Re:Zero Ex (NL)

Volumen 1: El Sueño que Vio el Rey León

Capítulo 4: La Maldición De Felix Argyle

Parte 3

 

 

—Había cosas oscuras en marcha en la Casa Argyle.

La noticia había llegado a Crusch a principios de ese año, casi dos meses antes. Lo primero en lo que ella pensó cuando oyó el apellido Argyle fue en Ferris. Su encuentro con su amado sirviente no podría haber ocurrido sin la Casa Argyle, donde él había nacido.

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Pero eso no significaba que Crusch estuviera agradecido a los Argyles. Ella estaba agradecida por haber traído al mundo a la persona llamada Felix Argyle, pero lo que le habían hecho a él durante su infancia era difícil de perdonar.

Como resultado, desde que ella hubo rescatado a Ferris de su familia y lo tomó bajo su protección, Crusch se había esforzado por tener el menor contacto posible con la familia Argyle. Ferris tampoco se negó; efectivamente ellos estaban en la misma página en este problema. Así que cuando recibió un informe sobre la Casa Argyle por primera vez en casi una década, Crusch se encontró inusualmente preocupada.

—¿Algo malo está sucediendo en la Casa Argyle…?

—Por el momento, milady, estamos tratando de evitar que Ferris se entere, pero… ¿qué haremos?

Estaban en su oficina. Crusch tenía los brazos cruzados. El oficial informándole a ella tenía una mirada de dolor en la cara. Era uno de los vasallos que ella había heredado de su padre, Meckart, junto con el ducado. Él conocía a Crusch desde que era una bebé, y a Ferris desde que llegó de la Casa Karsten. Alguien que había estado tan cerca de ellos y de la familia durante tanto tiempo, naturalmente compartía las preocupaciones de Crusch.

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—Tienes razón, prefiero que Ferris no se entere. –Dijo Crusch. —Pero depende de lo que esté pasando exactamente. Puede que haya una necesidad natural de decírselo.

—Es verdad, milady. Según el informe, Bean Argyle, el padre de Ferris, ha estado invitando a una persona sospechosa a su casa durante los últimos meses. Puede que sea un traficante de esclavos.

—¿Un esclavista…?

La frente de Crusch se arrugó un poco ante esa palabra. Oficialmente, el Reino de Lugunica no tenía esclavos. Cualquiera que trabajara debía ser compensado; la relación entre los nobles y sus sirvientes era de empleador y empleado. Tal vez algunas personas no eran tratadas mejor que los esclavos, pero sobre el papel, la esclavitud no existía bajo las leyes del reino.

De la misma manera, tampoco se podía permitir que la trata de esclavos continuara dentro de las fronteras de Lugunica.

—Y sin embargo, no hay fin para la gente que quiere mancharse las manos con ese tipo de negocios… ¿Es la denuncia que la Casa de Argyle está trabajando con el esclavista para vender gente de nuestros dominios a otros reinos? Eso significaría…

Eso significaría que eran traidores. Y la responsabilidad del problema recaía en Crusch, quien gobernaba esta área. Una investigación inmediata sacaría a la luz los hechos. Si los cargos fueran ciertos, el cabeza de familia sería castigado, y la propia Casa Argyle probablemente dejaría de existir. Si eso sucediera, sería difícil para Ferris evitar repercusiones.

—“Lo que los padres siembran, los hijos cosechan”. Esto no es una broma. ¿En qué están pensando los Argyles?

En su mente, Crusch se encontró reviviendo el día en que conoció a Ferris.

Él no había sido más que piel y huesos, casi negro de suciedad y mugre, un chico tan débil que apenas podía hablar. ¿No fue suficiente para los Argyles haber malgastado la primera mitad de la vida de Ferris? Crusch se encontró llena de tanta ira que se mordió el labio para contenerla, un gesto muy inusual de ella.


Pero el oficial respondió a su furia diciendo…

—Por favor, espere, milady. Hay más en el informe. No tome su decisión hasta que lo sepa todo.

—…Lo siento. Me agité un poco.

—Es completamente comprensible. Usted y yo estamos afectados por todo lo que concierne a Ferris. En cualquier caso, en lo que respecta a la Casa Argyle, parece ser algo más que un simple comercio de esclavos.

