Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 7

Capítulo 3: La Agonía del Zorro y el Conejo

Parte 4

 

 

Subí las escaleras y entre en otro almacén. El aire era penetrante con el olor de los libros viejos.

Aquí fue donde todo comenzó. Kami-sama me dio su <Gracia> en esta habitación.

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Las estanterías llenas hasta el límite estaban paradas frente a las cuatro paredes y el suelo estaba lleno de montones de libros.

Una nueva oleada de emoción me inundo cuando entre y me puse a trabajar.

–…

Mis ojos se sintieron atraídos por un libro que sobresalía de una de las estanterías. Comprobando para asegurarme de que estaba solo, me dirigí hacia él.

Recogiéndolo cuidadosamente por el lomo, lo abrí.

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Era una colección de historias de Héroes que recuerdo haber leído cuando era joven. Hojee las páginas mientras mis ojos corrían a través de ellas.

Había bastantes de ellos aquí. Los recuerdos llegaron a mí mientras avanzaba, hasta que mis ojos se posaron en una imagen específica con el pasaje:

[¡Conozco las atrocidades que has cometido, miserable Babilonia! ¿Cuántos hombres has atrapado y arrastrado por un camino de oscuridad y dolor? ¿No tienes vergüenza, puta común?]

Era una escena donde el Héroe principal rechazaba la confesión de amor de una prostituta.

El Héroe estaba parado sobre la prostituta vestida lascivamente, mirándola.

Había montones de cadáveres masculinos en un arco detrás de la mujer. No se podía negar que el Héroe estaba en lo correcto.

—Las prostitutas son la ruina de los Héroes.

Haruhime-san me lo dijo anoche.

Sí, las prostitutas eran la ruina de los Héroes.

Por lo menos, estaba escrito aquí en este libro sobre Héroes.

Este Héroe acababa de haber experimentado mucho dolor al involucrarse con una.

Al rechazarla, incito su rabia. Ella intento buscar venganza, pero fue asesinada por la mano del Héroe al final.

Las prostitutas eran objetos de desprecio, compasión o empatía, tal vez, pero nunca como alguien para ser salvada de su destino.

Esas mujeres habían pasado por un camino inmundo y a menudo eran objeto de desdén y desprecio.

Los Héroes que había admirado desde la infancia probablemente no tratarían de ayudarlas.

–… No.

Era como dijo Haruhime-san.

Las prostitutas, quienes habían vendido sus cuerpos y corazones para obtener ganancias, nunca tendrían a un Héroe que fuera a su rescate.

No se les permitiría… estar entre los Héroes.

–…

Mis ojos miraban la trágica historia de este Héroe mientras estaba parado junto a la estantería.

Sentimientos de impotencia y tristeza agarraron mi corazón. Si iba a hacerme sentir así, tal vez no debería haberme involucrado en primer lugar, no debería haber sentido ninguna compasión por ella, no debería haber aprendido nada.

Seguía haciendo preguntas e intentando responderlas dentro de mi cabeza, con la esperanza que algún pensamiento pasajero pudiera resolver todos mis problemas.

Pero sabía que no quería lamentar haberla conocido.

Cada reunión era algo especial para ser atesorado, estaba seguro de ello.

–… Abuelo, yo…

Reproduje la conversación en mi mente. Cosas que debía hacer, cosas que quería hacer. Con la cabeza llena de palabras y voces, mire hacia el crepúsculo.

El rojo profundo en el cielo occidental estaba siendo sobrepasado por la oscuridad de la noche.

***

 

 

Una luna color dorado colgaba en lo alto del cielo nocturno.

Haruhime la miraba desde su lugar en la galería.

Contemplaba la luz que irradiaba, trazando su camino hasta los otros burdeles de la zona roja. Esta noche estaba tan ocupada como la noche anterior.

Sentadas junto a ella había un gran grupo de humanas y otras demi-humanas, todas vestidas con kimonos rojos. Los ojos de muchos potenciales clientes masculinos pasaban por encima de ellas.

Sin embargo, en esta noche, Haruhime estaba sentada sobre sus rodillas con su espalda recta y sus ojos mirando a través de la multitud de hombres.

—¿Está ahí? ¿Está ahí?

Estaba buscando la cabeza blanca del chico que conoció la noche anterior.

Su cola rubia y dorada se movía de un lado a otro cada vez que un nuevo rostro aparecía a la vista.

Anoche fue realmente…

Divertido. Había sido como un sueño.

No había experimentado nada parecido desde los viejos tiempos en que sus amigos venían y la sacaban de la mansión en su ciudad natal.

