Re:Zero Ex (NL)

Volumen 2: La Canción de Amor del Demonio de la Espada

Capítulo 5: Quinta Estrofa

Parte 2

El lugar estaba lleno de olor a putrefacción y sangre. Valga frunció el ceño ante el olor que le revolvió el estómago al entrar en el pequeño edificio. Pero aunque su vieja cara podría haber estado frunciendo el ceño, no se desentendería de nada de esto. Todas las tragedias que presenció fueron el resultado de su propia decisión. Sería impensable no mirar.

—Sphinx. ¿Cómo va tu progreso?

Ni siquiera saludó a la pequeña figura encorvada antes de lanzar su pregunta. La chica con la túnica se levantó cuando él le habló, se limpió la cara con la tela manchada de sangre, y se dio la vuelta.

—Requerirá observación continua. Una cosa que he concluido, sin embargo, es que no huele bien. Puede ser demasiado para mí, como la creación incompleta de mi madre, reconstruir un hechizo sin su elemento más crucial.

—Un montón de lloriqueos por una supuesta bruja… Lo siento. Sólo estoy enfadado —. Dio un largo suspiro y miró más allá de la chica, Sphinx. De pie detrás de ella había un hombre-serpiente cubierto de escamas verdes, lo que una vez fue Libre Fermi.

—Así que no queda nada de ti. Es una verdadera lástima, Libre.

Una vez el guerrero más fuerte entre los demi-humanos, la luz de la vida se había ido de los ojos de Libre. Pero aun así se mantuvo en pie y luchaba por órdenes de la bruja, el resultado de un hechizo que podía hacer que los muertos se movieran. Pero ahora era un guerrero no-muerto, capaz de seguir solo simples órdenes. Ya no podía cumplir el papel que antiguamente desempeñaba Libre.

—Muchos de nuestros compañeros han salido de las sombras después de nuestra victoria en Aihiya. Y el golpe que les dimos a los humanos fue severo. ¡Pensar que esta puede ser nuestra mejor oportunidad desde que empezó esta guerra, y…!

— ¿No es suficiente que tú estés aquí? ¿O acaso este guerrero no-muerto es incapaz de actuar el papel que tienes en mente?

—…No. No es suficiente. No tengo la facilidad de estar a la cabeza de nuestros aliados. ¡Y ningún cadáver vacío va a ser capaz de reunir el carisma del liderazgo de Libre!

Valga miró con ira al no-muerto Libre, y luego puso sus gruesas palmas en su cara.

La estrategia en Aihiya Swamp había ido exactamente según lo planeado, un gran golpe contra el ejército real. Esto debería haber sido una oportunidad para diezmar a un enemigo destrozado, pero la muerte de Libre en batalla estaba completamente fuera de los cálculos de Valga. Por mucho que odiara admitirlo, Valga sabía que la influencia de Libre en la Alianza Demi-humana era aún mayor que la suya.

Sphinx había al menos tenido éxito en recoger el cuerpo y reanimarlo como un guerrero no-muerto, pero ningún hechizo, no importa cuán profano sea, traería a Libre realmente de vuelta.

—Aunque la carne sea revivida, el alma no reside dentro de ella —, dijo Sphinx—. Reconstruir el Sacramento del Rey Inmortal es realmente difícil.

— ¿Cómo continuar la guerra civil sin Libre…? No nos quedan muchas opciones.

— ¿Pero tenemos algunas? —, preguntó Sphinx entrecerrando los ojos.

Valga asintió profundamente. Por supuesto, él había considerado la posibilidad de que él o Libre no sobrevivieran a esta guerra. Había esperado que Libre durara más que él, pero el destino había querido que fuese la serpiente la que se fuera primero.

Ahora puedo hacer lo que nunca podría haber hecho con Libre aquí.

—Libre odiaba la idea de que el mundo se fuera al infierno. Él me habría detenido, posiblemente por la fuerza, al tratar de enviar este mundo a un lugar aún más bajo.

— ¿Y qué es lo que deseas de mí en este infierno?

—Abriré las puertas del inframundo y consolaré las almas de nuestros camaradas muertos con los gritos de los humanos y traqueteos de la muerte. Y tú misma abrirás el camino. ¡Todos los guerreros del reino serán quemados en las llamas de mi ira!

La ira ardía dentro de él; nunca desaparecería y nunca lo haría. Cada provocación la alimentaría hasta que su ira arrasase con todo.

