Goblin Slayer

Volumen 5

Capítulo 2: Combate en Masa

Parte 4

 

 

—¡Orcbolg, pensé que nunca llegarías aquí!

—¿En serio?


La elfa tenía su pequeño pecho inflado; Goblin Slayer le contestó con un toque de enfado. Cuando él y la sacerdotisa llegaron, la plaza del pueblo ya estaba en sus manos.

Todo el botín de los goblins había sido amontonado alrededor de los rehenes. Los propios aldeanos, docenas de ellos reunidos en el centro de la plaza, seguían durmiendo, pero por lo que pudo ver Goblin Slayer, nadie estaba herido. Habiendo confirmado esto, asintió una vez.

Luego, dirigió su atención a los cadáveres de los goblins.

—Seis de ellos aquí. — El chamán enano había arrastrado los cuerpos hasta un punto y ahora se limpiaba las manos con una mirada de asco. —¡Aagh! Dioses, los goblins sí que apestan.

—¿Estás seguro?


—¿Seguro de que apestan o de que están muertos? La respuesta es sí, en cualquier caso. Bueno, a todos los que mi hechizo golpeó. ¿Cómo vas, Escamoso?

—Mm. — El sacerdote lagarto, que seguía observando atentamente al otro lado de la plaza, asintió gravemente con la cabeza. —Desgarré a tres con mis garras y colmillos. La señorita ranger disparó a tres con su arco. Seis entre nosotros dos. No hay error, creo.

—Ya veo. Diecinueve en total, entonces —, murmuró Goblin Slayer, buscando en el montículo de cadáveres. Estaba comprobando si alguno de los goblins muertos habían llevado una espada.

Encontró una y la extrajo, revisando la hoja, y cuando la encontró aceptable, la puso en su vaina. Por fin pareció calmarse.

—Hola, Orcbolg. ¿Dónde está la chica? — La queja de la elfa de hace un rato parecía haber sido olvidada. Cuando dijo “la chica”, ella podía referirse a una sola persona.

—La envié para que trajera a la niña.

—¿Crees que estará bien?

—Sí. — Goblin Slayer asintió. —No creo que haya ningún problema. Esa ha sido mi forma de pensar, al menos.

Él volvió a mirar a los aldeanos. Localizó a la persona que parecía a la vez mayor y mejor vestida y se acercó a él.

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—¿Eres el jefe del pueblo?

—Er, bueno, sí. ¿Quiénes son todos ustedes…? — Miró a Goblin Slayer, la sospecha multiplicó las arrugas en su rostro ya anciano.

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Goblin Slayer respondió mostrando su placa de rango.

—Somos aventureros.

—Aventureros… Y eres rango Plata…

El jefe de la aldea parpadeó varias veces, y luego la comprensión entró en sus ojos. —¿Podrías ser Goblin Slayer?

—Sí —, murmuró Goblin Slayer, provocando un grito del jefe.

—¡Oh-ho! ¡Estoy tan, tan agradecido de que haya venido! ¡Gracias! ¡Gracias…!

El agradecido anciano tomó la mano de Goblin Slayer con las suyas, las cuales parecían ramas retorcidas de árboles. Sus manos y brazos, que una vez fueron formados por el trabajo agrícola, ya no tenían ni la masa ni la fuerza que tenían antes. Pero Goblin Slayer pudo sentir el apretón de manos mientras el hombre movía su mano de arriba hacia abajo.

—Hay algunas cosas que quiero preguntarle.

—Por supuesto. Lo que sea.

—En primer lugar, ¿tienes un herbolario o curandero en tu pueblo? ¿Un clérigo de algún tipo? Uno capaz de realizar milagros.

