Re:Zero Ex (NL)

Volumen 1: El Sueño que Vio el Rey León

Capítulo 4: La Maldición De Felix Argyle

Parte 2

 

 

Había, por supuesto, una historia complicada detrás de cómo Ferris había llegado a unirse a la Guardia Real, sujeto a un período de evaluación, nada menos.

Ferris tenía ahora dieciocho años, y habría estado más que feliz de vivir su vida bajo la dirección de su ama, Crusch. Ella misma había indicado su aprobación de esto, y los dos eran tan cercanos que a menudo compartían casi los mismos pensamientos. El verdadero problema, sin embargo, era una de sus otras costumbres.

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Ferris, su verdadero nombre era Felix Argyle, normalmente vestía ropa de mujer, pero era biológicamente masculino. Como tal, si iba a servir a Crusch, sería socialmente más apropiado para él hacerlo como caballero que como sirviente o asistente.

Sucedió que, debido a una serie de acontecimientos particulares, Ferris había sido nombrado caballero de Crusch, y ella lo había aceptado como tal. Todo lo que realmente le faltaba era experiencia práctica como caballero.

Por supuesto, si su ama reconocía a Ferris como su caballero y realizaba la ceremonia de investidura, no habría ningún problema formal. Pero Crusch, duquesa de Karsten y cabeza de familia, era de una posición demasiado alta como para reconocer a un caballero sin historia. Crusch era una mujer, y una mujer cuyo comportamiento en el pasado había llevado a muchos a despreciarla. Si, además de eso, aceptara a un caballero sin habilidades probadas o habilidad verdadera y basada únicamente en la duración de su relación, rumores aún más desfavorables estarían obligados a circular.

Para evitar eso, Ferris tendría que establecerse como un caballero cuyo currículum no sería una vergüenza para su ama. El cuarto príncipe de la nación, Fourier Lugunica, les ayudó a resolver este problema.

—Tu nombramiento como caballero de Crusch también es importante para mí. Apenas necesitaría esforzarme para que entraras a los caballeros. Yo sólo… ¡Ahem! Tal vez pueda hablar con Marcus o con alguien. ¡Sólo relájate y espera!

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Fourier había agraciado a Ferris con una risa sincera y luego se precipitó fuera de la habitación antes de que alguien pudiera detenerlo. Poco después, se había decidido el nombramiento de Ferris en la Guardia Real, y se embarcó en el año de servicio que le permitiría glorificar su leyenda.





Lo que no quiere decir que todo haya ido sin problemas.

Alrededor de la hora de cuando Ferris entro en la unidad, el capitán Marcus se dirigió a él con una mirada severa y le dijo,

—Estás aquí a instancias de Su Alteza Fourier, así como por una serie de favorables recomendaciones. La Duquesa de Karsten también te ha recomendado. A luz de todo esto, estoy dispuesto a concederte la entrada a la Guardia Real… pero no sin condiciones.

Mientras hablaban en su oficina en el cuartel, el capitán propuso el período de prueba en efecto, un tiempo durante el cual Ferris podía experimentar la vida de la Guardia Real, pero luego tirar la toalla y correr de vuelta a casa si quería.

—Si durante ese tiempo decido que no me serás de utilidad, entonces no te quedarás en mi unidad. Sin embargo, si te expulsan durante el período de prueba, me aseguraré de que se haga de una manera que no deje una mancha en tu expediente. No puedo hablar por los sentimientos del príncipe o de tus otros simpatizantes, pero sería mejor que tener que pasar todo el tiempo siendo considerado públicamente como una mancha en la Guardia. Confío en que aceptes mi propuesta.

Marcus había sido franco y no trató de ocultar el hecho de que había sido puesto en una posición bastante delicada. A Ferris le gustó inmediatamente. Era un tremendo alivio ver la verdad en los ojos de alguien y sin tener que preocuparse de andarse con rodeos.

—¿Puedo preguntar sólo una cosa?

—¿Qué?

