Goblin Slayer

Volumen 5

Capítulo 5: Asalto a la Mazmorra

Parte 3

 

 

Dejaron el patio lleno de goblins, bajaron por una escalera que goteaba con el líquido que escurría de la podrida basura. Sus pasos resonaban extrañamente en el sótano de piedra. Era tenue y sombrío, y un hedor indescriptible surgía de alguna parte. Dudaban que fuera de un almacén. ¿Por qué mantener la comida en jaulas?

Estaban en el calabozo.


Los barrotes y las cerraduras eran de fabricación enana, robustos pero hermosos. Las cadenas interiores eran igualmente impresionantes. Quizás habían sido usados, en algún momento, para atar a los agentes del caos, o a aquellos malhechores que habrían amenazado esta fortaleza.

Pero ahora, este lugar estaba bajo control goblin, y estas habitaciones eran la última residencia de desafortunadas muchachas. Imagínate a una pobre alma encadenada aquí abajo, tratando de contener su nariz contra el inconfundible olor de los cadáveres podridos.

—…

La sacerdotisa oyó un ruido. Era Noble Fencer, que había apretado los dientes y soltado un débil gemido. Su cuerpo estaba rígido en los brazos de la sacerdotisa.

—ORAGARR.

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El goblin jugueteó con la oxidada cerradura, y la puerta de la celda se abrió.

El suelo estaba lleno de un líquido no identificable. Las cadenas estaban casi rojas por el óxido.

Al estar bajo tierra, el aire traía una corriente fría, aunque era mejor que estar afuera. El hedor de la putrefacción se desplazaba junto con el frío.

Sólo había un agujero para defecar, y ya estaba lleno de deshechos. Como si eso fuera poco, un brazo humano también había sido arrojado descuidadamente al pozo.

La elfa dio un estrangulado gorgoteo que resonó fuertemente. No hace falta mencionar que era debido a los sentidos superiores de los elfos.

Aunque los ojos humanos no podían ver tan bien como los de los elfos, el olor y el sentido del lugar le hizo recordar sus experiencias formativas a la sacerdotisa. Tomó una rasposa y silbante bocanada de aliento. Ella estaba acostumbrada a este tipo de cosas, quizás, probablemente, eso le gustaba pensar, pero aun así…

—…Eugh…

Aun así, ella no pudo evitar recordar aquella primera aventura. El espadachín caminando delante ella, y luego convulsionando por el veneno ante sus ojos. La maga que él había ayudado a matar. Y la artista marcial, rodeada de goblins, violada de la peor manera posible.

Todos en lugar de ella. Habían muerto mientras ella había sobrevivido. Ella estaba viva ahora. ¿Pero no llegaría su turno algún día?

Está bien. Está bien. Está… Está bien.

Ella recitó el nombre de la Madre Tierra en voz baja para evitar que sus dientes castañetearan. Ella lo miró, a Goblin Slayer.

O al menos, lo intentó.

—¡GAROU!

—¡Hh…ahhh!

Ella sintió que algo le agarró su cabeza; gritó. El sacerdote goblin había metido su mano en la jaula y tirado de su pelo con una violencia inhóspita.

—¡ORAGARAO!

“¡Abre la jaula y pon a esta chica en la celda!”

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Sea cual sea la deidad por la que debían ser sacrificadas, parecía que empezaría con ella.

El chamán enano y Goblin Slayer intercambiaron una mirada y asintieron, y luego bajaron la jaula.

El sacerdote lagarto dijo con seriedad, —Eso está bien, entonces. Sin embargo, si quieres… disfrutar de estas ofrendas, primero debo conocer al paladín, y…

—¡Hrrraaaahhhh!

Cuando se abrió la puerta de la jaula, Noble Fencer hizo algo totalmente inesperado: forzó su salida de la jaula, alcanzando al goblin que se divertía con la sacerdotisa, y le puso sus manos alrededor del cuello.

—¡¿OGA…?!

—¡Hraah! ¡Haaaahhhh! — Aullando como un animal salvaje, Noble Fencer aprovechó el tamaño de su cuerpo para tumbar al monstruo.

