Tate no Yuusha no Nariagari (NL)

Volumen 2

Capítulo 20: El Escudo de la Ira

 

 

Como para igualar al rugido de la bestia, dejé salir un grito y recibí su ataque con mi escudo. No dolió en absoluto.

―¡¿Gaah?!


La sombra negra se había estado riendo de mí, burlándose de mí, pero ahora retorció su boca confundida y conmocionada. Qué risa.

―¡Muere!

La cogí del brazo y la lancé con toda la fuerza que pude reunir. La enorme sombra dejó escapar un grito de sorpresa mientras volaba por el aire.

―¡Gaoooooh!

Pero en vez de darse cuenta de que debería pensar un poco antes de atacarme otra vez, se levantó y vino corriendo de nuevo hacia mí.

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Me pregunto… ¿todavía sigo sin poder atacar a nadie? ¿Incluso con este escudo?

No podía. La bestia giró y me atacó con un barrido de su cola.

―¡¡Eso no funcionará!!

La cola rebotó con un sonido que indicó no haber alcanzado su objetivo. Sus ataques no funcionarían en mí.

―¡Inútil!

No tenía forma de derrotar al monstruo. O eso había pensado. De repente, un gran torbellino de fuego negro se elevó en espiral hacia el cielo dejándome a mí como su centro. Hizo que la cola y los brazos de la sombra se pusieran en llamas.

―¡¿GAOOH?!

La sombra cayó al suelo sorprendida.

―Jeh… Me pregunto si podrá contraatacar después de lo que le he hecho.

La sombra se estaba alejando de mí, repentinamente intimidada.

―¡Ja! ¡¿Ahora suplicas por tu vida?! ¡Pues no pienso perdonarte!


Grité el nombre de mi nueva habilidad.





―¡Dama de Hierro!

Pero la habilidad no se activó, sino que más bien, el árbol de habilidades apareció ante mis ojos.

 


Escudo Prisión: Cambiar Escudo (ataque) – Dama de Hierro


 

¿Qué es esto? ¿Hay condiciones para usarla? Menuda molestia. Si así es como funciona, entonces simplemente dejaré que la sombra venga a por mí e intentaré que se active un ataque automático.

―Espera, ahora verás… ¡No dudes de que acabaré contigo!

Mientras me acercaba, la sombra se comportaba como si estuviese asustada de mi ira, de mi intención asesina. Movía los brazos salvajemente.

Su brazo conectó un golpe al escudo y de repente estalló en llamas. Entonces su carne ardió y los huesos se derritieron. Las llamas no eran suficientemente fuertes; yo quería erradicar completamente a la bestia.

―¡…!

¡Lo tengo! El Escudo de la Ira era más fuerte cuanto más furioso estuviese yo. El efecto del ataque sería mayor cuánta más locura sintiera.

Bueno, eso era fácil para mí. Lo único que necesitaba hacer era pensar en cómo me hacían sentir ELLOS.

Myne Suphia… Supongo que su verdadero nombre era Malty. Solo pensar en su nombre me llenaba de ira. Después estaba la Basura… Luego Motoyasu, Ren, Itsuki… Me vino a la mente todo lo que me habían hecho, recuerdo por recuerdo…

Les odiaba… Quería matarles…

El escudo rojo sangre reaccionó a mi ira y se volvió negro.

―Esta vez realmente les mataré… A todos ellos…

Cogí a la sombra por el brazo y convertí todo mi odio en ascuas centelleantes. Éstas volaron fuera del escudo y cubrieron completamente a la sombra, engulléndola entera.

Entonces sentí algo, justo en mi mano, algo cálido. Mi odio negro comenzó a esfumarse.

 

Tumb…

 

Era algo… amable…

―Incluso si todo el mundo se vuelve contra ti, yo no lo haré. Lo diré una y otra vez: Naofumi-sama no lo hizo.

¿Qué?

Ante el sonido de aquella voz, el mundo oscurecido y deformado que había delante de mis ojos empezó a girar. En alguna parte de mi corazón sabía que entregarme a la ira desembocaría en perder algo incluso más importante que el poder desahogarme.

Quería ignorarlo… pero aun así…

―Por favor, cree en mí. Yo confío en Naofumi-sama. Él no ha cometido ningún crimen, me dio medicina y salvó mi vida. Me enseñó cómo luchar, a sobrevivir… Es el gran Héroe del Escudo, y yo soy tu espada. No importa lo duro que sea el camino, yo lo recorreré contigo.

La voz estaba susurrándome. No podía permitirme ser tragado por el odio. Todavía había cosas que necesitaba proteger.

 

Tu ira se debilita…

 

No puedo olvidar eso. Pero… pero quiero entregarme a aquellos que creen en mí.

 

¿Me estás rechazando?

 

No me gustan las órdenes. ¡Elegiré mi propio camino!

