Re:Zero Ex (NL)

Volumen 1: El Sueño que Vio el Rey León

Capítulo 4: La Maldición De Felix Argyle

Parte 6

Ferris y los otros llegaron a la propiedad de Argyle para encontrar que el lugar se había convertido en un campo de batalla. Habían conducido su carruaje dragón lo más rápido posible, y aún así les había llevado varias horas. El lugar era un infierno en la tierra cuando llegaron allí.

—Así que esto es lo que querían decir con guerreros no-muertos… –Murmuró Ferris.

Un hombre se tambaleó hacia delante con la punta de una lanza alojada en su cabeza. Lo que fluía de la herida no era la vital sangre roja sino pus amarillo. El hombre se derrumbó en el suelo. Pero, a pesar de lo que obviamente era una herida mortal, movió su cuerpo, sacando la lanza, y luego, aparentemente sin estar afectado por su destrozado cráneo, extendió sus brazos e intentó adheriste al siguiente soldado que vio.

—Un conjuro oscuro que hace que los muertos vivan. Así que este es el Sacramento del Rey Inmortal.

Julius también había estado observando, y ahora hablaba con una voz cargada de furia ante la horrible escena. Julius era típicamente callado, pero entregado a emociones intensas. Estaba lleno de justa indignación en nombre de aquellos cuyas vidas habían sido blasfemadas por esta magia. Su mano estaba sobre la empuñadura de su espada, y parecía que iba a entrar corriendo en cualquier momento.

—…No lo hagas, Julius. No dejaré que vayas delante de mí.

La voz que detuvo a Julius fue la de Fourier, quien observaba la situación desde el interior del carruaje. Las duras palabras del príncipe hicieron que la tensión saliera de los hombros de Julio, como si se avergonzara de su propia impetuosidad.

—Mis disculpas. La vista es simplemente demasiado terrible, y elevó mi ira.

—Entiendo tus sentimientos. Esta no es una situación que podamos pasar por alto. Pero si tomamos la decisión equivocada, podría resultar en sacrificios innecesarios. Debemos evitar eso.

Luego, Fourier se volvió hacia Ferris, quien se veía ligeramente asustado bajo la intensidad de la mirada de su amigo. Fourier estaba en el mago de la espada, comandando el aire que había mostrado en el castillo y en la mansión. Esto había sucedido antes, pero esta vez era de una magnitud diferente. Normalmente Fourier no parecía una realeza, en el buen sentido, pero ahora su herencia era abundantemente evidente.

—Según Bardok, nos llevará tres horas reunir la fuerza suficiente para estar seguros de que podemos destruir al enemigo. Tenemos que ganar tiempo para que lo peor no pase antes. –Fourier entró en el campo de batalla. —Por supuesto, queremos proteger a los inocentes de ser heridos. ¿Los dos lo entienden? Ferris y Julius asintieron.

Los guerreros no-muertos se enfrentaron a los soldados de Crusch, que rodearon la casa Argyle. Parecía haber al menos doscientos de ellos, cuatro veces la fuerza amiga.

Pero mientras que los no-muertos tenían la ventaja de ser difíciles de destruir, su habilidad para pensar y crear estrategias había desaparecido. El hecho de que el perímetro no se hubiera roto a pesar de ser ampliamente superado en número era prueba de ello.

En este momento, Bardok, el oficial militar de más alto rango que Crusch había traído consigo, estaba tratando de reunir fuerza militar para superar la disparidad de números. Una vez que tuviesen las fuerzas, sería fácil superar a los guerreros no-muertos.

—Pero eso significa que Lady Crusch podría…

—Si no rescatamos a Crusch, podríamos tener un millón de hombres y no significaría nada. Es más, parece que la mente maestra, Bean Argyle, pregunta por un Felix Argyle.

Tan pronto como terminaron de oír el mensaje urgente sobre la aparición de los guerreros no-muertos, recibieron la noticia de que Crusch había sido tomado como rehén en la casa Argyle. Una carta firmada por el propio Bean exigía la entrega de Ferris a cambio de la seguridad de Crusch.

Por supuesto, no fueron tan estúpidos como para caer en eso

—Pero tampoco podemos simplemente desestimar su demanda. –Dijo Fourier.

—Hasta que veamos a la duquesa, tenemos que priorizar su seguridad, y eso puede significar ir a la mesa de negociaciones.

—Sí, una mesa que construyeron. Es la peor manera posible de negociar. –Dijo Ferris, sin tratar de ocultar su frustración. Miró a la mansión Argyle.

Normalmente, puede ser nostálgico volver a ver el lugar de nacimiento de uno, pero Ferris no sentía nada agradable por esta casa. Nunca había visto el lugar desde fuera de esta manera. En su memoria, sólo existía como la oscuridad de esa habitación del sótano.

—¿Qué vas a hacer? –Preguntó Fourier. —La carta de Bean decía que a ti y sólo a ti se te permitiría pasar a través de los no-muertos. ¿Crees que podemos confiar en él?

Los guerreros saltaban sin piedad hacia cualquiera cerca. Nunca llegaban a atacarse unos a otros, pero sólo parecían tener la habilidad de distinguir entre los vivos y muertos. Pero esa no era razón para dudar.

—Yo iré. Lady Crusch estará en peligro si no lo hago.

