Re:Zero Ex (NL)

Volumen 1: El Sueño que Vio el Rey León

Capítulo 3: La Valquiria de las Tierras del Duque Karsten

Parte 3

Durante su pequeña fiesta de té con Meckart, Ferris fruncía el ceño ansiosamente. No había lugar para discutir después de esa conversación. Y no tenía intención de incumplir su promesa.

—Pero, ¿cómo se supone que voy a sacar el tema ahora? Se preguntó en voz alta. Sería difícil encontrar el momento adecuado y una apertura natural para hablar de ello.

Hoy ha sido un día especialmente malo. La prohibición de que Crusch blandiera una espada o montara un dragón durante un mes acababa de ser levantada. De todas las veces que esto pudo haber sucedido, este era el momento menos oportuno que él pudiera elegir para aparecer y pedirle que se pusiera un vestido.

—¡Oh, pero! ¡Pero! La celebración del cumpleaños es dentro de dos semanas. Podría ser incluso peor posponer el hablar de ello…

El tema no podía esperar hasta el último momento. Era la celebración del cumpleaños de la hija de un duque. Cuanto más tiempo haya para prepararse, mejor. Incluso dos semanas no le parecieron tiempo suficiente. Sin duda, el propio Meckart había dudado en hablar con Ferris.

—¡Arrgh! ¡Alguna vez-nyan lo conseguiré?!

—¿Qué está pasando, Ferris? Asustarás al resto de la casa estando de pie en el pasillo y luciendo tan sombrío.

—¡Mrrrrow!

Ferris casi sale el corazón cuando la mismísima Crusch le gritó mientras él estaba allí parado, moviéndose de un lado a otro con preocupación. Retrocedió rápidamente contra la pared. Crusch se cruzó de brazos y lo miró fijamente.

—Sigo pensando que pareces cansado. Si te sientes agotado, podría darte un tiempo libre…

—¿Qué? ¡No! ¡Estoy totalmente bien! ¡Mejor que nunca! ¡Hurra por Lady Crusch!

—¿…? Ha-ha, eres alguien extraño.

Ella sonrió ligeramente mientras él estaba allí de pie con los brazos levantados en una ovación. Era obvio que no eliminado las sospechas de ella, y que tampoco él se había calmado.

—Por cierto. –Dijo Crusch. —Hablaste con mi padre, ¿no? ¿Qué quería?

—Oh, uh, quiero decir, ya sabes, nyan…

No podría haber pedido un mejor momento para abordar el tema. El único problema era que, mentalmente, se sentía completamente poco preparado. Pero el momento fue tan fortuito que parecía una señal de los cielos. Ahora era el momento de hablar.

—Bueno, um. Ferri, uh, quiere hablar con usted sobre algo, Lady Crusch…

—Eso pensé. Tu viento es difícil de leer, pero esa fue la impresión que tuve. Sabes que tú y yo no tenemos que refrenarnos el uno del otro. Háblame de cualquier cosa.

—La amo, Lady Crusch.

—Y yo a ti.

Él había confesado sus sentimientos en un exceso de felicidad, pero la seria respuesta rápidamente disipó su entusiasmo. ¿No había estado reflexionando sobre lo conmovido que estaba por la amabilidad de Meckart hace unos momentos? Volver a dejar que la bondad de Crusch lo malcriara de inmediato no diría mucho para su crecimiento personal.

—La amo, Lady Crusch.

—¿…? Y yo a ti.

Se repitió a si mismo, pero eso lo calmó y lo hizo sentir mejor. Estaba a punto de embarcarse en una conversación muy difícil.

—Bueno, esto es sólo la opinión de Lord Meckart, y Ferri no querría que usted- nyan lo confundiera-nyan por un arreglo, pero…

—Esta es una forma muy indirecta de empezar una conversación. Bien, lo entiendo. ¿Y cuál es el dictamen de mi padre?

—Sí, bueno, pronto será su cumpleaños, milady…

Había sentado todas las bases y estaba a punto de llegar a su punto cuando…

—… ¡¿Crusch, estás ahí?! ¡Estoy en una situación desesperada! Crusch, ¡muéstrame tu rostro!

—¡¿…?!

Ferris se puso tenso de sorpresa ante el bramido que resonaba por el pasillo. Delante de él, Crusch miraba hacia arriba y ladeaba la cabeza ante la voz.

—Dudo en creerlo, ¿pero era Su Alteza Fourier ahora mismo?

