Re:Zero Ex (NL)

Volumen 2: La Canción de Amor del Demonio de la Espada

Capítulo 7: Séptima Estrofa

Parte 3

 

 

“Primero, déjame confirmar la situación. Dependerá de lo que esté pasando, pero erraré por el lado de desplegar el escuadrón. No te precipites, Wilhelm.”

Cuando Wilhelm le contó a Bordeaux sobre la inminente amenaza a las tierras de los Trias, Bordeaux había asentido con una seriedad poco habitual y dio esta respuesta. Luego se dirigió al cuartel general.


Wilhelm lo vio irse. Reportar el problema era todo lo que podía hacer ahora mismo. Apretó los dientes por su propia impotencia, pero ahora tenía suficiente autocontrol para soportarlo. Tenía el emblema de los caballeros en el pecho; era una señal de su comprensión de que ya no se le permitiría actuar tan precipitadamente como antes.

“Déjame repetir eso”, había dicho Bordeaux. “No te precipites. Los caballeros casi nunca son despojados de su rango una vez ascendidos, pero las personas saben quién eres ahora. No eres sólo un espadachín sin nombre que puede ir a donde quiera.”

El crepúsculo se profundizaba mientras la cortina de la noche se extendía sobre la capital. Mientras caminaba por la calle principal, repetía las palabras de Bordeaux una y otra vez en su mente.

No podía esperar tranquilamente en su cuarto. Tenía demasiado tiempo libre, y sus pies parecían arrastrarlo lenta pero seguramente hacia la plaza del distrito pobre. Hacía horas desde que vio a Teresa, intercambiaron sus palabras habituales y luego dividieron caminos. Nunca antes había ido a ese lugar dos veces en un día.

— ¿Wilhelm?


Así que se sorprendió al encontrar a la chica pelirroja en la oscura plaza.

A diferencia de la calle principal, esta plaza se abría a los callejones traseros, por lo que no había luces artificiales. Era una noche nublada, y él apenas podía ver su mano frente a su cara. Theresia no podría ver sus flores en la oscuridad, pero estaba esperando sola en esa plaza.

Theresia miró a Wilhelm y parpadeó con sus ojos azules.

— ¿Qué pasa…? Estás poniendo una cara aterradora.

— ¿Qué hace una chica aquí a estas horas de la noche?

—Vaya, eso casi suena como… ¡Ah! —Theresia aplaudió como si hubiera descubierto algo—. Hmm… Me gustaría hacerte la misma pregunta, pero tal vez no sería muy educado. No parece que te gusten las bromas.

—…

Wilhelm no respondió, pero sintió algo raro en la forma en que Theresia hablaba, casi como si estuviera interpretando un papel. Mientras pensaba en por qué debería ser así, encontró una posible razón, y lo que probablemente ella estaba pensando.

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Esta era casi la misma conversación que tuvieron la primera vez que se conocieron.

—…

A decir verdad, Wilhelm no sintió que tenía el tiempo en este momento para complacer los pequeños juegos de Theresia, pero ella lo miró tan inocentemente mientras esperaba su respuesta que no pudo evitar seguirle el juego.

Fácilmente puso el gesto de enfado que había usado en su primera reunión. Entonces dijo, —Hay mucha gente peligrosa por aquí. No es un lugar donde una mujer debería estar caminando sola.

—Dios mío, ¿estás preocupado por mí?

—Yo podría ser una de esas personas peligrosas.

—No lo eres. Conozco ese uniforme, eres uno de los caballeros del castillo, ¿no? No harías nada malo.

Esta última línea dio un giro cuando Theresia señaló el emblema en su pecho y sonrió. Wilhelm sonrió sombríamente ante las palabras, y luego se acercó a ella. Ella llevaba la misma ropa que aquella tarde, y estaba sentada en el mismo sitio. Así que asumió…

— ¿Has estado aquí todo el día?

—…Sí. Supongo que di vueltas alrededor por un rato —. Sacó la lengua como para sugerir que se trataba de algo inusual, pero Wilhelm sospechó que probablemente no lo era.

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Wilhelm nunca había intentado comprobar lo que hacía Theresia después de que se separaban, pero ahora, él estaba seguro de que ella siempre se sentaba aquí hasta que oscurecía.

—No estoy tratando de ser amable cuando digo que este no es un lugar donde una mujer debería estar caminando sola a estas horas de la noche.

—Gracias por preocuparte por mí. Pero creo que es un poco tarde para eso. Y de todos modos, no voy a andar sola, así que está bien. Alguien está viniendo a buscarme.

—…

—No te preocupes, es una chica.

—…No me preocupaba por eso.

El alivió que sintió al oír eso debió des ser sólo su imaginación. Y de todos modos, tener a otra mujer cerca no haría las cosas más seguras.

—Está bien. Es una espadachina muy fuerte. Mucho más fuerte que yo.

— ¿Más fuerte que tú? Creo que eso describiría a la mayoría de los espadachines.