Las llamas nunca se apagarían. Esto, por lo menos, Valga sabía que era verdad.

—Libre se ha ido y yo me quedé. Considéralo un testimonio de mi rabia eterna.

Valga comenzó un aterrador conjunto de maquinaciones de lo que se convertiría en el combustible para las llamas. Este fue el comienzo de la batalla más crucial de toda la Guerra Demi-humana.

—…Esto requiere observación.

Y fue el principio del fin de lo que determinaría la perdición de muchos, incluyendo a la bruja Sphinx.

***

Los demi-humanos continuaron intermitentes intentos de causar estragos en la capital.

— ¡¿Qué?! ¡E-Eres el Demonio de la Espada!

— ¡Ruuuahhhh!

Wilhelm se lanzó contra un grupo que intentaba causar problemas en los muros exteriores alrededor de la capital. Algunas de estas travesuras simplistas eran simplemente obra de rufianes atrapados por la idea de la superioridad demi- humana.

La reorganización del ejército estaba atrasada y Wilhelm había sido asignado a una unidad de la policía militar. Ya había cortado varios de esos grupos de buenos para nada.

Uno de los hombres tenía una herida fatal en su desgarrado vientre, escupiendo sangre y desprecio.

— ¡Pensar que nuestra pelea terminaría así…! ¡Mal…Maldito seas, animal…! —Pero Wilhelm estaba acostumbrado a tales abusos. Preparó su espada para conceder al hombre una misericordiosa muerte rápida.

—Deja de quejarte, idiota —, murmuró—. Si tienes tanto miedo a morir, aprende a usar una espada.

—… ¿Tú crees eso…? Entonces toma tu…famosa espada… Pronto lenguas de fuego inundarán toda la nación… Incluso la capital no escapará de la destruc…

— ¿…?

Fueron palabras extrañas con las cuales recibir a la muerte, pero no importaba. Wilhelm le cortó la cabeza al demi-humano antes de que terminara de hablar.

Wilhelm había tirado el cuerpo por encima de la pared con una patada y luego había acabado con el resto del grupo cuando llegaron los otros guardias. Estaban casi sin palabras por la escena ante ellos.

— ¿Eres el famoso Demonio de la Espada, Wilhelm…? —La voz del hombre se quebró al decir el apodo, aunque supuestamente estaban del mismo bando. Sus amigos le tenían tanto miedo como sus enemigos. Eso era otra cosa a la que estaba acostumbrado.

El nombre de Demonio de la Espada, así como el de Wilhelm, estaban ahora inextricablemente asociados con la sangre y la muerte.

Por eso es que…

—Soy Theresia. ¿De acuerdo? Llámame Theresia. ¿Y tú eres…?

Él se había quedado callado.

— ¿Tú eres…?

— ¿…?

— ¡Oh, vamos! Estoy seguro de que entiendes. Te estoy pidiendo que me digas tu nombre, ¡obviamente!

Ella infló sus mejillas y golpeó el suelo con su pie; la chica frente a él, Theresia, estaba claramente frustrada.

Estaban en la plaza como de costumbre, y Wilhelm acababa de terminar su práctica diaria. Ella lo había llamado con un gesto. No había podido negarse. Mientras miraban las flores, ella había dicho de repente molesta.

—No soy “oye tú” ni “chica”. Llámame por mi nombre.

Wilhelm había replicado que no sabía cómo se llamaba, y los ojos de ella se habían abierto de par en par. Se conocían desde hacía tres meses, y era un poco tarde para las presentaciones.

Ella tosió, y luego dijo en voz baja:

—Theresia…

Wilhelm pensó que era un nombre apropiado para ella. Siempre sonriendo como el sol, a veces irritantemente habladora y a la vez… encantadora. Su estado de ánimo era peligrosamente propenso a cambios repentinos, pero aún así, Theresia. Sí. Era mejor llamarla que “chica de las flores”.

— ¡Oye! ¿Por qué no dices nada? ¿Me estás escuchando?

—…Sí. Es un nombre muy bonito, supongo.

—Oh, uh… ¿t-tú crees? Bueno, te agradezco que lo digas…

—Quiero decir, te he estado llamando “Chica de las flores” todo este tiempo.

— ¿Quéééé?

Él sólo tuvo que ir y agregar un poco más de información. La expresión de Theresia cambió completamente, sus mejillas se tornaron rojas al pasar de la felicidad a la ira tan rápidamente. Wilhelm esquivó todos los intentos de ella de pisarle el pie.

