Goblin Slayer – Side Story: Year One

Volumen 1

Capítulo 6: Aventura en Solitario – Ni Siquiera Siete Aventureros

Parte 2

 

 

La aldea era un pequeño asentamiento pionero al pie de una montaña, sólo una docena de casas más o menos amontonadas contra una colina. El tipo de pequeña aldea que se puede encontrar en cualquier parte.

No había viejas ruinas que pudieran aprovechar, ni una carretera que atravesara el poblado. Era sólo un pequeño lugar donde la gente intentaba cultivar y sondear las montañas lo suficiente como para ganar algo para vivir.

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Un hombre, un aventurero, caminaba audazmente por el pueblo. Se veía extraño e inusual, y la gente lo observaba a una distancia prudente.

“Oye, ¿ese es el aventurero del que hablaban?”

“He oído que es un guerrero. No es un novato, a juzgar por esa armadura”.

“¿Cómo lo sabes? Podría haberla sacado de algún campo de batalla”.

” Pero, ¿sólo uno de ellos? Pensé que los aventureros viajaban en grupos de cinco o seis”.


“Espero que no se arrepienta de eso…”

“No es… ya sabes. No intentará que esto recaiga sobre nosotros, ¿verdad? ¿Convertirnos en una fuerza de combate o algo así?”

“Quién sabe”.

La esencia de las conversaciones susurradas no era muy favorable para el aventurero. Tal vez eso era de esperar. Los aldeanos sabían que era probable que consiguieran principiantes, pero esperaban un grupo completo de cinco o seis personas, incluyendo un explorador y un guerrero.

En vez de eso, habían conseguido que este espadachín llevara un equipo destrozado, y no podían creerlo.

También era de esperarse que siguieran al aventurero en sus rondas cuando dijo que quería empezar por echar un vistazo a la aldea.

De repente dejó de caminar cuando había hecho un solo recorrido por toda la aldea, siguiendo la valla que rodeaba el asentamiento.

“Así que la montaña está al norte”, murmuró, lo suficientemente silencioso como para que los aldeanos no supieran si estaba hablando consigo mismo o preguntándoles.

Los aldeanos se miraron unos a otros hasta que alguien, en algún lugar de la multitud, murmuró: “Así es”.

Él se quedó en silencio otra vez ante esa afirmación.

Al final, la persona lo suficientemente desafortunada como para estar más cerca de él se aventuró a hacer una pregunta: “¿Qué pasa con eso?”

“¿Cuán empinado es?”, preguntó.

“L-lo suficientemente gentil como para un caballo, supongo.”

“¿Alguna cueva o algo parecido?”

“No estoy seguro, pero tenemos un leñador. Podrías preguntarle a él”.

“Me gustaría hacerlo”.

El aldeano partió trotando. Aún de pie ahí, él gruñó suavemente.

Decían que no sabían desde dónde atacaban los goblins.

Sólo que cada noche, las criaturas se deslizaban entre los guardias y por encima de la valla, pasando por encima de los campos antes de huir.

Al principio, los aldeanos sospecharon que podrían ser bandidos. Pero esa idea fue refutada por el descubrimiento de huellas obviamente no humanas.

¿Cuántos eran? Los aldeanos sólo podían decir “muchos”.

En otras palabras, era de la misma forma en que este tipo de misiones normalmente terminaban en el Gremio.

Después de unos minutos, el aldeano regresó trotando. “Le pregunté, y dijo que no hay grutas ni ruinas viejas.”

“Ya veo”, dijo el aventurero, asintiendo pensativamente. “Nómadas, entonces.”

Habían sido expulsados de dondequiera que hubieran estado viviendo antes y estaban buscando un nuevo hogar. Se habían establecido en esta aldea como un lugar donde podían conseguir comida, así como mujeres, tanto para ayudarles a pasar el tiempo como para proporcionarles nuevos goblins.

En cualquier caso, no se les podía dejar solos. Por eso él estaba aquí.


“Tengo una petición, si no le importa.”





“¿Heh?”

“Le pagaré. Necesito los restos de madera de la construcción de esta valla, así como algunas herramientas de carpintería”. Sacó varias monedas de plata de su bolso y se las dio al aldeano.

“Eso está muy bien, pero estas monedas… no han sido recortadas, ¿verdad?”

“Las recibí como pago de una recompensa del Gremio”, dijo sin rodeos, mientras el aldeano pasaba una uña a lo largo de la moneda y le daba una mirada dudosa.

