Arifureta Shokugyou de Sekai Saikyou (NL)

Volumen 1

Capítulo 2: El Monstruo del Abismo

Parte 2

 

 

Goteo… Goteo… El agua cayó por su mejilla y goteó en su boca. La débil conciencia de Hajime lentamente comenzó a volverse más brillante. Desconcertado, lentamente abrió los ojos.

¿Estoy vivo…? ¿Alguien me salvó? Se levantó, sólo para golpearse la cabeza en el techo bajo.

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“¿Agah?” Recordó demasiado tarde que había hecho que el techo sobre él mediera apenas cincuenta centímetros de alto. Hajime levantó sus brazos hasta el techo para transmutar un agujero más grande. Sin embargo, sólo un brazo entró en su línea de visión, y gritó sorprendido.

Miró incrédulo al muñón de su brazo izquierdo durante un momento antes de recordar que lo había perdido recientemente. Un dolor fuerte corrió por donde debería haber estado su brazo izquierdo. Estaba experimentando un dolor fantasma por primera vez. Su cara se retorció en angustia y agarró reflexivamente su brazo izquierdo, sólo para darse cuenta de que había una ligera hinchazón donde le habían cortado el brazo, y la herida ya se había cerrado.

“¿Cómo…? Estaba sangrando tanto…” Era demasiado oscuro para ver, pero si hubiera habido algo de luz habría quedado claro que Hajime yacía en un charco de su propia sangre. De hecho, Hajime había perdido tanta sangre que debería haber muerto.

Sintió alrededor con su mano derecha y sintió la sensación pegajosa de sangre a su alrededor. Era lo suficientemente reciente como para que aún no se hubiera secado. Con eso, pudo confirmar que su sangrado no había sido sólo un sueño, y que sólo habían pasado unos minutos desde que Hajime perdió el conocimiento.

Y, sin embargo, su herida se había cerrado por completo, y mientras Hajime reflexionaba sobre cómo era posible, sintió que volvía a gotear agua en sus mejillas y boca. Se sintió un poco revitalizado mientras las gotas se deslizaban por su garganta.

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“No me digan… ¿esto es lo que me salvó?” Hajime aún estaba un poco mareado por la pérdida de sangre y los dolores fantasmas, pero extendió su mano hacia la fuente del agua y transmutó la tierra que lo rodeaba.

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Aún algo inestable, siguió transmutando cada vez más profundamente en el muro. El líquido extraño que ahora comprendía que no podía haber sido agua, continuó escurriendo por las grietas de la roca. Curiosamente, restauró también su maná, por lo que Hajime pudo seguir transmutando sin quedarse sin energía. Hajime delirantemente continuó transmutando, buscando decididamente la fuente del agua.

Eventualmente, el lento goteo se transformó en una corriente más rápida, y Hajime finalmente llegó a la fuente del líquido.

La fuente del líquido era un cristal del tamaño de una pelota de baloncesto que emitía una luz azul pálida.

El cristal estaba enterrado en la pared que lo rodeaba, y el líquido salía por debajo. Tenía un aura de belleza maravillosa. La luz que emitía era más oscura que la de una aguamarina. Hajime la miró con asombro, olvidando su dolor momentáneamente. Entonces, como atraído por ella, puso su boca sobre el cristal.

Mientras lo hacía, el dolor, la neblina que había caído sobre su mente, y la fatiga, abandonaron todo su cuerpo. Como él sospechaba, fue el líquido de este cristal lo que salvó la vida de Hajime. Lo que significaba que el líquido contenía algún tipo de agente curativo. Su dolor fantasma nunca pudo curarse por completo, y la sangre que había perdido no estaba regresando, pero el resto de sus heridas y todo su maná fueron restaurados en un instante.

Aunque Hajime no lo sabía, el cristal era en realidad una [Piedra Divina]. Las Piedras Divinas eran cristales raros, y consideradas como uno de los tesoros históricos más grandes del mundo. La gente moderna las consideraba una leyenda perdida.

Las Piedras Divinas eran creadas cuando un gran grupo de maná se juntaba y cristalizaba a lo largo de mil años. Tenían entre treinta y cuarenta centímetros de diámetro, y luego, a lo largo de unos pocos cientos de años, su maná saturado se licuaba y volvía a verterse en la tierra.

