Overlord

Volumen 12: El Paladín del Reino Sagrado

Capítulo 1: El Emperador Demonio Jaldabaoth

Parte 1

 

 

Overlord Volumen 12 Capítulo 1 Parte 1

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El Reino Santo era una nación que ocupaba la península al suroeste del Reino de Re-Estize.

Era un país altamente religioso, dirigido por una Reina Santa que podía usar la magia divina y que estaba íntimamente ligada a las iglesias. Dicho esto, no eran tan religiosos como la Teocracia Slaine.

Además, había dos características especiales sobre la geografía del Reino Santo.

La primera era que sus tierras estaban divididas en dos mitades norte y sur por el mar, pero las dos mitades no estaban completamente separadas. Más bien, una gigantesca bahía, de cuatro kilómetros de largo y dos kilómetros y medio de ancho, hacía que su geografía pareciera una U girada de lado.

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Así, algunas personas los llamaban los Reinos Santos del Norte y del Sur.

Luego, habia otra característica.

La entrada a la península tenía una gran muralla, de más de cien kilómetros de longitud.

Fue construida para resistir las invasiones de las numerosas tribus demihumanas que ocupaban las colinas al este del Reino Santo, entre ellos y la Teocracia.

Este gran muro, construido con mucho tiempo y recursos, era un testimonio silencioso de cuán agravante era la existencia de los demihumanos para el Reino Santo.

Había una gran brecha de poder entre los demihumanos y los humanos.

Ciertamente, había ciertos demihumanos que eran más débiles que los humanos, como Goblins. Eso era un hecho.

Ya sea en altura, fuerza física, conocimiento o la velocidad a la que producían hechiceros, eran una raza inferior a los humanos en todos los sentidos.

Así mismo habían duendes que poseían ojos que podían ver en la oscuridad y si ocultaban cuidadosamente sus pequeños cuerpos en rincones oscuros, por ejemplo al lanzar una emboscada nocturna en un bosque, seguramente serían enemigos inquietantes para los humanos.

Sin embargo la mayoría de los demihumanos tenían cuerpos más poderosos que los humanos y también había muchas razas que estaban naturalmente dotadas de una habilidad mágica. Si dejaban que los demihumanos invadan a su antojo, tendrían que pagar un precio incalculable en sangre para luchar contra ellos.

Por lo tanto, el Reino Santo había elegido solidificar su defensa.

Hacían esto para evitar que los demihumanos dieran un solo paso dentro de su tierra.

Hacían esto para hacerle saber al mundo que esta tierra no pertenecía a los demihumanos.

Hacían esto para que los demihumanos entendieran que si se atrevían a entrar en su dominio sufrirían un contraataque furioso.

Sin embargo, el muro construido para ese propósito tenía algunos problemas.

Para mantenerlo funcionando a plena capacidad tenían que mantener una gran cantidad de mano de obra permanente en el lugar.

El liderazgo del Reino Santo había calculado una vez cuánta fuerza de combate se necesitaba para derrotar a una tribu invasora de demihumanos. La respuesta era que el país estaba en peligro antes de que los demihumanos los atacaran.

Aunque no se podían dar el lujo de reunir tropas que no se iban a utilizar era necesario desplegar una cantidad adecuada de mano de obra allí.

En la historia del Reino Santo, después de la construcción del muro, la invasión más grave de sus tierras se producía durante una invasión que tenía lugar en medio de la Gran Lluvia.

Era un ataque nocturno lanzado por una raza llamada Srush, que poseía unas manos de copa de ventosa y unas lenguas venenosas que podían sobresalir mucho y cuyos miembros superiores podían incluso cambiar el color de su piel como si usaran el hechizo “Camuflaje”

Los Srush escalaron la pared y se dirigieron al oeste.

Muchas aldeas se habían perdido y hasta ese día todavía había rumores de que los Srush aún sobrevivían dentro de las fronteras del Reino Santo. Tal era la tragedia que se había desarrollado en aquel entonces.

Por esa razón querían poseer todo el poderío necesario para poder evitar que una tragedia de este tipo volviera a ocurrir. Pero estacionar tropas en cada punto de su longitud a lo largo de todo el país supondría una carga demasiado onerosa para la nación. La solución que se les había ocurrido era construir puestos de avanzada a intervalos fijos a lo largo de las paredes. Estos puntos fuertes serían supervisados por gigantescas fortalezas.

Un pequeño número de tropas se instalaban en cada una de estas bases, con el propósito de luchar por largos periodos de tiempo y si fuera necesario hasta el último hombre. Si se enfrentaban a un ataque enemigo, lanzarían bengalas para pedir refuerzos. Además, había compañías de soldados que se encargaban de la dotación de personal y patrullaban las fortalezas, sirviendo como tropas de reserva durante las emergencias, para desplegarlas según la situación lo ameritara.

Después de poner en práctica estas medidas, los demihumanos no habían logrado penetrar de nuevo en la muralla.

Sin embargo, la diligencia de los líderes del Reino Santo de aquel entonces se había convertido en una obsesión. Ni siquiera una línea defensiva de fortalezas tan cuidadosamente planeada podía tranquilizarlos.

