Overlord

Volumen 11: Los Artesanos Enanos

Capítulo 5: Lord Dragón de Escarcha

Parte 4

 

 

“Entonces, comencemos.”

Después de decirle eso a Shalltear, que estaba parada a su lado, Aura desenrollaba el pergamino, el Objeto de Clase Mundial que había traído consigo y activaba su poder.





[Imagen de Montañas y Ríos]

En pocas palabras, era un objeto que atrapaba a su objetivo en un espacio cerrado. Más concretamente, cambiaba un paisaje pintado con el mundo real y luego convertía al mundo real en un paisaje pintado.

La definición de “objetivo” en este caso era la misma que la del hechizo de súper nivel [Cambiar el Mundo] y se refería a un área específica. Nada al interior de esa área, ya sea animado o inanimado, podía resistirse a sus efectos.

En esta ocasión, ella iba a atrapar todo al interior de esta cueva en el mundo alterno creado por [Imagen de Montañas y Ríos].

Shalltear y Ainz estaban protegidos por sus Objetos de Clase Mundial, así que no se verían atrapados en el mundo alterno creado por el pergamino. En lugar de eso iban a aparecer en el mundo pintado que sustituiría la región de la realidad que sería devorada. Sin embargo ya que Aura era la usuaria del objeto sería automáticamente absorbida al mundo alterno.





El mundo pintado era casi idéntico al mundo real, con nada extraño o fuera de lo común en él. Sin embargo, era básicamente una ilusión. Sin el poder de [Imagen de Montañas y Ríos], una vez que se salía del área objetivo, todo se desvanecía. En otras palabras, los tesoros obtenidos en el mundo pintado también desaparecían.

Por supuesto, ellos dos ingresarían por voluntad propia al segmento sellado de la realidad. Por lo general, los Objetos de Clase Mundial no podían afectar a otros portadores de Objetos de Clase Mundial, pero otra era la historia si esos portadores aceptaban su influencia. Todo esto gracias a un parche de los desarrolladores.

Había 100 mundos alternos entre los que se podía escoger para superponerlos a la porción sellada de la realidad.

Por ejemplo, había tierras mortales de lava que hacían daño con fuego constante, tierras boreales que hacían daño con hielo, llanuras de truenos que descargaban ataques eléctricos a intervalos regulares, regiones monzónicas en las que por la lluvia la visibilidad era prácticamente nula, o mundos envueltos en neblina, todas como alternativas básicas.

Lo extraño era que también había campos de batalla que se podían superponer. En estos, luego de un periodo determinado de tiempo, un número considerable de refuerzos aparecían para atacar al enemigo. Sin embargo, la fuerza de estas tropas sólo sería de alrededor del 60% de la de sus oponentes, así que generalmente estaban limitadas a agotar los recursos del enemigo.

Si en lugar de eso se deseaba confrontaciones de uno contra uno, se podía enfrentar al enemigo contra un número igual de entidades más fuertes, cada una con 80% de la fuerza del usuario. Debido a que se podía contar con esta habilidad, era muy útil si el oponente de uno fuera a derrotar sus contrincantes.

El aspecto más aterrador de este objeto no era que atrapaba a las personas en un mundo alterno, sino que le permitía al usuario escoger a quienes sometería a sus efectos y qué efectos utilizaría. En otras palabras, incluso si el usuario creaba una región de lava fundida, era capaz de excluir a las personas que quisiera de los efectos de daño por fuego.

Sin embargo, tenía sus debilidades.

A menos que se usara mundos alternos específicos, una de las 40 rutas de escape sería escogida al azar y si el enemigo lograba escapar por ella, la propiedad del Objeto le sería transferida a él. Por supuesto, ninguna de estas rutas de escape era sencilla, pero el hecho de poder obtenerlo sin tener que derrotar a su portador significaba que era más fácil de conseguir que la mayoría de los otros Objetos de Clase Mundial.

Esta vez, Aura escogía uno de esos mundos alternos específicos. Una región sencilla de espacio sellado.

Además de quedar atrapado, el enemigo no sufría ninguna consecuencia perjudicial. Sin embargo, sólo había una ruta específica para escapar de este lugar.

“Bien, Hanzo, quiero que bloquees la ruta de escape de este mundo. Sería molesto si alguno lograra escapar. Acércate un poco.”

El Hanzo se inclinaba desde donde estaba oculto en las sombras y prestaba mucha atención a la explicación de Aura sobre la ruta de escape.

Aunque Aura no había detectado a nadie oculto planeando un ataque en las cercanías, valía la pena ser cuidadoso.

“Entonces, Aura. ¿Cuánta personas más han ingresado a este mundo después de los otros?”

“¿Hmm? Sólo dos personas.”

Esa respuesta significaba que el enemigo no poseía Objetos de Clase Mundial. Ambas suspiraban aliviadas.

