Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 6

Capítulo 5: Nuestro Juego de Guerra

Parte 6

 

 

–… ¡…!

Grietas corrían a través del suelo de piedra abultado, luz se filtraba de ellas.

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Todas las palabras dejaron a Jacinto en el momento en que vio la primera explosión pasar atraves y continuar hacia el techo.

Una explosión ensordecedora.

***

 

 

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–¿¡Qué fue eso!? ¿¡Viste eso——!?

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Babel estaba lleno de Dioses gritando.

–¿¡Sin cantar ningún hechizo!?

–¿¡Esa clase de poder sin cantar——!?

–¡Quiero tantoooooooooooooo a ese humano!

Ni un solo Dios se mantuvo en su asiento mientras rugían de excitación.

La mayoría de los Dioses y Diosas se llenaron de una mezcla de sorpresa y admiración por la Magia sin encantamiento de Bell.

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–…… ¿¡…!?

Separado de los Dioses disfrutando el momento, Apolo estaba congelado en su lugar con la boca abierta.

–… ¡…!

Hestia tampoco se movió, sus ojos no se apartaron de su espejo.

Observó cómo el general enemigo emergía de un montón de escombros en la superficie.

***

 

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–¿¡Haa—ghaa—!?

Partes y trozos de piedra cayeron de Jacinto mientras se sentaba, retorciéndose de dolor.

La mitad superior de la torre principal había desaparecido. El salón del trono en si había sido completamente destruido por una explosión que vino directamente de debajo de él. Incluso ahora, las últimas explosiones eléctricas se abrían camino a través de las nubes en lo alto del cielo, dirigiéndose hacia el brillante sol.

–¿¡Qué-Qué acaba de pasar!?

Jacinto se puso de pie. Su capa una vez perfectamente ajustada y limpia alrededor de sus hombros estaba desgarrada y dañada. Su cabello normalmente elegante estaba desordenado y lleno de suciedad.

—Casandra lo había tacleado justo cuando la primera explosión eléctrica salió por el suelo, empujándolo por la ventana.

Podía recordar vagamente escuchar la rotura del cristal mientras todo se ponía blanco y su cuerpo era bañado con miles de fragmentos de piedra. Debió de haber perdido la conciencia durante la caída, porque no podía recordar cómo había terminado en el suelo fuera del castillo.

Mirando a su alrededor, todo lo que podía ver eran pequeñas montañas de escombros y densas nubes de humo oscureciendo su visión.

–¿¡Casandra!? ¿¡Ron!?

Llamó a sus aliados en confusión, ira y una emoción que no podía reconocer estaba creciendo dentro de él. No hubo respuesta.

El humo se disipo lo suficiente como para que pudiera ver mejor el montón de piedras que estaban a pocos metros de él. Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Jacinto cuando se dio cuenta de que había un cuerpo humano enterrado en los escombros.

—Aniquilados.

Era el único que quedaba. Su actitud normalmente tranquila y refinada se desmoronó.

Con los ojos brillando de furia, Jacinto sacó su espada mientras el puente del cielo se derrumbaba, colapsando sobre el castillo de abajo.

–¿¡Dónde estás!?

Con su Flamberge firmemente en su mano, Jacinto rugió hacia el humo.

Su enemigo seguía vivo, lo sabía. El deseo de rasgar en pedazos a ese chico lo consumía.

Su corazón latía con fuerza; sudor continuamente caía por su rostro. El enemigo se escondía en el humo, con su espada en su garganta.

Jacinto giró hacia la izquierda, miró de vuelta a la derecha y luego miro todo alrededor.

El salvaje guerrero se había ido. No podía quedarse quieto, observando cada peculiaridad del humo creciente en todas direcciones.

Por fin, los rayos del sol comenzaron a perforar las nubes de humo. Podía ver cada vez más y más profundo— hasta que—

— ———

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El aire pareció estremecerse.

Dos puntos de luz rojo rubí centellearon profundamente en el humo detrás de él.

Jacinto podía sentirlo: la bestia cubierta de sangre. Se le puso la piel de gallina.

Un instante más tarde, Bell se precipito a través de la cubierta de humo. Jacinto se dio la vuelta para encontrarse con él.

Dos dagas rojas y una larga espada carmín chocaron en una explosión de chispas.

***

 

 

–“ “ “ “ “¡UWAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!” ” ” ” ”

Orario estaba en shock.

Aventureros, comentaristas y Dioses por igual.

Un duelo entre los generales enemigos. Este giro muy inesperado de los acontecimientos envió a la ciudad en un frenesí.

Miles de palmas sudorosas estaban apretadas en puños mientras ojos sin pestañear miraban los espejos con la máxima intensidad.

Ninguno de los espectadores podía formar palabras reales, sólo hacían tanto ruido como fuera posible mientras el duelo del siglo se desarrollaba ante ellos.

***

 

 

–… ¿¡…!?

