Tate no Yuusha no Nariagari (NL)

Volumen 2

Capítulo 13: Tomar Todo Excepto la Vida

 

 

―Oh, guau… ¡Y pensar que estoy montado en un carro tirado por un dios pájaro…! ¡Qué honor!

―¿Dios pájaro?


Un comerciante me había pedido que le llevase hasta la siguiente ciudad del camino, así que le estábamos dando un paseo.

―¿No lo has oído? Um, bueno… Oye, ¿no eres tú el dueño de este carro? Aunque intentes ocultarlo, estoy seguro de ello.

Él había estado charlando con Raphtalia, pero ahora señalaba con su dedo hacia mí.

Al principio fingimos que Raphtalia estaba al mando, y yo permanecí en la parte trasera del carro haciendo medicinas.

―Es cierto…

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―Eres famoso por la ciudad. Dicen que hay un carro arrastrado por un dios pájaro que baña a la gente en milagros allá donde va.

El carro estaba traqueteando por el camino. Me giré para mirar a Filo.

¡Así que la gente piensa que es un dios!

En realidad se comportaba un pequeño cerdo hambriento, y la mimaban en todos los lugares a los que iba. ¿Pero qué era este milagro del que estaba hablando ese tipo?

¿Um?

―¡Gueeeeeh!

De repente Filo se sobresaltó y salió corriendo.

―¡Guah!

El comerciante, Raphtalia y yo volamos de nuestros asientos y tuvimos que usar los brazos para mantener el equilibrio.

―¡Aaaah!

―¡Yasuuuuuu!

¡RAN RAN!

El carro golpeaba tan fuerte con las irregularidades del camino que no podíamos oír lo que estaba pasando fuera. A veces Filo se ponía a correr como ahora sin ninguna razón concreta; ésta era probablemente la cuarta vez desde que comenzamos este trabajo de viajeros. Hacía lo que quería.

―No soy el único pasajero. ¡Tómatelo con calma, Filo!

―¡Vale! Pero no es eso… ¡Gueh!

Nos susurramos el uno al otro para que el comerciante no nos escuchara. No queríamos atraer más atención de la necesaria, ya que eso solo nos causaría problemas. Sin embargo me daba la sensación de que la gente nos estaba prestando atención de todas formas.

El comerciante ya me estaba mirando fijamente con una expresión de sorpresa en su rostro.

―Había oído que podía entender el lenguaje. ¡Eso es asombroso!

―Yo también lo creo.

Ahora que lo pienso, si la gente se sorprendía tanto de que ella pudiese entender el lenguaje, ¿qué pensarían sobre que fuese capaz de hablar? Sus características parecían ser las idóneas para un animal de carga.

Debería pensar en ello como un potencial que tienen los monstruos… Cuando lo miras de ese modo, de hecho ella debe de ser muy rara.

―Aun así, solo somos comerciantes ambulantes normales, llevamos a la gente de vez en cuando, pero nada fuera de lo común.

―La gente dice que un hombre santo llega en un carro y bendice a los enfermos con una medicina especial. Dicen que curas a la gente.

―¿En serio?

Claro, era una medicina bastante buena, pero si se ahorraba un poco cualquiera podría haberla comprado. La única diferencia es que yo había descubierto que también se podía retocar la receta específicamente para las necesidades del paciente. La receta original funcionaba en todo, pero no particularmente bien. Yo había estado añadiendo diferentes hierbas a la receta para ayudar a tratar más enfermedades. Había hecho esto para que funcionara mejor en fiebres, infecciones pulmonares e infecciones de piel. Sin embargo, era solo una medicina.

El método se encontraba escrito explícitamente en el libro de recetas intermedias. Las recetas que había obtenido del escudo también habían sugerido algunos retoques.

―Aunque es solo medicina normal.

Abrí una caja y saqué la medicina para mostrársela.

―¿Esta es la medicina milagrosa?

Quitó la tapa del frasco y la olió.

―Bueno, huele como la medicina normal, eso es seguro.

―¿Lo ves?

¿Era un boticario? Tenía curiosidad, así que le pregunté. Pero él negó con la cabeza.





―No, simplemente lo sé.

De eso no había duda.

―¿Entonces qué tipo de comerciante eres?

―Soy joyero.