—Una vez que el período de prueba termine, será considerado parte de mis doce meses de servicio, ¿no? Para ser honesto, no soporto estar lejos de Lady Crusch ni un mes más de lo necesario.

—…

Marcus quedó estupefacto por la declaración de Ferris, aunque sólo fuera por un momento. Hubo un instante en que parecía cansado, pero entonces su cara volvió a ser la de un feroz soldado.

—Me gusta tu valentía. Tienes muchas agallas para ser un niño tan pequeño, quizá nos sorprendas todavía. Él dijo más o menos eso.

—Así que me asusté al principio… pero ser un caballero ha resultado ser más aburrido de lo que esperaba.

—Sólo llevas aquí unos días. Es un poco pronto para pensar que has visto todo lo que la caballería tiene que ofrecer. –Dijo Julius. —Es cierto que la Guardia Real no sale al campo tan a menudo como algunas de las otras unidades, pero debemos dedicarnos plenamente a lo que se nos ha encomendado. Tenemos que estar preparados en todo momento.

—Sí, sí, eres duro, lo sé.

Ferris agitó su mano, tratando de calmar a Julius. Él sólo había sacado el tema para pasar el tiempo, pero cuando estaban en el trabajo, Julius siempre y solamente pensaba en la tarea en sus manos. Habían pasado unos diez días desde que Julius había empezado a poner un ojo sobre él, pero incluso lo que Ferris había visto hasta ese momento indicaba lo difícil que podrían ser las cosas.

Aunque…

—Nadie se molestaría si me relajara-nyan un poco más. –Dijo Ferris.

—Cuando sostengo la espada estoy naturalmente relajado. –Dijo Julius. —Pero cuando lo dejo a un lado, entonces debo ser un caballero. Te vendría bien un poco más de eso, Ferris.

—¡Bleh! ¡Tu-nyan eres muy serio!

Ferris hizo una cara, y Julius suspiró. Pero pronto ambos volvieron a sonreír. Ya estaban lo suficientemente cerca como para intercambiar bromas como esta. Julius podía ser bastante inflexible mientras realizaba sus deberes profesionales, pero cuando no estaba trabajando podía ser muy interesante hablar con él. Su un tanto exagerada fijación en su posición como caballero se sentía como una manifestación de un cierto infantilismo indecoroso. Pero todo esto era el por qué le gustaba a Ferris. Tuvo muchos más problemas con…

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—Ah, ahí están los dos. Me alegro de no haberte echado de menos.

—¿Qué-nyan?

Reinhard hizo espacio donde Ferris y Julius estaban charlando en su lugar habitual en el comedor. Le dio a Ferris una palmadita en el hombro con un movimiento simple y le sonrió a Julius. Las orejas de Ferris se le aplastaron contra su cabeza.

—Grr, emboscado de nuevo. Reinhard, realmente saliste de la nada. Los sentidos de Ferri no están acostumbrados a ser engañados tan fácilmente. ¿Estás seguro de que eres humano? Da un poco de miedo…

Los antepasados demi-humanos de Ferris le habían dado más que sólo su apariencia; él también tenía órganos sensoriales excepcionales. Sus orejas de gato, en particular, podían detectar los pequeños cambios en su entorno, hasta el punto de que prácticamente podía saber cuándo alguien se había girado para mirarlo. Sin embargo, Reinhard era la excepción de todas las excepciones. Ferris nunca podía oírlo llegar.

—Así es como nací, mi querido Ferris. Me temo que los dos tendremos que vivir con ello. Más importante aún, tienes una citación. Su Alteza Fourier pide por usted. Ya que parece que tienes tiempo libre, deberías ir a verlo. Muéstrale lo bien que cumples con tu deber como uno de los Caballeros de la Guardia Real.

—… ¿Estabas escuchando?

—Ciertamente no intencionalmente.

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Reinhard al menos tuvo la amabilidad de parecer avergonzado. Ferris sintió un poco de molestia. El comedor estaba un poco más vacío que otros días, pero todavía había mucho parloteo. Ferris y Julius estaban sentados en el extremo opuesto; ni siquiera los oídos de Ferris habrían podido captar una conversación a esa distancia.