—¿Más?

—Sí. Los detalles aún no son seguros, pero parece que en lugar de vender esclavos al comerciante, los Argyles están comprando cada esclavo que pueden conseguir.

—¿Comprándolos?

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Ella le dio al hombre una mirada de incomprensión. Debido a que la esclavitud no existía oficialmente en Lugunica, la gente que se dedicaba a la trata de esclavos en el reino no podía, en principio, tener ningún otro objetivo mas que la venta de esclavos a otras naciones. Comprar esclavos como trabajadores no sería muy diferente de contratarlos normalmente y no despertaría ningún rumor inquietante.

—La pregunta es si la Casa Argyle está tramando algo que los mueva a comprar esclavos. –Dijo el oficial, expresando la misma pregunta que Crusch había estado abrigando.

La decadencia de la Casa Argyle había comenzado hace nueve años, cuando la Casa Karsten se había enterado de Ferris, y posteriormente había ejercido su ira sobre su familia por sus transgresiones. Bean Argyle era un noble sin rango en la corte, era el supervisor de una colección de ciudades y villas dentro del dominio de Karsten, y era valorado por su trabajo. Pero eso cambió después del incidente con Ferris, y finalmente la Casa Argyle perdió toda la confianza.

Bean había hecho varios intentos por recuperarse después de eso, pero todos terminaron en fracaso, y ahora los únicos bienes que le quedaban a la familia eran su casa y una parcela de tierra sin cultivar. Habían tenido que dejar ir a todos sus sirvientes, y la última vez que alguien había oído hablar de ellos, eran que la madre y el padre de Ferris vivían, en el mejor de los casos, una existencia modesta.

—En ese caso, ¿qué podría estar haciendo la Casa Argyle que requiera esclavos…?

Habría sido mucho más fácil creer que estaban vendiendo gente a bandidos. Por supuesto, si lo hubieran estado haciendo, no habría habido consideración de circunstancias atenuantes al dictar su castigo, pero al menos ella podría haber entendido su motivación.

—En cualquier caso, en el momento en que entraron en la trata de esclavos, la Casa Argyle violó las leyes de nuestro reino. Y un esclavista que opera descaradamente en mis tierras no es mejor. Tendremos que arrestar a ambas partes y tratar con ellas.

—En ese caso, milady, ¿Actuará para aprehenderlos inmediatamente?

—Sí, yo… No, espera. Sería fácil enviar a sus soldados a capturar a Bean Argyle. Pero una decisión así sería demasiado precipitada. –Necesitaban algo más que Bean. —Si nos movemos muy precipitadamente, el esclavista podría escapar.

—Es una posibilidad real. En estos últimos meses, la frecuencia de sus visitas a la Casa Argyle ha sido una o dos veces al mes.

—¿Cuándo llegó este informe?

—Hace dos días. Eso significaría dejarles libre dos meses… El oficial pareció adivinar lo que Crusch tenía en mente. Ella lo consideró durante un largo momento y luego agitó su cabeza, viendo que no tenía otra opción.

—Asegúrate de que la Casa Argyle esté vigilada en todo momento. La próxima vez que el traficante de esclavos venga a su puerta, los atraparemos a los dos a la vez. ¿Alguna objeción?

—Sólo una, no está haciendo esto por Ferris, ¿verdad?

—Difícilmente. Por supuesto que lo tengo en cuenta, pero mi responsabilidad como duquesa es más importante que mis sentimientos personales. Y Ferris no querría que lo pusiera por delante de mi deber.

El oficial asintió satisfecho. —Entonces, como usted ordene, milady.

Se retiró, dejando a Crusch sola en sus habitaciones. Ella se desplomó en su silla. Se inclinó en su asiento, mirando por la ventana hacia el cielo. Hilos de nubes blancas flotaban a través del azul claro, una señal inequívoca de que el viento de ese día era fuerte.

No creo que le di demasiada consideración a Ferris simplemente porque este asunto involucra a su familia.

Sin embargo, durante los dos meses siguientes, durante los cuales nada cambió en la casa de los Argyle, llegó el momento establecido para que Ferris se uniera a la Guardia Real. Y era cierto que, en secreto, ella se alegró.

