Tate no Yuusha no Nariagari (NL)

Volumen 2

Capítulo 15: Por qué Fue Sellado

 

 

Había una aldea que necesitaba una gran cantidad de herbicida, así que nos apresuramos allí.

―¡Maestro!

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―¿Qué pasa?

―Um… ¡Estas plantas son maravillosas!

Raphtalia y yo estiramos el cuello para mirar afuera. La calle estaba cubierta de enredaderas retorcidas, tan gordas que amenazaban con sepultarla entera.

―¡¿Qué demonios?!

Parecían estáticas, pero si mirabas de cerca podías ver las enredaderas arrastrándose lentamente más lejos y extendiéndose por el camino.

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―La aldea…

Miré alrededor para hacerme una idea de la situación y vi algo en la distancia que parecía algo así como un campamento de refugiados.

―Filo, llévanos allí.

―Vale.

Llegamos al campamento y rápidamente empezamos a vender nuestros productos.

―De acuerdo, ¿entonces qué precio deberíamos poner al herbicida?

Seguramente lo necesitan para intentar controlar esas enredaderas que hemos visto.

Ahora empezaba a entender por qué el comerciante de accesorios nos había recomendado este lugar a nosotros, ya que estaba bastante claro que debíamos ser capaces de hacer algunos negocios aquí. ¿Pero cuánto? ¿Cuándo dinero conseguiríamos con ello?

―Podría haber algún comprador especializado.

―Buena idea.

Bajamos del carro y comenzamos a preguntar por todas partes. Cambié mi escudo al Escudo Libro. Entonces lo giré hacia el interior de mi brazo y fingí ser un comerciante que solo caminaba con su libro de cuentas. Si no advertían que tenía mi escudo, no pensarían que era el Héroe del Escudo.

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―Escuché que necesitáis herbicida y que estáis dispuestos a pagar por él.

Encontré a alguien en el campamento vestido mejor que los demás. Parecía estar al mando.

―Ah… ¿un comerciante? Llegas justo a tiempo.

―¿Qué ha pasado aquí?

Miré a la distancia para ver toda la zona cubierta de enredaderas.

―Sí, bueno… Nuestra aldea estaba experimentando una severa hambruna.

Eso me recuerda… Creo que he escuchado algo sobre este lugar. ¿Pero no se había encargado Motoyasu ya de ello?

―El Héroe de la Lanza pudo destruir el sello de una antigua semilla milagrosa para nosotros. Eso resolvió la hambruna, sin embargo…

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―¿Quieres decir que esto viene de la semilla milagrosa?

Miré hacia las enredaderas. Al observarlas detenidamente, vi varias frutas y vegetales creciendo de los tallos retorcidos.

Gracias a la semilla, los refugiados tenían mucho para comer y la hambruna quedó resuelta. Ahora podían coger patatas de las raíces. Lo pude comprobar yo mismo cuando vi a varias personas cavando en las enredaderas con palas.

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Por lo tanto, fueron capaces de arreglar el problema de la hambruna. Pero al parecer, el crecimiento de las enredaderas resultó ser exagerado y la gente se quedó sin espacio para vivir.

¿Pero cómo se puede ser tan estúpido? Ahora que lo pienso, esa debe haber sido la razón por la que la semilla fue sellada en un principio. Si simplemente la hubiesen dejado allí, ahora no estarían sufriendo este desastre. ¡Motoyasu, idiota! ¿En qué estabas pensando?

Oh, sí… Nosotros estuvimos cerca del lugar de la semilla hace poco, cuando fuimos con la bruja a extraer mineral.

Para aquel que vaya a romper el sello de la semilla. Es mi deseo que esta semilla nunca sea liberada en el mundo. Jugará con el anhelo de la gente de verse liberada de la hambruna y les concederá su deseo de la peor forma imaginable. Por eso el sello no es tan fácil de romper.