Claro, un joyero… Supongo que existen en este mundo también. Lo normal sería que vendiera collares y cosas para gente rica.

―Joyas, ¿eh? Entonces supongo que sueles trabajar con gente adinerada.

Si estaba llevando joyas caras y buscando clientes, probablemente necesitaría una protección de bastante nivel. Por lo tanto resultaba extraño que estuviese viajando solo.

―Golpeas donde duele.

Se rió ligeramente y entonces continuó.

―Oh, vendo todo lo que pasa por mis manos, ya sea pequeño o grande. Podrías llamarme un comerciante de accesorios.

―¿Cuál es la diferencia?

―¿Te interesa echar un vistazo a mis productos?

Sacó una gran bolsa de accesorios para que los revisara. Miré dentro. Estaba lleno de broches y collares, también pulseras. Pero parecía que la mayoría de ellos estaban hechos de hierro o bronce. Y había joyas incrustadas… técnicamente. No eran muy bonitos. La palabra joya parecía demasiado exagerada para describirlos.

―En general solo vendo cosas baratas.

―Eeh… ¿Te has metido en algún tipo de problema?

―No exactamente… Mi línea de productos actual pertenecía a un aventurero bastante pobre.

―Oh.

Según el comerciante de accesorios, se podía imbuir magia a esos objetos para dar diferentes efectos a sus portadores.

―¿Y por cuánto se vende una de esas cosas?

―Bien… bien… Bueno, este brazalete de hierro incrementa el poder de ataque del portador, y cuesta unas treinta monedas de plata.

Eso era muy caro. Yo no podía vender ninguna de mis medicinas por nada parecido.

―Si le aplicáramos magia podría venderlo por cerca de cien monedas de plata.

―¿De verdad?

―Por supuesto.

Oye… Podría valer la pena pensar en ello.

Ya casi había alcanzado el límite de lo que podía conseguir vendiendo medicinas. Nos encontrábamos cerca de agotar las existencias, y aunque eso nos estaba consiguiendo algo de dinero, no era mucho. También estaba pensando en vender parte de la mercancía a distintos boticarios, aunque eso no sería bueno para conseguir muchos beneficios a largo plazo. Si empezaba a recolectar materiales para hacer más, me quedaría sin tiempo.

Podía haber empezado antes de pasar a vender cosas, pero si fabricas cosas y recolectas al mismo tiempo, tu eficiencia empieza a disminuir.

―¿Eres un artesano?

―Supongo… Solo hacer las piezas resulta bastante sencillo… pero una vez que sigo adelante y les añado el poder mágico… Sí, supongo que soy una especie de artesano.

Eso tiene sentido. Él hace las piezas, y una vez que tienen magia puesta en ellas, conceden a sus portadores ciertos poderes. ¿Pero cómo se induce un objeto con magia? Ahí está el truco…

No me gustaba como sonaba eso, “imbuir con magia”. Me lo había encontrado por todas partes en mis recetas medicinales, y también lo había visto aparecer en la receta para el agua mágica. Eso significaba que si no podías usar magia, no podías hacer ninguna de estas medicinas u objetos.

―¡Maestro! ¡Algo se acerca!

Filo sonaba tensa, y tras llamarme, se detuvo en seco.

Raphtalia y yo saltamos rápidamente del carromato para ver qué estaba pasando. Vimos a alguien saliendo de las profundidades del bosque.

De repente había una multitud, y todos llevaban armas en las manos. No parecían amistosos y venían directos hacia nosotros. Iban vestidos de distinta forma, pero todos llevaban armadura. Eran bandidos, probablemente venían de las montañas.

―¡Bandidos!

El comerciante de accesorios soltó un grito estridente.

―Ejeje… dejad las cosas valiosas aquí y seguid vuestro camino.

Ja… menudo cliché.

Ya había oído hablar sobre este tipo de cosas… ¿Por qué sencillamente no se acercaron con sigilo y atacaron?

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Pero Filo les había visto primero, así que debieron haber renunciado a la idea de cogernos por sorpresa y fueron directos a nosotros. Debieron pensar que nos podían ganar, por eso tenían una actitud arrogante. Eso, o es que tenían otro plan.

Esto me recuerda que cuando estuvimos en la última aldea escuché hablar sobre una facción cruel de bandidos que se había establecido en el monte.