De hecho, para los humanos, era un muro increíblemente grande y costoso. Sin embargo, no suponía ninguna amenaza para las razas que eran varias veces más altas que los humanos o que poseían la capacidad de volar. Por esa razón, no había forma de que se quedaran tranquilos ante los demihumanos que poseían muchas habilidades, incluso con fortificaciones tan robustas.

El Santo Rey en ese momento era un hombre prudente e incluso se había preparado para la eventualidad de que el muro no contuviera a los demihumanos. Su solución era movilizar a toda la nación.

Por esa razón, los ciudadanos del Reino Santo eran reclutados como una forma de servicio nacional. Mientras fueran adultos todos los ciudadanos, hombres y mujeres, se convertirían en soldados y necesitarían dedicar cierto tiempo a su formación militar, después de lo cual se les asignaría el servicio de centinela en la muralla. La esperanza era que se convertirían en mano de obra con la que proteger sus tierras en caso de que los demihumanos cruzaran el muro.

Todas las residencias de cierto tamaño también eran fortificadas. Esto daba a los aldeanos locales suficiente poder de combate para resistir hasta que el ejército regular pudiera llegar y permitía que dichas aldeas sirvieran como puestos de avanzada militar. Al final, las aldeas del Reino Santo estaban mucho mejor protegidas que las de otros países y también podían funcionar como bases militares.

♦ ♦ ♦

 

 

Las líneas defensivas del Reino Santo estaban formadas por tres muros unidos entre sí. A lo largo de toda la muralla, que superaban los cien kilómetros de longitud, sólo había tres puertas fortificadas las cuales también funcionaban como guarniciones para enviar tropas a los puntos fuertes circundantes. Si los demihumanos invadían y se daba una orden de movilización general, se convertían en zonas de parada donde se reunían las tropas para atacar al enemigo.

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Este era uno de ellos.

Mientras el sol se hundía lentamente bajo el horizonte, la tierra teñida de rojo se empapaba lentamente con el color de la noche.

Un hombre de aspecto poderoso estaba de pie con un pie en las almenas, mirando hacia la tierra en las estribaciones occidentales. Después de eso, se ponía firme.

Su cuello era robusto y sus músculos torácicos estaban lo suficientemente abultados como para que uno pudiera sentirlos a través de su gruesa armadura. Sus poderosos brazos de púas sobresalían de sus mangas enrolladas. No había mejor manera de describirlo que “Un Joocy brah sobrealimentado”

Su rostro era severo, un veterano de duras condiciones y sus gruesas cejas y su bigote descuidado hablaban de una naturaleza salvaje y agresiva. Su poderoso cuerpo y su severa apariencia debían haber coincidido entre sí, pero sus ojos rompían esa tendencia.

Eran diminutos y redondos, como los de un animal pequeño y se sentían casi cómicamente fuera de lugar.

Así era el hombre que ahora miraba al cielo.

El viento arrastraba las delgadas nubes a velocidades increíbles, pero aun cuando si podía ver las estrellas más allá de su velo éstas no podían iluminar la tierra.

Las fosas nasales del hombre se quemaban y respiraba hondo, oliendo el aliento de la noche a través del aire de principios de otoño, que tenía un toque de frío invernal. El magenta cielo nocturno tragaba la tenue luz del atardecer sobre el horizonte con una velocidad visible a simple vista. El hombre se volvía de espaldas a las colinas y miraba a los hombres que le rodeaban.

Eran guerreros veteranos que confiaban en él y lo habían seguido. Era debido a que estaba rodeado de tales guerreros que se permitía a sí mismo un momento de laxitud. Después de todo, el trabajo del día estaba hecho y nadie podía discutirlo.

“…Hey. ¿Alguien le ha preguntado al pronosticador sobre el tiempo de esta noche?”

La pregunta se hacía con una voz poderosa que correspondía a su poderoso cuerpo. Los soldados se miraban y uno de ellos hablaba en nombre del grupo.

“¡Mis más sinceras disculpas Cabo Campano, parece que ninguno de nosotros ha oído el informe en cuestión!”

Este hombre, Orlando Campano, era un hombre de rango bastante bajo en la jerarquía militar del Reino Santo.

De abajo hacia arriba, las filas militares del Reino Santo pasaban de recluta, soldado, soldado de primera clase, cabo, sargento, sargento de pelotón, etcétera. Por supuesto, existían diferentes rangos en diferentes unidades y estos eran simplemente los rangos para la infantería regular.

Habitualmente hablando, un simple cabo no necesitaba ser tratado como “Señor”.

Sin embargo, los hombres de Orlando no lo llamaban “señor” para burlarse de él. Su respeto por él era evidente en su actitud y tono. Este comportamiento no era sólo ese hombre. Cada soldado presente, cada uno cargando con la carga de un hábil veterano de muchas batallas, sentía lo mismo acerca de Orlando.

“Realmente ahora.”

Orlando se acariciaba lentamente la cara con bigotes.

“Señor, si el tiempo lo permite. ¿Permitirá que éste vaya y pregunte inmediatamente?”

