Goblin Slayer – Side Story: Year One

Volumen 1

Capítulo 7: Fase de Clímax – Llega la Noche

Parte 3

Mientras él caía, se dio cuenta de que la pérdida momentánea de conciencia se debía a que había recibido el golpe de una piedra en la cabeza.

Cayó de cara en un charco de fango, el agua de lluvia que se abría paso a través de las rejillas de su visera, amenazando con ahogarlo.

Aunque los goblins eran débiles, si no hubiera estado usando un casco, podría haber estado en verdadero peligro.

Extendió los brazos y comenzó a empujarse hacia arriba, sólo para sentir un fuerte impacto en su espalda, robándole el aliento: el golpe de un mazo.

Casi antes de que pudiera procesar lo que había sucedido, llegó otro golpe, y otro, y otro, y otro. Debía de haber un hacha o algo así entre las armas que lo golpearon, porque escuchó como su armadura y la cota de malla se rompían, sintió el dolor de la carne y el hueso desgarrándose y rompiéndose.

Maldijo la ardiente agonía, y la maldición sabía a hierro en su boca.

“¡GOROGR!”

“¡GRRB! ¡¡¡GOOROGRB!!!”

Los goblins se reían. Se burlaron del estúpido aventurero, se deleitaron al humillarlo. Sin duda, pronto se dirigirían a la aldea.

¿Y entonces qué pasaría?

No debes atreverte a moverte de este lugar.

Metió una mano en el barro. Sus huesos crujieron. Tenía las rodillas dobladas. Su aliento era forzado. Empezó a arrastrarse.

“¡¡¡GOOBRGBGBOG!!!”

Esta vez, el choque de la agonía le atravesó la mandíbula cuando un garrote lo golpeó en el costado de la cara. Él rodó en el suelo, aterrizando de espaldas.

Algunas de las gotas de lluvia cayeron a través de su visera y sobre su rostro. Todo su cuerpo se estaba empapando, y tenía frío. Tanto frío.

Sólo por un segundo, cerró los ojos. Su hermana lo regañaba por jugar en el lodo. Entonces los abrió. Sintió como su cabeza empezaba a elevarse; un goblin había agarrado el cuerno que quedaba en su casco.

Fue arrastrado hasta caer de rodillas; su visión estaba llena de las feas y vulgares sonrisas de los goblins.

Su mano se movía, buscando alguna forma de sujetar su espada. Había caído en el fango y, en algún punto durante caos, se había roto. La empuñadura y el pomo estaban allí, pero la mayor parte de la espada no estaba. La tiró a un lado.

“……”

No dijo nada. El lodo salpicaba debajo de él. Los goblins se reían, sus carcajadas se convirtieron en un zumbido dentro de su casco.

Él vio un garrote levantarse; lo miró tenuemente.

Sabía que en cuestión de instantes, ese garrote descendería, su casco se abriría, su cráneo se rompería, su cerebro se desparramaría.

Puede que no lo logren de un solo golpe, pero dos o tres lo conseguirían.

Él moriría.

Sentía como si esa noche lo hubiera perseguido, lo hubiera atrapado.

¿De qué te sirve que tu vida pase frente a tus ojos? Preguntó su profesor.

Piensa en lo que vas a hacer, hasta el último momento.

¿Qué iba a hacer y cómo?

Silenciosamente bajó los ojos.

Él sabía lo que le había pasado a su hermana mayor; lo había visto sin hacer ruido.

Sabía lo que harían los goblins cuando llegaran a la aldea y luego a esa ciudad.

Caras flotaron en su mente: Su vecina. El dueño de la granja. La recepcionista del Gremio. Los diferentes aventureros.

¿Y a mí qué me importa?

Inhaló profundamente y luego exhaló.

Sería el colmo de la arrogancia imaginar que el mundo no seguiría adelante sin él.

Dejemos que una aldea sea destruida; el mundo seguirá adelante. Dejemos que muera un hombre; el mundo seguirá girando. Los dados seguirían siendo lanzados.

Así que se enfocaría sólo en lo que tenía frente a él.

El goblin que estaba parado frente a él estaba sosteniendo un garrote. Era el goblin que estaba detrás de él el que sostenía el cuerno en su casco.

Tenía ambas manos libres. Debajo de su casco, movió los ojos. El goblin frente a él estaba sosteniendo un garrote.

¿Y qué hay del que está detrás de él? No podía girar su casco.

Sólo sus ojos.

En el cinturón del goblin, notó, había una daga.

La empuñadura tenía la forma de un halcón. La reconoció. No tenía vaina.

¿Y a mí qué me importa?

Su mano derecha se movió como un rayo.

“¡¿GBOR?!”

Metió un dedo en el pico del halcón, sacando la daga del cinturón; la sostuvo en un agarre invertido y la hizo descender.

Eso fue todo.

Pero cuando eso logró perforar el hombro de un goblin, cortando la columna vertebral y provocando su muerte, eso fue suficiente.

“¡¿GOROBOGOROBO?!”