—Ahem… Dependemos de los sacerdotes visitantes cuando necesitamos un clérigo. En cuanto a un herbolario, bueno, tenemos uno… — El jefe parecía arrepentido. Quizás pensó que los aventureros pedirían algún pago, o al menos apoyo. —Pero es sólo una mujer joven. Ella se convirtió en nuestra curandera hace poco, cuando sus padres murieron en una epidemia. Ella no es…

—Entiendo —, dijo inmediatamente Goblin Slayer, como si esto fuera perfectamente natural. —Ayudaremos a tratar a los heridos. Mi grupo… — Se detuvo un segundo. —…tiene dos clérigos.

—¿Qué…?

—Siento decir que no puedo prescindir de ninguna poción. — Golpeó su bolsa de objetos. Las botellitas en el interior resonaron. —Si lo que dices de tu curandera es cierto, dudo que sea de mucha ayuda. Sólo podemos brindar algunos milagros y primeros auxilios.

Cuando Goblin Slayer le preguntó, —¿Esto te molesta? — El jefe agitó su cabeza vigorosamente. La sospecha en sus ojos se había convertido primero en asombro y luego en respeto.

Los trovadores errantes contaban historias maravillosas de un aventurero que corría a ayudar a cualquier pueblo que fuera atacado por goblins; en sus canciones, este héroe era hermoso y bien hablado. ¿Había habido siquiera una pizca de verdad en lo que cantaban?

—¡Ha-ha-ha! Ahora veo porque me impediste crear un guerrero colmillo de dragón —, dijo el sacerdote lagarto, acercándose a los dos.

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—La gente de la frontera es supersticiosa —, dijo Goblin Slayer. —Especialmente con los huesos.

—Qué considerado de tu parte.

—Yo fui igual, alguna vez.

El sacerdote lagarto giró sus ojos a modo de reconocimiento. —Cierto. Naga o no, muchos podrían creer que sólo un nigromante puede controlar a un guerrero esqueleto. Debemos clasificar a los heridos por la gravedad de sus heridas —, y con un meneo de su cola, se marchó.

Los hombres lagartos siempre habían sido luchadores. Como raza, a menudo se formaban para ser médicos superiores.

—Estoy sorprendida —, murmuró la elfa, mirando el intercambio desde la distancia. Por fin tenía el arco en sus manos y estaba escaneando el área, pero estaba intentando mantener a Goblin Slayer en la esquina de su visión.

Ahora él estaba sentado entre los aldeanos, cuidando de ellos con cosas que sacaba de su bolsa. Estaba vendando heridas con hierbas que detendrían el sangrado y neutralizarían el veneno, aplicando presión a las heridas. Incluso aquí, parecía diferente.

—Lo siento, muchas gracias. — A su lado, una mujer vestida con una túnica inclinaba su cabeza, tal vez la era la curandera de la que habían hablado.

Las orejas puntiagudas de la elfa se movieron, y una sonrisa felina apareció en su cara. —Resulta que Orcbolg realmente puede mantener una conversación, cuando quiere.

Junto a ella, el chamán enano se acarició la barba y asintió. —Bueno, Corta barbas es el más conocido de todos nosotros. — A diferencia de su compañera elfa que estaba de guardia, con la pelea terminada, el enano no tenía casi nada que hacer.

No es que fuera inútil. No sabía de primeros auxilios, pero andaba por ahí con muchos pequeños objetos que servían de catalizadores para su magia. Uno de ellos era el vino de fuego, que el describía como “bueno para beber y bueno para curar”. Era un licor poderoso, que también hacia de excelente desinfectante. Le había dado una jarra con el vino a la curandera, que lo había aceptado con profuso agradecimiento, provocando la vergüenza del chamán. El camino de los enanos era recordar las deudas y la gratitud, así como los rencores, sin preocuparse por cosas pequeñas.

—Goblin Slayer, el aventurero más querido de la frontera… ¿No es esa la canción que te hizo reclutarlo?

—Bueno, sí, claro. Pero resulta que la canción y la realidad no tienen mucho en común… — La elfa infló sus mejillas con disgusto mientras pensaba en la canción que había escuchado.