“¿Hmm? No, no es necesario. Nuestro trabajo ha terminado. Lo que sucede después es asunto de los demás.”

Orlando Campano.

Era un hombre que confiando sólo en su habilidad de lucha se había ganado el honor de ser nombrado uno de los Nueve Colores del Reino Santo por el anterior Rey.

La razón por la que un hombre de estas características permanecía en un puesto tan humilde surgía de dos problemas que Orlando tenía.

El primero era porque poseía un espíritu muy libre y odiaba recibir órdenes.

El segundo era porque estaba obsesionado con la habilidad de lucha.

Cuando estos dos puntos se unían llevaban a una forma de vida que decía. “Si quieres decirme qué hacer, dame una paliza primero”, “Muéstrame tus movimientos” y entonces pelearían hasta que uno de ellos se desmayara.

Esta personalidad suya le había llevado a usar la fuerza contra los nobles y sus superiores y por eso ya había sido degradado más de diez veces.

No había en el ejército necesidad de gente que no pudiera obedecer órdenes y también eran odiados universalmente. Bajo circunstancias normales, podía haber sido encarcelado o dado de baja deshonrosamente. Sin embargo, no había tenido un destino así simplemente por su fuerza. Además, había gente que admiraba a gente como él.

Para los tipos ásperos que estaban descontentos de ser ordenados por nobles indigentes, la forma de vida de Orlando por la fuerza de su brazo era nada menos que la alegría misma.

Su unidad era un escuadrón compuesto por matones de ese tipo. No, eran más bien una pandilla.

Eran bastante numerosos, por lo que llamarles compañía no habría sido fuera de lugar. Además, aun cuando sus miembros no eran iguales a Orlando todos eran luchadores hábiles, lo que le llevaba a asumir un puesto no oficial que sus superiores no podían tolerar, pero sobre el que no podían hacer nada.

Orlando miraba a su alrededor y después de verificar la identidad del hombre que se les acercaba, una sonrisa empezaba a aparecer en su cara, como la de un carnívoro a punto de asaltar su presa.

Ese hombre parecía bastante delgado en comparación con la forma musculosa de Orlando. Sin embargo, no era el remedo de una ramita. Más bien, tenía una mirada enrevesada y firme a su alrededor. Si uno forjaba y reforjaba a un hombre, quemando todo lo que no estaba relacionado con su función, produciría una delgadez de libro de texto del tipo que éste encarnaba.

Además, sus ojos angostos eran agudos, como si estuviera a punto de atacar en cualquier momento. Luego estaban sus estrechas pupilas, que no parecían pertenecer a nadie dedicado a una empresa legítima. En términos corteses, era un asesino. En términos menos educados, era un asesino en masa.

“Hablando del diablo y aquí viene. Qué casualidad encontrarte aquí, turno de noche. Gracias por tu duro trabajo~.”

El otro hombre no hacía ruido al acercarse a ellos con silenciosos pasos. Vestía muy distinto a Orlando.

Orlando y los hombres que lo rodeaban llevaban trajes de armadura de cuero gruesa, hechos de las pieles de monstruos llamados Lanca Cattle. Además de eso, llevaban pequeños escudos redondos y espadas de un solo filo, el traje estándar de las tropas superiores del Reino Santo. Por cierto, Orlando era el único que tenía dos de esas espadas en la cintura.

En contraste con eso, el otro hombre llevaba un traje de armadura de cuero encantado. Había un búho cosido en su pecho derecho, mientras que el emblema del Reino Santo adornaba su izquierda.

“… Orlando. Aún no he recibido tu informe del turno. Además, que esa actitud que estás tomando con un superior. Eso es prácticamente insubordinación. ¿Cuántas veces tengo que recordártelo?”

“Bueno, perdóname, Sargento-sama.”

Mientras Orlando lo saludaba descuidadamente, los hombres que estaban debajo de él también lo saludaban. Era un saludo digno, del tipo que nunca le darían a un noble o a un mero oficial superior. Era un saludo que mostraba un verdadero respeto.

El hombre suspiraba con un “haaah”. Era un suspiro hecho por alguien que sabía que esto era intolerable, pero que también sabía que sermonearlo sería inútil.

“Lo siento, jefe. Los viejos hábitos mueren duramente, como dicen.”

La razón por la que Orlando saludaba a este hombre, aunque a regañadientes, era porque había derrotado a Orlando.

Al mismo tiempo pensaba, ‘Me gustaría golpearte una vez antes de irme de este lugar. En tus términos. ¿No crees, Sargento Babel Baraja?’.

Babel Baraja, apodado “El Vigilante Nocturno”. Como Orlando, era uno de los Nueve Colores. El inmenso y hermoso arco en su espalda brillaba con la tenue luz de la magia y el aljaba colgado en su cintura brillaba de la misma manera. Era un arquero, tal como su apariencia lo sugería, con una reputación de precisión perfecta.

“Creo que esto es todo el tiempo, pero trabajar de noche es difícil. Los demihumanos lo hacen bien en la oscuridad. Es bastante difícil encontrar sus rastros y mucho más luchar contra ellos.”

