Seishun Buta Yarou Series

Volumen 3: Un Adolescente Bribón No Sueña con una Bruja Racional

Capítulo 4: Límpialo Todo en una Noche Tormentosa

Parte 4

 

 

Las puertas se abrieron y una chica dio un paso adelante.

—Ah… —dijo Sakuta, porque conocía su rostro.

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—¿Eh? —ella seguía mirando a Sakuta sorprendida. La chica que acababa de llegar en pijamas y pantuflas… Era Makinohara Shouko— U-Um… ¿Por qué estás aquí?

Le  preguntó  mientras  bajaba  la  mirada,  intentando  mantenerse  quieta,  con  una expresión que decía que vio a alguien a quien no quería.

—Una ambulancia me trajo después de colapsar por un golpe de calor.

—¿E-Estás bien?

—Los síntomas fueron ligeros, y me conectaron a un IV, así que estoy mejor de lo normal.

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—Necesitas mantenerte hidratado —dijo, mirándolo apropiadamente por fin y hablándole como si fuera una hermana mayor—. Y con la cantidad de sales adecuada.

—Sí, eso supongo.

La conversación se detuvo por un momento.

—Umm, ¿por qué estás aquí, Makinohara-san? —preguntó, incapaz de evitar la pregunta después de encontrarse de este modo. De otra forma luciría extraño, y en realidad Sakuta estaba preocupado.

—Tengo un resfriado —respondió desganadamente.

—Vamos a ver —dijo, acercándose a ella y poniendo una mano en su frente— No parece que tengas fiebre.

—C-Cierto.

—Tu voz es la misma de siempre también, ¿no tienes tos?

Ella se quedó en silencio.


—Tampoco luce que tu nariz esté tapada —continuó, cortándole las vías de escape una por una.

—Lo lamento, mentí. —admitió con facilidad.

Lo sabía desde el principio. Estaba en sus pijamas y pantuflas, además el Hospital no estaba abierto a esta hora. Si no la trajeron en ambulancia como a Sakuta, entonces la única posibilidad que quedaba era que estaba internada.

—¿Qué  sucede…?  —preguntó,  sin  estar  seguro  sobre  cómo  debería  formularlo. Entonces vio su expresión desamparada, y continuó hablando.

Shouko abrió su boca, pero la cerró de inmediato.

—Si no quieres hablar de ello, entonces no te fuerces.

—No, creo que debería decirte —dijo, mirándolo con ojos determinados.

Se sentaron en una banca a un lado de las máquinas expendedoras, y Shouko le contó sobre su enfermedad con un tono tranquilo.

Nunca había escuchado ese nombre antes, y no tenía idea sobre cómo debería escribirse, pero comprendió que era algún tipo de enfermedad del corazón.

De cualquier forma, era una enfermedad seria, y la condición de Shouko empeoraba mientras crecía. Le contó que había varios métodos que prolongaban su vida, pero la única forma de tratarse apropiadamente sería con un trasplante.

Sin embargo, los donantes de órganos para niños eran mucho menores que para los adultos, y aparentemente no pudieron encontrar ninguno. Como descubrir un donante significaba que alguien más había encontrado el infortunio, Shouko tenía una expresión compleja mientras hablaba del asunto.

Quería que apareciera un donante, pero al mismo tiempo, sentía que ese sentimiento significaba que alguien más tenía que sufrir, así que eso le dolía.

—¿Qué sucederá si no puedes encontrar uno? —le preguntó Sakuta.

—Cuando se dieron cuenta el tipo de enfermedad que era, los doctores dijeron que sería difícil que lograra graduarme de la secundaria.

Shouko habló sin revelar muchas de sus emociones sobre sus últimos momentos, y su expresión lucía aliviada. Sakuta no lo entendía.

Sin embargo, había algo que sí comprendía.

—Así que era de ese modo.

—¿Sakuta-san?

—Finalmente lo entiendo.

—¿Qué cosa?

—¿Recuerdas cuando hablábamos de Hayate? Dijiste que si les decías a tus padres ‘Quiero un auto’, ellos definitivamente te lo darían.

Sin un trasplante, Shouko quizás viviría hasta los catorce o quince. En ese caso, no había forma en que sus padres fueran a ignorar sus palabras, por el contrario, harían lo que pudieran por ella. Si  Shouko decía que quería algo, entonces se  esforzarían por comprarlo. Si ella decía que quería hacer algo, entonces se esforzarían en ayudarla a lograrlo.

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—Ambos son tan amables conmigo —dijo.

Sakuta sólo esperó.

—Son tan amables… Si les pido algo, ellos sólo dicen ‘Seguro’ sin importar lo que sea. Me hace realmente feliz, pero también es doloroso.