***

 

 

—Cosas inmundas están en marcha en la Casa Argyle. Hmm, ya veo…


Fourier asintió. Crusch lo había llamado para compartir el té y hablar cara a cara. Estaban en la sala de la mansión Karsten, y la lista de invitados para esta fiesta de té incluía sólo a ellos dos. La costumbre de Fourier de visitar la casa había continuado incluso después de que Crusch se convirtiera en duquesa, aunque con menos frecuencia que antes.

—Por casualidad resulta tengo negocios por la zona, ¿entiendes? –Dijo él. — Pensé que podría pasar a ver si estabas bien de salud. Era extraño que Fourier “por casualidad” apareciera principalmente en los días en que Crusch no estuviera demasiada ocupada para verlo. Estas extrañas coincidencias habían durado casi diez años, pero Crusch había decidido no cuestionarlas.

—¡Sólo sucedió, lo entiendes! ¡Pura casualidad! ¡No te hagas una idea equivocada!

—Por supuesto que no, Su Alteza.

—¡Sí, una buena respuesta! Una buena respuesta de hecho, pero… podrías permitirte sólo un poco tener una idea equivocada.

Crusch Karsten poseía una bendición divina, la habilidad de ver el viento. Esta bendición de la lectura del viento le permitió ver lo invisible y leer su flujo. Con eso, ella podía incluso saber el verdadero estado de los corazones de la gente. Era un pequeño motivo de orgullo para ella que rara vez la engañaran.

A pesar de toda esta bendición y poder, había dos personas que podían mentirle y salirse con la suya. Una era Ferris, que conocía el corazón de Crusch mejor que nadie y, por lo tanto, sabía cómo ocultarle cosas. El otro era Fourier, cuyas mentiras obvias Crusch no tenía el deseo de reprender

—Y aunque es casualidad que haya venido, parece que fue bueno, ¿no?

Un viento de mentira soplaba cada vez que Fourier pronunciaba la palabra casualidad. No era casualidad sino certeza; Fourier había venido de visita deliberadamente. Crusch estaba honestamente muy feliz de que él sintiera tanta cercanía hacia ella y Ferris. Por eso no sentía la necesidad de revelar su mentira. Incluso ahora, ella lo había estado dejando esconder sus verdaderas intenciones durante diez años.

—En cualquier caso, Crusch, lo sé todo, por supuesto. Por supuesto que lo sé. Pero sólo para estar seguros de que estamos en la misma página, déjame preguntarte, ¿dónde está la Casa Argyle, exactamente?

Crusch había pensado mucho en esto, pero lo primero que dijo Fourier la descolocó. Él trataba de averiguar lo que estaba pasando mientras simultáneamente fingía que ya lo sabía. Crusch hizo una media sonrisa ante esta actitud de Fourier y dijo…

—Perdóneme. –Inclinó la cabeza. —A veces la magnitud de mi amistad con usted me hace olvidarme de mí misma. Mis disculpas.

—¡En absoluto, no hay necesidad de que digas que lo sientes! Te aseguro que recuerdo todo con gran detalle. Yo simplemente… ¡quiero asegurarme de que recordamos lo mismo! No dudes en hablar.

—Sí, Su Alteza. La Casa Argyle es la familia de Ferris. Su verdadero nombre, como recordará, es Felix Argyle, y era el hijo mayor de la familia.

—Ahh, la familia de Ferris, ¿verdad? ¿Y dices que se llamaba Felix Argyle? Qué hecho tan interesante, que, uh, ¡por supuesto que ya lo sabía!

El viento de la mentira volvió a soplar, pero Crusch no dijo nada. De la reacción nerviosa de Fourier, sin embargo, parecía que había sido totalmente ignorante de la conexión entre Ferris y los Argyles. Ella esperaba que Ferris hubiera compartido su historia personal con el príncipe, pero aparentemente no. Si Ferris quería mantener esto en secreto, entonces no era para que Crusch hablara de ello, y sin embargo…

—Pareces infeliz, Crusch. Sea lo que sea de lo que querías hablar, ¿es realmente tan horrible que hasta oscurece tu rostro? Y por Ferris, nada menos.