“Entra gente como nosotros. La única manera de ganar contra la magia y talentos comparables a los demihumanos, sin tener en cuenta su visión, es a través del entrenamiento. Y hemos recibido ese entrenamiento.”

“Sí, sí, sí. Lo mismo vale para esa hija de la que estás tan orgulloso. ¿No?”

La cara de Babel se movía y Orlando se arrepentía instantáneamente de su pobre elección de palabras.

Era un hombre cuya expresión permanecía inalterada incluso en medio de una fiesta de bebida. La única excepción era cuando surgía el tema de su hija y su esposa. Ahí había un problema fatal.

“Oh sí. Es una chica extraordinaria.”

Estaba sucediendo. Ya había comenzado.

Babel no prestaba atención al arrepentimiento de Orlando y continuaba hablando.

“Sin embargo, honestamente no tengo ni idea de por qué quiere convertirse en paladín. Ella es una chica gentil y frágil, ciertamente no del tipo que piensa que el poder de la lucha lo es todo. Incluso ha estado asustada hasta las lágrimas por las orugas en el pasado y aunque dije que podría serlo todo ahora mismo, eso no se extiende a mi esposa…aunque mi esposa es un poco parecida y es adorable porque creció como yo, no, debo decir que es una pena que sea así. Sin embargo, es adepta al arco. Si sólo pudiera afinar sus habilidades en ese sentido, pero ella quiere ser un paladín y todo eso…”

¿Qué es lo que estaba pasando?

Dejaba que el monólogo serpenteante fluyera por un oído y por el otro, haciendo los ruidos apropiados en respuesta a sus necesidades, pero parecía que me había descubierto.

“Oye, ¿me estás escuchando?”

Esa pregunta era de esperar.

No, no estaba escuchando. Creo que me había detenido después de la tercera vez.

Después de escuchar la misma cosa unas cinco o seis veces, bajo circunstancias normales Orlando habría respondido infelizmente “vete al infierno”. Sin embargo, tomar ese tono con Babel sería un terrible error. Eso era porque sabía que seguramente respondería “Entonces te lo diré otra vez”.

Sólo había una respuesta correcta que podía dar.

“Por supuesto que lo hice. ¡Qué chica tan encantadora es!”

La cara de Babel cambiaba dramáticamente. Aunque era una expresión fea y diabólica, que ponía a Orlando en guardia, el hecho era que el otro hombre simplemente estaba avergonzado.

Si no se apoderaba de la mente de Babel que saboreaba la alegría de escuchar elogios de otros hacia su hija y aprovechaba el momento para vencer su deseo de comenzar a alabar a su hija una vez más, se hundiría en ese infierno de nuevo.

“También…”

Sólo una cosa podía triunfar sobre el tema de su hija. Eso era el trabajo.

“¿No te molesta el trabajo nocturno con tu reloj biológico?”

“¿No te vas a poner raro?”

La expresión asesina en la cara de Babel volvía a la expresión habitual.

“…¿Cuántas veces has hecho esa pregunta ya? La respuesta es la misma de siempre. No hay nada de qué preocuparse. Pero ¿Por qué estás tan obsesionado con esa pregunta? ¿Adónde quieres llegar realmente?”

Sabía la causa, pero aun así, este rápido cambio de actitud lo dejaba sin palabras y mirando fijamente.

¿Adónde fue el tú de ahora en adelante? quería decir, pero Orlando no quería volver al infierno por el que habia pasado.

“…Hah. ¿Quieres decir, lo que realmente quiero decir? Bueno, esa es una pregunta sorprendente… Estaba pensando que me causaría muchos problemas si el hombre que me golpeó arruinara su cuerpo y terminara teniendo que retirarse por algo trivial. Por supuesto, una vez que gane, esas pequeñas cosas ya no tendrán importancia.”

En el pasado, Orlando había estado lleno de sí mismo cuando era asignado a esta fortaleza por primera vez. Pensar en aquellos días lo avergonzaba. Soldados hábiles se reunían a su alrededor mostrando su admiración, alimentando su ego cada vez más lejos y de alguna manera u otra, habían acabado librando una farsa de batalla con Babel. Orlando favorecía la espada…combate cuerpo a cuerpo. En contraste, Babel favorecía el arco o el combate a distancia.

Si los dos chocaban, la cuestión del rango en el enfrentamiento sería extremadamente importante. Sin embargo, Babel había declarado con orgullo que estaba perfectamente bien en combate cuerpo a cuerpo.

Y entonces, Orlando había perdido.

Orlando respetaba a Babel por esa razón. Al mismo tiempo, albergaba el deseo de ganarle la próxima vez. Además, quería luchar contra Babel en su campo de experiencia, combate a distancia y salir vencedor allí.

“Es así. ¿Quieres pelear conmigo, entonces? Mientras esté en la mejor condición física, sin desventajas por mi parte.”

Orlando estaba muy emocionado por las palabras de Babel, que se decían con una sonrisa bestial en la cara.