Sí, eso era lo que decía. ¿Por qué rompería él el sello de la semilla? Seguramente no lo leyó. No se dio cuenta ni siquiera a pesar de toda su experiencia con los videojuegos.

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―Aquí fuera, en la periferia, no hay ningún problema importante. Pero si entras en la aldea, verás que las plantas ya han empezado a convertirse en monstruos.

Así que las plantas pueden mutar… Estupendo. Es un completo idiota.

Era muy fácil ponerme de mal humor, y esta vez había sucedido muy rápidamente.

Hay que reconocer que es muy hábil. Sin duda sabe cómo arruinar mi buen estado de ánimo.

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―¿Así que es por eso que queréis herbicida?

―Sí.

Si estas personas eran agricultores, lo más normal sería pensar que ya sabían cómo controlar las malas hierbas… pero daba igual.

―Al principio todos estábamos muy felices. Pero una vez que las enredaderas llegaron a nuestros campos y más tarde a nuestras casas… Bueno, salimos fuera con hachas para intentar mantener las enredaderas a raya, pero eran demasiado rápidas.

―¿Cuándo pasó todo esto?

―Una vez que el Héroe se fue, no tuvimos ningún problema durante las dos semanas siguientes. Pero hace aproximadamente medio mes, las cosas comenzaron a…

―Oh, eeh. ¿No habéis informado de ello a la Corona?

―Sí, pero dijeron que pasaría un tiempo antes de que un Héroe pudiera pasarse por aquí. Por lo tanto, de momento nos hemos visto obligados a hacer lo que se pueda con el herbicida…

―Uffff.

Dejé salir un suspiro de forma involuntaria.

―¿Por qué no intentáis quemarlas?

―Ya hemos probado todo lo que se nos ha ocurrido, y nada.

―Así que supongo que sí lo habéis intentado…

Probablemente también habían probado a pedir ayuda a los aventureros.

Miré el campamente a mi alrededor, y efectivamente había un montón de gente con armas y equipo allí. No parecían aldeanos.

―¡Aaaaaaaaaaah!

Un grito ensordecedor vino desde la dirección donde estaba la aldea.

―¡¿Qué ha sido eso?!

―Intentamos detenerle, pero un aventurero se empeñó en combatir en la aldea para elevar su nivel. Debe de ser él.

El aldeano respondió con un suspiro, como si hubiese hecho todo lo posible.

―¡Maldición! ¡Filo!

―¡Sí!

Señalé en dirección a la aldea. Filo había estado llenándose la boca con fruta de las enredaderas, pero inmediatamente salió corriendo a mi señal.

Corrió a toda velocidad, directa al centro de la aldea, y pronto volvió con tres aventureros. Se encontraban muy heridos.

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―¿Cómo has visto la aldea?

―Umm… Bueno, los monstruos planta se deslizaban por todas partes. Hay algunos increíbles que escupen veneno y ácido y cosas. ¡Los aventureros débiles no deberían ir ahí! ¡Estúpidos!

―La última parte no era necesaria.

―¡De acuerdo!

Los aldeanos se sorprendieron cuando vieron hablar a Filo.

―¡Oh, hemos oído hablar de usted! ¡Es el santo que hace milagros con el carro del dios pájaro!

Como si acabasen de darse cuenta de que me encontraba allí, todos corrieron hacia mí y me estrecharon la mano.

―Bueno, no sé nada de ningún santo… pero tengo un pájaro y un carro.

―¡Por favor, salve nuestra aldea! ¡Incluso hay gente que ha sido consumida por las enredaderas!

―¿Quieres decir que son parasitarias? Oh, lo que faltaba…

Cogí algunas medicinas restauradoras y algo de herbicida, entonces me llevaron hasta una tienda. Dentro había varias personas tumbadas, y sus cuerpos estaban medio transformados en plantas.

―No puedo prometer que pueda curarles. Y además, no soy un filántropo. Espero que me paguéis.