—Si Su Alteza ha pedido por usted personalmente, sería mejor apresurarse. – Dijo Julius. —No te importa si te acompaño, ¿verdad, Ferris?

—…Oh, claro. Umm… ¿qué hay de ti, Reinhard?

—Estoy contento por tu invitación, pero tengo otros planes. –Dijo Reinhard disculpándose. —Haré un pequeño viaje a nuestra frontera con el Imperio. Me han pedido que eche un vistazo.

—Vaya. No es frecuente que me envíen fuera-nyan, Reinhard. Ferris miró perplejo al otro chico. Julius, levantándose de su asiento, asintió con complicidad a Reinhard.

—No te preocupes, puedo vigilar a Ferris yo solo. Ocúpate de tu propia misión.

—La palabra misión lo hace sonar terriblemente serio.

—Él simplemente quiere decir que debo abordarlo con esa mentalidad. De acuerdo. Te lo dejaré todo a ti.

Reinhard asintió a Julius, quien agitó su mano cuando el Santo de la Espada salió del comedor.

Una citación emitida por Fourier significaba que se dirigirían a las habitaciones del príncipe en la residencia real. Ellos anduvieron enérgicamente por el camino que iba directo al castillo, un conocido privilegio de la Guardia Real.

—Su Alteza pregunta por usted a menudo. Ustedes dos deben ser muy unidos.

—Bueno, nos conocemos desde hace mucho tiempo. Ya vamos por los… ¿8 años-nyan? Eso le da a Ferri mucho poder, sabes.

Le hizo una desagradable sonrisa burlona a Julius mientras caminaban por el camino entre el cuartel y el castillo. Pero Julius sólo sonrió con tristeza.

—No tienes que fingir. No siento interesada tu relación con Su Alteza. Nos conocemos desde hace poco tiempo, y hasta yo lo sé. Tanto tú como el príncipe parecen valorarse mucho el uno al otro.

—…Es un poco vergonzoso oír a alguien decirlo. De todos modos, yo mismo digo-nyan que no hay nada de interés, pero me metí en la Guardia Real por Su Alteza, ¿no? ¿No crees que eso es aprovecharse de su posición?

—Me disculpo por haberte dicho algo tan grosero en nuestra primera reunión. Pero una semana después de que te uniste… no creo que quedara alguno de nosotros que dudara de tu capacidad para ser parte de la Guardia.

Julius inclinó su cabeza para disculparse, a lo que Ferris respondió dándole un golpe de karate. Suavemente, por supuesto. Cuando Julius levantó la vista de nuevo, Ferris sonrió.

—Bueno, me alegro de que piensen eso. Si Ferri lo hubiera liado, no sólo sería vergonzoso para Ferri, nyan. Toda la gente que me apoyó también quedaría mal.

—Creo que ya has hecho más que suficiente para justificar tus recomendaciones. Afortunadamente, hasta tuviste la oportunidad de demostrar lo bueno que eres, supongo que ninguno de nosotros es rival para el capitán.

—Supongo que no. –Dijo Ferris a la ligera, pero por dentro estaba asintiendo violentamente.

A falta de habilidad con la espada, la única forma en que Ferris podía probarse a sí mismo ante los demás guardias era demostrando que tenía talento para otras cosas. En su caso, eso sería sin duda magia curativa, y afortunadamente para él, había tenido muchas oportunidades de demostrar lo que podía hacer esa semana. Eso fue porque en el campo de práctica, el capitán Marcus había decidido entrenar personalmente a sus subordinados. Mientras él curaba cada una de las lesiones cuidadosamente calculadas, Ferris estaba agradecido por la manera poco ortodoxa del capitán de mostrar amabilidad. Como resultado, todos reconocieron las habilidades de Ferris, y aunque no fue posible silenciar lo que la gente decía a puertas cerradas, las objeciones públicas a su entrada en la Guardia cesaron.

