Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 7

Capítulo 5: Piedra Asesina

Parte 3

 

 

–…

Él estaba mirando por la ventana del último piso del burdel en el mismo momento en que Freya recibió el mensaje.


Todavía era de madrugada y sin embargo podía ver a grupos de prostitutas caminando por las calles en grupos de dos o tres. Una larga y delgada cola se agitaba perezosamente de un lado a otro mientras las miraba a través de sus estrechos ojos. Cada una de las prostitutas parecía nerviosa, moviendo sus cabezas de un lado a otro como si estuvieran buscando desesperadamente algo.

Él era un Catman, de 160 cm de altura y cubierto de brillante pelaje negro y gris.

Mirando lejos de las calles, su mirada cayó sobre un palacio en la distancia.

–¡Allen!

Apresurados pasos resonaron por el pasillo antes de que una hermosa prostituta llegara a su puerta.

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El Catman, Allen Fromel, se apartó lentamente de la ventana para mirarla.

–El <Pequeño Novato> fue llevado a nuestra sede después de todo. Pero ahora ha desaparecido y todas lo están buscando.

Ella era una mujer humana muy atractiva que compartía su estatura que era incompatible con su abundante figura.

También era un no combatiente que pertenecía a la <Familia Ishtar>.

Le dio al hombre información que sólo Aventureros y capitanes de la <Familia> sabían.

–Capturado por un grupo de prostitutas… conejo sin valor.

Los Catman eran generalmente conocidos por su gentil y amistosa apariencia. Sin embargo, las palabras y el tono ásperos de Allen traicionaron esa reputación.

Él chasqueó su lengua, con sus ojos negros destellando de disgusto.

–Allen, he hecho todo lo que me has pedido. Esto fue suficiente para convertirme en tu mujer, ¿Verdad?

Sus mejillas se sonrojaron de color rosa brillante, y sus ojos se humedecieron mientras se acercaba al hombre.

Ella estaba al alcance de la mano del Catman.

Aunque no trato de acercarse, se había puesto en gran peligro para cumplir sus deseos. Había traicionado a su propia <Familia> por el hombre que amaba.

Abriendo sus hombros hacia él, el anhelo en sus ojos era palpable. Sin embargo, Allen le dio un vistazo antes de empujarla.

–No me toques, puta. Ensuciarás el favor de mi Diosa.

Ella se tambaleo hacia atrás. El duro rechazo de Allen la dejo en estado de shock.

–Como si me gustara una de ustedes. Eres una puta común, consumida por la lujuria.





Miró el escote expuesto de la mujer con el mismo desdén como si mirara carne podrida antes de mirarla a los ojos.

Ser la compañera preferida de un Aventurero de Clase Alta, o convertirse en su mujer, era el objetivo de toda prostituta en Orario. Una conexión con la persona o <Familia> adecuada le daría más poder dentro de su mundo.

Todos estaban desesperadas por un patrocinador influyente para respaldarlas.

Todas tenían sueños de convertirse en una reina de la noche.

Allen sabía que era una de ellas y fríamente escupió sus siguientes palabras, diciendo que un parásito que se entregaba a cualquier hombre por el precio correcto era indigno de su afecto.

–Monstruo… Y-Yo te amaba.

Un tipo diferente de lágrimas fluyo de sus ojos en el momento en que se dio cuenta de que había sido utilizada.

Allen apartó los ojos de ella y pasó más allá de sus temblorosos hombros.

Estaba casi fuera de la puerta cuando la prostituta se dio la vuelta con furia en sus ojos.

–¡Hijo de puta desagradecido!

Su voz chilló mientras sus manos buscaban a tientas algo que no estuviese pegado al suelo.

Arrojó almohadas, objetos aleatorios e insultos hacia él—Allen los esquivó sin mucho más que mirar por encima de su hombro. Luego extendió su mano a su cintura, sacó una Daga, se dio la vuelta y presionó la cuchilla contra su garganta en menos de un segundo.

— —Ah.

–Cállate.

Su rabia se congelo por el terror, sus pulmones se negaban a respirar.

La cuchilla permanecía inmóvil justo encima de su piel. Afortunadamente, ella cayó hacia atrás en el suelo. Allen giró el arma en su agarre antes de devolverla a su funda. Le dio la espalda y caminó hacia la puerta.

La chica se sentó en el suelo, con la cabeza entre sus manos temblorosas.

–Que… cruel…

Dijo débilmente. Allen no respondió mientras sacaba una pequeña bolsa de monedas de su cinturón y la lanzaba en su dirección.

