Goblin Slayer – Side Story: Year One

Volumen 1

Capítulo 5: Avanzar al Siguiente Nivel – Experiencia y Crecimiento

Parte 4

¿Debería haber tomado un carruaje?

Era un pensamiento no muy característico de él. Dejó de caminar.

El sol ya había pasado su punto álgido y estaba comenzando a descender por el cielo. Una buena cantidad de luz seguía cayendo sobre el camino, pero muy pronto, todo estaría cubierto de oscuridad.

Si iba a considerar acampar por la noche, tendría que hacer preparativos pronto.

“…”

Me demoré en partir.

Si se hubiera ido a primera hora de la mañana, seguramente ya estaría en la aldea.

Las carreteras a menudo tenían posadas u otros alojamientos a lo largo de ellas… pero sólo si usted iba a algún lugar que le importara a alguien.

Un pueblo casi fantasma en la frontera no era un lugar así.

Si caminaba por la noche, presumiblemente podría llegar a la aldea, pero cuando pensó en tener que luchar contra los goblins inmediatamente después de eso….

El pensamiento, sin embargo, no era lo que importaba en este caso. Podía quedarse quieto, pero el sol no; tenía que actuar.

Miró hacia aquí y hacia allá, alrededor de los campos de juncos cercanos, hasta que encontró lo que estaba buscando. Se adentró en las hierbas, haciendo que sisearan.

Había descubierto los restos de algún pueblo o ciudad. ¿Había sido esta área un campo de batalla en la Era de los Dioses? ¿O se trataba simplemente de una aldea en ruinas?

Los cascarones podridos de las casas salpicaban el paisaje, casi como si durmieran entre las malas hierbas. Encontró un muro de piedra que casi había conservado su forma original, pero cuando le dio una patada firme, se derrumbó. También lo hicieron varias otras paredes, pero finalmente, encontró una que sobrevivió a sus abusos.

Este es un buen lugar.

Varios golpes no mostraron signos de derribar la barrera, por lo que se sentó frente a ella, extendiendo una tela impermeable en el suelo. No había necesidad de dejar que el rocío de la noche lo enfriara, inhibiendo su habilidad para recuperar su resistencia. Eso no serviría de nada.

Se quitó la espada de la cadera, usándola en lugar de un hacha para cortar parte de la maleza, haciendo lugar para una fogata. Si él iniciara un fuego que luego se extendiera a la hierba que lo rodeaba, causándole la muerte por inhalación de humo… bueno, no podría haber una forma más estúpida de morir.

Luego, conseguir combustible. Esto no era especialmente difícil. Sólo necesitaba recoger un poco de hierba seca. Si sólo tuviese madera viva disponible, sería muy sencillo secarla a medida que avanzaba.

Tomó piedras de los edificios destrozados para construir un pequeño pozo que mantendría el viento a raya y el fuego contenido, y puso el combustible en él.

Finalmente, sólo tenía que encender un poco de hierba para encender el fuego y tirarla por dentro. Entonces habría terminado.

“…”

Se quedó callado, y no encendió el fuego todavía.

El cielo sobre él era azul. No había nubes oscuras en el horizonte, y el aire era seco: no era probable que lloviera. Entonces, pensó que no necesitaría un techo; simplemente pondría su espalda contra la pared y se sentaría.

Todo a su alrededor era tan silencioso como una tumba. Las nubes pasaban por encima sin hacer ruido; el único ruido era el murmullo de la hierba que se levantaba con cada soplo de viento.

Tomó un odre de su bolsa, lo abrió y tomó uno, luego dos tragos grandes de agua. Se sorprendió de la ola de cansancio que lo asaltó cuando se sentó. Sus párpados eran terriblemente pesados.

Pero ahora no podía descansar ahora. Si no tuviera una fogata encendida por la noche, podría despertarse para encontrar algún animal salvaje mordisqueándolo.

Puso el odre a un lado, sacó un trozo de carne seca de su bolsa y lo introdujo a través de la visera de su casco. Cada vez que masticaba la dura cosa, una ráfaga de sal le llenaba la boca. Esperaba que trabajar sus mandíbulas fuera suficiente para evitar la somnolencia, pero también se alegró de que la comida no supiera tan mal como esperaba.

“…”

Cuando miró el envoltorio alrededor de la carne, vio un símbolo familiar. Provenía de la granja.

Masticó la carne en silencio, entremezclada con un ocasional sorbo de agua, sentado allí, a la sombra. La luz del verano parecía llenar todo su casco, dejándolo con un dolor sordo en la cabeza. Era debido al calor.

Siempre consciente de la posibilidad del ataque furtivo de un goblin, alejó el impulso de quitarse el casco.

Y así, esperó mientras el sol se ponía gradualmente.

Finalmente, el campo en el lejano horizonte se tornó carmesí con el crepúsculo, las estrellas y las lunas gemelas saliendo para reemplazar al sol en el cielo. Una de las lunas era roja, como si estuviera en llamas, mientras que la luna verde parecía helada, fría. Las miró fijamente en el cielo.

Fue su hermana mayor, hasta donde él recordaba, quien le había enseñado a conectar las estrellas en forma de imágenes de héroes.

Ahora es el momento adecuado.

Golpeó un pedernal, las chispas cayeron en cascada en el foso e invocaron a pequeñas lenguas de fuego. Una fina columna de humo blanco se elevó directamente hacia el cielo.

“…”

Esto probablemente sea suficiente para mantener alejados a los animales. ¿Pero en cuanto a los goblins? Él no estaba seguro. ¿Vendrían? Tal vez sí.

Ellos no temían al fuego. Tal vez ni siquiera se daban cuenta de que la mayoría de los seres vivos lo hacían.

Ellos, de hecho, vinieron una vez. Eso, él no debía olvidarlo. Una voz resonó en su cabeza. La voz de alguien.

Su garganta estaba agonizantemente seca. Trató de lamerse los labios, pero no fue suficiente para quitárselo de la cabeza. Bueno, llegaría al pueblo al día siguiente. Cogió su odre y bebió con avidez, el líquido derramándose por los costados de su casco.

Lo que había en la bolsa, de hecho, era un vino de uva diluido. No es que estuviera particularmente interesado en el sabor o en el grado de alcohol.

Por fin, cerró un ojo, dejando el otro abierto para observar la noche.

En su mano derecha, agarró su espada, sus rodillas contra su pecho para poder ponerse de pie en cualquier momento.

Con su único ojo abierto, creyó ver algo en los bordes de las parpadeantes sombras del fuego.

“¡…!”

Levantó su espada, cortando el aire. Con otro aliento, envainó la espada, y luego la volvió a desenvainar.

Aplastaría los cráneos de los goblins, les atravesaría la garganta. Atravesar y aplastar. Detener su respiración. Permanentemente.

Y así, esperó hasta el amanecer a que aparecieran los goblins.

Pero ninguno lo hizo.