—¡¿GORARA…?!

—¡Eep! — La sacerdotisa gritó. El sacerdote goblin medio enloquecido había sacado un cuchillo de piedra de su cinturón y la rozó. Una delgada línea roja de sangre apareció en su mejilla, y ella retrocedió. Mientras lo hacía, Noble Fencer con un golpe hizo que la criatura soltara el cuchillo.





—¡¿ORAGAGAGA?!?!

—¡Goblin… Goblin! ¡¡Goblin!!!

Ella se montó encima del goblin, golpeándolo con sus puños. Cada vez que eso gritaba y golpeaba, aparecían nuevos moretones en la pálida piel de Noble Fencer, pero ella no les prestó atención.

—¡Aaaaagh! ¡Muere! ¡Muere, pedazo de basura!

Una nariz rota; las cuencas de los ojos destrozadas. Dientes doblados. Un mentón golpeado.

—¡¿GARAO?!

Incluso los goblins no podían pasar por alto disturbios de esa magnitud. La otra criatura en la sala del sótano, que había estado esperando para divertirse con las prisioneras, levantó un grito.

Entonces el guardia goblin hizo algo muy goblinesco: en lugar de enfrentar al atacante, subió corriendo por las escaleras para llamar a sus camaradas.

—Feh. — Goblin Slayer chasqueó su lengua. Sus movimientos fueron rápidos y precisos.

Arrojando la jaula al suelo, y haciendo caso omiso de las indignantes objeciones de la elfa, sacó la espada de su cadera y la mandó a volar.

La hoja cortó el aire sin hacer ningún ruido antes de enterrarse en la cabeza del goblin en las escaleras.

—¡¿ORAG?!

La criatura bajó rodando por la escalera, convulsionando, sin comprender lo que le había pasado. Goblin Slayer saltó sobre él inmediatamente.

—Hmph. — Le dio un giro a la espada, cortando la médula espinal, y cuando este golpe definitivo fue dado, arrancó la espada y pateo lejos el cuerpo. El cuerpo cayó por el resto de las escaleras, aterrizando en la piscina de deshechos y hundiéndose en ella. Eso escondería el cuerpo.

Sin embargo, Goblin Slayer, que nunca bajó la guardia, vigiló de cerca la parte superior de la escalera, su conexión con la superficie.

—¿GORA?

Justo como sospechaba. Un goblin que estaba patrullando había notado el alboroto en las escaleras y venía a investigar.

Goblin Slayer rápidamente ajustó el agarre en su espada y gritó a sus compañeros, —Hemos sido detectados. Viene otro.

—¡Aaaaaghhh! ¡Aaahhhhhh!

Noble Fencer seguía golpeando ciegamente al sacerdote goblin muerto. Los horribles y desiguales dientes de la criatura destrozaron la piel de sus puños, pero ella apenas se dio cuenta. En sólo unos segundos, sus dos manos estaban cubiertas de sangre.

—¡Al-Alto! ¡Por favor, detente! — La imploró la sacerdotisa, acercándose a la joven. —¡Éste no es el momento de… ¡ouch! — Uno de los brazos en movimiento la empujó hacia atrás y aterrizó sobre su espalda.

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El impacto de la fría piedra contra su frágil trasero fue bastante doloroso, pero ella hizo a un lado su dolor y dijo: —Er, ah, ¿debería usar Silencio?

—No, muchacha, nada de ruido atraería tanta atención como el ruido en sí —, dijo el chamán enano. —En cuyo caso, ahem

Empezó a hurgar en su bolsa, murmurando mientras pasaba de un objeto tras otro.

—Parece que no hay elección —, murmuró Goblin Slayer, agarrando con más fuerza su espada. Cuando se ocupase del goblin que se les acercaba ahora, inevitablemente empeoraría la situación. ¿Debería simplemente enfrentarse a los goblins ahora? No… Las probabilidades en su contra eran demasiado altas.

Mientras hacía estos rápidos cálculos, el sacerdote lagarto, que había estado callado hasta ese momento, habló. —¡Ranger-dono, grite!

—¿Qué? Er, ¿quién, y-yo?

