Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 7

Capítulo 6: Anhelo de un Héroe

Parte 10

 

 

El corrió.

En el momento en que la explosión de vida se apagó, corrió más rápido que nadie.

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Él escuchó.

Las palabras de la chica que había puesto su vida en la línea, y el anhelo dentro de ellas, lo alcanzaron.

Bell salió de su escondite en el instante en que la onda de choque se dispersó y comprometió cada músculo, cada tendón, en alcanzar el altar un instante más rápido.

Tenía que romper a través de la línea de Amazonas en su camino.

–¡¡…!!

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Bell atravesó el humo elevándose tan rápidamente que las Amazonas no pudieron reaccionar.

Su velocidad no permitiría que nadie diera persecución. El conejo blanco estaba en una línea directa hacia el altar. Las <Berbera> a las que pasaba ni siquiera podían seguir sus movimientos, sólo observaban el tintineo de humo en su estela. Incluso Aisha no podía moverse.

Nadie podía mantenerse al día.

— —GEGEGEGEGEGEGEGEH!

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Excepto por ella.

–¡Yo no lo creoooooooooooo!

–¡¡…!!

La reina Amazona parecida a una rana repentinamente entro en la línea de visión de Bell con una velocidad increíble.

Era una reacción que sólo los Aventureros de Primera Clase eran capaces de hacer.

Había resistido la explosión y había superado a Bell a plena carga. Ahora se alzaba como una pared insuperable en su camino.

Las esquinas de los labios de Friné se curvaron mientras arqueaba su espalda, tiró hacia atrás su puño derecho y se preparó para el impacto.

–¡¡SE ACABOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!

Enfocó toda su fuerza en este único golpe.

Menos de un segundo quedaba entre la increíble fuerza y el objeto vicioso, dejando a Bell con muy poco tiempo para tomar una decisión importante.

Izquierda, derecha o detenerse.

O tal vez arriba.

Bell ya podía ver el altar carmesí y la chica encadenada justo detrás del gigantesco obstáculo.

Era el momento de la verdad.

Los ojos rojo rubí de Bell brillaron.

Bajó su hombro—y siguió adelante.

–¿¡…!?

Más rápido.

Astillas de piedra resplandeciente saltaron al aire mientras sus pies pateaban el suelo. Bell estaba decidido a atravesar la pared.

Montando ese simple tren de pensamiento, Bell chocó contra Friné.

Un ataque directo fue lo último que la inmensa Amazona pensó que sucedería. Su puño cambió de rumbo en el último instante para adaptarse a la trayectoria de Bell.

Sin embargo, Bell logró ponerse por debajo del puño demasiado vistoso y no disminuyó la velocidad, incluso cuando su hombro chocó con su flanco expuesto. *¡WHAM!* Torciéndose ligeramente, su impulso lo lanzó al aire con un daño mínimo y derribó a Friné.

–¡GUH!

Bell volando en el aire, Friné tambaleándose.

Había superado con seguridad el ataque mortal.

Con el gruñido de sorpresa de Friné detrás de él, Bell aterrizó directamente en la base del altar.

La Amazona levantó la vista desde su asiento en el suelo y gritó con todas sus fuerzas:

–¡Sharay! ¡HAZLO, AHORAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!

El grito de Friné golpeó a la Amazona como una bola de demolición. Pero hizo lo que le dijeron y levantó la Espada Larga en el aire.

Con la hoja hacia adelante, apuntó la punta directamente al pecho de Haruhime como una jabalina. La luna estaba en la posición perfecta, el altar ahora carmesí palpitaba como un latido.

Haruhime se quedó inmóvil, con su mirada siguiendo a la brillante <Piedra Asesina> hasta caer a la base del altar en el momento en que el chico aterrizo.





Bell luchó a través de un aterrizaje incómodo. Un paso, un segundo paso—y saltó.

–¡HAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!

Bell se lanzó hacia el cielo como una flecha disparada por un arco excesivamente tensado.

Un par de ojos verdes en blanco. La Espada Larga ceremonial mantenida en alto. La resonante <Piedra Asesina>.

Mirando fijamente la piedra, Bell retiró la <Daga de Hestia> de su vaina.

La espalda de la Amazona amenazaba con adelantársele, Bell hizo su movimiento. Una línea de color violeta oscuro dibujo un arco a través del aire en el momento en que Bell atacó a la guardia Amazona por detrás.