―¡Lo sabemos todo sobre vosotros! ¡Y también sabemos que lleváis a un joyero ahí!

Los bandidos se encontraban reunidos en un grupo, y todos nos estaban gritando. Miré al comerciante de accesorios en la parte trasera del carro.

―¿No habías dicho que no llevabas nada de mucho valor?

―Sí… nada como eso en este momento.

Deslizó lentamente la mano a su bolsillo y me pareció que estaba tocando algo ahí.

―Aunque tengo un accesorio bastante valioso que estoy guardando para alguien.

―Ya veo. Así que van detrás de eso.

Había recogido a un cliente problemático.

―Pensé que si fingía que no tenía nada de valor, entonces reduciría costes al quitarme la necesidad de un guardaespaldas.

―¡Idiota! Te pasaré la factura de esto más tarde.

―De acuerdo.

Pareció preocupado por un minuto, pero entonces asintió.

―Raphtalia, Filo. Tenemos problemas.

―¡Lo veo!

―Sí.

A mi señal, Raphtalia saltó del carro y se preparó para la batalla. Yo llevé al comerciante de accesorios conmigo y la seguí.

―Quédate cerca de mí, ¿entendido?

―¡Sí, sí!

Cambié el escudo que tenía para desbloquear su habilidad a uno que era mejor para el combate.

―¿Qué… qué pasa con tu escudo?

―Oh…

Cuando el comerciante de accesorios notó que el dueño del milagroso carro del dios pájaro no era otro que el criminal Héroe del Escudo, pareció visiblemente agitado.

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―¿Qué es esto, vais a combatir contra nosotros?

―Claro. Pensé que no sería justo lanzaros fuego desde allí atrás.

Miré a los bandidos mientras les amenazaba. Lo más importante del combate era evitar que el enemigo consiguiera lo que buscaba. Básicamente no podía permitirles marcharse con lo que fuese que el comerciante de accesorios llevaba consigo.

―Raphtalia, Filo, ¿estáis listas?

―Sí. Estoy preparada cuando tú lo estés.

―Sí, ya me estaba aburriendo.

―Estupendo. ¡Hagámoslo!

Cuando grité la señal, los bandidos también se prepararon y corrieron hacia nosotros con sus armas levantadas. Les eché un vistazo rápidamente y conté más o menos unos quince de ellos. Eso era más que suficiente.

―¡Escudo de Ataque Aéreo!

Apunté a uno que estaba corriendo hacia nosotros y el escudo apareció en medio del aire para detener su avance. Me preparé para mi siguiente habilidad.

―¡Cambiar Escudo!

Cambiar Escudo era una habilidad que me permitía cambiar instantáneamente a cualquier escudo que necesitase. Elegí el Escudo de Aguijón de Abeja. Este escudo tenía un efecto especial de Escudo de Aguja (pequeño) y otro de Veneno de Abeja (parálisis).

―¡El Escudo! ¡Cuidado! ¡Ugh!

Uno de los bandidos colisionó contra el escudo y cayó al suelo aturdido y aparentemente paralizado. La habilidad había funcionado bien.

―¡Escudo Prisión!

―¡¿Qué?!

La jaula se expandió para encerrar a uno de los bandidos. Aunque eso tenía un tiempo límite.

La habilidad Cambiar Escudo tardaba treinta segundos en recargarse, así que no podías usarla varias veces seguidas. Dicho esto, aunque tomaba tiempo para recargarse, era más efectiva precisamente por ello. A fin de cuentas no era tan malo.

De repente, tres de ellos se colocaron justo delante de mí. Probablemente pensaron que yo era un idiota, ahí de pie con tan solo un escudo para luchar. Salté frente al comerciante de accesorios y le cubrí de un ataque. Salieron chispas de mi escudo, que había repelido el impacto de un arma metálica. Al parecer sus ataques no eran lo suficiente fuertes como para atravesar mi defensa.

Ahora tenía el Escudo Víbora de Quimera. Sus efectos especiales eran Colmillo Venenoso (medio) y Gancho. La serpiente grabada en el frente del escudo cobró vida y mordió a los bandidos que estaban atacándome. Trataba de hacer daño a cualquiera que se acercase a mí, y los envenenaba en el proceso.

―¡Gaaahhh!

―Maldición… ¡¿Qué es eso?! ¡¡Ugh!!

