Goblin Slayer

Volumen 6

Capítulo 3: Recursos Mágicos

Parte 9

 

 

Sólo había una puerta en la recámara funeraria a la que habían huido los aventureros. Los otros tres lados de la habitación eran sólo paredes. Todo lo que quedaba allí eran los desechos dispersos de la vida de los goblins.

La habitación era totalmente ajena a los goblins, que no pensaban en nada más que en cómo aprovechar exactamente lo que tenían a mano en cada momento.


Mientras bajaban a la mujer, aún atada a la silla, el Chico Mago exclamó repentinamente:

“¡Hemos dejado que nos acorralen…!”

“Oh, ese no es necesariamente el caso”, dijo el Sacerdote Lagarto al lado de la entrada, totalmente en guardia. Tenía una Espada-garra, que ya había mejorado con Diente Afilado. Estaba sangrando: había comprado literalmente su escape con su sangre.

“¿Pero dónde están Goblin Slayer y…?” La Sacerdotisa, por su parte, estaba apoyada contra la pared más profunda, respirando pesadamente. Mantener el milagro de la Luz Santa, incluso mientras corrían por el laberinto, era mucho pedir para una joven tan físicamente frágil. Su cara estaba pálida, sin sangre por el cansancio.

El Chamán Enano se frotó las manos ensangrentadas y luego encontró una poción en su bolsa de objetos.

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“Estoy seguro de que Orejas Largas y Corta-Barbas nos alcanzarán muy pronto. Toma.”

“Gracias…”

Sosteniendo la poción con ambas manos, la Sacerdotisa abrió la botella y la bebió lentamente, dejando que cada sorbo humedeciera sus labios. Cada vez que tragaba, sentía que un poco de calor volvía a su cuerpo. No era tan reconstituyente como un milagro de los dioses, pero los efectos benéficos de una poción no eran nada despreciables.

Ella cerró los ojos y dejó escapar un respiro. Sí, ahora se sentía un poco mejor. La Sacerdotisa ajustó el agarre de su bastón.

“…Tenemos que atender a esta mujer, de inmediato…”, dijo, pero cuando estaba a punto de lanzar una Sanación Menor, el Chamán Enano la detuvo.

“Tómatelo con calma. Necesitas descansar. Ella no va a morir a causa de estas heridas por ahora.”

La pequeña clérigo se tambaleó un poco y luego se deslizó por la pared y cayó al suelo con un ruido sordo.

“Gracias”, volvió a respirar la Sacerdotisa, pero el Chamán Enano le dijo: “No te preocupes”.

En cualquier caso, a la Sacerdotisa le resultaría muy difícil volver a unir los dedos cortados con su nivel de habilidad. Lo que significa que sería mucho mejor guardar el milagro.

“¿Estás bien, chico?”

“¡Sí, no hay prob…!”

“Bien”, dijo el Chamán Enano sin rodeos. No hay duda de que podía ver a través del espectáculo de bravuconería del muchacho. Sus ojos se entrecerraron. “Sólo un consejo”, añadió. “Nadie va a ser capaz de ayudar, incluso si terminas en un aprieto más adelante, porque estás muy exhausto.”

“¡… No estoy exhausto!”

A diferencia de esa chica de allí, parecía insinuar… pero incluso este chico no se atrevía a decir eso en voz alta.

Él también se acercó y se apoyó contra la pared, aunque se mantuvo alejado de la Sacerdotisa. Dejó caer sus ojos sobre sus manos. La sangre se había secado sobre ellas en manchas carmesí; se frotó las manos para tratar de quitar las manchas.

Los Clérigos deben acurrucarse en la última fila y decir sus oraciones.

Ahora se daba cuenta de las estupideces que había dicho. Ella había dado órdenes, mantenido su bastón en alto para darles luz, y corrido tan rápido como cualquiera de ellos.

Él miró hacia un lado, donde pudo ver a la Sacerdotisa, aún respirando con dificultad y bebiendo su poción. Incluso el Chico Mago podía entender que estaba tratando de restaurar su energía para estar lista para la siguiente batalla.

Sus labios se abrieron a medias y luego se cerraron. Su lengua se sentía demasiado grande para su boca.

Tragó un poco de saliva y lo intentó de nuevo. “Lo… sien…”

“¡Están aquí!” La voz aguda del Sacerdote Lagarto lo interrumpió.

El Chico Mago parpadeó varias veces, volviéndose para mirar a la oscuridad del pasillo por el que habían venido. Rápidamente percibió la luz de una antorcha que se acercaba a ellos.

“¡Maldita sea, Orcbolg… todavía está vivo!”

“Parece haber sido más resistente de lo que esperaba.”

