Goblin Slayer – Side Story: Year One

Volumen 1

Capítulo 9: Después de la Sesión – Entre Aventuras

Parte 2

“Er… Ergh…”

La Vaquera gimió, un cubo de agua frente a ella en su habitación.

Una y otra vez, se puso las tijeras en su cabello, que pudo ver reflejadas en el agua.

Pero n-no tengo ni idea de cómo cortarme el cabello….

Ella nunca había pensado mucho en ello antes, y ahora su falta de interés había vuelto para atormentarla. Pero ya era demasiado tarde para desear haber prestado más atención a su flequillo en el pasado.

Ella consideró pedir ayuda a alguien, pero simplemente estaba demasiado avergonzada.

Quiero decir…. Vamos….

Todo se debía a la razón por la que se estaba cortando el cabello.

Aunque esa señorita lanzadora de hechizos que había contratado para ser su guardaespaldas probablemente no se habría reído de ella al oírlo.

Supongo que esta no es la clase de cosas por las que le pides ayuda a un aventurero.

Les había pagado para que fueran sus guardaespaldas; no eran exactamente sus amigos.

La Vaquera tomó un mechón de su flequillo entre sus dedos y acercó las tijeras, luego las apartó, agonizando por lo que debía hacer exactamente.

“Oh, por el…”

¡Bah! ¡Sólo hazlo! La Vaquera se armó de valor y luego atacó su cabello con las tijeras.

Shink.

Ella oyó que las cuchillas se unían, y luego unas cuantas hebras de su flequillo cayeron frente a su cara.

Dejó las tijeras a un lado y luego miró temblorosamente dentro del cubo.

Pero…

“Hmm…”

Lamentablemente, no podía decir si había hecho un buen trabajo.

Pero no puedo dejarlo así, eso es seguro.

Ella había empezado esto, y ahora tendría que terminarlo. Con ese pensamiento llenando su mente, sonrió un poco.

Él era igual, ella estaba segura.

“¡Bien!” dijo la Vaquera, golpeándose en las mejillas. Luego tomó de nuevo las tijeras y comenzó a cortar con audacia, cortando hileras de su cabello. A medida que caía, sentía que su cabeza se estaba volviendo más ligera, su visión más clara.

¿Por qué lo dejé así tanto tiempo?

Casi podría haber sido divertido escucharla preguntarse eso; nunca le había molestado antes.

Fue precisamente el darse cuenta de ese hecho lo que le permitió volverse más ligera de esta manera. Y eso, pensó, era algo bueno.

“¿Algo como esto, supongo…?”

Se pasó una mano por el cabello, jugueteó con su flequillo, y luego volvió a mirar el agua, murmurando para sí misma.

No se ve… raro, ¿no es así?

Probablemente necesitaba más práctica. Cuando le volviera a crecer el cabello, volvería a intentarlo.

Con ese pensamiento, limpió el cubo y las tijeras y barrió el cabello con una escoba.

El cabello de una mujer era algo precioso; se podía vender para fabricar pelucas o para tejer o incluso para mantener alejados a los espíritus malignos.

“Un amuleto, ¿huh?”

¿Y si ella le diera algo así?

Nah…. Eso sería vergonzoso.

Por supuesto. Y así, sacudiendo su propia idea, la Vaquera envolvió cuidadosamente el cabello recogido en papel de aceite.

“Uh… Hmm…”

Sin embargo, no podía imaginarse entregándoselo a alguien que no conocía. ¿Qué era lo mejor que podía hacer?

Mientras pasaba en ello…

“¡Cielos!”

…De repente, escuchó el sonido de pasos audaces, un sonido al que se había acostumbrado últimamente.

La Vaquera apresuradamente arrojó el cabello en un estante, luego pasó un peine por el cabello que le quedaba en la cabeza para alisarlo antes de salir a la parte delantera de la casa.

¿Qué decir? O mejor dicho, ¿cómo decirlo?

Se habían despedido casi como si hubiesen peleado, y luego ella había hecho esto, y ahora….

Ella apenas sabía qué expresión hacer, y mucho menos qué palabras usar.

“Oh…”

Pero para cuando todo esto pasó por su cabeza, ya era demasiado tarde.