Dejando atrás el deformado desorden de una mujer, Allen dejó una habitación a la que nunca volvería.

–…

El Catman salió del burdel sin hacer ruido, en dirección a la azotea.

Una vez allí, vio varias otras sombras paradas sobre la zona roja y otros burdeles.

Pertenecían a un Elfo, un Elfo oscuro, y cuatro Hobbits que parecían lo suficientemente parecidos como para ser cuatrillizos.

Entonces Allen volvió su atención a las calles del Distrito del Placer, con su equipo vigilando cada uno de sus movimientos.

***

 

 

Se despertó con el sonido de cientos de pasos apresurados.

–Uhh…

Mikoto gimió suavemente mientras sus ojos parpadeaban lentamente.

–¿Dónde estoy…?

De repente se dio cuenta de que sus brazos y piernas estaban atados cuando trató de levantarse del suelo. Sus ojos rápidamente miraron hacia sus manos y hacia sus pies. Sus miembros estaban sujetos por grilletes plateados.

–No puede ser… En el Calabozo, ¿Fui capturada?

Atacados por misteriosos Aventureros, prácticamente obligada por Lili y Welf a perseguir a Bell, atrapada por el contraataque de una Amazona alta—los recuerdos inundaron su mente mientras punzadas de dolor destellaban por su cuerpo. Mikoto comenzó a conectar los puntos.

–¿¡Bell-dono…!?

La identidad de sus atacantes seguía siendo un misterio, pero estaba bastante segura de que Bell había sido su objetivo. El hecho de que habían utilizado un método tan violento para capturarlo la llenó de temor y aprensión.

Podría estar atrapada e indefensa en un cuarto oscuro, pero… La velocidad y el inusual ritmo de los pasos fuera de la puerta le hicieron saber que algo andaba mal. Había pánico en el aire. Las cejas de Mikoto se hundieron mientras se concentraba en los sonidos.

–El conejo y Friné… No puedo encontrar… La orden de Ishtar-sama…

Con sus oídos potenciados por su <Estado>, Mikoto logró reunir valiosa información.

Primero, los atacantes pertenecían a la <Familia Ishtar>, lo que significaba que esta probablemente era su sede. Segundo, había una alta probabilidad de que Bell había sido capturado como ella, pero de alguna manera había escapado. Sin embargo, no podía confirmar nada de eso por el momento.

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Mikoto sabía que era demasiado pronto para relajarse, pero saber que Bell aún estaba vivo la hizo dar un suspiro de alivio.

La nueva información le ayudó a recuperar una pequeña sensación de calma.


–Sea como sea… hay que hacer algo con estos grilletes.

La mirada de Mikoto se clavó en las cadenas que la ataban. Un tirón rápido fue suficiente para hacerle saber que no podía liberarse solo con fuerza. Así que levantó la cabeza y escudriñó la habitación para encontrar cualquier tipo de herramienta que pudiera ayudarla. No pasó mucho tiempo antes de que—

–… ¿Llaves?

Ella vio un anillo lleno de llaves en el suelo justo delante de la puerta de hierro herméticamente cerrada.

Asombrada por este golpe de suerte, Mikoto deslizó su cuerpo hacia ellas. Bajo la débil luz de la ventana enrejada de la puerta, las agarró y maniobro la llave superior en la cerradura situada justo debajo de su muñeca izquierda y, con gran dificultad, la metió dentro. *Click*

Los grilletes instantáneamente se abrieron y sus brazos y piernas quedaron libres. Mikoto se sentó y miró fijamente la cerradura abierta en el suelo.

–… ¿Haruhime-sama?

Mikoto pensó inmediatamente en la Renart que pertenecía a la <Familia Ishtar>. No había ninguna prueba, pero no había ni una sombra de duda en su mente.

Fue la amable chica quien le dio un medio para escapar.

–Estoy en deuda contigo… Haruhime-sama.

Sintiendo una sonrisa creciendo en sus mejillas, el ahora libre Mikoto se levantó.

Necesitaba un plan.

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Reunirme con Bell-dono tiene prioridad, entonces nuestro escape… Otros objetivos: adquirir armas sería útil.

Estaba completamente desarmada. Su una vez orgullosa ropa de batalla violeta no eran más que harapos alrededor de su cuerpo.

Mientras que encontrar armas estaba en la cima de su lista, su aspecto rayaba en lo obsceno. Usando el equivalente a trapos ensangrentados que revelaban gran parte de su blanca y sedosa piel todavía magullada, Mikoto estaba a un paso de parecerse a esas damas libertinas.

Cubriendo su cuerpo lo mejor que pudo con sus delgados brazos, Mikoto comenzó a explorar la habitación una vez más.

