Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 6

Capítulo 4: Aquellos que se Reúnen

Parte 8

 

 

–Ahh, ¿Qué tan paciente debo ser…?

Los ojos del Dios se cerraron lentamente en un cuarto oscuro iluminado por la luz de la luna.

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Sentado en un trono adornado de oro, Apolo llevo una copa de vino a sus labios.

La mansión que él llamaba hogar era tranquila, a una buena distancia de las áreas ruidosas de la ciudad. Esta noche, era mucho más tranquila de lo habitual. La mayoría de los miembros de su <Familia> ya se habían ido a preparar las ruinas del castillo que se convertirían en su campo de batalla. Ya que su papel en esta batalla era defenderlo, la <Familia Apolo> tenía mucho trabajo por hacer.

Si su único objetivo fuera robar a Bell de Hestia, habría sido bastante fácil continuar su asalto y capturarlo incluso sin la cooperación de la <Familia Soma>. Si lo hubiera hecho, el chico ya sería suyo.

Sin embargo, Apolo era aficionado a la idea de un <Juego de Guerra>.

Había una diferencia muy clara entre un conflicto que se libraba en las calles y el <Juego de Guerra>. Aplastar a un enemigo en la batalla para obtener un objetivo dejaría a todos los involucrados con un sabor amargo en la boca. Por otra parte, si obtenía su premio siguiendo un conjunto de reglas, entonces podría disfrutar de la gloria de la victoria y disfrutar del botín. Después de todo, era un juego. No permitiría que el Gremio o cualquier otro grupo se aprovecharan de esta situación.

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Con la victoria, él ganaría la autoridad para tomar al seguidor del Dios enemigo—si Hestia se negaba a realizar una <Conversión>, era imposible hacer a Bell suyo en nombre y realidad.

Sobre todo, los otros Dioses no estarían satisfechos por tan rápido giro de los acontecimientos. Apolo había reunido el apoyo de muchos Dioses que estaban hambrientos de un poco de “entretenimiento” con el fin de capturar a Bell. Les debía el espectáculo que morían por ver.

También quería algo de diversión.

Una guerra de Dioses combatida por los mortales. De lejos el más delicioso sabor del Mundo Inferior, que era disfrutado por todos los Dioses.

No había mayor emoción que ser capaces de mover a sus dependientes como piezas en un juego de mesa sin ningún tipo de interferencia.

Eran los verdaderos sentimientos de Apolo—la influencia de su propia divinidad.

Con sus necesidades y deseos arremolinándose dentro de él, el Dios que llevaba una corona de laureles miró hacia el cielo.

–Oh, mi amado Bell Cranel… ¿Alguna vez llegará el día en que pueda abrazarte en mis propios brazos?

No estaba seguro de cuándo supo por primera vez del chico—probablemente cuando los rumores de un nuevo Poseedor del Record salieron a la luz. Apolo tenía el hábito de entregarse a todo lo nuevo y fresco. Imaginar los acontecimientos que pronto se desarrollarían le traía una gran alegría. Su propio cuerpo temblaba de anticipación.

–¡Ah, Bell!

–¡No, mi Belly-boy!

—¡No te escaparas!

Podía ver al chico ahora, con una lágrima en sus ojos. Pero algo más se hinchaba dentro de él.

Ese calor surgiendo a través de su pecho era prueba de su amor. El anhelo de Apolo por el chico estaba a punto de volverlo loco. Su estructura delgada y compacta y sus rasgos de conejo con cabello blanco y jóvenes ojos rojos que no estaban contaminados por las verdades de este mundo—todo. (NT: Okay, este tipo da escalofríos.)

Las mejillas de Apolo se ruborizaron como las de un borracho.

–… Si nuestro amor crece, Hestia, sólo estarás en el camino. Una vez que sea mío, te expulsaré de esta ciudad— no, del Mundo Inferior por completo.

Volviendo a la realidad, Apolo abrió los ojos y miró a las estrellas.