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Decía que estaba hecho del más duro material, que era taciturno y leal. Un hombre sin avaricia, que no despreciaría ni la más mínima recompensa. Cuando los goblins aparecían, iba a los lugares más remotos y rústicos para encontrarse con ellos, y su espada los mataba a todos. Fue glorificado casi como si fuera un santo o un rango Platino.

—Pero cuando realmente lo piensas… Se lleva muy bien con esa chica en el gremio.

—Dicen que los que no conocen la verdadera situación se ponen celosos. Es lo mismo en todas partes. — El chamán enano miró a la elfa con una sonrisa burlona. —Así que no deberías envidiarla sólo porque pone en vergüenza a ese yunque que llamas pecho.

Prácticamente podía oír como la ira se apoderaba de la cara de la elfa.

—Después de todo, a diferencia de cierta clériga, los elfos tardan un siglo o dos en desarrollarse.

—¡Oooh, no puedo creer que hayas dicho eso! ¡Gran barril de vino de…!

—¡Ho-ho-ho-ho! ¡Entre los enanos, una buena figura es un requisito para un hombre de verdad!

Y caminaron y discutieron, como de costumbre, pero no era señal de que hubieran bajado la guardia. El chamán enano no había quitado la mano de su bolsa de catalizadores, y las orejas de la elfa seguían moviéndose, escuchando. Ella escuchó dos pares de pisadas que se aproximaban acercaban.

Uno era una niña, y las otras las pisadas familiares eran de la sacerdotisa. La elfa sabía todo esto muy bien.

—¡Hermana mayor!

—¡Oh…!

Un resplandor apareció en el rostro de la curandera, que se había estado moviendo entre los heridos. La pequeña niña corrió hacia ella, y la curandera la agarró con ambas manos, abrazándola contra su pecho. Ambas estallaron en lágrimas, sin prestar atención a los ojos que las rodeaban.

Goblin Slayer miró esto en silencio, hasta que al final, miró hacia otro lado. Ya no podía mirar porque la sacerdotisa, que había ido a buscar a la niña, tenía una sonrisa brillante en su cara por alguna razón.

—¿Qué pasa? —, preguntó él.

Ella entrecerró los ojos un poco ante la pregunta directa y respondió inocentemente, —Heh-heh. Oh, nada… Sólo estaba pensando que parecías… feliz.

—¿Es así?

—Sí, lo es.

—¿Es así………?

Goblin Slayer comprobó su casco para asegurarse de que aún estaba en buenas condiciones. No había ninguna sonrisa en esa visera.

—Bueno, está bien. Ocúpate del tratamiento de los aldeanos. Y los funerales.

—Los funerales… — La sacerdotisa se puso un delgado y pálido dedo en los labios, pensando por un segundo. —Los únicos ritos funerarios que conozco son los de la Madre Tierra. ¿Crees que estará bien?

—Dudo que les importe. Siempre y cuando sea el ritual de un dios del orden.

—De acuerdo. Déjamelo a mí. — Respondió con prontitud la sacerdotisa, luego miró a su alrededor y se alejó, sosteniendo su bastón. —¡Siento llegar tarde!

—Ah, has vuelto. — El sacerdote lagarto, que estaba atendiendo una herida con su mano áspera y escamosa, giró su cabeza sobre su largo cuello para mirarla.

—Sí —, dijo ella con un firme asentimiento y comenzó a sacar vendas y ungüentos de su mochila. —Todavía me queda un milagro, así que si hay alguna herida grave, puedo usar Sanación Menor en ellas…


—En ese caso, te dejaré este paciente a ti. Parece que ha sido severamente golpeado, y todo mi ingenio ha hecho poco.

—¡Muy bien!

Cuando ella vivía en el Templo, el trabajo de la sacerdotisa era el tratamiento de los aventureros heridos. A medida que se arremangaba y comenzaba a moverse entre los heridos, proyectaba más autoridad de la que sus años sugerirían.

Goblin Slayer la siguió con los ojos, reflexionando una pregunta en su mente.

Seguramente esto no puede ser el final, ¿pero…?

—¡Orcbolg!