Hubo un suave ruido a medida que el picaporte giraba, y luego la puerta se abrió con un suave crujido.

Lo primero que ella vio fueron sus botas, que se habían cubierto completamente de barro en el poco tiempo desde que se había ido.

La sucia armadura de cuero, el casco de acero de aspecto barato. La espada de una extraña longitud en su cadera, y el pequeño escudo redondo en su brazo.

Era él.

Él se detuvo en la entrada y la miró en silencio.

“Tu cabello…”

“Oh… Sí.”

La Vaquera no pudo evitar jugar con su cabello mientras estaba allí de pie; sus dedos tiraban de los flecos de su cabello.

“Me lo corté.”

“¿Es eso cierto?” Él asintió una vez y se quedó en silencio por un momento. Luego añadió: “Ya veo”.

Le tomó un tiempo encontrar la respuesta, pero no fue tan elaborada como la Vaquera esperaba. Ella expresó el sentimiento oscuro que había en su interior al fruncir los labios por un momento.

“¿Eso es todo?”, preguntó finalmente.

“¿Qué es todo?”

“¿No tienes nada más que decir? Ya sabes… se ve bien, o, ¡eso es tan lindo!”

Pero, bueno…

Incluso si él hubiera tenido esos sentimientos, ella no habría sabido cómo reaccionar.

Él tampoco parecía saberlo: un momento después, el casco se sacudió lentamente de arriba a abajo.

“Realmente no lo sé.”

“Supongo que no”, dijo la Vaquera, pero luego sonrió y añadió: “No se puede evitar, ¿verdad?”

Dio vueltas y se dirigió hacia la cocina.

Eso fue todo… no se pudo evitar. Así eran las cosas.

“No está mal… Al menos, eso creo.”

La voz era terriblemente suave y desapasionada, casi mecánica.

La Vaquera se quedó helada.

Ella volteó su cabeza, con el cabello recién acortado, y soltó un profundo suspiro.

Entonces ella le dio la espalda de nuevo y le dijo simplemente, “…¿Oh?”

“Sí.”

Eso era todo lo que ella necesitaba. Esas cortas y silenciosas palabras suyas fueron todo lo que se necesitó. Al entrar en la cocina, ella se giró para mirarlo.

“Oye”, dijo ella, poniendo ambas manos sobre la mesa e inclinándose hacia adelante. “¿Quieres que te haga la cena?”

“……”

“Es estofado. Te lo comerás, ¿verdad?”

Los sentimientos no son tan simples como las palabras.

Él no parecía saber qué decir.

El casco permaneció en silencio, sin ofrecer ni un solo movimiento.

Su expresión estaba escondida detrás de su visera. ¿Estaba enfadado? ¿O no?

La Vaquera se tragó saliva… tranquilamente, para que él no se diera cuenta.

Sus manos se apretaban sobre la mesa.

Una vaca mugió en el exterior.

Ella escuchó la voz de su tío a lo lejos, persiguiéndola.

Aun así, él no le había contestado.

Aun.

“…Sí.”

“¡Genial!”

La Vaquera apretó su puño para celebrar en el instante en que el casco asintió.

Entonces la tensión se le fue, sus mejillas se relajaron. Algo que había estado apretado pareció derretirse.

“Bueno, empezaré ahora mismo”.

Por primera vez en mucho tiempo, ella tomó el delantal que colgaba cerca. Ella no había hecho esto desde que era niña… por lo menos hace cinco años.

Ella recordaba vagamente las recetas que había aprendido. Se preguntaba si todavía podría hacerlas. Debería haber practicado…

Bueno, no importa.

Ella lo haría, a partir de ahora.

Todo ello. Todo. Una cosa a la vez.

Ella ya había limpiado. Ella se enderezaría, lavaría la ropa y ayudaría en la granja: cada vez haría más cosas.

Incluso cocinar… lo enfrentaría una y otra vez. Y él comería lo que ella prepararía una y otra vez.

“Oh, es cierto.”

Ella había olvidado algo importante.

Ella lo miró desde su lugar en la cocina. Él se había recostado torpemente en una silla en el comedor.

Ella respiró hondo, reteniéndolo en ese gran pecho suyo, y luego dijo las palabras con las que comenzaría todo lo demás.

“¡Bienvenido a casa!”