—Su Alteza…

—¿Te preguntas cómo lo sé? No hace falta que preguntes. He visto tu cara todos estos años, justo como prometí en el jardín de flores. La claridad y la calma se adaptan mejor a ti. Esta ansiedad es muy inusual en ti. Dime qué ha pasado.

Cuando Fourier habló así, hizo temblar a Crusch hasta su corazón. Ella pensó en su primer encuentro. Desde entonces, incluso hasta ese mismo momento, Fourier a veces parecía ver más claramente que Crusch, quien supuestamente tenía el don de leer el viento. Y Crusch sabía por experiencia cómo las palabras que decía podían tener el poder de romper un punto muerto.

—Si él se entera de que te lo he dicho, Ferris se enfadará conmigo.

—Oh, sólo dile que yo te obligué a hacerlo. Te sujeté, dije que nunca te perdonaría si no me lo decías. ¡Si! Eso es lo que deberías decir.

—Bromea. Nunca podría detenerme, Su Alteza… ¿Su Alteza? ¿Se encuentra bien? –Se arrodilló de repente…

—S-sí, estoy bien… estoy perfectamente bien. Por favor, continúa.

Recientemente Fourier tenía a veces, algún tipo de ataque o reacción. Crusch frunció el ceño, pero le contó al príncipe sobre la historia de Ferris y los oscuros acontecimientos que estaban ocurriendo en la Casa Argyle.

Crusch y Ferris se habían conocido nueve años antes. La razón de ese encuentro había sido la misma que la de esta: Crusch había acompañado a su padre, Meckart, que estaba investigando rumores de cosas inapropiadas en la Casa de Argyle.

Los padres de Ferris habían sido perfectamente humanos, pero él había nacido con orejas de gato. Él y sus orejas podrían levantar sospechas de que la Casa Argyle llevaba sangre impura, así que durante casi diez años después de su nacimiento, Ferris estuvo encerrado en el sótano de la casa día y noche. Más tarde, la Casa Karsten lo acogió bajo el pretexto de una adopción, y así fue como Ferris y Crusch se conocieron. Por lo tanto, habían pasado sus días como ayudantes y ama.

—…

Mientras Crusch relataba todo esto a Fourier, ella omitió las partes innecesarias, deliberadamente lo hacia donde podía, pero finalmente le contó la mayoría de los hechos. Fourier escuchaba todo con una tranquilidad y concentración casi inquietantes.

—…Imperdonable.

La palabra se le escapó, llevando consigo una ira que no podía ser ocultada. Fourier había cerrado sus ojos, pero ahora los abrió, su color escarlata brillando como una llama.

—¡Tal comportamiento es imperdonable! ¡Pensar que mi propio amigo Ferris fue tratado tan inhumanamente por su madre y padre! ¡Y aún así maquinan y conspiran! Ciertamente no les mostraré piedad. Incluso sin el conocimiento de Ferris, juro que lo haré… ¡hrk! ¡Toser! ¡T-toser! El torrente de ira hizo que Fourier tuviera un ataque de tos.

—Su Alteza, no se altere tanto. Tome, beba un poco de té. Ella le ofreció una taza, y Fourier bebió su contenido de un solo trago y la golpeó contra la mesa.





—… ¡No losh perhdohnare!

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El té caliente le enrojeció la cara y arruinó las palabras que intentaba decir. Pero la emoción que contenían, los sentimientos de amistad por Ferris, eran inconfundibles.

—Crusch, debes aprehender a estos sinvergüenzas, y debes hacerlo inmediatamente. Por suerte, Ferris está en la capital por su entrenamiento en este momento. Tal vez no podamos ocultarle todo, pero al menos podemos protegerlo de tener que ver las partes más feas.

—Lo entiendo, mi señor. Pero estamos tratando con un traficante de esclavos que opera dentro de nuestras propias fronteras. Si queremos saber de dónde viene, no podemos actuar impulsivamente. Le ruego su comprensión en este asunto.

—Hrr… Grr… En ese caso, ¿por qué me contaste sobre esto? Si no vas a actuar de inmediato, entonces las cosas están paralizadas. Y si has pensado tanto acerca de eso, ¿qué necesitas de mí?