Había una oscura Lámpara de Piedra Mágica encima de su cabeza. Por lo que podía ver, Mikoto descubrió que había estado encerrada en una especie de gran almacén. Por supuesto que no había armas aquí, pero había armarios llenos de ropa usada por las prostitutas y cajón sobre cajón de sus accesorios y artículos.

–Mis disculpas.

Susurró a los armarios antes de abrir cada uno de ellos y buscar de un extremo a otro hasta que encontró lo que buscaba.

No hace falta decir que los primeros artículos de ropa que encontró eran muy adecuados—para el Distrito del Placer. Sin embargo, no tardó mucho en tropezar con trajes usados en la zona roja.

Mikoto pasó los dedos por la manga de un kimono de su ciudad natal y la sacó sin vacilar. Teniendo en cuenta que su única otra opción eran vestimenta de Amazonas que ascendía a poco más que ropa interior, fue una decisión fácil.

Sonrojándose en la oscuridad, rápidamente se quitó los restos de su armadura de batalla de tela y se puso una túnica de manga corta y que llegaba hasta los muslos sobre la larga hebra de tela que había envuelto alrededor de su pecho.

Terminó el conjunto con una falda a juego.

–Esto es de esperar…

El tejido de la falda que llegaba a sus espinillas y la parte superior del kimono crujían cada vez que se movía. Se sentía barata y picaba contra su piel.

Decidiendo que era mucho mejor que la alternativa, ignoró el extraño tirón de su nueva ropa y se puso seria. Sólo había una entrada o salida de la gran habitación, la puerta de hierro. Mikoto se aproximó cautelosamente y miró por la ventana.

Vio a grupos de dos o tres personas corriendo por la puerta, pero nadie estaba afuera. Entonces encontró la cerradura en el interior de la barrera metálica y usó el mismo juego de llaves para abrirla. No se demoró. Dio una revisión rápida por el pasillo, y salió del almacén sin hacer ruido.

Su nariz recogió un tenue rastro de almizcle en el aire mientras desaparecía por el pasillo del palacio antes de que alguien llegara.

Mikoto comenzó su búsqueda por la extensa estructura.

–Hey, ¿Los encontraron?

–¡…!

En el momento en que escuchaba una voz o sentía la presencia de alguien, Mikoto se zambullía en la esquina más cercana o se escondía en las sombras fuera de la vista.

Capaz de ocultar su respiración y ralentizar su ritmo cardíaco, observó a las prostitutas no combatientes e incluso a las temibles <Berbera> pasar por delante de ella muchas veces sin que la notaran.

No soy una gran ninja, sin embargo…

Takemikazuchi la había entrenado en muchos estilos de combate incluso antes de abandonar su patria. El Ninjutsu era uno de ellos.

Tenía sentimientos encontrados sobre estas técnicas de espionaje siendo útiles mientras caía del techo y aterrizaba en silencio en el piso después de que otro grupo pasara por debajo de ella.

Sigilo, caminar de puntillas, movimiento silencioso. Evitando hábilmente la atención de las Amazonas corriendo y su atuendo actual eran muy apropiado del nombre ninja.

–… Ahora es un momento tan bueno como cualquier otro.

Mikoto encontró escaleras que subían y bajaban—y activó su Habilidad.

—<Yatanoshirogarasu>.

En este momento, Mikoto tenía dos Habilidades a su disposición.

La primera, <Yatanokurogarasu>—una Habilidad que le permitía detectar la presencia de un monstruo del que ya había recibido <Puntos de Experiencia> en el pasado. Aunque no era perfecta, esta habilidad la protegía de la mayoría de las emboscadas de monstruos y ataques furtivos.

La segunda, <Yatanoshirogarasu>.


Todo lo contrario de la primera, <Yatanoshirogarasu> le daba a Mikoto la capacidad de sentir a sus aliados.

… Bell-dono no parece estar en este piso.

Esta habilidad solo detectaba a aquellos con el mismo Ichor que el suyo—otros que habían recibido un <Estado> del mismo Dios.

Lo que significaba que podía encontrar fácilmente a los miembros de su propia <Familia>.

Incluso si estuviera perdida en los túneles más profundos del Calabozo, <Yatanoshirogarasu> podría guiarla de regreso al resto de su equipo dándole una imagen mental de su ubicación.

Había usado esta Habilidad para seguir a Bell durante la emboscada.

Incluso a plena potencia, treinta metros podrían ser mi límite ahora…

El rango de las dos Habilidades de Mikoto variaba, basado en su <Estado> y condición.