―Sí…

Me aproximé al paciente más cercano, un niño que parecía estar teniendo problemas para respirar, y le administré la medicina restauradora.

El niño quedó cubierto por una luz tenue y su respiración pareció estabilizarse. Entonces apliqué herbicida a las partes afectadas de su cuerpo. El chico sufrió durante un corto tiempo, pero después, las hojas se secaron y cayeron; ahora parecía estar curado.

―Oh…

―¡¿Eso es ser un santo para vosotros?!

Todos estaban murmurando con asombro. Les administré el mismo tratamiento medicinal a los pacientes restantes.

Una vez que todos habían sido tratados, el ambiente que había en el campamento mejoró enormemente. Supongo que cualquiera estaría feliz al verles mejorar, aunque fuera solo un poco.

―¡Gracias! ¡Muchas gracias!

Todos me agradecieron el trabajo.

―Hora de pagar.

Pedí un precio que era mayor que el precio medio de mercado.

Aquí está el porqué: si ya habían solicitado ayuda a la Corona, entonces existía la posibilidad de que otro Héroe se presentase en cualquier momento. Y si lo hacía, muy pronto sabrían también quién era yo, y entonces ya verían las cosas de otro modo.

Los aldeanos me pagaron felizmente. Todo estaba yendo de acuerdo al plan.

―Está bien, os venderé el herbicida. Intentemos hacer esto rápido. Una vez que lo compréis, me iré de aquí.

―Um… Santo… ¿Podría por favor salvar nuestra aldea?

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―¡¿Qué?! Creía que habíais solicitado que viniera un Héroe.

―Sí, pero…

Ugh…

Todos los aldeanos estaban postrándose a mis pies y suplicándome. Yo no era exactamente omnipotente aquí. Y además, no era como si tuviese alguna responsabilidad con ellos.

―No, gracias.

―Por favor. Si necesita dinero, encontraremos una forma…

―Tenéis que pagar por adelantado. Y si no ocurre nada, no quiero escuchar ninguna queja. Ahora, si sabéis algo sobre la semilla que liberó el Héroe de la Lanza, será mejor que me lo digáis.

Los aldeanos se llamaron los unos a los otros y pronto me vi rodeado de gente sacando dinero de sus bolsillos. Pasé el tiempo intentando descubrir tanto como pudiera sobre la planta.

Al parecer, la semilla había sido sellada en unas ruinas cercanas, y al cargo de su custodia dejaron a un poderoso guardián. Si ahora las enredaderas lo estaban engullendo todo, por obligación alguien tenía que haberse preguntado qué había pasado con el guardián, ¿no? Suspiré… Estos aldeanos no servían para mucho.

Los aldeanos creían que la semilla era la obra maestra de un alquimista que había establecido su escondite en esas ruinas, y que la semilla fue sellada un tiempo después. Según la información de la que disponían, la zona alrededor de las ruinas fue, en algún momento del pasado, invadida por enredaderas.

―Si existe una leyenda como esa por aquí, ¿por qué rompisteis el sello a la semilla? ¿Nadie se dio cuenta o qué?

Todos miraron al suelo.

Debieron haber pensado que sería segura porque un Héroe la había llevado hasta ellos.

Estábamos hablando de esta cuestión cuando anunciaron que habían reunido todo el dinero que había pedido. Era bastante cantidad. Podría haberlo cogido y simplemente huir.

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―Bien, lo tengo. Haré lo que pueda.

Cambié mi escudo al Escudo Víbora de Quimera. Ese debería ser el mejor para combatir en este momento.

―¡¿El…El Héroe del Escudo?!

Ignoré los gritos de los aldeanos y me abrí paso entre las enredaderas. Raphtalia y Filo me seguían de cerca.

Puse todo el dinero en una bolsa y la até alrededor de mi cintura, entonces me adentré más y más en la maraña de plantas.

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