—Deseo solicitar la ayuda de Su Alteza con Ferris. –Dijo Crusch.

A juzgar por su arrebato, parecía que Fourier no entendía a dónde quería llegar. Sus ojos se abrieron de par en par cuando Crusch puso una mano en su pecho y continuó…

—Su Alteza, Ferris pasará el próximo año en el castillo real, como uno de los Caballeros de la Guardia Real. Este año casi podría determinar su futuro, tal es la importancia de ser caballero para Ferris. Por lo tanto, deseo verlo pasar sin incidentes.

—¿Y me pides que me encargue de que así sea? Para que lo sepas, Marcus, el hombre que supervisa la Guardia Real, es testarudo pero justo. No es del tipo que reparte favores indebidos. Podría pedirle que le diera un trato especial a Ferris, pero garantizo que caería en oídos sordos. Y no tengo intención de darle a Ferris ese tipo de ayuda, de todos modos. Sólo podría lastimarlo, él tal vez se vista como una mujer, pero tiene el orgullo de un hombre.

Ni una sola vez en los diez años desde que se conocieron, Crusch había visto a Fourier aprovecharse de su posición o hacer demandas injustificadas. Por supuesto, la gente a menudo lo respetaba por su rango, pero él mismo no era de los que pedían esa consideración.

—Si esperas esas cosas de mí. –Él continuó. —Estás cometiendo un error. Crusch, sé lo mucho que te importa Ferris, pero en este caso eso te ha llevado por mal camino. Él no es tan débil como piensas, ni tan blando como para querer protección de ti y de mí.

—…

Luego Fourier se cruzó de brazos y volvió a toser un poco. Él tenía la cara roja. Crusch estaba agradecida en silencio por sus palabras. Había algunos que podrían ver las habilidades de Ferris y valorarlo por ellas. Pero no había nadie más que Fourier que confiara y defendiera tan profundamente el corazón de Ferris.

—Su Alteza, debo disculparme. Parece que le he dado una impresión equivocada. Lo que quiero pedirle no es que le de algún beneficio a Ferris en su unidad.

—¿Oh? ¿No lo es? Fourier se sorprendió al descubrir que su arrebato apasionado había sido mal dirigido. Crusch no presionó el tema, pero asumió una actitud de implorar respeto.

—Su Alteza, entiendo que estoy pidiendo mucho, y estoy preparado para que me regañe. Pero si es posible, si ve a Ferris en el castillo real, le pido que hable con él.

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—… ¿Que hable con él? ¿Eso es todo?

—Sí. Entiende la posición de Ferris. Es probable que no se bien recibido.

Las orejas de gato de Ferris, que hacían sospechar que era un demi-humano, hacían su admisión en la guardia real excepcional. Su preferencia por vestidos de mujer y su inexperiencia con la espada no le haría ganar algún amigo. Pero Ferris era apto para actuar perfectamente de acuerdo a su carácter, sin importar cuán hostiles fueran las personas hacia él. No importa lo mucho que duela.

—No dudo de su fuerza de espíritu. Pero todo el mundo tiene sus límites. Incluso él puede no darse cuenta de lo emocionalmente cansado que se ha vuelto. Si pudiera tener una charla amable de usted antes de que eso ocurra…

—¿Crees que una cara familiar calmará su mente…? ¿Es eso todo?

—Sí. –Crusch dejó escapar un suspiro, contenta de haber conseguido su objetivo. Luego sonrió y estiró su cuello suavemente. —Por mucho que me importe Ferris, no soy tan sobreprotectora como para confiar en su rango para favores.

A Ferris no le gustaría que ellos estuvieran constantemente extendiéndole una mano para que no se cayera, o dándole un empujón en la espalda para que no se detuviera, o protegiéndolo para que no se lastimara. Pero podrían ofrecerle un respiro. Eso fue lo que le pidió a Fourier.

Ahora que Fourier entendía lo que ella realmente quería, él frunció el ceño y la miró con recelo.…

—Pero aún así, Crusch…

—¿Qué pasa, mi señor?


—Creo que eres bastante sobreprotectora de todos modos. Es mejor que te lo admitas a ti misma.

