Re:Zero Ex (NL)

Volumen 1: El Sueño que Vio el Rey León

Capítulo 3: La Valquiria de las Tierras del Duque Karsten

Parte 4

 

 

Fue hace seis años, pero lo recordó como si fuera ayer: el día en que comenzaron los duelos entre Crusch y Fourier. El día que Felix se convirtió en Ferris.

—No veo cómo Su Alteza puede interferir en cómo elijo vivir.

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—Hmm… ¿pero dices que tirarás tu feminidad para que no se interponga ni en tu noble familia ni en tu destreza con la espada? ¡No! ¡No lo permitiré! ¡Simplemente no puedo permitir que eso suceda!

—En ese caso, mi señor, ¿qué piensa hacer?

—¡La espada! ¡Usa la espada para demostrarme tu determinación! ¡Y te mostraré el error de tus metodos!

—¿Un duelo con espadas? ¿Entre usted y yo, Su Alteza?

—Sí, exactamente. En el caso de que ganes, puedes tomar cualquier camino que elijas en la vida. Pero si gano, tendrás que reconsiderarlo. ¡Te convertiré en una mujer!

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Tal fue la promesa que hicieron entre ellos. Fourier tenía todo el entusiasmo, pero Crusch tenía la determinación. Y entonces comenzaron los duelos…

—¡Realmente no tienes piedad, Crusch! ¡Soy un príncipe! ¡Un miembro de la familia real!

—Está bien, Su Alteza, está bien. –Dijo Ferris. —No hay necesidad de maullar (llorar). ¡Aquí, mire! Me desharé del rasponcito por usted.

Se le cruzó por la mente que había curado a Fourier justo así ese día, hace seis años.

Casi llorando y cubierto de polvo, Fourier se aferró a Ferris. El chico-gato usó su magia curativa. Una ola de consuelo bañó los moretones infligidas por la espada de madera de Crusch. Fourier se levantó lentamente.

—¡Ha-ha-ha! ¿Has visto eso? ¿Cómo fingí lloriquear y lamentarme para ganar la simpatía de mi oponente y ganar tiempo suficiente para que Ferris me curara? ¡Sólo otro de mis temibles e inteligentes cálculos…!

—Sus rodillas no están de acuerdo, Su Alteza. Señaló Ferris. A pesar de la sonrisa que Fourier había puesto cuidadosamente en su cara, sus rodillas temblaban. Sólo sirvió para resaltar lo refinada y galante que se veía Crusch en comparación. Ella se había quitado la chaqueta, revelando su delgado cuerpo.

Ella tenía su arma preparada y estaba parada tan rectamente que podría haber sido confundida con una espada.

—Ahora, comparado con Su Alteza actual…

—¡Puedo oírte, Ferris! ¡Guarda tus alabanzas de mí hasta que la batalla termine!

—¿Sabe lo que me gusta de usted, Su Alteza? Su optimismo irrefrenable.

Fourier le dio la espalda a la suave burla de Ferris, acercándose rápidamente a Crusch. En ese momento, pareció olvidar que su oponente era también la mujer que amaba. Pero ella rechazó su golpe, y su propio impulso lo hizo caer de nuevo sobre la hierba. El dolor le siguió un momento después, haciéndole toser violentamente mientras trataba de ponerse de pie.

Había una tremenda diferencia en sus habilidades, pero no era culpa de Fourier. Ferris estaba algo influenciado en su evaluación, pero Fourier era mucho más hábil que los nobles aficionados promedio de su edad. Su deseo de derrotar a Crusch, combinado con los muchos años de estos duelos, lo había convertido de un mimado principito en un hombre que podía defenderse con una espada. Que él aún no pudiera superar a Crusch hablaba de su talento y lo duro que ella había trabajado.


—¿Desea continuar, mi señor? Temo que el corazón de mi padre se rompa si te golpeo más fuerte.