—No me importa si es un príncipe. –Dijo con enojo Ferris. —¿Cómo pudo arruinar mi momento perfecto…?

—¡Crusch! ¿Estás ahí? ¡Dije que esto es una crisis! ¡Ven rápido, o me marchitaré por la soledad!

—Es él, sin duda.― Dijo Crusch.

La conmoción inicial había pasado, y la segunda exclamación fue más que suficiente para verificar al dueño de la voz. Ferris y Crusch intercambiaron una mirada y luego trotaron hasta la entrada. A la puerta, los sirvientes, incluido un mayordomo, habían formado una línea de recepción, y justo en medio de ellos estaba el hombre mismo.

—¡Ah, Crusch y Ferris! –Dijo cuando los vio. —¿Están bien de salud? A mí también me va muy bien.

Luego sonrió con auténtica alegría. Era un hombre joven cuyos ojos parecían inocentes a pesar de sus años. Tenía el pelo largo y dorado y unos limpios ojos escarlatas, y sus caninos sobresalían levemente. Dio una impresión muy agradable.

Quitándose su suntuoso abrigo de pieles, Fourier Lugunica se veía tan enérgico como siempre.

El cuarto príncipe de la familia real no debía aparecer tan casualmente, pero Crusch y Ferris estaban acostumbrados a ello, y ninguno de ellos mostró sorpresa alguna. Crusch hizo una modesta reverencia a Fourier, quien permanecía imponente.

—Su Alteza. –Dijo ella. —Es un honor verlo. ¿Pero que incita esta visita tan repentina? ¿Pasa algo malo? No he oído nada de mi padre…

—¿De qué estás hablando? ¿No fueron precisamente ustedes dos los que me invitaron a venir? ¿Para la celebración del cumpleaños de Crusch? Incluso traje mi invitación. ¡Mira!

Con muchos jadeos y suspiros, Fourier se acercó a Crusch, quien la había saludado mucho respeto, y le extendió una carta. Ella lo cogió, escaneó, y luego asintió lentamente.

—Esta es en verdad una invitación de nuestra casa… pero, mi señor, parece que se ha equivocado en la parte más crucial, la fecha. Me alegra que se haya tomado la molestia de venir hasta aquí, pero aún faltan dos semanas para mi cumpleaños. Su Alteza ha estado un poco muy ansioso.

—¡¿Qué?! Quieres decir que… ¡soy la primera persona que te felicita por tu cumpleaños! ¡Perfecto! Ferris siempre me gana, ¡pero por una vez voy un paso delante de él!

—…

—¡Hiciste bien en nacer, Crusch! ¡Estoy encantado! ¡Qué día tan maravilloso!

Fourier rio de repente, aparentemente ignorando su propio error. Crusch se quedó sin palabras ante esta frescura, pero una suave sonrisa pronto apareció en su rostro.

—Muchas gracias, Su Alteza. Sus buenos deseos significan mucho para mí.

—Bien, muy bien. Pero, ¿esto significa que faltan dos semanas para la celebración de tu cumpleaños? Bueno, eso es un problema. ¿Qué debo hacer hasta entonces?

Fourier tendía a actuar sin pensar en el futuro, se precipitaba sin pensar en el futuro, hablaba sin pensar en el futuro, y en general no pensaba en el futuro en absoluto, pero tenía suficiente encanto para excusarlo todo. Mientras estaba allí parado luchando por hacer un plan, ni siquiera Ferris pudo evitar sonreír. El príncipe no había cambiado nada desde la primera vez que se conocieron.

—¿Hmm? –Fourier dijo. —¿Qué pasa, Ferris? ¿Por qué esa sonrisa?

—Lo encuentro divertido a usted, Su Alteza.

—¡¿Yo?! Ah, sí… no soy un líder ordinario. Llevo sonrisas a los rostros de mis sirvientes sin siquiera quererlo. ¿No lo crees, Crusch?

—Sólo puedo admirar el gran personaje que es usted, Su Alteza. Ferris, el castigo más tarde.

—¡Awww!

Dejó que Crusch se asegure de que él no se fuera sin pagar la penalización por su falta de etiqueta. Pero al mismo tiempo, los tres eran tan cercanos que tal falta podía pasar sin represalias genuinas. Para Ferris, que tenía tan pocas cosas que consideraba preciosas, este vínculo era algo que apreciaba. Cuando pensó en lo que era importante para él, pensó en Crusch, Meckart y Fourier. Y los sirvientes de la casa de los Karsten. Sin mencionar a los pacientes y colegas con los que se había encontrado gracias a su trabajo como lanzador de hechizos. Resultó que había bastantes personas que él valoraba.

