se encontraban demasiado lejos de la entrada del puente de piedra. Las sanguinarias Amazonas se alinearon hombro con hombro, creando un anillo alrededor de los combatientes. Su batalla comenzó con la pronunciación de una simple frase:

–¡Aquí voy!

Tan pronto como esas palabras salieron de su boca, Samira se lanzó hacia Mikoto en un ataque frontal completo.

— ——

El ataque entrante era demasiado rápido para que Mikoto lo bloqueara o contratacara, así que se vio obligada a concentrarse completamente en esquivar el primer ataque.

–¡…!

El gran puño de la Amazona pasó justo delante de sus ojos mientras sacaba la cabeza fuera del camino en el último momento.

Pero ese golpe zurdo sólo era una finta. Samira giro ese ímpetu hacia abajo, colocando su mano izquierda en el suelo y barriendo sus piernas hacia arriba.

–¡Guh!

Mikoto vislumbró el talón derecho de Samira a tiempo para bloquear el ataque con <Ushiwakamaru>.

Sus brazos quedaron entumecidos como si fueran golpeados por el extremo romo de un tubo de acero. Una oleada de dolor atravesó su cuerpo y haciéndola perder el equilibrio. Samira no perdió la oportunidad de presionar su ventaja.

–¡Justo así, intenta mantener el ritmo!

Una lluvia de puños y pies llovió sobre Mikoto.

Cada una de las líneas de color cobre que llegaba a Mikoto tenía suficiente poder para hacerla tambalearse. La humana enfocaba todo lo que tenía para alejarse lo suficiente del camino de cada golpe que su Resistencia podía soportar si no podía esquivarlo por completo. No había desperdicio de movimientos, no había lugar para el error.

—Como esperaba, Lv 3.

El cabello gris de su oponente se sacudía de un lado a otro, con su escasa ropa manteniéndose firmemente contra su cuerpo mientras se movía. La abrumadora danza de la muerte de Samira le demostró a Mikoto lo que ya había sospechado: había una gran brecha entre su <Estado> Lv. 2 y el de la Amazona. No tenía forma de superar el poder abrumadoramente superior de su oponente, el estilo de combate y juego de piernas.

¿Cuántas de las <Berbera> que la rodeaban eran tan fuertes como Samira? Sus gritos le parecían lejanos a medida que se daba cuenta de ello. Sintiendo el miedo arrastrarse en su corazón, Mikoto lo sacudió y recuperó su calma.

Ella y Bell ya habían decidido que salvarían a Haruhime sin importar cuán insuperables fueran las probabilidades.

–¡Hiiiya!

–¡Hah! ¡No está mal!

Samira bloqueó el primer contraataque de Mikoto con su brazo derecho.

Ella sonrió como si estuviera disfrutando del dolor que atravesaba su brazo, después de tomar la fuerza completa de la patada de Mikoto. Entonces le devolvió el favor.

–¡UgAAH!

Mikoto fue lanzada al aire.

Con <Ushiwakamaru> saliendo de su agarre por el impacto, Mikoto observó la Daga aterrizar a los pies de su audiencia, mientras que su espalda aterrizaba en el centro del anillo. Rodando sobre su hombro para mirar hacia adelante, sus ojos se abrieron de par en par mientras Samira cargaba una vez más.

–¿¡Terminaste!?

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Los ojos de Mikoto se estrecharon cuando el puño derecho de la Amazona se precipitó hacia su rostro.

¡Ahora o nunca!

Mikoto agarró el puño y lo guio por encima de su hombro—en una posición de lanzamiento.

–¿¡…!?

Las Amazonas gritando y la misma Samira se dieron cuenta.

Un lanzamiento de brazo de estilo judo. Otro estilo de combate inculcado en ella por Takemikazuchi—Mikoto aprovechó su oportunidad para usar una de estas técnicas.

Los monstruos en el Calabozo llegaban en todas las formas y tamaños, haciendo su entrenamiento de judo prácticamente inútil. Sin embargo, este estilo del Lejano Oriente era extremadamente útil para manipular los cuerpos de los oponentes humanos.

Estas técnicas fueron diseñadas para ayudar a derribar a combatientes más grandes y más fuertes. Estaba a punto de lograr algo grandioso.

Mikoto exhaló con toda su fuerza, sus músculos se contrajeron a toda potencia para lanzar a Samira a la superficie de piedra.

–¡Hey, genial!

Pero Samira tenía otras ideas.

Comentando su técnica a medio lanzamiento, casualmente torció su brazo derecho y se liberó.

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–¡…!

El lanzamiento estaba a un mero segundo de ser completado. Ahora libre, la Amazona sujeto el cuerpo de Mikoto con ambas manos—y la arrojó.

–¿¡Qué!?

Justo antes de que la espalda de la Amazona golpeara el suelo de piedra, los ojos de Mikoto registraron dos destellos de piel bronceada pasar bajo su brazo izquierdo y alrededor de su cuello. Lo siguiente que supo, Mikoto había sido lanzada hacia el cielo solo por los músculos de su oponente. “¡Ow!” Samira grito de dolor cuando su trasero aterrizo directamente sobre la superficie dura. Al mismo tiempo, Mikoto había sido lanzada todo el camino hasta el anillo de Amazonas.

La más cercana lo vio con alegría y asesto una devastadora patada de giratoria que envió a Mikoto girando de nuevo hacia el centro.

–¿Ese fue uno de esos movimientos del Lejano Oriente? Eso fue lindo.

Con eso, Samira cerró la distancia entre ella y Mikoto en un abrir y cerrar de ojos.

La chica humana seguía acostada sobre su espalda, aturdida por el último golpe.

Samira adoptó un enfoque más juguetón para su siguiente serie de ataques, pateando a Mikoto como si estuviera tratando de hacer malabares con una pelota con sus pies.

–¡GUAH!

–¡Muéstrame más si los tienes!

La última patada de Samira mando a volar a la chica. Mikoto rebotó una vez antes de finalmente lograr levantarse.

Sin embargo, eso sólo la expuso a los despiadados puños de la Aventurera de Segunda Clase.

El cuerpo de Mikoto se sacudía a la izquierda y a la derecha mientras sus hombros, estómago y mejillas recibían golpes directos. Gotas de su sangre volaban con cada golpe, cortando salpicaduras oscuras en la luz azul pálido que emanaba del suelo de piedra. La sonrisa bestial de Samira creció. En sus ojos, Mikoto no era más que un juguete que tenía algunas características ocultas. No se detendría ante nada para verlas.

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Las técnicas eran inútiles.

Los pensamientos de Mikoto eran un desastre. Lo único que se escuchaba fuerte y claro era el horror sin palabras del estilo de batalla salvaje pero perfeccionado de Samira.

La Amazona era un arma viviente que respiraba. Años de experiencia culminaron en un cuerpo que podía reaccionar por instinto, sabía moverse sin pensar. Cada golpe que asestaba entregaba más que solo dolor físico, eran golpes directos a su confianza y orgullo. Cada impacto también era el sonido de ella rompiéndose por dentro.

Su talento y habilidad fueron superados.

Las rodillas de Mikoto se debilitaban mientras cada nueva oleada de ataques le mostraba cuánta distancia había entre sus habilidades y las de una Aventurera de Segunda Clase.

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