— ¡Ahh! —, exclamó Theresia—. ¡Eres el peor! De todos modos, ¿no estás listo para responderme?

— ¿…?

— ¿Por qué actúas como si no supieras lo que quiero? ¡Te estoy pidiendo que me digas tu nombre!

Ella pisoteó el suelo de nuevo. Wilhelm se preguntó cuál era el problema, y luego se preguntó eso a sí mismo. Todo lo que tenía que hacer era decirle su nombre. Sólo era ser educado, y Wilhelm no tenía razón para no hacerlo.

Incluso si eso le provocara a ella terror y repugnancia.

—Es Wilhelm Trias.

Si Theresia supiera que el ejército real lo llamaba “el Demonio de la Espada” y lo que decían de él… La chica que amaba las flores lo juzgaría. Este pensamiento le provocó un extraño dolor en el pecho.

—Wilhelm. Sí. Wilhelm, Wilhelm, Wilhelm.

—…Deja de decir eso.

—Huh. Es un nombre muy bonito, supongo —. Sus ojos brillaban maliciosamente. Tal vez pensó que se estaba vengando por lo de antes—. Suena muy acorde a ti, Wilhelm.

Wilhelm se quedó callado ante esto; sentía demasiadas cosas a la vez como para saber cómo responder.

—Aun así, es un poco extraño.

— ¿Sí?

—Quiero decir, han pasado tres meses desde que nos conocimos… pero acabamos de presentarnos—. Theresia sacó su lengua y sonrió tímidamente. Al verla, Wilhelm sintió la confusión de emociones en su pecho evaporarse. Su cuerpo se sentía extrañamente ligero.

— ¿Por qué deberíamos haber sabido el nombre del otro? —, dijo él—. No teníamos ningún interés el uno por el otro. Los dos simplemente aparecimos aquí al mismo tiempo para hacer lo que queríamos hacer.

— ¿En serio? Tenía un poco de interés en ti. Y no es que no sepa nada de ti, Wilhelm. Tú odias las flores, ¿no?

—…Sí, así es. Y tú, Theresia, las amas.

— ¡Sí! ¿Ves? Sabemos algo el uno del otro. Quisimos saberlo.

Ella infló su pecho triunfantemente, y Wilhelm encontró que las comisuras de su boca se levantaban ligeramente por su propia voluntad. Esto era raro para él: una sonrisa que no era ni irónica ni sombría.

—Por cierto, Wilhelm. ¿Te gustan las flores?

La pregunta llegó inesperadamente, mientras él se esforzaba por endurecer sus mejillas para ocultar la sonrisa involuntaria. Era la misma pregunta de siempre y, sin embargo, eso significó algo un poco diferente hoy.

—No, las odio.

Aun así, la respuesta de Wilhelm no cambió. No había nada que ganaras al mirar plantas. Ciertamente no eran las cosas que le importaban a Wilhelm.

— ¿Oh? Si ese es el caso…

Normalmente se detenía con la pregunta y la respuesta. Pero hoy no fue así. Sosteniendo el dobladillo de su falda, Theresia le dio la espalda, para que Wilhelm no pudiera ver su expresión.

—… ¿Por qué empuñas tu espada?

—…… —Ella nunca había hecho esta pregunta antes.

En los tres meses que se habían conocido, siempre había habido flores y una espada. Pero hasta ese momento, Theresia no había abordado ni una sola vez el tema de su arma. Ahora que ella sabía su nombre, intentaba averiguar qué había dentro de Wilhelm.

Si no hubiera sido Theresia la que preguntara, si hubiera sido otra persona, Wilhelm simplemente la habría ignorado. Pero descubrió que podía responderle a ella con su corazón inusualmente tranquilo.

—…Porque esto es todo lo que tengo.

La pregunta era sobre su espada. Por qué la empuñaba. En su corazón, la respuesta era muy simple: era todo lo que tenía. Esto es lo que Wilhelm, más que nadie, había llegado a creer.

—…

Theresia se quedó callada, sin decir nada en contestación a la respuesta de Wilhelm, así como no había dicho nada ante la respuesta de su odio por las flores. Hablaba demasiado y saltaba de un tema a otro, pero siempre repetía esta pregunta inmutable, como si estuviera tratando de solidificar su tenue relación.

Wilhelm también se quedó callado. No fue tan tonto como para arruinar el momento hablando.