Goblin Slayer

Volumen 5

Capítulo 5: Asalto a la Mazmorra

Parte 4

 

 

—No hay nadie allí.

—Muy bien.

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Cuando la elfa volvió a asomarse por la puerta y entregó su informe, el grupo se retiró rápidamente de la prisión del sótano.

El olor nauseabundo de los goblins no es algo agradable. El castillo de piedra no era mucho menos vil que la habitación subterránea, pero en cierto modo, la sacerdotisa pudo respirar profundamente, agradecida.

—¿Está bien… dejar a esa gente allí? —, ella susurró.

—Es más seguro que traerlos a tropezar entre nosotros, sólo puedo pensar en eso —, dijo el sacerdote lagarto.

Afortunadamente –o tal vez, por así decirlo, desafortunadamente– encontraron a varias chicas cautivas, devastadas pero vivas. Habían liberado a las jóvenes, pero como dijo el sacerdote lagarto era imposible llevarlas consigo.


Y aunque sabían que el tiempo y los milagros eran importantes para el grupo, el hecho de que habían sido imposibilitados de curar a las jóvenes…

—Tenemos que volver allí y ayudarlas tan pronto como podamos —, dijo la sacerdotisa, mirando hacia atrás con pesar.

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—Ahora mismo me pregunto si podemos ayudarnos a nosotros mismos —, murmuró el chamán enano, moviéndose cuidadosamente a lo largo de la pared de piedra.

Él era el que lideraba el grupo. La fortaleza de piedra no tenía grietas ni rajaduras, realmente una obra de enanos. Cuando la fortaleza se enfrentaba a algunos bandidos atacantes, se demostraba el gran trabajo de esos artesanos.

El grupo caminaba ahora en formación, con la elfa buscando enemigos y el chamán enano trazando el camino a seguir.

—De todos modos, Corta Barbas, ¿adónde planeas ir? ¿Nos dirigimos a la torre principal?

—No —, dijo Goblin Slayer, sacudiendo su cabeza. —Es demasiado pronto para atacar al líder enemigo.

—……

Noble Fencer tembló ante la tranquila declaración. Para evitar que se repitiera su anterior arrebato, ahora era la penúltima en la fila; la sacerdotisa estaba con ella.

Desde que recibió la breve, pero sincera disculpa de la elfa, Noble Fencer había hablado muy poco.

—Nunca he visto una espada como esa —, le había dicho el chamán enano. —Parece un buen trabajo, pero, ¿cuál es ese metal?

Entonces, y sólo entonces, ella murmuró en respuesta, —…Aluminio… La hoja fue forjada de una gema roja con un martillo-relámpago.


—Aluminio, ¿verdad? No puedo decir que haya oído hablar de él. ¿Te importa si echo un vistazo?

En vez de una respuesta, ella le lanzó una mirada de rechazo. El chamán enano solo se encogió de hombros.

—Hmm —, Goblin Slayer gruñó. —Primero vayamos a su almacén.

—¿Armería o comida?

—Ambos. Pero empecemos con las armas.

—Por aquí, entonces.

El grupo avanzó a través de la fortaleza como sombras, sin hacer ruido. Nadie nunca en el grupo se había adentrado demasiado en el mundo de los equipos ruidosos. Sólo la sacerdotisa y Goblin Slayer llevaban armadura de metal, y en el caso de la sacerdotisa era sólo una delgada cota de malla. Goblin Slayer llevaba una cota de malla junto con su armadura de cuero.

Los únicos sonidos en el pasillo eran las pisadas de las botas de piel, y la respiración de cada uno de ellos.

Los aventureros organizaron su formación de modo que estuvieran caminando en fila. Estaban atentos a las trampas, vigilando el área que les rodeaba y a sus compañeros, pero no estaban nerviosos, y nunca bajaban la guardia.

Después de todo, de los seis aventureros que había allí, cuatro eran Plata, el tercer rango. La exploración de los laberintos les resultaba tan natural como la respiración.

—…Algo se acerca —, dijo la elfa, deteniéndose donde estaba con sus orejas rebotando. Se agachó y sacó su gran arco, preparando una flecha y tirando la cuerda hacia atrás. Estaba apuntando a la esquina de adelante.

