Re:Zero Ex (NL)

Volumen 1: El Sueño que Vio el Rey León

Capítulo 5: El Sueño Del Rey Lion

Parte 4

 

 

La cruda realidad fue que la muerte de Fourier Lugunica fue tratada casi como un detalle secundario ante el fallecimiento del rey Randohal Lugunica.

La asamblea era todo lo que quedaba ahora, envuelta en depresión ahora que sus peores temores se habían hecho realidad. Crusch, por su parte, estaba sumida en una sensación de pérdida y apatía. Fourier había sido una presencia tan crucial para ella que perderlo era tanto un shock como un tormento como si perdiera la mitad de su cuerpo.


Incluso ahora, cuando cerraba sus ojos, podía ver su última sonrisa. La imagen de él tomando su último aliento quedó grabada en su memoria.

Y al final, los sentimientos que él no había podido terminar de confesar se habían desvanecido.

—…Pero no podemos quedarnos sentados mientras estamos triste por siempre.

Miklotov fue el primero en cortar la espesa atmósfera. El viejo sabio miró a cada uno de los nobles abatidos a la cara, intentando despertarlos.

—…Así es. –Alguien dijo. —Este no es el momento. Su Majestad se lamentaría de vernos así.

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Hubo un coro de acuerdo. El sentimiento se extendió y Crusch se dio cuenta de que no tenía más remedio que mirar hacia arriba y forzarse a sonreír. Permanecer allí con la cabeza gacha sería la última traición a lo que Fourier quería.

Ella se imaginó su rostro sonriente, recordó que él siempre había tratado de ver el lado positivo.

—El linaje real ha terminado. Hemos perdido nuestro pacto con el dragón. No puede haber mayor tragedia para el Reino Dragonfriend de Lugunica.

Con esas palabras, la imagen en su mente se rompió.

Crusch levantó la vista, dudando de sus propios oídos, mientras alguien frente a ella se agarraba la cabeza.

—¿Cómo pudo haberse ido toda la familia real? ¿Qué hará el dragón? Si perdemos nuestro pacto, será una catástrofe para nuestra nación. ¡Con nuestras relaciones con el Imperio y el Reino Sagrado siendo tan débiles como lo son ahora…!

¿De qué está hablando…?

—También está el tema de la sangre de dragón preservada. Siempre existe la posibilidad de que se busque su retorno. Para protegernos de esto, puede que veamos apropiado seguir adelante y usarlo…

¿De qué están hablando…?

Crusch tenía su mirada perdida mientras escuchaba deliberar a los asistentes con rostro lúgubre. Todo de lo que hablaban giraba en torno a la cuestión de lo que haría el dragón ahora que la familia real se había extinguido. El Reino de Lugunica había estado bajo la bendición del dragón, salvado de las crisis más de una vez por la criatura. Su miedo era válido; Crusch era tan consciente como cualquiera de ellos de que dependían del dragón. ¿Pero era eso realmente lo primero que deberían lamentar?

Si hubieran querido debatir el futuro del reino, eso habría estado bien. Si hubieran estado preocupados por negociar con otros países ahora que el rey se había ido, ella podría haberles perdonado. Pero discutir cómo manipular al dragón… ¿era eso realmente lo primero en sus mentes?

Con su creciente disgusto, Crusch se dio cuenta de que ninguna de estas personas estaba realmente triste de que la línea real hubiera terminado. Lo que les preocupaba era si el dragón los abandonaría. Estaban aterrorizados de ser expulsados de la cuna de las bendiciones del dragón. La muerte del rey, el fin de la familia real, eran únicamente consideraciones secundarias.

Para ellos, la muerte de Fourier es difícilmente algo importante.

Lo terrible era que si Crusch no hubiera sido tan cercana a Fourier, sin duda estaría albergando los mismos temores que el resto de ellos. Su alma sería tan pndiferente como la de ellos.

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Esa forma de vida, sobre todas las demás, Crusch la repugnaba. Apenas podía soportarlo ya que proyectaba una oscura sombra sobre su corazón.

—Hay un asunto que debo compartir con todos ustedes.