—¡Por supuesto que continuaré! ¡Me tomas demasiado a la ligera, Crusch! Y no creo que el corazón de Meckart sea tan frágil como sugieres. ¡Ven a mí con todo lo que tengas!

Fiel a su estilo, su declaración pedía un poco demasiado.

Esta batalla estaba teniendo lugar en el jardín central, y los sirvientes que no tenían nada más que hacer estaban observando. Había alguien más allí también, alguien que veía bastante mal a la vista de todo el espectáculo: el mismísimo Meckart. Él salía cada vez que esto ocurría, aunque el estrés era suficiente para que se le hundieran las mejillas. Bueno, él no tiene por qué mirar.

—Oh, ¿por qué son mucho más serios de lo normal? –Meckart se inquietó. — Pero si Su Alteza ganará…

Meckart puso una mueca por el dolor de su estómago, dividido entre lo que esperaba como padre y lo que deseaba como duque. En ese momento, Ferris sabía muy bien lo que Meckart estaba sintiendo.

¡Ni siquiera sé si quiero que Crusch gane o pierda ahora mismo!

—¡Yaaaah! ¡Crusch, ponte un vestidoooo!

Podría ser demasiado generoso llamar a esto un grito de guerra, pero con esas palabras Fourier se precipitó de nuevo, y de nuevo fue golpeado. Cuando ella vio a Fourier levantarse de nuevo tras ser doblegado dos veces, Crusch entrecerró los ojos.

—Su Alteza parece menos dispuesto a rendirse que de costumbre. ¿Qué lo está impulsando?

—¡Tú, por supuesto! Tú me haces así… ¡No, en el fondo, yo me hago así! ¡Yo te lo he impuesto, así que ahora debo hacer mi parte!

—… ¿Su Alteza?

Fourier, con su hermosa cara manchada de suciedad y sudor, agitó su cabeza.

—No olvidaré lo tonto que fui hace cinco años, lo poco que conocía mi lugar. Sin conocer mi fuerza, te até a una promesa impulsiva. Te hice jurar que mientras yo no te superara con la espada, no usarías ropa de mujer sino de hombre; ahora sé lo cruel que fue eso.

Hacer esta confesión parecía dolerle mucho, pero por supuesto estaba equivocado sobre los cinco años. Fueron seis. Pero las palabras de Fourier se referían a la promesa que habían hecho aquel día que Ferris recordaba tan bien.

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—¿Recuerdas tu decimoquinto cumpleaños, hace dos años? –Preguntó Fourier.

—Habías crecido tan hermosamente. Con toda la indumentaria de esa noche, yo sé que habrías sido más impresionante que cualquier flor. Pero mantuviste tu promesa. Nunca olvidaré la visión de una joven doncella caminando bajo la luz de la luna vestida de militar. Estabas increíblemente bella… pero ese era un sentimiento inspirado por la espada a tu lado. ¡No es un sentimiento que quiero recibir de una joven que debe superar a las flores en belleza!

Crusch estaba en silencio.

—Esa noche, me di cuenta de lo que mi inconsciencia había causado. ¡Fui yo, y sólo yo, quien robó la alegría de ser vestida resplandeciente a una joven, y la forzó a esconderse durante lo que debería haber sido su momento más glorioso! ¡Debo asumir la responsabilidad de eso!

En todo el tiempo que se habían conocido, Ferris nunca había visto a Fourier así. La inmensa emoción que ardía en sus ojos escarlatas tocó algo en el pecho de Ferris y le apretó la garganta. También el público, desde Meckart hasta los sirvientes, se quedaron sin palabras. Ahora sabían por qué Fourier luchó esas batallas y le escucharon expresar lo que nunca antes había sido capaz de decir.

Pero él estaba equivocado. Equivocado. Su resolución era tremenda, pero estaba fuera de lugar.

La promesa que él y Crusch habían hecho era bastante real. Cuando, seis años antes, Crusch había declarado que sólo usaría ropa de hombre por el resto de su vida, Fourier le había respondido que le permitiría hacerlo hasta que él la derrotara en un duelo de espadas. El pretexto de que Crusch cumplía su promesa al príncipe era la razón por la que Meckart no había podido oponerse con más fuerza.