La Alta Elfa Arquera venia saltando hacia la habitación, tan elegante como un ciervo. Goblin Slayer corría detrás de ella.

Y detrás de ellos…

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“¡OOOLRTTTTTR!”

El trol gigante echaba humo y movía su garrote.

El mero peso les dio a los aventureros una ventaja en velocidad. Pero si alguno de ellos perdiera el equilibrio y cayera, ese sería el final.

Goblin Slayer y la Alta Elfa Arquera corrían como sólo podían hacerlo aquellos que escuchaban un enorme garrote estrellarse contra las paredes y el suelo justo detrás de ellos.

“¡Estoy tan cansada de esto!” Exclamó la Alta Elfa Arquera mientras irrumpía en la recámara funeraria. “¡¿Qué diablos es esa cosa?! ¡Estoy harta de esto! ¡Quiero pelear con un monstruo genial por una vez!”

“Creo que los geniales son todos aún más fuertes que este”, agregó el Chamán Enano.

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“Yo, preferiría un dragón”, dijo el Sacerdote Lagarto.

El Chamán Enano sabía, sin embargo, que mientras estuvieran bromeando o quejándose, no había nada de qué preocuparse. Dejó escapar un suspiro. “Entonces. ¿Qué hacemos, Corta-barbas?”

“Lo estoy pensando”, dijo Goblin Slayer, mirando a su grupo alrededor de la habitación.

El Sacerdote Lagarto, el Chamán Enano y el muchacho pelirrojo se veían bien. La Alta Elfa Arquera respiraba con dificultad, y la Sacerdotisa estaba fatigada.

Goblin Slayer metió la mano en su bolsa de objetos y sacó dos botellas al tacto, pasándoselas a las chicas.

“Bebe esto”.

“¿Qué…? Ah…”

“Una poción de resistencia, ¿eh? Gracias.”

La Sacerdotisa parecía un poco confundida, pero la Alta Elfa Arquera con gusto descorchó la botella y bebió el contenido.

Cada uno tenía su propio suministro de estas pociones, pero en ese momento, no había tiempo para discutir sobre qué pertenecía a quién.

“D-De acuerdo, entonces… Gracias…” La Sacerdotisa dudó mucho más de lo que la Alta Elfa Arquera lo había hecho, pero eventualmente llevó la botella a sus labios. Esta era su segunda poción de resistencia. El brillo cada vez más saludable de sus mejillas contrastaba con la expresión oscura que aún tenía en su rostro.

“Bien, todos estamos listos”, dijo Goblin Slayer, captando el cambio en ella con el rabillo del ojo. “Quiero agua. ¿Puedes producirla con un hechizo?”

Aunque la pregunta no había sido dirigida a él específicamente, el Chico Mago hizo un ruido incómodo. Bola de fuego era el único hechizo que conocía, y ya había usado toda la magia que podía usar ese día. De alguna manera le resultaba profundamente humillante que este hombre supiera todo eso.

“No tiene sentido aprender un hechizo como ese…” El chico se encontró diciendo eso, casi haciendo pucheros.

“¿Es eso cierto?” respondió Goblin Slayer.

Dada la situación, el Chamán Enano intervino rápidamente:

“¿Agua? Bueno, si la lluvia es lo suficientemente buena para ti, podemos hacerlo. Pero será un poco débil, ya que aquí hay un techo y todo eso”.

El rugido y el estruendo del trol se estaba acercando.

“Listo”, susurró el Sacerdote Lagarto.


“Pero escucha, Corta-barbas. No puedes hacer uno de tus trucos habituales en este momento”.

“No importa”, dijo bruscamente Goblin Slayer. “Una lluvia será suficiente”.

“Bien, entonces.”

“Y necesitaremos de nuevo la Luz Santa. ¿Puedes hacerlo?”

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“Yo…” La voz de la Sacerdotisa temblaba y tuvo que morderse el labio para que salieran las palabras. “Sí, yo… yo puedo hacerlo. ¡Lo haré!”

“Bien”. Eso lo decide entonces. Tan pronto como Goblin Slayer hizo esta declaración, su enemigo estuvo sobre ellos.

“¡¡OLTROOOR!!”

Las habitaciones y los pasillos del mausoleo eran lo suficientemente grandes como para que un trol se moviera fácilmente. ¿Quién había imaginado los constructores que iba a visitar este lugar?

“¡Eeyah!”

“Cuidad…”


La Sacerdotisa se demoró demasiado en agacharse para apartarse del camino, y la Alta Elfa Arquera saltó para cubrirla.

Las puntas de metal del garrote rozaron su cabello, cortando las cintas que ella había usado para atarlo.

“¡¿Estás bien?!” preguntó la Sacerdotisa.

“¡No te preocupes por mí!” Gritó la Alta Elfa Arquera, su cabello desordenado. “¡Sólo hazlo!”