Comparado con cuando había estado encerrado en la casa de su familia, sin que se le hubiera dado nada, ahora era mucho más feliz.

—…Ferris. –Dijo Fourier. —Soy consciente de mi apuesta apariencia, pero por favor trata de no mirar demasiado. Toda esta atención tuya podría llevarme por mal camino, incluso sabiendo tu verdadero género.

—¡Incluso fui su prometido una vez, y aún así no pude ponerle las garras encima, Su Alteza!

—¡Eso fue sólo…! Ahem, es suficiente. Yo también soy un chico, ¿sabes? ¡No voy a poner excusas! ¿No soy bastante varonil, Crusch?

—Sí, mi señor. Aunque si me permite decirlo, aún no me ha derrotado en un duelo de espadas.

—¡Lady Crusch! Milady, Su Alteza ya está de rodillas, así que quizás deberíamos tener cuidado con él.

Fourier había caído a la alfombra. Crusch lo miró con extrañeza, totalmente desprovista de malicia. Con sus amigos, Crusch solía exponer los hechos con demasiada franqueza. Pero incluso hacia los comentarios más punzantes con una expresión amigable, lo que dificultaba considerar que se trataba de un hábito verdaderamente malo.

Fourier, por su parte, se recuperó rápidamente de tal desaliento.

—…Ngh ¡Bueno, entonces! ¡En ese caso, Crusch, tráeme una espada de madera! Tengo tiempo para matar por primera vez en mucho tiempo, así que ¡hoy será el día en que te supere en esgrima y te demuestre lo hombre que soy!

Crusch se enfrentó a esta audaz proclamación con un “sí, mi señor”, como si supiera muy bien lo que estaba pasando.

Los duelos entre Crusch y Fourier con espadas de madera habían comenzado hace seis años, desde casi el mismo momento en que Ferris comenzó a usar ropa de mujer. Se había convertido en una especie de tradición.

Fourier encontraría cualquier excusa para visitar a Crusch. Su amor por ella no era difícil de ver, excepto por la propia Crusch. En cuanto a Fourier, era extrovertido en todo excepto en los asuntos de su propio corazón, así que la relación nunca había ido más allá de la de queridos amigos. Fourier vio este duelo como una forma sencilla de provocar un cambio en su relación.

—¡Si ganas, te obligaré a vestirte con ropa de mujer! Te has vuelto cada vez más obstinada acerca de tu atuendo varonil… ¡No es que no te quede bien! ¡Pero quiero verte con falda!

—Tendrá que conformarse con Ferris, mi señor. Le aseguro que sus piernas no son menos delicadas que las mías.

—Estoy orgulloso de estas piernas. ¡Eche un vistazo, Su Alteza!

—¡Arrgh! ¡No me confundan, ustedes dos!

Fourier se puso rojo y dio un pisotón de frustración mientras Ferris se levantaba la falda burlonamente. Con una mano señaló a Crusch; con la otra, mostró la invitación de cumpleaños, que ella le había devuelto.

—¡Es casi tu cumpleaños! ¡Y no permitiré que la cumpleañera se vista como un soldado como lo hizo el año pasado! ¡Este año te veré con un vestido! ¡En uno de los que yo elija!

—Ah…

A Fourier le gustaban tanto estas proclamaciones. Y éste se alineó perfectamente con lo que Ferris quería. Por un momento dejo de respirar, sorprendido, y un cierto sentimiento de ternura por Fourier surgió en su interior.

Este tonto príncipe…

—Es el único además de Lady Crusch que puede llegar al punto débil de Ferri…

—…

Las mejillas de Ferris estaban sonrojadas, y su aliento caliente con una combinación de afecto y envidia.

Crusch, la única que estaba lo suficientemente cerca como para escuchar sus murmuradas palabras, le echó un vistazo. Pero Ferris no se dio cuenta, y antes de que Crusch pudiera hablar…

—¡Muy bien! ¡Al jardín, entonces! ¡Prepárense, todos! ¡Este es el día en que me convierto en hombre!

Fourier exclamó con una confianza que parecía totalmente injustificada, y Ferris y Crusch tuvieron que correr tras él mientras salía.