Además, activarlas drenaba su Mente. Por lo tanto, elegía una dirección después de usar <Yatanoshirogarasu> durante unos segundos y luego viajaba hasta el límite de su rango antes de activarla de nuevo. Esta estrategia le ayudó a evitar la tensión constante en su Poder Mágico.

–… ¿…?


Evitando los ojos de las prostitutas que pasaban, Mikoto bajó a los niveles inferiores del edificio.

Ahí fue cuando lo sintió: una presencia apenas dentro del rango.

–¿Bell-dono? No, pero, ¿Qué es esta extraña sensación…?

Era la presencia de un aliado que nunca había sentido antes.

Dejando de lado su confusión, se dispuso a buscarla.

Mikoto atravesó varios pasillos y descendió aún más escaleras hasta encontrar una habitación escondida en un rincón de un piso oscuro.

–¿Una bóveda…?

Las circunstancias estaban a su favor: no había guardias, y ya tenía un anillo lleno de llaves. Asegurándose de que estuviera sola, Mikoto encontró la llave correcta, abrió la puerta y entro. Sus ojos fueron recibidos por armas de todos los tamaños y formas, poderosos Ítems y pilas de joyas. Grandes estantes cubrían las paredes en cada dirección. Una gran bolsa en la esquina trasera de la habitación brillaba con el brillo de miles de Varisu en la penumbra.

Su sorpresa fue evidente cuando se adentró en la bóveda… y localizó la extraña “presencia” en una mesa junto a un conjunto de escamas doradas.

–Esto es… de Bell-dono.

Mikoto extendió la mano y agarró la vaina negra de la <Daga de Hestia>.

Sólo cuando su palma tocó la empuñadura hizo que el grabado respondiera a su <Gracia> resplandeciendo de purpura hasta el final del arma.

–La Daga de Hestia-sama… Así que es por eso.

El valor y el origen de esta arma habían causado un gran revuelo en su día de reclutamiento. Ésa había sido su primera pista.

Esta arma, hecha especialmente para Bell, compartía la misma <Gracia> e Ichor que ella y estaba respondiendo a su toque con un brillo violeta.

Estaba viva y de hecho era una de sus aliadas. Mikoto sonrió mientras disfrutaba de su luz.

–Tambien debería recoger las otras armas de Bell-dono…

No tardó mucho en ver tanto a <Ushiwakamaru> y <Ushiwakamaru-Shiki> colocadas en la misma mesa.

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Mikoto razonó que después de que fueran capturados y despojados de su equipo, sus atacantes planeaban vender cualquier cosa valiosa—particularmente la Daga marcada con el grabado <Ήφαιστος>—y los pusieron allí para su custodia.

Recogiendo las tres Dagas, así como la riñonera de Bell, la bolsa de Ítems y la funda de pierna aun llena de pociones, Mikoto ató todo a su cuerpo.

Luego le dio otro vistazo alrededor de la bóveda. Excusa tras excusa para lo que estaba a punto de hacer escapaba de sus labios mientras se acercaba a una de las estanterías llenas de Ítems.

Bebió dos opciones: una para sanar sus heridas físicas restantes y la otra para restaurar su Mente. Por último, llenó los espacios vacíos de las fundas de pierna con tantas Pociones Superiores como pudo.

Mikoto encontró una gran variedad de granadas de destello y bombas de humo un poco más abajo en el mismo estante. Deseando estar lo más preparada posible, llenó la bolsa de Ítems de Bell hasta la cima.

–Haa… Estas son las acciones de nada menos que de un vulgar ladrón…

Aunque se sentía genuinamente arrepentida, no detuvo sus manos.

Mikoto había llegado a comprender plenamente lo difícil que sería escapar de la sede de la <Familia Ishtar>. Sin importar lo bien equipada que estuviera, una feroz batalla podría estar esperándola a cada paso.


Sus ojos purpura llenos de lágrimas pasaron por tantas cosas que inmediatamente pensó en Lili, quien con mucho gusto las metería en una mochila sin pensarlo dos veces.

–No hay razón… para quedarse mucho tiempo.

Otra ronda de pasos apresurados resonó desde el otro lado de la puerta de hierro de la bóveda.

Aunque no había ventanas, Mikoto vislumbró unos conductos de aire justo por encima de su cabeza. Utilizando la estantería como apoyo, Mikoto saltó justo hacia ella. *¡WHAM!* Sus pies se estrellaron contra la pequeña reja de hierro y la partieron en dos.

Otro salto rápido y giro, y la humana desapareció en el respiradero sin dejar rastro.

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