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Shalltear miraba alrededor de las residencias de la antigua Capital Real. Era una ciudad grande, pero estaba en silencio, como si todos sus ciudadanos hubieran huido.

Ellas tenían que capturar con rapidez al Jefe de los Clanes, el gobernante de los Quagoa y transmitirle las palabras del Ser Supremo. Sin embargo, las casas bloqueaban sus miradas y no podían encontrar el lugar en el que se alojaba.

“¿Puedes desaparecer esas casas quemándolas?”

“¿Hmm? No puedo. Sin embargo, puedo crear un ambiente peligroso que las dañe con el tiempo. Por ejemplo, si hubiera una serie de casas de madera, podríamos crear una región de lava y convertirlas en cenizas.”

“Eso podría matarlos a todos, así que no puedes hacerlo.”

“Claro. Sin embargo, podríamos activarlo unos instantes y luego encargarnos de todos los sobrevivientes… pero sería una pena si sus minerales terminan fundiéndose.”

Los Quagoa alimentaban a sus niños con metal y cosas similares, así que debía haber grandes cantidades de metal o minerales en bruto por ahí. Destruirlos sería un desperdicio y Shalltear estaba de acuerdo.

“Además, la orden de Ainz-sama fue ver si estaban dispuestos a colocarse bajo nuestro estandarte.”

“Y luego añadió que si se negaban, debíamos reducir sus filas hasta una cantidad específica.”

“…Shalltear.”

Luego de ver los ojos entrecerrados de Aura, Shalltear se daba cuenta de lo que le quería decir.

“¡Todo estará bien! ¡Esta vez no estropearé las cosas! ¡No me equivocaré, en ab-so-lu-to!”

“Eso espero.”

“Creo que ya lo entiendo. Se tiene que usar la cabeza. ¿Vamos?”

“Mmm, vamos. Entonces, ¿puedo dejarte la reducción de sus números?”

“Creo que soy la más adecuada para esa tarea. ¿Te parece bien?”

La fuerza de Aura estaba ligada a sus bestias mágicas, así que no era buena para este tipo de cosas.

“Sí… Si Mare estuviera aquí, podríamos provocar un terremoto y deshacernos de una gran cantidad de ellos.”

“Ese chico tiene los ataques de área más poderosos en Nazarick. Tengo mucha confianza en ese campo, pero mi poder es limitado en un lugar como éste.”

Y hablando de ello, si usaban un terremoto para aniquilarlos iban a incumplir la orden de su amo de “seleccionarlos”. Si tuviera permitido hacer eso, simplemente podía invocar a sus familiares para llevar a cabo una matanza indiscriminada.

“¿Así que ya has recibido órdenes parecidas? Todas estas tareas son para que aprendas, Shalltear.”

Aura repetía varias veces las órdenes que su amo les había dado.

“Es verdad.”

Respondía Shalltear y luego mencionaba algo sobre lo que había estado pensando desde hacía tiempo.

“A juzgar por la fuerza de los enemigos que hemos encontrado hasta ahora, no parece que haya nadie en este lugar capaz de derrotar a un Caballero de la Muerte. Entonces. ¿Es realmente posible que los hayan derrotado por casualidad? Es mucho más probable que usaran un objeto o que los derrotaran con una invocación que luego disiparon… Es bastante extraño que las predicciones de Ainz-sama sean erróneas.”

Shalltear se daba cuenta de que Aura se había quedado mirándola, pero no quería preguntarle por qué lo hacía.

“¿Qué? ¿Se me escapó algo?”

“No se trata de eso… hmm… ahhhh. Qué tonta~”

Una expresión de desagrado cruzaba el rostro de Shalltear.

Si se le había escapado algo. ¿Por qué no se lo decía directamente? Pasaba algo de tiempo antes de que Aura le diera la respuesta.

“Dime… ¿Cómo podría Ainz-sama haber cometido ese tipo de error?”

“¿La derrota de los Caballeros de la Muerte era parte del plan de Ainz-sama? Es verdad que los Caballeros de la Muerte creados por Ainz-sama tienen habilidades muy altas. Ninguno de los que hemos encontrado hasta ahora debería ser capaz de derrotarlos…”

Aura golpeaba su puño contra su mano.

“¿Eso también es posible?”

Se preguntaba. Y continuaba.

“Ya veo. Así que es posible que la intensión de Ainz-sama fuera dejar que los enemigos mataran a los Caballeros de la Muerte. No pensé tan a futuro, pero lo que quería decir era que sus predicciones no estaban equivocadas. Los Caballeros de la Muerte cayeron con el puente, pero creo que murieron por la caída. Sus huellas estaban allí cuando pasamos por la fortaleza, pero no estaban del otro lado. En otras palabras, fueron derrotados a mitad de camino. Eso significa, que sólo existe una razón por la cual pudieron morir.”

“Si es así. ¿Eso significa que esto ha sobrepasado las predicciones de Ainz-sama?”

