Re:Zero Ex (NL)

Volumen 1: El Sueño que Vio el Rey León

Capítulo 3: La Valquiria de las Tierras del Duque Karsten

Parte 8

 

 

—Su Alteza, no sabía que estaba tan bien constituido. Puedo sentir mi pulso acelerándose.

—¿No lo notaste? Es porque soy un joven tan perfecto. Pero, deja de sonrojarte y de acurrucarte junto a mí así. ¡Me da una sensación muy extraña!





—Aww… ¿No estaba diciendo la verdad cuando dijo que éramos amigos, Su Alteza?

—¡Por supuesto que sí! Pero me preocupa si las cosas fueran más allá, ¡ya no seríamos sólo amigos! ¡Deja de burlarte de mí! ¡¿Por quién me tomas?!

Habían terminado su baile y dejaron la pista con un estruendoso aplauso. Estaban caminando a través de un pasillo de la mansión, en dirección a las habitaciones de Crusch, Ferris burlándose de Fourier por el camino.

Él casi se había olvidado de su tarea, atrapado en el baile como estaba, pero se suponía que tenía que asegurarse de que la fiesta se desarrollara sin problemas. Le sorprendió lo mucho que sintió que había podido contribuir a ese objetivo. El siguiente objetivo era asegurarse de que Crusch estuviera apropiadamente vestida. Pronto necesitaría estar lista para ser presentada a la fiesta.

—Como hombre, Su Alteza, no puede entrar en la habitación. –Le dijo Ferris a Fourier. —Verá su vestido cuando todos los demás lo vean. Venga, ¡fuera!

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—¿Qué? Y pensar que me estabas tratando tan amablemente hasta este momento. De todos modos, no tenía intención de forzar mi entrada a las habitaciones de Crusch. Sólo pensé que podría estar nerviosa y quería estar aquí para consolarla.

Parecía una excusa, pero Ferris cedió a su nobleza y permitió que el príncipe lo acompañara. De todos modos, era cierto que Crusch podría estar un poco ansiosa por aparecer frente a una multitud en un vestido. Era posible que tener a Fourier no fuera un total desperdicio.

Con esto en mente, los dos llegaron a las habitaciones de Crusch. Ferris tocó la puerta.

—¡Lady Cruuuusch! Es Ferris. ¿Puedo entrar?

—…Ferris. Te he estado esperando. Entra.

La misma voz masculina de siempre lo saludó y le invitó a entrar. Él y Fourier entraron en la habitación, y luego se quedaron completamente estupefactos.

—Veo que trajiste a Su Alteza contigo. Eso es inesperado.

Crusch no llevaba un vestido, sino el uniforme militar al que estaban acostumbrados. No hay problema. Ella sólo necesitaba quitarse la ropa de hombre y ponerse el vestido. El problema era lo que tenía a sus pies.

Un criado estaba sentado allí, atado y amordazado.

—¡¿L-Lady Crusch?! ¡¿Qué está pasando aquí?!

—Entiendo tu sorpresa, pero mantén la calma. Maloney está ileso. Sólo lo até porque no podía dejar que se interpusiera en mi camino. Estoy segura de que la próxima sirvienta que venga lo soltará.

—Lo ataste. ¿Por qué lo ataste?

—Sabes que soy mala para andar con rodeos, así que déjame ser directa. ¿A dónde se ha ido mi padre?

—…

Mientras los ojos de Crusch se hundían en él, la garganta de Ferris se estrechaba por el terror. Su reacción sólo hizo que Crusch estuviera más segura. Ella puso una mano en la ventana de su habitación. Ellos estaban en el primer piso; ella podía salir fácilmente. Y obviamente estaba a punto de hacerlo.

—¡E-espere, milady! ¿Adónde va a ir? ¿Y cómo sabrá que debe ir allí?

—Mi destino es la Llanura Foutour. Mi padre se dirige allí por un desastre… Bestias demoníacas. Dejó la mansión junto con Bardok y algunos otros confidentes, con la intención de llegar allí esta noche. ¿Estoy equivocada?

El terror se amontoó para Ferris; sólo podía temblar. No podía imaginarse que alguien le hubiera contado el secreto a Crusch. Pero ella tenía un entendimiento tan claro de las circunstancias que una fuga parecía la única posibilidad. ¿Cómo había sucedido?

—Sabía que sería imposible obtener todo de una sola persona. Así que fui uno por uno, juntando los fragmentos de lo que cada persona sabía. Y acabas de darme mi prueba, Ferris.

—Oops…

—Estaré al lado de mi padre. Quizás no seré de ninguna ayuda. Tal vez se burlen de mí, diciendo que no habría tenido que venir. Pero debo ir. Cuando nuestros más leales servidores se reúnan bajo el escudo del león, ¿estaré yo deambulando con una bata, esperando a oír lo que sucede con ellos? No lo toleraré.

