Arifureta Shokugyou de Sekai Saikyou (NL)

Volumen 7

Epílogo: Cabello Rubio y Ojos Carmesí

Un silencio desanimado resonaba sobre Garland, el país de los demonios. Hombres y mujeres de todas las edades conversaban en silenciosos susurros, discutiendo sobre la situación en que se encontraba su nación. El futuro de Garland parecía sombrío. Fue hasta el punto en que la gente con frecuencia disparaba miradas de preocupación al castillo, rezando para que los que vivían dentro tuvieran un plan para salvarlos.

Las fuentes de su desesperación fueron, por supuesto, los resultados de la última operación del ejército de demonios. El asalto a Heiligh y a la Montaña Divina había sido la batalla más importante de la guerra. Y había terminado en fracaso.

No, fracaso era una palabra demasiado blanda para describir lo que había pasado. Había sido una derrota completa y total. Su ejército, compuesto por más de cien mil monstruos y las mejores élites de los demonios, había sido destruido. Apenas el diez por ciento de la fuerza original del ejército demoníaco había logrado regresar.

Cuando los ciudadanos de Garland vieron el enorme ejército demoníaco desplegado en las llanuras a las afueras de su capital, estaban seguros. Seguro que los humanos no tendrían ninguna oportunidad contra tan abrumador poder. Pero ahora se veían obligados a reconsiderar todo de lo que estaban seguros.

¿Habían sido siempre tan fuertes los humanos? ¿No eran los demonios en realidad la raza elegida? Ahora que habían sido debilitados, ¿serían ellos los que se enfrentarían a una invasión? Y si es así, ¿tenía Garland alguna esperanza de sobrevivir? Los ciudadanos de Garland discutieron estas cuestiones en cada oportunidad que tenían, en un intento inútil de calmar su malestar. Hasta ahora, ni el señor de los demonios ni el general Freid habían hecho declaraciones públicas

En realidad, el ambiente dentro del castillo era aún más desanimado que en las calles. Cada soldado había perdido a alguien que le importaba, todo en un abrir y cerrar de ojos. Si hubiesen perdido en una batalla apropiada, al menos podrían haber culpado a su general por no mandar bien. Incluso si él no tenía la culpa, ellos podrían haberse sentido justificados al empujar su enojo y resentimiento hacia él.

Pero ni un solo soldado podría culpar a Freid. Nadie podría haber predicho que un gigantesco pilar de luz llovería y aniquilaría a su ejército en pocos segundos. Apenas podían denunciar a su general por no anticipar un ataque como ese. Los soldados estaban demasiado entumecidos por la desesperación como para sentir ira. Ninguno de ellos tenía la fuerza de voluntad para buscar a alguien que asumiera la responsabilidad.

Freid Bagwa se sentó en su oficina y enterró su cabeza entre sus manos.

“Ngh.” Sentía como si le hubieran arrancado el corazón del pecho. Apretó los dientes, y profundas arrugas se formaron en su frente, lo que hizo que sus bellos rasgos se aplastaran de preocupación y tristeza.

Después de todo, era el comandante de las fuerzas del señor de los demonios, el general responsable de su derrota.

“¡No puedo creer que sea tan impotente!” Se lamentaba de su propia incompetencia. Que esa chica rubia le reabriera las viejas heridas una y otra vez no había sido suficiente castigo por sus pecados. Freid ya había dado su informe al señor de los demonios. Sin embargo, el señor de los demonios al que tanto respetaba, el propio elegido de Dios, se había dignado no castigarlo.

Freid había sido preparado para ser ejecutado en el acto. Por supuesto, sabía que, como único poseedor de la magia antigua de Garland, el señor de los demonios no se desharía de él tan fácilmente. Pero, aun así, se sentía responsable. Había querido ser castigado con la muerte. Incluso ahora, la vergüenza que sentía al no cumplir con sus responsabilidades hacia su soberano, y hacia su dios, lo estaba consumiendo.

De repente, oyó una llamada a su puerta. En el momento en que dio su permiso para entrar, uno de sus hombres entró corriendo en la habitación y gritó.

“¡U-Urgente informe, señor! Acabamos de conocer los detalles de cómo concluyeron las operaciones en el imperio y el mar de árboles”.

“¡Las unidades de Davros y Divoff estaban a cargo de eso! ¡Dime cómo les fue!”

La operación de Heiligh puede haber fallado, pero rezo para que esos dos al menos tuvieran éxito. Sin embargo, cuando vio la expresión en la cara del mensajero, el corazón de Freid se hundió.

“Sí, señor. Divoff logró paralizar las defensas de la capital. Sin embargo, su unidad… no pudo asesinar al emperador. Él y sus hombres murieron en el intento.”

“Ya veo. Así que dieron sus vidas por Su Majestad y por Dios”.