La luz de la luna se reflejaba en sus ojos repentinamente serios mientras sus labios se curvaban hacia arriba.

–Estoy contando con ustedes, mis lindos niños…

Una risa baja resonó desde su habitación bajo los tranquilos rayos de la luna.

*Click* Unos momentos más tarde, ambas manos de su reloj se le unieron mirando hacia el cielo.

El tiempo se acercaba.

***

 

 

La ciudad estaba llena de un frio matinal justo antes del amanecer.

Las calles estaban llenas de tiendas silenciosas e inmóviles. Las persianas estaban cerradas sobre las ventanas y las puertas; era increíble lo vacía que parecía la ciudad. La muralla de la ciudad proyectaba una sombra alta sobre los edificios, cubriendo las calles de sombra.

Dos figuras corrían rápidamente por la Calle Principal del Este hacia el horizonte que brillaba a través del aire anormalmente silencioso de la mañana.

–¡Tienes que apresurarte, Bell-kun! ¡La caravana está a punto de salir!

–¡Voy justo detrás de ti!

Hestia y Bell corrían a través de lo que quedaba de la niebla de la mañana. Su destino era la Puerta Este. Siguieron hablando mientras corrían.

–Ya saben que vienes. Hay un lugar para ti en uno de sus carros tirados por caballos. ¡Bájate en un pueblo llamado Agris, está bastante cerca del antiguo castillo! ¡Los empleados del Gremio te darán instrucciones desde allí, así que presta atención!

–¡Lo haré!

El <Juego de Guerra> comenzaría después de mañana.

Bell había terminado su entrenamiento con Aizu y Tiona y su <Estado> había sido actualizado por Hestia.


Ahora todo lo que quedaba era viajar al campo de batalla. Se necesitaría un día para llegar allí, así que se habían hecho arreglos para que Bell viajara con la caravana de mercaderes durante la mayor parte del viaje.

Estaba vestido con ropas de viajero ligeras pero fuertes, con un manto alrededor de sus hombros.

Todo lo que necesitaba estaba en una bolsa sobre su hombro, sujetando firmemente el cordón en su puño.

–¡Todos los demás ya están allí, así que reúnete con ellos en la ciudad! Además, aquí está tu permiso de viaje emitido por el Gremio—¡Muéstraselo a los porteros y al líder de la caravana!

Orario se estableció de modo que era relativamente fácil entrar en la ciudad pero extraordinariamente difícil salir. Un individuo necesitaba varios documentos aprobados por el Gremio antes de que se les permitiera pasar. Bell tomó las hojas de papel firmadas identificándolo como un participante del <Juego de Guerra> de Hestia y dijo un rápido “Gracias”.

Por fin llegaron a la Puerta Este fuertemente fortificada. De alguna manera, para Bell ahora se veía mucho más pequeña que cuando había pasado a través de ella unos meses atrás. Los miembros de la caravana ya estaban allí, hablando excitadamente entre ellos. Bell y Hestia avanzaron a través de líneas de carros tirados por caballos y grandes contenedores de almacenamiento en ruedas hacia el líder de la caravana antes de detenerse delante de la primera puerta.

–… Estaré esperando aquí por tu glorioso regreso.

–… ¡Nos vemos entonces, Kami-sama!

Hestia le sonrió. Bell le sonrió en respuesta.

Fue entonces cuando Hestia saltó sobre su pecho, envolvió sus brazos alrededor de él, y lo apretó con toda su fuerza. El cuerpo de Bell se tensó por vergüenza, pero no intentó escapar. No podía. Hestia ignoró toda la conmoción que les rodeaba y disfrutó del calor que emanaba de su pecho mientras podía. El rostro de Bell se puso rojo remolacha mientras sus brazos se movían más alto, pasando por encima de sus hombros y alrededor de su cuello mientras ella comenzaba a retroceder. Encontrando su mirada, abrió su boca en una sonrisa brillante y gentil mientras decía: “Ahora ve”.