Las palabras atravesaron el furor de la asamblea, y todos los ojos se volvieron hacia el orador.

Era el barón Lyp Bariel. No era un noble de alto rango, pero había sido uno de los favoritos de Su Majestad Randohal y muy apreciado por el difunto rey. Cuando Lyp tuvo suficiente atención de la multitud, hizo su anuncio con voz temblorosa.


—…Hay una nueva inscripción en la Tabla del Dragón. El dragón ya ha revelado el destino del reino.

Esto causó un nuevo alboroto en el salón de asambleas. La Tabla del Dragón era una piedra, un regalo del dragón y uno de los tesoros del reino. Registraba el futuro de la nación. Varias veces en el pasado, la piedra había advertido al reino de las amenazas venideras, y habían podido hacer preparativos por adelantado.

Apenas habían estado reflexionando acerca de cuánto necesitaban al dragón, que se les había recordado de la manera más dolorosa su poder. Ignorando los sentimientos de Crusch y los demás, Lyp comenzó a leer la inscripción en un tono apresurado.

—Dice: “Sobre este asunto, el final de la casa real, el reino encontrará cinco candidatos elegidos por las Joyas del Dragón, y con una nueva doncella sagrada, el pacto será renovado.”

—¿La Tabla del Dragón nos dice que elijamos un nuevo rey…? ¡¿Pero cómo vamos a encontrar a estos cinco candidatos?!

—Hay insignias. –Respondió Lyp calurosamente. —Joyas transmitidas por la casa real de Lugunica, que señalan su pacto con el dragón. Las insignias llevan esas joyas, las cuales brillarán cuando las sostenga alguien calificado como candidato.

A la señal de Lyp, un carrito entró en el salón de asambleas circular. Sobre el carrito brillaban piedras preciosas, las insignias del Reino de Lugunica que llevaban las Joyas del Dragón.

—Si te reconoce como un leal servidor que puede verdaderamente liderar el reino, la insignia te elegirá a ti. ¿La Tabla del Dragón no dice la verdad? Que cada uno de ustedes se ponga a prueba por turnos.

Uno de los asistentes de Lyp fue hacia las personas sentadas en el salón, poniendo las insignias delante de cada uno de ellos. Algunos estallaron en un sudor frío mientras miraban hacia abajo. Otros se tragaron. Si eso brillaba en sus manos, el camino hacia la realeza se le abriría.

La insignia también estaba delante de Crusch. Dijeron que el dragón buscaba a aquellos leales al reino. Si así fuera, entonces seguramente ella, como estaba ahora, no sería elegida. Pero si…

—Entonces comencemos la prueba. –Dijo Miklotov.

El Consejo de Ancianos fue el primero, tomando la insignia en sus manos. Pero no hubo cambio alguno en la oscura gema. Hubo algunos suspiros silenciosos, y un leve sonido de desilusión. Así comenzó la prueba de las insignias, hasta terminar con el Consejo. Decepción tras decepción, y luego llegó el turno de Crusch.


La insignia era una piedra triangular de obsidiana tallada con un diseño de un dragón trabajado en oro. En el centro estaba la gema roja llamada la Joya del Dragón, la piedra que se burlaba de las vanas ambiciones de aquellos que no eran aptos para gobernar.

—¿El dragón? ¿A quién le importa…? –Susurró Crusch, no dejando salir las palabras de su boca mientras agarraba la insignia. La sostuvo en la palma de su mano para que todos lo vieran. Y entonces…

—…Oh, mi…

Eso vino de Miklotov, cuyo rostro normalmente calmado se veía inusualmente sorprendido. Todos los demás en el salón claramente sentían lo mismo.

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La insignia en la mano de Crusch brillaba intensamente.

—…Así que parece que incluso yo, inepta como soy, puedo hacer algo por nuestro reino.

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Ella no sintió ninguna conmoción. Su corazón estaba demasiado tranquilo acerca de esto. Mientras esto la registraba como candidata, Crusch levantó la cabeza y cerró los ojos.

Y en la oscuridad, creyó ver la última sonrisa de Fourier.