—Eso hizo mi vida mucho más fácil. Tal vez-nyan, debo agradecerle al capitán.

—Por supuesto, lo negaría si le dices algo.

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—Sí, es evasivo de esa manera. Para ser tan trabajador, tiene rarezas. Qué dolor.

Podía imaginarse al ingenuo capitán Marcus fingiendo no entender por qué se le agradecía. Era una escena decepcionante. Junto a Ferris, Julius asintió como si comprendiera exactamente lo que estaba pasando por la mente del chico- gato.

—Aun así. –Dijo Julius. —Volviendo a nuestro tema original, dijiste que habías sido amigo de Su Alteza durante ocho años. Tengo mucha curiosidad por saber cómo eran ustedes cuando eran niños. ¿Te importaría si te pregunto eso?

—No, pero no creo que las historias sean muy interesantes-nyan. Hace ocho años, Ferri era un lindo y pequeño Ferri, y Su Alteza era Su Alteza… Éramos exactamente iguales.

Ferris puso una mano en su boca y se rió. Estaba recordando trozos y pedazos de toda la duración de su amistad. Fourier se había convertido en un joven robusto, pero en el fondo, era el mismo de siempre.

—Sabes, creo que respeto eso de Su Alteza.

—Si las virtudes del príncipe Fourier no han cambiado, eso es lo que cuenta. Ocho años… Una vez que la infancia termina, no todo el mundo es capaz de seguir siendo el mismo.

En contraste con la risa reprimida de Ferris, Julius parecía algo melancólico. Ferris se dio cuenta de esto y lo miró con una mirada interrogativa.

—Ahora que lo pienso, no he oído hablar mucho de ti, Julius.


—Eso es porque, desafortunadamente, mi vida no ha sido lo suficientemente rica como para merecer alguna historia. Ha sido perfectamente ordinaria, aburrida como un cuento para dormir.

—Bleh. Si realmente no quieres hablar de ello, no te lo preguntaré… ¿Conoces a Reinhard desde hace mucho tiempo? Pareces más cercano a él que la mayoría de nosotros. – Al nombre del Santo de la Espada, toda la tristeza desapareció de la cara de Julius.

—¿Reinhard? Él y yo tenemos una larga historia, como tú y tu príncipe. –Barrió el flequillo y miró a la distancia como si pensara en el pasado. —Han pasado casi diez años desde que nos conocimos. Pero fue sólo después de que ambos nos convertimos en caballeros que llegamos a ser amigos. No estamos bendecidos con tantos buenos recuerdos como usted y Su Alteza.

—¿Quiere decir que se conocían de paso, como compañeros nobles?

—Tal vez sí, tal vez no. Sabía quién era, pero no estoy seguro de que él supiera quién era yo. Debido a que él era tan especial para mí, estaba particularmente feliz de poder ser su amigo.

—Especial, ¿eh…?

No había nada más profundo en la amistad entre Julius y Reinhard. Y sin embargo, tampoco era posible declararlo mera amistad. Pero Ferris aún no era lo suficientemente cercano a Julius como para preguntarle esas cosas. Ferris estaba muy ansioso por evitar enajenarlo accidentalmente diciendo palabras equivocadas, eso era lo mucho que valoraba a Julius Juukulius.

Los dos se dieron cuenta de que habían charlado todo el camino hasta el castillo. Saludaron a los guardias y a los oficiales en servicio, y luego llegaron a la escalera que conducía a los niveles superiores del castillo, donde vivían Fourier y los demás miembros de la familia real. Le dijeron a los hombres que custodiaban la escalera quiénes eran y hacia dónde iban y se les permitió entrar rápidamente.

Subieron las escaleras que conducían a los aposentos reales y prosiguieron por un pasillo alfombrado. Ferris encontró la habitación que querían y usó la aldaba. (NT: Aldaba, pieza de metal que se fija a la puerta para llamar golpeando con ella.)

—¡Su Alteza! –Dijo medio cantando. —¡Tal como lo pediste, tu querido Ferri ha llegado!