Bell dio un paso atrás, con una sonrisa tímida en su rostro. Secándose sus mejillas calientes con su mano libre, el chico se dio la vuelta y corrió hacia el frente de la caravana. “¡Espérenme!” gritó al frente y se lanzó al laberinto de carretas. El líder de la caravana estaba hablando con uno de los porteros.

Ambos levantaron la vista cuando el chico se acercó, mostrando su papeleo para que lo vieran.

El portero era un Aventurero—probablemente alguien que había aceptado una misión del Gremio. Dos empleados del Gremio salieron por la puerta de la oficina detrás de él y tomaron los papeles de Bell.
Leyéndolos, asintieron con la cabeza. El líder de la caravana señaló un carro en la línea y le dijo a Bell que se sentara.

El carro tirado por caballos en el que Bell se había metido era más espacioso de lo que pensaba. Tenía un techo, así como ventanas a cada lado. Unas pocas personas—algunos viajeros, comerciantes y un guardia contratado— ya estaban a bordo. Cada uno de ellos tenía un aspecto muy distinto sobre él o ella, algunos en armadura ligera y otros en ropa cómoda.

–… Hey, tú allí. ¿No eres el <Pequeño Novato> de la <Familia Hestia>?

–Ah, sí, ese soy yo.

–¡Eso pensé! Te diriges hacia el <Juego de Guerra>, ¿Huh? ¡Muéstrales el infierno!

Bell se sentó en la esquina trasera del carro junto a un Beastman bastante amistoso que inmediatamente lo reconoció y comenzó una conversación. El hombre joven y sonriente tenía el aura de un vagabundo y una cola espesa se movía alegremente detrás de él. La tensión en el carro se disipó cuando los otros pasajeros se acercaron para romper el hielo.

–¡Esos tipos son duros, pero da lo mejor de ti!

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–¡Esta es nuestra tradición, tenemos aperitivos antes de cada viaje!

–¿¡Qué te parece esto!?

Cada uno de ellos se acercó con puñados de turrón, frutos secos y tartas. Rodeado de personas amables y acogedoras, Bell no pudo evitar sonreír, asentir con la cabeza y decir: “¡Gracias!”. No le gustaban los alimentos dulces, pero no quería rechazar su buena voluntad y decidió comer todo lo que le ofrecieron.

El carro se sacudió debajo de él cuando comenzó a avanzar.

Los relinchos de muchos caballos cortaron el aire de la mañana. La Puerta Este estaba abierta; la caravana comenzó a moverse.

Bell sentía cada bache en el camino a través de su asiento de madera cuando de repente—

— —¡Bell-san!

Escucho que alguien llamaba a su nombre.

Se inclinó para mirar por la ventana y vio a Seal corriendo al lado de la carreta.

–¿¡Seal-san!? ¿Qué estás haciendo? ¡Es peligroso!

Bell levantó la ventana y la llamó.

Estaba sin uniforme, llevaba una capa sobre su ropa habitual y corría lo más que podía para mantenerse al día con la carreta. Empujó su mano derecha hacia la ventana.

–¡Toma esto…!

–¿Huh?


Algo dorado brillaba desde su mano extendida. Bell saco su mano por reflejo.

Ella le dio un amuleto. Tenía la forma de una lágrima de oro, con una joya en su centro. Tenía que ser un accesorio que le otorgaba al portador algún tipo de poder. Bell levantó los ojos del Item que tenía en la mano para mirar a Seal.

–Fue un regalo de agradecimiento para el bar de un Aventurero hace un tiempo… ¡Un amuleto de la buena suerte!

Bell abrió los ojos mientras escuchaba su explicación.

–¡Haz lo mejor que puedas! ¡Y por favor regresa a nuestro bar!

El carro tomó velocidad y Seal no pudo quedarse a su lado, casi tropezando unas cuantas veces.

–¡Te-Tendré un almuerzo listo para ti! ¡Estaré esperando!

Las mejillas de la chica se sonrojaron de un rosa claro. Bell no pudo evitar sonreír.