El líquido que secretaban era conocido como Ambrosia, y curaba todas las heridas. No podía regenerar miembros faltantes, pero supuestamente extendía la vida de uno mientras continuara bebiéndola, y también era conocida como el elixir de la vida. La leyenda dice que Ehit curó a las masas con esta misma Ambrosia.

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Se dio cuenta de que había escapado por poco de una muerte muy dolorosa, y Hajime se desplomó hacia la pared. Abrazó su tembloroso cuerpo, y luego enterró su cara en sus rodillas, con el miedo a la muerte aún fresco en su mente. Ya no tenía la energía para tratar de escapar. El estrés constante y el miedo lo habían roto finalmente.

Si sólo tenía que enfrentarse a enemigos, entonces podría haber logrado algo. Se habría regocijado por el hecho de que aún estaba vivo, y luego se habría levantado.

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Pero los ojos con los que el oso lo había mirado lo rompieron. Esos eran los ojos de un depredador que veía a Hajime como nada más que comida. Los ojos de la mayoría de los humanos, que estaban en lo alto de la cadena alimenticia, nunca tuvieron que soñar con ello. Esos ojos, y la vista del oso masticando su propio brazo, habían aplastado completamente el espíritu de Hajime.

Alguien… alguien… por favor sálvame… Pero él estaba en lo más profundo de las fosas del infierno, así que no había manera de que sus pensamientos llegaran a nadie. No sabía cuánto tiempo estuvo sentado allí. Pero durante mucho tiempo, se acurrucó en posición fetal, rogando por la salvación que sabía que no vendría.

***

 

 

Habían pasado cuatro días desde que Hajime había caído del puente.

En ese tiempo apenas se había movido, sacando el sustento que necesitaba de la Piedra Divina. Sin embargo, aunque la Ambrosia podía mantener vivo a un hombre en todas las condiciones menos en las más atroces, no podía saciar su hambre. Aunque no podía morir, Hajime sufrió constantes dolores de hambre, junto con el dolor fantasma que corría por su brazo izquierdo perdido.

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¿Por qué me pasa esto a mí? Esa pregunta había sido algo en lo que pensaba constantemente.

No podía dormir por el dolor y el hambre, y si bebía más Ambrosia, todo lo que hacía era despejar su mente para dejarlo sentir el dolor más vívidamente.

Una y otra vez, su fatiga lo llevó al borde de la conciencia, sólo para que el dolor y el hambre lo trajeran de vuelta. Y luego, para escapar del dolor, bebía más Ambrosia, lo que sólo provocaba más dolor. Había repetido ese ciclo más veces de las que podía contar.

En algún momento, Hajime dejó de beber la Ambrosia por completo. Había elegido inconscientemente la forma más rápida de acabar con su dolor.

“Si todo lo que me espera es el dolor eterno… entonces bien podría…” murmuró para sí mismo, claramente derrotado, y dejó que su conciencia se desvaneciera.

Tres días después de eso.

El dolor que había pasado cierto umbral había disminuido por un tiempo, pero eso era simplemente la calma antes de la tormenta. Su inanición volvió con toda su fuerza, y los dolores de hambre insoportables le sacudían continuamente el estómago. El dolor fantasma continuó también, atormentando a Hajime todo el tiempo. Se sentía como si sus uñas estuvieran siendo peladas lentamente una a una, y luego fuera arrojada sal sobre las heridas abiertas.

¿Aún no estoy muerto? Aaah… Por favor, por favor… Sólo quiero vivir… Mientras anhelaba la muerte, se aferraba instintivamente a la vida. Sus pensamientos comenzaron a contradecirse. Hajime ya no era capaz de pensar racionalmente. Sus murmullos delirantes ya no parecían tener sentido.

Pasaron otros tres días más.

Sin la ayuda de la Ambrosía, expiraría en otros dos días. No había bebido nada en ese tiempo también, así que su sed se mezcló con su hambre.