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Siempre estoy observando. Observando tus debilidades.

 

La oscura voz se desvaneció y algo de luz volvió al mundo.

―¡Cof! ¡Cof!

Volví a mis sentidos. Raphtalia se encontraba cerca de mí tosiendo violentamente y sosteniendo mis manos entre las suyas.

―¿Estás bien?

―Sí… sí, estoy… bien. ¡Cof!

Estaba muy quemada. Pero aquí no había enemigos que usasen fuego.

¿Qué pudo…? ¡No! ¡El efecto especial del Escudo de la Ira, la Auto-Maldición, debió haberla herido también!

―¡Raphtalia! ¡¿Por qué estás sujetando mis manos?!

―Pensé que tú… que desaparecerías si yo… si yo no lo hacía… ¡Cof!

Raphtalia sonrió y entonces colapsó.

Es culpa mía… ¡Raphtalia está herida por mi culpa!

―Soy la fuente de todo poder, ¡escucha y obedece mis palabras, cúrala! ¡Primeros Auxilios! Soy la fuente de todo poder, ¡escucha y obedece mis palabras, cúrala! ¡Primeros Auxilios! Soy la fuente de todo poder, ¡escucha y obedece mis palabras, cúrala! ¡Primeros Auxilios!

Seguí invocando el hechizo hasta que me quedé sin poder mágico.

Raphtalia… Ella era la única que creía en mí. ¡Era la persona más importante para mí!

Las quemaduras eran graves, y mi magia de bajo nivel no era suficiente poderosa para curarlas. Corrí hacia el carro para coger el ungüento curativo.

―¡Gaoooooooh!

Me giré para ver al dragón ahí, rugiendo y moviendo sus brazos quemados hacia mí, y preparándose para desatar su aliento venenoso.

―¡Fuera de mi camino!

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Levanté el brazo para parar el ataque del dragón zombi. Cuando lo hice, el escudo empezó a brillar con una luz negra y casi volvió a activar la habilidad Auto-Maldición Ardiente.

―¡Detente!

El escudo quedó en silencio ante mi grito.

Si las llamas hubiesen estallado aquí y allá, podrían haber matado a Raphtalia. Eso no habría sido bueno en absoluto, pero con lo débil que estaba ella, no sabía si sobreviviría a una ráfaga de su aliento venenoso.

Como si el escudo supiese lo que estaba pensando, activó la habilidad de la Serie Maldita, pero solo quemó la nube de gas venenoso. Aunque al final no resultó lo suficiente fuerte como para matar al dragón.

¿Qué hago?

El escudo estaba constantemente absorbiendo mi odio y mi ira, inflamándolos. Solo fui capaz de evitar ser tragado completamente por ellos con un enorme esfuerzo. ¿Cuánto tiempo más podía pasar hasta que me consumiera del todo? Pero justo ahora tenía que llegar al carro y conseguir medicina para Raphtalia. Mi necesidad de protegerla era apenas suficientemente fuerte para mantener la ira a raya.

―¡¿Gah?!

Estábamos intercambiando golpes y entonces, en medio de la batalla, el dragón soltó un terrible grito de confusión y dolor.

―¿Qu…Qué demonios…?

¿Qué está pasando? ¿Quiere decir esto que la Auto-maldición Ardiente está consumiendo al dragón?

―¡¡¡Gaooooooooooh!!!


Finalmente, el dragón zombi dejó de moverse por completo y volvió a su forma esquelética.

Pero este no era el momento de parar a reflexionar sobre la batalla. Las nubes de moscas venenosas ya no se veían por ninguna parte. El furioso dragón debió haberlas espantado.

Sostuve a Raphtalia en mis brazos, corrí hacia el carro, encontré el ungüento curativo y rápidamente lo apliqué sobre sus quemaduras. Después le di el antídoto.

―Oh… Naofumi-sama…

Su respiración se volvió más regular, y entonces abrió los ojos y sonrió.

―¡¿Estás bien?!

―Sí… Gracias a tu medicina…

Y a pesar de ello, sus heridas aún se veían muy mal. Las propias quemaduras parecían haberse reducido y curado por la medicina, pero quedaron cicatrices negras, tal vez debido a la magia del mismo color que el escudo había usado. De todas formas, las heridas seguían sin verse muy bien.

―No te… preocupes por mí… Encárgate del dragón.

―El dragón ya no se mueve.

―Oh… entonces… entonces apresúrate y deshazte del esqueleto.

―Está bien.

Sus ojos eran insistentes, casi desesperados, pero dejaron algo claro: tenía que acabar con esto y pronto.

―¿Estarás bien quedándote aquí por ahora?

―Puedo protegerme a mí misma si tengo que hacerlo.

―Bien… Bien.