Oh sí, definitivamente. ¿No era eso obvio? Quería pelear contigo. Quería arriesgar mi vida en tu contra. Sin embargo, eso no podía pasar. ¿Verdad? Aún así, si fuera posible, me gustaría que tuviéramos una batalla en la que ambos pudiéramos morir en cualquier momento. Así era como quería pelear contigo.

Sin embargo, Orlando permanecía en silencio. Eso era porque sus instintos decían que no había manera de saber a dónde iría la bestia antes que él. Y de hecho, lo que Babel decía después confirmaba esos instintos.

“Aún así, tengo que disculparme. Tú también deberías saber por qué. Puedes contar el número de personas que pueden vencerte como estás ahora en combate cuerpo a cuerpo con los dedos de una mano. No soy uno de ellos.”

Entonces, arreglemos esto con un combate a distancia. Esas palabras no salían de la boca de Orlando. Eso era porque sabía que sólo sería un insulto para un oponente digno.

Recordaba las habilidades de arco de Babel. Todavía no estaba seguro de que podía evadir sus ataques y al mismo tiempo acercarse a la distancia.

No, todavía no.

“Bueno, si eso es todo, es hora de hacer tu informe.”

“No hay prisa, jefe. No es el momento del cambio de turno. ¿Verdad? Mira, la campana aún no ha sonado.”





De hecho, el timbre que señalaba el cambio de turno aún no había sonado.

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“Aún tienes que prepararte para cambiar de turno. ¿No? Hay cosas que hacer antes de que la campana toque. Deberías estar preparándote para poder cambiar al momento en que suene la campana.”

“Aún es demasiado pronto incluso para eso. ¿Verdad jefe? Ven a hablar con nosotros un rato.”

“Entonces. ¿Puede éste hacer un informe al segundo al mando del Sargento de Pelotón?”

La persona que hablaba era uno de sus hombres.

“Oh, esa es una gran idea. Buen trabajo, tú. ¿Qué te parece, jefe?”

“…Hah. Realmente estás siendo testarudo hoy. ¿Quieres decir algo bien? Honestamente… si quieres decir algo, sal y dilo.”

Como si pudiera decir eso.

Aunque él había reconocido al otro hombre como alguien con quien podía hablar porque lo respetaba, Orlando era el tipo de persona que no hablaba con la gente precisamente porque los respetaba. En otras palabras, era un tsundere.

“Bueno, por eso eres el jefe. Lo entiendes. ¿Verdad?”

“…Hahhhh. Entonces. ¿Qué es? No te dejaré bajar a la ligera si son tonterías triviales.”

“Bueno, sobre eso…”

Orlando se quitaba el casco y se rascaba la cabeza. El aire fresco se sentía extrañamente cómodo en su cuero cabelludo caliente.

“La verdad es que queríra ir de peregrinación como un guerrero. Entonces. ¿Podría irme de este lugar?”

Podía oír los gritos de sorpresa de todos los que le rodeaban. Sin embargo, la expresión del hombre delgado que tenía delante de él permanecía impasible.

“¿Por qué me lo dices?”

“Eso es porque eres el hombre en quien más confío en esta nación, jefe. Si no me detienes ni siquiera por eso, entonces no tendré ningún apego.”

“…¿No eres suboficial? Si has terminado tu servicio nacional, no puedo detenerte.”

El Reino Santo practicaba el servicio militar obligatorio. Por lo tanto, a veces llamaban a las personas que elegían ser soldados de carrera suboficiales, para diferenciarlos de las personas que habían sido reclutadas. Babel y todos sus hombres eran suboficiales, mientras que Orlando tenía algunos suboficiales y reclutas bajo su mando.

“En ese caso, no te importa si renuncio. ¿Verdad?”

Era la primera vez que Babel cambiaba de rostro, aparte de cuando el tema de su esposa e hija había surgido. Orlando apenas había logrado descubrirlo gracias a sus extraordinarios poderes de percepción que había adquirido al ser guerrero. Nadie más lo había notado.

Era alguien que Orlando había reconocido como un hombre de acero, pero en realidad estaba perturbado por la cuestión de su permanencia o partida. Su corazón se arremolinaba con una mezcla de deleite y tristeza.

“…Bueno, legalmente hablando, tengo que aceptarlo. No puedo detenerte… Dicho eso, sentiremos la ausencia de un hombre fuerte como tú. Deberías haberte ido antes. ¿No? ¿Por qué ahora? ¿Es porque no hay más ataques demihumanos?”

Desde hace casi medio año, los demihumanos habían dejado de atacar esta fortaleza. En el pasado, habían atacado una o dos veces al mes, con unas pocas docenas de personas cada vez.

Aunque sólo contaban con unas pocas docenas, eran todavía demihumanos, que tenían habilidades físicas superiores en comparación con la humanidad y muchos de ellos poseían habilidades especiales además de eso. Eran números que fácilmente podían masacrar a todo un puesto de avanzada al por mayor.

Tanto Orlando como Babel habían vivido muchas situaciones en las que habían tenido que enviar tropas de élite para operaciones de socorro.

“Sabes que no disfruto masacrando a los demihumanos. ¿Verdad? Me gusta luchar contra la gente fuerte y volverme fuerte.”