“Ya te lo dije, no se trata de eso. Si Ainz-sama te hubiera estado hablando en serio, entonces podría ser posible que fuera como dices, Shalltear.”

“¿Qué significa eso?”

Shalltear fruncía las cejas, sin poder entenderlo. Y Aura daba un pisotón al suelo con un “¡Ahhhhh!”.

“¿Qué quieres decir con ‘qué significa eso’? Ya te lo dije. ¿No? Ainz-sama ya sabía que los Caballeros de la Muerte murieron al caer a la Gran Grieta.”

“¡¿Ehhh?!”

“Aaah… ¿Por qué no piensas en lo que pasó en ese momento? Mira, cuando Ainz-sama te estaba explicando las cosas, yo quise preguntarle si los Caballeros de la Muerte habían muerto al ser empujados, pero Ainz-sama me miró y me ordenó no decir nada. ¿No te diste cuenta? Fue cuando te estaba dando sus instrucciones.”

Shalltear parpadeaba por la sorpresa. Ella en realidad sí había visto a su amo haciendo ese gesto. Al principio, había pensado que se debía a que quería que Aura guardara silencio ya que él estaba diciendo algo. Sin embargo, ese Ser Supremo era un genio estratega, así que la explicación de Aura era más plausible que la lectura potencialmente errónea de la situación que ella había hecho.

Aun así, si ése era el caso. ¿Por qué le había explicado todo eso a ella?

“¿Qué cara estás poniendo? Piensa un poco y lo entenderás.”

Las palabras distraídas de Aura encogían el corazón de Shalltear como si estuviera siendo sacudido en medio de un remolino.

“¿Podría ser que… fue por mí? ¿Hizo eso a propósito para entrenarme? ¿Eso quieres decir?”

“¿…Qué otra cosa podría ser? En el camino, dijiste que podría haber un enemigo poderoso y le preguntaste muchas cosas a Ainz-sama. Si hubieras sabido que habían caído a la Gran Grieta. ¿Habrías preguntado tanto? Ah. ¿Podrías mantener esto en secreto de Ainz-sama? Todo porque dudaste de Ainz-sama…”

“¿Dices que dudé de las habilidades de Ainz-sama? ¿Cómo podría hacer algo así?”

Shalltear esperaba que Aura pudiera guardar en secreto la manera en la que ella había revelado que no confiaba en la capacidad de un Ser Supremo.

“Bueno, simplemente lo mantendremos en secreto. Como Ainz-sama quería que lo mantenga en secreto de ti, tienes que tener cuidado con lo que digas.”

“Por supuesto.”

Si lo reflexionaba con calma, Aura había cometido un pecado mortal. Había ignorado las órdenes de un Ser Supremo. Sin embargo, eso lo hacía porque Shalltear le había faltado el respeto al Supremo…

(¿Entonces quién era grosera con los Seres Supremos, yo o Aura? ¿O ninguna de las dos? Hmm…)

A Shalltear le dolía la cabeza y decidía dejarse de sutilezas y dejar de atormentarse sobre el asunto de guardar secretos.

“…Aun así. ¿Eso en sí mismo no es una muestra de falta de respeto? Hmm…”

“…Hmm. Hablando de ello, si no se rinden a Ainz-sama, él mencionó algo sobre reducir sus números hasta alrededor de 10’000 personas. Aunque sí dijo que perdonáramos a algunas de las mujeres. ¿Qué hay de los niños?”

“¿Especificó que dejáramos vivos a cierta cantidad de ellos?”

“Aunque. ¿No se hacen más fuertes al comer metales de niños? Y si vamos a gobernarlos. ¿No sería más fácil lavarles el cerebro a los niños? Shalltear…”

Una sonrisa maligna surgía en la cara de Aura.

“…Si Ainz-sama no dejó instrucciones específicas, eso significa… esto es un prueba. ¿No? Aunque podríamos enviar a los Hanzos para pedir indicaciones, Ainz-sama dijo que te lo encargaba a ti. ¿Cierto? Así que creo que Ainz-sama quería ver cómo lidiarías con esto… ¿Puede nuestra Guardiana Número Uno encargarse muy bien de esta tarea?”

Shalltear sonreía ligeramente como respuesta. Había estado pensando sobre esto desde que había recibido sus órdenes.

“4’000 hombres y mujeres y 2’000 niños debería ser suficiente.”

“¿Hmm? Hmm…supongo. Pareces estar manejando esto con mucha facilidad…¿Hmm?”

Aura se callaba y acercaba la mano a su oreja. Shalltear sabía qué estaba haciendo y hacía el menor ruido posible. Al final, Aura era toda sonrisas.

“Ah, he oído lo que parece ser un gran grupo de Quagoas moviéndose.”

“¿Están escapando o están desplegando sus fuerzas?”

“No puedo estar completamente segura porque me guío por el sonido, pero no parece que estuvieran huyendo. Es más como si se estuvieran dispersando a las afueras de la ciudad.”