Fourier había estado lamentándose por ello todo este tiempo. En algún momento, había empezado a creer que Crusch no quería usar ropa de hombre, pero lo estaba haciendo debido a la promesa que habían hecho. Y, con una combinación de honestidad y estupidez, se sintió responsable.

—Soy un tonto…

Mirando a Fourier desde atrás mientras levantaba su espada, Ferris inconscientemente puso una mano en su boca. Siempre había asumido la mejora de Fourier en el combate como un resultado de los repetidos duelos y su simple tenacidad. Pero había más. Todo este tiempo, él se había sentido impulsado por el arrepentimiento de su propio arrebato.

Él había estado luchando para que la mujer que ama, la mujer que ató con una promesa, sea una mujer.

—¡Crusch! ¡Ama las flores! ¡Aprecia la poesía! ¡Ponte maquillaje, usa vestidos y joyas, y déjame ver esa sonrisa inocente! ¡Ya no tienes que reprimirte más! ¡Lo permito! ¡Aquí, hoy, corregiré mi estupidez y te permitiré ser una verdadera mujer!

—¿S-su Alteza…?

Puede haber sido un malentendido, pero Fourier estaba dispuesto a cumplirlo. Él cargó hacia Crusch.

El duro sonido resonó por el jardín, y Crusch se vio claramente sacudido por el impacto.

—¡Su Alteza!

—¡Príncipe Fourier!

—¡Su Alteza, ayude a nuestra lady!

Estos eran gritos de los sirvientes, muchos de ellos de ojos rojos y con un temblor en sus voces. Ellos conocían a Crusch desde que era pequeña, y querían animar al príncipe en su determinación. Fourier presionó su ataque, y Crusch parecía aún más abatida.

La espada del príncipe se alzó y cayó formando un arco; Crusch estaba completamente ocupado defendiendo. Que una batalla contra ella fuera tan unilateral no tenía precedentes. Era simplemente cuan apasionados eran los golpes de Fourier. Su ataque era, en cierto modo, su demanda al corazón de Crusch. Su clara dedicación puede haber surgido de un malentendido, pero tocó a las muchas personas presentes.

—…Se lo confiaré a Su Alteza. Murmuró Meckart. ¿Cuándo se había acercado a Ferris?

El chico-gato lo miró, y Meckart asintió. Ferris supo inmediatamente lo que significaba. Juntó sus manos delante de su pecho como si estuviera rezando y esperó a ver cómo terminaba la batalla.

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—¡Un vestido! ¡Maquillaje! ¡Y joyas! ¡Flores y cocina!

—…ngh.

—¡Crusch! ¡Arrodíllate ante mííííí!

Re Zero Ex Volumen 1 Capítulo 3 Parte 4 Novela Ligera

 

Las espadas de madera crujieron por la fuerza de su golpe, astillas volaron desde las espadas. Ambas armas estaban en su límite. Pero la pelea se decidiría por cuál de los participantes se rindiera primero.

Fourier gritó mientras empujaba a Crusch paso a paso, golpe a golpe. Su encantadora cara estaba roja. ¿Qué vio Crusch cuando vio el galante cuerpo avanzando amenazadoramente hacia ella? Quizás se vio a sí misma en sus ojos escarlatas, una mujer siendo presionada a hacer todo lo posible.

—…Ah.

Mientras ella se encontraba siendo empujada contra una pared, Crusch posó sus ojos ámbar sobre Ferris. Se miraron el uno al otro, y le pareció que ella estaba pidiendo algo, pero él no sabía qué.

—Lady… Crusch… –Gordas lágrimas rodaron por sus redondos ojos y por sus mejillas.

Al momento siguiente, hubo un crujido cuando la espada de madera finalmente cedió, y parte de la hoja rota se deslizó por el suelo. La única espada que permanecía más o menos intacta apuntaba hacia el pecho del perdedor.