Sin decir una palabra, Goblin Slayer cogió la espada que tenía en su cadera, moviéndose frente al chamán enano. Desde su nueva posición en la formación, el hechicero metió la mano en su bolsa de catalizadores, mientras la sacerdotisa agarraba su bastón. El sacerdote lagarto sacudió su cola y miró fácilmente por encima de su hombro; Noble Fencer rechinó los dientes.

Por fin escucharon dos series de pasos indefensos que se acercaban a la esquina.

—……

Sólo hubo un mínimo susurro de aire cuando se soltó la cuerda del arco. La flecha de la elfa voló por el espacio, atravesando el ojo de un goblin y clavándolo en la pared.

—¡¿GROOAB?! — Ante lo que debe haber parecido la vista de su compañero derrumbándose contra la pared, el segundo goblin dio un grito de confusión.

Antes de que procesara lo que había pasado, una espada brotaba de su garganta. Goblin Slayer se la había lanzado sin dudarlo.

—Tenemos que esconder los cuerpos —, dijo él.

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—Si tenemos que pasar por todo ese problema, ¿por qué no nos escondimos en primer lugar? — Preguntó la elfa.

—Esto es mejor que si nos hubieran encontrado y los sonidos de la batalla hubieran alertado a alguien más de nuestra presencia.

Él se acercó a los cadáveres con su enérgico paso; presionó una bota contra los cuerpos y retiró la espada y la flecha, lanzando esta última a la elfa.

—Urgh —, dijo ella mientras la tomaba, como si eso ahora le molestara de repente; ella limpió la sangre rápidamente. La sangre de un animal salvaje podía ser una cosa, pero la sangre de un goblin no era algo que se pudiera tolerar.

—¿Cuántos hechizos y milagros les quedan? — Preguntó Goblin Slayer, mirando a sus compañeros.

—Um… — La sacerdotisa puso un dedo pálido contra sus labios, pensativamente. —No he usado ninguno, así que me quedan tres. — Contaba con sus dedos: Encender había sido usado en el camino, mientras que Comunicación había sido necesitado al entrar en la fortaleza. —Los otros dos han usado uno cada uno, así que a cada uno le quedan tres, así que… ¿Nueve en total?

—Oye, aquí —, dijo jovialmente el chamán enano. —No estás contando a nuestra nueva amiga. — Señaló a Noble Fencer.

Ella había estado parada a cierta distancia, ignorando su conversación mientras miraba intensamente los cadáveres de los goblins, pero ahora murmuró, —…Dos más.

“¿Eso es todo?” La sacerdotisa se preguntó, no por sus hechizos, sino por las palabras que iba a usar.

La sacerdotisa frunció el ceño y dijo, —Muchas gracias —, con todo el entusiasmo que pudo reunir. Noble Fencer, sin embargo, siguió mirando hacia otro lado, ni siquiera miraba al grupo.

—Hmmm… — Un pequeño murmullo escapó de la sacerdotisa. El gesto le recordó a las niñas aprendices en el Templo, específicamente, le recordó a las más problemáticas.

—De todos modos, son once en total, ¿no es así?

—Ciertamente no estamos ni cerca de agotar nuestros recursos —, dijo el sacerdote lagarto. —¿Supongo que no te importará si gastamos un hechizo aquí o allá?

—No —, dijo Goblin Slayer. —Considéralo nueve hechizos.

—¿Cómo es eso? —, dijo el sacerdote lagarto, parpadeando. —¿Cómo llegaste a ese número?

—Debemos preservar nuestros dos hechizos Rayo.

Noble Fencer se estremeció ante esto. Sus ojos, tan claros como el cristal, estaban fijos en Goblin Slayer. Su voz era delgada e inmensamente silenciosa.

—… ¿Puedo… matar goblins?

—Si todo va bien.

Sus palabras fueron muy breves. Noble Fencer continuó mirando al inexpresivo casco, hasta que finalmente asintió con un pequeño movimiento de cabeza.

—No podemos matar más goblins hasta que nos deshagamos de los que ya hemos matado, ¿verdad? — La elfa mayor, que parecía haber ignorado la discusión de hechizos y milagros, picó a uno de los monstruos muertos con la flecha que aún tenía en la mano. A pesar del frío, los goblins sólo habían envuelto sus caderas y pies en pieles. Las lanzas rústicas eran sus armas. Parecía que difícilmente poseían algo del mundo.