Por supuesto que ella diría eso. Sabían que así reaccionaría en el momento en que lo supiera, y por eso todos en la casa habían trabajado muy duro para ocultárselo. Pero el singular genio de la joven y su excepcional agudeza habían deshecho todos sus esfuerzos.

—¡Espera un momento, Crusch! ¿Quién dijo que podías hacer algo así?

Fourier gritó desde al lado de Ferris, quien había quedado acobardado y en silencio.

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Por supuesto, Crusch no pudo ignorarlo.

—Su Alteza…. –Dijo ella, con su tono más apagado que antes. —Por favor, perdóneme. Debo hacer esto por ser quien soy. Juro que enmendaré el ser tan grosera con todos mis invitados. Pero yo soy un miembro de la familia ducal. Debe dejarme ir.

—No intentes apresurar la discusión. No se trata de ir o no ir en este momento. Primero y, ante todo, ¡no tengo la menor idea de lo que está pasando! ¿No está Meckart en cama con fiebre? Eso es lo que escuché. Aunque, mirando a Ferris, supongo que no es verdad. –Miró al chico-gato, cuyos hombros temblaban, por el rabillo del ojo.

—Bueno, a pesar de todo. –Agitó su cabeza.…

—No sé exactamente lo que Ferris y Meckart están planeando, pero es a ti con quien tengo problemas para tolerar, Crusch. ¿Qué te está descarriando?

—¿Descarriando, Su Alteza…?

—Si de verdad te enorgulleces de la sangre del sirviente del Rey Lion que fluye dentro de ti, es tu deber no desperdiciar la festividad de hoy. No te corresponde a ti decidir qué es más importante, el campo de batalla o la fiesta de cumpleaños. Ni tampoco eres tú quien finalmente determinará tu reputación. No dejaré que olvides tu voto de llevar esto a cabo.

—…

La cara de Crusch se puso un poco tensa ante las firmes palabras de Fourier. Ferris, observándolo, no entendía que cosa había dicho Fourier que había dado en el clavo. Una cosa muy importante parecía haber sido comunicada en privado sólo entre Fourier y Crusch.

—¿Olvidar…? No, es como Su Alteza dice. Pero yo… yo debo…

—Lady Crusch…

Ferris conocía muy bien el dolor, la ola de emociones que se expandía en el corazón de Crusch y amenazaba con tragarla. Su orgullo como miembro de la casa ducal ahora luchaba con las capas de identidad que ella había construido. Ambas eran partes indispensables de ella; sin ninguna de ellas, Crusch no podría ser Crusch.

—Su Alteza, ¿me está diciendo que me quede aquí, que ponga una sonrisa falsa en mi cara, y…?

—¿…? No, no estoy diciendo tal cosa. Creo que todavía estás malinterpretando algo.

—¿Qué?

La expresión perpleja de Fourier evocó sonidos de sorpresa tanto de Crusch como de Ferris. Los ojos de Fourier brillaron ante la inusual reacción tanto del asistente como de su ama, y luego sonrió mostrando sus dientes.

—Escucha. Lo que estoy tratando de decir no es que debes proteger tu posición como miembro de la familia del duque. Es que debes proteger quién y qué eres como Crusch Karsten, la hija del duque.

—¿Qué quiere decir con eso, Su Alteza?

—Deseas apoyar a tu padre, y debes seguir adelante con esta celebración de cumpleaños. Ambos deberes son igualmente exigidos a Crusch Karsten, la hija del duque. Y no debe fracasar en ninguno de los dos, sino verlos a ambos, como la tú que yo conozco.

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—¡¿…?!

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Fourier habló con toda la confianza de alguien que explicaba algo muy simple. Y aunque parecía pensar que le había dado un buen consejo, la joven que le escuchaba parecía preocupada por esta opinión paradójica.

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—Por supuesto que sería ideal hacer ambas cosas. Pero siendo realista… con mi fuerza, no podría. –Dijo Crusch

—Equivocada otra vez. Me tienes a mí. Tienes a Ferris. No estás sola.

—Su Alteza…

—¿Quién no ha estado en una fiesta en las que las cosas no han ido según lo previsto? Con todas la celebración y la bebida… si la estrella del espectáculo llega un poco tarde, el maestro de ceremonias encontrará la manera de comprarte tiempo. Quizás yo podría hacer una danza de espadas. –Dijo Fourier, posando como si bailara con una hoja invisible. Esto hizo que Crusch, que hasta ese momento había estado de pie atónita, parpadeara. Entonces una suave sonrisa apareció en su cara.


Eso fue lo suficientemente natural y hermoso como para atrapar los corazones tanto de Ferris como de Fourier.

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—La preocupación de Su Alteza por mí es un regalo mayor que cualquier otro. Que mi persona y mi corazón se entreguen totalmente en lealtad hacia usted. Muchas, muchas gracias.

—¡Oh, para, para! Me siento muy incómodo cuando me hablas así. Tú y yo somos amigos. No debemos dejar que las pequeñas cosas nos preocupen. Lo más importante, ¡Ferris!