Aparentemente, había 80’000 Quagoas en este lugar. Los semihumanos se volvían más fuertes con la edad. En otras palabras, todos eran soldados. Si movilizaban a más de 10’000 personas pero las desplegaban al interior de la ciudad, la ventaja de sus números se reducía a la mitad.

Aunque los intrusos eran tan pocos que no calificaban como un ejército, poseían un poder de pelea increíble. El asunto del Dragón debía de haberse difundido entre los Quagoa. Si eso era así, los más listos iban a llevar a los otros a las afueras de la ciudad para evacuarla, al mismo tiempo que iban a establecer una formación para atraer al enemigo al interior de la ciudad para luchar. Si un pequeño número de enemigos ingresaba a la ciudad, los Quagoa podían rodearla y lanzar oleadas de ataques para cansarlos antes de asestarles el golpe final con un equipo de guerreros de élite. Ésa parecía la estrategia de batalla más apropiada.

En cualquier caso, se necesitaba un espacio amplio y abierto para desplegar una gran fuerza.

Y eso era justo lo que Shalltear estaba esperando.

“Están por allá. Entonces, ahora deberíamos comenzar las negociaciones.”

“Por supuesto. Necesitamos trabajar duro para no dejar esperando a Ainz-sama.”

***

 

 

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Más de 60’000 Quagoa en condiciones de luchar estaban formados y esperando al enemigo.

Las hembras Quagoa que no estaban embarazadas o con hijos eran tan buenas luchando como los machos y era por esto que habían logrado movilizar a tales números. Sin embargo, a pesar de haber reunido a la fuerza más grande jamás registrada en la historia, el Jefe de los Clanes, Pe Riyuro, no estaba nada contento.

Esto era demasiado extraño. La cueva que contenía a la Capital Real de pronto había sido envuelta en la neblina.

¿Qué demonios estaba sucediendo?

Las tropas listas para la batalla comenzaban a formarse frente a la Capital Real. Si el enemigo temía a sus números y no salía, ése sería el mejor de los escenarios. Por lo tanto, habían llevado las provisiones mínimas y habían dejado sus tesoros Enanos atrás. Si el enemigo no era estúpido, se iba a dar cuenta de que luchar no serviría de nada.

Sin embargo, alguien emergía de la Capital Real.

Uno de ellos vestía una armadura roja y el otro era un humanoide pequeño de piel oscura que no era un Enano.

De acuerdo a los que habían presenciado el encuentro contra el Dragón a las afueras de la Capital Real, debía de haber dos más, pero no podían verlos. Debían de estar tomando el tesoro, mientras que estos dos ganaban tiempo para ellos.

“De cualquier manera, sólo para confirmarlo. ¿Ese no es un Golem, cierto?”

“Así es, no es un Golem.”

De acuerdo a Yozu, los Golems eran altos de estatura y vestían armaduras negras. Así que esa armadura roja era otra cosa. Sin embargo…

(Era posible que sea algún tipo de Golem. Tal vez sería mejor creer eso. Sin embargo. ¿Por qué han venido a enfrentar a un ejército de decenas de miles por sí solos? ¿Era debido a que tenían la confianza de poder matarnos a todos? …De ninguna manera, no podía ser. Eso era imposible.)

Riyuro agitaba la cabeza para dispersar la horrible imagen que había aparecido en su mente.

Podía adivinar que sus enemigos poseían un poder inimaginable, ya que habían creado esta extraña dimensión. El hecho de que podían hacer que un Dragón se postrara ante ellos sin luchar, sugería que eran muy fuertes.

Aun así, su bando contaba con más de 60’000. Era completamente incomparable a tener sólo cientos o miles de personas. Era imposible que pudieran luchar contra tantos oponentes.

Sin embargo, resultaba comprensible si se trataba de Golems.

Los Golems no se cansaban como los seres vivos. Podían luchar por siempre y si eran lo suficientemente fuertes como para derrotar a Riyuro, entonces en teoría, podían matar a todos aquí.

Aun así, eso era puramente teórico.

Incluso si sólo uno entre muchos Quagoa lograba asestarles daños con un golpe de suerte, en el transcurso de miles de rondas de combate, los daños acumulados de los rasguños resultarían en heridas que podían dejar fuera de combate al enemigo.

La fuerza estaba en los números. Con su ejército de 60’000, siempre y cuando lucharan en tierra, incluso debían ser capaces de matar a un Lord Dragón.

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“…Iré a hablar con esas personas. Ustedes esperen aquí. Si muero… Bueno, hagan lo que les plazca.”

“Es demasiado arriesgado.”

Decía uno de sus consejeros, expresando lo obvio.

“…No podemos hablar con los Golems, así que hablaré con el que está a su lado. Podría ser perjudicial si por lo menos no supiéramos lo que pretenden.”

De cualquier manera, Riyuro estaba decidido a intentar dialogar.