Se asomó por la ventana y se despidió mientras se alejaba más y más. Ella se detuvo, juntó las manos frente a su pecho y observó el carro desaparecer por la Puerta Este.

–….

Bell regreso a su asiento y volvió a mirar el brillante amuleto en su mano.

Deslizando la delgada cadena alrededor de su cuello, metió el amuleto debajo de su camisa.

—Gana.

—Gana y regresa.

Los rostros de todos los que había conocido en Orario inundaron su mente mientras juraba verlos de nuevo.

Apretando el amuleto con su mano derecha a través de su camisa, el chico se dio cuenta de que estaba sonriendo.

Miró por la ventana mientras sentía que cada bache en el camino sacudía su asiento.

El sol miraba por encima de las montañas en la distancia.

Bell protegió sus ojos de la brillante luz de la mañana.

***

 

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Las ruinas del castillo Shreme.





Posicionado en un campo sin árboles o colinas, el castillo había sido construido en la antigüedad como la primera línea de defensa. Completado antes de que la Torre de Babel sirviera como una “tapa” sobre el Calabozo, se utilizaba para detener el avance de los monstruos que salían del agujero para atacar a pueblos y ciudades cercanas. Muchos castillos como este se construyeron relativamente cerca de Orario por esa misma razón. La mayoría de ellos habían sido destruidos o colapsados después de siglos de abandono, pero Shreme fue utilizado como punto de partida por el reino de Rakia en la guerra hace casi mil años. Varias de sus torres principales fueron dañadas, pero la pared principal del castillo y otras defensas estaban muy intactas. Ahora había sido seleccionado para albergar el <Juego de Guerra>.

El muro exterior tenía un impresionante número de diez metros de altura, incluso más alto en las áreas donde se encontraban las torres. El muro era más que suficientemente grueso para soportar los ataques más fuertes, quizás con la excepción de una poderosa explosión de Poder Mágico. Incluso los Aventureros de Primera Clase tendrían dificultades para romperlo. El castillo estaba situado en una zona abierta y muy fácil de atacar. Esta muralla era la razón principal por la que había durado tanto tiempo.

–Traigan un poco de arcilla por aquí. Refuercen todo lo que es corregible.

La noche ya había caído, la luna brillaba sobre sus cabezas. La <Familia Apolo> trabajaba duro haciendo sus últimos preparativos para el <Juego de Guerra> que comenzaría en unas pocas horas.

Ciento diez de ellos habían llegado hace tres días y habían estado trabajado todo el día para asegurarse de que el castillo estuviera listo. Eso casi era la totalidad de su <Familia>. Trabajando en grupos, habían hecho las reparaciones al castillo mismo, así como la creación de almacenes ocultos de armas de repuesto e Ítems en varios lugares dentro de la estructura.

–Hmph, que inútil… ¿Por qué molestarse?

La torre principal de la fortaleza estaba sobre los restos de las otras torres en el mismo centro del castillo. Jacinto observaba a los otros miembros de su <Familia> trabajar desde el piso superior.

El límite de tiempo para el <Juego de Guerra>, <Asedio del Castillo>, se había fijado en tres días. La <Familia Apolo> ganaría ya sea si el seguía vivo después de ese tiempo o si el general enemigo—sin duda, Bell Cranel— era derrotado en combate.

Era su papel como el defensor asegurarse de que el castillo estuviera listo, pero era obvio que podían ganar sin todo este alboroto. Jacinto había escuchado que las filas enemigas habían aumentado en el último momento, pero se enfrentarían a no más de cinco combatientes. ¿Qué sentido tenía tener a más de cien guerreros reparando un castillo cuando podían aplastar a su enemigo en una batalla cabeza a cabeza?

–Apolo-sama, ¿Por qué? ¿Por qué un <Asedio del Castillo>…?

Jacinto estaba muy seguro de que podría ganar sin todas estas condiciones favorables.