La elfa mayor, que había estado tratando de detener a Noble Fencer, fue sorprendida por esa repentina llamada, sus oídos rebotaron de sorpresa.

El sacerdote lagarto golpeó su cola contra el suelo con irritación. Había un poco de enojo en su voz cuando dijo: —¡Haz lo que te pido y grita! ¡No tenemos tiempo!

—S-Sí, claro, está bien. Un grito… Un grito…

Ella profundamente tomó una gran bocanada de aire a través de sus bien formados labios, abrió la boca y…

—¡N-noooooo! ¡Alto! ¡Altooooo!

Su voz era tan clara y aguda que podría haber roto los tímpanos.

Las voces de los elfos eran muy potentes. Su grito resonó por todo el sótano, subió las escaleras y llegó a la superficie, aunque sólo fuera por poco.

—GORARA.

El goblin que estaba cerca de la parte superior de las escaleras parecía comprender lo que estaba pasando. Se detuvo, imaginando a la mujer maltratada. Hizo un gesto vulgar y miró a Goblin Slayer que estaba en las escaleras.

—¿GORARURU?

Goblin Slayer se encogió de hombros, y el goblin se rió desagradablemente e hizo un gesto de desprecio con su mano.

—Vendrás más tarde, ¿verdad?

Goblin Slayer miró fijamente a la criatura mientras se alejaba, la asquerosa sonrisa aún estaba en su cara.

Habían logrado recuperar una pequeña parte del tiempo que habían perdido. No lo malgastaría de nuevo.

El plan original había sido llevar los “sacrificios” al amo de la fortaleza para que las inspeccionara. La mejor oportunidad de eliminar el paladín goblin, si tal cosa existiera, lo más probable es que hubiera sido esa.

Pero el plan estaba hecho trizas ahora.

—Bueno, ya lo esperaba —, murmuró desapasionadamente Goblin Slayer mientras cerraba la puerta, la bloqueó y volvió a bajar las escaleras.

El cuerpo del guardia había flotado de nuevo hasta la parte superior de la piscina de desechos; él sin dudarlo, lo pateo al fondo de nuevo.

Miró a Noble Fencer, que seguía golpeando el cadáver del sacerdote goblin. —Trae a ese goblin aquí también. No es mucho, pero lo esconderemos. — El sonido de la carne golpeada se había transformado en un acuoso *splorch*.

—Vamos…vamos… ¡Para ya! — Dijo la elfa, arrancando a Noble Fencer del cadáver. Agarró a la chica de los hombros y tiró, ella actuó autoritariamente. Podría haber parecido delicada, pero tal era la diferencia de fuerza entre un rango Plata y uno de Porcelana, así consiguió mover a la guerrera.

—Disculpa, pero ¿qué crees que está haciendo? — Exigió la elfa. —¡Pensé que habíamos explicado cual era el plan!

Noble Fencer, ahora tendida en el sucio suelo, miraba a la arquera con ojos oscuros. —…Yo tengo que matar a los goblins.

—¡Aww, hombre…!

Era inútil tratar de convencerla de lo contrario. La elfa frunció los labios, haciendo que su desagrado fuera claro. Sus orejas se irguieron en medio de su revuelto pelo. Esa imprevisibilidad era lo que más le gustaba de los humanos. Ella tuvo que admitir que incluso le gustaba quejarse de todas las extrañas decisiones de Orcbolg. Al menos a veces. ¡Sólo un poquito…!

La aventurera que estaba sentada frente a ella, con ambas manos cubiertas de sangre, pero con una expresión serena en su rostro, era diferente. En qué era diferente, la elfa no podía decirlo exactamente, pero lo encontró inconfundible.

—¡Es por eso que estaba en contra de esto…!

—Me alegro de que nos hayamos librado sin tener que usar algún hechizo de repente … eso creo —, dijo el chamán enano, suspirando y agitando la petaca de vino a la altura de su cadera. Al oír el chapoteo interior, sacó el tapón y dio un largo trago. Luego limpió las gotitas en su barba y dio un eructo. Los espíritus del vino eran perfectos para un peligro apenas evitado.