El enemigo debía ser fuerte. Siendo así, él les iba a preguntar cuál era su objetivo. Si era posible razonar con ellos, entonces no le importaría pagar un precio determinado. Si podían hacer huir al Lord Dragón, entonces también estaría bien reconocerlos como sus nuevos amos. Aun si eso era imposible, les podía pagar más de lo que los Enanos habían hecho para que se cambiaran de bando.

“Nadie debe seguirme. Si vamos muchos al mismo tiempo, podría dar lugar a hostilidades.”

Sin decirles nada más a sus asistentes, Riyuro daba pasos y avanzaba al frente.

Sus tropas se apartaban a ambos lados de su camino y sus enemigos parecían haberse dado cuenta de que alguien se acercaba. Podía ver que el enemigo se había detenido a observar sus movimientos.

“Perdón por la demora.”

Riyuro era el primero en hablar y su voz hacía que el enemigo se mirara el uno al otro.

Miraba alrededor. Como esperaba, no encontraba a nadie más. Había dos personas más en el encuentro contra el Dragón, el Enano y el tipo del yelmo con forma de cráneo, pero ninguno de ellos estaban aquí.

“¿Hmm? ¿Quién eres tú?”

Respondía el humanoide pequeño de piel oscura.

Parecía que el que usaba armadura roja era un Golem. Se veía más pálido y alto que el humanoide a su lado. Aun así, a simple vista, no había forma de saber si era un ser artificial. Se veía muy real.

“Soy Pe Riyuro, el Jefe de los Clanes Quagoa que viven en este lugar. Y tú ¿Quién podrías ser?”

“Estamos bajo las órdenes del Overlord Supremo que ha venido a estas tierras a gobernarlos.”

(¡Hablaba!)

El que llevaba armadura roja había hablado. Ya que él había oído que los Golems no podían hablar, era obvio que no era un Golem.

Tratando de ocultar su consternación, Riyuro respondía.

“¿A gobernarnos?”

“Correcto. Nuestro Señor ha venido a someterlos. Arrodíllense e inclínense ante él.”

(Entonces. ¿Qué debería hacer?) Riyuro pensaba rápido.

No le importaba arrodillarse y darle a bienvenida a un nuevo gobernante. Todo lo que tenían que hacer era volverse más fuertes bajo su dominio y luego derrocarlo.

El problema era que no podían someterse a sus enemigos sin antes conocer su poder. Podían haber hecho que un Dragón se arrodillara ante ellos, pero ese Dragón no era el Lord Dragón. Por lo que él sabía, después de someterse a ellos, podían ser obligados a luchar contra el Lord Dragón.

“…Debería haber dos más de ustedes. ¿Qué les sucedió a ellos?”

“No es necesario que lo sepas. Lo único que tienes permitido es responder si aceptas o no nuestro dominio.”

No le iban a revelar nada. Eso significaba que investigar las intenciones del enemigo de si verdaderamente pretendían luchar era muy importante.

“…Dicen que quieren gobernarnos. Sin embargo, para nosotros es muy difícil aceptar su propuesta sin antes conocer su fuerza. ¿Pueden entender eso?”

En otras palabras, lo que insinuaba era que “si me dicen qué tan fuertes son, no me importaría ser gobernado por ustedes.” Sin embargo, los dos simplemente se miraban entre ellos y se encogían de hombros.

“Ya veo. Nuestras órdenes indican que si no aceptan nuestro dominio, tendremos que reducir sus números hasta que se vean forzados a arrodillarse. Después de eso, ustedes tendrán que matarse hasta que sólo queden 4’000 machos, 4’000 hembras y 2’000 niños. Tú deberías ser capaz de diferenciar quiénes son los más valiosos. ¿Estoy en lo correcto?”

“Luego, una vez que sólo queden 10’000 de ustedes, los llevaremos a nuestro país, al Reino Hechicero, en donde serán puestos a trabajar.”

Por un instante el Jefe de los Clanes sentía que era atravesado por el miedo.

No se debía al cruel contenido del mensaje. Se debía al tono de voz tranquilo y desprovisto de arrogancia con el que se lo habían dicho.

Riyuro sentía que estas dos personas realmente creían poder hacerlo.

Sí.

Estas dos personas daban por sentado que podían destruir a un ejército de más de 60’000.

¿Es que estaban locos? ¿Era exceso de confianza? O…

Esa increíble actitud hacía que Riyuro fuera incapaz de saber qué debía hacer a continuación.

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No había forma de que ellos podían obedecer unas órdenes así de absurdas sin dar pelea siquiera.

Tal vez sentían las intenciones hostiles de su parte, pero los dos se miraban el uno al otro y sus caras se retorcían en grandes sonrisas.

Los Enanos eran peludos, así que él podía entenderlos. Estas dos personas no tenían pelo excepto en la parte superior de sus cabezas, así que él no podía leer sus expresiones. Tal era la brecha entre dos especies diferentes.