El goblin, a punto de hacer caer su garrote, en cambio cayó hacia atrás. La sangre bullía de la herida, acompañada de un espeluznante silbido. La sangre se unió a la lluvia salpicando sobre él.

El goblin que se aferraba a él por detrás estaba balbuceando algo.

¿Y a mí qué me importa?

Ya estaba tirando a un lado la daga, cogiendo el garrote del monstruo recién muerto.

Lo balanceó como si fuera a golpear su propio hombro con él y oyó como el brazo y el hombro del enemigo eran aplastados.

“¡¿GBOGROB?!”

Un chillido punzante. El goblin cayó hacia atrás, agarrándose el brazo. El cuerno se astilló ruidosamente y se desprendió.

¿Y a mí qué me importa?

Mientras se giraba, hizo caer el garrote sobre el cráneo del goblin. La piel de su cabeza era notablemente suave, cediendo ligeramente como para acomodar el arma cuando bajaba para partirle la cabeza.

Tomó despreocupadamente un hacha de mano del cadáver del goblin, que yacía allí con un ojo fuera de su cuenca. Le dolía mucho la espalda, tal vez debido a que fue golpeado por esta hacha antes.

¿Y a mí qué me importa?

Movió el hacha tan fuerte como pudo, y luego, sin dudarlo, la soltó. Giró por el aire, y luego se enterró en la cabeza de un goblin que había estado bastante relajado hasta ese momento.

Era el que le había golpeado con la piedra anteriormente. Esto era más fácil que ganar limonadas, pensó el aventurero.

“¡Con este son… trece…!”

Tragó algo fibroso y espeso en su boca, gritando.

Metió la mano en su bolsa de objetos y sacó una botella. Una poción de resistencia. Abrió el corcho y tragó el líquido de un solo trago. Era amargo, y ardía mientras fluía por su garganta, directamente hacia su estómago.

Inmediatamente, un calor comenzó a extenderse por todo su cuerpo. Sus heridas no estaban siendo sanadas, pero sus sentidos estaban volviendo. Eso significaba que no estaba muerto. Así que no había ningún problema.

Tiró la botella al suelo, y se hundió en el barro; se llenó de agua y pronto se perdió de vista.

“¿Cuántos quedan…?”

La lluvia se precipitaba y el viento aullaba. En algún lugar de la noche oscura como la tinta, él pudo ver las luces fantasmales de lo que asumió que era una tercera división de goblins.

Pateó cada uno de los cadáveres de los goblins con su pie, dándoles vueltas hasta que encontró una espada adecuada, que cogió para sí mismo. Trató de guardarla en su vaina, pero se dio cuenta de que no le cabía; tendría que llevarla en la mano.

¿De qué demonios había estado tan preocupado antes? Una armería prácticamente había venido marchando hacia él.

“¡Catorce…!”

Un goblin estaba intentando atravesar la valla para llegar a la aldea, así que saltó sobre la criatura.

“¡¿GOORBGRB?!”

El monstruo encontró una espada atravesándole la garganta; echó espuma y murió aún agarrando la espada.

Dejó caer el cuerpo, cogiendo una daga del cinturón de la criatura mientras caía y haciendo un gran movimiento.

“¡¿GOOBG?!”

“Quince”.

El goblin que tenía detrás encontró repentinamente una espada brotando de su cabeza; se inclinó hacia atrás y se agitó en el lodo.

“¡GOOROG…!”

“¡¡¡GRORB!!!”

Los goblins aullaban, pero ¿qué le importaba? Pisó el cuerpo que tenía ante él, sacando violentamente la espada de su cuello. La hoja estaba empapada de sangre, pero ¿y qué? Un reemplazo vendría a él muy pronto.

Se movió hacia delante, arrastrando sus pies por el fango.

Los goblins eran cobardes. No tenían ningún deseo de morir, mucho menos el de sacrificarse por sus camaradas.

Pero en ese momento, su enemigo era sólo una persona. Y gracias a él, cada uno de los goblins sobrevivientes encontró que su parte del botín aumentaba. Si atacaban la aldea ahora, cada uno de ellos tendría más mujeres y alimentos de los que podían imaginar.

“¡¡¡GOGBRRG!!!”

“¡GORB! ¡¡¡GOOBBGR!!!”

Al final, parecía que la avaricia venció al miedo. Los goblins se le echaron encima todos juntos, empujándose y tirándose unos a otros hacia delante.

“Dieciséis… ¡Diecisiete!”

Un enemigo le saltó sobre él con una daga en la mano, pero golpeó al monstruo con su escudo, dejándolo caer en el lodo. Mientras se retorcía, giró su espada y cortó el cuello del goblin a su derecha.

La lluvia y el barro salpicaban por todas partes, y la sangre se desbordaba. Cogió su espada con un agarre invertido y rebanó al goblin en el suelo, desde la cabeza hasta el cuello. Romperle la columna.

“¡¿GORBBGR?!”