—¿Tienes alguna idea de cómo hacerlo? — Preguntó Goblin Slayer, rebuscando en su bolsa de objetos mientras hablaba.

—¿Una idea? Hmmm… Bueno… ¡Oh! — Sus orejas saltaron con entusiasmo. Le hizo una seña al chamán enano con un brillo en sus ojos como un niño travieso. —Enano, dame tu vino. Toda la botella.

—Oh-ho. — El chamán enano sonrió, como si hubiera una broma en marcha. —¿Cuál es la historia, Orejas Largas? ¿Buscando un poco de inspiración líquida?





—Sólo pásala aquí, ya.

—Sí, está bien. Aún queda algo. No te lo bebas todo.


—No te preocupes. No me lo beberé. — Sacó el tapón con un chasquido y lo olisqueó, frunciendo el ceño ante el agudo olor del alcohol. —Te prometo que no beberé ni una gota. — Y luego dio vuelta la botella y vació el contenido en el suelo.

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—¡Oh, no! — El chamán enano gimió como si el mundo se acabara. El hecho de que no se limitara a gritar era un testimonio de sus instintos como aventurero.

Sin embargo, parecía que iba a saltar del suelo hasta el pequeño pecho de la elfa mientras agarraba la botella.

—Ahora mira lo que has hecho, estúpida con pecho de yunque.

—Lo pedí amablemente, ¿verdad? Ahora vamos, esto fue necesario, tenemos que hacer lo que tenemos que hacer.

—¡¿Cómo que es necesario?! ¿Cómo puede ser esto lo que tenemos que hacer? ¡Mi… mi vino!

—No, ella nos ha ayudado. — Goblin Slayer ya se estaba moviendo. Había adivinado lo que la elfa tenía en mente; ahora limpió la sangre goteando con un trapo y colocó los cadáveres contra la pared. Inclinó las cabezas hacia abajo para que sus heridas no fueran obvias, y pateó la lanza que uno de los goblins había dejado caer para que rodara hacia su costado.

—¡Hrrrrrgh…! —, se lamentó el chamán enano.

—¡Heh! ¿Ves? Yo ayudé. Oh, no te preocupes. Te daré una botella nueva más tarde. — Pareciendo muy contenta consigo misma, la elfa puso la botella de vino junto a los goblins.

—¡Oh…! — Dijo la sacerdotisa. Sus ojos empezaron a brillar, y asintió con comprensión. —No hay un goblin vivo que se tome su trabajo en serio, ¿verdad?

—Esa es la idea —, contestó la ranger. Ella guiñó el ojo e hizo una gran risita.

Ahora los cadáveres parecían no ser más que dos goblins borrachos. El fuerte olor del alcohol ayudaría a enmascarar el olor de la sangre.

Un par de goblins que se pusieron a beber mientras estaban de guardia y luego se quedaron dormidos, seguramente no sería nada extraordinario.

—Si no podemos mantenerlos ocultos, podemos esconderlos a simple vista —, dijo la elfa.

—Pero, ¿por qué tuvimos que usar mi vino para hacerlo? — Gimió el chamán enano, mordiéndose las uñas con pesar mientras observaba el líquido goteando a lo largo del suelo de piedra.

El sacerdote lagarto le dio una buena palmada en la espalda. —No te desanimes, yo también te daré otra. Tendremos que brindar por la buena forma de pensar de la ranger.

El chamán enano miró al sacerdote dando infeliz gruñido, pero el sacerdote lagarto giró sus ojos.

—¿No lo cree, Goblin Slayer-dono?

—Sí. — Asintió. —Yo invito los tragos.

Después de esta oferta, ya no había lugar para las quejas. El chamán enano gimió y murmuró de nuevo y finalmente soltó un profundo suspiro.

—Hrm. Erm. Bueno… si Escamoso y Corta Barbas se sienten así, entonces…

—Ciertamente —, dijo el sacerdote lagarto. —Pero por ahora, debemos darnos prisa. ¿Dónde está la armería?