“E-Espe…”

No podía terminar de pedirles que esperen.

“…Entonces, ahora comenzaré a reducir sus números a un nivel aceptable. Siendo así, no le des tu ropa a nadie más.”

Normalmente, los Quagoa no usaban ropa. Después de todo, estaban cubiertos de pelos desde la cabeza a los pies.

Sin embargo, un rey tenía que demostrar su autoridad y por lo tanto necesitaba algo para diferenciarse con facilidad de los otros. Era por eso que él usaba ropa y una corona hecha por los Enanos, con el emblema del Jefe de los Clanes. Al mismo tiempo, podía dejar que otros las usaran para que le sirvieran de dobles, con el fin de engañar a sus enemigos de otras razas.

¿Es que habían logrado entrever ese plan y por lo tanto intentaban detenerlo a mitad de camino?

Acabar con el líder enemigo para paralizar a su ejército era una de las condiciones más obvias para obtener la victoria. Sin embargo. ¿Por qué no lo habían hecho?

(No, no se trataba de eso. Debía haber otra razón… Podía ser que… Eso debía ser. ¡No están tratando de matarme, están tratando de evitar matarme por accidente!)

Las diferencias entre las especies eran muy profundas. Sin embargo, siempre y cuando usara su ropa, ellos podían saber quién era el Jefe de los Clanes y por ende podían dejarlo con vida. Ése era el significado de su arrogante declaración.

“Entonces. ¿No es momento ya de que regreses? Nosotras comenzaremos una vez que tu grupo avance hacia acá. Estaría complacida si antes de eso pudieras escoger a los que quieras que sobrevivan.”

“Apresúrate y regresa.”

Se despedían de él, indicándole que debía regresar. En otras palabras, no era necesario seguir negociando más.

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Esto era completamente diferente a lo que había esperado.

(Les había dicho que estaba dispuesto a arrodillarme, pero ¿Por qué no podían hacer ni una pequeña concesión? Si ni siquiera estaban dispuestos a hacer eso… ¿Significaba entonces que pensaban que nuestras vidas no valían nada?…)

Frente a este tipo de arrogancia, el Jefe de los Clanes se esforzaba por suprimir el terror que se desbordaba de su corazón.

(En todo caso… era imposible que podían reducir a 10’000 las 60’000 personas aquí… Sí. Eso debía ser. ¡Debían de haber perdido la razón después que veían nuestras fuerzas!)

Bajo circunstancias normales, ese tipo de razonamiento sería correcto. Ni siquiera los Dragones podían reducir sus números en cantidades tan grandes.

En ese momento, el Jefe de los Clanes tenía un momento de inspiración.

(¿Podía ser que planeaban llevar a cabo ataques relámpago desde el aire?)

Si luchaban como Dragones, entonces las cosas se ponían difíciles. Y al contrario, haberse desplegado en un área abierta como ésta sería desfavorable.

Entonces. ¿Debería hacer retroceder a sus fuerzas hacia el distrito residencial?

Sin embargo, si hacían eso sería muy peligroso. Si el enemigo podía destruir edificios, entonces causaría grandes daños a sus hogares. Al final, éste era el único lugar en el que podían luchar.


Después de regresar con sus tropas, el Jefe de los Clanes reunió a sus asistentes.

“¿Se trataba de un Golem? …¿Qué sucedió? Se ve bastante incómodo.”

Su expresión debía haber asustado a los otros dos. El Jefe de los Clanes se daba unas palmaditas en la cara y daba a conocer sus órdenes.

“Ahh… En cualquier caso, reúnan a los Quagoa Azules y Rojos.”

“¿Servirán de guardia personal?”

“No sólo eso. Reúnan a todos los individuos excepcionales de cada Clan.”

***

 

 

Riyuro daba voz a un poderoso rugido. Era un grito imbuido con la habilidad que había obtenido al ascender a la posición de Jefe de los Clanes. Mientras veía a su ejército de más de 10’000 dirigiéndose hacia el enemigo en respuesta a su grito, incluso se sentía un poco complacido. Sin embargo, los resultados de su ataque eran horribles de presenciar. Como agua chocando contra un muro, el ataque de los soldados golpeaba contra una barrera invisible y salían volando.

Lo que salpicaba por todos lados no era agua espumosa, sino Quagoas…o lo que solían ser Quagoas. Una visión como esta tal vez era digna de Dragones o Gigantes, pero sus oponentes era criaturas incluso más pequeñas que los Quagoa.

“Están volando…”

Murmuraba estúpidamente uno de sus asistentes para sí mismo.

No se trataba de una metáfora. Los Quagoa atacantes literalmente volaban por los aires. Y tampoco lo hacían uno a uno. Varias docenas de ellos eran enviados a volar a la vez.

Sus cuerpos pulverizados se convertían en una lluvia de pedazos de carne que caían sobre sus camaradas. Las tropas cubiertas de restos continuaban su ataque, tras lo cual ellas mismas se convertían en trozos de carne que caían sobre sus demás compañeros. Era una escena sacada directamente de una pesadilla.