“Entonces. ¿Qué hay del Gran Rey?”

“Ahhhh, ese tipo…”

“Oh y luego está la Garra del Diablo, el Emperador de las Bestias, el Rey Ashen, el Relámpago Escarcha Ardiente y la lanza Cyclone.”

Babel había mencionado los apodos de varios demihumanos notables, pero aparte del que él había mencionado primero, ninguno de ellos podía conmover el corazón de Orlando.

El gran rey Buzzer.

Era el rey de cierta tribu demihumana, un ser conocido como el Señor de la Destrucción.

Ese apodo venía del hecho de que él era hábil en artes marciales que destruían el armamento y su estilo de lucha que giraba en torno a tales técnicas de atardecer. Era un enemigo mortal del Reino Santo que había derrotado a muchos guerreros famosos y había luchado contra Orlando en el pasado. En aquel entonces, había destruido la espada larga de Orlando, sus armas de respaldo e incluso una hacha corta que usaba para cortar arboles para leña.

Aunque él había roto todas las armas de Orlando, el Gran Rey se retiraba después de ver los refuerzos enviados desde la fortaleza. En cierto sentido, haber sido capaz de aguantar hasta que llegaba la ayuda era una victoria para Orlando y mucha gente lo elogiaba por ello. Para Orlando, sin embargo, simplemente significaba que el Gran Rey no lo veía como un enemigo que valía la pena arriesgarse a la derrota y por lo tanto todo lo que sentía era un vacío sentido de fracaso.

“Quiero pelear con él otra vez, pero…supongo que no puedo ganarle ahora. Probablemente necesitarías a una de esas personas a las que llaman héroes para derrotarlo, de lo contrario sería muy difícil. Por lo tanto…ah, también has oído hablar de ello, ¿verdad jefe? Cómo murió en la batalla ese gran guerrero, Gazef Stronoff.”

“Ah, sí, lo hice. Los altos mandos están debatiendo ardientemente sobre cómo eso va a afectar a los países vecinos, después de todo.”

La muerte de Gazef Stronoff, conocido como el guerrero más poderoso del Reino de Re-Estize, era un asunto de gran interés para los soldados del Reino Santo. Particularmente para los hábiles.

“¿Sabes los detalles?”

“Algunos de ellos. Aparentemente, pidió un duelo a un hechicero conocido como el Rey Hechicero y fue derrotado. Francamente hablando, el hecho de que desafiara a un hechicero a un duelo es muy difícil de aceptar.”

Orlando asentía con la cabeza.

Dicho esto, el término “Hechicero mágico” era bastante amplio. Un divino hechicero mágico podía, después de usar hechizos, mejorar sus habilidades físicas terminando más fuerte que un guerrero a medias. Además, los paladines que eran el orgullo de esta nación también podían usar la magia, así que, hasta cierto punto uno no podía decir que no eran hechiceros mágicos. En ese caso, podía entender las razones del duelo.

“…Además, otros dicen que el Rey Hechicero masacró a todo un ejército. Aparentemente convocó a gigantescas cabras u ovejas.”

“Bueno, esto es nuevo. ¿Aún así, cabras gigantescas? Qué extraño hechicero.”

La mención de las cabras traía a Orlando recuerdos infelices de esa derrota. Dicho esto, mientras que los rumores decían que había convocado a cabras, claramente no eran cabras ordinarias.

“Bueno, también es por culpa de ese extraño hechicero mágico. Por eso necesito hacer esto.”

“…¿Por eso? No entiendo lo que quieres decir.”


“Esto no ha cambiado desde que perdí contigo, pero soy el tipo de persona que ignora a los que usan objetos que conceden vuelos, hechizos y cosas por el estilo. Siempre he pensado que todo lo que necesitas hacer es vencerlos con tu espada. Sin embargo, después de que el guerrero-capitán-dono del reino, quien era más fuerte que yo, perdiera ante ellos, empecé a pensar que tal vez no debería despreciarlos.”

“¿Qué significa?”

“Lo que significa que necesito ir en peregrinaje como guerrero.”

“…¿No dirás que vas a desafiar a esa gente en nuestro país que no puedes vencer?”

“No lo haré.”

Orlando no podía ganar contra los otros miembros de los Nueve Colores.

El vicecapitán de los marines, Enrikai Belusai, conocido como “Azul”.

El líder de la orden paladín, Remedios Custodio, conocida como “Blanco”.

Babel Baraja, conocido como “Negro”.

Ran Ji An Rin, uno de los hombres que vivía en el mar, conocido como “Verde”.

Y luego, fuera de los Nueve Colores, estaba el sacerdote más poderoso de la nación, Kylardo Custodio.

En otras palabras, eran algunas de las personas más acomodadas de la nación y desafiarlas seguramente causaría grandes disputas en el país. Si era sólo una batalla simulada, entonces debía estar bien, siempre y cuando fuera contra un compañero de los Nueve Colores, pero nunca se permitiría un duelo a tope.