Ella no esperaba de ninguna manera que Fourier hiciera tal acusación, y eso la dejó atónita. Su reacción hizo que Fourier estallara en risa, golpeando sus rodillas mientras se divertía.

—¡Excelente! Dejaré que tu reacción más inusual me persuada. De todos modos, la Guardia Real tiene un poco de tiempo libre cuando no están en servicio. Y no es probable que al recién llegado se le asigne acompañar a mi padre o a mis hermanos mayores en uno de sus viajes. No les importará que pida la compañía de Ferris.

―Fourier parecía estar disfrutando bastante cuando anunció que accedería a la petición de Crusch.

Pero. Añadió, guiñando inusualmente. —Si eso era todo lo que ibas a preguntar, ¿por qué me contaste la situación sucediendo actualmente la Casa Argyle?

—Es simplemente que, si los asuntos con la familia se hacen públicos, Ferris estará obligado a oír hablar de ellos. Si eso sucede, quiero a alguien cercano que sepa lo que está pasando. No podría confiar en nadie más que en usted, Su Alteza.

—¡Um! ¡Ciertamente! ¡Porque soy un hombre muy confiable! Me gustaría que lo repitieras.

—¿…? No podría confiar en nadie más que en usted, Su Alteza.

—Ya veo, ya veo. Estás en tu límite, ¿no? Entonces no tengo elección, ¡puedes contar conmigo! ¡Toser! ¡Toser! Hrrk!

Fourier se golpeó el pecho con demasiada fuerza, lo que provocó otro ataque de tos. Parecía así andarían las cosas ese día. Fue suficiente como para expresar preocupación por la salud del príncipe.

—No te preocupes. He estado sufriendo un poco de acidez estomacal últimamente. Mi hermano mayor también ha estado tosiendo. Tal vez esté resfriado.

—No me corresponde pedirle otra cosa, Su Alteza, pero espero que se cuide. Su salud es importante para más personas que sólo usted. Si no se siente bien, no necesita venir hasta aquí.

—Ah, pero cuando más débil me siento, más quiero vert… Um, ¡no importa! Y lo que es más importante, ¿tienes algún plan sobre cómo lidiar con los Argyles?

Fourier cambió de tema, sonrojándose ante las palabras de Crusch.

—Una vez que confirmemos que el traficante de esclavos vaya a la Casa Argyle, iré a confrontarlos yo mismo. Entonces descubriremos la verdad del problema.

Fourier esperó un momento antes de responder. Entonces preguntó…

—¿Realmente necesitas confrontarlos a ellos tú misma? Pienso que sería peligroso.

—Me gustaría manejar las cosas internamente, sin que se me vayan de las manos… Y hay que pensar en Ferris.

Si se tratara simplemente de arrestarlos, ella podría enviar al ejército. Pero si la Casa Argyle hubiera cometido un crimen mayor, Ferris también podría ser colocado inadvertidamente en una situación cuestionable. En el peor de los casos, la Casa Karsten podría verse obligada a adoptar formalmente Ferris antes de tratar con los Argyles.

—Su Alteza, le pido humildemente que le oculte esto a Ferris. Haré todo lo posible para tratar esto personalmente, como un asunto local.

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—Mientras yo tengo un ojo puesto en él en la capital, muy bien. Esto es entre tú y yo. Me lo guardaré para mí. Pero si el viento cambia y las cosas se ponen feas, no puedo prometer que me quedaré callado. ¿De acuerdo?― Fourier asintió, a pesar de sus continuas dudas sobre el plan de Crusch.

Había usado deliberadamente la metáfora del viento cambiante para la joven mujer bendecida con la habilidad de leer el aire mismo. Crusch se vio reflejada en sus ojos escarlatas. Un ligero escalofrío pasó por la espina dorsal de Crusch.

—Entiendo, Su Alteza. Si ese momento llega, confío en su juicio.

Miró hacia la puerta, específicamente, hacia el escudo de la Casa Karsten blasonada encima de ella. Por un instante, vio la imagen de Fourier superponerse con el escudo del león mostrando sus colmillos.

Una semana después, se determinó que el traficante de esclavos se dirigía a la Casa Argyle.

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