―No me siento bien…

El Escudo Víbora había envenenado a uno. Sin embargo, si hubiesen tenido resistencia al veneno, el escudo no habría servido de mucho.

Todavía no lo había probado en una persona… Aunque parecía ser bastante poderoso, no era cómo si pudiese acabar con alguien de un solo ataque.

Elegí Gancho seguidamente. La serpiente voló fuera del escudo y se enrolló alrededor de alguien. Tenía un rango de dos metros y era útil para atrapar a un enemigo (aunque no causaba ningún daño), acercar cosas o trepar acantilados o muros. Miré a los bandidos y ahora algunos de ellos parecían tan enfermos y débiles que se estaban cayendo.

―Este tipo… ¡es el Héroe del Escudo!

El grupo de bandidos se vio intimidado de repente. Seguramente acababan de darse cuenta de que se habían topado conmigo y ahora estaban empezando a recordar todos los rumores que habían oído sobre mí. Un escalofrío de terror se apoderó de ellos y pude ver en sus rostros que habían comprendido la situación.

―¡Arggggh!

―¡Iyaaaaa!

Raphtalia tenía la espada desenvainada, y cada vez que un bandido dejaba al descubierto un punto débil, se abalanzaba contra él. Yo me las había arreglado para rechazar sus ataques hasta ahora, pero lo que más conmoción les causó fue la fuerza de Raphtalia. Uno de ellos trató de huir y se golpeó la cabeza; quedó tendido en el suelo.

Filo corría rápidamente a través del grupo y pateaba a los bandidos cada vez que tenía la oportunidad. Al igual que Motoyasu, salieron volando a causa de sus patadas.
Cinco… no, ¡veinte metros! Era imposible que hubieran sobrevivido.

Su número estaba disminuyendo, y parecía que solo quedaban seis de ellos capaces de mantenerse de pie. Sin embargo, seguían comportándose de forma presumida y confiada, como si no entendiesen la situación en la que se encontraban. El que no se hubiesen retirado todavía significaba algo… Estaba seguro de ello.

―¡Venid con nosotros, ya!

―¡Aaaah!

Los refuerzos vinieron rápidamente. Eran quince ladrones más.

Menudo dolor en el trasero. Todos ellos eran muy débiles, pero había muchos. Y mientras que el grupo original ni siquiera se había molestado en sorprendernos, los refuerzos sí que lo hicieron.

―¡Eeeh!

El comerciante de accesorios soltó un grito agudo y yo extendí mi capa para protegerle y bloquear las flechas que habían disparado hacia nosotros. Afortunadamente, ninguna de ellas fue lo suficiente fuerte como para superar mi alto poder defensivo.

―¡Hay más!

Miré alrededor y vi un nuevo grupo de bandidos saliendo desde el bosque en dirección a Raphtalia

¡Maldición! ¿De dónde vienen? Ya no estoy seguro de si seremos capaces de derrotarlos a todos. En el peor de los casos siempre podemos volver al carro y hacer que Filo nos saque de aquí… ¿verdad?

―¡Ugh…!

Se produjo un fuerte sonido metálico. Por lo visto, uno de los bandidos se había llevado todo el peso del ataque de la espada de Raphtalia… solo para reírse de ella.

¿Qué significa eso? Era un bandido, pero parecía mucho más sereno que los otros. Blandía la misma espada que los demás, pero la suya parecía estar hecha de un material diferente. También se veía mayor que los otros, como un tipo que estaba al final de sus treinta. Si hubiese sido japonés, habría dicho que era un samurái errante. De todas formas, llevaba una armadura occidental completa, así que no era un samurái, pero no por ello dejaba de parecer fuerte.

―Es ése.

―Ah, parece que has conseguido al Héroe del Escudo como guardaespaldas. Pero yo puedo vencerle.

―Sí.

Me giré hacia el comerciante de accesorios, pero él rápidamente apartó la mirada.

―Creo que este hombre ha sido contratado para matarme―.

―Jejeje… ¡esto es lo que pasa cuando aumentas de clase! No me importa si el Héroe del Escudo está cuidando de él, aun así yo puedo ganar.

¿Aumento de clase? Ahí había otra cosa que no podía entender. Debía de ser algún tipo de incremento de poder, uno que la gente normal no podía usar.

―¡No perderemos contra ti!

―¡Raphtalia, mantén las distancias!