—Sí… —respondió Sakuta, sólo para hacerle saber que estaba escuchando sin querer interrumpirla. No podía decir que entendía sus sentimientos.

—Después de decir eso, ella definitivamente se disculpa cuando no estoy allí… Por darme la vida con este cuerpo…

—Ya veo…

—Por eso… Todavía no hablé sobre Hayate —dijo con su expresión ensombrecida. Sakuta lo notó, y se dio cuenta de la causa, así que pinchó su mejilla sin decir nada.

—¿P-Por qué fue eso? —preguntó en pánico ante su acción inesperada.

—Castigo por culpar a tu madre —le respondió.

—¿Eh?

—Si le pides algo con un rostro tan sombrío, por supuesto que ella se sentirá mal.


—Pero…

Antes de que pudiera continuar, Sakuta tiró de su otra mejilla.

—¡¿S-Shakuta-shan?!

Probablemente quiere decir ‘Sakuta-san’”, supuso.

—Makinohara-san, siempre y cuando te sientas mal por estar enferma, eso no cambiará. Estoy seguro de que tus padres notaron esos sentimientos de culpa,  ¿no piensas que esa lástima que sientes hacia ti es lo que les duele? De esta forma, tu madre lamentará haberte dado este cuerpo.

—Puede ser cierto —continuó ella con una voz tranquila—. Pero, ¿qué debería-?

—Makinohara-san, ¿qué piensas de tus padres? No quieres que estén tristes ni se disculpen, ¿verdad?

—Los amo a ambos, los adoro —respondió sin vacilar, sin lugar a dudas con honestidad.

—¿Y les dijiste eso?

—No…

—En lugar de escuchar ‘Lo siento’, me hace más feliz escuchar ‘Te quiero’. Algo como eso me dejaría en la novena nube.

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—Ah… —dijo, finalmente comprendiendo lo que Sakuta quería decir.

—Alguien una vez me dijo que ‘Gracias’, ‘Trabajaste duro’, y ‘Te amo’ son las tres frases más amorosas.

—Yo…

Sakuta dejó ir el tema, y ella se puso de pie.

Un momento después, el ascensor llegó y una pareja casada que lucían cerca de los cuarenta se bajó. Al ver su reacción cuando vieron a Shouko, supo que la habían estado buscando cuando ella no regresó.

—Madre, Padre —dijo, trotando hacia ellos.

—Ah, Shouko, no corr- —Shouko se enterró en el pecho de su madre, quien se preocupaba por ella— Oh, cielos, ¿qué sucede?

Estaba sorprendida, pero la abrazó gentilmente.

—Madre, padre, gracias por todo.

—¿Qué? ¿Qué sucede?

Sus padres se miraron entre sí.

—Los amo a ambos, los adoro completamente.

—Nosotros también te queremos —respondió su padre, acariciando suavemente su cabeza.

—Es cierto —agregó su madre.

—Estoy feliz de que sean mis padres —dijo Shouko, mirándolos a ambos desde los brazos de su madre con una sonrisa en su rostro.

—Shouko… —dijo su madre. Su garganta se cerró, y las lágrimas aparecieron en sus ojos. Su padre desvió la mirada ligeramente también, limpiándose las lágrimas de su rostro.

Una cálida atmósfera los envolvió, llena del cariño que una familia siente.

—Yo… Tengo una petición —dijo.

—¿Qué sucede, Shouko?

—Quiero tener un gato —respondió, sin perder su sonrisa brillante. Ambos aceptaron con una expresión gentil.

—Eso suena bien, hagámoslo.

—Azusagawa —llegó una voz a su espalda, mientras él observaba a Shouko irse de la mano de sus padres. Era Rio, quien probablemente había estado allí por un tiempo—¿Está bien que estés de pie?

—Aunque colapse de nuevo, ya estoy en el hospital así que está bien.

—Eres un paciente problemático, ¿verdad? —preguntó Rio, suspirando con una mezcla de diversión y amargura.

—Te causé problemas, lo lamento.

—Eso fue trampa —le regañó, mostrando una mirada infeliz—. No podía dejarte ahí.

—Entonces valió la pena —dijo Sakuta, sentándose en la banca. Rio le imitó, dejando un espacio de dos personas entre ambos—. Gracias por llamar a Mai-san.

—Será mejor que estés agradecido.

—Por eso dije ‘Gracias’.

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—No a mí, a Sakurajima-senpai.

—¿Estaba realmente preocupada…?

No había mostrado ni un gramo de preocupación cuando hablaban antes, pero había corrido hacia el hospital por él, así que debía haber estado más preocupada de lo que él pensó.

—Sostuvo tu mano todo el tiempo desde que llegó.

—¿Sacaste una foto? —preguntó.

—Por supuesto que no.