Overlord Volumen 11 Capítulo 5 Parte 4

 

Y por alguna razón, el hecho que no veían brotar nada de sangre hacía que la visión fuera incluso más irreal.

“¿Qué, qué de.., qué demonios es eso?”

Riyuro ni siquiera tenía las fuerzas suficientes como para responder a los sollozos lúgubres de sus asistentes. Sus pensamientos simplemente se le escapaban de la boca en forma de palabras.

“Tales cantidades…”

“¡Jefe de los Clanes! ¿¡Qué es eso!? ¡Es completamente diferente a los Golems que vimos antes!”

Hacían pedazos de un solo golpe a cada uno de los Quagoa que iban a atacarlos. Esto ya no era una batalla. Ni siquiera era una masacre. Simplemente se deshacían de la basura. Los camaradas que él había reunido para incrementar su influencia ahora estaban siendo mutilados en grandes cantidades como si fueran basura.

¡Te-tenemos que escapar!

“¡¿A dónde escaparán?!”

Les gritaba a sus aterrados asistentes.

“¡¿A dónde pueden huir en esta extraña dimensión?! ¡Estas personas dijeron que iban a matarnos hasta que sólo quedaran 10’000 de nosotros!”

Sus asistentes no tenían nada que decir.

Después de ver esta fuerza sobrecogedora, esta fuerza monstruosa, entendían que sus amenazas no eran bromas. Aunque era difícil de creer, no tenían otra opción más que hacerlo. De entre sus 80’000 ciudadanos, sólo 10’000 tendrían permitido sobrevivir.

Pese a que quería implorarles perdón en este instante, no había calidez en los ojos de esos dos. Incluso los ojos de ese Lord Dragón mostraban más compasión.

(No tenían intenciones de cambiar su declaración de reducirnos hasta 10’000 personas.)

“¡Eso es imposible! ¡Jefe del Clan! ¿Qué demonios son esas cosas?¿Qué es lo que los Enanos han traído a este lugar?”

“Por qué una gente así de pequeña es tan poderosa…”

Mientras oía a sus consejeros, otro destello de inspiración golpeaba a Riyuro.

“¿Podría ser que el tipo de la armadura roja es también alguna clase de arma Enana? ¿Enviaron algo más fuerte porque sabían que los Golems fueron destruidos?”

“…Así que, si lo derrotamos. ¿Ellos enviarán algo incluso más fuerte?”

Los gritos de sus hombres hacían eco por todos lados. La región alrededor de Riyuro era la única silenciosa.

“Retiremos a los hombres…”

“¡Detente! ¡Tienen que luchar! ¡No nos queda otra salida! ¡Sin importar lo fuerte que sea, eventualmente se cansará! ¡Cuando eso suceda, esperaremos hasta que ya no pueda blandir su arma y entonces los forzaremos a negociar y les exigiremos concesiones!”

“Ya, ya veo… Pero… ¿Realmente se cansarán?”

Esto que le mencionaban era algo que Riyuro ya había pensado en un rincón de su mente. Sin embargo…

“De cualquier manera, siempre que esté vivo, debería de cansarse. Podrá tener más resistencia que nosotros, pero definitivamente se cansará. ¡Hasta entonces, sigan haciendo que blanda su arma! …Aun si no se cansa, una vez que se aburra de matar podríamos ser capaces de discutir algo.”

El Jefe de los Clanes estaba reticente a decir las palabras que venían a continuación, pero tenían que ser pronunciadas.

“¡Además, no podremos ganar incluso si luchamos! No contra un monstruo como ése.”

Sus tropas no se iban a desmoralizar hasta el punto de huir. El grito que Riyuro había usado para iniciar el ataque había transformado a sus hombres en guerreros que no conocían el miedo. Al igual que el estado Enloquecido de los Berserkers, incrementaba su fuerza de ataque pero reducía sus defensas. Y lo más importante, los hacía inmunes a todos los efectos relacionados al miedo. Sin embargo, el hecho de que no se negarían a ninguna de las órdenes del Jefe de los Clanes sin importar lo peligrosa que fuera, se podía decir que era una espada de dos filos.

La gran masa de soldados continuaba atacando sin mirar atrás y eran reducidos hasta la mitad de sus antiguos números con tal rapidez que casi nadie podía creerlo.

En este punto, nadie tenía la fuerza para hablar.

El hecho de que esta tragedia se estaba desarrollando frente a ellos y de que era obra de una sola persona, traumatizaba sus corazones.

Esto se aplicaba para todos excepto uno.

Esa persona, Riyuro, reunía lo último de su coraje.

“¡Héroes escogidos!”

No podía levantar la voz.

Riyuro veía a los Quagoa Rojos y Azules que tenía ante él, así también como a los otros Quagoa con habilidades especiales, todos los cuales habían sido reunidos en las unidades de combate más fuertes de los clanes.