—Claro, claro. Por aquí. — El chamán enano dirigió al grupo con un gesto de su mano.

Junto a él estaba la elfa, riéndose triunfalmente.

—¡Orejas largas, pecho de yunque…! ¡Cuando volvamos al bar, me vas a invitar hasta que tu cabeza dé vueltas!

—Sí, lo que sea. Te mantendré bebiendo todo el tiempo que quieras, así que no te enfades tanto.

Y la discusión continuó. La sacerdotisa sonrió al verlos intercambiando insultos amistosos de nuevo.

Gracias a dios.

En el sótano de antes, hubo una discusión real. Nunca es una buena sensación ver a tus camaradas pelearse entre ellos. Así que ahora…

Estoy muy, muy contenta.

Con ese pensamiento sincero en su mente, la sacerdotisa se arrodilló justo donde estaba. Agarró su bastón con ambas manos, como si se adhiriera a él. El sacerdote lagarto la miró y asintió. “Seguimos adelante”, él parecía estar diciendo.

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Entonces la sacerdotisa cerró los ojos, como siempre lo hacía.

—… ¿Qué estás haciendo?

La silenciosa voz, vino inesperadamente de al lado.

—Oh, uh, yo… bueno… — La sacerdotisa sintió que su corazón latía más rápido, pero asintió sin levantarse. —Estoy rezando por el descanso de sus almas… Aunque lo estoy haciendo rápido, porque no tenemos mucho tiempo.

De repente, sintió su mano, que sostenía su bastón, ser agarrada por la de Noble Fencer. La sacerdotisa parecía desconcertada, pero Noble Fencer agitó su cabeza con firmeza.

—…Eso no es necesario.

—¿Huh? Pero…

Antes de que pudiera decir que todos son iguales en la muerte, Noble Fencer le dio a uno de los cuerpos una despiadada patada. El goblin, que había estado apoyado contra la pared, cayó al suelo.

—…Eso no es necesario. ¡No… para… bastardos… como estos…!

Noble Fencer parecía estar esforzándose a sí misma para hablar aún más enérgicamente cuando:

—Vamos.

Bajo y agudo, contundente y desapasionado, tal como él siempre hablaba.

Levantaron la vista y se dieron cuenta de que el resto del grupo se había adentrado en la fortaleza; sólo Goblin Slayer se había quedado con ellas. Su espada y escudo estaban en alerta, y su yelmo giró lentamente, escaneando el área.

¿Estaba… esperándonos?

La sacerdotisa, por supuesto, no hizo la pregunta en voz alta. No lo necesitaba.

Él siempre los estaba esperando. Lo había aprendido bien en el último año.

—De acuerdo… Estaremos allí enseguida. — Rápidamente, pero con cuidado, la sacerdotisa cerró los ojos y rezó para que los goblins muertos estuvieran bien en la otra vida. Se puso de pie, quitándose el polvo de las rodillas, y luego sonrió a Noble Fencer.

—¿Nos vamos?

—………

Noble Fencer no dijo nada, sólo apartó su vista, y luego se dirigió al grupo con un paso rígido.

Bueno, ahora. Su expresión se transformó en una confusa sonrisa, la sacerdotisa se rascó la mejilla y agitó la cabeza. —¿Le caigo… mal?

—No lo sé. — Goblin Slayer agitó con firmeza su propia cabeza, pero luego el yelmo se ladeó con curiosidad. —¿Deseas ser su amiga?

—Hmm… — Ahora que la pregunta surgió, la sacerdotisa puso un dedo en sus labios, miró al suelo y pensó.

Es que… no puedo dejar a esta gente sola.

El pensamiento era más bien, aunque no del todo, similar al que ella frecuentemente dirigía al aventurero que tenía enfrente.

Ella sonrió, su expresión era como la de una flor floreciente.

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—Sabes, creo que sí.

—¿Es así? — Asintió con la cabeza. —Entonces deberías intentar serlo.

Eso fue todo lo que dijo Goblin Slayer antes de que se diera la vuelta y se fuera. El “¡Lo haré!” de la sacerdotisa le siguió.

Adelante, por el oscuro túnel, sus compañeros los esperaban.

La armería no estaba lejos ahora.

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