—…Todo eso, y aún así no puedo superarte.

Fourier habló con la respiración entrecortada, aún sosteniendo lo que quedaba de la empuñadura de su espada. Miró al suelo, sus hombros temblaban. Podría haber estado llorando.

Un suspiro. Decepcionado, pero no desesperado. Pero los hombros de todos se desplomaron al darse cuenta de que no había prevalecido.

Pero entonces…

—No, Su Alteza. He perdido.

Crusch agitó suavemente la cabeza. La espada en su mano también estaba rota por la mitad. Tiró al suelo la inútil espada sobre la tierra.

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—Usted aun sostiene su espada, Su Alteza, mientras yo he dejado la mía a un lado. El vencedor debe ser claro… de hecho, ha sido claro desde que su grito de guerra sacudió mi espíritu… he perdido esta contienda.

—…

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Fourier se quedó absolutamente en silencio. Crusch se arrodilló, ignorando la suciedad que la cubría, y puso sus manos en el suelo. El gesto era el de ofrecer una espada, era un gesto de máximo respeto y lealtad.

—Usted ciertamente ha cumplido su promesa anterior. Yo, Crusch Karsten, me he enfrentado a Su Alteza Fourier Lugunica en combate con la espada y he sido vencida. Me pondré ropa de mujer, entonces.

—Er…ahem. ¿Lo harás, ahora? Yo… ya veo.

La respuesta de Fourier a las solemnes palabras de Crusch fue vacilante e inestable. Él asintió una vez, y luego su alto cuerpo empezó a inclinarse hacia atrás, hasta que finalmente cayó al suelo.

—¡¿Su Alteza?! ¡Oh no! ¡Felix, atiende a Su Alteza!

Ferris había empezado a correr hacia Fourier mucho antes de que el asombrado Meckart le ordenara hacerlo. Deslizó sus rodillas bajo la cabeza del colapsado joven, soportando el peso del cuerpo del príncipe mientras usaba su magia curativa.

—¡Su Alteza, Su Alteza! ¡Quédese conmigo…! ¡Su Alteza!

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—¡Heh-heh! ¿Lo viste, Ferris? ¿Viste mi… gran… victoria…?





La magia curativa sanaría sus heridas, pero no restauraría la fuerza que había perdido. Fourier había gastado cada pizca de su resistencia, y ahora la familiar sonrisa despreocupada apareció en su cara justo antes de caer en un profundo sueño. Ferris se sorprendió al escuchar lo calmado, he incluso el ritmo de la respiración de Fourier.

—Ferris.

—Oh, uh, sí, Lady Crusch. Um, Ferri, quiero decir… ¿qué puede decir Ferri…?

—Siento haber sido tan egoísta.

Crusch sonrió gentilmente mientras veía a Ferris atender al príncipe inconsciente. Cuando sus palabras fueron asimiladas, lágrimas comenzaron a correr por las mejillas de Ferris de nuevo. Levantó la vista, limpiándose furiosamente los ojos.

—¡Yo… yo soy el que no ha sido justo contigo…! Lady Crusch, usted… Usted y el príncipe Fourier siempre me están rescatando.

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—¿Lo estamos? Entonces me has devuelto ampliamente el favor. Tu presencia es una salvación constante para mí. Y justo acabo de darme cuenta de que el príncipe también me salvó a mí. Supongo que eso demuestra lo maleducada que soy.

—¿Maleducada…? ¡Lady Crusch, no…! ¡Usted es maravillosa…!

—Razón de más por la que debo esforzarme por estar a la altura de lo que tú y Su Alteza me estiman.

Ferris siguió lloriqueando, sin poder hablar. Crusch palmeó amorosamente su cabeza mientras estaba de pie. Luego se acercó a Meckart, que miraba boquiabierto.

Lo que ella le dijo, Ferris no lo supo. Él no podía oír a través de los ronquidos de Fourier y su propio llanto.

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