—Esto no es lo que planeamos, pero tenemos que jugar la mano que nos tocó.

—Sí, supongo que no hay nada que hacer. Es mejor tenerla con nosotros que dejarla sola y que cause problemas que desconozcamos. — El sacerdote lagarto sonaba terriblemente calmado.

La elfa alzó una ceja. —¿Y si por ella quedamos atrapados en otra cosa, algo aún peor? — Puso sus manos sobre sus caderas y miró con ira a Noble Fencer. Su ira hacia a la joven, que estaba allí de pie con las manos aún cubiertas de sangre como si nada de esto le preocupara, parecía estar aumentando de nuevo.

La sacerdotisa, sensible a lo que estaba pasando, trató de evitarlo. —C-Cálmate, por favor, ¡mantén la calma! ¡No es el momento de enfadarse…!

—¡Tu deberías ser la más enojada de todos!

—¡¿Qué?!

La elfa de repente extendió su mano y rozó la mejilla de la sacerdotisa. La chica se estremeció involuntariamente ante el punzante dolor. Las armas de los goblins pueden ser rudimentarias, pero una cuchilla era una cuchilla.

De la línea roja, a lo largo de su mejilla, seguía goteando sangre.

Ella decidió lanzar un ataque sorpresa, ¡y tú fuiste quien lo pagó!

Los ojos de la sacerdotisa parpadearon. Ella apretó su pequeña mano contra su mejilla.

—Estoy bien —, insistió ella. Después de pensarlo un poco, la expresión que hizo fue la de una sonrisa, una que decía que podía aguantar un pequeño rasguño. Su valiente rostro solo pareció enfurecer aún más a la elfa.

—¡No estás bien, estás herida!

Al menos… sí, por lo menos, esa aventurera podría disculparse con la sacerdotisa.

La elfa se acercó como para agarrar a Noble Fencer, quien estaba mirando al espacio.

—Cálmate.

—¡Orcbolg…!

Pero se encontró un guante sucio que la detuvo.

Las más pequeñas lágrimas se filtraron por los bordes de los ojos de la elfa. Fueron sus emociones agitadas las que tuvieron la culpa. No podía estar tranquila sólo porque se lo pidieran.

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—Pero… ¡Pero dijo que vendría con nosotros, y ahora mira…! — la elfa dijo petulantemente, señalando a Noble Fencer. Ella sólo quería hacerse entender.

Pero Goblin Slayer agitó su cabeza. —Te estoy diciendo que te calmes.

Tomó al goblin muerto y lo arrastró, con vestiduras y todo, a la piscina de deshechos. Con un sonido asqueroso, ese cadáver también se hundió en la porquería.

Goblin Slayer apartó su vista de la elfa, cuyos hombros se agitaban con su enojada respiración.

—Oye.

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—¡Oh, s-sí! — Dijo la sacerdotisa, enderezándose rápidamente.

—Empieza a curarte a ti misma, luego dale a ella los primeros auxilios. Esa mano se pudrirá.

Hubo un momento de silencio, seguido de un gruñido. Goblin Slayer parecía estar sopesando si seguir adelante.

Entonces: —También habrá una cicatriz.

—…Claro. ¿Debería usar una poción…?

—Empieza con hierbas.

La sacerdotisa asintió con un —Sí, señor —, y luego le dio una palmadita a Noble Fencer. Las hierbas antisépticas y analgésicas no tendrían los efectos dramáticos de una poción, pero aun así su efectividad había sido comprobada. Goblin Slayer se aseguró de que la sacerdotisa se hubiera aplicado el ungüento en su mejilla correctamente, y luego asintió.

—Disculpa la molestia, pero por favor, comprueba si hay supervivientes entre los prisioneros.

—En ello. — El chamán enano tomó otro sorbo de su vino mientras respondía. Siempre respondía rápidamente a una llamada. —Ven conmigo, Escamoso. Voy a necesitar ayuda si tengo que sacar a alguien de alguna celda.