¿Su Dios no confiaba en él y en el resto de la <Familia>? El hombre se sentía subestimado, como si Apolo hubiera olvidado lo que era capaz de hacer.

El hombre descontento se alejó de la ventana y se sentó en el trono en el fondo de la habitación. El trono había estado allí cuando la <Familia Apolo> llegó por primera vez, pero habían hecho algunas modificaciones. Muy cómodo, el respaldo de la silla adornada era una versión agrandada del emblema de su <Familia>, un sol ardiente con un arco y una flecha. El resto de la habitación estaba decorada con obras de arte y había sido limpiada impecablemente porque Jacinto les había ordenado a todos bajo su mando hacer el espacio agradable a la vista.

Apoyándose en su trono, Jacinto rió a regañadientes a través de su nariz.

–Qué juego tan aburrido…

***

 

 

— —Sí, Jacinto diría algo así…

La mujer de cabello corto, Daphne, se quejó para sí misma mientras miraba hacia el salón del trono desde su puesto en lo alto de la sólida pared del castillo.

Rakia había hecho algunas modificaciones extrañas cuando ocuparon el castillo. Su Dios realmente debió haber disfrutado presumir porque la torre principal tenía muchos diseños complejos construidos en su superficie. Tenía un aspecto lujoso a pesar de ser la última línea de defensa del castillo. Viendo el emblema de su propia <Familia> unido a la parte superior de la torre principal, le dio ganas de reírse por pura absurdidad. Ese pedazo de metal era tan grande que probablemente podría ser visto desde Orario.

Daphne suspiró para sí misma y continuo con su propia tarea. Era su trabajo motivar a los demás miembros a apresurarse con las reparaciones de la pared. La parte difícil era que la mayoría de ellos compartían la opinión de Jacinto sobre la próxima batalla y no podía esperar a ver como se desarrollaba. A pesar de tener más de cien trabajadores bajo su mando, asegurarse de que no había puntos débiles en ninguna de las paredes del castillo había sido frustrante más allá de la creencia.

Además, la <Familia Ganesha> había llegado a Shreme unos días antes que Daphne y el resto de la <Familia Apolo> para deshacerse del grupo de ladrones y saqueadores que habían estado viviendo en el castillo. Como se les había ordenado que no dañaran el castillo de ninguna manera antes del <Juego de Guerra>, el desalojo se había realizado cavando agujeros debajo de la pared y atrapando a los ocupantes por sorpresa. Habían capturado a cada uno de los criminales en menos de un día.

Daphne se aseguró de que rellenaran los agujeros antes de regresar a Orario.

–Daph…

–¿Casandra?

Las Lámparas de Piedra Mágica iluminaban la parte superior de la pared en lugar de las antorchas de antaño. Casandra se acercó a Daphne, llamándola nerviosamente.

Se detuvo frente a una de las lámparas, sólo la mitad de su rostro se iluminó con la luz.

Ella abrazó su propio cuerpo tembloroso con ambos brazos como si temiera que se derrumbara.

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–No es bueno… Necesitamos alejarnos de aquí.

–¿Huh?

–El castillo, el castillo caerá…

La expresión de Daphne se convirtió en molestia mientras escuchaba las tonterías que salían de la boca de Casandra.

–¿Otro sueño? Sabes que es demasiado tarde para hacer eso ahora. Sopórtalo.

–¡Por favor, por favor, Daph, créeme…!

Casandra le rogó desesperadamente a su amiga que tomara en serio su sueño profético aunque no había manera de que pudiera pasar.

Daphne la ignoró y siguió inspeccionando la pared, pero Casandra era mucho más persistente que de costumbre. Los hombros de la chica de cabello largo se desplomaron como si estuviera debatiendo si debía seguir intentándolo, antes de congelarse en el acto.

Sorprendida por el repentino silencio, Daphne se dio la vuelta para mirarla. El rostro de Casandra estaba pálido y demacrado como si estuviera a pocos minutos de la muerte, con los ojos fijos en un punto debajo de ellos.