Freid suspiró pesadamente. Había ordenado a Divoff que se retirara si no lograba asesinar al emperador. Sin embargo, Divoff sabía que retirarse de la capital habría sido una tarea difícil, por lo que probablemente había decidido apostarlo todo en un duelo de alor-nada. Freid no podía decidir si estaba orgulloso de Divoff por luchar con honor, o enojado con él por tirar por la borda incluso una pequeña oportunidad de sobrevivir.

Al final, agitó la cabeza y ordenó al mensajero que continuara.

“La conquista del mar de árboles… terminó en un completo fracaso. Mientras que Verbergen sufrió numerosas bajas, la ciudad sigue en pie. La unidad de Davros fue… completamente aniquilada.”

“¿¡Qué!? ¿Ninguna persona de la unidad de Davros sobrevivió? ¿No deberían haber podido retirarse al menos unos pocos? No, espera, ¿Verbergen sigue en pie? ¿Quieres decir que ni siquiera fueron capaces de alcanzar el verdadero laberinto? Imposible…”

“Según el informe, los exploradores que fueron a investigar la situación también estuvieron a punto de ser aniquilados. Los pocos que sobrevivieron afirmaban que los hombres con pieles de conejo acechaban los bosques”.

Los escalofríos corrían por la columna vertebral de Freid. ¿Bestias con piel de conejero? Freid pensó en el chico de pelo blanco que siempre le estaba dando tanto dolor. Una de sus compañeras era definitivamente un hombre-conejo. Y así, estaba seguro de que ese chico había estado detrás de la derrota de Davros.

“¡Ese bastardo!”

“¿F-Freid-sama?”

Freid estaba demasiado indignado para tomar nota de la confusión de su subordinado. Incluso cuando él mismo no estaba allí, ese chico era capaz de bloquear a Freid en todo momento. La sangre de Freid estaba hirviendo.

En ese momento, oyó otra llamada a su puerta. Parecía que tenía otra visita. Freid cerró los ojos y se obligó a calmarse. Una vez que tuvo el control de sí mismo, permitió que el recién llegado entrara.

“Mis disculpas por la repentina visita, General. Pero Su Majestad solicita su presencia.”

“Ah. Entendido, iré enseguida.” Tras una breve pausa, Freid asintió. El mensajero saludó y se retiró.

Durante los últimos diez días, Freid había estado en espera. Tanto él como la gente de Garland se estaban acercando a sus límites. Pero ahora, el señor de los demonios finalmente lo había llamado. Freid corrió hacia el salón del trono.

Los guardias saludaron y abrieron las puertas dobles cuando vieron a Freid. Cuando entró en la habitación, lo primero que vio fue al señor de los demonios. Le dio la espalda a Freid y miraba el retrato de Dios colgado detrás del trono.

“Freid Bagwa a su servicio, Su Majestad.”

Freid se arrodilló e inclinó la cabeza, pero el señor de los demonios continuó mirando el retrato, y no contestó.

Freid sentía como si la oscuridad se acercara a su alrededor. ¿Finalmente había sido abandonado por su señor? Pero entonces, sin apartarse del retrato, el señor de los demonios finalmente habló.

“¿Oíste lo que pasó con los equipos que enviamos al imperio y al mar de árboles?”

“Sí, Su Majestad. Acabo de oír el informe. Todo esto sucedió porque juzgué mal a nuestro enemigo. No tengo excusa para mis fracasos.”

El señor de los demonios se rió.

“No, no hubo fallas en tu planificación. Todo esto es porque esa irregularidad apareció”.

“Aún…”

El señor de los demonios continuó, haciendo caso omiso de la objeción de Freid.

“Más importante aún, Freid. Me gustaría oír el informe de tu batalla una vez más.”

“¿Su Majestad? ¿Quieres los detalles otra vez?”

“Ciertamente. Específicamente, quiero oír más sobre esa chica rubia y carmesí con la que peleaste. ¿Dijiste que ella “restauró” todas las heridas que sufriste en el pasado?”

“Restauro… sí, eso es correcto. Como usted dice, Su Majestad. Esa magia se sentía más como si estuviera “restaurando” algo que una variante de magia curativa.”

“Y dijiste que ella lanzó sus hechizos sin encantamientos ni círculos mágicos. Además, parecía ser poco más que una niña. ¿Correcto?”

“Sí, mi señor. Es como usted dice.”

El señor de los demonios volvió a reírse. Sin embargo, esta risita se sentía de alguna manera diferente a la de Freid. Era como si hubiera un significado más profundo detrás de ella.

“¿Su Majestad?”

Desconcertado, Freid le llamó. El señor de los demonios tosió apresuradamente y volvió a su tono digno.

“Freid. La mayoría de nuestros planes han terminado en fracaso. Nuestra fuerza de invasión ha sufrido un golpe paralizante. Aunque Garland sigue a salvo mientras tú y tus monstruos estén aquí, los ciudadanos se inquietan”.