Para Ferris, la vida de Crusch era más importante que la suya, valía más que la de todo el mundo. Daría lo que fuera por recuperarla. Ciertamente, incluyéndose a sí mismo.

—Ferris…

—No puede detenerme, Su Alteza. Usted fue quien me trajo aquí.

—No intentaré detenerte. Sé que irías aunque lo hiciera. Porque eres el caballero de Crusch. No tengo dudas de que la protegerás.

Ferris ya estaba en camino, y Fourier le contestó sin dudarlo.

Con esas palabras, Ferris sintió como si tuviera mil ejércitos detrás de él. Después de todo, las palabras de Fourier formaban parte de lo que estimulaba las ambiciones de Ferris de convertirse en caballero, parte de la razón por la que él era quien era. El orgullo lo impulsó. Pero Fourier continuó.

—Pero no lo hagas a costa de tu vida. Quiero que tú y Crusch regresen a salvo. Porque tú eres mi vida. Si eres un verdadero miembro de la guardia real, seguirás mis órdenes.

—…

—Debes regresar. No perderé a un amigo por algo así.

Ferris ni siquiera tenía un nombre para la emoción que brotaba de su corazón. Fourier había llamado a Ferris su amigo muchas veces antes, y cada vez que lo hacía, Ferris estaba tan conmocionado como la primera vez que había sucedido, simplemente sin palabras.

—¡Sí, Su Alteza!

Y luego se puso en camino, su amigo lo vio irse con una mirada familiar y audaz en su cara.

Por delante de Ferris estaba el horrible lugar de su nacimiento, la ama que apreciaba y la familia que había dejado atrás.

—Pareces molesto, Julius.

Fourier habló a Julius mientras veían cómo Ferris se hacían más pequeño en la distancia. Julius estaba apretando los puños.

Aparentemente Bean había estado diciendo la verdad en su carta, porque los guerreros no-muertos pasaron completamente por alto a Ferris mientras él se acercaba a la casa. Lo mismo no podía decirse de los otros soldados humanos, a los que los zombis se lanzaban sin piedad.

Julius se sintió al menos aliviado al ver a Ferris pasar a salvo, pero no pudo evitar sentirse frustrado por su propia impotencia.

—Me siento patético… ¡por acompañarlo aquí y sin embargo ser incapaz de hacer nada! ¿Por qué ser un caballero si no puedo ayudar a mi amigo en su momento de necesidad?

—No te alteres tanto. –Replicó Fourier. —Habrá muchas veces por venir cuando tu fuerza será necesaria. La irritación de este momento no es una señal de tu impotencia.

—Er…gracias.

Julius no se había esperado tales palabras de Fourier, pero su sorpresa se vio abrumada por el respeto. El cuarto príncipe, Fourier Lugunica, no era conocido por tener un don para la adulación. De hecho, toda la familia real era muy cordial; de tal manera, no eran aptos para el arte de gobernar. La administración de Lugunica fue así dejada a los nobles superiores y al Consejo de Ancianos.

O eso creían todos en la nación, y el propio Julio no podía negar que lo había asumido hasta este momento. Pero cuando vio a Fourier ahora, tuvo que preguntarse si el príncipe era realmente simpático. Poco a poco se encontró incapaz de creer los chismes que corrían como un reguero de pólvora por el castillo real.

—Estás pensando que me parezco muy poco a lo que has oído.

—¡…!

—Tranquilo, no hay necesidad de conmocionarse. No podría ignorar los rumores sobre mí en el castillo real. No es que normalmente les preste mucha atención. Pero hoy me siento inusualmente lúcido. Al menos lo suficiente para sondear el corazón de un servidor sinceramente preocupado por nuestra nación.

Un nuevo estallido de admiración se apoderó de Julius, quien sintió que Fourier había visto a través de su indiscreción. El sabio que suspiró lúgubremente a su lado en el carruaje no era un hombre que pudiera ser medido por rumores. Sin embargo, aunque los ojos de ese hombre sabio lo veían todo, también exudaba simpatía.

—Ferris va a desafiar a su familia biológica. Es el deber de sus amigos apoyar lo que falta.

—¿Es Ferris…? ¿Su Alteza lo considera un amigo?

—Por supuesto. Y si tú también lo haces, entonces estamos en la misma posición.

Julius encontró una posición vertiginosa en la que estar. Fourier miró pensativamente hacia la mansión. Sus ojos escarlatas estaban posados sobre la casa y los soldados no-muertos luchando afuera.

—Si Crusch está en el piso superior, entonces Ferris podría ser capaz de manejar algo… Pero si no, tendremos que confiar en ti, Julius. Tómalo en serio y espera tu momento.

Julius aceptó respetuosamente las palabras de Fourier. El caballero se encontró dolorosamente consciente de su propio orgullo. Últimamente había habido muchas oportunidades para que él corrigiera sus suposiciones inconscientes, tanto con respecto a Ferris como a otras cosas. No tenía derecho a tomar a los demás a la ligera en nada, ni ninguna razón para ser tomado a la ligera por los demás.

—Veo que todavía tengo mucho en lo que reflexionar.

Julio puso su mano sobre la empuñadura de su espada y esperó el momento en que se le pidiera que la desenvainara. Este era él, como Caballero de la Guardia Real, a quien se le había confiado a Fourier. Su verdadero valor como miembro de la Guardia sería puesto a prueba hoy en el campo de batalla.