Un empuje hacia adelante. Dos dagas carmesí rotando.

Sus ataques eran demasiado rápidos para seguir. Tan pronto como el espejo reflejaba un ataque bloqueado con éxito, los ecos de los tres siguientes se escuchaban fuerte y claro. En el momento en que Jacinto lo enfrentaba, el chico de cabello blanco se alejaba, rodando a su lado, luego a un punto ciego, permaneciendo siempre fuera del camino de la Flamberge.

Forzado a ir a la defensiva, no había ninguna oportunidad para contraatacar.

El hombre podía sentir cada impacto de ambas dagas contra su arma en los huesos de sus dedos. Dolor estallaba a través de ellos cada vez.

Los ojos de Jacinto se estremecieron mientras veía el ataque de doble hoja de Bell, tratando desesperadamente de mantenerse al día.

—¿Quien?

Los ataques del chico aumentaron en ferocidad. Lo que era peor, no podía predecirlos.

Jacinto tenía la ventaja en Fuerza. Pero extrañamente, y obviamente, el chico era más rápido.

—¿Quién es este?

Técnicas, trabajo de pies, nada importaba si su espada no podía golpear. Es más, el chico se puso detrás de él.

Su Agilidad había aumentado tanto que los recuerdos de sus batallas anteriores se volvieron turbios.

—¿Quién es?

La palabra “crecimiento” no le hacía justicia.

Apenas logrando bloquear el ataque del chico, Jacinto lo miró con incredulidad y gritó con todas sus fuerzas:

— —¿¡QUIEN DEMONIOS ERES TU!?

Habilidades, estrategia, técnicas—todo estaba en su propio nivel.

El chico que había sido fácilmente dominado por ataques simples y sencillos en un instante hace sólo diez días, no se veía en ninguna parte.

El hombre puso toda su fuerza en una oscilación hacia abajo a la cabeza de este extraño Aventurero y gritó:

–¡Soy Lv. 3!

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Jacinto oscilo su espada una y otra vez, atacando violentamente, cuando de repente el cuerpo de Bell se volvió borroso.


Atrapando la Flamberge que se aproximaba entre ambas dagas en un golpe descendente, las cuchillas carmesí destellaron mientras rompían la espada roja a la mitad.

***

 

 

–¿¡Qué te pasa, Jacinto!?

Apolo grito mientras observaba a su apreciado dependiente perder la espada que simbolizaba a su <Familia>. El rostro del Dios no podía ocultar la cantidad de estrés bajo el que estaba.

Podían escucharse furiosas burlas desde la ciudad abajo mientras cada Dios dentro Babel miraba a Jacinto sacar una Espada Corta de su cinturón y continuar la batalla. Hestia se mordió el labio mientras los observaba a ambos luchar con un estilo de combate de golpear y correr de gran movilidad en su propio espejo.

Hermes levantó una ceja y se dirigió a su lado.

–Vaya, vaya, parece que Bell tenia algunos <Puntos de Experiencia> adicionales almacenados cuando alcanzo el Lv. 2.

Hermes lanzó su habitual sonrisa encantadora mientras miraba el perfil del rostro de Hestia.

No había habido ningún anuncio de que Bell había alcanzado el Lv. 3. Así que la única manera que le fuera posible mantenerse al día sería que sus habilidades de Lv. 1 se hubieran combinado con sus actuales estadísticas de Lv. 2. Solo pensar en lo alto que debieron haber sido sus Habilidades Básicas para producir ese resultado hizo que Hermes se estremeciera por dentro, y tenía que saberlo.

–¿Cuál era su <Estado> antes de conseguir el Aumento de Nivel? Vamos, prometo que no se lo diré a nadie más. El secreto está a salvo conmigo, así que, ¿Por favor?

Los ojos de Hestia no se despegaron del espejo. Ni siquiera se movió mientras respondía con una voz tranquila:

–De todos modos no me creerás, así que no.

–Por supuesto que te creeré, así que por favor, dímelo.

Hermes seguía presionando, así que Hestia le dijo los niveles de las Habilidades Básicas de Bell después de su batalla con el Minotauro.

–Todo menos Agilidad era SS.


–¡Jajaja! Debes estar bromeando.

–¿Ves?

Hestia siguió observando el espejo, su serio rostro contrastaba grandemente con la risa de Hermes.

Hermes se dio cuenta de que Hestia no sonreía y la realidad de lo que había dicho comenzó a hundirse.

–¿De verdad?

–De verdad.


Hermes dio un paso hacia delante, sintiendo un hormigueo inundando su cuerpo mientras otra sonrisa crecía en sus labios.

–… Entonces, ¿Cuál era su Agilidad?

–Tranquilo, Hermes.

Hestia volvió a concentrarse completamente en el espejo, poniéndole un brusco final al interrogatorio del Dios.

Estaba decidida a ver esta batalla hasta el final.

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