―¡¿Eso es todo lo que tienes?!

La espada del guardaespaldas desvió la de Raphtalia.

Maldición… Es realmente fuerte.

Raphtalia se había vuelto una temeraria últimamente. Tenía que encontrar alguna forma de controlarla.

―Ah…

El guardaespaldas agarró a Raphtalia del pecho y la amenazó con su espada.

―Muy bien, Héroe del Escudo, allá vamos. O me entregas a ese comerciante o mato a esta chica.

Iba a matarla de todas formas. No entiendo por qué tenía que hacer este trato. ¿Pero qué debería hacer? Si la tenía de rehén, yo no podría moverme siquiera, y mucho menos luchar.

―¡Déjala ir!

Ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Filo corrió desde atrás a toda velocidad y chocó contra él.

―Qu…

No fue capaz de quitarse de en medio, pero sí que le dio tiempo a prepararse para el impacto. Cuando cambió su atención a Filo, soltó a Raphtalia sin darse cuenta.

Pero la fuerza del impacto de Filo le quitó el arma de la mano, y la hizo pedazos. Ella dio la vuelta corriendo para lanzar otro ataque, pero durante su repentina ausencia todos los bandidos cambiaron su mirada hacia mí.

―¡Muere!

―¡Toma esto!

¡Clang!

El escudo repelió sus ataques con un sonido metálico. Todos los ataques rebotaron, excepto el del guardaespaldas. Su ataque había dolido.

―¡Iiih!

―¡Tú no te muevas!

Mantuve al comerciante de accesorios junto a mí mientras bloqueaba los ataques dirigidos a nosotros. No estaba seguro de cuánto tiempo iba a ser capaz de seguir resistiendo.

Ese tipo se estaba zafando de los ataques de Raphtalia y se las había arreglado para mantenerse en pie cuando Filo le embistió. ¿Cómo íbamos a ganar? Podía usar el Escudo Prisión para retenerle, pero el tiempo límite de la habilidad sería un problema.

El resto de los bandidos son unos debiluchos, así que podemos eliminarlos uno a uno, pero ¿qué deberíamos hacer con ese guardaespaldas? ¿Serviría encerrarle en el Escudo Prisión mientras nos encargamos de los otros? Si hago eso, existe la posibilidad de que huya.

Estaba pensando en ello cuando Raphtalia recuperó su espada. Estaba preocupada por algo.

¿Qué pasa?

Su cola se erizó y ahora parecía más tupida.

―Yo soy la fuente de todo poder, escucha y obedece mis palabras. ¡Crea un espejismo y ocúltanos! ¡Espejismo de Ocultación!

Raphtalia se puso a brillar. De repente, la imagen de su cuerpo comenzó a ondularse y entonces desapareció.

―Ha… ¡Ha desaparecido!

Los bandidos que habían estado corriendo en su dirección detuvieron su avance y parecieron encontrarse confundidos.

―¡No seáis idiotas! Solo ha usado magia para ocultarse.

¡La magia de Raphtalia había mejorado hasta el punto de poder usarla en medio de una batalla!

Maldición… Yo no aún no puedo usar la mía en absoluto. ¡Me siento muy atrasado!

―¿Qué demonios…? ¡¿Filo también?!

¿Qué? Filo había cruzado sus alas y parecía estar concentrándose.

―Yo soy la fuente de todo poder, escucha y obedece mis palabras. ¡Arrasa con ellos! ¡Tornado Veloz!

Un gran tornado apareció de pronto alrededor de Filo, y los bandidos cercanos fueron lanzados por el aire.

―¿Qué?

Incluso el guardaespaldas se quedó sorprendido por toda este despliegue magia, y se alejó de nosotros para ganar algo de distancia. Pero se le había acabado la suerte.

Raphtalia preparó su espada y se acercó a él por detrás.

―Ugh…

―Eres muy fuerte, pero es por eso que tengo que hacer todo lo que pueda para ganar.

Cuando terminó de hablar, la espada cortó a través de su nuca. El guardaespaldas cayó.

Nos las habíamos arreglado para rechazarles. No podía creer que ambas hubieran sido capaces de usar magia en medio del combate, quiero decir, ni siquiera sabía que Filo PODÍA usar magia para otra cosa que no fuera transformarse. Debería haber dicho algo antes, aunque solo era un monstruo. Tal vez solo había sido su instinto.