—¡Ha-ha-ha-ha-ha! Sí, la sabiduría convencional sostiene que los hechiceros son físicamente débiles, ¿no? — Dijo el sacerdote lagarto. Sólo una pequeña broma: una manera de luchar contra la atmósfera opresiva de la prisión.

Tocando la punta de su nariz con su larga lengua, el sacerdote lagarto le dijo a Goblin Slayer, —Supongo que no te importa si atendemos las heridas de cualquier herido que encontremos.

—Ahorren sus milagros —, contestó Goblin Slayer. —No importa lo que hagas, no habrá ningún prisionero en buenas condiciones para unirse a la batalla.

—De hecho, es un buen punto —, dijo el sacerdote lagarto, haciendo ese extraño gesto con sus manos.

Mientras él partía, susurró, —Comprendo tus sentimientos, pero quizás esta vez esa emoción debería dejarse para más tarde.

Las orejas de la elfa captaron su murmullo.

—No creo que sea suficiente decir que no teníamos otra opción y dejar pasar esto —, dijo ella después de una pausa, su rostro estaba pálido. Goblin Slayer estaba ante ella en silencio, con los brazos cruzados.

Goblin Slayer sintió que algo estaba mal –en parte debido al “sacerdote goblin”, algo horrible y aparentemente contradictorio si es que fuera sólo eso– pero los prisioneros eran lo más inquietante. Supuestamente, ninguna chica había sido secuestrada en la aldea. Lo que significaba que probablemente habían sido traídas aquí desde alguna otra aldea que los goblins habían atacado.

—……


Entonces, ¿habían forzado los goblins a sus prisioneros a caminar por ese camino nevado? ¿Era eso posible?

¿Qué tan grande era el área que operaban los goblins? ¿Y era este “paladín goblin” el que los dirigía?

—No me gusta —, dijo goblin Slayer.

Había estado hablando solo, pero la elfa respondió malhumoradamente, —Me lo dices a mí. — Entonces, sin hacer ningún esfuerzo por ocultar el descontento movimiento de sus orejas, miró fijamente dentro de su casco y le dijo, —¿Por qué has traído a esa chica?

El casco hizo que su expresión sea tan ilegible como siempre, y respondió desapasionadamente, —Porque la necesitamos.

—¿Ah, sí? —, dijo la ranger, haciendo una risita burlona. —Bueno, entonces tal vez deberías darle una tunda.

—En cualquier caso, si no salimos de aquí no podremos volver a casa. Y… — añadió, con la misma calma de siempre, —hay goblins que matar. Hemos aceptado el reto. O tenemos éxito, o no volvemos.

—Este… ¡Este este no es el momento de hablar así…!

—…Lo sé.


Pero.

—Yo… créeme, lo sé.

Su voz sonaba inusualmente cansada. La elfa de repente se dio cuenta de que no podía hablar.

—……

“¿Orcbolg?” ella le murmuro silenciosamente.

Tal vez no él no la logro escuchar. Él lentamente dejó escapar un suspiro. —Yo haré de guardia. Una vez que termines de revisar a los prisioneros y ayudar a quien puedas, ponte tu equipo.

—¿…Aquí?

—Así es.

—……

—No creo que puedas manejar una lucha vestida así —, le dijo a la elfa.

Específicamente, en un sótano de prisión rodeado de desechos, podredumbre y cadáveres.

La elfa murmuró que estaba de acuerdo. Ella presionó un dedo contra su frente, como si estuviera forzando un dolor de cabeza. —Sólo para asegurarme de que tengo claro esto: ¿aquí?

—Así es.

—¿Y quieres que nos cambiemos de ropa?

—Así es.

Argh, por el amor de dios. Orcbolg no ha cambiado nada, ¿verdad?

—Disculpa —, dijo la arquera con un suspiro, —pero los elfos tienen esta pequeña cosa llamada pudor…

—Si te molesta, usa esto como cortina.

—¡¿Ergah?! … ¡Gah! ¡Tú!

Él había tomado una manta de la jaula y se la había tirado; cayó sobre su cabeza.

Una expresión de ira se le escapó por un segundo a la elfa; rápidamente intentó calmarla, pero ya era demasiado tarde. Goblin Slayer ya estaba de espaldas de todas formas.