“Supongo que está bien”, dijo el aldeano y metió la moneda en su bolsillo con parches.

Recortar el borde de una moneda, reduciendo así su peso, y guardar las limaduras era una forma común de “ahorrar dinero”. Era, por supuesto, ilegal, ya que reducía el valor de la moneda, pero los que lo intentaban de todas formas no tenían fin. Si él hubiera sido un rufián común y no un aventurero, el aldeano podría haberle presionado más al respecto. Como era de esperar, no era de extrañar que el hombre lo considerara de manera extraña: el aventurero estaba aquí para hacer dinero, ¡pero aquí estaba él pagando por matar goblins!

“Gracias, enseguida vuelvo con los materiales.”

“¿Ponen guardias durante la noche?”

“Tenemos a algunos de los jóvenes vigilando.”

En lugar del hombre que había ido a cumplir la petición del aventurero, esta respuesta vino de un hombre mayor que parecía ser el jefe de la aldea.

“Pero no todos ellos”, continuó. “El trabajo es rotativo…”

“Sigan haciéndolo. No queremos que los goblins sepan que algo ha cambiado”.

“Sí, señor”, dijo el jefe asintiendo con la cabeza. No podía ocultar la duda en su voz, pero su expresión se había suavizado inmensamente después de ver como esa moneda de plata cambiaba de manos. Una persona dispuesta a pagar de su propio dinero era una que se había ganado una cierta cantidad de confianza.

“Voy a prepararme”.

“¿Prepararse?”


“Sí.” El aventurero asintió, mirando intensamente alrededor de la aldea.

Pensó que había buenas posibilidades de que los goblins viniesen de la montaña en la parte trasera. Pero esa no era razón para no desconfiar de las otras tres direcciones.

Los campos de los agricultores solían dividirse en tres: uno sembrado en primavera, otro en otoño y otro sin cultivar. Las cosechas en los campos de primavera no habían comenzado a crecer todavía, pero las sembradas en otoño estaban cerca de cosecharse. Cuando vio las coles y nabos maduros, y los tallos de trigo y frijoles que se balanceaban, supo lo que los goblins vendrían a buscar.

Los campos sin cultivar representaban un peligro en sí mismos. Actualmente, sólo el trébol blanco, alimento para el ganado, crecía allí, y entrar en los campos era fácil. Por el momento, los goblins se contentan con robar verduras, pero muy pronto pasarían a los animales, y luego a las mujeres de la aldea.

No tenían el lujo del tiempo. ¿Pero podrían ganar un poco?

“¿Sería posible recoger la cosecha antes de tiempo?”

“Supongo que podríamos hacer eso.” El jefe volvió sus ojos desanimados, chamuscados por el sol, hacia los campos, parpadeando ante el brillo. “Si empezamos ahora, con todos a buen ritmo, podríamos terminar mañana al mediodía.”

“Hágalo, entonces.”

Sus palabras hicieron que el jefe de la aldea empezara a agitar sus huesudos brazos, dando instrucciones a los aldeanos que estaban rondando por allí. Varios hombres y mujeres se apresuraron a coger las herramientas de un cobertizo y luego se dirigieron a los campos.

No sabía si los agricultores individuales eran dueños de los campos, o si la aldea tenía siervos. Sin embargo, en cualquier caso, sería mejor que los aldeanos cosecharan un poco antes de que las cosas estuvieran maduras en lugar de que se las robaran todas. Incluso si esas personas fueran siervos, presumiblemente estarían ansiosos por cosechar.

“De ahí sacan el agua, ¿no es así?”, preguntó, mirando hacia el río que pasaba por la aldea. Era algo superficial, no lo suficiente como para ser un obstáculo para un goblin a pesar de su corta estatura.

El problema eran los canales de riego que conectaban el río con la aldea.

“Aumenten el volumen de agua en los canales. Quiero usarlos como foso”.

Ante esto, el jefe levantó una ceja.

“Supongo que los canales son lo bastante profundos como para que un niño se ahogue en uno.”

“Er, sí, bueno, técnicamente es el señor local quien es el dueño del agua…” Él miró a un molino de agua que estaba junto al río. Llevaba la insignia del gobernador; no había otro edificio en la zona lo suficientemente grande como para moler harina.