Bajé del carro y caminé en dirección al cadáver del dragón. Tenía que descuartizarlo y hacer que el escudo lo absorbiera por completo. Y Filo… Al menos quería recuperar su cuerpo y darle un entierro apropiado.

Me acerqué al cadáver y pude ver que los órganos internos todavía se estaban contrayendo y retorciendo.

¿Pero qué pasa? ¿Acaso existe una forma de acabar con ese monstruo?

El Escudo de la Ira. El peligroso escudo que amenazaba con consumir mi corazón también resultó tener un fantástico poder defensivo y un fuerte contraataque.

Mi corazón no podía soportarlo más, así que cambié mi escudo al Escudo Víbora de Quimera. Pero estaba preparado para volver a cambiarlo en cualquier momento… por si fuese necesario.

Los retorcidos órganos internos del monstruo se movieron, luego se detuvieron y después se sacudieron con tanta fuerza que pensé que el estómago se desgarraría… Entonces… entonces pude ver…

―¡Uuff!

Era… un pájaro que conocía. Estaba cubierta del líquido podrido de las entrañas del dragón muerto.

―¡Uuff! ¡Por fin he conseguido salir!

Filo parecía estar de buen humor y además en muy buenas condiciones a pesar de haber salido del estómago de la bestia que momentos antes se la había comido.

―¡¿Filo?! ¿Estás bien? ¡¿Estás herida?!

―¡Estoy bien!

―Entonces… ¿entonces que fue toda esa sangre que salió cuando el dragón te comió?

―¿Sangre? Oh, sí, cuando el dragón me tragó me apretó la barriga y vomité.

¿Pero qué ha estado comiendo para vomitar eso? ¡Oh sí, todos esos tomates! Eso debió haber sido el líquido que parecía sangre.

Es cierto… Ella había estado llenándose el buche con ellos durante horas.

―¡No me asustes así! ¡Creía que habías muerto!

―¿Te refieres a un ataque tan débil como ése? ¡Pues no ha dolido ni un poco!

Este pájaro era un monstruo. Supongo que realmente lo era.

Vaya… La verdad es que me ha dado un buen susto.

―Maestro, ¿estabas preocupado por mí?

―Eso no importa.

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―¡Maestro! ¡Estás avergonzado!

―¿Quieres que dé el discurso en tu funeral?

―¡No, pero estoy feliz! ¡No empieces a pensar en comprar un reemplazo para mí!

Bueno, parece estar bien.

Filo se quedó ahí sonriendo, lo cual me molestó un poco.

Será mejor que recuerde todo esto.

―De todas formas, ¿qué pasó?

―Bueno, el dragón me tragó y entonces, cuando estaba en su estómago, me di una vuelta y encontré este extraño cristal brillante de color morado.

¿Pudiera ser que el dragón muerto fuese reanimado por este cristal morado?

Filo se había abierto paso al exterior a través del estómago del cadáver, cerca de su pecho… ¿Podría ser el corazón? ¿Pero por qué? ¿Porque era un dragón? Aunque estaba muerto, ¿es posible que el poder mágico latente del dragón se hubiera reunido en su corazón y se hubiera cristalizado?

―Entonces, ¿qué ha pasado con el cristal?

―¡Ugh! ¡Puaj!

Supongo que esa era la respuesta… se lo había comido. Su estómago se veía como si estuviese brillando también.

Vaya… Estuve a punto de golpearla.

―Ha sobrado un poco. Maestro, ¿quieres un bocadito?

Extendió su pequeña ala y en ella había un fragmento de cristal púrpura.

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¿Qué demonios?

Lo partí por la mitad y dejé que el escudo lo absorbiera.

Lo sabía… Mi árbol no está suficientemente avanzado para desbloquear algo.

―Raphtalia está herida, así que tú y yo vamos a limpiar los restos de este dragón.

―¡Vale!

Lo juro… Este pájaro va a llevarme al manicomio. Menos mal que no me dejé consumir por la ira.

Durante la batalla cambié al Escudo Maldito para vengar a Filo, pero casi fui consumido por el odio. Si Raphtalia no me hubiese detenido, habría calcinado al dragón completamente… y también a Filo.

Ira… Ese escudo estaba maldito. Me dominó para lograr sus propios fines. Si le hubiese dejado tomar el control, seguro que habría ido a matar a los otros héroes una vez hubiese acabado con el dragón.





―¡Delicioso!

―¡Filo! ¡Esa carne está podrida, no te la comas!

―¡La carne que se está empezando a pudrir es la mejor, Maestro!

―¡No está “empezando”, está completamente podrida!

Seguimos limpiando de esa forma poco entusiasta y juguetona. Pronto, el dragón había desaparecido por completo. Absorbí todo lo que pude, pero el árbol no había avanzado lo suficiente para desbloquear algo nuevo. Aun así, parecía que los huesos y la piel serían materiales útiles, así que cogí parte de ellos y los cargué en el carro.

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