***

 

 

Cuando Ferris se enteró acerca de la elección real y de que Crusch era una de las elegidas, recorrió el castillo en busca de ella, hasta que llegó al jardín.

—…Lady Crusch.

De pie ante las flores, ella se veía tan frágil que él había dudado en llamarla. Y no es de extrañar. Aquí fue donde ella había pasado esos últimos momentos con Fourier. Era el lugar más sagrado en el corazón de Crusch, el único lugar en el que ni siquiera Ferris podía entrar.

Sintió el dolor de su propia impotencia con tanta intensidad como si una hoja estuviera clavándose en su pecho. Si tan solo pudiese correr hacia ella, abrazar sus hombros, y lanzar algún hechizo mágico que curase su corazón.

—Ferris, ¿eres tú? Bien hecho encontrándome aquí.

Ella habló sin voltearse a mirar a Ferris, quien se mordió el labio ante sus sentimientos de impotencia.

De vez en cuando el viento soplaba, recogiendo el largo cabello de Crusch. Ferris miró su cabello mientras decía…

—He oído hablar de la Tabla del Dragón. Dicen que eres una de las candidatas para ser el próximo rey, Lady Crusch.

—Sí, eso parece. El dragón parece haberme mirado favorablemente.

Ferris difícilmente podría haber permanecido tranquilo de estos golpes de las corrientes del destino. Se había unido a la Guardia Real, su madre y su padre habían muerto, y había perdido a Fourier, su vínculo que significaba mucho. Ahora Crusch, su refugio en cada tormenta, estaba atrapado en algún tipo de elección real. ¿No había nada seguro o estable para él?

—¿Qué puedo hacer por ti, Lady Crusch? No sé qué hacer…

No quería causarle ningún problema adicional, pero no podía hacer que su voz deje de temblar. Ferris era un recipiente demasiado pequeño para contener las emociones que se agitaban en su interior. Las lágrimas nublaban su visión, y quería huir del jardín.

—Ferris, mírame. –La voz de Crusch lo hizo saltar.

Escuchó pasos, y luego dos pies entraron en su abatida vista. Levantó la cabeza y se encontró mirando directamente a Crusch. La magia en sus ojos de ámbar lo cautivó.





—Ferris, déjame prometerte antes que a nadie que… yo deseo convertirme en rey.

—Lady… Crusch… –Ferris se quedó sin aliento ante su declaración nada vacilante.

Ella le estaba diciendo que aspiraba a prevalecer en la elección real y finalmente tomar el trono. Ferris no podía decir nada más, pero Crusch miró a su alrededor y dijo…

—La primera vez que vi a Su Alteza fue en este jardín. A menudo hablábamos aquí y mirábamos las flores juntos. Ella hablaba con suavidad; sus ojos mostraban que estaba recordando algo que ya había pasado.

Ferris no necesitaba preguntar a quién estaba recordando.

—Con el tiempo, Su Alteza comenzó a visitar nuestra mansión. Nunca te lo dije, ¿verdad? Hasta que conocí a Su Alteza, siempre me até el pelo. Ahora simplemente uso una cinta para mantenerlo ordenado.

—Nunca lo supe. ¿Por qué dejaste de atarlo?

—Su Alteza me dijo que fuera fiel a mí misma. Así que eso fue lo que hice. Elegí la cinta que te di, pero… eso empezó con Su Alteza.

Ferris tocó inconscientemente la cinta blanca que Crusch le había dado, que aún llevaba en el pelo.

Ella compartía con él un recuerdo tras otro, cosas que él no conocía, pero una por una, se convirtieron en recuerdos que él y Crusch compartieron. Un vínculo tan hermoso y tan vivo que no podía detener el torrente de lágrimas, ni el océano de sonrisas.

—Ferris, el tiempo que nosotros… que Su Alteza y tú y yo compartimos juntos… es algo que aprecio.

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Desde el día en que Crusch sacó a Ferris de la mansión Argyle y lo hizo humano por primera vez, él siempre había estado con ella, y su círculo pronto se expandió para incluir también a Fourier. Gran parte de su vida estuvo compuesta por ellos dos.