“Quedan dos…”

Soltó la espada y saltó hacia atrás rápidamente, casi rodando. Un garrote descendió y aplastó el reciente cadáver.

Otro goblin había intentado usar la muerte de su compañero como distracción para matarle. El monstruo con el garrote refunfuñó enfadado.

Metió la mano en el lodo, cogiendo la botella que había botado antes y la lanzó.

“¡¿GBBB?!”

Hubo un grito, presumiblemente debido al dolor combinado de la botella rompiéndose contra la cara de la criatura y el barro entrando en sus ojos.

El goblin tropezó hacia atrás, presionando sus manos contra su cara. Lo ignoró y en su lugar saltó hacia delante, golpeando su escudo contra un goblin que sostenía una lanza.

“¡¿GBRRGBGBOG?!”

“¡Uno más…!”

En una competencia de tamaño y peso corporal, un humano tenía la ventaja sobre un goblin. Especialmente un humano con armadura completa.

El goblin estaba tirado en el lodo, y lo tenía por el cuello; sintió que se rompía al presionar todo el peso de su cuerpo contra sus manos.

Aplastó su tráquea mientras tenía espasmos y emitió un repiqueteo de muerte, y eso fue el final de todo. Cogió la lanza de su mano y se volvió hacia el último goblin, que justo en ese momento estaba limpiando el barro de su cara.

“¡¿GOROOROGBGBBB?!”

“¡Dieci… nueve!”

La lanza no era más que una roca atada a un palo afilado, pero era suficiente para atravesar un corazón. El goblin murió con sangre volando por todas partes mientras arañaba hacia el cielo.

Mantuvo el arma firmemente sujeta, hundiéndola más profundamente, y luego soltó un suspiro.

Inhala y luego exhala. Adentro, afuera. Adentro, afuera. Adentro, luego afuera.

Él podía sentir el sabor de la sangre en lo profundo de su garganta. No quería nada más que tumbarse en el barro. Su mente apenas funcionaba, y sus párpados eran pesados.

Su cerebro, o alguna parte profunda de él, estaba tratando de forzar la lógica en él: bebe un antídoto.

Los fluidos corporales de los goblins, sus espadas contaminadas, la lluvia y el barro: todos se metían en sus heridas y lo enfermaban. Él lo sabía.

Se levantó de forma inestable, como una especie de fantasma, y encontró la botella en su bolsa de objetos. Había hecho bien en no confundirla con la poción de resistencia que había tomado antes. Necesitaría encontrar alguna manera de distinguirlas por el tacto. Se le resbalaban los dedos, lo que le dificultaba destapar el corcho, pero lo logró y se bebió toda la botella de líquido amargo de un solo trago.

“Ah… Ahh…”

Se había acabado.

Tenía que ser así.

Sin embargo, no tenía ninguna sensación de logro; apenas podía creer que había terminado.

La lluvia seguía cayendo. No había ningún indicio de que el amanecer se acercaba. Estaba vivo, y los goblins estaban muertos.

Su antorcha, que había modificado para no apagarse ni siquiera con un clima como éste, seguía echando humo.

No volvería a luchar contra goblins en un campo abierto. Ellos pertenecían a las cuevas, y él también.

“¡………! Hrrgh…”

De repente, sintió como si una mano fría estuviera apretando sin piedad su estómago; cayó de rodillas. Con un ruido húmedo, las tripas y la lluvia y la sangre y el barro salpicaban al mismo tiempo.

Sus pulmones parecían no poder absorber el aire. Se sacó el casco de la cabeza. Se inclinó hacia delante, apoyándose con las manos, su boca abierta. No podía inhalar. No podía exhalar.

Las escenas pasaron por su mente en un instante. Su hermana. La aldea en llamas. Cuerpos colgando de cuerdas. Goblins. El viento del oeste.

Algo salió de su garganta y de su boca, quemando todo el camino. Tosió y se ahogó, pero lo que surgió fue en su mayoría ácido estomacal.

Después de un ataque de copiosos vómitos, inhaló, y luego se obligó a tomar un sorbo de su odre.

Se enjuagó la boca y escupió, luego bebió otro bocado y se limpió los labios.

Luego, removiendo el barro, terminó lo que le quedaba por hacer, recogiendo lentamente su casco y poniéndoselo de nuevo. Él tenía la sensación de que olía a sangre, sudor y vómito.

Miró a su alrededor, su casco mucho más ligero sin su otro cuerno.

La carnicería era absoluta. Montones de cadáveres de goblins se extendían desde la brecha que había dejado en la valla hasta el borde de la aldea misma.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve….

“Diecinueve… ¿Diecinueve?”

Ladeó su cabeza. Se apoyó contra el decimonoveno cadáver y sacó la lanza.

Levantando barro y agua, procedió con un paso audaz de regreso a la aldea. La valla, el río, el sonido del agua…. El sonido del agua….

El goblin que había estado intentando de alguna manera evitar las estacas y vadear el río dio un grito y colapsó.

“…Veinte.”

Ese era el último goblin.

Pero no había terminado. Nunca lo haría.