Su amabilidad y su calidez habían tenido un profundo efecto en Haruhime.

Y sus ojos rojo rubí eran increíblemente hermosos.

Eran tan puros que podía ver claramente en su corazón.

No podía evitar sonreír cada vez que recordaba alguna de las historias de las que hablaban. Su pecho se sentía caliente cada vez que pensaba en su voz.

–¡Maestrooo!

Una de las mujeres sentadas frente a Haruhime en la alineación llamó a un hombre que pasaba, su lujuriosa voz estaba llena de emoción.

Había habido una vez cuando otra mujer que trabajó junto a Haruhime desarrolló sentimientos por un cliente.

Otra Beastman como ella, Haruhime todavía podía recordar la mirada triunfante en sus ojos cuando declaró: “No lo entenderías. Sólo cuando te enamores lo sabrás.” Esas fueron sus palabras.


Eso, o algo parecido a ello, podría ser lo que estaba sintiendo ahora.

Era como las historias que había leído en su juventud. Un Héroe aparecería repentinamente y la llevaría a un mundo diferente, salvándola de una vida vacía, al igual que la forma en que las heroínas se enamoraban de sus rescatadores.

Si… si ese chico…

El poder de su imaginación se había deteriorado sustancialmente desde su niñez. Pero ahora estaba revitalizado.

Aunque pocas, sabía de algunas prostitutas que habían recibido <Redención> de un Aventurero y dejaron el Distrito del Placer para siempre.

La mayoría de ellas, sin embargo, volvieron a estar solas después de que dicho Aventurero no regreso del Calabozo y cayeron en tiempos difíciles… Las otras dejaron Orario, viajando por el mundo, juntos como pareja.

Si ese sueño se hacía realidad para ella—el tren de pensamiento de Haruhime se detuvo bruscamente.

Solo era su imaginación, pero no podía creer que dejo que una idea tan frívola se conectara con el chico.

Las prostitutas no merecían ese tipo de oportunidades. Ella no podía hacer nada y por lo tanto era inútil.

Pero lo que era más importante…

Ishtar-sama nunca me dejara ir.

–…

Haruhime pasó sus dedos por el collar negro alrededor de su garganta. Dejó caer su cabeza, resignándose a su destino.

A pesar de estar rodeada por las otras prostitutas en el vibrante Distrito del Placer, nunca se había sentido más sola.

Había una gran demanda de ellas en Orario.

La manera más rápida para que alguien ganara dinero en la ciudad, aparte de convertirse en Aventurero, era vender su cuerpo en el Distrito del Placer. Una vez que habían ganado notoriedad—al desarrollar conexiones con Aventureros y <Familia> influyentes—podrían ejercer un poco de poder.

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Con una <Familia> fuerte respaldándolas, le habían dicho a Haruhime, la sensación que rivalizaba con el de convertirse en una reina.

Había muchas prostitutas que también escucharon esas historias y vinieron a Orario por su propia voluntad. Incluso sin una <Gracia>, fueron capaces de utilizar ese poder para establecer sus propios establecimientos.

Al igual que para los Aventureros, ser bien conocido en la Ciudad Laberinto significaba que una persona también adquiría influencia. La promesa de poder había atraído a la mayoría de las prostitutas que conocía. Muy pocas compartían un pasado como el suyo.

La única razón por la que tenía valor como prostituta era por su raza. Los Renart eran extremadamente raros y atraerían a muchos clientes.

… Yo…

Podría haber sido más fácil para ella gritar, “¿Por qué estaba yo condenada a este destino?”

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O podría haber dirigido toda su ira contra el noble Hobbit que creó este lío en primer lugar.

Pero le faltaba el coraje para gritar y estaba demasiado asustada para odiar a otra persona.

Haruhime sabía eso de sí misma.

–No esa cara otra vez. Ya muestra una sonrisa.

La prostituta más experimentada que estaba sentaba al lado de Haruhime la regañó en voz baja por parecer deprimida en la alineación.





Su cabeza y sus hombros se enderezaron como reflejo. Su rostro emergió por encima de la primera fila de la galería, revelándolo a todos los hombres que estaban afuera del burdel que servía de prisión.

Había estado muy orgullosa de su cabello dorado cuando era una niña viviendo en la mansión. Pero ahora, era su característica menos favorita.

Sus orejas y cabello dorados la hacían resaltar como un pulgar dolorido.

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Todos y cada uno de los hombres que estaban afuera la miraron instantáneamente.