—Pero la existencia del dragón desvirtúa nuestro precioso tiempo. Para muchos, Su Alteza sólo existía como una forma de continuar el pacto. Ellos no lloran su muerte, no realmente.

Ferris se puso rígido; fuego danzaba en los ojos de Crusch.

¿Qué había visto ella? ¿Qué había pasado durante ese tiempo cuando Ferris no pudo estar con ella?

—Pero él existió, lo suficiente como para esculpirse en mi corazón y en el tuyo. Fourier Lugunica real y verdaderamente vivió.

Con la mano derecha se tocó el pecho, y con la izquierda, la de él. Era sólo un toque de sus dedos, pero Ferris pensó que el calor que había en ellos podría quemar todo su cuerpo. El fuego de su resolución se tragaría cada pensamiento extraño.

—El hombre que era mi Rey Lion vivió. Nunca permitiré que nadie diga que no existió.

El pacto con el dragón había protegido a las personas del reino durante mucho tiempo. Pero les había debilitado el corazón, hasta el punto de que estaban dispuestos a ignorar la muerte de este amable joven que había sido amado por todos los que había conocido. Los corazones de las personas se habían vuelto tan frágiles que la muerte de Fourier fue casi olvidada ante el pacto con el dragón.

—Su muerte sólo le pertenece a él. Mi Rey Lion está dentro de mí incluso ahora. Sigo soñando el sueño de mi rey, sólo yo puedo lograrlo.

Nadie más veía lo retorcida que se había vuelto la vida del reino. Todos adulaban al dragón, le rogaron favores, confiaban en su ayuda, y en el proceso todos ellos se habían olvidado de cómo caminar solos.

—Ningún gobernante excepto yo tratará de corregir esto, porque nadie recuerda a aquellos que buscaban ser verdaderos reyes. Así que nos toca a nosotros hacerlo.

—Lady Crusch. –Susurró Ferris.

Crusch le ofreció una daga que ella se había sacado del cinturón. Él la tomó y descubrió que estaba grabada con el símbolo del Rey Lion. Esta era una preciosa reliquia de la Casa Karsten.

—Su Alteza tuvo un sueño… contigo, conmigo y con él, los tres, construyendo el futuro juntos.

—Nosotros tres… ¿Yo, con Su Alteza, y usted, Lady Crusch…?

Ante el sorprendente peso de la daga en su mano, Ferris finalmente se dio cuenta de lo que tenía que hacer junto a Crusch y Su Alteza, para ayudar en su resolución. Ahora, sólo tenía a Crusch. Ella lo era todo.

—Su Alteza amaba este lugar. –Dijo Crusch sombríamente. —Y es donde pasó sus últimos momentos. Así que le juro a él aquí que: “Yo te haré mi caballero”.

En ese momento, Ferris se arrodilló sin decir palabra alguna y ofreció la daga. Crusch la tomó y la desenvainó, tocando primero a Ferris en el hombro izquierdo, luego en el derecho, con la parte plana de la hoja. Luego ella le devolvió el cuchillo, completando el ritual de vasallaje.

Nadie sabía que un título de caballero había sido concedido ese día… excepto uno, o quizás dos, Reyes Lion que estaban presentes. Y ese era un comienzo, y para ellos dos, también fue la continuación del sueño de su Rey Lion.

Crusch miró por encima de su hombro.

—Nos vamos, Ferris. Para reclamar nuestro reino del dragón y hacer realidad el sueño de Su Alteza.

—Sí, Lady Crusch. Guíame y te seguiré. Encontraremos a dónde nos lleva el sueño de Su Alteza.

Re Zero Ex Volumen 1 Capítulo 5 Parte 4 Novela Ligera

 

No dudó en unirse a ella. La primera de los candidatos a rey, la que estaba más fuertemente unida a su asistente, se alejó con orgullo. Los únicos observándolos eran las flores de ese jardín donde todo había empezado.

Moviéndose suavemente en la brisa, un sólo brote esperó tranquilamente el momento adecuado para florecer.

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– FIN DEL VOLUMEN 1 –

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