El saludo hizo que Julius se pusiera la palma de su mano en la frente.

—Ferris, por muy cercano que seas, eso es… Bueno, supongo que ya es demasiado tarde.

Se encogió de hombros, y en el mismo instante, la puerta se abrió.

—¿Vas a dejar que se libere tan fácilmente? ¡Eso significa problemas para mí! Si eso es todo lo que vas a hacer, ¿por qué lo estás vigilando?

Saliendo de la habitación apareció un joven con el pelo dorado y los ojos escarlata claro: Fourier Lugunica, cuarto príncipe del reino. Miró de Ferris a Julius, y luego se rio, mostrando sus dientes.

—¡Ahh, no importa! Bienvenidos, los dos. ¿Están bien de salud?

—He estado muy bien, mi señor. Su consideración me honra.

—…Eso dice Julius. –Remarcó Ferris. —Pero nos vimos hace dos días, ¿no? Apenas hemos tenido tiempo para enfermarnos.

—Ya veo, tal vez sí. Pero el que estés bien, es lo único que importa. De todos modos, hay mucho de que hablar, pero no lo hagamos aquí. Pasen, los dos.

Fourier les hizo un gesto para que entraran en su habitación. Fue igualmente generoso tanto con el respetuoso Julius como con el felizmente impertinente Ferris.

La habitación de Fourier era tan austera que era difícil de creer que perteneciera a un miembro de la realeza. No es que Ferris hubiera estado en muchos otros aposentos reales como referencia, pero los aposentos de Fourier eran casi tan simples como los de Crusch. Quizás el desagrado de ella por el exceso lo había afectado a él.

—Parece un poco inquieto, Su Alteza. –Dijo Ferris, sentado en el sofá en la zona de recepción. —¿Qué pasa?

—¡Vas directo al grano! ¿Y sobre qué base dices que parezco ansioso?


—No puede engañar a las orejas de Ferri. Hay un temblor en su voz, su pulso es más rápido de lo normal, y has tragado varias veces tratando de calmarlos a ambos.

—¡Dios mío! ¿Incluso tus oídos pueden oír los latidos de mi corazón?

—Nuh-uh. Sólo es un farol. –Dijo Ferris inocentemente.

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Fourier cayó en una silla. Su reacción fue prueba suficiente de que les ocultaba algo. Julius le dio a Ferris una mirada severa por ser irrespetuoso con una persona tan prestigiosa como Fourier, pero Ferris simplemente lo ignoró.

—De acuerdo, sé que está haciendo todo lo que puede para ocultarnos algo, pero en serio, ¿qué está pasando? La forma en que echó a todas las criadas y sirvientes para que usted, Ferri y Julius puedan hablar a solas me da un mal presentimiento.

—Sí, bien notado. Debí haber esperado mucho de ti, Ferris. Antes de eso, sin embargo, hay una cosa de la que quiero estar seguro. Tú, Julius.

La mirada de Fourier se posó en el caballero. Por un momento, Julius levantó una ceja sorprendido, pero la respetuosa deferencia pronto volvió a su cara. Contestó asintiendo con la cabeza.

—Sí, Su Alteza. Pregúnteme lo que desee.

—Una buena respuesta, ¿puedes mirarme a los ojos y decirme que eres amigo de Ferris? Si es así, puede quedarse para esta discusión, pero si no… Bueno, tendré que pedirte que abandones el salón.

—Su Alteza es muy directo.

Fourier era incapaz de engañar o hacer artimañas. A veces podía ser irritante, pero sin duda era uno de sus buenos rasgos. Julius respondió a la pregunta poniendo una mano en su pecho, asumiendo una expresión formal.

—Conozco a Ferris desde hace sólo unos días, y nuestra confraternidad no es lo suficientemente profunda como para que yo lo llame abiertamente amigo. Sin embargo, espero sinceramente que a medida que pase el tiempo, nos vayamos acercando. ¿Esta respuesta le agrada a Su Alteza?

