Arifureta Shokugyou de Sekai Saikyou (NL)

Volumen 7

Capítulo 3: La Prueba De La Princesa

Parte 1

Retrocedamos el reloj unos días antes, cuando Liliana y sus guardias habían sido dejados cerca de la capital. Después de dejar a [Fernir], viajaron en carruajes que ella había traído para el viaje.

Como había superado a todos los mensajeros y diplomáticos que había enviado, Liliana dudaba de que el imperio supiera que iba a venir. Eso la hizo sentir un poco arrepentida por todo el alboroto que causaría su repentina llegada, pero ahora mismo no había tiempo que perder.

Como mínimo, había enviado a sus guardias reales delante de ella para avisar con antelación al castillo imperial de su visita. Eso tendría que ser suficiente.

“La ciudad parece estar en alerta máxima, Su Alteza.” Una de sus criadas, Helina, dijo que mientras asomaba la cabeza por la ventana del carruaje.

Finalmente, Liliana frunció el ceño y respondió.

“Debe ser por el reciente ataque demoníaco. He oído tanto de los Haulia, pero parece que la invasión realmente se cobró un precio.”

“Y pensar que este ni siquiera era su ejército principal. Gracias a Dios que ese chico apareció para protegernos. Sin él, dudo que nuestra capital hubiera sobrevivido”.

“De hecho…”

“Si pudieras convencerlo de que se quede con el reino, el futuro de nuestro país estaría asegurado…”

“Supongo que sí…”

Por alguna razón, Helina estaba mirando intensamente a Liliana.

“Si pudieras convencerlo de que se quede, nuestro país estaría seguro.”

“¿Por qué sigues repitiendo esa frase? ¿Y por qué me miras así?”

Helina miró a Liliana de arriba a abajo, como si la estuviera valorando. Luego, con un suspiro desesperado, volvió a hablar.

“Si pudieras hacer eso, él se convertiría en nuestro nuevo rey…”

“Como dije, ¿por qué tienes que seguir… Espera, ¿qué acabas de decir? ¿Y por qué exactamente fue ese suspiro? ¿¡Qué es exactamente lo que te decepcionó tanto de mi cuerpo!?”

Helina había sido una de las sirvientas de Liliana desde la infancia. Durante años, Helina había apoyado a su princesa desde las sombras. Y Liliana consideraba a Helina como una de sus pocas amigas a las que realmente podía abrirse. Aunque la tendencia de Helina a insultar despreocupadamente a sus amigas no era tan elogiable.

En el momento en que Liliana estaba interrogando a su criada, el carruaje llegó a las puertas del castillo. A los dos se les mostró su habitación sin incidentes, y se les dijo que Gahard tendría una audiencia por la noche.

Esa noche, Liliana se dirigió al salón de audiencias. Cuando entró, encontró a Gahard esperando con una sonrisa en la cara.

Gahard D. Hoelscher, emperador del Imperio Hoelscher, tenía más de cincuenta años, pero parecía un hombre diez años más joven, y poseía la vitalidad y la energía de un hombre veinte años por debajo de él. Su lustroso cabello gris plateado, su mirada aguda y sus músculos abultados dejaban en claro que no había dejado que la vejez se apoderara de él todavía. Hacía sólo medio año que Gahard se había colado en el reino para probar la fuerza de Kouki, por lo que era lógico que no hubiera cambiado mucho desde entonces.

Liliana había pensado que desde que los demonios habían invadido la capital podría haber sido herido, pero parecía completamente ileso.

“Bien hecho, princesa Liliana. Teniendo en cuenta su repentina visita, espero que tenga algo interesante que informar”.

“Espero que Su Majestad lo encuentre así…” Liliana prefacio, antes de explicar los detalles de la invasión de su reino.

Empezó desde el principio, cuando Eri había empezado a convertir a los soldados reales en no-muertos. Ella también explicó cuáles eran los verdaderos Apóstoles de Dios, y las maquinaciones secretas que Ehit había estado tramando todo el tiempo. Liliana terminó describiendo la destrucción de la Santa Iglesia, la traición de Eri y la muerte de su padre, el Rey Eliheid.

Gahard se había sentado en silencio, contemplando todo el relato, y cuando Liliana terminó, suspiró mucho. Luego, se recostó en su silla y se cubrió la cara con una mano.

Aunque Gahard nunca había sido un seguidor muy devoto de Ehit, las revelaciones todavía lo sacudieron hasta la médula. Liliana había experimentado lo mismo ella misma, así que sorbió su té en silencio y esperó a que él aclarara sus sentimientos.

“Ya veo… Así que Eliheid, Loggins, e incluso ese viejo viejo astuto que creía que era inmortal… murió”. Su voz era controlada, sin emoción. Y sin embargo, había una tristeza en su mirada.