—Uwahh, realmente quería ver eso.

—Eres un completo idiota —dijo con una risa sorprendida. El sonido repentino hizo eco por el corredor.

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Ellos detuvieron la conversación, el aire tranquilo del hospital durante la noche pareció aumentar. El tranquilo murmullo de las máquinas expendedoras llenó el silencio.

Rio miró sus pies extendidos, al parecer buscando lo que debía decir a continuación.

—Azusagawa, yo-

—Si vas a decir algo como ‘Ya no soy necesaria’, ‘Todo estará bien si no estoy allí’, o ‘Pero estoy realmente asustada y no sé qué hacer’… Entonces no te molestes.

El silencio de Rio fue suficiente para hacerle saber que estaba en lo correcto.

—Puedes odiarte si quieres —dijo él, su voz resonando en el tranquilo corredor. Hubo otra larga pausa, antes de que añadiera—. Yo sólo pienso ‘Bueno, así es como es’ mientras vivo.

—Típico de ti —dijo con una pequeña risa— ¿No es ahora cuando dices ‘Puedes llegar a quererte con el tiempo’, o ‘Tienes un montón de puntos buenos’?





—Ese tipo de optimismo es agotador. Las personas que se quieren a sí mismas son molestas.

Forzarte no va a hacer que ames algo que odias, intentar hacerlo sólo causará fricción y presión, empeorándolo. Si eso sólo terminará hiriéndote, rendirte desde el principio era el único método.

Sakuta lo había aprendido, que eso podría salvar a Kaede hace dos años; pelear no lo era todo, y estaba bien.

—Eres el peor, Azusagawa. Lo eres, pero… Eso ayuda un poco —el rostro de Rio se relajó como si algún demonio la hubiera abandonado—. Realmente ayuda.

Si te mantenías tenso, terminarías reaccionando emocionalmente en algún momento. Cada tanto uno debía relajarse y permitirse perder el tiempo. Las cosas resultarían mejor, y ese tiempo libre cambiaría cómo uno observa sus alrededores, como Rio ahora…

Rio necesitaba eso mismo para liberar lo que tenía atrapado dentro, sólo relajarse un poco.

Eso era lo que Sakuta pensaba, mientras observaba su rostro desde un lado.

—Dime, Azusagawa —dijo Rio vacilando, después de un largo silencio.

—¿Hm?

—Los fuegos artificiales…

—¿Sí?

—¿Puedo ir yo también?

—No.

Rio se quedó callada.

—No si preguntas de ese modo.

Un suspiro dejó su boca mientras lo consideraba, pero todo lo que necesitaba eran algunos segundos.

—T-También quiero ir a ver los fuegos artificiales —dijo, en un tono extrañamente rápido para  ella, teniendo  problemas al  mostrar sus emociones honestas al  no  estar acostumbrada a hacerlo normalmente.

—Se lo estás diciendo a la persona equivocada —dijo, sacando su moneda de 10 yenes que le sobraba. La moneda voló en una ligera parábola antes de que Rio la atrapara con dos dedos, sus ojos dirigiéndose hacia el teléfono naturalmente.

Se puso de pie y caminó hacia allí. Levantó el recibidor y puso la moneda, marcando el número. Sakuta escuchó detrás de él.

Podía escuchar su respiración nerviosa. Supo que le respondieron cuando la escuchó respirar suavemente.

—Soy yo… Sí, me encontré con Azusagawa. Además, um… Tengo una petición —dejó de hablar por un momento y respiró con profundidad. Luego continuó con más sentimiento—. Quiero ir a ver los fuegos artificiales también.

Nada siguió sus palabras. Su respiración misma pareció desvanecerse. Entonces escuchó un estrépito.

Se dio la vuelta para mirar.

Se encontró con un teléfono público completamente común, el receptor colgando a un lado. Miró a ambos lados, pero no se encontró con nadie, sólo un largo corredor. Tanto como podía ver, no había nadie más allí.

Poniéndose de pie, Sakuta tomó el teléfono y habló juguetonamente.

—Hola~.

—Vuelve al cuarto. Sakurajima-senpai te está esperando, ¿verdad? —fueron las palabras que escuchó.

—Finalmente podré jugar con Mai-san.

—No pregunté eso.

—Deberías, por lo menos un poco.

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—Más importante, ¿los fuegos artificiales? —Rio cambió el tema por la fuerza— No llegues tarde, Azusagawa.

—Aunque puedes retrasarte un poco, Futaba. Toma tiempo ponerse una yukata.

—¿Realmente tengo que llevar una?

—No tiene punto ver los fuegos artificiales si no hay chicas con yukata.

—Ya veo… Entonces supongo que tendré que prometerlo —dijo. De alguna forma, su tono sonaba alegre.

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