En otras palabras, la corriente del río le pertenecía también al gobernador, y si querían utilizarla, tendrían que pagar impuestos. Como estaban pagando impuestos, al gobernador le gustaría proteger el área; el hecho de que no pudiera hacerlo demostraba lo difícil que era la situación en la frontera. No podían esperar que los militares intervinieran contra meros goblins. Incluso en el improbable caso de que lo hicieran, ¿cuántos días se necesitarían sólo para reunir a los hombres?

“Está lloviendo últimamente, así que el río es muy caudaloso.”

Sin embargo, los agricultores son personas inteligentes y hacen lo que pueden para salir adelante.

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Lo sabía muy bien. Después de todo, él mismo venía de una aldea… aunque no de ésta.

Bajo su casco, él cerró los ojos para calmar su temblorosa visión y sus arremolinados pensamientos. Respiró hondo una vez.

Si él fuera un goblin, ¿qué haría? ¿A qué apuntaría? ¿Qué resentiría?

Si estás resentido con alguien, te conviertes en un goblin.

Era verdad; él estaba seguro de ello.

“Además, prepárense para un festival.”

“¿Un festival?”

“Sí.” Asintió con la cabeza. “Odio decirlo, pero debemos dejar que las criaturas hagan lo que quieran esta noche. Mañana por la noche, sin embargo, será diferente.” Con un gruñido, volvió a mirar a su alrededor una vez más.

¿Qué se debe hacer uno, cuando puede ser atacado desde cualquier dirección?

“Primero, estacas.”

De hecho, había mucho de lo que tenía que encargarse.

***

 

 

“¡Muy bien… hagámoslo!”

La Vaquera se golpeó las mejillas y dio un pequeño grito para animarse.

Ella abrió la puerta del cobertizo con algo de fuerza.

Entró, tosiendo un poco debido al polvo que había levantado.

La habitación vacía bostezaba a su alrededor. Una cosa era quedarse aquí una noche, pero ¿quién dormiría en un lugar así todo el tiempo?

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“Honestamente, ¡no puedo entenderlo!” La Vaquera puso sus manos en sus caderas e hizo un sonido exasperado.

No había casi nada en la forma de posesiones personales; todo lo que él tenía era su propio cuerpo. Ella se preguntaba qué hacía con los cambios de ropa. Algo arbitrario, sin duda.

Si él cree que voy a dejar que se salga con la suya para siempre….

Ella comenzó cubriéndose la boca con un paño, luego tomó su escoba y barrió toda la basura hacia afuera. El cobertizo en sí mismo parecía estar en condiciones decentes; tal vez él había estado haciendo reparaciones.

“¡Gah! ¡Siempre ha sido tan… tan…!”

El estado mejorado de la estructura la hizo un poco más imprudente con la escoba; podía barrer con entusiasmo sin temor de que el lugar se viniera abajo.

Balancear esa escoba le recordaba a él.

Parecía que siempre habían estado juntos cuando eran pequeños.

En la aldea hubo otros niños de su edad; tal vez fue porque eran vecinos.

A él le encantaba correr por los campos, balanceando un palo, pretendiendo ser un aventurero. Pero él no sabía lo que había más allá de las montañas ni cómo era la ciudad.

Por eso tuvimos esa última pelea.

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Una vez que toda la basura fue retirada, ella empezó a limpiar el piso.

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“Debería traer al menos una toalla para él…”

O tal vez gritarle para que duerma en su propia habitación.

“Sí, eso es. Sí. Le preguntaré qué tiene de malo la cama que le preparé”.

Prácticamente podía imaginarse a la hermana mayor del muchacho con las manos en las caderas, regañándole.

Supongo que no sería justo meterla en esto.

Así que ella dejaría esa parte fuera. Sólo esa.

“Uf…”

Después de haber fregado bien el suelo, exprimió su trapo en su cubo de agua, volviéndolo inmediatamente negro. Estaba sucio. Tal vez eso fue el resultado de dejar este lugar abandonado por tanto tiempo.

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Ella miró la habitación en silencio. No sería tan fácil, ella lo sabía. Los corazones de las personas pueden parecer complicados y simples al mismo tiempo… pero definitivamente son complicados.

No podía quitarse de encima la sensación de que incluso esta limpieza podría ser en vano.

Ella odiaba la forma en que pensamientos tan oscuros brotaban en su mente.

“¡Olvídalo, sólo trabaja!”, se dijo a sí misma. “Tal vez un cuarto limpio y agradable cambie cómo se siente.” Se puso a fregar una vez más.

Algo goteaba sobre el suelo. ¿Era sudor o lágrimas? Ni siquiera la propia Vaquera lo sabía.

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