Un verdadero choque de espadas era completamente diferente a una batalla simulada. A veces, el ganador y el perdedor podrían estar completamente invertidos entre ellos. Muchas personas se volvían mucho más fuertes o más débiles cuando pasaban de un entrenamiento a un ambiente de combate vivo. Naturalmente, los fuertes eran reconocidos como tales porque mostraban su poder en combate real. Por lo tanto, uno no podía considerar una peregrinación completa sin luchar una batalla real.

“Muy bien… aún así. ¿Dónde planeas entrenarte?”

“Estaba pensando en visitar el Reino Hechicero que mencionaste antes. Parece que hay poderosos no-muertos allí.”

El Reino Hechicero de Ainz Ooal Gown.

Pocas personas estaban lo suficientemente borrachas en su propio egoísmo como para nombrar a un país después de sí mismas, pero no era que tal gente no existiera. Más aún, la persona que lo había hecho tenía el poder de respaldarlo.

“De hecho, he oído hablar de él por los mercaderes que viajan entre el Reino y el Reino Santo.”

Las enseñanzas de la iglesia estaban profundamente arraigadas en sus corazones, por lo que la gente del Reino Santo compartía el odio y la repugnancia a los no-muertos. Incluso Babel no era la excepción. No, pensaba Orlando. Babel no los odiaba porque eran enemigos del Reino Santo, sino porque eran enemigos de su esposa.

Sin embargo, no podía sacarlo a relucir. Aunque no se perdia hablando de su esposa como lo hacía con su hija, todavía hablaba demasiado.

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“La postura del Santo Reino es reconocer tácitamente la existencia del Reino Hechicero. ¿No? Dicen que está bien que la gente del Santo Reino vaya allá…¿Cierto?”

No había manera de ocultar el hecho de que el Reino Hechicero, con sus ejércitos de no-muertos, era un enemigo intolerable del Reino Santo. Mucha gente les había instado a enviar tropas cuando pensaban en cómo el pueblo de la capital del reino Hechicero de E-Rantel debíaestar sufriendo. Sin embargo, el Reino Santo se enfrentaba actualmente a la amenaza de los demihumanos y no podían llevar a cabo operaciones militares en otros países sin pacificar primero sus tierras.

Dejando a un lado los sentimientos del pueblo, la dirección del país sólo podía expresar su profunda desaprobación hacia el Reino Hechicero.

“… El Reino Hechicero, hmm. Bueno, si te presentas a la jefatura, deberías poder ir allí como miembro del ejército. Ellos ven al Reino Hechicero como una amenaza secundaria a los demihumanos. Parece que quieren aliarse con la Teocracia contra ellos.”

“En verdad. Parece que habrá muchos problemas debido a las diferencias religiosas.”

“Sí, precisamente. Bueno, aparte de eso, si tu lealtad no cambia, puedes recibir la ayuda del país y te puedes saltar esos molestos controles de inmigración…creo. Si te acercas, serás un regalo de Dios para la gente que quiere saber más sobre el Reino Hechicero.”

“Bueno. ¿No sería lindo? Aún así, si hiciera eso, no podría ir por ahí escogiendo peleas.”

“Tú…la forma en que dices eso tan en serio es realmente un dolor de cabeza.”

“Supongo que será difícil para ti si se convierte en un incidente internacional.”

El viento frío soplaba sobre ellos. Por un tiempo, Babel se quedaba en silencio, su expresión no cambiaba, pero después de eso, comenzaba a murmurar infelizmente (como siempre).

“Voy a extrañar tu fea cara.”

Orlando sonreía malvadamente. Era una sonrisa salvaje y bestial, pero estaba siendo muy tímido. Babel no había dicho “No te vayas”, pero tampoco había dicho “Vete”. Decidía asegurarse de que tenía un lugar al que podía volver.

“Lo siento por eso… Bueno, volveré después de que me vuelva más fuerte. ¿Quieres que te entrene en ese momento?”

“Qué bien que lo digas.”

Mientras Orlando sonreía, Babel le devolvía la sonrisa a su vez. Sus sonrisas eran tan feroces como dos bestias salvajes gruñendo entre ellas.

En ese momento sonaba la campana. Parece que era hora de cambiar al turno de noche. Habían hablado mucho, así que estaba bien terminarlo ahí. En el momento que Orlando pensaba eso, esa noción se evaporaba de su mente mientras la campana seguía sonando.

Babel, seguido de cerca por Orlando, miraba hacia las colinas.

Esas campanas significaban “Demihumanos avistados”.

Su visibilidad se extendía a más de cuatrocientos metros y no había obstáculos para su línea de visión. Mientras que una vez había allí bosques y árboles, el país había llevado a cabo un proyecto masivo de deforestación como parte de la construcción del muro para aplanarlo. Sin embargo, en los puntos más alejados de las extensas llanuras, donde había colinas y otras obstrucciones, veían destellos en la oscuridad y sombras negras en movimiento.

“Jefe…”

Era imposible para Orlando discernir las verdaderas identidades de esos demihumanos a esta distancia en la oscuridad. Por lo tanto, llamaba al hombre con la vista más aguda.

“Sí, son demihumanos… Snakemen.”

Respondía inmediatamente Babel.