—Cielos. –Dijo Ferris. —Eres directo…

Julius quizás no había sido tan franco como el príncipe, pero estaba claro que hablaba de corazón. Eso significaba que él estaba deliberadamente entrando en una situación potencialmente riesgosa, algo excesivo para un amigo nuevo. Él era dominante, probablemente iría en contra de la corriente, pero a Ferris le gustaba mucho.

Fourier parecía sentir lo mismo, porque asintió repetidamente y luego sonrió alegremente a Ferris.

—¡Parece que has encontrado un buen compañero, Ferris! Veo que valió la pena recomendarte para la Guardia Real. ¡No debes negar la amistad de Julius!

—Su Alteza, eso suena como si me hubiera unido a los guardias para hacer amigos cuando lo dice así y no es muy halagador.

—Sí, sí, mi estimado. –Dijo Fourier con una sonrisa ante el rápido intento de Ferris de ocultar su vergüenza. Pero entonces su expresión se tensó.

—…Ahora, a los negocios.

Las ojeras de Ferris captaron un cambio inmediato en el aire. La fuente no era otra que Fourier.

—¿Su Alteza…? Dejó que se le escaparan las palabras en un intento de asegurarse de que esto aún era Fourier, de que el joven que estaba sentado ante él, con un aspecto imposiblemente sombrío, seguía siendo el amigo que conocía.

Fourier no respondió al impulso de Ferris, pero lentamente comenzó a hablar en voz baja.

—En primer lugar, les estoy contando esto por mi propia iniciativa. Crusch me dijo que no hablara de ello, así que no debería decírselo a nadie.

—¿Lady Crusch te dijo…? Cuando el nombre de su ama surgió, Ferris se sintió aún más incómodo. Que ella le dijera a Fourier que no hablara de algo no era un buen presagio, especialmente si ni siquiera podía confiárselo a Ferris.

—Han estado circulando rumores sobre un lugar en particular en el dominio Karsten. Investigaciones privadas han estado en curso, pero me han dicho que Crusch ha ido a inspeccionar el lugar por sí misma.

—… ¿Eso es todo?

Ferris había estado tan preocupado por la introducción de Fourier que, cuando se enteró de lo que realmente estaba pasando, casi se decepcionó. Crusch sabía cómo manejarse. No había necesidad de preocuparse por ella, incluso si se encontraba con un pequeño problema en su viaje.

—Y si ya lo estaban investigando. –Continuó Ferris. —Entonces no creo que Lady Crusch pudiera ser atrapada con la guardia baja. Ella es más que una rival para cualquier oponente ordinario. Su Alteza debería saberlo mejor que nadie.

—Mn… No puedo imaginarla perdiendo con nadie más que conmigo, y sin embargo… Esta fue aparentemente la mejor respuesta que Fourier pudo encontrar.

A juzgar por lo que se había dicho hasta ahora, Ferris no podía entender la fuente de la preocupación de Fourier. Pero aun cuando las cosas que el príncipe dijo parecían infundadas, a menudo resultaban ser mucho más que meras especulaciones. Quizás ésta era otra de sus desagradables premoniciones…

—Su Alteza, ¿me permite? Mientras los dos estaban sentados en silencio, Julius intervino.

—Mm. Adelante.

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—No he conocido personalmente a la Duquesa de Karsten, así que no puedo juzgarla, pero… ya que ha llamado a Ferris aquí, ¿puedo suponer que tiene algo en mente?

—Julius, deberías saber que Su Alteza a menudo hace cosas sin una razón real…

—No, no esta vez. Esta vez tengo una base para mis acciones. Para mis… preocupaciones. –Dijo Fourier, incapaz de levantar la vista.

Esto tomó a Ferris por sorpresa. Pero, para ser sinceros, no había estado poniendo toda su atención. Quizás porque no quería creer que Crusch podría estar en peligro. Y si las últimas palabras de Fourier habían sido una sorpresa, sus siguientes palabras fueron un shock absoluto.

—¿El lugar de todos estos rumores? Es tu casa, Ferris. La Casa Argyle.

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