Todo el grupo miró a la aguda y clara advertencia de la elfa mayor.

Eso debe haber estado mirando desde la sombra de un barril. Ahora, había saltado de entre las sombras y corrió por el camino, era un solo goblin tratando de escapar.

Corrió como una liebre asustada; casi resbalando y tropezando, haciéndose cada vez más pequeño en la distancia.

Pero sólo por un momento.

—¡Pixies, Pixies, apresúrense, rápido! No hay dulces para ustedes, ¡sólo necesito los trucos!

El chamán enano entonó el hechizo Atar, y una soga se enrolló alrededor del goblin en fuga como una serpiente. Lo atrapó por las piernas y lo mandó a estrellarse contra el suelo.

Esto era todo lo que la libre elfa mayor necesitaba. —¡¿Pensaste que te dejaríamos escapar?! — En un movimiento lo suficientemente dramático como para pintarlo, retiró el gran arco de su espalda y saltó. Del barril a la pared, y luego al aire, dio un salto tras otro, apuntando a su objetivo.

—¡Así que eran veinte…!

Fue entonces que Goblin Slayer sacó una flecha de su propio carcaj. —¡No lo mates! ¡Queremos que se lleve el veneno a casa y lo esparza!

La elfa se extendió y agarró la flecha en el aire en un movimiento acrobático. Un instante después, la flecha silbó, pareciendo un rayo de luz. La elfa aterrizó en el suelo en el mismo momento en que, a lo lejos, el goblin cayó. Nadie sabía cómo ella había cargado, preparado y disparado con el arco en ese momento. Era realmente una habilidad tan avanzada que parecía mágica.

—¿Feliz ahora? — Ella le devolvió su arco de roble a su espalda mientras aterrizaba.





—Sí. Pero… — Goblin Slayer casi murmuraba para sí mismo, con su mirada fija en el goblin en la distancia. Había sacado la flecha de su hombro y cortado la cuerda alrededor de sus piernas y estaba corriendo de nuevo. Se dirigía hacia el norte, hacia la montaña nevada desde donde soplaba un viento helado.

—…esto no ha terminado todavía.

Eso era algo que todo el grupo sabía bien.

Los goblins habían reunido a los aldeanos en la plaza porque querían saquear; también reunieron sus botines en la plaza. Y sin embargo, no habían tocado a las mujeres. Eso significaba que habían estado planeando llevarlas de vuelta a su nido. Los veinte goblins que atacaron la aldea eran solo una unidad de avanzada. Había más de ellos, aunque no se sabía si lanzarían un nuevo ataque o simplemente se retirarían.

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Goblin Slayer completó sus cálculos y emitió su conclusión sin reticencias:

—Tan pronto como se recarguen nuestros hechizos, iremos a atacar.

Él se arrodilló ante el jefe de la aldea sentado en el suelo, y luego lo miró a los ojos. La cara del jefe se tensó al pensar en otra batalla, pero Goblin Slayer sólo dijo, —Quiero pedir que se preparen para un ataque nocturno, así como un lugar donde descansar por una noche. ¿No le importa?

—¿Qu-qué? ¡N-no, en absoluto! Si podemos hacer algo para ayudarlo, hágamelo saber…

—Hábleme del grupo de aventureros que nos precedieron. ¿Y tienen a algún rastreador en esta aldea?


—S-sí, tenemos. Sólo uno… Es joven, pero está aquí.

—Necesito conocer la geografía de la montaña. Quiero un mapa, aunque sea simple.

El jefe asintió con entusiasmo, pero luego pareció pensar en algo, y una servil sonrisa apareció en su rostro. —Oh, pero… En cuanto a una recompensa, no podemos…

—Los goblins son más importantes —, dijo llanamente Goblin Slayer. Ignorando al aturdido jefe, miró a las montañas del norte. En algún lugar detrás del velo de las nubes, el sol ya se había hundido detrás de los picos, y el viento feroz insinuaba la noche.

—Tan pronto como todo esté listo, nos iremos y los mataremos.

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