Los Snakemen tenían la cabeza como una cobra y cuerpos escamosos y humanoides, así como las colas. Eran considerados parientes cercanos de los lagartos. Sus cabezas de serpiente tenían mordeduras venenosas y sus lanzas estaban cubiertas de poderosas toxinas. El combate cuerpo a cuerpo con ellos debía evitarse en la medida de lo posible.

Dicho esto, Orlando y sus muchachos eran veteranos experimentados y poseían una gran resistencia a los venenos. Aunque sus escamas ofrecían cierta protección, no eran lo suficientemente duras como para desviar las armas de metal. Podían ser hábiles con sus colas, pero uno podía simplemente considerarlas como otra arma. Además, tenían la ventaja en la noche debido a sus órganos sensoriales, pero eso no era un problema.

¿Llevar la carga sobre ellos iba a ser nuestro trabajo? No, para cuando lleguen aquí, la unidad del jefe los habría emplumado a todos.

Las serpientes despreciaban los objetos fríos, por lo que no utilizaban armaduras metálicas y otros objetos similares. Como resultado, era una tarea sencilla para arqueros de primera línea como Babel y sus hombres llenarlos de flechas.

“¿Cuántos de ellos hay, jefe?”

Normalmente, había menos de veinte.

“…¿Jefe?”

Orlando quedaba perplejo por la falta de respuesta. Miraba a Babel y veía una mirada de clara irritación en esa cara típicamente vacía suya.

“¿Qué pasa, jefe?”

“…¿Cuál es el problema dices? ¡Esto podría ser malo! ¡He visto a miembros de otras especies! Pangolinmen, Ogros y ¿son esos Morlocks?”

“¿Qué has dicho?”

Había todo tipo de demihumanos en la región de las colinas, pero no tenían buenas relaciones entre ellos. Más bien, a menudo luchaban por el territorio y aparte de los casos en los que los ogros tomaban a los goblins como esclavos y los usaban cruelmente, estas razas muy raramente trabajaban entre sí.

Incluso había casos en los que algunos de ellos eran expulsados de sus tierras y obligados a atacar al Reino Santo.

Entonces esto debía ser lo mismo. Porque si no lo era…

“¿Una invasión?”

No sabía quién había dicho eso. Quizás la persona que lo decía pensaba que se hablaba a sí mismo, pero sonaba lo suficientemente claro para sus oídos.

“Orlando, tengo algo que preguntarte.”

Había tensión en la voz de Babel. No, eso era de esperar.

Etnicidad, cultura y religión. Así como puede haber muchas naciones compuestas por miembros de la misma especie, crear una nación cohesionada era una tarea muy difícil. Era aún más difícil cuando las razas de los miembros eran diferentes. Por lo tanto, unir a las tribus demihumanas en las colinas era una tarea casi imposible.

Si eso hubiera sido lo que había sucedido, significaba el comienzo de una batalla por la supervivencia del Reino Santo.

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Después de eso, el cuerpo de Orlando temblaba incontrolablemente.

Unir todas estas razas requería un poder obvio. Entre la humanidad, la sabiduría y la riqueza calificarían como una forma de fuerza, pero las razas demihumanas apreciaban el poder. En otras palabras…

Eso significaba que podía haber un enemigo espantosamente poderoso ahí fuera. ¿Sería eso así?

“Dime que te dicen tus instintos de guerrero. ¿Por qué crees que estos tipos decidieron revelarse en una fortaleza como ésta, en un lugar tan bien defendido? Uno: sirven de cebo para atraer a nuestras fuerzas y diluir nuestras defensas. Dos…”

“Confían en salir adelante en un ataque frontal. Veinte por ciento de la fuerza de combate del Reino Santo está estacionada aquí y nos aplastarán como cucarachas.”

A pesar de sentir la mirada aguda de Babel a su lado, Orlando no dejaba de hablar.

“Al mismo tiempo, van a usar esta fortaleza como cabeza de puente. Luego, van a aplastar la moral del Reino Santo y aumentar su propia moral. ¿Es eso?”

“… podrían emitir una orden de movilización masiva.”





“¡Ja, ja! ¡Una guerra como esta sólo ha ocurrido una vez en la historia del Reino Santo y ahora va a haber otra como esta en nuestro tiempo! ¿Qué podemos decir a eso?”

“Voy a informar a los superiores. Tú vienes conmigo también.”

“¡Entendido, jefe! ¡Oigan, todos ustedes! ¡Esta fiesta se va a poner realmente cuhrayzee! Sigan trayendo las armas de reserva.”

Si el enemigo era un ejército, tendrían que pasar mucho tiempo formando sus tropas. Esto era especialmente cierto si contaban numerosas razas entre su número. Sin embargo, lo mismo se aplicaba a los defensores también. Como eran un ejército, necesitaban tiempo para prepararse. Esto se mantenía incluso en primera línea. Había una cantidad sorprendente de cosas que era necesario hacer. No había más tiempo para holgazanear.

Orlando corría tras Babel.

NOVA: Ya hemos comenzado con la revisión y corrección de este volumen, estamos dando nuestro mayor esfuerzo (ง’̀-‘́)ง

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