El motivo por el que ninguno de ellos había respondido al grito de Riyuro se debía a que todos estaban mirando a la armadura roja con desesperación en los ojos.

Ellos también debían de haber sentido que no tenían esperanza alguna de victoria. Cuando se habían reunido, al comienzo, sus ojos brillaban pero ahora no había luz en ellos, como si estuvieran muertos.

Él había escogido no hacerlos enloquecer para preservar su fuerza defensiva, pero había sido una decisión equivocada.

El Jefe de los Clanes levantaba la voz e intentaba prepararlos mentalmente.

“¡Ustedes son nuestro as en la manga! ¡El enemigo ha matado a muchos de nuestros camaradas, así que debe haberse cansado! ¡Ustedes serán capaces de hacerlo sufrir!”

Debía estar cansado. El había dicho eso, pero no había ninguna señal de que era así. La armadura roja no daba ningún indicio de que fuera a detenerse al mismo tiempo que cortaba en pedazos a cada uno de los Quagoa que la atacaban y mandaba volando sus restos por el aire, blandiendo y golpeando sin cesar con esa extraña arma parecida a una lanza.

“¡Así es! ¡Sin importar qué es un ser vivo, así que se cansará! ¡Ustedes pueden hacerlo! ¡Vayan! ¡Héroes nuestros!”

Con una plegaria en su corazón, Riyuro enviaba a estos héroes.

Ordenaba a sus hombres que despejaran el camino hacia la armadura roja. A continuación, los héroes debían atacarla…

…Riyuro cerraba los ojos.

“Mi, mi Señor… Poderoso Jefe de todos nuestros Clanes…”

Luego de oír las temblorosas voces de sus ayudantes, abría lentamente los ojos.

“No… no es necesario que digas nada. Ya lo sé. También, también los veo…”

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Nada había cambiado. Correcto. Había dado lo mismo.

Exactamente igual que los soldados regulares, los héroes elegidos habían sido hechos picadillo y arrojados por los aires como trozos de carne. Y todo había ocurrido en un instante. Había tenido el mismo final que las tropas regulares.

“…Así… así que…”

Riyuro no era capaz de decir nada más. Aunque no sabía qué era esa armadura roja, indudablemente era algo más poderoso que un Dragón.

Ya no podía sentir nada. Si sencillamente se ponía a esperar a que pasara el tiempo, el resultado sería como lo deseaba el enemigo.

“…dijeron que quería 2’000 niños. Reúnan esa cantidad.”

“Mi Señor…”

“…No podemos hacer nada más. Incluso si sólo quedamos 10’000, siempre y cuando podamos sobrevivir, algún día… algún día, podremos volver a hacer grandes a los Quagoa…”

Nadie podía decir nada frente a las palabras de Riyuro. Eso se debía a que todos lo entendían claramente en sus corazones.

Entendían que no había nada más que pudieran hacer.

La cabeza de Riyuro colgaba sin fuerzas. Era como si hubiera estado caminando por un lugar seguro y de pronto había sido emboscado por un monstruo…

“Hablando de ello. ¿Qué es el Reino Hechicero, de todas formas? ¿Tiene algo que ver con los Enanos? Alguien dígamelo por favor… ”

Sus susurros provenían directamente de su corazón.

Sin importar cuánto intentaba negarlo, la matanza ante sus ojos le hacía sentir que una tragedia aún mayor iba a suceder pronto.

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De pronto, veía a sus sirvientes Quagoa sosteniendo jaulas. Eran las jaulas usadas para almacenar lagartos para comer. Riyuro sabía que ahora no era el momento para esto, pero la tensión sobre él le hacía estirar la mano hacia la jaula. Tomaba a uno de los lagartos, pero cuando estaba por arrancarle la cabeza de un mordisco, un dolor intenso atravesaba su estómago, doblando su cuerpo en forma de ㄑ.

No había forma de que pudiera derrotar al gobernante absoluto que pronto iba a subyugar a su raza. La idea de volver a florecer era tan descabellada que ni siquiera él podía decir nada en su defensa. Sin importar cuántas generaciones pasaran, ellos nunca iban a lograr alzarse en armas. Los Quagoa de la Cordillera de Montañas Azellisia usarían por siempre collares al servicio de su temible amo.

El lagarto que se agitaba salvajemente se le resbalaba por entre los dedos y desaparecía por entre las piernas de sus hombres. Riyuro dejaba escapar un “ahh”, que era más un suspiro que un grito y luego se desplomaba en un silencioso llanto de miseria absoluta.

“¡Si eran así de fuertes, debieron haberlo dicho desde un principio! ¡Por qué, por qué no me lo dijeron!”

Los gemidos del Señor de los Quagoa, aclamado por su gente como el más grande de los gobernantes en su historia, se mezclaban con los gritos de los niños mientras sus propios soldados los mataban.

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