Goblin Slayer

Volumen 5

Capítulo 4: Reconstruir

Parte 2

 

 

Los ojos de Noble Fencer se abrieron al sonido crepitante de chispas volando. Sintió un débil calor, pero el dolor en su cuello, una sensación de ardor, le hizo saber que esto era una realidad.

¿Qué había pasado? ¿Qué le habían hecho? Una serie de recuerdos pasaron por su mente.

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—……

Noble Fencer silenciosamente apartó la manta y se sentó. Parecía estar en una cama.

Cuando miró a su alrededor, vio que estaba en una construcción de troncos. Un olor le picaba la nariz, ¿vino? Había sido un poco más de mala suerte que ni siquiera el hecho de estar amontonada en una pila de basura haya debilitado su sentido del olfato.

Estaba en el segundo piso de una posada. En una de las habitaciones de huéspedes, pensó. Si no estuviera simplemente alucinando.

Al mismo tiempo, podía ver una figura humana agazapado en un rincón oscuro de la habitación, que sólo estaba iluminado por el fuego.

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La figura llevaba un casco de aspecto barato y una armadura sucia. La espada que llevaba era de un largo extraño, y un pequeño escudo circular estaba apoyado contra la pared. Él se veía singularmente poco impresionante, excepto por la placa de plata alrededor de su cuello.

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La voz de Noble Fencer estaba temblando. —Goblins —, dijo ella. Habló en un susurro, más a sí misma que a alguien más.

—Sí. — El hombre respondió igual, su voz silenciosa y sus palabras contundentes. —Goblins.

—…Ya veo —, dijo ella, y luego se acostó en la cama. Cerró los ojos, mirando la oscuridad en la parte posterior de sus párpados, y luego los abrió levemente. —¿Qué hay de los otros? —, preguntó después de un segundo.

—Todos muertos —, llegó la respuesta desapasionada. Era casi misericordioso en su fría franqueza, dándole solo los hechos.

—Ya… ya veo.

Noble Fencer pensó durante un momento. Se asombró de lo duro de su corazón. Había esperado llorar, pero su espíritu estaba sorprendentemente callado.

—Gracias por ayudarme. — Una pausa. —Lo que quiero decir es… ¿se acabó?

—No. — Las tablas del piso crujieron cuando el hombre se puso de pie. Fijó el escudo a su brazo izquierdo, comprobó el estado de su casco, y luego se acercó a ella con un paso audaz e indiferente. —Hay algunas cosas que me gustaría preguntarte.

—……

—Sólo dime lo que puedas.

—……

—¿No te importa?

—……

Quizás tomando el silencio de Noble Fencer como un asentimiento, el extraño hombre continuó indiferentemente: ¿Cuántos goblins había encontrado? ¿Cuál era el diseño del nido? ¿Qué tipos de goblins había? ¿Dónde los había encontrado? ¿En qué dirección?

Ella respondió sin emoción.

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No lo sé. No lo sé. Todos se veían iguales. Cerca de la cueva. El norte.

El hombre sólo gruñó, —Hmm —, sin añadir nada más.

*Snap. Crackle* Los momentos de intermitente habla estaban conectados por el murmullo del fuego en la chimenea.

El hombre se levantó y cogió un atizador con su mano, clavándolo sin ganas en el fuego. Finalmente, habló, aun viendo la chimenea y tan silenciosamente como antes.

—¿Qué hiciste?

—…Traté de matarlos de hambre —, dijo Noble Fencer, tirando un poco de los bordes de su boca. Era sólo un pequeño gesto, tan pequeño que nadie más que ella podría haberlo notado. Pero pensó que había sonreído. —Estaba seguro de que funcionaría.

—Ya veo.

Ella asintió ante esta desapasionada respuesta.

Bloquear las salidas de la cueva, esperar a que los goblins empiecen a morir de hambre, y luego acabar con ellos. Ella y sus amigos podían hacerlo juntos, bien y sin problemas. Conseguir algo de experiencia, subir sus rangos. Y luego… Y luego…

—Estaba tan segura…

—Ya veo —, él repitió y asintió. Volvió a remover el fuego y luego puso a un lado el atizador. Hubo un traqueteo del hierro mientras se paraba. El suelo crujió. —Sí, entiendo cómo pudo pasar eso.

Noble Fencer lo miró vacíamente. El casco le impedía ver su cara. Se le ocurrió que estas era las primeras palabras de consuelo que él le había dicho.

Quizás el hombre ya había perdido interés en Noble Fencer, porque caminaba hacia la puerta. Antes de que él llegara, ella lo llamó.

—¡Oye, espera!

—¿Qué?

Algo venía a ella, una imagen tenue y ambigua de algún lugar del otro lado de su memoria.

Esa sucia armadura. Ese casco barato. Esa extraña espada y ese escudo redondo. Alguien testarudo y extraño, con una placa de rango Plata alrededor de su cuello. Alguien que mata goblins. Todo era sólo un vago recuerdo.

Pero eso le recordaba ciertas líneas de una canción que había escuchado en alguna parte. Le trajo recuerdos de hace mucho, mucho tiempo, cuando ella y sus amigos se reían juntos en la ciudad.

Un aventurero conocido como el hombre más amable de la frontera.

—¿Eres… Goblin Slayer?

—……

Él no respondió inmediatamente; hubo un momento de silencio.

Entonces, sin darse la vuelta, dijo, —Sí, algunos me llaman así.

Su voz, como siempre, no dio ninguna pista de sus emociones, y con eso, salió de la habitación.

Se escuchó el sonido de la puerta cerrándose. El atizador en el suelo era la única señal de que él había estado allí.

Noble Fencer miró al techo. Alguien había limpiado su piel y ropas, y se la había cambiado por un traje áspero y sin adornos. Se puso una mano en su pecho, que se levantó y cayó en sincronía con su respiración. ¿Él era el hombre que había limpiado su cuerpo? ¿O no? La verdad es que a ella tampoco le importaba.

Ya no quedaba nada para ella. Nada en absoluto.

Había abandonado su casa, sus amigos se habían ido y su castidad había sido robada. No tenía dinero, ni equipamiento.

Eso no es verdad.

Vio algo en un rincón de la habitación, el rincón donde el hombre, Goblin Slayer, había estado sentado al inicio. Armadura de cuero, maltratada y agujereada, y su bolsa de objetos, ahora sucia.


El dolor en su cuello se intensificó.

Goblin Slayer… Aquel que asesina goblins.

Parecía que los goblins no se habían dado cuenta de que Noble Fencer tenía un falso fondo cosido en su bolsa de objetos.

Tradicionalmente, cuando se usa un estoque, uno lleva un objeto que ayuda en la defensa en la mano contraria.

Lo que ella había escondido en el fondo de su bolsa de objetos era una segunda hoja con joyas de la casa de su familia. Era una daga de aluminio forjada por un martillo-relámpago contra una gema roja.

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