–No, no podemos dejarlo entrar. Todavía hay tiempo; no debe entrar…

Una pequeña línea de carros tirados por caballos que llevaban el último de sus suministros se acercaba a la pared justo afuera de la puerta. La chica observaba, horrorizada, como la puerta se abría.

–¡Heey! Espera, ¿¡Quieres!?

Luan gritó con todas sus fuerzas, persiguiendo el último carro mientras observaba cómo la puerta del castillo comenzaba a cerrarse.

El conductor del último carro le ordenó a su caballo que galopara para cubrir la distancia, forzando al Hobbit a una loca carrera solamente para pasar por la puerta antes de que se cerrara completamente. Un ruido sordo sonó un momento después de que se deslizara entre los bloques de hierro masivos.

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–¿Por qué, por qué la cierras cuando todavía estoy ahí afuera?

Preguntó el pequeño Hobbit con una patética y jadeante voz al Beastman excepcionalmente grande parado en la puerta de control.

El hombre grande solo se rió.

–Hehe, así que estabas allí, Luan. ¡Eres tan pequeño! No pude verte en absoluto.

El Aventurero de Clase Baja conocido como Luan Espel parecía mucho más joven que su edad, casi como un niño. Los otros miembros de la <Familia Apolo> lo trataban como el fondo del barril debido a la combinación de su rango y su apariencia. Por eso le habían asignado llevar provisiones al castillo a estas horas.

Los Hobbits a menudo eran discriminados debido a su pequeño tamaño y presencia no intimidante. “Vamos” replicó mientras otros miembros de la <Familia> se unían a la risa.

–… Es un gran cargamento el que trajiste.

–El valor de tres días de armas y raciones. Es mejor estar listo, ¿Sabes?

El Beastman se rió de nuevo, diciendo que estaba siendo demasiado cuidadoso considerando a su oponente. El hombre grande ni siquiera miró a Luan mientras comenzaba a inspeccionar el cargamento.

En momentos, otros miembros de la <Familia> comenzaron a descargar caja tras caja de los carros y llevándolos a los ya bien surtidos almacenes del castillo.

–Aaah…

Casandra observaba todo desarrollarse desde su lugar en la parte superior de la pared.

Daphne nunca había visto a su amiga así. Aunque sintió que algo estaba mal con la chica, Daphne se dio la vuelta para irse.

–¡Despierta, tenemos trabajo que hacer!

Casandra observó cómo la espalda de Daphne entraba y salía de la luz de las Lámparas de Piedra Mágica.

Respiró hondo y soltó un suspiro largo y pesado.

Luego susurró con voz temblorosa como un profeta que había visto el fin del mundo.

–Es demasiado tarde… El caballo de Troya está dentro de la pared.

***

 

 

–¿Qué te tomo tanto tiempo?

–Lo siento.

–¿Tus preparativos están en orden?

–Sí. Mi Diosa ya ha actualizado mi <Estado>.

–Estupendo. Ahora, aquí está la daga que te prometí. El filo es mucho mejor que el de la primera, lo garantizo.

–Gracias.

–Welf-dono… ¿Qué hay de eso?

–Listo y esperando. No tenía mucho tiempo, así que sólo pude terminar dos.

–… Um, Welf, ¿Estás seguro de que esto está bien?

–Sí… He dejado de poner en peligro a mis aliados por el orgullo.

–¿…?

–No importa… Yo, puedes tomar esto ahora. Pero te advierto, fueron muy apresuradas, así que no estoy seguro sobre su poder total o cuánto tiempo durarán. No las desperdicies.

–Entendido.

–Bueno, entonces… Todo va de acuerdo con el plan de Hestia-sama.

–Sí. Y mañana—derribaremos el castillo.

–Sí… Ganemos esto.

Varias voces se escuchaban bajo la cubierta de la noche.

 


<Juego de Guerra> contra la <Familia Apolo>.

Clasificación—<Asedio del Castillo>.

Condición de victoria: derrotar al general enemigo.

 

La larga noche casi había terminado.

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