―¡Maldición! ¡Retirada!

Tras ver caer al guardaespaldas, uno de los demás asumió el mando y ordenó la retirada.

―¡Sí, claro!

Capturé a ese líder con el Escudo Prisión y Raphtalia saltó sobre la espalda de Filo para perseguir a los bandidos que huían.

―De acuerdo…

Les atamos y les miramos fijamente.

―Si llevamos a estos tipos a la policía de algún sitio, ¿crees que conseguiríamos una recompensa?

―Tal y como están las cosas estos días, no sé si habrá dinero para eso…

Raphtalia se veía preocupada.

―¿Qué hay de ti? ¿Qué sabes?

Le pregunté al comerciante de accesorios, pero él negó con la cabeza.

―De todas formas, probablemente deberías llevarlos a la policía.

―Sí… supongo…

El nuevo líder estaba mirándome y riéndose. Podía imaginarme lo que estaba pensando.

―Nosotros solo somos unos aventureros pacíficos, y de repente el Héroe del Escudo nos atacó. ¿Es eso lo que estás pensando?

Rápidamente dejó de reírse.

―Exactamente. La policía preferiría creer lo que yo le cuente antes que escucharte a ti. ¡Piensa en la reputación que tienes!

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―Bueno, tal vez tengas algo de razón ahí.

¿Por qué mi reputación me precede de esta forma? Cuanto más pienso en ello, más me cabreo.

Esa Basura y su princesa la Zorra realmente me habían hecho quedar mal, y todo el mundo les creía.

Aah…

―De acuerdo entonces. Lo que haremos será mataros.

Aunque no lo había pensado mucho, no dudé en decir eso. Pero los bandidos tuvieron una reacción visceral. Sus caras palidecieron y algunos de ellos empezaron a forzar sus cuerdas para liberarse. Filo corrió hacia ellos y les pateó, entonces perdieron el conocimiento.

―Sí, tengo a este monstruo peligroso conmigo. Podría dejarle probar también a qué saben los humanos.

Apreté los dientes y gruñí con fuerza mirándolos.

―¿Comida?

Filo empezó a babear mientras miraba de un bandido a otro.

―¿¡Iiiih?!

―Um… ¿Qué debería hacer?

―¡Pero eres el comerciante milagroso con el carro del dios pájaro! ¡Tú no matarías a nadie!

―Ni siquiera recuerdo que me llamaran así. Todos somos responsables de nuestro propio destino. Vosotros habéis vivido chupando de los demás, pero hora es vuestro turno de pagar. Hacedme un favor y aceptadlo sin ofrecer resistencia.

―¡Por favor! ¡Perdónanos la vida!

―Bien. Dadnos todos vuestros objetos de valor y equipos, y decidnos donde está vuestro escondite. También podéis seguir adelante y mentir si queréis, pero me convierto en un sanguinario cuando la gente me miente. Y mi dios pájaro os despedazará extremidad por extremidad. No quedará nada de vosotros. Lo único que tengo que hacer es darle la señal.

Los bandidos estaban temblando, y hablaron lentamente con unas voces que indicaban terror. Mi reputación de algún modo me estaba haciendo bien.

―¡Vale, vale! Nuestro escondite está…

Desenrollé un mapa y comprobé el lugar que me habían indicado; se encontraba cerca.

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―De acuerdo. Vamos a negociar.

Bajé la mano y Filo cargó una patada lo suficiente fuerte como para dejarles fuera de combate. Y entonces los liberamos.

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―Tomad sus objetos de valor. ¡Y mirad si su equipo es bueno! Raphtalia, encárgate tú de eso.

Ya habíamos despojado al guardaespaldas de sus posesiones. Su equipo era bastante bueno, y lo tomamos como pago por las molestias.

―Si les robamos, no seremos mejores que ellos.

Raphtalia protestó, pero aun así siguió mis órdenes y les quitó su equipo a los bandidos activamente.

―Muy bien. Ahora dadle antídoto a cualquiera que esté envenenado y cargadlos en el carro. Será mejor que lo hagáis rápido, todavía tenemos que pasarnos por su escondite.

―¡Entendido!