–¡¡YAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!

La punta de la Daga negra atravesó la <Piedra Asesina>—y la hizo añicos.

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Pedazos de piedra cayeron al suelo mientras los gritos del dueño de la Daga llenaban la noche.

Haruhime vio que todo se desarrollaba en cámara lenta. La Amazona cayendo a través del aire, la espada aterrizando en sus rodillas, el chico de cabello blanco volando sobre su cabeza y directamente a un pilar de piedra, rompiéndolo antes de deslizarse hasta detenerse en el borde del Jardín Flotante.

Y finalmente, el último de los fragmentos cayendo al suelo.

La siniestra luz roja que llenaba el jardín parpadeó antes de desaparecer.

***

 

 

–Ugh—¡Gahh…!

La piel expuesta de Bell raspó la superficie de piedra mientras se deslizaba hasta el borde del Jardín Flotante. Con las rodillas, codos y las palmas de sus manos en carne viva y sangrantes, volvió a ponerse en pie.

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La luz roja que había consumido el jardín antes, ahora apenas era un suave resplandor. El altar ahora tenía una marchita apariencia roja pálida debido a que Bell derribó accidentalmente uno de los pilares que enfocaba la luz de la luna. Los destellos que se habían vertido hacia arriba como una cascada confundida sólo momentos atrás no se veían en ninguna parte.

Recuperando el aliento, Bell regreso la Daga a su vaina. Los sonidos de muchos pies descalzos que corrían a través de la piedra lo rodearon en cuestión de segundos.

Los rostros enfurecidos de más de cincuenta Amazonas recibieron a sus ojos cuando Bell finalmente levantó la vista. Estaba completamente rodeado.

Con mayor precisión, cortaron sus rutas de escape con un medio cerco, atrapándolo contra la pared exterior.

–¡Ahora lo has hechoooo…!

Una gigantesca Amazona se puso delante del anillo con tal fuerza que el suelo se sacudió bajo sus pies.

Al final de su carnoso brazo estaba Haruhime, sacada con fuerza de las cadenas.

Friné tenía un puñado del cabello dorado de la Renart agarrado en su poderoso puño, tirando de ella ásperamente hacia adelante. El cuerpo de Bell se puso en acción, preparándose para correr en su ayuda. Sin embargo, el aura enfurecida del resto de las Amazonas siguiendo el ejemplo de su capitana lo hizo pensarlo dos veces.

–¡Mocoso, sólo espera hasta que ponga mis manos sobre ti…!

–¡Ah…!

Friné estrello a Haruhime en el suelo por su cabello, con sus ojos inyectados en sangre llenos de rabia.

–¡Haruhime-san!

Bell gritó mientras la chica se quedaba abajo. Una voz baja y resonante lo interrumpió.

–Entonces, ¿Cómo vas a pagar, por romper nuestra <Piedra Asesina> de esa manera?

El puro poder de su voz hizo que Bell se inclinara hacia atrás, poniéndosele la piel de gallina.

La <Piedra Asesina> yacía en pedazos. La sola visión de los fragmentos carmesí oscureciéndose sólo sirvió para que las Amazonas se enfadaran aún más.

Bell había arruinado por completo el ritual que habían pasado años preparando.

Las llamas y el humo todavía se elevaban del lugar donde el Fuego Fatuo de Mikoto había estallado, y trozos del pilar que Bell golpeo rodaban lentamente por el suelo. Por lo menos cincuenta <Berbera> yacían inmóviles en el suelo, parecían poco más que cadáveres que salpicaban la escena de una masacre. No volverían a unirse a esta batalla.


Bell exploró a la multitud de Amazonas que lo rodeaba y estableció contacto visual con Aisha. No podía leer su expresión en lo más mínimo. Apartando su mirada de la suya, Bell se giró hacia Friné.

–¡Todo lo que hiciste fue traernos de vuelta al principiooo…!

–…

Los músculos del rostro de Bell se tensaron mientras permanecía bajo la helada mirada de Friné.

Eso era cierto. Todos sus esfuerzos habían logrado restablecer la situación.

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Era por eso que no estaba celebrando. La <Familia Ishtar> podría adquirir una nueva <Piedra Asesina>.

Al igual que con Aisha, que Bell destruyera la piedra sólo retrasó lo inevitable.