La elfa se puso a atar la manta firmemente alrededor de su cuello, y luego se cambió de ropa debajo de ella. No pudo evitar sentirse patética.

Descartó alegremente los trapos sucios que había usado como aventurera cautiva, reemplazándolos con su habitual vestimenta de cazadora. Se puso su armadura para que la mantuviera a salvo en la batalla; colocó el arco en su espalda; y en cuanto a su ropa interior… bueno, olvídalo. Ella no entendía por qué alguien se molestaría en eso de todos modos.

Oh, hombre… ¿Por qué estoy tan enfadada?

Esto no era propio de ella. No era propio de ella en absoluto. Poco a poco sintió que su ira se iba disipando.

¿Huh?

La elfa se detuvo, desconcertada, mientras inspeccionaba su propia armadura. Orcbolg le había dado la espalda y, sin embargo, ni siquiera estaba molesta por ello. En parte porque ya estaba acostumbrada, pero…

Si eso fuera todo, tampoco importaría que me ignorara si esto también se aplicara a ella (Noble Fencer).

—Hrrm… — Las orejas de la elfa temblaban pensativamente mientras analizaba este acertijo.

Así que… hay algo diferente cuando se trata de ella y Orcbolg.

¿Qué podría ser? ¿Qué era diferente?

Ella revolvió esos pensamientos en su mente una y otra vez hasta que amenazaron con provocar un remolino.

Aun así, no encontró una respuesta, sino que lo que le vino a la mente fue la única palabra que los dos parecían compartir.

—Goblins.

¡Goblins, goblins, goblins, goblins, goblins, goblins!

La elfa se encontró temblando; la palabra resonó en su mente como una maldición.

—¡Ahhh, sheesh! ¡Esto no es bueno…! — Ella se golpeó las mejillas con ambas manos, se frotó los bordes de sus ojos. Parece que no pudo centrarse.

No pudo hacer que estos sentimientos desaparecieran.

No pudo encontrar una respuesta.

Las cosas estaban en su peor momento.

Sí, pero.

—…Sólo hay una cosa que hacer, ¿no? — Soltó un gemido, sus orejas temblaban, y luego sacó su cabeza de debajo de la manta.

Goblin Slayer seguía de pie en lo alto de las escaleras, vigilando atentamente la puerta, con su equipo preparado.

La elfa le habló suavemente a su espalda. —Lo siento, Orcbolg. — Abrió la boca, pero se dio cuenta de que no podía seguir hablando. Ella buscó las palabras, y luego lo intentó de nuevo. —Yo… perdí un poco la cabeza.

—Eso pasa —, dijo Goblin Slayer, sin darse la vuelta. —A ti, a esa chica, a mí.

Sus palabras fueron tan tranquilas como siempre, incluso un poco frías. La elfa encontró sus mejillas casi relajándose, formando una sonrisa.

—¿Incluso tú, Orcbolg?

—Así es.

—Creo que nunca te he visto así.

—¿Ah, sí?

—Seguro que sí.

—Ya veo —, él murmuró sin mucho interés, y luego giró su cabeza.

Fue sólo un instante. La elfa recordó algo que la sacerdotisa le había dicho una vez. Que cuando él pensaba, cuando estaba a punto de decir algo… se quedaba en silencio.

—Le diré a todo el mundo que ya estás lista —, él dijo en voz baja. —Si crees que debería.

La elfa sacó una mano de debajo de la manta e hizo un gesto reconfortante como si dijera, “Tranquilo”.

—Nah. Se los diré yo misma. — Se detuvo y dijo, —Gracias.

Apartó la manta con un movimiento, contenta de que la manta escondiese su cara en ese instante; permitió esconder la suave sonrisa que había hecho.

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—Eres sorprendentemente… considerado, Orcbolg.

—… ¿Es así? — Goblin Slayer murmuró. Y él le dijo: —Hazlo rápido. Quiero que las otras chicas también cambien.

—Sí, sí.

Ella no podía ver su rostro y, sin embargo, la elfa pensó que sabía cuál era su expresión.

Eso fue suficiente para ella.

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