“¡Oh, Madre Tierra, abundante en misericordia, concédenos tu luz sagrada a los que estamos perdidos en las tinieblas!”

Ella levantó su bastón tan alto como pudo desde donde había sido empujada en el suelo, ofreciendo súplicas a la diosa misericordiosa. Y por supuesto, no seria capaz la Madre Tierra en lo alto, de negar la petición que desgastaba el alma de su devota seguidora.

“¡¿RRLLRTTOOR?!”

Hubo una explosión de luz como el sol. El resplandor llenó la recámara, inundándola con una iluminación irresistible.

El trol se tambaleó hacia atrás, e inmediatamente, se oyó a Goblin Slayer gritar:

“¡Agua!”

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“¡Estoy en ello! ¡Ve ahora, Kelpie, es hora de ponerse a trabajar! ¡Tierra al río y mar al cielo, conviértelo todo en una locura!” El Chamán Enano entonó, agarrando una pequeña figura de un caballo que sacó de su bolsa de catalizadores. Tan pronto como habló, hubo un relincho agudo, y un viento húmedo galopó, convirtiéndose rápidamente en una llovizna.

Como había dicho el Chamán Enano, el acto de convocar a un kelpie para producir precipitaciones no era más que Llamar a la Lluvia.

“¡Todo tuyo, Corta-barbas!”

“El siguiente… es esto”. Mientras hablaba, Goblin Slayer cogió una bolsa de cuero de su bolsa de objetos y se la tiró al trol.

“¡¿ORLTLRRLR?!”

El monstruo inmediatamente comenzó a bramar. Su piel gris y grumosa empezó a agrietarse y a romperse incluso mientras miraban, empezando por las partes quemadas.

Cuando alguien intenta despejar un terreno y necesita deshacerse de una roca enorme, a veces la roca será calentada intensamente, y luego se le aplicará agua fría. Esto hace que la piedra se agriete, después de lo cual puede ser fácilmente quebrada con un martillo.

¿Y qué hay del trol? Estaba hecho de piedra, se dice que se convierte en piedra si se le expone a la luz del día. Y era justo como esa hipotética roca.

“¡¿TLRORL?!”

El trol, sin embargo, no entendía lo que había pasado. ¡Pensar que la niebla debería caer sobre él sólo porque había sido salpicado con un poco de agua!

“¡¿TTLLOOTTTTTTTL?!”

“Simple, pero sorprendentemente efectivo”, comentó Goblin Slayer, observando al trol mientras se agarraba la cara y se revolcaba a su alrededor.

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No estaba del todo claro que incluso Goblin Slayer entendiera la ciencia detrás de lo que había hecho. Pero lo que importaba era el resultado de sus acciones.

El polvo de fuego -lo que los alquimistas llamaban salitre- absorbió el agua y el calor del trol, acelerando el proceso de enfriamiento.

“…¿Dónde aprendió a hacer eso?” Preguntó la Alta Elfa Arquera con un poquito de enfado.

“¡…Oh!” La Sacerdotisa se encontró pensando en su visita a la ciudad del agua.

Recuerdo que preguntó cómo se hacían los helados…

“¡¿ORLT?! ¡¿TOORLRLOT?!”

Tal vez esto era evidencia de que teniendo poderes curativos o no, ser enfriado de golpe inmediatamente después de haber sido recalentado era demasiado para que pudiera soportarlo. El trol, afligido porque sus heridas no mostraban signos de regeneración, empezó a agitar alocadamente su garrote.

Con una risita sibilante, el Sacerdote Lagarto retorció sus mandíbulas en una bestial sonrisa.

“Eso es muy impropio. ¿Deberíamos sacarlo de su miseria?” Él saltó sobre el monstruo, seguido rápidamente por una flecha de la Alta Elfa Arquera.

“Sea lo que sea esa gran criatura”, dijo Goblin Slayer, tirando su arma, pero inmediatamente cogiendo otra espada de entre los desperdicios. “Una vez que lo eliminemos, iremos a matar a todos los goblins.”


El destino del trol estuvo siempre estrechamente ligado con lo que les ocurría a los goblins que quedaban. En medio de todo esto, sin embargo, el joven, empujado a la última fila, estaba mirando a Goblin Slayer con absoluta intensidad.

Ahora lo entiendo. Él tiene razón… lo que le dije a esa chica fue terrible.

Pero, ¿quién era este hombre, que parecía considerar a un trol como poco más que una molestia, pero que estaba tan ansioso por cazar goblins?

Sí, el joven había sido descuidado. Había actuado como el novato que era. Él tenía parte de la responsabilidad y la culpa.

¡Pero no puedo admitir que este hombre tenía tanta razón…!

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