Después de un rato, enderezó la espalda y se encontró con la mirada de Liliana.

“Ese es un giro preocupante de los acontecimientos. Me entristece saber que un rey maravilloso y uno de los mejores soldados que el mundo ha visto ahora están muertos. Gracias por traerme esta información, princesa Liliana”.

“Simplemente cumplí con mi deber. Además, parece que tú también has sufrido bastante”. Liliana se sorprendió de la inesperada simpatía de Gahard. Ella había pensado que era un hombre mucho más frío.

“Pero aun así… Ya veo, así que la Santa Iglesia, y Ehit… Si esta información se hiciera pública, habría un escándalo”.

“Y sin embargo usted mismo no parece muy sorprendido por esta revelación, Su Majestad.”

“Oh, estoy muy sorprendido. El dios en el que creía desde que era un mocoso resultó ser un loco. Pero bueno, ya sabes cómo es con el imperio. Todo en lo que realmente creemos es en la fuerza. Matar a nuestros enemigos y tomar lo que queremos es todo lo que nos importa. Los débiles existen para servir a los fuertes. Así que, si resulta que Ehit es una farsa, bueno, es culpa suya por haber sido descubierto. Ahora que sé la verdad, no tiene sentido adorar a un dios falso”.

“Ya veo…”

La devoción del imperio a la fuerza era inquebrantable. Después de todo, incluso decidieron quién tenía derecho a ser el próximo emperador a través de una serie de duelos. Pero aun así, no puedo creer que él considere que su filosofía es aplicable incluso a Dios…. La gente de Hoelscher está… Liliana, loca, pensó para sí misma frunciendo el ceño.

Gahard no parecía nada perturbado, y rápidamente cambió de tema.

“Sin embargo, debo decir. La explicación que me diste estuvo bastante bien pensada. Experto en desviar… no usado, el shock de los ciudadanos a su favor. ¿Fuiste tú el que tuvo la idea?”

“Bueno, supongo que fui yo quien la finalizó al menos.”

Gahard entrecerró los ojos ante la vaga respuesta de Liliana.

“Lo que significa… ¿alguien más era el cerebro detrás de esto?”

“No fui yo, no.”

“Esto no va a ninguna parte. Deja de andarte con rodeos. El imperio tiene que saber quién ha ideado un plan tan astuto. Si insistes en que fuiste tú, princesa Liliana, entonces no tendré más remedio que hacerte mía. Después de todo, cualquiera que se le ocurra una excusa tan desagradable me llamará la atención”.

“Muy bien, como sospecha, este plan fue sugerido por otra persona.” Liliana vendió a Hajime sin dudarlo. O, mejor dicho, ella había obtenido permiso de antemano para contarle a Gahard sobre él. Después de todo, si ella le iba a explicar la verdad de los dioses y los demonios, inevitablemente tendría que haberle explicado también su participación.

Sin embargo, ella hubiera preferido mantener su existencia en secreto, si es posible. Sobre todo, porque le preocupaba que el emperador, que valoraba la fuerza por encima de todo, se obsesionara con él. No le preocupaba que Gahard lograra capturar a Hajime. No, le preocupaba que Hajime pudiese borrar del mapa al imperio, su único aliado, si Gahard era demasiado persistente en perseguir a Hajime.

Pero ya deberían estar en lo profundo del mar de los árboles. Ni Su Majestad podrá encontrarlos allí. Esa fue la razón principal por la que Liliana había decidido hablar.

Después de enterarse de la existencia y los logros de Hajime, Gahard extendió una mano y detuvo su discurso.

“Espera un momento, princesa.”

“Por supuesto. Tómate tu tiempo. Puedo adivinar lo que debes estar pensando.”

Gahard se frotó la sien y trató de absorber lo que Liliana le acababa de decir.

“Me gustaría creer que todo esto es una broma, pero…”

“Todo lo que dije es verdad. Es un sinergista de lo más anormal, capaz de destruir por sí solo un ejército de cien mil hombres y crear artefactos que pueden viajar la distancia entre nuestras capitales en un día y medio”. Liliana sonrió, una expresión de cansancio en su rostro.

Las arrugas aparecieron en la frente de Gahard al digerir sus palabras.

“Esto está en una escala mucho más allá de todo lo que he visto. Si lo que dijiste es verdad, es una fuerza estratégica por su cuenta. Si le apetecía, Hajime Nagumo podría hacer la guerra a una nación por su cuenta. No se parece en nada al héroe inmaduro con el que luché antes. Ese chico era fuerte, pero ni de lejos cerca de ese nivel. No podemos dejar que se vuelva loco. ¿Qué clase de persona es?” A Gahard le preocupaba que Hajime pudiera estar haciendo demandas ridículas a Liliana, como pago por salvar su ciudad.