Fuimos al escondite para confirmar que realmente se encontraba donde ellos habían dicho y encontramos a alguien allí de guardia. Le atamos y le despojamos de sus objetos de valor y equipo. Entonces fuimos al interior y tomamos todos los tesoros y joyas que habían almacenado y los cargamos en el carro. Finalmente bajamos a los bandidos atados y les dejamos en su escondite.

Teníamos en nuestras manos una gran variedad de tesoros. Entre el botín se podía encontrar dinero, comida, alcohol, armas y armaduras, oro y plata, medicinas curativas y otras cosas de bastante menos valor. Tenían mucho más de lo que esperaba, así que acabó siendo una mayor compensación de lo que me había imaginado.

―Eso ha sido muy… astuto.

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El comerciante de accesorios estaba reflexionando sobre el suceso del día mientras me miraba.

―Sí… De todas formas, ¿cuánto crees que valen los problemas que nos has causado en tu nombre?

El comerciante repentinamente volvió a la realidad, recordando dónde estaba.

―Esos bandidos tenían incluso un guardaespaldas para protegerles, y nosotros los derrotamos a todos para salvarte. Eso vale más que unas monedas de plata, ¿sabes?

Le lancé una pequeña amenaza.

Todo esto era por su culpa. No iba a dejarle marchar tan fácilmente.

Acordamos que recibiría uno de los accesorios que vendía. Dijo que estaba valorado en al menos veinte monedas de plata.

―¡Afrontar tal adversidad y aun así combatirla de frente! Sí, me has impresionado, Héroe.

Parecía emocionado. Me estaba mirando otra vez, más atentamente que antes. No creía que me estuviese mintiendo.

―Éste será suficientemente bueno para ti. Te daré este artefacto y lo imbuiré con magia. También compartiré mis rutas comerciales contigo.

―Eso es mucho, ¿no?

Eso era mucha más compensación de la que necesitábamos, lo cual parecía sospechoso. Podría estar intentando castigarnos por tomar uno de sus accesorios.

―No, la verdad es que no quedan muchos comerciantes como tú, me refiero al tipo de los que exigirán una paga incluso antes de una horda de bandidos.

―Debe haber mucha gente codiciosa por ahí.

―Eso no es a lo que me refiero. La mayoría de la gente exprime el dinero de alguien y después les echa a un lado, pero tú no. Tú sabes cómo mantenerles con vida de forma que puedas continuar beneficiándote de ellos.

―Mantenerles vivos para beneficiarse…

Miré hacia los bandidos atados.

Podrían ser un grupo poderoso de bandidos, pero aquí estaban atados. Todas sus ropas y equipos eran muy buenos, y evidentemente lo habían robado de otros, por lo que si luego veníamos nosotros y les quitábamos esas cosas, ¿qué habría de malo en ello? ¿No dicen que cosechas lo que siembras?

―¿Lo dices por todo esto?

―Esos hombres vinieron tras nosotros para robarnos nuestro dinero y nuestras vidas. Pero tú te has comprometido, y has tomado todas sus posesiones perdonándoles la vida. Normalmente los habrían asesinado. Si piensas en ello, éste es el mejor final que ellos podían esperar.

Yo tenía una reputación realmente mala, así que en realidad había una posibilidad de que la policía hubiese creído su palabra por encima de la mía. Aunque también podrían haberme creído a mí.

―Han pagado por sus vidas con todas sus posesiones materiales.

―Sí, se podría decir de esa forma…

―¡Y una vez que reúnan su botín de nuevo y vuelvan por venganza, les derrotarás y lo tomarás todo otra vez!

El comerciante de accesorios mostró una sonrisa perversa.

¿Qué le pasa a este tipo? ¡Está empezando a asustarme!

―De todas formas, te dejaremos en la siguiente ciudad.


―No, gracias. Tengo mucho que contarte. No me iré hasta que lo haya compartido todo contigo.

¡Se pensaba que yo era su aprendiz o algo!

Hay algo desagradable en todo esto. ¿Qué estará tramando?

De todos modos, llenamos nuestros bolsillos y sacas con el alijo de los bandidos y nos pusimos en marcha otra vez.

Esto podría no ser relevante a corto plazo, pero al parecer existía un gremio de comerciantes, y un miembro corrupto había vendido la información a los bandidos acerca de que este vendedor de accesorios iba viajando en nuestro carro. Más tarde ese tipo fue expulsado del gremio.

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