Esta chica no sabía nada sobre las artes de lucha. No hizo mucha diferencia para nada. Sin embargo, había pasado casi un año desde que Wilhelm y Theresia se conocieron. Si esta persona había estado actuando como su guardaespaldas todo el tiempo, tal vez se habría presentado a sí misma.

Si Theresia tenía un guardaespaldas, ¿significaba eso que en realidad ella tenía un cierto estatus en el mundo?

—Para que no vayas a casa. ¿Es porque no quieres estar en allí?

—C-Ciertamente no te andas con rodeos, ¿verdad, Wilhelm?

—Es un mal hábito. Mi trabajo me ha enseñado a no contenerme nunca. Entonces, ¿cuál es tu respuesta?

—…Podrías decir que sí, pero… también podrías decir que no. Lo siento, sé que es complicado.

Los ojos de Theresia parecieron mirar a la distancia mientras se disculpaba. Los sentimientos que se arremolinaban en sus ojos, lo frágil que parecía, Wilhelm se maldijo a sí mismo por su insensibilidad. Ninguna mujer joven pasaría la noche vagando sin rumbo por la ciudad en vez de en su casa sin una razón.

— ¿Y tú, Wilhelm? —Le llevó un momento ponerse al día con su pregunta. Theresia estaba sentada en el peldaño junto al lecho de flores, abrazando sus rodillas y mirándolo—. ¿Puedo… acerca de tu casa tu casa…? ¿Tu familia?

—Mi… familia…

—Correcto. Quiero decir… sé que tal vez no es asunto mío…


Ella sonrió tímidamente. Normalmente, él podría haber sido capaz de responderle algo a ella. Pero en este momento, al preguntarle por su familia, Wilhelm se quedó mudo. Después de todo, en ese mismo momento su casa, la Casa Trias, podría estar en peligro.

—… ¿Dije algo malo? —La expresión de Theresia se nubló ante su silencio.

Se maldijo a sí mismo de nuevo por ser inmaduro. Decirle a Theresia lo que estaba pasando sólo supondría una carga innecesaria para ella. Entonces, ¿por qué no pudo evocar su habitual mirada indiferente? Miró dolorosamente al suelo.

Entonces Theresia se paró frente a él y extendió sus manos a Wilhelm.

— ¡Guarda la compostura! ¿Eres un hombre o no?

— ¡¿…?!

Ella le dio un fuerte bofetón en ambas mejillas. Completamente sorprendido, Wilhelm la miró con los ojos muy abiertos. Theresia puso sus manos en sus caderas e hinchó su pecho.

—Cualquiera que sea tu relación con tu familia, es obviamente complicada, pero no es propio de ti dejar que eso te haga llorar. Haz lo que siempre haces, ya sabes, actúa con soberbia sin razón. Deberías blandir tu espada como un niño, lleno de confianza infundada. Eso es mucho mejor.

—…

Su crítica fue brutal. Sorprendió a Wilhelm al darse cuenta de que así era como ella pensaba de él.

Quizás su silencio hizo que Theresia se diera cuenta de lo agudas que habían sido sus palabras, pues ella dijo rápidamente:

—Espera, eso no es… Hrm.

Los hombros de Wilhelm se relajaron ante este cambio en ella. Él exhaló, y luego le sonrió. No una de sus muecas, sino una sonrisa del corazón.

—Realmente eres una chica extraña, ¿no?

— ¿H-huh? ¿Qué te hace decir eso? Sé que no soy muy normal, pero creo que dije algo realmente bonito —. Parecía molesta.

—No te elogies a ti misma. Pero… no te equivocas —. Volvió a exhalar profundamente. No fue un suspiro de anhelo, sino una forma de expulsar todas sus emociones—. Balanceando mi espada como un niño, ¿huh…?

Un niño con una espada sería algo muy peligroso. La imagen le hizo sonreír. Pero de nuevo, ella no estaba equivocada. Wilhelm era un niño jugando con una espada. Había permanecido como un niño incluso con el paso del tiempo, mientras crecía. Él simplemente lo había olvidado en algún momento en el tiempo.

Pero ahora recordaba por qué había tomado la espada, a pesar de su inmadurez.

—Déjame acompañarte a la entrada del distrito pobre. Espera a tu amiga donde haya luz.

—… ¿No temes que no me encuentre si no estoy en nuestro lugar habitual?

— ¿Estás diciendo que debería dejarte aquí en la oscuridad? No me obligues.

—Eso es bastante cierto. Supongo que no tenemos elección, entonces. Te dejaré ayudar a una joven a ponerse de pie.

Theresia sonaba muy confiada mientras extendía su mano. Wilhelm la tomó y la ayudó a levantarse, y de alguna manera los dos nunca soltaron las manos del otro mientras caminaban hacia la entrada del barrio pobre. Con el calor de sus dedos entrelazados, Wilhelm podía sentir su propio pulso.

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Habían recorrido varias calles estrechas cuando Theresia se detuvo en una calle lateral cerca de la carretera principal.

—Esperaré aquí —, dijo ella—. Creo que será capaz de encontrarme.