“Mis más sinceras disculpas, Su Majestad. Asumo toda la responsabilidad de este fracaso.”

“No me importa culpar a nadie. La razón por la que te llamé no es por eso.”

Freid estaba prácticamente postrado ante el señor de los demonios en ese momento.

“Recibí un oráculo.”

“Quieres decir…”

Por una vez, Freid había oído directamente la voz de su dios Alv. La conciencia de Freid se oscureció mientras pensaba en esa reunión. Sin embargo, se las arregló para no desmayarse de nuevo.

Lo que sea que el señor de los demonios tuviera que decir, era algo que necesitaba escuchar. Freid se preparó. Si el señor de los demonios hubiera sido visitado por Alv, entonces sus siguientes palabras serían las palabras de su exaltado dios.

El señor de los demonios habló con voz lenta pero majestuosa.

“Te concederé mis apóstoles. Úsalos como mejor te parezca. Todo lo que pido es que me traigas a mí al irregular y a sus compañeras. Esas fueron las palabras que Lord Alv me regaló.”

“¿Qué quiere que traigamos a esos monstruos aquí? Pero…”

Aunque fuera la voluntad de Alv, Freid no podría hacer algo así. Su ira hacia Hajime y sus compañeros era demasiado grande, por lo que se negó a capturarlos vivos. Freid abrió la boca para objetar, pero afortunadamente se calló antes de poder decir algo de lo que se arrepentiría.

La razón por la que se detuvo fue porque un gigantesco pilar de luz apareció repentinamente frente a él.

“¿¡Imposible!? ¡Su Majestad, retroceda!” Preocupado de que Hajime pudiese estar intentando asesinarles, Freid instó al señor de los demonios a que se marchase. Sin embargo, el señor de los demonios extendió su mano para detener a Freid.

El deslumbrante y místico pilar de luz atravesó el techo del salón del trono, y luego se expandió hasta envolver la habitación. Freid vio una figura arrodillada en el centro de la luz antes de que se hiciera tan brillante que tuvo que cubrirse los ojos.

Al desvanecerse la luz, Freid abrió los ojos y vio una belleza de pelo plateado vestida con una armadura de Valquiria. Su figura era tan perfecta que lo dejó cautivado. Sin embargo, sus fríos ojos azules estaban desprovistos de calor humano. La niña se puso de pie mecánicamente y habló.

“Soy Hearst, uno de los apóstoles de Dios. Como mi señor desea, te prometo mis servicios, oh señor demonio. Permíteme barrer todo lo que se interponga en tu camino.”

“Bien hecho. Espero ver lo que puedes hacer”.

Freid miró, estupefacto, mientras el señor de los demonios conversaba casualmente con un apóstol de Dios. El señor de los demonios tomó poca nota del choque de Freid y continuó hablando con el ángel.

“Hearst. Me dijeron que el irregular derrotó a tu camarada, Noint… ¿Estás segura de que puedes manejar esto?”

“Lo soy. Noint no era más que una de muchos.”

¿Qué se supone que significa eso? Freid pensó para sí mismo. Un segundo después, su pregunta tácita fue respondida.

Pilares de luz brotaron uno tras otro dentro del inmenso salón del trono. Había fácilmente más de un centenar de ellos. Y de cada pilar de luz surgió otra Valquiria. No fue todo lo que hicieron.

“¡Su Majestad, General Freid! Hay cientos de mujeres con la misma cara frente al castillo”.

Mientras el mensajero daba su informe, Freid finalmente recuperó la cordura. Usó magia espacial para abrir una puerta y examinó la situación en el exterior. Los apóstoles de Dios estaban alineados en filas ordenadas fuera de las puertas delanteras del castillo. De un vistazo, parecía haber alrededor de 400 de ellas. Y había otros 100 más o menos dentro del salón del trono también.

Todas y cada una de ellas tenían exactamente el mismo tipo de rostro y cuerpo que Hearst. Todas ellas poseían la misma voz mecánica y sin emociones.

“Tienes 500 apóstoles para ayudarte. La derrota es impensable”.

Freid comenzó a temblar. Como todos los demás soldados, e incluso los ciudadanos de Garland. Las miradas de todos estaban pegadas a las ofrendas divinas que estaban afuera. Todos pensaban lo mismo.

Aaah. Realmente somos la raza elegida después de todo.

“Freid, tengo nuevas órdenes para ti. Usa a estas apóstoles para realizarla a cabo tu misión.”

“¡Como desee, mi señor!” Freid estaba increíblemente conmovido por la serenidad con que su señor había permanecido durante la llegada de los apóstoles. Lo sabía, es un hombre al que puedo respetar. Mientras escuchaba sus órdenes, un pensamiento extraño cruzó su mente.

Ahora que lo pienso, Su Majestad tiene el cabello rubio y los ojos carmesí también… igual que esa chica.