—Er… ¡sí, señor! Se enderezó mientras el príncipe abruptamente decía su nombre. Fourier le dio una palmada en el hombro.


—Crusch va a hacer una algo tonto. Y tú vas a protegerla. Eres su caballero, después de todo.

—Yo soy… ¿el caballero de Lady Crusch?

—Un verdadero caballero debe estar siempre al lado de su ama y actuar constantemente para mantenerla a salvo. No se me ocurre ningún otro caballero para Crusch que no seas tú.

Mil emociones se desbordaron dentro de Ferris con esas palabras.

Su debilidad física hacía tiempo que le había hecho perder la esperanza de empuñar la espada para proteger a Crusch. Él había cambiado ese sueño por una promesa con su dama, pero hoy parecía que iba a incumplir esa promesa. En este día, cuando parecía que no tenía a dónde ir ni a quién mirar, recibiría un nuevo juramento a cambio.

—Pero apenas puedo sostener una espada… Menudo caballero sería.

—Es la voluntad de Su Alteza. En cuanto a la espada, déjame empuñarla. Quiero que estés a mi lado, haciendo lo que sólo tú puedes hacer. Es lo único que le pido a mi caballero.

La declaración de Crusch causó que una sola lágrima caliente rodara por la mejilla de Ferris. Se sentía como si lo fuera a quemar, y rápidamente lo limpió. Luego él se volvió hacia Fourier. Conocía muy bien al príncipe, pero ahora lo miraba con un respeto aún mayor.

—Felix Argyle, aceptando órdenes, Su Alteza. Protegeré a Lady Crusch, sin falta.

Hizo una reverencia lo más elaborada posible. Fourier asintió hacia él, y de repente le dio algo a Crusch. Había traído específicamente el objeto cuando se enteró de que se dirigían a las habitaciones de Crusch.

—¿Qué es esto, Su Alteza?

—Dijiste que mi consideración es un regalo suficiente para ti, pero no lo es para mí. Por lo tanto, he preparado un regalo para ti también. Creo que te quedará mejor que cualquier otra cosa.

Era un paquete largo y delgado, pero notablemente pesado. Los ojos de Crusch se abrieron de par en par al abrirlo. Tenía una espada en sus manos, una que obviamente tenía la calidad de una obra maestra.

—Esta es la mejor de todas las espadas de la armería real. Le pedí a Bordeaux que lo verificara, así que estoy seguro de que lo es en verdad. Es mi regalo para ti.

—Su Alteza… pensé que estaba en contra de que empuñara la espada.

—¿Qué más podía hacer? Toda mi vida te he visto con una espada en la mano. Esa es la que más me gusta. Estoy seguro de que estarás impresionante con tu vestido… pero en mi mente, siempre serás la chica que sostiene la espada.

Fourier había empezado a tornarse rojo al hablar lo que pensaba tan directamente.

—Si no vas a renunciar a la espada, entonces espero que al menos pueda elegir la que sostengas. De lo contrario, puede que nunca reemplaces esa daga. Y puede que nunca te recobre del Rey Lion.

—Mi Rey Lion siempre ha sido… No. –Dijo Crusch, cortándose a si misma. Ella agitó la cabeza. Entonces ella levantó la espada y dijo, —Estoy agradecida por esta dicha. Prometo que haré con ella acciones dignas de su preciosa consideración hacia mí.

—¡Bien!… Bueno, admito que no era exactamente como esperaba que lo aceptaras, ¡pero igual!

Fourier, a su manera, había hecho todo lo posible para comunicar sus sentimientos, pero gracias a la inconsciencia de Crusch, se le habían pasado por alto. Ferris se sintió mal por eso, pero su respeto por Fourier creció aún más.

Entonces Crusch dijo…

—Bueno, vámonos, Ferris. ¡Ayudaremos a mi padre y volveremos inmediatamente a la fiesta!

—¡Cielos, suena como mucho trabajo! Y aquí Ferri ya ha estado tan ocupado toda la noche…

Pero Crusch ya había salido por la ventana. Ferris alzó su vestido y la siguió. Salió a la hierba donde el aire nocturno lo envolvía, y suspiró, preguntándose en qué se estaban metiendo.

Pero la desesperada sensación de aislamiento que había sentido al intentar engañar a su ama ya no existía.


Después de verlos a ambos a salvo, lo primero que hizo Fourier fue cerrar la ventana.

—Me alegro de haberlos despedido a salvo… pero nunca supe exactamente lo que estaba pasando. Me pregunto qué podría ser. Hmm…

Mientras hablaba, se arrodilló para mirar directamente al criado, a quien simplemente habían dejado allí. Primero le quitó la mordaza de la boca al agradecido hombre.

—Necesito que me expliques algunas cosas. Entonces tú y yo tendremos que averiguar cómo atravesar esta situación desesperada. ¡Como representantes de Crusch, tenemos una gran responsabilidad!

Y luego se rio alegremente, como si fuera otra noche perfectamente normal.

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