La verdad es que Wilhelm quería verla hasta la vía principal, pero lo más probable es que no quisiera que él y su guardaespaldas se conocieran.

— ¿Así que ahora es una chica sola en un callejón oscuro? Sabes, ahora que lo pienso, por aquí llaman a las prostitutas “chicas de las flores”.

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—Nadie va a confundirme con una de esas… Espera un segundo, ¿seguramente no es por eso que empezaste a llamarme así?

—No. Fue porque tu cabeza estaba llena de flores.

— ¡Bueno, eso tampoco es muy amable! —Se puso roja y le dio un golpe en el hombro. Wilhelm soltó su mano y se alejó un paso de ella. Sus dedos todavía temblaban con la sensación de ella, pero él dejó a un lado este momento de fragilidad y la miró. Luego, tocando el emblema en su pecho, se despidió.

—Ten cuidado en estos caminos oscuros, Chica de las Flores.

—Ten cuidado de no eludir demasiado tu deber, soldado bueno para nada.

Estas palabras aparentemente crueles rápidamente dieron paso a las sonrisas. Entonces él dijo:

—Adiós, Theresia.

—Nos vemos la próxima vez, Wilhelm.

Así era como ellos siempre se separaban. Wilhelm se alejó de ella y se dirigió a la carretera principal, sintiendo los ojos de ella en su espalda. Fue solo después de estar seguro de que ya no podía sentir su mirada, se tocó el pecho izquierdo y se arrancó el emblema.

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Ese era el símbolo de que él era un caballero, de que el mundo lo había reconocido, de que podía levantar la cabeza cuando se encontraba con Theresia. Ahora, el nexo de todo ese significado brilló apagadamente en su palma.

No era más brillante ni más hermoso que la luz del sol que brillaba en su espada en los días de su juventud.

***

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— ¡Ese gigante, idiota furioso!

Era el día siguiente, y Bordeaux gritaba a todo pulmón en los aposentos personales de Wilhelm. Vació su frustración sobre un escritorio, que se partió por la mitad, y había una variedad de premios esparcidos por toda la sala. Esto no era exactamente el comportamiento de un oficial al mando, pero aun así no fue suficiente para aplacar la ira de Bordeaux.

—…

Al lado del enfurecido oficial, Grimm silenciosamente puso una mano sobre el destrozado escritorio. Desde el interior de lo que quedaba de él, cogió un emblema: el escudo del dragón de un caballero. El disco también contenía una nota, en la que sólo había escritas dos palabras:

Lo siento.

Era algo simple, sin adornos, muy parecido a lo que se le ocurriría al bastante burdo Demonio Espada. Wilhelm Trias había removido la insignia de su sitio y se había marchado de la capital sólo con su espada en la mano.

Puede que no parezca muy elegante. Pero como el Demonio de la Espada, esa fue su respuesta.

***

 

 

No había sido una elección fácil para Wilhelm abandonar el símbolo de su título de caballero. El emblema era la prueba del reconocimiento de algo tan grande e importante como el propio reino. Una vez, se le había considerado sólo como un niño delincuente, pero la insignia mostraba que él había hecho lo correcto desde el principio.

Desde el día en que llamó a la puerta del ejército real hasta este momento, se había concentrado con determinación hacia la espada. Durante todo ese tiempo, había creído que era todo lo que necesitaba, pero sin embargo se le habían dado muchas cosas. Había habido enemigos. Aliados. Rivales, camaradas, superiores. Aquellos contra los que juró vengarse. Y…

—Theresia…

Susurró el nombre de la chica que ahora sabía que le importaba profundamente. Puso una mano sobre su espada como para asegurarse de que aún estaba allí.

Abandonar su emblema era dejar atrás todo lo que había ganado en la capital. No era que creyera que no tenían valor. Más bien, precisamente porque sabía que eran valiosas, no podía actuar libremente si seguía llevándolas. Los había dejado ir porque no tenían precio.

Los recordó con nostalgia. Sintió culpa, arrepentimiento e ira. Sus emociones eran como un pantano fangoso. Nunca había logrado una forma de vida completamente sencilla. Los días en el que él simplemente quería ser una espada se sentían como si nunca hubiesen existido. Y sin embargo, tampoco se recriminó por ese tiempo ahora.

—…

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Sabía que incluso si se las arreglaba para lidiar con todo lo que estaba sucediendo, no podría simplemente hacer que las cosas sean como antes. Sus días habían sido tan tranquilos y complacientes que le habían permitido entretener tales fantasías recientemente.

Como aquel que extinguió las llamas de la guerra que asolaban su patria, fue perdonado por dejar a un lado el honor de un caballero, y luego tomó la mano de Theresia y la trajo a casa para conocer a la familia Trias. Sólo una fantasía.

Tales pensamientos le habían cerrado los ojos a la realidad, pero la conflagración que encontró al volver a casa los abrió con una fuerza brutal.

— ¡Hrrraaahhhhh!!

Así que el Demonio de la Espada tomó su amada espada en sus manos y, al llegar a un hogar que encontró totalmente cambiado, comenzó su guerra de un solo hombre.

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