Sin embargo, poco tiempo antes, alrededor del octavo día desde que descubrió la Piedra Divina, había comenzado un extraño cambio de mentalidad. Desplazándose entre desear la muerte y orar por la salvación, su mente había comenzado a retorcerse, y los pensamientos oscuros comenzaron a brotar del subconsciente de Hajime.

Como el fango, lentamente se había derramado en las grietas de su corazón causadas por su sufrimiento, y lentamente se había comido su alma.

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¿Por qué tengo que sufrir tanto…? ¿Qué hice para merecer esto? ¿Por qué yo… por qué terminó así? Dios me secuestró y me dejó en este lugar… Y entonces mis compañeros de clase me traicionaron… Me despreció un conejo… Y entonces ese bastardo se comió mi brazo… Sus pensamientos continuaron oscureciéndose. Como la tinta negra que se esparcía lentamente a través del pergamino blanco, el corazón puro de Hajime lentamente se empañó.

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Alguien tenía la culpa, alguien le había empujado esta injusticia, alguien lo había herido así… Su mente empezó a buscar un enemigo al que odiar. El dolor, el hambre y la oscuridad lentamente erosionaron la cordura de Hajime. Sus pensamientos oscuros continuaban creciendo.

¿Por qué nadie viene a salvarme? Si nadie me va a salvar, ¿qué debo hacer? ¿Cómo puedo hacer que este dolor desaparezca? Al noveno día, Hajime estaba tratando de encontrar una salida de su aprieto.

Los pensamientos de cómo escapar del dolor eran todo lo que le llenaba, e incluso la ira y el odio se estaban desgastando lentamente. No había tiempo para estar atrapado por esos sentimientos mezquinos. Porque por mucho que odiara a sus enemigos, el dolor de Hajime nunca disminuyó. Para escapar de la situación absurda e irrazonable en la que estaba atrapado, había que descartar sentimientos innecesarios.

¿Qué es lo que quiero? Quiero vivir. ¿Y qué me impide vivir? El enemigo. ¿Y quién es el enemigo? Todo el mundo y todo lo que se interponga en mi camino, todo lo que empuje este destino irrazonable sobre mí. Entonces, ¿qué debo hacer? Debería… Debería…

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El décimo día. Tanto el odio como la ira habían desaparecido de su corazón. El dios injusto que lo empujó a este mundo, el compañero de clase que lo traicionó, los monstruos que querían matarlo… incluso la sonrisa de la chica que dijo que lo protegería… todos dejaron de importar.

En comparación con la necesidad apremiante de sobrevivir, esos pequeños sentimientos no significaban nada. La voluntad de Hajime se convirtió en una punta endurecida. Como la punta de una espada forjada en las llamas del infierno. Afilado, fuerte y capaz de cortar cualquier cosa.

Y su voluntad deseaba… Mátarlos. No había odio, hostilidad o ira en esas palabras. Sólo una declaración simple. Para vivir, tenía que matar.

Cualquier cosa que amenazara su vida era un enemigo. Y todos los enemigos iban a ser… Asesinados. Matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar matar. Para escapar del hambre implacable, tenía que matarlos y comerlos. Fue en ese momento cuando dejó de existir el amable y tranquilo Hajime Nagumo, el Hajime que lo resolvía todo con una disculpa y una sonrisa, el Hajime que Kaori había llegado a admirar.

Y nació un nuevo Hajime Nagumo, uno que estaba dispuesto a matar sin piedad cualquier cosa que se interpusiera en su camino.

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Su alma destrozada se había reformado una vez más. Y no era un mero mosaico, un alma reparada apresuradamente. No, esto era un alma reforjada en la oscuridad y desesperación del infierno, un alma templada en el dolor y el instinto. Un alma más dura que el acero.

Hajime arrastró su cuerpo debilitado hasta la cavidad donde la Ambrosía se había derramado, y luego la lamió como un perro. Su hambre y dolor aún persistían, pero su cuerpo recuperó su vigor.

Luego se limpió la boca, sus ojos brillaron ferozmente mientras una sonrisa siniestra se extendía por su cara. Sus caninos se asomaron a través de su sonrisa cruel. Era un cambio radical en comparación a la clase de persona que había sido antes.

Hajime se levantó, y empezó a murmurar mientras transmutaba el suelo.

“Los mataré.”

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