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Esto no había terminado.

… Para proteger a Haruhime…

Para salvar a la chica desplomada a los pies de Friné…

No había otra opción más que asegurar su libertad de la Diosa que había puesto todo esto en movimiento.

–… Por favor, liberen a Haruhime-san.

Superando su miedo, Bell hizo su petición a las Amazonas que lo rodeaban.

Con sus labios crispándose y los puños cerrados; las <Berbera> no estaban de humor para escuchar. Los ojos verdes de Haruhime temblaban mientras miraba al chico desde debajo de una imponente sombra.

La boca de Aisha se estrechó en un ceño fruncido, pero la única respuesta audible fue la croante risa de Friné.

–¡GEGEGEGEGEGEH! ¡Eres un gran bromista, <Pequeño Novato>!

Los enormes ojos de la Amazona repentinamente desencadenaron una penetrante mirada de muerte hacia el humano de cabello blanco.

–¡Bájate de tu nube, mocoso insignificanteeeeee! ¿Quién te crees que eres?

–¡Ahhgh…!

Agarró de nuevo el cabello de Haruhime y la levantó tirando de ella. Entonces la Amazona con cara de rana se inclinó hasta el punto de que su rostro estaba junto al de su cautiva. La mandíbula de Friné oculto el hombro de Haruhime mientras abría la boca para hablar.

–¡Ésta es nuestra herramienta! ¡Una que usaremos para aplastar a la Diosa Freya en pedazos! ¡¡Esto no tiene nada que ver con alguien como tú!!

Las Amazonas estaban demasiado hambrientas de una guerra contra la <Familia> más poderosa de la Ciudad Laberinto para dejar ir el poder de Haruhime tan fácilmente.

Bell no podía soportar la mirada de dolor en el rostro de Haruhime y trató de repetir sus demandas, pero Friné no había terminado.

–¿Quién crees que mantuvo viva a esta alimaña—una alimaña tan inútil que ni siquiera podía ganar dinero como prostitutaaaaaa…? ¡Es su deber usar ese cuerpo para pagarnoooos!

–…

–¿No es cierto, Haruhimeee? Dile cómo eeees.

El cuerpo de Haruhime tembló. Los gruesos labios de la Amazona le susurraron al oído con todo el afecto que un cocinero tendría por una rata.

Momentáneamente liberada de las garras de Friné, Haruhime hizo contacto visual con Bell.

–Cranel-sama…

Las manos de la joven se juntaron frente a su pecho, todavía al alcance de la roca carnosa detrás de ella. Una serie de emociones pasaron a través de los ojos de Haruhime.

–Por favor vete… estoy bien…

–…

–Déjame… te lo ruego, no te molestes más con mi situación.

La voz de Haruhime temblaba por miedo a Ishtar y a las Amazonas que la rodeaban. Bell miró a la Renart apartar la vista mientras amenazantes sonrisas aparecían en los labios de cada Amazonía en su línea de visión.

Bell mantuvo los ojos en la chica y abrió la boca para hablar.

–Historias de Héroes.

–¿Eh…?

–Tomé mi decisión basada en los Héroes de los que hablamos.

La cabeza de Haruhime se levantó por la sorpresa. La voz de Bell nunca vaciló mientras continuaba.

–Decidí salvarte.

–¿Qué quieres decir…?

–Para salvarte y probar que estás equivocada… me he decidido.

—Ningún Héroe vendría por alguien tan humilde como yo.

—Las prostitutas son la ruina de los Héroes.

Bell declaró que había venido por todas partes para refutar las palabras que había pronunciado esa noche en la zona roja.

Haruhime retrocedió, pero la confianza de Bell sólo creció.

–¡Los Héroes que tú y yo admiramos—no son así!

La fuerza en la voz de Bell llamó la atención de todas. Aisha y Friné parpadearon, las <Berbera> se movieron en sus lugares, y Haruhime permaneció en silencio, atónita.

–¡Una prostituta, una causa de ruina—nada de eso le importaría a un Héroe!

–E-Eso no puede ser cierto…

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–¡Los Héroes lucharían, sin importar cuántos temibles y poderosos enemigos estén en el camino!

–No puede ser así…

–¡Las personas que admiro, los Héroes que admiro, te protegerían hasta el final!

–¡…!

Había dicho lo que quería decir.

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