Era lo mismo de siempre.

Una expresión de ensueño alcanzó a un delgado Beastman cuando sus ojos se encontraron.

Nunca desvíes la mirada de un cliente, incluso si él no es tu tipo—

La voz de su superior surgió a través de su mente. Ella mantuvo contacto visual con el Dogman e hizo todo lo posible para sonreír como una muñeca.

Podía ver las ruedas girando en su cabeza, el valor que estaba tratando de acumular. El Dogman mantuvo sus ojos en ella mientras corría a la entrada del burdel conectado a la galería.

Así es, el chico estaba bastante sorprendido…

Con el encuentro de la noche pasada repitiéndose en su mente, parecía que se estaría vendiendo una vez más esta noche.

Su rostro permaneció tan sin emoción como una muñeca sonriente, pero las otras prostitutas en la alineación descubrieron algo interesante afuera.

–¡Hey, galán!

–Chico apuesto, ¿Por qué no me llamas esta noche?

Un rostro nuevo apareció justo afuera de la valla de madera—un joven humano con rasgos elegantes. Las mujeres trabajadoras lo saludaron inmediatamente con entusiasmo.


Miró a cada una de las prostitutas sucesivamente, hasta que finalmente su mirada aterrizó en Haruhime.


Sus ojos se abrieron de par en par cuando el joven saltó hacia adelante y se aferró a la cerca de madera con todas sus fuerzas.

–¿¡Haruhime-sama!? ¡Soy yo—Mikoto!

Haruhime dejó de respirar.

La voz, y la mirada seria y directa en los ojos del humano fueron suficientes para saber que “él” estaba diciendo la verdad.

Era su amiga de la infancia que debía estar muy lejos de aquí—Mikoto, disfrazada de hombre.

Haruhime había sido incapaz de presenciar el <Juego de Guerra> porque no se habían abierto <Espejos Divinos> en la zona roja. No había tenido forma de saber que alguien de su pasado vivía en la misma ciudad. La confusión y el pánico ahora amenazaban con abrumarla.

Congelada en su lugar, su cuerpo comenzó a temblar tan fuerte que un pequeño anillo en su collar comenzó a hacer ruido.

—¿¡Por qué aquí!? ¿¡Por qué ahora!?

Esta no era la feliz reunión que había imaginado, sino los pozos más profundos de su desesperación.

El último sueño que había guardado, regresando a su tierra natal y abrazando felizmente a los amigos que significaban tanto para ella, se había ido, se había hecho añicos. Su yo pasado que vivía en sus recuerdos fue completamente destruida, ahora que sabían lo que había sido de ella.

¡¡Que embarazoso!! ¡Que humillante! ¡¡Absolutamente humillante!!

Lo último de la vergüenza que poseía incendió su cuerpo desde dentro. Ella quería gritar, “¡No me mires!” con todas sus fuerzas. Ella habría dado cualquier cosa por un cuchillo para cortar la ropa sucia de su cuerpo para poder romperla en pedazos.

¿Por qué…?

¿Por qué ahora? ¿Por qué tenía que venir ahora?

Si ese día hubiera llegado unos días más tarde, nunca habría tenido que enfrentarse a esta vergonzosa reunión.

Las otras mujeres siguieron la línea de visión de Mikoto; ahora todas estaban mirando a Haruhime. Temblando de la cabeza a la cola, forzó su boca a abrirse para hablar.

–… Debes haberme confundido con otra persona. Yo no te conozco…

Las lágrimas comenzaron a brotar detrás de los amplios ojos sin parpadear de Mikoto.

Una mujer apareció en la puerta que conducía a la recepción. Tomando el momento, levantó su voz.

–Haruhime, tienes un cliente.

–En seguida…

Forzando a su cuerpo que aun permanecía inmóvil, la Renart se levantó.

Mikoto se apretó contra la valla y llamó desesperadamente a Haruhime antes de que desapareciera de la vista.

–¡Espera, por favor espera, Haruhime-sama!





Mirando lejos de su amiga de la infancia, Haruhime salió de la galería.

–No hagas el ridículo hoy.

Haruhime pasó a una Amazona particularmente bronceada en el pasillo. Ella no dijo nada en respuesta a las contundentes instrucciones de la otra mujer.

–Sí, señora.

Dijo finalmente, con su mente emergiendo por un breve momento de la oscuridad que la había abrumado. La Amazona siguió su camino, dejando a Haruhime a solas con sus pensamientos mientras caminaba hacia la habitación donde probablemente un hombre la esperaba.

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