Sin embargo, Liliana sonrió y agitó la cabeza.

“No te preocupes, no es lo que piensas. No es malvado, pero tampoco diría que es bueno. Simplemente no tiene ningún interés en los asuntos de este mundo. Básicamente, su postura es de no intervención. Tampoco entregará sus artefactos a nadie. Sin embargo, si es por el bien de la gente importante para él, o por sus metas, no dudará en hacer nada, no importa cuán loco sea. Es como un puercoespín, sólo es peligroso si le das un puñetazo”.

La frustración de Liliana por la forma en que la trató se filtró un poco en su explicación. Gahard sonrió irónicamente y se acarició la barbilla.

“Así que lo que estás diciendo es que no debería involucrarme con él. Como jefe de estado, sabes que no puedo hacer eso”.

Si era posible, Gahard quería traer a Hajime a su rebaño. Idealmente, quería ser capaz de utilizar los poderes de Hajime como deseaba. Como emperador de Hoelscher, era natural que pensara eso.

“Dicho esto, si realmente puede atravesar los cielos en un artefacto volador, incluso conocerlo sería difícil. Por ahora, me contentaré con esperar y ver. Mientras tanto, debo poner mis manos en la magia antigua, la fuente de Hajime Nagumo y el poder de los demonios.”

“Todo eso está muy bien, pero sepan que, si intentan algo, no nos quedaremos de brazos cruzados. Aunque seamos aliados, él es el salvador de nuestro reino”.

“Hmph, grandes palabras.” Gahard resopló.

Aunque había sido una bendición descubrir cuál era la recompensa por despejar un laberinto, el emperador era muy consciente de que despejarlo él mismo era probablemente imposible. La solución más práctica seguía siendo solicitar a alguien que ya poseía magia antigua. Pero eso, también, no sería fácil. La situación de Gahard era desconcertante.

“Ahora bien, estoy seguro de que no viniste aquí sólo para decirme eso. Déjenme escuchar lo que proponen con respecto a nuestra alianza.”

“Por supuesto. Para ser sincera, he venido a pedirles ayuda para reconstruir el reino y renovar nuestra alianza”.

Liliana pasó por alto los documentos que detallaban sus planes para su frente de batalla conjunto contra los demonios. Lo principal que Liliana quería de Gahard era que enviara ayuda militar.

Después de la traición de Eri, el reino había perdido a su caballero más fuerte, Meld Loggins, junto con el núcleo de sus fuerzas de élite. Para llenar el hueco que esos soldados habían dejado, Liliana quería tomar prestada la fuerza de los mejores del imperio.

“Ya veo. Estaría dispuesto a separarme de una división de tropas. Es en el mejor interés del imperio mantener el reino a salvo también. Lo último que quiero es pelear una guerra en dos frentes”.

“Gracias por su generosidad.”

Liliana respiró aliviada. Lo que más quería se le había concedido sin condiciones.

Los dos se ocuparon de los detalles del apoyo de Hoelscher, y luego pasaron a discutir su política general para tratar con los demonios.

Naturalmente, los dos no podían tomar por sí solos decisiones políticas radicales, por lo que discutieron sobre todo la estrategia de alto nivel y esbozaron los pasos que iban a dar.

“Eso es todo, creo. Todo lo que queda es mostrar al resto del mundo la fuerza de nuestra alianza. Me temo que tendré que pedirle su cooperación, princesa Liliana”.

“Entiendo. Si desea sellar nuestra alianza con un matrimonio, yo estaría dispuesto a establecer un compromiso. Sin embargo…”

“Entiendo su situación, por supuesto. En este momento, no puedes dejar el reino en manos de nadie más. El príncipe Lundel aún no ha sido coronado oficialmente, ¿correcto? Y creo que mencionó que muchos de sus ministros más competentes murieron en el ataque. Espero que no estés trabajando hasta la muerte”.

Liliana asintió con una pálida sonrisa. Al final, se decidió que se comprometería con el príncipe imperial, y su compromiso se anunciaría públicamente en los próximos días. Después de eso, Liliana se iría a casa con el pelotón de soldados que Gahard le prestaría.

El matrimonio en sí no se llevaría a cabo hasta que la situación en el reino se estableciera. Sin embargo, una vez que lo hiciera, demostraría tanto a sus propios ciudadanos como al ejército demoníaco que los dos países eran firmes aliados.

En general, Liliana estaba contenta con cómo había ido la discusión, así que trató de fingir que no se había dado cuenta de la decepción que sentía al tener que casarse.